Literatura

 
 
      



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Madrid.- 05 de febrero de 2025

  Por Gastón Segura

  

Tartarín de Königsberg en un velador de Baeza

Aunque la estridente actualidad nos lo haya emborronado, nos hallamos en el bienio machadiano, ocasión propicia para recordarles un asunto sustancial en el tejido de la poesía de uno de los hermanos, Antonio. Me refiero a sus bien digeridos fundamentos de Filosofía —especialmente de Kant—; pues con ser objeto constante de las meditaciones de su Abel Sánchez y del discípulo del anterior y su siguiente heterónimo, Juan de Mairena, no menos discurre y hasta forja sus versos con una liviandad y una cotidianidad que se nos antojan, en lugar de elucubraciones metafísicas, observaciones de puro sentido común. Y en absoluto; es don Antonio explicando, como muy pocos, al sabio de Königsberg, y hasta disputando con él, bajo esa sencillez apaciguante que transpiran todos sus escritos.

Ya en su Biografía (1913) anota: «Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena». He aquí la pugna de Machado entre su afán por indagar en la descripción kantiana del proceso del conocimiento y la tarea del poeta de conmover la encarnadura de ese yo transcendental; a quien llegará a definir en su Proyecto de un discurso de ingreso a la Academia de la Lengua (1931): «no sabemos cómo sea el rostro, ni el carácter, ni el humor, ni sabemos cómo siente ni siquiera cómo piensa, sólo sabemos cuál es el rígido esquema de su razón». Sin embargo; entiende perfectamente cuál es su función, y así la resume en uno de sus Proverbios y cantares (1912): «En mi soledad/ he visto cosas muy claras,/ que no son verdad». Esas cosas, esos espejismo —los fenómenos— elaborados por este yo transcendental le revelan más nítidamente el otro yo, su soporte palpitante —ese que le había señalado Bergson en el curso parisino de 1910—, y la tarea de poetizar su fugaz sustancia: el tiempo; ocupación predilecta de Azorín —a quien admiraba profundamente— y que se plasmará en recoger la importancia de lo minúsculo, de lo pasajero, incluso de la demoledora monotonía; o sea, de la vida, pero de una vida compartida con sus semejantes, porque, como dijo en otro de sus Proverbios, «poned atención:/ un corazón solitario/ no es un corazón». Tanto es así que nos aclara en una nota de 1924, titulada Problemas de la lírica: «[el] sentimiento no es una creación del sujeto individual [...]. Hay siempre en él una colaboración del tú, es decir, de otros sujetos […]. Mi sentimiento no es, en suma, exclusivamente mío, sino más bien nuestro».

Ese «nuestro» le hace reparar en algo contrario al aséptico y escrupuloso edificio kantiano: las irracionales creencias, motivos de tantas acciones humanas. Es más; don Antonio afirmará por boca de Juan de Mairena: «Por debajo de lo que se piensa, está lo que se cree, como si dijéramos en una capa más honda de nuestro espíritu. Hay hombres tan profundamente divididos que creen lo contrario de lo que piensan». Y lo abrochará con las creencias «son más fecundas en razones que las razones en creencias», en un apunte inédito para este personaje.

Al constatar esta refutación consuetudinaria del empeño kantiano, Machado se acoge a su tarea de poeta de la que ya ha aseverado en Juan de Mairena (1934-6): «la acción —y la poesía lo es— obliga a elegir provisionalmente uno de los términos de la antinomia [implícita en las ideas trascendentales kantianas]. Sobre uno de estos términos —más que elegido, impuesto— construye el poeta su metafísica». ¿Y cómo se patentizará esta metafísica? En «darnos la emoción del tiempo», había sintetizado en Los complementarios (1912-26).

Este «darnos la emoción del tiempo», cuya modulación es la métrica y cuyo argumento se inscribe en los antedichos límites azorinianos, me suscita a un pensador que está ultimando en ese instante Ser y tiempo·(1927), Martin Heidegger. Pero mientras el alemán apela a la hermeneusis —a la develación de los conceptos a través de la historia; o sea, del tiempo—; es decir, invoca al lenguaje mismo como única «casa del ser»; Machado, en tanto, se devana con las creencias, tan antikantianas y, a la vez, tan motrices del sentimiento, la materia inefable —permítanme la contradicción— de su quehacer poético. Esto y su desconocimiento —pese a su cercanía con Ortega y Gasset— de la fenomenología y de su hermeneusis derivada le impide a Machado reparar en el lenguaje mismo y en su, digamos, calcificación histórica; singular propiedad de las creencias. Machado se atiene al lenguaje como instrumento heredado y específico para compartir la emoción; aunque expusiese con una llaneza traslucida el «sentir» del ser-ahí heideggeriano e incluso participase de su angustia de estar arrojado al mundo, cuando por voz de Mairena señala a la muerte como única certeza; tanto que «la llevamos en el pensamiento […] y hemos acabado por no creer en ella». Algo radicalmente distante de Heidegger, quien proclama la eticidad heroica de «vivir como si estuviésemos al borde de la muerte», e incluso una concepción del poeta como un personaje egregio, alumbrador del ser —repasen sus Interpretaciones sobre la poesía de Hölderlin (1936-68)—; asertos que conducen hacia un individualismo adverso a la aspiración machadiana de la «comunión cordial».

Y no obstante, ambos, como legatarios de aquel Tartarín que, en Königsberg y con el puño en la mejilla, «todo lo llegó a saber», perciben la ineludible y lastimera condición de ser mero tiempo.

 Artículo publicado por el "Imparcial" el 05 de febrero de 2025

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.  

   

Madrid.- 05 de febrero de 2025

  Por Ricardo Gil Otaiza

  

El infinito en Irene Vallejo

El encanto del libro de Vallejo va más allá de los linderos del género ensayístico, se adentra con gozo en un panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser

Me acerqué por primera vez a El infinito en un junco de Irene Vallejo en plena pandemia (por allá en el 2021): me lo llevó a Venezuela el buen amigo y también escritor canario (y venezolano por adopción y corazón) Ángel Nazco García, a solicitud de mi parte. La edición era la ya clásica de Siruela: grande e imponente de ese mismo año (de las tantas que se han sucedido por su éxito de ventas), y sin excusas dejé de lado todo lo que hacía (generalmente lectura y escritura) para meterme en sus páginas. Y lo hice con gozo: un gozo extraño si se quiere, porque me hablaba del nacimiento de ese objeto puntual y extraño que es un libro desde un libro: una recursividad inaudita de quien ha hecho de este maravilloso “artilugio” clave y síntesis de una pasión compartida por cientos de miles de lectores en muchos países, quienes desde su salida lo adoptaron como a un entrañable amigo, e hicieron de él una suerte de “manual de consulta” cuando la palabra se nos va por senderos inauditos, y echamos mano de una tabla de salvación que nos pone en el contexto de lo inasible y etéreo; ergo, en el de las ideas.

No es la primera vez que me acerco a Irene y a su libro. Es más: ya he ensayado en un par de oportunidades aproximaciones a la obra desde este gran medio y no he quedado del todo satisfecho, porque son tantas las cuestiones que me asaltan, que termino el texto y quedo con la misma sed. Intento, pues, salvar el inmenso escollo interior para decirles que no contento con leer su libro y escribir sobre él, cuando tuve la oportunidad de viajar a Madrid (en junio de este año) me acerqué a la feria del libro y no sabía que Irene Vallejo se presentaría en el estand de la editorial, y cuando me enteré por un anuncio del altavoz que ella estaría dando firmas, me aparecí por allí, pero la fila era interminable.

Sin pensarlo dos veces (las grandes cosas parten muchas veces de decisiones no meditadas, aunque no siempre es así), y pasando por delante de decenas de personas que se agolpaban para que Irene les firmara sus ejemplares, me acerqué y la saludé: le dije que había escrito un artículo sobre su libro y solo deseaba saludarla. Ella, con una gran sonrisa me atendió con cortesía, y para mi sorpresa tomó una postal promocional con su imagen y su nombre y escribió estas palabras: “Para Ricardo Gil Otaiza con infinito cariño”, y estampó su firma. A estas alturas uno de los organizadores del evento se acercó a nosotros e increpó mi conducta, pero ella le salió al paso: “Él escribió un texto sobre mi obra” y sin perder su sonrisa me la entregó y nos despedimos. Estuve tentado de pedirle una selfi, pero al destino no se lo puede tensar in extremis porque puede romperse la magia. Me conformé con tomarle un par de fotografías a lo lejos, y me marché.

Ni decirlo: en ese instante decidí buscar de nuevo El infinito en un junco que había dejado (ya muy gastado) en Venezuela, y adentrarme de nuevo en sus páginas, pero esta vez en la edición de Debolsillo y Siruela (2024), y así lo hice. El subtítulo del libro es genérico: “La invención de los libros en el mundo antiguo”, pero es mucho más que eso, lo que pudiera frenar a potenciales lectores en la falsa creencia de que refiere a un mero hecho histórico, cuando se trata, sin más, de una experiencia reveladora en el tiempo con uno de los objetos más maravillosos creados por la inventiva del ser humano. La obra nos lleva por los territorios del ser a descubrir el hilo que conecta a diversas civilizaciones, y cuyo eje articulador es un “objeto” cuya impronta ha trascendido el tiempo, para erigirse en centro del conocimiento, pero también de culto y encendidas pasiones intelectuales.

El infinito que la autora alude en el título es clave en la comprensión de la obra: no hay límites que puedan contener a la imaginación cuando nos internamos en un libro, porque nos lleva por insospechados mundos: recrea aventuras que van más allá de lo fáctico para hacer de nosotros posesos de un “algo” intangible y etéreo, pero que está en nosotros, que nos mueve en nuestra interioridad, que nos impulsa a querer más de lo que nuestras circunstancias personales puedan ofrecernos; quien lee y se interna en una obra ya no está en el “ahora”: su mente y su espíritu están revoloteando en insondables espacios, en sutiles territorios del ser, en dimensiones que solo el lector puede recrear y que son distintas a las de los otros, porque toman de nuestra experiencia todo aquello que configura la existencia y sus disímiles matices por ser de nuestra exclusiva identidad.

La prosa de Vallejo es reveladora: cada renglón trae consigo nuevas experiencias y nos adentran en gráciles espacios que buscan desentrañar lo propio de lo humano: entonces revelar es revelarse, es ir más allá de lo asentado en cada página para tocar en el lector hilos muy finos que jamás pudiésemos sospechar que se encontraran allí; es mirar por encima de nuestra finitud y lanzarnos por desconocidos territorios que conjuntan la palabra con la experiencia humana. Los hilos tejidos desde esta perspectiva hacen del todo un rico tapiz de posibilidades estéticas, que nos llevan a descubrir novedosas perspectivas desde lo personal y lo libresco: una dupla insustituible a la hora de sopesarse el libro como un logro civilizatorio, y su impronta en nuestras vidas.

El encanto del libro de Vallejo va más allá de los linderos del género ensayístico, y se adentra con gozo en un panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser. Ensayo histórico, novela, cuento, estudio, fábula y poema épico se dan la mano en estas magistrales páginas para mostrarnos, con prosa exenta de artificios, los derroteros de un objeto pluridimensional como lo es el libro, que avanza a través de los siglos con sutil encanto y auctoritas, renovando su rostro y su forma, pero manteniendo la esencia de su cometido: comunicar lo humano.

rigilo99@gmail.com

 

 

Tenerife.- 05 de febrero de 2025

Presentación del libro: "I antología infantil"

Día 7 de febrero – Hora: 18:00

Lugar: Centro Cultural Guaninfa de Tamaimo- Santiago del Teide (Tenerife)

 

La "I antología infantil" coordinada por Ana Guacimara Hernández Martín se presentará el 7 de febrero de 2025 en el Centro Cultural Guaninfa de Tamaimo, en Santiago del Teide (Tenerife)

Junto con los niños y niñas participantes en esta obra y su coordinadora, que a su vez es la directora del Taller de Lectura, Ana Guacimara, intervendrán también las escritoras invitadas Cecilia Domínguez, Felicidad Batista, Carmen Paloma Martínez y Elena Morales.

Tal y como explica Ana Guacimara Hernández Martín, esta I antología infantil «es una expresión genuina de la creatividad y el arte en su forma más pura, sin las limitaciones que a menudo impone la mirada adulta sobre la imaginación». Y añade: «Es una invitación a descubrir el placer de la lectura, guiada por el amor profundo hacia los libros y el respeto por las humanidades, tan necesarias en estos tiempos //. En cada página resuena la voz de los niños y niñas que participaron en este taller, quienes, con su autenticidad, nos recuerdan el poder transformador de mirar el mundo con una perspectiva renovada».

La antología incluye traducciones al lituano, ruso, alemán y chino. Ofrece así un puente lingüístico que conecta la diversidad cultural de nuestras islas.

«La amistad, los sueños, el amor, la magia, el deporte, los juegos, los coches, y también, incluso, el compromiso social, son los temas por los que transitan los autores y autoras de estos pequeños poemas y cuentos, dotados todos ellos de una gran frescura y espontaneidad, con una unión de ideas sorprendente, y que en gran parte de los casos nos hacen esbozar una sonrisa», afirma la editora de la obra, Elena Morales.

El volumen recoge numerosos textos, breves relatos o poemas, con títulos como «Recuerdos de la amistad», «El diario de María», «Amor», «El caracol poderoso», «Halloween», «El castillo encantado» o «Los globos en el espacio, entre muchos otros.

Todos los textos han sido ilustrados por los propios niños y niñas con dibujos a lápiz, que han sido retocados digitalmente por Elena Morales en una edición delicada y muy cuidada.

Trayectoria de la coordinadora de la obra, Ana Guacimara Hernández Martín

Es poeta, divulgadora cultural y literaria, además de ser la directora y coordinadora del taller de lectura infantil que lleva su nombre. Nació en el sur de Tenerife en 1984. Su formación, estrechamente vinculada al ámbito social, la ha llevado a convertirse en integradora social y técnico en intervención psicosocial a personas con diversidad funcional. Ha ampliado su conocimiento con cursos especializados en trastornos psicológicos, recursos humanos, igualdad, acompañamiento social e inmigración. En la actualidad, continúa su desarrollo académico en los campos de la educación y la psicología a través de la UNED.

Ana Guacimara combina su vocación personal y autónoma con su labor profesional en aulas enclave y ordinarias, trabajando con alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE). Ha publicado los siguientes libros: Desdibujando el cielo, Makaronesia, 2010; Quimera de medianoche, Le Canarien, 2012; Congo Square, el perfume de Nueva Orleans, Vereda Libros, 2016; La vida o nada, Cursiva Books - Acte Canarias, 2021; Materia gris, Ibhuku - Acte Canarias, 2023; Tarde de moscas en el exilio, Fuerte Letra, 2024 y I antología infantil, Escritura entre las Nubes, 2025.

El volumen ha sido publicado por Escritura entre las Nubes.




Madrid.- 05 de febrero de 2025


Francisco Morales Domínguez, 

nos trae su libro EL ACANTILADO

El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.

Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.

Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.

Cuando un caso de espionaje internacional sale a la luz, Martin Lebach, un hombre atrapado entre su lealtad y su deseo de escapar de un mundo corrupto, se encuentra en el centro de una peligrosa trama. Con el tiempo en su contra y enemigos acechando en cada esquina, Martin deberá descifrar verdades ocultas mientras enfrenta sus propios demonios personales

Canarias-La Gomera.- 03 de febrero de 2025

 

El Cabildo acoge la presentación del libro ‘Fauna de Canarias en peligro de extinción’, de Luis Herrera Mesa

 

En su nueva publicación, el investigador gomero aborda la rica biodiversidad de las Islas Canarias centrándose en las especies amenazadas que se encuentran en él

Será este viernes, 7 de febrero, a partir de las 19.00 horas, en el Salón de Plenos de la Institución insular

El Cabildo de La Gomera acoge este viernes, 7 de febrero, a las 19.00 horas, la presentación del libro ‘Fauna de Canarias en peligro de extinción’, una obra sobre la biodiversidad del archipiélago canario y las especies amenazadas que habitan en él.

El evento, con entrada gratuita hasta completar aforo, tendrá lugar en el Salón de Plenos de la Institución insular, y contará con la presencia del autor, Luis Herrera Mesa, investigador gomero y catedrático del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad de Navarra.

Esta publicación, de gran valor científico y divulgativo, aborda la riqueza faunística de Canarias desde una perspectiva accesible, tanto para investigadores y profesionales como para el público general. A través de sus páginas, el lector podrá conocer el origen y las características geológicas, bioclimáticas y ecológicas del archipiélago, así como la situación de las especies en peligro de extinción, clasificadas según su nivel de amenaza.

El libro también destaca el papel crucial de los espacios protegidos y la red Natura 2000 en la conservación de la biodiversidad, ofreciendo un análisis sobre las especies en situación vulnerable y aquellas bajo régimen de protección especial. Además, dedica un apartado a las especies extinguidas, explorando las causas de su desaparición y subrayando la importancia de las estrategias de prevención para evitar nuevas pérdidas.

Entre los aspectos más llamativos de la publicación se encuentra el estudio de los lagartos gigantes de Canarias, cuya evolución recuerda al fenómeno observado por Darwin en los pinzones de las Galápagos. Asimismo, se analizan las amenazas que enfrentan aves, reptiles, mamíferos y especies marinas debido a factores como el urbanismo, la contaminación, el cambio climático y las interacciones con actividades humanas.

 

Madrid.- 03 de febrero de 2025

 Poesía Cubana: La isla entera antologada

Vuelve a publicarse casi treinta años después, en doble formato, en e-book y en libro en papel, que se puede adquirir en Amazon, la segunda edición de la reconocida antología Poesía Cubana: La Isla Entera,aparecida en la Editorial Betania en 1995. Sus autores, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, seleccionaron 54 poetas cubanos residentes dentro y fuera de la isla, algo que puede ser normal en cualquier otro país, pero que al tratarse de Cuba, representó una gran novedad que rompía el aislamiento y la parcialidad. De nuevo, en esta edición de 2024, tanto los antólogos como la editorial se empeñan en una máxima difusión, con lo que el PDF también se puede descargar gratuitamente en la revista literaria Crear en Salamanca, www.crearensalamanca.com. Conscientes todos del interés de la compilación se insiste en el fin primordial de romper definitivamente la separación artificial entre los autores de dentro y fuera de la isla.

Esta nueva edición conmemorativa incluye un amplio prólogo del poeta León de la Hoz donde revisa el contexto político-cultural en el que la antología se publicó por primera vez. Como es conocido, la idea partió del año anterior, 1994, cuando desde su exilio madrileño Felipe Lázaro escribió a Bladimir Zamora, residente en Cuba, para proponerle una antología no excluyente, que Zamora aceptó, aunque se consideraba afín al régimen castrista. De este modo fue posible esta edición sin exclusiones de ningún tipo y que representó, en palabras de Felipe Lázaro, lo que ha llamado “el espíritu de la isla entera” en contra del pensamiento único. Significativamente, la antología, en su primera aparición, no presenta un prólogo sino dos cartas cruzadas entre sí por los antólogos, en febrero y marzo de 1994, en las que se ofrecen las pautas de la compilación signadas por el hermanamiento y el intento de aunar a los poetas de dentro y fuera de Cuba. De ahí el  tono tan cercano de escritura desde el encabezamiento: “Hermano Bladimir” o “Felipe hermano”, para proponer por parte de Felipe Lázaro un “proyecto de antología de la poesía cubana, que reúna a poetas nacidos a partir de 1940, residan dentro o fuera de nuestra isla”, puesto que es consciente de la parcialidad de las antologías a partir de la Revolución, porque “Esa monstruosa dicotomía, impuesta como reflejo de nuestra historia más reciente, conllevó a que se publicaran antologías parciales, surgiendo la tesis de las dos orillas”. En cambio, su propuesta se centra en que “es una la poesía cubana, como es una nuestra insularidad”, por lo que el propósito es “dar así testimonio de la isla entera”. La respuesta de Bladimir Zamora desde La Habana es entusiasta y coincide con el proyecto que se le propone, aunque matiza: “Todas esas antologías parciales que a partir de 1959 –y casi hasta hoy— han presentado poetas de dentro o de fuera de Cuba, son el testimonio sincero de cómo nos veíamos y nos sentíamos entonces [...] Son reflejo valioso a nivel lírico, de un periodo dramático para la familia cubana, aunque por orgullo de opción política, durante años no nos lo hayamos dicho ni a nosotros mismos”. De ahí que a los antólogos ya no les interese la agrupación o el lineamiento de los autores que se suceden por orden cronológico de sus fechas de nacimiento con una breve nota biográfica a la que se añade una bibliografía en la que, aparte de reseñar los títulos publicados del autor, se indican las antologías en las que está incluido.

Como bien señala León de la Hoz en el prólogo a esta segunda edición recién aparecida hay que tener en cuenta que en Cuba se ha fomentado una “segregación política” que rige todavía la vida del país. La imposición de unas directrices y la intervención del estado en el pensamiento ha ocasionado que ser poeta se convierta en un riesgo, como bien lo evidenció el “caso Padilla” (1971). Sin embargo, se han sucedido algunos intentos de cambio en la política cultural que al final quedaron truncados, como también se impuso en otros momentos la poesía dirigida y financiada por el patrocinio ideológico del partido. Pero la poesía exige una libertad que fue evidenciada, aunque lejos de Cuba, en algunos eventos de importancia como las sesiones de mayo de 1994 en el Centro Olof Palme de Estocolmo o el evento realizado en la Universidad Complutense y la Casa de América de Madrid, “Jornadas de Poesía Cubana: La Isla Entera”, en noviembre del mismo año, donde participaron 24 poetas e intelectuales de dentro y fuera de la isla, que se volvían a encontrar después de muchos años. A ello se unieron otros acontecimientos significativos, como la creación de la Revista Encuentro (1996), dirigida por Jesús Díaz, y la fundación de la editorial Colibrí de Víctor Batista. Estas y otras iniciativas, como indica De la Hoz, comenzaron a romper la visibilidad y la unilateralidad de la interpretación de la cultura cubana.

La antología que hoy vuelve a aparecer muestra su vigencia a pesar de la ausencia de entre los vivos de algunos nombres, entre ellos Bladimir Zamora que falleció en 2016, y de otros que eligieron el exilio formando parte de una diáspora, pero como dice León de la Hoz, “la idea sobre la cual se estructura el libro no ha cambiado. El origen político de la separación de los cubanos no ha variado, aunque los motivos de quienes se marchan hoy no sean los mismos” (26). 

Es evidente que esta antología se inscribe en la larga tradición de las colecciones de las antologías poéticas que comienzan a circular en Cuba a comienzos del siglo XIX, destinadas, sobre todo, a lectores que buscan tener entre sus manos, y en volúmenes manejables, textos breves destinados a la lectura y al entretenimiento. Ya entrado el siglo XX, las antologías van a responder a más importantes retos alcanzando la dimensión que les concedemos en nuestros días, la de difundir y dar a conocer el estado de la poesía en su pasado y en su presente calibrando el porvenir. De modo general, si durante el siglo XIX existió una intencionalidad de homenaje o divertimento, de encontrar un lector y llamar su atención por la originalidad de las obras reunidas, en el siglo siguiente, la antología responde mejor al empeño de un crítico con un interés científico e histórico o de marcar el criterio o el gusto de una época. Así la antología se constituye en un decisivo instrumento pues puede servir de elemento legitimador de unas ideas o de una tradición, y en sus páginas puede presentar un panorama, en el que cabe una mediatización, pero también, y eso podrá ser más peligroso, puede presentar una mirada al sesgo.

El cambio verdaderamente sustancial respecto a la planificación del modelo antológico se produce en Cuba en la década de los años 20 del pasado siglo con la aparición de títulos de carácter más ambicioso y que son obra de intelectuales del momento, como el crítico y ensayista José M. Chacón y Calvo, Las cien mejores poesías cubanas (1922), o los intelectuales Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, La poesía moderna en Cuba (1882-1925) (1926). Ello coincide con un interés de valorar y proyectar la tradición poética en un momento en que está surgiendo una conciencia crítica con los primeros asomos de la vanguardia, que en Cuba se inicia en 1923 con la “Protesta de los Trece”, y con un empuje nacionalista frente a la injerencia estadounidense. Un espíritu valorativo y revisionista es característica de este grupo inicial, que se va a aplicar tanto a la política como a la literatura; el deseo de sanear, pero también de modernizar, constituirá el objetivo de esos intelectuales que muy pronto formarán parte del Grupo Minorista. Modernidad y cubanidad les llevaban a analizar el presente para proyectar el futuro siguiendo el modelo consagrado de la antología La poesía moderna francesa, (1913) de Fernando Fortún y Enrique Díez-Canedo.

Otras antologías se suceden en la historia literaria cubana, entre ellas la más curiosa de esta época, y la más famosa, la que, en 1936, con ocasión de su estancia en la isla, propició Juan Ramón Jiménez, y que dio lugar a La poesía cubana en 1936 (1937) con prólogo del poeta español y en la que colaboraron Camila Henríquez Ureña y José María Chacón y Calvo. Continuando en el tiempo, el grupo de Orígenes, nos entrega las antologías de Cintio Vitier, Diez poetas cubanos 1937-1947 (1948) y Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952) (1952), y también la famosa antología de José Lezama Lima,  Antología de la poesía cubana, publicada en La Habana en tres tomos por el Consejo Nacional de Cultura en 1965.

Las antologías se han multiplicado en las décadas finales del siglo XX, y ha sido al final de la última década del siglo en la que ha empezado a tomarse conciencia más general de la necesidad de romper con la parcialidad que las abrumaba y de la que tanto los autores y lectores eran conscientes. Se hará indispensable evitar la beligerancia al hacer referencia a cuestiones políticas que culminaban con la parcialidad cuando no con la exclusión. Por eso el modelo de la antología exclusivista se suaviza en las últimas entregas de final de siglo con varios intentos. Así Humberto López Morales en temprana fecha había publicado en Nueva York la primera antología de la poesía cubana sin fronteras: Poesía cubana contemporánea. Un ensayo de antología (Nueva York, 1967); Orlando Rodríguez Sardiñas La última poesía cubana. Antología reunida (1959-1973), (Madrid, 1973), en cuya nota inicial se indica el deseo de amalgamar la poesía cubana de la isla con la del exilio. Le suceden en la misma intención León De La Hoz, La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993), (Madrid, 1994), que recoge claramente la propuesta de Rodríguez Sardiñas a quien homenajea en el título y reúne a 36 autores por orden alfabético sin discriminación de orígenes. Un estudio preliminar plantea el enfoque general y la teoría justificadora con las reflexiones precisas acerca de los rasgos que afectan a la historia literaria analizando las décadas de los 60, 70 y 80 en Cuba para añadir un apartado con los poetas del exilio.

Con estos antecedentes antológicos surgidos lejos de Cuba, La isla entera fue el último intento de normalización de las dos vertientes, y el que más llamó la atención, pues su reto es recogido muy pronto por dos cubanos de dentro de la isla, con lo que se provocó la salida en La Habana de otras compilaciones como Doscientos años de poesía cubana (1999) de Virgilio López Lemus y como hecho realmente decisivo, Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana. Siglo XX (1999) de Jorge Luis Arcos. La obra de  Arcos es hasta ahora el proyecto más ambicioso. Se trata de una antología consultada en la que se pretende zanjar la desunión y los olvidos. En la “Nota preliminar” reconoce su inserción en la tradición antológica cubana citando los antecedentes con la intención de “romper esa mutua exclusión” que ha permanecido durante tantas décadas.

Es muy evidente que estas antologías de las últimas décadas han retomado la tradición abierta en la década del 20 del pasado siglo y valoran el carácter no sólo informativo sino de instrumento para el conocimiento profundo del decurso de la poesía cubana. En esta tradición, la mejor tradición literaria cubana, se inscribe Poesía cubana: La isla entera, que, como dice su prologuista, León de la Hoz, “es un libro magnífico y necesario que nos revela no sólo la calidad y vitalidad de la poesía cubana en todas partes, sino que ese centro geográfico que es la Isla es sólo un accidente que hoy se repite en una Isla dispersa, sin ejes temáticos ni estilísticos impuestos por la burocracia” (27). Con ello se ha cumplido el deseo de los antólogos, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, y se ha retomado la mejor tradición antológica, la que combina el rigor de planteamiento y la selección por encima de valoraciones políticas excluyentes.

*Carmen Ruiz Barrionuevo es catedrática de la Universidad de Salamanca. Autora de diversos libros, como: Magroll y el imperio de la literatura: ensayos sobre la vida y obra de Álvaro Mutis (2018), Cartografía garcilasista (2013) o su obra de temática cubana:  El "Paradiso" de Lezama Lima: elucidación crítica (1980).

"Poesía cubana: la isla entera antologada" de la profesora española Carmen Ruiz Barrionuevo; publicada en el Diario de Cuba (Madrid, 24 de enero de 2025) en la sección DE LEER.

El libro impreso de la antología Poesía cubana: la isla entera (Betania, 2024) de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora con Prólogo de León de la Hoz, 420 pp.,  se puede adquirir en AMAZON en el siguiente enlace:

https://amzn.eu/d/huoT2se



Madrid.- 03 de febrero de 2025


Imagen del logotipo del sitioPoesía Recitada

"Toda la violencia"  Abraham Guerrero Tenorio  (España)







Madrid.- 27 de enero de 2025

FITUR-2025

Alpujarra de la Sierra. El Pueblo Libro, ha estado presente en Fitur, llenando de literatura, los pasillos de la Feria Internacional de Turismo de Madrid, este sábado 25 de enero.

Alpujarra de la Sierra, provincia de Granada, en la comunidad autónoma de Andalucía, ha estado presente, en Fitur, promocionando sus paisajes, naturaleza, de este pequeño pueblo. Además estan preparando su tercera edición, para la Feria del Libro, de este año, que se llevará a cabo, en el mes de mayo, aunque todavía, la fecha exacta estará por confirmarse, nos dice el concejal de Cultura y Turismo, Jose Antonio Murcia.

Alpujarra de la Sierra, El Pueblo Libro, un pequeño pueblo pintoresco, sus calles están diseñados con libros, será todo una novedad, en ofrecernos sus actividades dentro de la programación de la Feria de Libros, 2025.


Madrid.- 27 de enero de 2025


 Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 Algo está ocurriendo

A veces accedo a la peligrosa tentación de pensar que sería interesante convertirme en una suerte de “oráculo viviente”, al que todos reconozcan y acepten sin titubear y no gastar así tanto esfuerzo y energía en comunicar todo aquello que sale de mi pluma

1. Escribo esto el 22 de octubre (dos días antes de su publicación), y la mañana me sorprende con el aniversario de bodas, que no lo había olvidado, sino que por cuestiones de mi eterno despiste casi nunca sé en qué día estoy, y quiero abrir mi columna para decirle a mi esposa que la amo, que fue, es y será el gran amor de mi vida. 36 años de matrimonio se dicen con rapidez, pero es un largo trecho en el que hemos compartido experiencias y, sobre todo, a nuestras tres amadas hijas. Feliz aniversario Telo: eres superior a mí; has sido compañera y maestra de vida.

2. En La letra e (Fragmentos de un diario) Augusto Monterroso escribe en la entrada correspondiente a Pessoa, a propósito de su Libro del desasosiego, lo siguiente: “Pienso si negatividad es la palabra adecuada. Y lo dudo. Imagino que Pessoa la rechazaría. O no; y seguiría adelante sin importarle que yo llame de esa manera un tanto, bueno, sí, un tanto defensiva, a esa tristeza esencial que era el fundamento de su arte.” Monterroso se rehúsa a echar mano de la palabra melancolía para definir todo aquello, y yo hoy lo llamaría depresión; tal vez menos poética, pero comprensible para la mirada del presente, aunque prefiero adoptar también el vocablo “tristeza”, que es de hondura metafísica y literaria. La enorme densidad de las páginas de Pessoa, aunada a ese fatum que como huella indeleble lo atenazaba, hacen de su Libro del desasosiego una obra de elevada hondura. Ya lo dije en esta columna (Terminé Pessoa, 29-10-2023): “una obra-cima literaria que me ha exigido casi tres décadas para decodificar su mensaje, para absorber lo que tiene que darme: sus verdades, sus extravíos, su dureza, y su ausencia de conmiseración para con las almas tibias.”

3. Hoy recordé a Benedicto XVI a propósito de acercarse el segundo aniversario de su fallecimiento (el 31 de diciembre), y mi recuerdo siempre está asociado a la enorme admiración que por su figura siempre he profesado, y que me llevó durante largos años a internarme en su obra teológica y filosófica. Créanme, no supe qué libro llevarme de él y así tener un claro referente de su trayectoria vital e intelectual, y tal cuestión era comprensible (hoy lo reconozco), porque Él es la suma de sus procederes y de su obra, y en cada libro hay una parte esencial de su pensamiento, que se expande en la medida en que los signos de los tiempos (reconózcanlo, o no) le dan la razón: el notorio declive del cristianismo en densas regiones del planeta; lo que lo llevó a reflexionar muchas veces acerca de la Iglesia que sobrevivirá al cambio epocal: el inminente redimensionamiento, así como su tortuoso peregrinaje en las décadas por venir. En lo particular considero que con su partida quedamos huérfanos, no solo de un mentor sencillo y sabio, sino del enorme intelectual comprometido con la palabra transmutada en obra y destino.

4. “…los seres humanos no están hechos para tanta soledad como la que lleva dentro el oficio del escritor”, expresa Manuel Vilas en El mejor libro del mundo, y tiene razón el autor, pero es que para escribir una obra se requiere de introspección, y para alcanzarla es requisito fundamental el silencio y el sosiego que vienen aparejados con la soledad: pero no vista como el atributo de hallarse exento de compañía y de otras voces, sino como la cualidad de estar conectados con el universo aún en medio de una multitud. Sin darle más vueltas al asunto: la soledad de la que nos habla Vilas tiene que ver más con nuestra capacidad de abstraernos del entorno y así generar ideas (mayéutica, y que ningún factor del entorno se erija en obstáculo para ello), que hallarnos solos en medio de la nada para así lograr la anhelada conexión con las ideas.

5. Muchas veces me pregunto: ¿por qué escribo?, ¿para qué escribo? y ¿para quién escribo?, y créanme que a veces las respuestas no son tan obvias como cabría suponerse, porque tales interrogantes se entretejen en una suerte de complejidad que escapa a mi comprensión y se pierden en las neblinas de los tiempos. Sí, hay en mí una innata propensión a comunicar sentimientos y emociones (pero soy tímido por definición, aunque parezca antinómico), a interaccionar con los otros, a plasmar aquello que anida en mi ser: eso es cierto; pero hay también una necesidad interior de expresar desde distintos géneros todo aquello que me constituye, y es así que el “por qué” y el “para qué” se conjugan en una misma dinámica o entidad metafísica, para recrear mediante argumentos y artificios aquello que la cruda realidad patentiza en hecho y memoria personal y colectiva. Suelo recorrer mis días con muchas historias en mi cabeza, alimentadas por mi gente y por la cotidianidad, y en paralelo hay en mi cabeza decenas de maneras de contarlas, de transmitirlas, de darlas a conocer. Es decir, recorro la vida pensando en cómo contarla, y en ese ejercicio metaliterario paso mis horas y mis días, y son los otros (familiares, conocidos, amigos o mis lectores) los potenciales destinatarios.

6. Algo está ocurriendo, dijo al mirar al cielo, y cayó de rodillas.

7. A veces accedo a la peligrosa tentación de pensar que sería interesante convertirme en una suerte de “oráculo viviente”, al que todos reconozcan y acepten sin titubear y no gastar así tanto esfuerzo y energía en comunicar todo aquello que sale de mi pluma. Y me respondo de inmediato: sí y no, porque si no eres aceptado serás un paria de la sociedad, y si todos te aplauden posiblemente seas un mal poeta (ensayista o narrador). En esto me acojo al principio de lo ecléctico: que busca el centro y el intermedio de una postura o de una creencia en general (algo así como el fiel de una balanza). Es entonces cuando se asoma por allá mi adorada madre para decirme desde lo inasible, con voz tierna y comprensiva, que en el medio está la virtud, y a ello me acojo cuando los linderos entre ser y no ser, la nada y el absoluto se difuminan en un amplio e irreconocible espectro de posibilidades.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 27 de enero de 2025


Francisco Morales Domínguez, 

nos trae su libro EL ACANTILADO

El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.

Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.

Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.

Cuando un caso de espionaje internacional sale a la luz, Martin Lebach, un hombre atrapado entre su lealtad y su deseo de escapar de un mundo corrupto, se encuentra en el centro de una peligrosa trama. Con el tiempo en su contra y enemigos acechando en cada esquina, Martin deberá descifrar verdades ocultas mientras enfrenta sus propios demonios personales


Madrid.- 21 de enero de 202

Por: Gastón Segura

 

Una insolente celebración

Más allá de la simpatía que pudiera despertarme el manifiesto publicado hace un par de semanas, bajo el título Contra Franco. La Constitución única celebración posible, firmado por ochenta y tantas personas relevantes, entre las que se encuentra algún amigo mío, como inmediata contestación a la campaña estatal España en Libertad, inaugurada con distendida pompa —valga el oxímoron— por el actual presidente del Gobierno, dicho fasto, más que la neta desconfianza, me suscita primero la perplejidad y, de seguido, la sorna. Porque, como ya sabrán, su motivo es recordar al país que este noviembre se cumplen cincuenta años del fallecimiento, en un hospital madrileño y por un proceso agudo de tromboflebitis complicado con otras enfermedades, del general Franco; óbito seguido de populosas colas durante varios días para presentar los respetos al cadáver; circunstancia, esta última, que ignoro si recogerán o escamotearán en tal rememoración; si bien, opten por lo que opten, no servirá sino para rechifla de cuantos vivimos aquellos días. Por lo demás; cualquier fasto estatal que promueva este gobierno, como a los firmantes del manifiesto antes mencionado, no me granjea sino la más negra suspicacia y razones para ello no me faltan.

Verán; en 2022 se cumplió el quingentésimo aniversario de dos acontecimientos que, por sus trascendentales consecuencias para la humanidad —o al menos, para los europeos—, constituyen hazañas de la mayor honra nacional, y apenas merecieron su favor. Es más; este gobierno, contra su obligación moral, ni pensó en divulgarlos con la debida solemnidad y amplitud entre la población española para avivar tanto su curiosidad por nuestra historia cuanto su orgullo de pertenencia al país. Me refiero, claro es, a la conmemoración del fallecimiento, el 5 de julio de 1522, de Elio Antonio de Nebrija, quien elaboró la primera gramática para una lengua vulgar, el castellano, que constituiría el preclaro modelo para cuantas se escribieron posteriormente sobre las otras lenguas continentales; y por supuesto, a la arribada a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de ese mismo año, de la nao Victoria, al timón de Juan Sebastián Elcano, para demostrar por primera vez al mundo —o sea, constatando las entonces acertadas conjeturas científicas— con su circunnavegación, que el planeta era esférico. Y si ni el homenaje a uno de los más sustanciales filólogos que hayan existido, ni la portentosa travesía que cambió la concepción del planeta, merecieron más que un tibio apoyo de este gobierno; ¿cómo pretende, ante esta probada indigencia intelectual, que cuanta celebración promueva ex novo no la sospeche como una truanesca artimaña para encubrir, con el clamor de la fanfarria y la lluvia del confeti, sus estrepitosos aprietos y en absoluto para agasajar cuanto proclama?

Además, si algo hubiera de celebrarse sería el cincuentenario de la restauración de la monarquía constitucional con Juan Carlos I, a la postre, máximo artífice de la actual democracia representativa, aunque su coronación en ese momento se debiese a la muerte de un anciano general, que con notable astucia se encaramó a la jefatura de una sublevación militar y civil fallida, prolongada después en una crudelísima guerra, con unas consecuencias escalofriantemente despiadadas, que le permitieron asentar una larga dictadura que no reparó nunca en fulminar a sus enemigos y que, a fuerza de adaptarse sigilosamente a los acontecimientos políticos internacionales, consiguió, gracias a algunas lumbreras de sus últimos gobiernos, elevar el nivel de vida de los españoles desde la más desastrosa y despótica pobreza a un desahogo hasta entonces desconocido. Pero como quiera que a don Juan Carlos, indecorosamente, lo arrojaron a un mal disimulado destierro y a este gobierno le mejora, por mera comparación, su estulto proceder, rescatar los terroríficos años de la llamada «España campamental», nos hallamos ante una patética, cuanto siniestra, mascarada. Y en cuanto a lo pronunciado en la mencionada inauguración, con voz de solícito escolapio, por el presidente del Gobierno, sobre las virtudes de esta campaña como eficacísimo instrumento para prevenir a los jóvenes de la ascensión galopante de la ultraderecha, me pregunto si tal hecho ¿no será consecuencia de su flagrante incapacidad —y, desde luego, de la de sus colegas europeos— para afrontar con la solvencia requerida los gravísimos retos que sacuden nuestra actualidad?

Bástenme como posibles respuestas a esta cuestión tanto su vergonzosa huida de Paiporta como su inepcia para socorrer con la diligencia exigida a los aquejados por la riada en aquellas tierras que suman, según el discurso navideño de Felipe VI, unos ochocientos mil compatriotas; por no mentar a los palmeros, que aún se hallan atribulados y desamparados entre las petrificadas lenguas de lava. Y todo esto sin hurgar demasiado en las demoradas y luego contradictorias decisiones para contener el covid, con sus evanescentes comités de expertos y la prometida auditoría aún por llegar, o la carencia, a estas fechas, de un cómputo fiable de fallecidos por su causa. En fin; que más le valdría a Pedro Sánchez Pérez-Castejón afanarse en sus tareas con pulcritud y severidad, si es que es capaz, y clausurar estas insolentes zarabandas necrofílicas, o necrofóbicas como él pretende.

Por lo demás; les ruego que disculpen estas líneas contra mi propósito, hasta ahora cumplido, de abstenerme en este par de páginas de mentar —salvo tangencialmente— el zafio y pringoso acontecer político de nuestro país, pero la situación ha llegado, por su desfachatez, a un extremo tan enojoso que ocultar mi juicio con la claridad precisa, no se me antojaba sino una desconsideración hacia todos ustedes.

Artículo publicado por el "Imparcial" el 19 de enero de 2025

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 


Madrid.- 21 de enero de 2025

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

El fantasma de Javier Marías

En un abrir y cerrar de ojos lo que era la existencia de una pareja feliz (con los traspiés propios del devenir de dos seres muy distintos entre sí, que se habían puesto de acuerdo para hacer el mismo recorrido a pesar de ello), se rompe para siempre...

Hallé un libro “raro” de la pequeña editorial Reino de Redonda, creada por el fallecido escritor español Javier Marías (1951-2022) para recuperar libros olvidados, y de inmediato lo pedí desde una librería en físico, se trata de Duelo sin brújula (2024), de Carme López Mercader, viuda del gran autor. En este bello y pequeño tomo (de apenas 126 páginas con tapa dura y papel glasé) expresa una suerte de catarsis emocional frente al vacío dejado por su marido al fallecer a una edad (71 años no cumplidos) en la que mucho se esperaba aún de su pluma. No se trata, como lo pensé antes de comprarlo, debo confesarlo, de esos libros curiosos, en los que a modo de obituario los legatarios de una figura pública se dan a la tarea de desnudar a sus difuntos (voyerismo, lo llaman algunos), y así contarnos detalles acerca de su vida para alimentar el morbo de los lectores. Nada de eso. Si bien encontré sutiles tips que nos acercan al Marías humano y autor, y que la prensa jamás reseñó, estas páginas buscan cerrar en López Mercader un ciclo de toda una vida de camaradería y acompañamiento, con una de las figuras más importantes de las letras hispánicas de las últimas cinco décadas.

No hay en Duelo sin brújula ansias de hacer literatura o de lucimiento estilístico por parte de la autora (es más: hay ciertos descuidos de forma e innecesarias repeticiones), solo el denodado empeño de despedirse de un amor y reiterarle desde el más acá (ella afirma que es escéptica en cuestiones paranormales) su pasión y admiración, así como dejar constancia de un dolor que solo a ella le incumbe, y que nada de lo que le digan para consolarla podrá rebajar ya la pesadumbre anclada para siempre en el alma. Nos dice casi al final del texto (que, por cierto, pone candado a nuevas publicaciones, por ser un proyecto económicamente inviable) algo realmente conmovedor: “Me compadezco bastante de mí misma, de hecho diría más, me doy un montón de pena, porque soy consciente de que quiero tanto estar con él que hasta estoy dispuesta a suspender la incredulidad y aceptar la presencia de un fantasma a mi lado para lograrlo.”

Esto cobra sentido cuando recordamos que a Javier Marías le fascinaban los fantasmas, hasta el extremo de titular a dos de sus libros como Literatura y fantasma y Vida del fantasma, y en los que indagó, desde lo literario, su peso e importancia en nuestra cultura. Eso sin contar con otras publicaciones en las que se asoman figuras fantasmales, que buscan ahondar en ese otro lado de la moneda de la existencia. Nos aclara López Mercader, que aun teniendo su esposo esa “pasión” por la creencia en los fantasmas, nunca dio pie a explicaciones desde lo esotérico, mediúnico o desde el espiritismo (jamás se entregó a la charlatanería): lo suyo era un encanto por una figura que le atraía desde lo literario, y que le llegaba (especulo yo) desde la propia infancia. Agrega la autora: “No temía al no mundo, porque para él éste no consistía en la nada. Por el contrario, sus muertos lo poblaban y acompañaban, muertos siempre amables, quizás porque habían sido muy queridos por él y a su vez lo habían querido.” Empero, tal certeza no hizo de Marías un ser hundido en la melancolía o pesadumbre: era divertido porque amaba la vida.

Cuando dije al comienzo que hallé “un libro raro” me refería, en todos los sentidos, a una pieza que tiene como centro de atención a una figura clave de las letras en lengua española, pero que no habla de ella ni ahonda mayormente en su persona. El novelista es sólo la excusa. La viuda se ensimisma en unas páginas en las que gravita por doquier el “fantasma” de Javier Marías, y es ella la que de manera tangencial (aunque protagónica) busca con este libro una razón para seguir creyendo en la vida, con la válida sentencia de su enorme pena. Es, qué duda cabe, un texto autorreferencial (autobiográfico) y el libro es una autoedición (la editorial ahora es suya) y con él discurre sin mostrarse en demasía: dice bastante, pero es más lo que calla, quiere contar muchas cosas, pero las palabras se quedan en la travesía de un texto doloroso y denso, que muestra los quiebres y hendiduras del espíritu humano.

El título, Duelo sin brújula, es significativo, porque en realidad no hay un norte definido, un objetivo literario o meramente biográfico, o un eje que articule las piezas del rompecabezas; hay, qué dudas caben, un deambular sin coordenadas por dos vidas que estuvieron enlazadas varias décadas y ahora una de ella se queda a la zaga en el camino, y no le queda a la sobreviviente otra opción que seguir adelante y volar con plomo en el ala, recomponer los jirones de su proyecto vital, juntar las piezas de su tragedia personal y familiar, y emprender nuevos derroteros, muy a pesar de su desesperanza. En un abrir y cerrar de ojos lo que era la existencia de una pareja feliz (con los traspiés propios del devenir de dos seres muy distintos entre sí, que se habían puesto de acuerdo para hacer el mismo recorrido a pesar de ello), se rompe para siempre y comienza un duelo desgarrador, profundo y escatológico, que descarta alivios y frases hechas o baratas, que llegan de familiares, conocidos y amigos, y que intentan paliar la desdicha sin éxito.

Atrás queda la vida en común, los pisos que los cobijaban en Madrid y Barcelona, los muebles, libros y recuerdos de años de unión y complicidad. Pronto llegó el ocaso de una relación que marcó en ambos huella profunda, y ahora queda ella con la mente convulsa y el alma deshecha en recuerdos y en cavilaciones, tal vez: lo que quedó por decirse, lo que se emprendió y no se concluyó, el saludo no respondido y el abrazo no dado por las urgencias propias del existir. Que sea la autora la que cierre con las líneas finales de su libro: “Que me lleve a creer en esa eternidad que Javier decía concebir sólo conmigo exista y que él esté aguardándome pacientemente en ella. Que me haga soñar con lo que no puede ser.

Y sin embargo…”

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 20 de enero de 2025

Presentación de la antología Poetas del mundo por La Paz II – Almas sin bandera

 

El día viernes día 24 de enero de 2025 en la Casa de Cultura de Ciempozuelos a las 18 horas.

El domingo 2 de febrero de 2025 en el Centro Cultural Casa de Vacas del Retiro de Madrid a las 18 horas, con actuaciones musicales y el recital poético por parte de los autores pertenecientes a la antología.

José Pérez González promotor y coordinador de la antología Poetas del Mundo por La Paz, inicia sus actividades desde el año 2023, con la intención de difundir el no a las guerras, las cuales asolan parte de nuestro planeta. Con la participación de 56 poetas de diversos países, entre ellos, el Doctor Ernesto Kahan quien prologó la antología. Con la colaboración, de los coordinadores: Ramón Pulido Rodríguez y Val Marchante Leganés, quienes desde el inicio de la misma se unieron y participaron activamente en la promoción y difusión. Personas que fueron de gran apoyo a esta iniciativa, a la que se fueron sumando los poetas participantes.

Esta antología se bautizó con el nombre de Poetas del mundo por la paz – Nuestras armas las Palabras.

Dicha antología fue presentada en La Biblioteca Pública Miguel Hernández de Vallecas y posteriormente en el Ateneo de Madrid. Los beneficios de su venta fueron donados a Save the Children España.

La segunda antología, con el título Poetas del mundo por La Paz II – Almas sin bandera, se inicio a primeros de septiembre de 2024 , con la participación de 60 poetas.

Esta antología promovida por José Pérez González, con la coordinación de Val Marchante y Ramón Pulido, es el fruto de la unión de almas del mundo que abrazan la Paz y demandan un bien común eliminando discrepancias de ideales políticos, religiones o de razas.

La antología Poetas del Mundo por La Paz II - Almas sin bandera,  ha sido prologada por la escritora Gloria Nistal Rosique y publicada por editorial Tarqus. La ilustración de la portada ha sido realizada por Mikel Rico, el cual ha colaborado altruistamente donando dicha ilustración.

Esta antología va acompañada de un cuadernillo con el pensamiento por la Paz de cada poeta, habiéndose añadido una frase célebre por la Paz de personajes importantes por cada uno de los participantes. Se hace honor meritorio como invitado a Cirilo Luis Álvarez, poeta y compañero de Asociación de Escritores de Madrid, el cual nos aportó su pensamiento sobre la Paz.

En esta Antología, el tema de los textos es la Paz, y cada poema o relato está escrito desde la visión del autor, reflejando así, la personalidad de cada uno. Es curioso leer los textos y descubrir lo diferentes que son y las distintas formas de escribir a la Paz.

Continuarán con un circuito de presentaciones en otros lugares como en Villaviciosa de Odón y en Alcala de Henares, y en la ciudad de Sevilla, próximamdente a definir las fechas.

La adquisición de los ejemplares se puede realizar en el evento de las presentaciones, o a través del teléfono 614137789.

Los beneficios de las ventas son donados íntegramente a la ONG Médicos Sin Fronteras.




Francisco Morales Domínguez, 

nos trae su libro EL ACANTILADO

Disponible en amazon





Madrid.- 20 de enero de 2025.

 

La ilustradora argentina Coni Curi firmará el cartel de la 84.ª Feria del Libro de Madrid

La Feria del Libro de Madrid de 2025 ha elegido a la ilustradora argentina Coni Curi para ilustrar el cartel de su 84.ª edición. Para realizar este trabajo la artista se inspirará en Nueva York, tema que iluminará la Feria este año. 

Coni Curi ha aceptado el encargo con gran ilusión, y confiesa: «Como fanática de la literatura que soy, como artista, como migrante, y como una enamorada de las calles de Madrid, me pareció increíble que me eligieran para ilustrar el cartel de este año. Al principio me dio un poco de miedo el desafío, pero es un sueño cumplido». 

Eva Orúe, directora de la FLMadrid, ha explicado los motivos de su elección: «Elegimos a Coni Curi porque su estilo, neonostálgico e inspirado en el diseño gráfico estadounidense de los años 20, 30 y 40, –y cuyas creaciones tanto recuerdan a la impresión gráfica vintage –, los catálogos y anuncios de otro tiempo, nos parecía el adecuado para esta colaboración Madrid-Nueva York». En su opinión, «si bien es cierto que nadie se aproxima a Nueva York sin un prejuicio, una imagen preconcebida a partir de los libros leídos, las películas vistas, la música escuchada, incluso un colorido propio, estamos seguros de que, en su propuesta, hará justicia a este imaginario, sin desconectarse del presente».   

Ambas ciudades, Nueva York y Madrid, comparten una rica diversidad cultural y social, resultado de su historia migratoria y de la constante interacción entre sus comunidades. Puentes como sus emblemáticos espacios naturales, Central Park y El Retiro –este último sede de la Feria del Libro de Madrid–, fortalecen esa conexión que servirá de inspiración para la artista. 

La Feria imaginada por Coni Curi

«Imagino esta edición de la Feria como un punto de encuentro entre dos ciudades que, aunque distintas en paisaje y ritmo, comparten algo esencial: ambas han sido el escenario principal de un sinfín de ficciones que hemos leído o visto en películas», afirma la ilustradora. 

 Coni Curi, quien visitará la Feria por primera vez, confiesa que esta experiencia añade un toque especial al proyecto: «Que esta sea mi primera vez y que además sea con mi cartel paseándose por toda la Feria al ritmo de la gente y los libros, me hace muchísima ilusión». 

 El estilo de Coni Curi, al que ella misma denomina NeoNostalgia, combina referencias del pasado y elementos del presente. Su inspiración en catálogos y anuncios de décadas pasadas, junto con un uso llamativo de colores y trazos, será clave para transmitir la conexión entre Madrid y Nueva York en el cartel de esta edición.   

La espera para descubrir el diseño definitivo del cartel se prolongará hasta abril, un mes antes de la inauguración de la Feria. Eva Orúe concluye: «Habrá que contener la impaciencia para verlo. Hay muchas ganas».       


Madrid.- 14 de enero de 2025


Viernes 17 de enero a las 18:30 h.

Calle Huesca, 7 –Sede del Grupo Editorial Sial Pigmalión

La Tarea de Dos Latinas: Hacer Visibles a los Escritores Hispanoamericanos en Madrid

En el corazón de Madrid, dos mujeres latinas Julieta Deossa Pintora, escritora y poeta (Colombiana) y Rocío Hervías Poeta (Peruana) ambas escritoras de la Editorial Sial Pigmalión del empresario Basilio Rodríguez Callada, apoyadas por su editorial han emprendido una apasionante misión: visibilizar a los escritores hispanoamericanos y promover su obra en un contexto europeo que a menudo pasa por alto la riqueza de la literatura de América Latina. A través de diversas iniciativas, han creado un espacio donde las voces latinas resuenan con fuerza, conectando a autores emergentes y consagrados con un público ávido de nuevas narrativas.
Dcha.: Julieta Deossa y Rocío Hervías

Estas dos latinas, activis
tas culturales y amantes de la literatura, han organizado el primer Ciclo de Literatura Hispanoamericano en la sede del Grupo Editorial Sial Pigmalión Ubicada en la calle Huesca, 7 (28020 Madrid) con la invitación de 9 Poetas Extranjeros a un encuentro de poesía y narración hispana, celebrando no solo la diversidad literaria de Hispanoamérica, sino que también fomentan el intercambio cultural. En este encuentro, los asistentes tienen la oportunidad de conocer de cerca a escritores contemporáneos, escuchar sus relatos y participar en conversaciones sobre temas relevantes que atraviesan sus obras. Los escritores son de nacionalidad de 4 países (Colombia, Perú, México y Cuba) Janet Aznarán, Lawrence Carrasco, Kevin Klatt, Isabel Matta, Ericka Quintana (Perú), Solanyely Sánchez Escobar, Wilber Méndez (Colombia), Carlos Manuel Gómez (Cuba), Carla Novi (México)

Además, han colaborado con librerías locales y centros culturales para crear espacios donde se puedan exhibir libros de autores hispanoamericanos, facilitando así su acceso al público madrileño. Estas acciones no solo promueven la literatura en español, sino que también desafían estereotipos y prejuicios, resaltando la riqueza cultural que América Latina tiene para ofrecer.

La iniciativa de estas dos latinas es fundamental en un mundo donde las voces diversas necesitan ser escuchadas. Al hacer visibles a los escritores hispanoamericanos en Madrid, no solo enriquecen el panorama literario local, sino que también contribuyen a la construcción de una comunidad más inclusiva y multicultural. Su labor es un recordatorio poderoso del impacto que la literatura puede tener en la conexión entre culturas y en la celebración de nuestra humanidad compartida.



Madrid.- 14 de enero de 2025

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

Los ojos que la miran

Hay autores que me caen bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas

1. Echo de menos a los verdaderos libreros: aquellos que sabían de literatura, que conocían de autores y podían orientarnos con certeza en nuestras compras. Pululan en las librerías de España vendedores de libros, que a lo sumo les suenan los nombres de los clásicos, pero no los conocen; son los mismos a los cuales tienes que deletrearles con paciencia el nombre de Jorge Luis Borges, o de James Joyce, o de Thomas Mann, o de Julio Cortázar, porque cuando los escriben en la pantalla se equivocan y el sistema muestra “error”: son los mismos que no te miran a la cara porque eres apenas un eslabón más en la larga cadena de comercialización de los libros, que dicho sea de paso es rica y poderosa, pero se sostiene con los best sellers; y “lo demás es silencio”, como la única novela de Monterroso, que tampoco es novela ni ensayo ni poesía, pero es todo eso y mucho más.

2. Y ganó el Nobel de Literatura la autora Han Kang, surcoreana y desconocida para muchos, y joven (por suerte), ya que casi siempre se lo otorgan a escritores muy ancianos, a los que no les queda mucha vida para disfrutar de la abrupta fama y de la fortuna que reciben, que suele quedársela en buena medida los Estados con sus altos impuestos y las agencias que los representan, cuyas negociaciones, por cierto, bien lo justifican, porque a esas alturas la cuestión no es muy sencilla como solemos creer, ya que se dirimen múltiples variables entre las cuales observamos el género, las ideas y posturas ideológicas de los nominados, los continentes y países de origen, y toda una caterva de elementos que escapan a nuestro entendimiento y comprensión; como incomprensible fue que no lo ganaran luminarias como Tolstói, Dostoyevski, Zola, Joyce, Kafka, Borges, Reyes, Woolf, Fuentes, Marías y Auster, entre muchos otros, y que mantengan en vilo a enormes escritores como Murakami y Houellebecq, y así a un largo etcétera.

3. “Comprendo muy bien el placer de la lectura, pero todavía no alcanzo a ver claro el que pueda decirse de escribir”, lo expresa Monterroso en La letra e, y a propósito he leído en las últimas semanas declaraciones de autores prestigiosos y exitosos, que venden sus libros como pan caliente y terminan afirmando cuestiones como “me cuesta escribir”, “no disfruto de la tarea de escribir”, “me parece pesado escribir”, y otras cosas por el estilo. Por supuesto, no es lo mismo leer que escribir: en el primer “oficio” estamos distendidos, a la libre, internos en unas páginas que nos entregan disfrute (aunque a veces nos topemos con auténticos ladrillos que abandonamos a las primeras de cambio), pero escribir es un “algo” que exige mucho de nosotros, que nos lleva por derroteros insospechados y todo esto genera ansiedad y estrés. En lo personal puedo afirmar que disfruto de la escritura, así como de la fase de corrección de mis textos (reescritura), y me parece un auténtico milagro ver el texto definitivo ante mí: iluminado en la pantalla, articulando ideas y comunicando mi sentir, y el mayor gozo es cuando el texto (o libro) sale publicado, porque hay la expectativa de lo que expresarán los lectores y se instala entonces una suerte de cosquilla en el estómago, que me dice que valió la pena el esfuerzo y el tiempo invertidos, porque guste o no lo escrito: allí queda como una huella, como signo de vida, como un ave ligera y fugaz que revolotea por el cielo sin importarle los ojos que la miran.

4. Hay autores que me caen bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas, porque al fin y al cabo suelo separar ambas nociones y me interno en sus páginas sin importarme el que sus personalidades y opiniones choquen con las mías. Leo con enorme placer la obra de José Saramago, y considero algunos de sus libros como obras maestras, pero él me caía mal como persona: su arrogancia era sencillamente intragable y ni decir su aquiescencia frente a regímenes oprobiosos y nefastos. Me fascinan Monterroso y Borges, porque a pesar de ser ideológicamente opuestos asumían la vida y sus circunstancias con enorme ironía y sentido del humor, y sus obras se debaten entre la perfección estilística y la hondura metafísica, que son, a mi entender, dos filones impagables en la literatura.

5. “Pero ¿no es la incredulidad una forma maravillosa de libertad?”, se pregunta Manuel Vilas en El mejor libro del mundo, y la interrogante me golpea profundamente, abre en mi cabeza insospechados surcos, me deja temblando en la silla en donde me encuentro degustando también de un café, y caigo en la cuenta de que es cierto: no hay nada mejor que estar libres de equipaje en cuanto a muchas cuestiones, sobre todo en lo religioso y también en lo político, y así recuerdo la sabiduría de mi madre cuando afirmaba sentenciosa que “no hay que creer ni dejar de creer”: y en ese abismo o hiato que se abre entre ambas percepciones (complejas, por demás) se cuece la existencia, y deja en nuestras manos la capacidad de discernir; de tomar el camino que creamos conveniente; de no aferrarnos a lo que coarte en nosotros la luz del entendimiento y la razón; de poder atisbar los peligros que nos asechan y seguir adelante y victoriosos; de sopesar los pros y los contras de cada circunstancia y tomar partido por aquello que no signifique férreas ataduras que nos hagan menos libres. Es decir: un “no creer ni dejar de creer” medido y juzgado en su justa dimensión humana, que no nos cierre la perspectiva de lo insondable, pero que no nos esclavice en aras de “causas” que muchas veces no son diáfanas ni transparentes y nos sometan hasta hacer de nosotros seres alienados, descerebrados, apegados a “la nada”, trasteando aquí y allá en medio de las tinieblas de los tiempos, haciéndoles el juego a insospechados factores de poder que se articulan y organizan movidos por lo crematístico.

rigilo99@gmail.com





Madrid.- 14 de enero de 2025

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Madrid.- 07 de enero de 2025

Por: Gastón Segura

 

Donde el rincón de los muertos

Seguramente lo leyeron en las, por breves, desmerecidas gacetillas que algunos diarios nacionales publicaron ese día, pero no quería trasponer el 2024 sin recordarles que el pasado 9 de diciembre se cumplió el bicentenario de la batalla de Ayacucho, tan determinante para la historia de España, pues comúnmente señala el punto y final de su gobernación sobre el continente americano. Y aunque se mantuviesen todavía durante setenta y algunos años las provincias antillanas y hasta millares de islas en el Pacífico, cuyo blasón eran Las Filipinas, aquel jueves de diciembre se disipó para siempre, entre las humaredas sulfurosas de los fusiles y los híspidos clarinazos de la caballería, el dominio más extenso que haya conocido el planeta, o si prefieren y como me enseñaron en la escuela: el imperio donde «no se ponía el sol»; mote que, lamentablemente, hoy no provoca sino un encogerse de hombros, cuando no, una ceniza mirada de rencor entre quienes quisieran ver al país entelerido y desarraigado. Lástima de paisanaje; tras toda aquella temeridad derrochada corajudamente o tras aquel sincero empeño por imponer el humanismo grecorromano, aunque fuese bajo el embozo de la religión cristiana, encontrarse ahora, e incluso entre las más altas autoridades del Estado, con semejantes actitudes; como si aquella empresa no hubiese superado los trescientos años y hasta inculcado entre sus pueblos los ideales para su derrumbe.

¿Y qué queda de tanto afán, amén de ejecutorias sin fin en los legajos de los archivos, de crónicas que arrancaron por sus desvaríos las carcajadas de García Márquez y del trazado a tensa plomada de un rosario de ciudades y puertos? Una lengua que se habla y revive en cientos de modos ingeniosos y cantarines allá, y que las autoridades de acá, con la petulancia que las distingue, tratan a puntapiés sin que nadie se atreva a tachárselo; al contrario, hasta los tenderos las imitan para darse pote, cuando resultan, en su risible engolamiento, espantajos extraídos de El ruedo ibérico (1927-32).

Antonio José de Sucre

En cuanto a aquella batalla, no aconteció en Huamanga —en quichua: el «lugar del estreno o del amanecido»—, como se llamaba entonces Ayacucho, que según el mismo habla es el «rincón de los muertos», sino a treinta y siete kilómetros al nordeste, en la campa del pueblín de Quinua —como la semilla tan popularizada ahora en nuestras cocinas—; una llanada en pendiente, atravesada por el zanjón del Pampas, que se recuesta a los pies del cerro Condorcunca, que en lengua inca significa el cuello del cóndor; tierras elevadísimas, de estampa árida y noches friolentas. Allí mismo, el caribeño Antonio José Sucre, con un ejercito apenas menor pero desvalido de artillería, venció al del último virrey, La Serna, nutrido por peruanos de toda condición, pues apenas los jefes eran peninsulares o criollos —si bien se mira, contingente en todo semejante a la armada independentista—. Y verán, no tanto por la mortandad de la jornada —unos dos mil doscientos fallecidos y mil quinientos heridos—, una de las más numerosas de aquella sublevación de doce años, sino por el credo se germinó el desbarate. Pues cuando, a principios de ese año, las tropas realistas habían casi sofocado a los insurgentes en el Perú, y podían avanzar contra Bolívar con desahogo, comenzaron los enfrentamientos entre el absolutista Olañeta y el liberal La Serna; claro reflejo del «Terror del Veinticuatro» que se vivía en la península tras la entrada de Los Cien mil hijos de San Luis. De facto, Olañeta acechaba la retaguardia de La Serna durante los días previos a la batalla.

Y si aquí, en la península, esta disputa entre ilustrados y meapilas se remontó a tres guerras civiles durante el s. XIX y aún se escuchan sus ariscos ecos en la del s. XX, en nuestra América, independizada y con los ideales republicanos conquistados, tampoco cundió el sosiego, cuya primera y más significativa víctima fue el propio Sucre, asesinado a traición, camino de Bogotá, cuando apenas se había cumplido un lustro de su memorable victoria en «el rincón de los muertos». Y desde entonces hasta hoy, aquellas repúblicas desmembradas de la Gran Colombia o de las Provincias Unidas del Río de la Plata han carecido de paz entre correrías de caudillos montunos y pronunciamientos cuarteleros, seguidos de las guerrillas selváticas o urbanas que pervivieron hasta la actualidad. Todo ha sido un desangrar de vidas y riquezas en aquellas colosales tierras para provecho de quienes instigaron la ya bicentenaria insurrección: los anglosajones, cuyos bancos, recién, aún cobraban sus empréstitos para la independencia. Y no crean que al norte, en la Nueva España, luego México, las cosas devinieron mejor: sobre dos emperadores fusilados, Iturbide y el Ausburgo, suman su cumplido puñado de matanzas hasta la revuelta de los cristeros, en los años veinte del siglo pasado, y aun hoy, con los narcos, el terror campa desmelenado.

Y ante tanto sangriento estrago, no puedo sino suponer que los hispanos de acá y de ultramar hemos condenado a la concordia a una mera aspiración, pues apenas la alcanzamos, surge, sinuosa y contumaz, la discordia con su redoble a venganza. Parece como si la razón, condición imprescindible para que impere la tolerancia y el acuerdo, nos fuese ajena, y una y otra vez nos envolviésemos en la vehemencia, tan dañina para lo cívico; ¿o acaso, hoy mismo y en nuestro país, no es la enceguecedora emoción quien domina el discurso político?

Artículo publicado por el "Imparcial", el 05 de enero de 2025

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 

 

Madrid.- 07 de enero de 2025

 Por Ricardo Gil Otaiza

La insustancialidad del ahora

El nuevo año se nos abre con un sinnúmero de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque disminuye los niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante nosotros como un renacer y un recomenzar de nuestras vidas

1. Veo estupefacto el empeño de hoy por aligerar el pensamiento, por deshacerse del fondo en aras de las formas, por bajar los discursos literarios al extremo de la tontería. Urge volver a los clásicos, densificar la mirada que escruta la realidad, ahondar en el sentido del ahora desde una complejidad que amalgame lo inasible con el sentir y el actuar. Lo insustancial ha tomado las riendas del presente, y nos hace perder la esencia que nos constituye, como si en nuestro interior buscásemos a toda costa in-vertebrar lo que debería estar articulado; desdibujar el peso de la abstracción y conducirnos tan solo por los senderos de lo fáctico. Perder nuestra noción de lo trascendente, para dar preeminencia a lo que nos traduce los sentidos, es extraviar en el camino todo aquello que debería estar en nuestras vidas y que nos haga más humanos.

2. Leo en Los hechos de Key Biscayne de Xita Rubert (Premio Herralde de Novela, 2024), lo siguiente: “No se accede a la verdad desde la verdad. Al oasis se llega, si se llega, porque uno ha descubierto el espejismo”. Considero que la verdad como “realidad” patente y observable es una mera ilusión: un espejismo que nos conduce por tortuosos senderos que muchas veces nos extravían. Lo que solemos denominar como “verdad”, es el camino que nos lleva a indagar aquí y allá, a sortear innumerables escollos, a volver casi siempre al punto de partida. La verdad objetiva es de un relativismo sorprendente, que cuando pretendemos alcanzar se escapa de nuestras manos y nos deja anclados en la frustración y la amargura. En todo caso, la verdad como noción filosófica (teológica y hasta metafísica) como fin, es un motor civilizatorio que nos ha empujado desde antiguo a la conquista de nuevos territorios, a intentar desvelar lo oculto, a pretender ver más allá de lo que nuestros sentidos dicen que es posible, de allí su inopinado mérito. Empero, la verdad por la verdad misma es un desatino por donde se le mire; es creer que podemos tener la certeza de la vida, cuando en inesperado giro huye de nosotros y nos deja perplejos y derrotados tirados sobre la lona.

3. Nos dijo Bertrand Russell: “Muchos escritores opinan que la historia es cíclica, que el presente estado del mundo, con sus pormenores más íntimos, tarde o temprano volverá…” No puedo dar por inmutable tal afirmación, sin embargo, no luce desatinada si observamos con atención las norias del devenir, el volver una y otra vez a los mismos yerros (guerras, odios tribales, conquistas, crímenes, dictaduras, y miles de terribilidades más), la eterna mezquindad del ser humano frente a sus congéneres, el repetir con inquina y estupidez las pifias del pasado, el no sacar en limpio las lecciones de la historia, el actuar sin conciencia de las consecuencias de nuestras acciones, el no avanzar hacia elevados derroteros existenciales a pesar del “desarrollo” alcanzado, el retroceso en muchos aspectos de la vida que dábamos como inalterables e inamovibles (la amistad, la solidaridad, la interacción con la naturaleza, el respeto humano), el tropezar siempre con la misma piedra (no existe la experiencia), el no mirar atrás en muchas de nuestras acciones y, sin embargo, calcar con isócrona exactitud las perversiones del pasado. ¿Cuestiones genéticas propias de la especie?

4. Las redes sociales son de los grandes portentos de nuestro tiempo histórico, sin embargo, traen consigo sutiles y profundas argucias: como creer que porque alguien me sigue es mi amigo (con todo el peso que el vocablo denota desde nuestra Lengua), exponer nuestra intimidad frente a desconocidos (lo que apareja la posibilidad cierta de engaño, estafa, mentira, burla, manipulación, chantaje, distorsión, y paro de contar), considerar que un simple “like” encierre la esencia de nuestro pensar y sentir (cuando muchas veces es solo un acto reflejo que oculta lo que en realidad es: una manera camuflada de mentir sin tantas explicaciones, así como de quedar bien con alguien que nos ha enviado un texto o una imagen, y que en el fondo no nos interesa). No nos caigamos a mentiras, nunca se había vulnerado tanto nuestra burbuja personal como desde la aparición de las redes sociales, que han acortado enormemente las distancias, transijo, pero que nos abren un enorme espectro de peligrosidad e intromisión. En lo personal sé, y eso nadie podrá quitármelo de la cabeza, que más del 90% de los “likes” que recibo con mis escritos en las redes, responden más a un mero acto de cortesía, que de sintonía intelectual o literaria. La cortesía se agradece, ¡qué le vamos a hacer...!

5. El nuevo año se nos abre con un sinnúmero de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque disminuye los niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante nosotros como un renacer y un recomenzar de nuestras vidas y, sobre todo, por la esperanza. Sabemos por experiencia propia que muchas de las promesas que nos hacemos ante la cercanía de un nuevo año, jamás las cumplimos (a veces ni las recordamos el primer día), pero es muy grato tener un hálito, un rayo de luz en medio de la oscuridad de un tiempo convulso y complejo como el nuestro. La promesa hecha ante nosotros mismos y, ni se diga, ante los otros, podría ser un auténtico giro solo si ponemos por obra el necesario cambio que permitiría enderezar entuertos, rectificar errores, reconducir la cotidianidad y hacer de nosotros seres ganados al bien y a la paz.

6. Los invito a que juntos hagamos el mejor esfuerzo por deslastrarnos de las cargas que nos doblan la espalda, a recomponer los jirones de una existencia que muchas veces se convierte en un auténtico infierno, a echar a andar por la vida sin los atavismos que nos frenan y nos roban la esperanza. Es posible la redención personal, familiar y social, si nos ponemos en ello, si dejamos atrás tanta tontería y mediocridad, si recordamos que somos seres divinos con envoltura humana, y que estamos llamados a grandes desafíos.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 07 de enero de 2025


Solo con el fuego, del escritor Luis Marcelino Gómez

La editorial Betania, colección Narrativa, publica la obra del escritor cubano Luis Marcelino Gómez (Holguín, 1950) residente en Miami. Es psiquiatra y doctor en Letras Hispánicas. Obtiene el Premio Nacional de Cuento en la Habana (Cuba) en el año 1985. Fue finalista del Premio de Cuento Juan Rulfo, en Paris del 2007. Fue médico civil en Angola, donde reunió la primera colección de relatos, escrita en África por un latinoamericano. Se desempeñó como profesor de Español, Portugués y Escritura Creativa, en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Ha publicado varios libros de poesía y de relatos.

Solo con el fuego, es una obra que rompe, con el canon clásico de la novela. Es onírica, metafictiva, polifictiva, iconoclasta y  carnavalesca.

Tienen dos temas que confluyen, uno contemporáneo (viaje desde Estados Unidos a los Llanos Venezolanos), y otro histórico(reinado de Felipe II de España) . El punto de vista narrativo no es convencional. Como trasfondo presenta el desprendimiento amoroso del protagonista que llena su retiro con personajes, escenarios y aventuras.

Hay en la novela disquisiciones, sobre la obra de arte, la escritura, la literatura y su hermeneútica, la música, la pintura, el comportamiento humano y la situación política cubano venezolana.

Circula en edición digital e impresa. El libro en papel se puede pedir en las librerías españolas.

 

 



Francisco Morales Domínguez, 

nos trae su libro EL ACANTILADO

Disponible en amazon



Madrid.- 07 de enero de 2025

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"La soledad criolla" Martha Asunción Alonso (España)

https://www.youtube.com/watch?v=JCTNdYuq84k





Madrid.- 30 de diciembre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 


Cavero Montori: del orto al ocaso

En los siete poemarios que se nos presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno, todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte

Disfruto enormemente la poética de la autora española María Pilar Cavero Montori (Huesca, 1941), y no es la primera vez que reseño su obra en esta columna. Es más, el 01 de agosto de este mismo año me referí a su Policromía (Sial / Fugger Poesía, 2014), y en el 2023 hice lo propio con su poemario Caricias y cantares (Sial / Fugger Poesía, 2023), que leí en formato digital y que este año pude tener y releer en papel. Pues, con todos estos antecedentes, disfruto ahora del tomo Apolo se desnuda Poesía reunida (1960 – 2024) (Sial / Fugger Poesía, 2024), que recibí hace pocos días y en el que me interné con apremio.

Pocos poetas pueden darse el lujo y la oportunidad de publicar su poesía reunida (suelen hacerlo usualmente los legatarios del autor), y mi querida amiga lo hace con un volumen magníficamente editado (de 965 páginas), que de entrada intimida por sus enormes proporciones, pero que, cuando comenzamos a leer fluye de tal forma, que pronto nos hallamos inmersos en su muy particular y portentoso universo lírico. Me gusta de Cavero su aguda sensibilidad, su verbo a flor de piel, su saber cincelar las emociones y las profundidades del Ser, en versos que leemos y releemos y, cada vez que volvemos a ellos, caemos en abismos de exquisita tesitura: en el mecerse de imágenes que se hacen prodigios ante nosotros, y nos acompañan largas temporadas.

Es Cavero poeta de la vida en su más hondo significado humano y metafísico, nada escapa a su sutil mirada capaz de transformar sensaciones orgiásticas en palabras que llegan y tocan muy dentro: “El hombre se distrae con el sexo y se olvida de que existe el amor…”, nos dice por allá en Brisas y briznas (2012). Tener toda la poética de mi amiga es revelarse en su infinito existencial, sin que ello sea motivo de escándalo o de sonrojo, porque ella es vital y profunda, osada y al mismo tiempo comedida, en ella no hay tabú posible cuando el verso se desnuda en su más inquieta intimidad, y nos deja acezantes, meditabundos, lanzados sin piedad al foso de la palabra eternizada en espléndida obra. Leamos en sus Cantos de vida y muerte del ya citado poemario: “Vida, /que vibra, serpentea, /se desliza, danza, salta, /destella, fulgura, estalla. // Vida, /que mana, brota, fluye, /refluye, se expande /y se despeña. // Vida, /que es luz y aliento, /y otoño y primavera, /y cascada de trinos; /que es placer y dolor, /alegría y tristeza, /fuego y hielo a la vez. // Vida, /que es esencia de azahar, /néctar y aroma, /éter, incienso, almizcle, /sangre, linfa, sudor, /llanto, pasión, amor. // Vida / que hay que atrapar, / y beber, y sorber, /y chupar, y mascar, / y estrujar, y engullir.”

El tomo conjunta Brisas y briznas (2012), Pétalos de plata (2013), Policromía (2014), Se nos fue con sus rosas (2016), Miradas (2017), Caricias y cantares (2023) y Despertar compartido (Poemas inéditos). Tiene además un Estudio Introductorio del académico Francisco Gutiérrez Carbajo, así como los Prólogos y Preludios de cada poemario, que fueron publicados en sus ediciones originales. Podríamos pensar los lectores que Cavero es una poeta tardía, si nos atenemos a la fecha de publicación de cada uno de sus poemarios, pero en este volumen hay textos de 1960, contenidos en el Libro Primero. Brisas. Del orto al ocaso (1960 – 2012), del primer poemario. Es decir, hay un enorme salto entre sus poemas iniciales y el primer libro publicado. En otras palabras: Cavero Montori es una poeta de siempre, que comienza a publicar sus libros en “el ocaso”. Me imagino que muchos de aquellos primeros textos salieron en revistas y publicaciones periódicas, pero, no nos devanemos mucho el seso en estas elucubraciones, bástenos con la nota que, a modo de poema, la autora inserta al final de su poesía inédita, cito: “No están todos los poemas /que escribí, /ni quizás los mejores. //Muchos los llevó el tiempo, /el olvido, /la vida. // Otros murieron de tristeza, /o quedaron prendidos /de una tela de araña /en un viejo cajón.”

En los siete poemarios que se nos presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno, todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte. En cada poema hallamos perplejidad y asombro, trascendencia y encanto, de allí que nos toquen con sutileza y fuerza a la vez: nada escapa a su lupa escrutadora de todo aquello que nos constituye, y con cada verso hallamos razón y una hondura metafísica, que nos conmueven a cada instante hasta llevarnos a un inaudito estado de éxtasis y contemplación. El poder de su pluma es tal, que lo rutinario de la existencia en ella se transmuta y cambia de entidad, como si con cada vocablo dejara plantada la semilla de una visión beatífica y a la vez humana, que lacera los sentidos y las emociones.

En Apolo se desnuda, texto inserto en Despertar compartido y que da título al volumen, leemos: “Se despoja del paño /que le cubre. /Se quita su carcaj, /vacío de las flechas, /abandona a Pitón, /muerta a sus pies, /y abrazado a su lira /desciende de su pedestal. // Quiere acompasar /la música del agua, /que mana de las bocas/ de Circe y de Medusa, /y atemperar la crueldad /de estas deidades. // Admiro la desnudez, /que el sol envidia, /del dios de la juventud, /la belleza y las artes / y, atrevida, le pido /unas notas aladas /que armonicen mis versos /y los hagan volar.”

Y esas “notas aladas” que pide la poeta a los dioses crueles, que armonizan sus versos y los hacen volar, son en sí mismas portento y belleza, relámpago que retumba en la noche de los tiempos, luz que zigzaguea ante nuestros ojos perplejos de asombro y mudez; haz que bordea los sueños en medio de las sombras, placidez que se abre paso entre el desvarío de un mundo ajeno y ciego ante una obra que brilla con luz propia, que se muestra y se posiciona como verdad poética, como palabra eternizada, que mana como agua subterránea hasta llegar a nosotros convertida en placidez y en encanto; en agradecimiento y prodigio.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 24 de diciembre de 2024

Francisco Morales Domínguez, 

nos trae su libro EL ACANTILADO

El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj y El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.

Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.

Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.

Cuando un caso de espionaje internacional sale a la luz, Martin Lebach, un hombre atrapado entre su lealtad y su deseo de escapar de un mundo corrupto, se encuentra en el centro de una peligrosa trama. Con el tiempo en su contra y enemigos acechando en cada esquina, Martin deberá descifrar verdades ocultas mientras enfrenta sus propios demonios personales

Disponible en amazon



Madrid.- 24 de diciembre de 2024

Por: Gastón Segura

  Artes contrarias

No hay duda que es el gran paradigma de la época; sus desarrollos y aplicaciones intervienen tanto en el presente que no solo han transformado nuestro contacto y percepción del mundo, sino hasta han modificado la intimidad de millones de personas; y este no es otro fenómeno que la llamada Inteligencia Artificial. Desde luego, la prueba de Turing —que las respuestas de una máquina sean indiscernibles de las humanas— ya ha sido superada de largo y cuanto resulta más sorprendente: con una eficacia y fiabilidad superior a la de cualquier hombre, porque la máquina ni se distrae, ni se fatiga, ni yerra si los datos almacenados por ella y en los que se basa su llamado «aprendizaje» —adecuación progresiva de las respuestas a las precedentes— son los correctos. Como consecuencia de este prodigio, nos asalta de inmediato un ineludible interrogante que palpita lúgubre en el viejo mito del Gólem de Praga y emerge desventurado en Frankenstein o el nuevo Prometeo (1818), de Mary Shelley: ¿será capaz alguna vez un autómata de sentir?

—Por supuesto que no —me respondía hace unas jornadas Montxo Algora, que ha instalado en el Palacio de Neptuno, de Madrid, la trigésima edición de Artfutura; la exposición internacional de algunos de los más depurados e innovadores ejemplos de arte ejecutado con Inteligencia Artificial.

Y si según Algora, aquellos angustiados «replicantes» de Blade Runner (1982), ni siquiera se vislumbran, mucho más lejana, a su parecer, queda la madurez de la Inteligencia Artificial como procedimiento artístico, pues tanto la producción de programas para conseguir sus más sugestivas realizaciones —piensen, por ejemplo, en los hologramas— como la habilidad y el ingenio en su manejo por los creadores, aumentan de año a año exponencialmente. No obstante; las quince curiosísimas piezas, de otros tantos artistas, seleccionadas para Artfutura, por sorprendentes que resulten, no me atrevería a calificarlas todavía de originales, porque apenas reparen con agudeza durante su contemplación —y les aconsejo que lo hagan— adivinarán en las criaturas teratológicas que las protagonizan el sello del surrealismo y de lo onírico, según nos lo han mostrado sus más brillantes plasmaciones en el cómic y en las animaciones, por esta misma tecnología, para los films de ciencia ficción; es decir, que aún son obras vicarias de otras disciplinas artísticas. ¿Y cuándo llegará la independencia de este procedimiento para convertirse en un género? Sin duda, cuando se cotidianice y se comercialice por sí mismo, como sucede con el resto de las artes. ¿Y supondrá esto que suplante o postergue a las otras disciplinas? Ah; esa pregunta ya resulta más peliaguda de responder, pero es una evidencia palpable que en el cine ya ha irrumpido de forma tan consistente y habitual que, constatada su imparable evolución, sus logros pueden darle un giro tan radical como lo fue en su día la incorporación del sonido.

Absolutamente diferentes —y si me apuran, hasta contrarias— de las fantasías digitales expuestas en Artfutura han sido, por escuetas y carnales, el par de funciones que han ofrecido en la VIII Edición del Festival Corral de Cervantes, de Madrid, mis amigos de Albacity corporation, Antonio Campos y Carlos García Navarro, con sus Ejemplares de Cervantes y su Cid; esta última representación acompañada deliciosamente por el grupo musical La Musgaña. Ambos, Campos y García Navarro, batiéndose contra las inclemencias mercantiles del teatro actual, con modestia pero con una perseverancia inquebrantable, fueron adelgazando su compañía de comediantes —qué remedio— hasta reducirla a un único actor, Antonio Campos. Y así llevan ya media docena de montajes: desde La maleta de Jardiel Poncela en 2013, pasando por El Buscón (2015) y La Celestina (2020), y por medio, Los amores oscuros (2017), aplaudidos internacionalmente. Al punto que con este hacer de tripas corazón han conseguido revivir el más genuino arte de la parodia, que se remonta no solo aquellos juglares y saltimbanquis medievales, sino hasta los remotos mimos y pantomimos, tan celebrados en la Roma imperial que aún conservamos memoria de algunos como Pílades de Cilicia o Paris, el maestro de Nerón en el oficio, o el desdichado san Ginés —patrón de la profesión—, decapitado por soliviantar con su insolencia a Diocleciano.

Y de nuevo han venido a Madrid para mostrar cómo Antonio Campos carga sobre sí toda la tensión dramática, interpretando sobre las tablas cuantos papeles requiera la farsa, sin escatimar argucias de farandulero y declamaciones vocingleras con que arrancar las carcajadas del patio y, cuando el argumento lo exige, imponer la gravedad del drama, sin otro alivio que el procurado por el terceto de músicos. En fin, algo portentoso si no es ya abrumador; pero el viejo menester de cómico así lo exige, y él no consigue, en cada una de sus recreaciones, sino rendirle leal y cumplido homenaje, tanto como para que unos cuantos podamos presumir por ahí de ser sus amigos.

Y como cuando lean estas líneas estarán celebrando las muy primitivas fiestas del solsticio hiemal, que en la tradición cristiana toman el augural nombre de Navidad; es decir, el nacimiento de Dios como hombre, cuando la fraternidad y el alborozo preceden y acompañan los actos con felicitaciones y regalos, les ruego que no olviden a nuestros compatriotas de la huerta sur de Valencia, quienes seguramente estén viviendo las más desastradas y aciagas de cuantas recuerdan. Por tanto; contribuyan cuanto puedan a atenuar su calamidad que es mucha y sin visos de enderezarse con la diligencia y hasta premura que este engreído Estado puede y debería.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 23 de diciembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     



Madrid.- 21 de diciembre de 2024

ANTONINO NIETO RODRÍGUEZ


Es poeta, videoartista, creador de espectáculos y rituales en los que aúna literatura, artes plásticas, circo, performers, ballets. Participa en diferentes programas de radio, revistas culturales y colabora con el equipo de Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

Nos trae uno de sus audios poemas, titulado: 

Desde el no lugar del tiempo




Madrid.- 20 de diciembre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 

 


El burrito, otra vez

Desaparecer de un plumazo el saludo navideño, es pretender borrar siglos de tradición cristiana, es desconocer un hecho universal que marcó la historia en un antes y en un después, es arrancar de un tajo un “algo” profundo que nos marca como civilización

1. Un autor nunca sabe el verdadero alcance de sus creaciones, porque ellas vuelan con sus propias alas y se desprenden de sus hacedores para hacerse eternas. A finales de noviembre de 1975 en todas las emisoras de radio de Venezuela, se popularizó una hermosa pieza navideña del compositor nacional Hugo Blanco, titulada El burrito de Belén (o El burrito Sabanero, como también se le conoce desde entonces). Si bien el género de la pieza es supuestamente aguinaldo venezolano, su sonido a villancico hizo que su impronta trascendiera rápidamente las fronteras locales, y llegara a otros países de América Latina, Estados Unidos, e incluso Europa. En aquel entonces, la escuchamos en la voz del niño Ricardo Cuenci, de apenas ocho años, en el contexto del Coro Infantil Venezuela, dirigido por Raúl Cabrera, quien hiciera los arreglos.

A partir de aquel lejano año, no hay una sola Navidad en Venezuela y América Latina, en la que la citada versión de la pieza no se haga escuchar en cada rincón, convirtiéndose, como ha de suponerse, en un clásico (la revista estadounidense Billboard la incluyó en la lista de las 100 mejores canciones navideñas de todos los tiempos). Es más, con el correr de las décadas la obra fue versionada por artistas como el colombiano Juanes, los neoyorquinos Adrienne Bailon y Elvis Crespo, los mexicanos Eli Castro y Pedro Fernández y, recientemente, el español David Bisbal, entre muchos otros. Como dato curioso, no fue el niño Ricardo Cuenci el que primero la interpretó, sino el gran cantautor nacional Simón Díaz, que la grabó en 1972 (año de su creación) para su disco de fin de año, pero se cuenta que el propio Hugo Blanco no quedó satisfecho con el resultado, y contactó a la gente de la Coral Infantil Venezuela para proponerles la pieza, cuya nueva y enriquecida versión se convirtió en pocas semanas en un éxito.

La reciente adaptación de El burrito Sabanero de David Bisbal, que suena con fuerza en España, aparece en su más reciente producción titulada Todo es posible en Navidad, y como nos tiene acostumbrados el joven cantante, la pieza adquiere con su estilo rumbero un toque bastante acentuado de alegría y baile, lo que la hace contagiosa y un estupendo regalo para las fiestas decembrinas, que buscan el reencuentro entre familiares y amigos, la reconciliación de los pueblos y el cese de la guerra y el dolor.

2. Hablando de Navidad, circula en España una propuesta para que dejemos de desear Feliz Navidad y sustituirla por la expresión Felices Fiestas, que, a entender de sus espléndidos e inteligentes promotores, es “inclusiva” y “respetuosa” con las otras religiones. Vamos, no es para nada inocente tal cuestión y hallo todo un rio de fondo, que se mece en lo que hoy hemos dado por denominar como “políticamente correcto”. Desaparecer de un plumazo el saludo navideño, es pretender borrar siglos de tradición cristiana, es desconocer un hecho universal que marcó la historia en un antes y en un después, es arrancar de un tajo un “algo” profundo que nos marca como civilización y que llevamos dentro como parte del Ser. Podrán los “progres” imponer su criterio, y que desde el punto de vista oficial se deje de imprimir libros, papelería y anuncios publicitarios con el archiconocido saludo que tanto nos alegra, pero lo que no podrán jamás es borrarlo de nuestras mentes y corazones.

3. Las listas de los libros más vendidos de los fines de año suelen ser una burda manipulación mediática que, desde las supuestas encuestas hechas a libreros, autores y lectores (que sabrá Dios si las aplican o no) pretenden imponer un criterio crematístico, que nos empuje a salir corriendo a comprar una determinada obra que “se vende como pan caliente”. Me dijo el otro día una querida colega escritora y amiga, con estupendos contactos e información, que para que un libro pueda ser incluido en estos dichosos ránquines, las editoriales (cuando no los autores) deben pagar elevadas sumas de dinero. Claro, ustedes me dirán que el libro está inserto en un mercado que lo mueve la compra-venta, y que ello es necesario para que se produzcan libros, y es verdad, pero la manipulación de la opinión pública es un juego oscuro del que se echa mano para crear falsas necesidades y expectativas.

4. En los buenos tiempos fui un comprador compulsivo de libros, pero siempre procuré adquirirlos desde mis propios referentes (autores conocidos, editoriales de calidad, revistas serias, colegas y amigos escritores, ferias de libros y reconocidos críticos y premios literarios). Empero, me he llevado mil y un chascos en todo esto, y el último acaba de sucederme con el Premio Herralde de Novela, que este año ha sido otorgado ex aequo a dos libros: Clara y confusa de la autora chilena Cynthia Rimsky y Los hechos de Key Biscayne, de la española Xita Rubert. Ya leí el primero, y por primera vez en mi vida lectora terminé de leer sin enterarme de qué trata el libro: me resultó completamente ininteligible. De la obra dice el editor: “Liviana y profunda, esquiva y sólida, hilarante y seria, esta novela singularísima, que despliega un escurridizo y delicioso sentido del humor, nos lanza algunas preguntas trascendentales…” Debo reconocer que nada de estos “prodigios” alcancé a descubrir con la lectura. Es más, me aburrí como una ostra y decidí no darle otra oportunidad. No regresaré a ella, mi tiempo es valioso como para tirarlo al cesto.

5. De su Historia de la eternidad Jorge Luis Borges deriva de antemano esta conclusión: “La vida es demasiado pobre para no ser también inmortal.” No sé si ustedes comprenden lo mismo que yo, pero la propia intelectualidad como sucesión, trae consigo el que pensemos en la noción de lo eterno como “algo” inacabable, que viene y que va, que va y viene, que se “estaciona” en el presente por ráfagas para perderse en un sinnúmero de planos que se superponen hasta el infinito. Complejidad de complejidad, diría Edgar Morin, de allí su abismo; de allí nuestra incertidumbre.

rigilo99@gmail.com




Madrid.- 20 de diciembre de 2024

Jilgueros en Belén (compositor e intérprete Juan Calderón Matador)

Juan Calderón Matador, es de Alburquerque (Badajoz), poeta, escribe también narrativa y teatro.  Ha escrito numerosas publicaciones, Camino ancho, paso desolado, Eco de niño para voz de hombre, El destino nos ata y nos desata, entre otras muchas más. En narrativa La noche que murió Paca la Tuerta, Veinte historias amables más un garbanzo negro, etc.etc.

Ha estrenado textos teatrales de su autoría. Ha compuesto trescientas canciones, algunas han sido grabadas en discos y cd. En 2010 fue candidato a representar a España en Eurovisión. Ha obtenido varios premios, y durante  varios años, Ediciones Cardeñoso convocó un certamen de poemarios que llevaba su nombre.

Nos envía este video, para estas fiesas decembrina, espero lo disfruten.

 





Madrid.- 16 de diciembre de 2024

Sonia Muñoz Guevara

Nuevo libro de Alejandro Varderi, Desde Manhattan: Visiones a contracorriente

Conocí al escritor y ensayista venezolano Alejandro Varderi (Caracas), en una de las Ferias del Libro, en Santa Cruz de Tenerife, llevado a cabo en unos de los hermosos parques, llamado Parque García Sanabria, en el año 2019. Presentaba su libro El mundo después, el quinto volumen y final, de una saga familiar venezolana de origen catalán, que se desarrolla, entre las ciudades de Caracas, Barcelona, Madrid y Nueva York, desde 1888 a 2016.

Alejandro Varderi, caraqueño de padres catalanes ha vivido en Caracas y Barcelona, y desde el año 1985 vive en Nueva York, es profesor de Estudios Hispánicos en el  Borough of Manhattan Community College(BMCC), y también coedita la revista literaria Enclave, por lo que intercambiamos palabras y opiniones, aquel dia, que visitó la isla.

Ahora recientemente publica otro libro, Desde Manhattan: Visiones a contracorriente. Editada en español, y está disponible en Amazon.

Esta colección de conversaciones y observaciones reúne entrevistas y artículos publicados fundamentalmente en español, en periódicos, revistas y antologías a lo largo de 10 años de reflexión en torno a la literatura, el cine, el arte y el teatro. Todo ello dentro de esta contemporaneidad cada vez más polarizada donde nos hallamos inmersos. Destacar las voces silenciadas por los discursos dominantes; denunciar el acoso a quienes se rebelan contra aquellos que controlan, manipulan e imponen; meditar acerca del incremento de las autocracias a nivel global, muchas veces apoyadas por los ciudadanos mismos; son algunas de las preocupaciones que movilizan la escritura, siempre a contracorriente, y con la isla de Manhattan como marco.

Es autor de las novelas: Para repetir una mujer (1987), Amantes y reverentes (1999, 2009), Viaje de vuelta (2008), Bajo fuego (2013), El mundo después (2017) y De aquí y de allá (2022). Entre sus libros de ensayos se encuentran:  Severo Sarduy y Pedro Almodóvar: del barroco al kitsch (1996), Anatomía de una seducción: reescrituras de lo femenino (1996, 2013), A New York State of Mind (2008), De lo sublime a lo grotesco: kitsch y cultura popular en el mundo hispánico (2015) y Cámara, acción reacción. Cine e intolerancia en Iberoamérica (2021).

Un saludo desde Madrid, y espero verte en la Feria del Libro de Madrid, otro parque hermoso, como es El Retiro, una buena ocasión, para que presentes tu libro. Ahí nos vemos. !Hasta pronto!.


Madrid.- 16 de diciembre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 

 



El infinito en Irene Vallejo

El encanto del libro de Vallejo va más allá de los linderos del género ensayístico, se adentra con gozo en un panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser

Me acerqué por primera vez a El infinito en un junco de Irene Vallejo en plena pandemia (por allá en el 2021): me lo llevó a Venezuela el buen amigo y también escritor canario (y venezolano por adopción y corazón) Ángel Nazco García, a solicitud de mi parte. La edición era la ya clásica de Siruela: grande e imponente de ese mismo año (de las tantas que se han sucedido por su éxito de ventas), y sin excusas dejé de lado todo lo que hacía (generalmente lectura y escritura) para meterme en sus páginas. Y lo hice con gozo: un gozo extraño si se quiere, porque me hablaba del nacimiento de ese objeto puntual y extraño que es un libro desde un libro: una recursividad inaudita de quien ha hecho de este maravilloso “artilugio” clave y síntesis de una pasión compartida por cientos de miles de lectores en muchos países, quienes desde su salida lo adoptaron como a un entrañable amigo, e hicieron de él una suerte de “manual de consulta” cuando la palabra se nos va por senderos inauditos, y echamos mano de una tabla de salvación que nos pone en el contexto de lo inasible y etéreo; ergo, en el de las ideas.

No es la primera vez que me acerco a Irene y a su libro. Es más: ya he ensayado en un par de oportunidades aproximaciones a la obra desde este gran medio y no he quedado del todo satisfecho, porque son tantas las cuestiones que me asaltan, que termino el texto y quedo con la misma sed. Intento, pues, salvar el inmenso escollo interior para decirles que no contento con leer su libro y escribir sobre él, cuando tuve la oportunidad de viajar a Madrid (en junio de este año) me acerqué a la feria del libro y no sabía que Irene Vallejo se presentaría en el estand de la editorial, y cuando me enteré por un anuncio del altavoz que ella estaría dando firmas, me aparecí por allí, pero la fila era interminable.

Sin pensarlo dos veces (las grandes cosas parten muchas veces de decisiones no meditadas, aunque no siempre es así), y pasando por delante de decenas de personas que se agolpaban para que Irene les firmara sus ejemplares, me acerqué y la saludé: le dije que había escrito un artículo sobre su libro y solo deseaba saludarla. Ella, con una gran sonrisa me atendió con cortesía, y para mi sorpresa tomó una postal promocional con su imagen y su nombre y escribió estas palabras: “Para Ricardo Gil Otaiza con infinito cariño”, y estampó su firma. A estas alturas uno de los organizadores del evento se acercó a nosotros e increpó mi conducta, pero ella le salió al paso: “Él escribió un texto sobre mi obra” y sin perder su sonrisa me la entregó y nos despedimos. Estuve tentado de pedirle una selfi, pero al destino no se lo puede tensar in extremis porque puede romperse la magia. Me conformé con tomarle un par de fotografías a lo lejos, y me marché.

Ni decirlo: en ese instante decidí buscar de nuevo El infinito en un junco que había dejado (ya muy gastado) en Venezuela, y adentrarme de nuevo en sus páginas, pero esta vez en la edición de Debolsillo y Siruela (2024), y así lo hice. El subtítulo del libro es genérico: “La invención de los libros en el mundo antiguo”, pero es mucho más que eso, lo que pudiera frenar a potenciales lectores en la falsa creencia de que refiere a un mero hecho histórico, cuando se trata, sin más, de una experiencia reveladora en el tiempo con uno de los objetos más maravillosos creados por la inventiva del ser humano. La obra nos lleva por los territorios del ser a descubrir el hilo que conecta a diversas civilizaciones, y cuyo eje articulador es un “objeto” cuya impronta ha trascendido el tiempo, para erigirse en centro del conocimiento, pero también de culto y encendidas pasiones intelectuales.

El infinito que la autora alude en el título es clave en la comprensión de la obra: no hay límites que puedan contener a la imaginación cuando nos internamos en un libro, porque nos lleva por insospechados mundos: recrea aventuras que van más allá de lo fáctico para hacer de nosotros posesos de un “algo” intangible y etéreo, pero que está en nosotros, que nos mueve en nuestra interioridad, que nos impulsa a querer más de lo que nuestras circunstancias personales puedan ofrecernos; quien lee y se interna en una obra ya no está en el “ahora”: su mente y su espíritu están revoloteando en insondables espacios, en sutiles territorios del ser, en dimensiones que solo el lector puede recrear y que son distintas a las de los otros, porque toman de nuestra experiencia todo aquello que configura la existencia y sus disímiles matices por ser de nuestra exclusiva identidad.

La prosa de Vallejo es reveladora: cada renglón trae consigo nuevas experiencias y nos adentran en gráciles espacios que buscan desentrañar lo propio de lo humano: entonces revelar es revelarse, es ir más allá de lo asentado en cada página para tocar en el lector hilos muy finos que jamás pudiésemos sospechar que se encontraran allí; es mirar por encima de nuestra finitud y lanzarnos por desconocidos territorios que conjuntan la palabra con la experiencia humana. Los hilos tejidos desde esta perspectiva hacen del todo un rico tapiz de posibilidades estéticas, que nos llevan a descubrir novedosas perspectivas desde lo personal y lo libresco: una dupla insustituible a la hora de sopesarse el libro como un logro civilizatorio, y su impronta en nuestras vidas.

El encanto del libro de Vallejo va más allá de los linderos del género ensayístico, y se adentra con gozo en un panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser. Ensayo histórico, novela, cuento, estudio, fábula y poema épico se dan la mano en estas magistrales páginas para mostrarnos, con prosa exenta de artificios, los derroteros de un objeto pluridimensional como lo es el libro, que avanza a través de los siglos con sutil encanto y auctoritas, renovando su rostro y su forma, pero manteniendo la esencia de su cometido: comunicar lo humano.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 16 de diciembre de 2024 

Imagen del logotipo del sitioPoesía Recitada

El minuto interior" Rubén Martín Díaz (España)

https://www.youtube.com/watch?v=Cnh2-Cf4Ezg




Santa Cruz de Tenerife.- 14 de diciembre de 2024

 

El Gobierno de Canarias crea una comisión para decidir la figura protagonista del Día de las Letras Canarias en 2025

Nueve firmas de la literatura insular actual se reunirán en las próximas semanas para deliberar cuál es la mejor figura

El Gobierno de Canarias ha conformado una comisión de expertos para decidir la figura protagonista del Día de las Letras Canarias en 2025. La orden, publicada en el tablón de anuncios del Gobierno, que establece por primera vez un protocolo de cara a la designación las futuras ediciones del Día de las Letras Canarias.

Esta decisión novedosa se toma con la voluntad de que sea el propio tejido literario de Canarias quién escoja a sus autoras y autores homenajeados. La viceconsejería de Cultura y Patrimonio Cultural, busca así, “establecer un protocolo que garantice la difusión y objetividad en las siguientes ediciones de esta conmemoración anual”.

Las personas encargadas de esta tarea serán: José Ramos Arteaga, Alicia Llarena González, Beatriz Morales Fernández, Katya Vázquez Schröder, Humberto Hernández Hernández, María Isabel García Bolta, Félix Martín Hormiga, Eduardo García Rojas y Lázaro Santana Nuez.

Esta reunión se llevará a cabo en las próximas semanas. Tras la deliberación de los vocales se anunciará la pluma que tomará el testigo a Ángel Guerra, escritor homenajeado durante 2024.

El Gobierno autónomo homenajea anualmente desde 2006, a través del Día de Las Letras Canarias, a una figura relevante de la literatura canaria, a la que dedica durante doce meses un amplio programa de actividades para contribuir a difundir su obra y su trascendencia literaria. Esta agenda comienza con el acto institucional que se celebra cada 21 de febrero, día en el que se conmemora el fallecimiento de José de Viera y Clavijo en 1813. En las últimas ediciones han protagonizado esta celebración grandes nombres como Dolores Campos-Herrero, Félix Francisco Casanova y Ángel Guerra.



Madrid.- 10 de diciembre de 2024

Por: Gastón Segura

  

Setenta y cinco veces Faulkner

Recurro a un aniversario por aquello de morderme la lengua ante la insultante conducta mostrada tanto por las autoridades regionales como nacionales frente a la calamidad de la huerta sur de Valencia y sus gentes. No habíamos vivido una catástrofe semejante desde los atentados del once de marzo de 2004, y volvemos a encontrarnos, como entonces, con el cambalache de nuestros políticos y su insolente rigodón; luego, no se extrañe nadie si el día menos pensado y para estupor de los sesudos analistas de nuestros mass media, se alza con el santo y la opípara limosna un partido de esos tachados de demagógicos; ¡mayor exhibición de desfachatez que la demostrada por los supuestamente consecuentes partidos de Estado durante estos días, y lo peor, para escarnio de decenas de miles —que se dice pronto— de nuestros compatriotas, seguro que no la van a ofrecer! En fin, que recurro a una efeméride para sortear el bronco desahogo, pues, sobre estéril, no les resultaría sino antipático, efecto muy alejado de la intención de este par de páginas.

Como quiera que cuando se abría el año ya les escribí un recordatorio del centenario —estos días recién cumplido— de mi venerado Marcelo Mastroianni («Y tan humano», el 8 del 1, en Todo Literatura), me acojo ahora, y como escapatoria del barrizal, al septuagésimo quinto aniversario de la concesión del Nobel a William Faulkner, cuya novela ¡Absalón, Absalón! (1936) me supuso, un verano de hace ya más de cuarenta años, lo más parecido a una epifanía. Tanto es así que, durante su lectura, más asombrado que absorto, me repetía que si aquello se había contado y de aquella manera, merecía la pena empeñar la vida en emularlo. Y si algo lamentaba, era no poder embeberme, una página tras otra, en el slang de Misisipí, como también me sucedió posteriormente con su Mientras agonizo (1930) o su Desciende, Moisés (1942), de la que no fui capaz de absorber su tumefacto poso en tanto no descubrí, casi mediada la narración, que quien rememoraba era un mulato, desheredado vástago de una familia de estancieros sudistas, de aquellos de mirada inclemente, fusta presta y brioso alazán. Hecho capital que la pulcra traducción al español impedía percibir, cuando en la edición original norteamericana era evidente apenas alcanzada la primera coma.

En efecto; tanto por sus argumentos, tan remotos y tan vivos —no en balde, son, rueda que te rueda, los mismos de la Biblia, impresos indeleblemente en nuestras almas y en las de cuantos hombres hayan de sucedernos— como por su forma de relatar: a la manera de habladurías de taberna, romanceadas con esa desgana de quien cuenta algo ya sabido y que no merece mucho la pena volverse a revivir. Y no por otra razón —por esa manera de narrar, entonces tan nueva, y tan coloquial y añeja a la vez— soporta todavía, hasta en los EEUU, el sambenito de novelista enrevesado e incomprensible, como he comprobado con pasmo más de una vez al preguntar por él a sus paisanos. Sin embargo; este novelar, tan peculiar, se derramó sobre nuestras letras; sin ir más lejos, en la inconmensurable Hombres de maíz, de Miguel Ángel Asturias, publicada ese mismo año de 1949, o en Carlos Fuentes, o en Juan Carlos Onetti, o en Vargas Llosa, por no hablar de García Márquez, y no solo por Macondo como trasposición bananera del algodonal Yoknapatawpha, sino por su temprana huella en La hojarasca (1955) o en La mala hora (1962), o ya de una forma tan admirable y socarrona como para tomar trazo propio en la siempre excepcional El otoño del patriarca (1975); esto allá, porque acá, se la presiente en Ignacio Aldecoa y en Martín Santos, y casi se la reconoce en Fauna (1968), de Vázquez-Azpiri, o en San Camilo, 1936 (1969), de Cela, o en Si te dicen que caí (1973), de Marsé, y en tantos otros títulos del momento y aun en los siguientes hasta hoy. Y, por supuesto, con la narrativa hispana también el resto se empapó de su salmodia descarnada, tanto es así, que no conozco mejor epígono suyo que António Lobo Antunes.

Un genuino relatar por retahílas memoriosas que van sonando a retumbos telúricos a medida que avanzan, y que no lo adquirió por una mirífica iluminación, sino tras el rechazo editorial de Banderas sobre el polvo (1927; de inmediato reformada para su publicación bajo el título de Sartoris [1929]), cuando con la mayor agrura en el gaznate comenzó a escribir según sentía y escuchaba entre sus paisanos del Dixieland, blancos, negros e indios —pero todos harapientos de espíritu e intención—, la intraducible —por más que se vendan por ahí aseadas traslaciones al español— El sonido y la furia (1929), sin importarle un carajo si alguna vez sería apta para imprimirse.

En cuanto al Nobel, tal fue su apatía hacia el galardón que ni se lo comentó a su familia mientras se marchaba de caza; es más, su hija Jill lo supo porque la llamó, todo azorado, el director de su colegio, al punto que acudió a recogerlo al año siguiente, y tras presiones de su editor Albert Erskine y del poderoso Departamento de Estado. Y en absoluto por un altisonante gesto de protesta; simplemente por su aversión por todo reconocimiento que no fuera la lectura de su obra y por su indiferencia a cuanto estuviese más allá de las lindes de su Oxford, en Misisipí.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 08 de diciembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     



Madrid.- 10 de diciembre de 2024

 Del 10 al 15 de diciembre

Nace ABRAPALABRA, un festival de literatura infantil y juvenil que celebra el poder de la literatura como refugio

Un proyecto de la Fundación Montemadrid y La Fábrica que tendrá lugar en Madrid entre el 10 y el 15 de diciembre con La Casa Encendida como sede principal.

Ilustradores como Hervé Tullet, Catarina Sobral, Andrea Antinori, Paloma Valdivia o Noemí Villamuza; escritores como Irene Vallejo, Gustavo Martín Garzo, Jordi Sierra i Fabra, Paula Carballeira, Begoña Oro, Juan Kruz Igerabide o Pedro Mañas; y referentes de las artes escénicas como Titiriteros de Binéfar son algunos de los participantes en esta primera edición.

La programación incluye más de 60 actividades, que van desde talleres creativos, encuentros con autores y espectáculos, a narración oral y exposiciones para disfrutar en familia.

El Corte Inglés es el patrocinador principal del Festival y contará con un espacio especialmente habilitado para recibir a los participantes de ABRAPALABRA en el Patio de La Casa Encendida.

El Festival desplegará más de 60 actividades que tomarán los diferentes rincones de La Casa Encendida con una programación que se extenderá también a colegios y bibliotecas de la ciudad de Madrid. cinco días de actividades con artistas, ilustradores y creadores en múltiples formatos: talleres creativos, encuentros, conversaciones, narración oral, títeres, espectáculos y exposiciones para disfrutar en familia del amplio universo de la literatura infantil y juvenil.

Ver enlace del programa:

https://festivalabrapalabra.es/programa/

 


Madrid.- 10 de diciembre de 2024


Editorial Betania, Felipe Lázaro

2º edición de la antología POESÍA CUBANA: LA ISLA ENTERA de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora

Al cumplirse casi los 30 años de la primera edición de la antología Poesía cubana: La Isla Entera (Betania, 1995; 402 pp.) hemos publicado una 2ª edición conmemorativa con un prólogo del poeta cubano León De La Hoz donde analiza el contexto político-cultural de finales de los años 90 en Cuba.

Desde la primera edición (1994), los poetas seleccionados (residentes dentro y fuera de Cuba) son: Miguel Barnet, José Mario, José Kozer, Isel Rivero, Pío E. Serrano, Rafael Catalá, Belkis Cuza-Malé, Guillermo Rodríguez Rivera, Reinaldo García Ramos, Nancy Morejón, Magali Alabau, Lina de Feria, Julio E. Miranda, Delfín Prats, Raúl Rivero, Lilliam Moro, Maya Islas, Felipe Lázaro, Luis Lorente, Gustavo Pérez Firmat, Rolando Estévez Jordán, Alina Galliano, Lourdes Gil, David Lago González, Rafael Bordao, Orlando González Esteva, Mercedes Limón, Reina María Rodríguez, René Vázquez Díaz, Bladimir Zamora, Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield, Iraida Iturralde, Elías Miguel Muñoz, Víctor Rodríguez Núñez, Roberto Valero, Daína Chaviano, Ángel Escobar, León De La Hoz, Ramón Fernández Larrea, Alberto Lauro, Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Reinaldo García Blanco, Emilio García Montiel, Arístides Vega Chapú, Sonia Díaz Corrales, Omar Pérez López, Antonio José Ponte, Nelson Simón González, Laura Ruiz Montes, Damaris Calderón Pérez, Camilo Venegas Yero y Norge Espinosa Mendoza.

Aquellos lectores que deseen tener ejemplares impresos pueden adquirirlos en AMAZON en el siguiente enlace:

https://amzn.eu/d/huoT2se


Madrid.- 10 de diciembre de 2024

Presentación del libro:

Isvara y el fuego interno de José Pablo Miguélez

El próximo miércoles 11 de diciembre (18.30 horas) se presentará el libro Isvara y el fuego interno del empresario, mercadólogo y escritor mexicano José Pablo Miguélez, publicado en Letrame Grupo Editorial, en el Instituto Cultural de México en España, en la carrera de San Jerónimo, 46 (Madrid).

El libro es más que una historia de aventuras, es una reflexión sobre cómo la paz y  el equilibrio externo solo pueden lograrse cuando se conquista la guerra interna. Intervienen el autor y la periodista Maria Vico.

Sinopsis

En un universo donde la luz y la oscuridad están entrelazadas, Isvara es la última esperanza para restaurar el equilibrio entre dos mundos.Tras la caída de Binar, su pacífico hogar, bajo el dominio del tirano Loma, Isvara se ve obligada a huir y enfrentar su destino.Guiada por el sabio Unipher y acompañada de sus amigos Eva y Andros, deberá enfrentar sus propios miedos y descubrir que el verdadero poder no está en la fuerza, sino en la conexión con su esencia.A medida que Isvara se prepara, deberá descubrir si su despertar interior será suficiente para salvar el destino de su mundo.Este libro es mucho más que una historia de aventuras; es una reflexión filosófica sobre el poder de la mente y el corazón, sobre cómo la paz y el equilibrio externo solo pueden lograrse cuando se conquista la guerra interna.Isvara y el fuego interno es una odisea trascendental que te invita a preguntarte: ¿puedes ser la luz en tu propio mundo? ¿Puedes transformar tus miedos en fuerza?Ideal para quienes buscan acción, filosofía y una inspiradora odisea de transformación personal.


Madrid.- 05 de diciembre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 

 

Los ojos que la miran

Hay autores que me caen bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas

1. Echo de menos a los verdaderos libreros: aquellos que sabían de literatura, que conocían de autores y podían orientarnos con certeza en nuestras compras. Pululan en las librerías de España vendedores de libros, que a lo sumo les suenan los nombres de los clásicos, pero no los conocen; son los mismos a los cuales tienes que deletrearles con paciencia el nombre de Jorge Luis Borges, o de James Joyce, o de Thomas Mann, o de Julio Cortázar, porque cuando los escriben en la pantalla se equivocan y el sistema muestra “error”: son los mismos que no te miran a la cara porque eres apenas un eslabón más en la larga cadena de comercialización de los libros, que dicho sea de paso es rica y poderosa, pero se sostiene con los best sellers; y “lo demás es silencio”, como la única novela de Monterroso, que tampoco es novela ni ensayo ni poesía, pero es todo eso y mucho más.

2. Y ganó el Nobel de Literatura la autora Han Kang, surcoreana y desconocida para muchos, y joven (por suerte), ya que casi siempre se lo otorgan a escritores muy ancianos, a los que no les queda mucha vida para disfrutar de la abrupta fama y de la fortuna que reciben, que suele quedársela en buena medida los Estados con sus altos impuestos y las agencias que los representan, cuyas negociaciones, por cierto, bien lo justifican, porque a esas alturas la cuestión no es muy sencilla como solemos creer, ya que se dirimen múltiples variables entre las cuales observamos el género, las ideas y posturas ideológicas de los nominados, los continentes y países de origen, y toda una caterva de elementos que escapan a nuestro entendimiento y comprensión; como incomprensible fue que no lo ganaran luminarias como Tolstói, Dostoyevski, Zola, Joyce, Kafka, Borges, Reyes, Woolf, Fuentes, Marías y Auster, entre muchos otros, y que mantengan en vilo a enormes escritores como Murakami y Houellebecq, y así a un largo etcétera.

3. “Comprendo muy bien el placer de la lectura, pero todavía no alcanzo a ver claro el que pueda decirse de escribir”, lo expresa Monterroso en La letra e, y a propósito he leído en las últimas semanas declaraciones de autores prestigiosos y exitosos, que venden sus libros como pan caliente y terminan afirmando cuestiones como “me cuesta escribir”, “no disfruto de la tarea de escribir”, “me parece pesado escribir”, y otras cosas por el estilo. Por supuesto, no es lo mismo leer que escribir: en el primer “oficio” estamos distendidos, a la libre, internos en unas páginas que nos entregan disfrute (aunque a veces nos topemos con auténticos ladrillos que abandonamos a las primeras de cambio), pero escribir es un “algo” que exige mucho de nosotros, que nos lleva por derroteros insospechados y todo esto genera ansiedad y estrés. En lo personal puedo afirmar que disfruto de la escritura, así como de la fase de corrección de mis textos (reescritura), y me parece un auténtico milagro ver el texto definitivo ante mí: iluminado en la pantalla, articulando ideas y comunicando mi sentir, y el mayor gozo es cuando el texto (o libro) sale publicado, porque hay la expectativa de lo que expresarán los lectores y se instala entonces una suerte de cosquilla en el estómago, que me dice que valió la pena el esfuerzo y el tiempo invertidos, porque guste o no lo escrito: allí queda como una huella, como signo de vida, como un ave ligera y fugaz que revolotea por el cielo sin importarle los ojos que la miran.

4. Hay autores que me caen bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas, porque al fin y al cabo suelo separar ambas nociones y me interno en sus páginas sin importarme el que sus personalidades y opiniones choquen con las mías. Leo con enorme placer la obra de José Saramago, y considero algunos de sus libros como obras maestras, pero él me caía mal como persona: su arrogancia era sencillamente intragable y ni decir su aquiescencia frente a regímenes oprobiosos y nefastos. Me fascinan Monterroso y Borges, porque a pesar de ser ideológicamente opuestos asumían la vida y sus circunstancias con enorme ironía y sentido del humor, y sus obras se debaten entre la perfección estilística y la hondura metafísica, que son, a mi entender, dos filones impagables en la literatura.

5. “Pero ¿no es la incredulidad una forma maravillosa de libertad?”, se pregunta Manuel Vilas en El mejor libro del mundo, y la interrogante me golpea profundamente, abre en mi cabeza insospechados surcos, me deja temblando en la silla en donde me encuentro degustando también de un café, y caigo en la cuenta de que es cierto: no hay nada mejor que estar libres de equipaje en cuanto a muchas cuestiones, sobre todo en lo religioso y también en lo político, y así recuerdo la sabiduría de mi madre cuando afirmaba sentenciosa que “no hay que creer ni dejar de creer”: y en ese abismo o hiato que se abre entre ambas percepciones (complejas, por demás) se cuece la existencia, y deja en nuestras manos la capacidad de discernir; de tomar el camino que creamos conveniente; de no aferrarnos a lo que coarte en nosotros la luz del entendimiento y la razón; de poder atisbar los peligros que nos asechan y seguir adelante y victoriosos; de sopesar los pros y los contras de cada circunstancia y tomar partido por aquello que no signifique férreas ataduras que nos hagan menos libres. Es decir: un “no creer ni dejar de creer” medido y juzgado en su justa dimensión humana, que no nos cierre la perspectiva de lo insondable, pero que no nos esclavice en aras de “causas” que muchas veces no son diáfanas ni transparentes y nos sometan hasta hacer de nosotros seres alienados, descerebrados, apegados a “la nada”, trasteando aquí y allá en medio de las tinieblas de los tiempos, haciéndoles el juego a insospechados factores de poder que se articulan y organizan movidos por lo crematístico.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 28 de noviembre de 2024

Por: Gastón Segura

  

Un siniestro vaticinio de McLuhan

Un puñado de sobresalientes periodistas e incluso algunos reputados diarios han manifestado públicamente durante estos días la cancelación de sus cuentas en X (antes Twitter). Tales anuncios se me antojaron sorprendentes en profesionales de la información y, por tanto, de sobra conocedores de los intríngulis del asunto, pues dejaban traslucir como si, tras la aplastante victoria electoral de Donald Trump, hubiesen descubierto de súbito que tanto esta plataforma de microblogueo como sus semejantes Bluesky y Threads, o las otras aplicaciones digitales de comunicación, sea YouTube, o Instagram, o Wikipedia, o Facebook, o WhatsApp, pertenecían a sociedades privadas y, bajo tal circunstancia, sujetas a las preferencias y manipulaciones de sus dueños. Quizá su equívoco recién desvelado provenga de la repetidísima denominación con que las agrupamos corrientemente: redes sociales; disipando con el calificativo de sociales su primera y esencial función en tanto que empresas mercantiles: producir un beneficio a sus creadores y dueños, llámense Mark Zuckerberg o Elon Musk.

Añadiré, además, que ni como Twitter antes, ni como X ahora, he sentido la menor tentación de utilizarla, porque me resultó antipático un sistema de comunicación que imponía un número restringido de caracteres —originalmente, 140; y en este momento hasta 280—, cuanto permitía poco más que una soflama o, en el mejor de los casos, una felicitación; en definitiva, simple propaganda. Pero si yo adiviné entonces su chata y hasta burda función; ¿cómo personas mucho más duchas en el oficio de la divulgación no lo atisbaron de inmediato? De modo que dárselas ahora de ofendidos por cuánto haya contribuido su propietario desde los intestinos del sistema al triunfo comicial de Trump, suena más a mera pataleta que a benemérito arrebato en defensa de una supuesta ecuanimidad. Es más; en esa hipotética equidistancia, basada en la ilusa apariencia de que cuantos mensajes circulan por ese sistema son producto libre e individual de sus afiliados, es donde se halla la gran trampa, cuando es notoria, hasta para una persona del todo ajena a ese tinglado como servidor, la capacidad de primar los mensajes favorables a los intereses de la empresa, mientras son postergados y hasta suprimidos aquellos que la incomodan; eventualidad que los ahora escandalizados conocían o debían conocer suficientemente cuando participaban en Twitter o, recientemente, X.

Y este suceso no superaría la importancia que encierra el elegir esta o aquella cabecera de periódico ante el quiosco si no fuese porque las redes sociales en su conjunto, por el constante e íntimo uso del smartphone, han modificado decisivamente nuestros hábitos y, en muchos, hasta la mentalidad. Sobre tan espinosa coyuntura estábamos abundantemente avisados por Diego Hidalgo —quien, por cierto, recomienda el empleo de un teléfono portátil de los llamados «de concha» para prevenir esta dependencia— en Anestesiados (2021), donde expone con multitud de testimonios las estrategias y los mecanismos de esa ingeniería para coartar nuestra «capacidad de elegir», que, en palabras de Jean Paul Sartre, sería el sustrato último y definidor de la libertad. Al punto que me resulta hasta redundante repetir la sentencia de Marshall McLuhan, el gran tratadista de la comunicación, cuando, a la vista de los primeros balbuceos de las redes electrónicas, advirtió: «Una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho».

Décadas antes, Martin Heidegger, al sopesar la irrupción de la tecnología en la historia, ya intentó proponer en sucesivos ensayos una nueva posición del hombre ante este avasallador fenómeno, no acabara «cosificándose» como ya había obrado la técnica a secas con la naturaleza. Esta poiesis radical heideggeriana —«vivir como si estuviésemos al borde de la muerte»— no surtió el menor efecto por la propia «facticidad» de la vida que, en la actualidad, nos impele sin receso a incurrir en las redes sociales como utilísimas muletas —o en la conceptualización de McLuhan, «prolongaciones»— de nuestra fisis. No obstante; este empleo como meros mensajeros se me figura prudente si lo comparo con la afición por las aplicaciones digitales que procuran una respuesta de la comunidad de «amigos» o seguidores —casi todos, desconocidos— y que han provocado una morbosa egolatría en sus adeptos —alimentada sin tregua con fotos o selfies, o con magnificaciones de celebraciones particulares, o con esos chistes (en su mayoría groseros) llamados memes—, quienes, persiguiendo un gratificante e inmediato reconocimiento, quedan viciosamente presos de estas plataformas, mientras su existencia se satura con un presente banal tan fugaz como apremiante.

Esta ansiedad por la rápida satisfacción individual anula cualquier aspiración hacia un porvenir común, cuanto deja a sus practicantes crédulos e indefensos ante las fulgurantes fake news y otras obnubilaciones perniciosas, al tiempo que los va sumergiendo, por simple abuso, en un solipsismo y su correlato: una realidad exclusivamente virtual; cuyas consecuencias más chocantes y extremas ya las estamos atisbando con noticias sobre alguna que otra reciente solicitud de matrimonio con un «avatar», fabricado mediante ordenador. Evidencias palpables de esa «cosificación» que temía Heidegger hace casi una centuria.

Dicho esto, les aseguro que no pretendo encaramarme sobre el estrado de los apocalípticos, sino describirles, desde mi formación entre los estertores de la Galaxia Gutenberg y los inicios de la Aldea global televisiva, el presente, además, con una resignación compadecida por las nuevas generaciones, inmersas desde la infancia en esta nueva Digitalización global, cuyo destino parece conducirse al cumplimiento del siniestro vaticinio de McLuhan.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 26 de noviembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     


 

Madrid.- 28 de noviembre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 

Mi gran noche

Los escritores salimos, sable en ristre, a asentir o a disentir, a apoyar lo que los lectores expresan, o a rebatirlo, a aclarar las barbaridades que se dicen acerca de un determinado texto nuestro

1. “Entre más libros leemos, más pronto percibimos que la verdadera función de un escritor consiste en producir una obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene importancia” (tomado de The Unquiet Grave de Cyril Connolly, libro publicado en 1944 que le obsequió José Emilio Pacheco a Augusto Monterroso, y quien lo cita a su vez en su libro La letra e). No nos extrañe, pues, que entre el primero y el segundo libro del gran escritor guatemalteco (Obras completas (y otros cuentos) y La oveja y demás fábulas, respectivamente) estén de por medio diez largos años. Con una afirmación tan lapidaria, cualquiera, por lo mínimo se intimida, o se frustra, o tira la toalla y se dedica a otra cosa. Monterroso tenía 38 años cuando leyó el aserto, y acababa de publicar su primer libro (1959). Me imagino que tuvo que vencer sus temores y su reconocida timidez para lanzarse a la aventura libresca luego de tan categórica premisa; de allí, me imagino, su escasa producción y sus reticencias a dar nuevos libros a la imprenta, a pesar de las presiones que recibía de parte de sus amigos.

2. Debo reconocer que sufro de “pereza soñadora”: la misma que decía padecer el alemán Thomas Mann autor de La montaña mágica y de La muerte en Venecia. Con la debida distancia, confieso que me la paso todo el santo día en una suerte de ensoñación en la que escribo esto y lo otro, en la que me lanzo con vigor a emprender un nuevo libro, en la que imagino libros fabulosos que salen de mi pluma y recorren el mundo como aves migratorias mostrando lo que soy capaz de crear, pero puede más la pereza, y así me digo: “lo dejo para mañana”, “a partir de noviembre me siento a plasmar el libro que me ronda”, “ya habrá tiempo para el proyecto que atesoro desde hace años”, “no hay ningún apuro”, y resulta que sí lo hay: el tiempo pasa y envejezco, muy a pesar de lo que han dado por llamar como “la nueva longevidad” en este mundo tan extraño que nos corresponde vivir, y cada mañana cuando abro los ojos me digo: levántate, hombre, que el sol sale para todos, ve a sentarte a escribir lo que desde hace tiempo planeas; y suele haber una excusa, sólida por supuesto, pero excusa al fin y al cabo.

3. Siempre les hablé a mis estudiantes de Farmacia en la universidad de las fulanas alucinaciones por acción de muchas drogas, y recuerdo que tenía que sacarlos del error (común, no se crean) de que sólo se trata de ver algo irreal, cuando es un fenómeno sensorial que puede afectar todos nuestros sentidos. Confieso que no he alucinado mucho en el sentido literal del vocablo, o por lo menos que yo recuerde (tal vez en mis fiebres infantiles, que eran demasiadas y de veras muy altas, porque sufría de amigdalitis de manera recurrente), pero hace pocos meses, cuando me hallaba en el aeropuerto a la espera de mi vuelo para dar el salto del charco y así ver a mi familia, escuché toda la tarde y parte de la noche por el altoparlante del salón, un viejo tema del cantante español Raphael, titulado Mi gran noche, y pensé que todo el mundo lo escuchaba y no le prestaba atención al suceso, pero luego, recapacitando al respecto, llegué a la conclusión de que sólo lo escuchaba yo, y que era uno de los efectos secundarios del psicofármaco que consumí (prescrito por un facultativo, por supuesto) para atemperar mi elevado estrés como producto del inminente cambio. Lo curioso del hecho, no es que el tema estuviera en mi cabeza: que podría ser una obsesión, como cuando amanecemos con un tema musical en nuestra mente y está todo el día fatigando nuestra vigilia, sino que la canción sonaba a todo volumen en la sala de espera del aeropuerto y así fue hasta que me subí en el avión: su nítido eco resonaba y se mezclaba con las voces del gentío que hacía cola para el chequeo y luego en la espera del llamado. “Mi gran noche”: nunca una alucinación había sido tan atinada.

4. Es común entre los escritores el tener que defender nuestras posiciones intelectuales y la obra frente a muchos otros, y esto es muy distinto en el caso de los artistas plásticos: que exponen sus obras y luego se marchan a la espera de la vindicta del público espectador, y listo. Los escritores salimos, sable en ristre, a asentir o a disentir, a apoyar lo que los lectores expresan, o a rebatirlo, a aclarar las barbaridades que se dicen acerca de un determinado texto nuestro, o a expresar nuestra displicencia frente a alguien que lo hace sólo para molestar y sin criterio estético y epistémico alguno. La obra escrita no se defiende por sí sola, porque se presta para la libre argumentación y la súbita tergiversación, lo que nos molesta, por supuesto, somos humanos, pero luego de tanto luchar con los molinos de viento los autores guardamos la espada y nos decimos, no sin fastidio: “digan lo que digan, los demás”, como el viejo tema de Raphael.

5. ¿Qué sería del arte si los albaceas de una obra o los descendientes de un autor les hicieran caso en su lecho de muerte y quemaran parte del legado? Por supuesto, se perderían muchas obras maestras, aunque también los lectores nos ahorraríamos demasiada basura que descansa en los anaqueles de las bibliotecas y librerías. Sin ir muy lejos: si el bueno de Max Brod, amigo y editor de Franz Kafka, hubiera mandado a la hoguera parte de su obra, como se lo encargó el autor checo antes de morir, hoy la historia de la literatura universal sería otra muy distinta a la que conocemos. El autor siempre duda de la calidad de su obra y esos sentimientos nos llevan a reescribirla, a revisarla hasta la hartura, a podar aquí y allá, a no reeditar viejos libros que de manera apresurada e irreflexiva enviamos a la imprenta, a buscar por todos los medios hacernos perdonar por determinado cuento, novela, ensayo o poesía que no estuvo a la altura de nuestras propias expectativas. “Era triste, vulgar lo que cantaba // mas, ¡qué canción tan bella la que oía”, dice el poema Non omnis moriar de Manuel Gutiérrez Nájera, citado (otra vez) por Monterroso.

rigilo99@gmail.com

 

Madrid.- 28 de noviembre de 2024

Imagen del logotipo del sitioPoesía Recitada

«El armisticio del tábano» Horacio Pérez del Cerro (Argentina)

https://fonotecapoesia.com/2024/11/27/el-armisticio-del-tabano-horacio-perez-del-cerro-argentina/





Madrid.- 22 de noviembre de 2024


Festival Eñe 2024

Escritores, libros y lectores – La Fiesta de la literatura

Del 9 de noviembre al 1 de diciembre

 

Literatura fantástica y los nuevos lenguajes transmedia

El género fantástico toma el escenario en #Eñe24
 
La literatura fantástica y los nuevos lenguajes transmedia toman protagonismo en el Festival Eñe con un programa que convierte a la Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina en un espacio de referencia. Durante los días 22 y 23 de noviembre, y gracias al apoyo de AEVI. Asociación Española de Videojuegos y de la Comunidad de Madrid, se desarrollará una programación única comisariada por Ángel Luis Sucasas.

Entre los invitados destaca Lawrence Schick, jefe de narrativa de Baldur’s Gate 3, quien desvelará las claves del éxito de este aclamado videojuego. También participarán Jakub Szamalek (The Witcher 3, Cyberpunk 2077), Harry Krueger (Returnal) y Sara Costa (League of Legends: Mageseeker), quienes debatirán sobre la creación de mundos que nos fascinan y cuestionan nuestra cultura contemporánea.
El programa también pondrá el foco en la riqueza del género fantástico en español. Sofía Rhei, Javier Negrete, Rodolfo Martínez y Paulina Palacios explorarán el pasado, presente y futuro de los mundos de fantasía creados en nuestro idioma.

Además, este año inauguramos un homenaje que celebra el legado de grandes figuras del género: el escritor Juan Miguel Aguilera y su universo Akasa-Puspa serán los primeros en recibir este reconocimiento, con lecturas en su honor.

Como novedad el festival organizará un GAME JAM que enfrentará a equipos universitarios de UTAD, Voxel y la Universidad Complutense de Madrid, quienes crearán un videojuego en directo. Sus proyectos serán evaluados por expertos invitados como Jakub Szamalek, Harry Krueger, Sara Costa y Lawrence Schick. Una experiencia que combina creatividad y competición.
Entre acto y acto, los asistentes podrán disfrutar de las intervenciones musicales del pianista Miguel Mercero, quien pondrá la banda sonora a esta celebración de la imaginación.
Consulta toda la programación en festivaleñe.com


Madrid.- 18 de noviembre de 2024


Seres mágicos, vampiros y ciencia cierran SGM 2024

En esta última semana de festival le invitamos al VII Salón del Misterio, a explorar la literatura de vampiros desde el medievo hasta el siglo XX, y a ver a Godzila desde el punto de vista científico y cinematográfico.


Programa

Lunes 18 de noviembre

VII Salón del Misterio - «Latinoamérica mágica»

 Tipo de evento: Presencial

Lugar: Sala Ámbito Cultural en El Corte Inglés de Callao

Dirección: Calle de Preciados, 3 – Horario: de 19:00 a 21:00

Entradas agotadas

 

«Latinoamérica mágica». VII edición del Salón del Misterio de Madrid, dedicado a los seres fantásticos, mitológicos y fantasmagóricos de América Latina, de la mano de Aldo Linares. El investigador, periodista y escritor, miembro del Grupo Hepta y colaborador de Cuarto Milenio, moderará el evento.

Invitados al VII Salón del Misterio: Pilar Soler Montes, historiadora del arte y curadora independiente; Pablo Villarubia Mauso, investigador, periodista, escritor y redactor del programa Cuarto Milenio; Raúl Alonso Sáez, Historiador del Arte y Coordinador de exposiciones del Ministerio de Cultura; y Javier Pérez Campos, investigador, periodista, escritor y redactor del programa Cuarto Milenio.

Martes 19 de noviembre

«El vampiro en la literatura en lengua inglesa desde la Edad Media hasta el siglo XX: antes del desencantamiento»

Tipo de evento: Presencial

Lugar: Biblioteca Regional de Madrid Joaquín Leguina

Dirección: Calle Ramírez de Prado, 3 -Horario: De 19:00 a 20:00 h.

Entrada gratuita, previa inscripción y hasta completar el aforo

19:30 h. | Charla a cargo de Antonio Ballesteros González, catedrático de Filología inglesa en la UNED, en torno a la evolución del vampiro como elemento de miedo y terror hasta finales del pasado siglo, cuando, por diferentes causas, se produce un proceso de desencantamiento de su figura.

 

Domingo 24 de noviembre

«70 años de Godzilla: Desastres naturales, radiactividad y kaijus»

Tipo de evento: Presencial

Lugar: Biblioteca Pública Municipal Eugenio Trías

Dirección: Paseo de Fernán Núñez, 24 – Casa de Fieras (El Retiro)

Horario: De 12:00 a 14:00 h.

Entrada gratuita, previa inscripción y hasta completar el aforo

12:00 h. | «70 años de Godzilla: Desastres naturales, radiactividad y kaijus». Godzilla es un icono reconocido de la cultura popular contemporánea, con una vigencia indiscutible en el mundo del cine, las series de TV y el cómic. En esta nueva edición de SGM Ciencia nos acercaremos a la bestia japonesa desde un punto de vista científico. Una mesa redonda conmemorativa que rendirá homenaje a la película original, «Gojira» (Ishiro Honda, 1954), a sus secuelas y al kaiju, subgénero de ciencia ficción protagonizado por monstruos gigantes.

Participan: el divulgador científico y escritor Miguel Ángel Delgado, la física teórica Gisela Baños, el escritor y crítico de cine Jesús Palacios y el biólogo experto en genética Luis Sánchez Pulido.

 


Madrid.-18 de noviembre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 

 

 

Nada es para siempre

Hablando de obra de arte, suelo leer con frecuencia una distinción entre las artes y las letras que me deja un tanto pensativo: porque, a qué dudar, escribir literatura es un arte que requiere de su cultor, amén de talento, esfuerzo y disciplina

1. “…la literatura no se hace con inteligencia sino con talento.”, dice Manuel Vilas en El mejor libro del mundo (Destino, 2024): su más reciente novela autorreferencial. Pareciera una tontería lo que expresa el autor, pero tiene una hondura del tamaño del fondo del mar, porque encierra en sí mismo lo que desde siempre expresamos quienes nos acercamos con asiduidad a la página en blanco: no escribe bien el que quiere, sino el que está dotado para hacerlo. El asunto a discutir, claro está, es saber si nacemos con esa “dotación” o talento, o si el talento se cultiva o se aprende en las aulas universitarias; o nos lo pasan otros desde sus obras y experiencia literaria. Yo diría, y sin ánimo de ponerme como ejemplo (porque no soy ejemplo de nada, dicho sea de paso), que el talento para un determinado oficio o arte es una suerte de semilla que llevamos dentro, pero que si no se riega pronto muere y se pierde para siempre. Sin embargo, hay quienes afirman que ha habido grandes autores sin talento natural para las letras, pero a punta de esfuerzo y de persistencia llegaron a elevadas cimas. En todo caso, y para cerrar esta entrada: cualquier persona inteligente puede escribir una página, o cientos de ellas (un libro), pero no toda puede impregnarla(s) de ese hálito que le permita dar el gran salto y ser considerada como obra de arte.

2. Hablando de obra de arte, suelo leer con frecuencia una distinción entre las artes y las letras que me deja un tanto pensativo: porque, a qué dudar, escribir literatura es un arte que requiere de su cultor, amén de talento, esfuerzo y disciplina. Claro, ustedes me dirán que ya dice bastante el que en estos casos precisos ambas categorías vayan juntas, lo que las iguala como hermanas siameses, pero prefiero pensar que es tan relevante la escritura a la hora del análisis de la historia de la cultura universal (baste con acercarnos a los clásicos greco-latinos para cerciorarnos de ello), que mezclar las letras con las otras artes parezca, a todas luces, algo injusto, indigno de su peso y categoría, razón por la cual muchas academias y premiaciones hagan tal separación, como quien sortea nociones que, estando juntas por taxonomía, deban distinguirse por derecho adquirido o estatus. No sé si me explique o no con propiedad, o si me enrede, pero en todo caso es de aceptación universal que la literatura es una de las siete bellas artes reconocidas, y no debo darle más vueltas al asunto.

3. Se plantea como interrogante Manuel Vilas en su nueva obra arriba citada: “vale la pena vivir para las cuartillas en blanco y ahora, para la pantalla del ordenador…”, y de entrada pienso que sí, porque las letras le dan un sentido a la existencia y se hacen en sí mismas vida y eje, pero por otra parte considero que la vida va más allá de la escritura y que requiere ser vivida con las personas que amamos, y no precisamente en el onanismo que implica el estar decenas de horas dedicados a escribir textos que muchas veces pasan inadvertidos para los lectores. Álgido este asunto queridos amigos, porque la literatura se hace vicio (reconozco su poder en mi tránsito vital) y todo vicio es excluyente, nos aísla, hace de nosotros unas especies de zombis que vamos por el mundo ronroneando frases, tomando notas aquí y allá, pensando en todo menos en la realidad “del ahora”: fantaseando por doquier con los libros que queremos escribir, anhelando los premios que creemos merecer, viendo en cada hecho una posibilidad cierta de sentarnos a escribir, y así se pasan los días, los meses y los años, y nos hacemos viejos, y llega un momento en el que tu “yo” interior desea hacer un cuadre de caja y ver el saldo de todo, y nos asustamos, volteamos la mirada, pero poco podemos hacer: late el corazón con fuerza y con cada pulsión nos recuerda que nada es para siempre.

4. Nos dice Monterroso en La letra e: “debe ser horrible ser un poeta aceptado por la sociedad”, y pienso que tiene razón, porque el poeta y el escritor siempre van a contracorriente, denunciando aquí y allá, oponiéndose con fuerza a lo establecido por considerarlo indigno del hombre y de la mujer de su tiempo, y el ser aceptados implica (entre muchas cuestiones que podría analizar en otras columnas) que no estamos presionando demasiado (o lo suficiente), que somos contestes y dóciles frente a nuestra realidad, que nuestra voz no tiene ni la garra ni el poder de cambiar o de revertir las enormes injusticias que nos atenazan (y miren si las hay en nuestro entorno), y es cuando nos convertimos en seres insustanciales e inermes: nadie presta atención a lo que decimos y nuestra escritura se convierte en algo así como un adorno: una “cosa” bonita de leer, un auténtico epatar, pero intrascendente: que no impacta ni deja huella.

5. Pienso en el poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre: triste y melancólico, presa de sus propios demonios, atenazado por sus fantasmas que lo llevaron a la muerte prematura. En realidad, puedo comprenderlo, pasé por un largo periodo de insomnio que estuvo a punto de enloquecerme, y no se lo deseo a nadie. Es en nuestros duros momentos personales cuando brota con fuerza el lado poético, que busca cauces en medio de la soledad y nos convierte en instrumento de las voces interiores. Recuerdo también a mi admirado poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, autor de Vuelta a la Patria, de quien escribí una fábula que titulé Una línea indecisa (Monte Ávila Editores – ULA, 1999). De mi extenso período de soledad tengo tres poemarios inéditos: Lumen El Fuego Interior (2020), Poética del ser y la nada (2021) y Los adioses (2022). El primero está hablado y saldrá (eso creo) este mismo año. Tal vez por defecto (o por distorsión mental), me gustan los personajes trágicos: aquellos que no pudieron recomponer los jirones de su existencia y hallaron respuesta en lo indecible e impensable. No me veo en ellos como en un espejo, pero sí hallo en sus “procesos” y enormes desdichas un filón literario.

rigilo99@gmail.com

 

  


Madrid.- 13 de noviembre de 2024

 Por: Gastón Segura

  

Don Juan como consuelo

Supongo que muchos de ustedes compartirán conmigo, tras el espanto por la catástrofe, la desolación ante los cuatro o cinco días largos en que nuestras autoridades estatales y regionales dejaron desamparados a los habitantes de las riberas de la ya funesta Rambla del Poyo, en un fangal y sin electricidad ni agua potable, y menos, comunicaciones electrónicas y escasamente terrestres, para demostrar, una vez más, su absoluta inepcia para cuanto no sean sus arteros y abusivos enredos, por más siglas, anglicismos y otras chatarrerías pedantescas con que los disfracen. Por lo demás, como la prensa ha estampado artículos memoriosos, habrán sabido que estas terribles riadas se pierden en el antaño más lejano, pues la primera datada es de 1321 y, desde entonces, no consta siglo donde no hayan acontecido al menos cuatro de notoria atrocidad y devastación, siendo la última la del 20 de octubre de 1982, cuando reventó la presa de Tous, y antes, la muy famosa del 14 de octubre de 1957. Y si han menudeado en Valencia con inclemente saña, no por eso se libra el resto del arco mediterráneo, desde Cataluña —valga como luctuoso ejemplo la del 25 de septiembre de 1962, que desbordó el Llobregat y el Besós y segó entre seiscientas y mil almas— hasta las inmediaciones de Granada, como la de 19 de octubre de 1973, que anegó desde Albuñol hasta Puerto Lumbreras, y cuyos embravecidos torrentes se tragaron casi doscientas vidas, por no mentar la llamada del día de Santa Teresa de 1879, que arrambló con unas mil personas desde Lorca hasta Orihuela, cebándose con atroz ahínco en Murcia, donde perecieron más de setecientos vecinos.

Está visto que para el inicio del melancólico otoño se cierne sobre todo el levante español esta torrencial amenaza; ¿y qué se ha hecho para prevenirla? Unas cuantas presas de contención, algunos insuficientes —y por lo comprobado ahora, obturados por la desidia— canales de desvío y ese gigantesco zanjón para reencauzar el Turia llamado el Plan Sur, que ha servido como trinchera defensiva de Valencia y que, de haber faltado, no imagino cuál hubiese sido el alcance del estrago de hace un par de semanas. Pero si algo me provoca la rabia y la vergüenza, es que, de todas estas obras, las eminentes y efectivas pertenecen a la dictadura, extinta hace, ni más ni menos, que cuarenta y nueve años. Y desde entonces, ¿qué?

Compungidas declaraciones tras cada diluvio y vanas promesas de socorro, que el pueblo, acuciado por la destrucción, se ha negado a admitir coléricamente hace dos domingos ante el rey, mientras a sus espaldas huía el presidente del Gobierno, para bochorno hasta de sus más firmes adeptos. Atribulada coyuntura cuando el país clama temple y determinación, y no encuentra sino cobardía y doblez.

Y en medio del fangal y la abrumadora destrucción, me tropiezo con un alivio pasajero: la reposición, en vísperas de Todos los Santos, del Don Juan Tenorio (1844), de Zorrilla, en el Fernán Gómez, de Madrid, aun cuando su director, Juan Carlos Pérez, argumentó que rescataba esta costumbre de nuestro teatro del s. XX porque estaba hasta «ahí» de la memez de Halloween.

Si bien pudiera compartir este parecer, se me antoja una rotunda bobada cuando se trata de recuperar la más popular recreación —y tanto que los escolares no solo nos sabíamos parlamentos enteros sino que los trucábamos con guasonas obscenidades— de uno de los mitos aportados por la literatura nacional a Occidente. Más en este momento cuando su arrogante y vitriólica figura se opone a ese hatajo de remilgados fanatismos, resumidos como cancelación, que está permeando con sus histerias nuestras sociedades. Aunque, sucintamente, la leyenda del Burlador recoge la peripecia y condena de un soberbio, tanto en el original atribuido a Tirso de Molina como en sus reformuladores: Molière, Lorenzo da Ponte, Espronceda con su Estudiante de Salamanca (1840) o el inmediato drama de Zorrilla; no se podría afirmar lo mismo de las versiones de Edmond Rostand, tan cargada de almibarado simbolismo, o de la insólita y hoy olvidada de Jacinto Grau, por no hablar ya del mansurrón relatado por Azorín o de la novela de Torrente Ballester, cuyo don Juan exhibe otras muchas facetas —o si prefieren mitos de la gran literatura europea—, para convertir su lectura en un diálogo con todos cuantos han sido bendecidos con el luciferino don de la eterna juventud. Dejo aparte el inconcluso a la par que mordaz —basta leer las pullas goteadas contra sus contemporáneos— Don Juan (1819-24), de Byron, pues este poema narrativo, del mito apenas toma el nombre.

Y aun cuando al Burlador se le ha hecho pagar en tantos escenarios y lenguas sus lujurias y blasfemias, este libertino sin traba ha atraído durante siglos a autores y, sobre todo, al público, porque representa la secreta, por pérfida que sea, aspiración de todo hombre, y cuanto más sojuzgado, mayor. En cuanto a las mujeres; ¿no anhelaron todas retener para sí su arrebatadora audacia? Ah; pero tan hábil era para seducir como presto para el hartazgo; ¿o acaso alguien cree, como sugiere el bienintencionado Zorrilla, que don Juan hubiese permanecido con doña Inés más allá del emocionante rapto y algunas noches apasionadas hasta hacer trizas el candor de la novicia…? No seamos ingenuos, porque su arrogancia, como intuyó Marañón, no ocultaba sino a un tornadizo insatisfecho; y en absoluto el averno infernal, sino este pubescente desasosiego era su terrenal castigo.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 12 de noviembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     


 

Madrid.- 13 de noviembre de 2024

Eñe en el Círculo de Bellas Artes: celebrando la diversidad de voces y temas

Este fin de semana, Festival Eñe llega al Círculo de Bellas Artes, corazón de este encuentro y en el que literatura, arte y reflexión se reunirán. Entre los temas centrales que guiarán las conversaciones encontramos una mirada profunda hacia la democracia y la libertad, abordados por autores y pensadores que comparten sus perspectivas en este momento crítico para la sociedad contemporánea.

En el acto inaugural, Gustavo Dudamel y Jesús Ruiz Mantilla abordarán el poder transformador de la música, seguidos de un debate sobre el futuro de la democracia con Antonio Scurati y Javier Cercas, y una reflexión sobre los totalitarismos y sus lecciones a cargo de Antony Beevor y Nicolás Sesma.

El festival también celebrará los centenarios de Joseph Conrad y Franz Kafka, cuyas influencias literarias serán analizadas por Jorge Volpi y Juan Gabriel Vásquez. Constanza Ternicier, Claudia Apablaza y Sara Torres dialogarán sobre feminismo y censura, mientras José María Lassalle y Clara Jiménez Cruz explorarán el impacto de las redes sociales en la democracia. Como cierre, el programa Hora 25 ofrecerá un especial con autores destacados.

El sábado, Lina Meruane y Martín Caparrós hablarán sobre tolerancia, y Jorge Lago y Alba Carballal imaginarán utopías realistas para inspirar el cambio. Lídia Jorge y Gioconda Belli, junto a Eva Cruz, explorarán la libertad en la literatura como un puente entre Europa y América. Además, el evento Soplavivo: el rey de la pista, presentado por #LdeLírica, ofrecerá poesía en un formato innovador, y Martín Bianchi Tasso y Rosa Belmonte debatirán sobre el glamur y la democracia.

Ventanas a la Literatura

Este año, el festival abre también tres "ventanas" dedicadas a la literatura gallega, catalana y vasca, sumando así nuevas miradas en torno a la memoria, la igualdad y la libertad creativa. Desde Galicia, voces como las de Manuel Rivas y Paula Carballeira examinarán conceptos de libertad y fraternidad. La "Ventana Vasca", comisariada por Katixa Agirre y respaldada por el Etxepare Euskal Institutua, trae conversaciones sobre censura, memoria histórica y la conexión entre música y palabra, contando con figuras como Eneko Sagardoy y Olatz Salvador. La "Ventana Catalana", gracias al Institut Ramón Llull, y comisariada por los dramaturgos Marcel Borrás y Nao Albet, explorará la creación artística en diferentes etapas, desde la inspiración hasta la conclusión, con autores como Juana Dolores y Martí Sales.

Premio Festival Eñe

Además, el festival rendirá homenaje a Emilio Lledó, otorgándole el Premio Festival Eñe en reconocimiento a su compromiso con la educación, el lenguaje y la memoria. Lledó, uno de los pensadores más destacados de la cultura española, representa el espíritu del festival: un espacio para el conocimiento, la sabiduría y la transmisión de valores a través de la palabra.

Únete a nosotros en el Círculo de Bellas Artes para disfrutar de una programación única que invita al diálogo, la reflexión y la celebración de la diversidad cultural.

Programa en este enlace:

https://festivalene.lafabrica.com/programa/

 


Madrid.- 13 de noviembre de 2024

Segunda semana de Sui Generis Madrid

Ciencia ficción china y un seminario sobre Goliardos y el Carmina Burana

El festival de cultura alternativa Sui Generis Madrid continúa y en su segunda semana el 13 y el 16 de noviembre siguen los encuentros con escritores, músicos y poetas en diferentes espacios de la capital madrileña

Planetas invisibles y Estrellas rotas

13 de noviembre en el Centro Cultural de China en Madrid

Encuentro con los reconocidos escritores Xia Jia y Baoshu en el marco de "China entre líneas", club de lectura del Centro Cultural China en Madrid. Asiste a este diálogo con dos figuras clave de la ciencia ficción actual cuyas historias han capturado la imaginación de lectores por todo el mundo.

El evento es gratuito y no requiere inscripción previa, así que no pierdas la oportunidad de conocer a estos grandes autores y descubrir las historias que están moldeando el futuro de la literatura especulativa china.

Leyenda foto Imagen (detalle) Simon Stålenhag (The Electric State, 2017)




Madrid.- 11 de noviembre de 2024

Por: Peter Schmidt Bubath




35 años después de la caída del Muro de Berlín...

El jueves 9 de noviembre de 1989, hace 35 años, Günter Schabowski declaró abierto el Muro a la población de la RDA en una rueda de prensa (tras 28 años y más de 1.000 muertos) debido a un malentendido en la comunicación interna del partido.

Para conmemorar este día, el autor y La Gatera Press desean enviar algunos pensamientos al mundo digital con la esperanza de que muevan a la reflexión a sus lectores.

La amenaza de décadas de la «Guerra Fría» había terminado. La alegría fue indescriptiblemente grande - en los sistemas occidentales - pero también la tristeza para muchos en el lado oriental, que vieron cómo sus décadas de vida y el trabajo de toda su vida se desvanecían en la insignificancia, en la nada. Para la gran mayoría de la gente, este acontecimiento llegó de forma totalmente inesperada. Los medios de comunicación occidentales - que maravilla - estuvieron llenos de buenas y esperanzadoras noticias durante 10 meses, hasta el 2 de agosto de 1990 (hasta el 28 de febrero de 1991), inicio de la «2a Guerra del Golfo» contra Irak, a causa de la invasión y anexión de Kuwait por parte de Irak.

En 1989, había unos 15 ó 16 muros político-físicos erigidos en todo el mundo para asegurar las fronteras o controlar a los migrantes y los conflictos. Hoy en día, se calcula que hay más de 70 estructuras de este tipo. Y, por supuesto, hay mucho más muros invisibles que son casi más infranqueables que los muros y barreras físicas, como todos hemos podido comprobar en todo el mundo en los últimos cuatro años y medio y ahora mismo en las elecciones estadounidenses. Allí, el muro necesario o superfluo entre EEUU y México fue uno de los temas electorales clave. Después de estas elecciones, hay sin duda bastantes personas a las que les gustaría ver un muro físico para mantener alejadas a la gente con «ideas equivocadas». Se está desarrollando un lenguaje, la censura, que es una especie de muro.

Por regla general, los muros sirven para proteger contra el viento y la intemperie, así como contra los “no invitados” y las influencias no deseadas de carácter espiritual, religioso o cultural, pero también para privar a las personas de su libertad.

El Muro de Berlín era una necesidad para la supervivencia de la «República Democrática Alemana» (RDA) en 1961 (inicio de la construcción: 13 de agosto de 1961). Los ciudadanos amenazaban con huir completamente del régimen. Si el sistema social socialista quería sobrevivir, tenía que cerrar la frontera.

Walter Ulbricht, presidente del Consejo de Estado y presidente del Comité Central del SED (Partido Socialista Unificado de Alemania), es decir, el jefe del Estado, dijo: «Nadie tiene la intención a construir un muro....», cuatro semanas antes de que se construyera el Muro, y ni siquiera mentía. Porque El Muro fue impuesto al régimen por las circunstancias internas, es decir, la «hemorragia», la gente que se marchaba y huía del Estado. El régimen dio al muro el nombre de «muro de protección antiimperialista» para disfrazar su verdadero propósito, que era quitar a la gente la libertad de movimiento y la libertad de elección, por el bien de la comunidad y para la mejor prosperidad del Estado obrero y campesino. Pero básicamente se trataba de un muro ideológico. Al fin y al cabo, la RDA pudo desarrollarse más libremente como Estado y comunidad socialista.

De lo que poca gente se da cuenta es del hecho de que se construyeron cuatro (4) «muros» en el mismo lugar durante los 28 años con diferentes técnicas y materiales. El último fue prefabricado en secciones de hormigón con armadura de acero, de 3,6 metros de alto y 1,2 metros de ancho, pintadas de blanco por ambas caras.

Hay muchos buenos vídeos sobre el Muro de Berlín en Internet y ChatGPT también está dispuesto a facilitar información. Así que me ahorraré el trabajo de contar toda la historia.

Desde hace un año hay en Madrid una exposición muy recomendable titulada «El Muro de Berlín. Un Mundo dividido», que también podrá verse en otras ciudades en el futuro.

 

 

Madrid.- 11 de noviembre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 



 

Leer a un gran autor

Si bien la novela es relativamente breve (238 páginas), el autor logra un grado de perfección estilística tal, que la eleva a la categoría de obra maestra

Desde hace muchos años no me acerco al novelista español Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), que recuerde: desde los tiempos de Sefarad (2001), y el hallazgo hoy ha sido extraordinario a propósito de su libro No te veré morir (Seix Barral, 2023), que he terminado de leer con una mezcla de emociones, que van de la admiración a la envidia, por ser una novela que se mece en inusitados registros que nos llevan por los pedregosos caminos de la pasión amorosa y del desencuentro, lo que nos empuja a su vez a cerrar los ojos frente a la realidad y al más desolador adiós que podamos experimentar: el del inescrutable abismo del tiempo y el espacio.

Memoria y olvido se hacen en esta novela una dupla dolorosa, que lleva a Gabriel Aristu y Adriana Zuber, protagonistas de estas páginas, a vivir del recuerdo, a entregarse maquinalmente a sus chatas existencias con la certeza de haber perdido para siempre la posibilidad de entregarse al verdadero amor: el que nace de la piel y las emociones, el que nos trastoca la tranquilidad y la vigila, el que se camufla por las noches en nuestros sueños y nos convierte en los héroes de insospechadas aventuras e inenarrables placeres: el que nos llena de fuerzas para seguir adelante a pesar del inmenso vacío que nos habita y nos consume.

Adriana está dispuesta a todo por él: dejar su casa e irse a vivir lo que tenga qué vivir, pero Gabriel es presa de su destino: fuerzas ajenas a su débil voluntad y carácter lo empujan a marcharse de su país sin mirar atrás, pese a su sentimiento hacia a ella y a su abatimiento interior, y así transcurren los años, casi cinco décadas, y el recuerdo en ambos es imperecedero, pero, claro está: marcado por lo andado que como huella indeleble ha hecho de ellos seres irreconocibles, que saben descifrar en las marcas dejadas los signos de lo imposible.

Mientras avanzaba en estas páginas no podía evitar la remembranza de El último encuentro, obra cumbre del gran novelista húngaro Sándor Márai, que leí varias veces en Venezuela (y también reseñé), y la asociación me llegaba por la vía de la densa atmósfera creada por Muñoz Molina en el reencuentro de los personajes: una casa desvencijada por el paso del tiempo, aunque con recuerdos aún latentes de la consumación de la pasión dada pocas horas antes de la partida de Gabriel a los EEUU.

Lo ominoso que suele estar coligado muchas veces con la vejez, así como los duros reproches que Adriana le hace a Gabriel, convierten el ansiado encuentro en un “algo” indescifrable y complejo, así como el punto más elevado (y a la vez culminante) de la interesante trama.

Ambos lucen golpeados por el trajinar; pero más ella: quien está en una silla semiparalizada por la enfermedad, pero sin perder su femineidad ni los atisbos de su añejo encanto. Él, mira circunspecto, sabe que está ahí escapado de su vida (dijo a su mujer que se iba a Ginebra, pero le ocultó que pasaría por Madrid), porque una pulsión interior lo empujó a ello: quería verla, cerrar la vieja herida, saciar las ansias crecientes atizadas por el recuerdo, y poder expresarle que no la había olvidado. Pero ya es tarde, para ambos todo está consumado: la vida, la posibilidad de rehacer uno al lado del otro los jirones del pasado. Aquello, más que un reencuentro de dos seres que se han amado, es una dura y amarga despedida.

En un instante en el que él acerca su rostro al de Adriana con la intención de besarla en los labios, ella se aparta y le dice algo al oído, él no comprende, pero lo repite con un hilo de voz: “Ayúdame a morir. No puede ayudarme nadie más que tú”. Entonces, el lector recibe en este instante y como un fogonazo el impacto del drama interior, de la fuerza de las circunstancias, del dolor acumulado; del quiebre de la distancia y el tiempo. El lector siente el mismo nudo de Gabriel en la garganta, y es aquí en este punto preciso de la narración, cuando no podemos contener la tristeza y el sacar nuestras propias sumas y restas, que son las mismas de la humanidad entera.

Si bien la novela es relativamente breve (238 páginas), el autor logra un grado de perfección estilística tal, que la eleva a la categoría de obra maestra. Está ambientada en el Madrid de la década de finales de los 60 del siglo pasado y en el presente, aunque hay episodios desarrollados en algunas localidades de los EEUU. Me fascinó la permanente referencia a obras clásicas de la literatura y de la música (Gabriel toca el cello), así como la técnica narrativa, que no fue lineal ni uniforme, sino que echó mano de distintas voces y registros, lo que apareja una sólida estructura que se hace autárquica y perfecta. Muñoz Molina es un maestro de la lengua y la narrativa: se mueve como pez en el agua, ata sus hilos desde múltiples perspectivas sin que el lector pierda la noción de lo narrado.

Hay pocos personajes en el libro: los ya mencionados (que llamaría principales) y algunos secundarios como Fanny: la dama que cuida con esmero y denodado celo de Adriana, que, si bien no tiene un papel relevante, es al final de la historia la única espectadora de todo aquello que se observa en el encuentro, y por breves instantes se erige en narradora. También hallamos a la hija de Adriana, quien lleva su mismo nombre y apellido y vive en los EEUU: ella y Gabriel se conocen poco antes. Está Constance, esposa de Gabriel: no tiene figuración en la trama y es apenas un referente. Y, por último, Julio Máiquez, amigo de Gabriel, clave en la trama y es también voz narrativa: al que éste a veces desdeña por no haber tenido suerte en la vida.

Por supuesto, no cometeré la tontería ni la novatada (ya tengo 40 años de oficio en la escritura) de darles el final de la historia, con lo adelantado basta, y en realidad en lo que a mí respecta no me haría falta conocerlo, o no me sorprendería que el autor diera algún inesperado giro, porque en un libro no es sólo lo que se cuenta sino cómo se cuenta, y en el ínterin queda el gozo que nos ha sido dado.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 05 de noviembre de 2024 

Del 5 al 24 de noviembre, el festival internacional de terror, gótico, ciencia ficción, fantasía y romanticismo de Madrid presenta su programa estrella de otoño

XVI Sui Generis Madrid, sigue ampliando horizontes

Un encuentro intercontinental de ciencia ficción y experiencias escénicas con poesía y música en vivo marcan la edición 2024

Tras calentar motores con autores nacionales del género fantástico en bibliotecas de la Comunidad de Madrid (SGM Itinerante), el festival pionero del género en España regresa a sus sedes tradicionales en noviembre, Museo del Romanticismo y Casa del Lector de Matadero, para presentar, entre otras actividades, las obras completas en prosa por primera vez en español de Lord Byron, cuando se cumplen 200 años de su muerte, con el experto Lorenzo Luengo, y celebrar la II Feria del Libro Especulativo, un foro intercontinental de ciencia ficción y la entrega de los premios Sheridan Le Fanu.

Llega la programación estrella de la XVI edición de Sui Generis Madrid, festival dirigido por Marjorie Eljach, que se desarrollará del 5 al 24 de noviembre. 

El Museo del Romanticismo acogerá, el próximo 5 de noviembre, en una primera jornada de tarde a partir de las 18:30 h, la presentación del número en curso de la revista académica Herejía y Belleza con David Hidalgo, Marjorie Eljach y Pedro Ortega, y la mesa redonda La reformulación del dragón literario desde las novelas de caballería hasta nuestros días: del Amadís de Gaula a Juego de Tronos, a cargo de la doctora Almudena Izquierdo. Le seguirá una segunda jornada de tarde, el jueves 7 de noviembre, a partir de las 18:30 h, con la conmemoración del bicentenario de la muerte de Lord Byron en la presentación de sus obras completas en prosa por primera vez en español, en una edición y traducción a cargo de Lorenzo Luengo para la editorial Renacimiento. Será el propio Luengo quien imparta la conferencia Byron y la memoria quemada. Recuerdos, apuntes personales y rastros de las Memorias perdidas en sus obras en prosa, que incluirá la lectura de algunos pasajes byronianos. A continuación,  tendrá lugar la mesa redonda José Cadalso y sus Noches lúgubres a cargo de los doctores Álvaro López Fernández, Elios Mendieta, Raúl Molina Gil y Marta Olivas Fuentes.

Un festival internacional y multidisciplinar

En el fin de semana del 8 al 10 de noviembre, autores de China, Estados Unidos, Colombia, España, Cuba, Argentina y Reino Unido se darán cita en la II Feria del libro de géneros especulativos y el encuentro intercontinental de ciencia ficción que durante tres días se celebrará en Casa del Lector de Matadero, en cuyos pasillos estarán presentes 24 editoriales especializadas como: Apache Libros, Apple Head, Aurora Dorada, Bunker Books, Caja Negra, Demeter, Diábolo, Dimensiones ocultas, Edebé, Edelvives, Herejía y Belleza, Hermenaute, Graphiclassics, La Biblioteca de Carfax, La Biblioteca del Laberinto, La Boutique de Zothique, La Máquina que hace Ping!, Maidhisa, Maniac Ediciones, Orciny Press, Reediciones anómalas, Relic Collector Shop, SanSanAtelier, SM y Transbordador. Los stands podrán visitarse el viernes 8 de noviembre (de 17 a 21 h), el sábado 9 de noviembre (de 11:30 a 14 h y de 17 a 21 h) y el domingo 10 de noviembre (de 11:30 a 14 h). Habrá venta y firma de ejemplares, y ocasión de interlocución con los autores y las autoras participantes.

En paralelo y en el mismo marco, autoras y autores reconocidos, especialistas del género, como Lisa Tuttle, Robert Shearman, Xia Jia y Luis Carlos Barragán, entre otros participantes, aportarán su mirada y experiencia como creadores de ciencia ficción, proporcionando al público una perspectiva única sobre cómo se escribe a uno y otro lado del planeta. Entre los nombres nacionales, se encuentran convocados Elio Quiroga, Sofía Rhei, Rubén Sánchez Trigos y Covadonga González-Pola.

La ceremonia de entrega de los Premios Sheridan Le Fanu tendrá lugar a las 19:30 h el sábado 9 de noviembre. Contará con la presencia de los galardonados: Lisa Tuttle (Divulgación y Creación), Baoshu (Nuevos Talentos), Luis Carlos Barragán (Creación), Xia Jia (Divulgación y Creación), Robert Shearman (Creación) y Cristina Jurado (Divulgación y Creación).

Se completará el fin de semana con tres propuestas escénicas muy originales en el auditorio. Una experiencia de fantasmagorías, poemas y paisajes sonoros en vivo, y una ficción sonora en directo que recreará la broma radiofónica que dio origen a Godzilla, para conmemorar el 70 aniversario del monstruo, que también será el protagonista de SGM Ciencia. Además, se ofrecerán tres pases gratuitos de la performance de teatro físico Olvido, basados en la pieza teatral del mismo nombre inspirada en cuentos de Agatha Christie en la que el creador escénico colombiano Jimmy Rangel explora el suspense y el terror como género narrativo.

Toda la programación del festival, información sobre venta de entradas y eventos gratuitos en https://www.suigenerismadrid.com/


Madrid.- 04 de noviembre de 2024 

Exposición y conferencia: Lunes 04 de noviembre

LOUIS FEUILLÉE: A LA BÚSQUEDA DEL MERIDIANO 0

Redacción La Gatera Press

La Delegación del Gobierno de Canarias y La Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia (FUNDORO). Invitan a esta exposición conferencia, que estará a cargo del D.José M. Oliver Frade, miembro de la Cátedra Cultural Alexander Von Humbold y Sabin Berthelot, de la Universidad de La Laguna.

Louis Feuillée (1660-1732), fue un científico explorador geográfo,astrónomo, su conocimiento hacia las exploraciones de la flora y fauna, le han reconocido en ser uno de los científicos destacados.

Su misión era la medición y longitud del Teide, cuando viaja a Canarias. De este tema, nos hablará D.José M. Oliver Frade, el lunes 4 de noviembre en la Delegación del Gobierno de Canarias en Madrid, de la calle Fernanflor 8, bajo. Invitados quedan.


Tenerife.- 01 de noviembre de 2024

 

Francisco Morales, (Tenerife) poeta, guionista, co-productor, y también actor. Ha publicado colecciones de cuentos, de poemas e incluso novelas, El acantilado y Edad de rebeldía.

Nos envía esta poesía audiovideo: https://www.youtube.com/watch?v=0l0_xnSTN8M




Madrid.- 01 de noviembre de 2024

POESÍA CUBANA: LA ISLA ENTERA de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora

Es la 2º edición de la antología POESÍA CUBANA: LA ISLA ENTERA, publicada por la editorial Betania. Después de casi los 30 años, de la primera edición, se publica recientemente esta 2ª edición conmemorativa con el prólogo del poeta cubano León De La Hoz, donde analiza el contexto político-cultural de finales de los años 90 en Cuba.

Desde la primera edición (1994), los poetas seleccionados (residentes dentro y fuera de Cuba) son: Miguel Barnet, José Mario, José Kozer, Isel Rivero, Pío E. Serrano, Rafael Catalá, Belkis Cuza-Malé, Guillermo Rodríguez Rivera, Reinaldo García Ramos, Nancy Morejón, Magali Alabau, Lina de Feria, Julio E. Miranda, Delfín Prats, Raúl Rivero, Lilliam Moro, Maya Islas, Felipe Lázaro, Luis Lorente, Gustavo Pérez Firmat, Rolando Estévez Jordán, Alina Galliano, Lourdes Gil, David Lago González, Rafael Bordao, Orlando González Esteva, Mercedes Limón, Reina María Rodríguez, René Vázquez Díaz, Bladimir Zamora, Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield, Iraida Iturralde, Elías Miguel Muñoz, Víctor Rodríguez Núñez, Roberto Valero, Daína Chaviano, Ángel Escobar, León De La Hoz, Ramón Fernández Larrea, Alberto Lauro, Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Reinaldo García Blanco, Emilio García Montiel, Arístides Vega Chapú, Sonia Díaz Corrales, Omar Pérez López, Antonio José Ponte, Nelson Simón González, Laura Ruiz Montes, Damaris Calderón Pérez, Camilo Venegas Yero y Norge Espinosa Mendoza.

Van a cumplirse 30 años desde que la editorial Betania publicó en Madrid la antología Poesía Cubana: La isla entera, de los poetas Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, ambos separados por la maldita circunstancia de la isla, dividida y traumatizada por la política, en lo que eufemísticamente se ha dado en llamar “los de adentro y los de afuera”. Ese hecho aparentemente geográfico, que podría parecer sin importancia, fortuito y quizás caprichoso, fue el motivo que los condujo a juntarse con otros poetas, condenados a la dispersa geografía cubana como ellos y tantos cubanos más, con algunos que vivían temporalmente en otros países, nacidos todos entre 1940 y 1971. Así pudieron hacer una isla entera de poetas de “adentro” con poetas de “afuera”

Asi empieza el prólogo de León De La Hoz, poeta,escritor y periodista, quien también forma parte de los integrantes de esta antología: Poesía Cubana: La Isla entera.

En la portada se reproduce una obra de la pintora cubana Zaida del Río y dos dibujos interiores del también pintor cubano Andrés Lacau.

Aquellos lectores que deseen tener ejemplares impresos pueden adquirirlos en AMAZON en el siguiente enlace:

https://amzn.eu/d/huoT2se

 


Madrid.- 29 de octubre de 2024

 Por: Gastón Segura

  

Defensa de una novela

Escribía Cela en junio de 1963 para el prólogo a la quinta edición de La Colmena: «El escritor es bestia de aguantes insospechados, animal de resistencias sin fin, capaz de dejarse la vida —y la reputación, y los amigos, y la familia, y demás confortables zarandajas— a cambio de un fajo de cuartillas en el que pueda adivinarse su minúscula verdad». A esa inclemente ley he ajustado mi tarea de novelista desde que comenzase Las calicatas por la Santa Librada, allá por el verano de 1996; lo otro, lo he ido apañando cómo he podido, y haciendo un somero balance, sobran las torpezas, pero fulgen algunos aciertos, que no han sido, a fuer de aquilatar sucesos, sino los amigos; los leales y cumplidos amigos. Poco más puedo añadir de mi andadura de escritor, porque como estampó don Camilo en aquellas páginas siempre he sabido —casi palpado— que en el quehacer de relatar uno se basta con la procelosa y, en ocasiones, engañadora memoria; tal es así que hasta la verdad —la absoluta o su pretensión, no esa menuda y secreta mentada antes por Cela— está de más a la hora de narrar; pues cuanto vale, cuanto uno debe exigirse, es otra fidelidad, sobre todo, en una novela como esta que acabo de publicar hace una docena de días.

La verdad con mayúsculas es preceptiva de la ciencia, y al menos su intención, de los ensayos y de los artículos; las novelas, en cambio, deben aspirar a otra verosimilitud más escurridiza e incluso, contra la inmediatez y carnalidad que las caracteriza, misteriosa. Bien lo sabía Aristóteles cuando, aun antes de fundarse el género, emprendió la Estética (s. IV a.C.) para dilucidar las urdimbres del arte literario, que, vaya, en el caso de los relatos, permanecen tan inamovibles como transparentes en la gran matriarca del género: el Satiricón (mediados del s. I d.C.). Porque la novela es humanísima, pedestre y persuasiva, como una atracción de feria o la mirada de una desconocida en el metro. De ahí que la novela, contra la poesía y aun conteniéndolos, demora la idea y el sentimiento, porque tales inflamaciones del ánimo —si ha lugar— vendrán después, cuando doblemos la última página y serán su legado en nuestra mollera. Pero para llegar ahí, a la novela se le hace imprescindible el personaje; no importa su índole o su abolengo, lo sustancial es su encarnadura; por tanto, la primera tarea del novelista es concebirlo, sabedor que encierra, si está bien alumbrado —es decir; con todos sus gajes y sus habilidades—, la peripecia entera; y de seguido, escuchar atentamente a su criatura mientras se mueve a su antojo de la ceca a la Meca, para ponerlo en palabras con todo el acierto que se pueda. Como consecuencia, en el estilo —esto es: en el repertorio léxico y en los planos narrativos— también es capital el personaje, porque ese conjunto de artimañas de la escritura dependerá de su carácter, de sus hábitos y de su mundo cercano o remotísimo.

Cierto que también se pueden armar las novelas de otro modo; trazando puntillosamente la trama y acomodándole después los personajes; pero a esas narraciones —normalmente de intriga o de género— con el tiempo, como a los muertos, les asoma el esqueleto y se les desvanece el humano y, a menudo, sofocador aliento, que es, como nos enseña el Satiricón, el tejido palpitante de toda novela.

Bien los supe desde aquel verano de 1996 y luego, una y otra vez, me lo han corroborado mis maestros —Galdós, Cervantes, Faulkner, García Márquez…—, al punto que cada uno de mis relatos no han hecho sino recoger las trapisondas de sus protagonistas (del teniente Polo, de Julián Montsonís, de Ernesto Urrutia, del Segis o de Moisesín), sin torcerles nunca las voluntades, como ahora con Agustín Cañizares, a quien, desde hace un par de semanas, tienen ustedes a su disposición en las librerías. De sobra lo aprendí en la Primera parte del Quijote (1605), donde don Miguel, en cada línea, me susurraba: «ves, como dejando a su albedrío a esta pareja de botarates, discurre por dónde ni yo imaginaba».

Añadiré que cada una de mis novelas parte de un suceso real, bien se muestre como la desaparición de una locomotora o el asesinato de Martínez Nadal, o bien flote y hasta asfixie sus líneas, como la quiebra de las cajas de ahorros o el estallido del 15 M, asuntos motivadores de sus otras hermanas; por cuanto puedo decir que todas tienen un origen histórico, con su embarazosa carga política, y esta no iba a ser menos.

En efecto; fue el desdichado suceso de la niña de Canet de Mar quien me impulsó a escribirla, aunque ni se mencione; en cambio se recoge —o traté de recoger— el enrarecido y estragante ambiente que envolvía —y aún envuelve— aquella esquina de nuestro país; eso sí, evitando la adusta prédica, porque como he señalado arriba, una novela, por política que sea, no es un manifiesto y menos un catecismo; una novela es una porción de la vida de un hombre o de una mujer —en este caso, de Agustín Cañizares— tratando de alcanzar sus afanes en una circunstancia determinada; por cuanto el tropezar, más tarde o más temprano, con la política está servido. En fin; que desde hace unos días cuentan con ella en las librerías y se titula Saga nostra. Espero que les complazca.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 28 de octubre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     



Madrid.- 28 de octubre de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

 



 



Un ser escindido

Crear no es nada fácil, lo he dicho en esta misma columna, y para que ello ocurra deberán conjuntarse múltiples variables que no siempre están de nuestro lado

1. Una antología literaria busca seleccionar piezas en diversos géneros, y en este complejo ejercicio anidan las ansias de perpetuidad: de legar a la posteridad, de dejar registro de obras de diversos autores en uno o disímiles contextos (y en determinados periodos de tiempo), y que los lectores y autores del futuro den cuenta de ese esfuerzo y sepan que no parten de cero, que hubo quienes los antecedieron y que aquellas obras quedaron allí plasmadas como una huella que podría ser imperecedera: aunque esto nadie lo podría garantizar, porque el tiempo lo borra casi todo y hace de nosotros polvo y olvido. Y digo esto, porque el buen amigo Rodolfo Quintero Noguera (poeta, ensayista y escritor) me ha hecho llegar la obra Escritos en la niebla. Antología de poetas merideños (1920-2020), compilada por él y en hermosa edición digital y en papel de la Cámara Municipal del Municipio Libertador del Estado Bolivariano de Mérida, en la que recoge veintisiete autores de la abrupta geografía regional, que paso a nombrar: Carmen Delia Bencomo, Carlos Contramaestre, Esdras Parra, Héctor Vera, Bayardo Vera, Enrique Hernández D´Jesús, José Carrillo Fandiño, Sinecio Márquez Sosa, Roldán Montoya Deceda, Julio Valderrey, Arturo Mora Morales, Gonzalo Fragui, Ricardo Gil Otaiza, Flor Bazó, Carlos Rodríguez Ferrara, Gregory Zambrano, José G. González Márquez, Freddy Carrillo, Ever Delgado, Rodolfo Quintero Noguera, Jesús Rengifo Angarita, Karelyn Buenaño, Jairo Rojas Rojas, Vanesa Márquez Vargas, Ennio Tucci, José Manuel López D´Jesús y Jesús Montoya. En lo particular: eternamente agradecido con el colega escritor Quintero Noguera, que tuvo la gentileza de incluir mi nombre; pondré mi mayor esfuerzo en hacerme perdonar.

2. A propósito de las obras, siempre se asocia a ellas la noción del reconocimiento, que si a ver vamos: resulta muy humana y comprensible, porque quienes creamos una obra de arte en cualquier género, ponemos en ella todo nuestro empeño y dejamos mucha piel y emociones desperdigadas por doquier. Crear no es nada fácil, lo he dicho en esta misma columna, y para que ello ocurra deberán conjuntarse múltiples variables que no siempre están de nuestro lado y, aun alcanzándose la meta, es decir: de patentizarse la obra tal y como la habíamos concebido, nada podrá garantizarnos que esta recibirá la mirada alegre (incluso indulgente) de parte de la crítica y del público, y desde este punto específico del proceso creador, a la decepción y quiebre espiritual del artista, hay apenas un solo paso que no tardamos en dar. No siempre nuestro empeño y logro en materia artística reciben el aplauso (y ni se diga unánime): siempre habrá un claroscuro que nos lleve por duros caminos salpicados de frustración y amargura. Tanto es así, que muchos autores a lo largo de la historia han tirado la toalla para siempre, llevados por un oscuro sentimiento que es difícil de describir, porque conjunta tantas aristas que el solo hecho de intentarlo resulta ya una quimera. Otros, menos afortunados, e impelidos por la desesperación y el abatimiento total, han optado por el peor de los abismos: el suicidio. Obra y reconocimiento no siempre van de la mano, recordemos el tristemente célebre caso del pintor neerlandés Vincent Van Gogh, quien según la tradición rayana en la leyenda no vendió ni uno solo de sus cuadros (cuestión que al parecer no fue así y aún se debate al respecto; en lo que sí hay certeza es que Theo, su hermano y mecenas, le hacía creer que los vendía, pero era él quien los acumulaba en un trastero del sótano que a la muerte del artista se transformó en una auténtica y codiciada cantera), y su vida transcurrió de desengaño en desengaño para hacer de él un ser solitario e incomprendido en su tiempo.

3. Hay quienes viven anclados al pasado, cerrados a la dinámica del mundo, reticentes a los cambios epocales, con el pretexto de asirse a lo conocido y ya trajinado como tabla de salvación. Esa negación al estado de las cosas en un determinado momento (que solemos llamar con el latinismo statu quo) por temor a nadar en aguas desconocidas y turbulentas, así como de no asomarse al vacío por miedo al vértigo, nos paraliza en el ahora, nos lleva a estadios de bloqueo que podrían dar al traste con nuestros proyectos y con nuestras vidas. El “encerrarnos” en una burbuja de confort para hacernos refractarios a las amenazas y riesgos, sencillamente nos coarta en todas las dimensiones y hace de nosotros seres indefensos, débiles y manipulables. Si bien el presente se esfuma en el mismo instante y se transforma en pasado, es el único espacio en el que podemos vivir, no hay otra opción y es nuestra tragedia: no poder volver a lo ya vivido, así como tampoco instalarnos en la “nada” de un tiempo por venir.

4. En estos días recordé al poeta y ensayista (entre muchas otras cuestiones: teólogo, místico, filósofo y eremita) Armando Rojas Guardia (Caracas: 1949-2020), a quien conocí en su paso por Mérida. De él leí con asombro El Dios de la intemperie y con envidia El deseo y el infinito. Su pluma era honda y portentosa y su obra en diversos géneros se adentró en múltiples registros que tocó con maestría, densidad y belleza. De ambas obras (tal vez maestras) releídas harta el hartazgo, percibí muchas cuestiones que me conmovieron e impactaron: ingente y desaforada lectura, una inteligencia superior, un desvarío en grado superlativo y una lucha consigo mismo por vencer sus propios demonios, que he percibido en pocos autores y que me llevó a admirarlo sin pretextos ni preguntas. Fue Rojas Guardia un ser escindido, un incomprendido en su medio, un hombre que buscó con desesperación asirse de la mística para no perder definitivamente la cordura (estuvo interno varias veces en centros psiquiátricos), y así vivió a su manera: entregado al intelecto, al espíritu y a la carne, y en esta tríada logró un equilibro (¿falso?, a veces me interrogo) que le permitió sortear sus enormes abismos.

rigilo99@gmail.com



Canarias(La Gomera).- 28 de octubre de 2024

El Cabildo acoge el próximo martes la presentación del libro ‘Marionetas al borde del precipicio’ de Leoncio Bento

El Salón de Plenos de la Institución insular será escenario de este acto que tendrá lugar el martes 29 de octubre, a partir de las 19.00 horas, con entrada libre y gratuita hasta completar aforo

El autor, oriundo de Agulo, aborda en esta novela de ficción contemporánea una trama desarrollada en el contexto de la convulsa sociedad barcelonesa, en los años inmediatos a la Guerra Civil española

El Salón de Plenos del Cabildo insular acoge, el próximo martes 29 de octubre, a partir de las 19.00 horas, la presentación del libro ‘Marionetas al borde del precipicio’, del autor gomero Leoncio Bento.

Se trata de una novela de ficción contemporánea cuya trama se desarrolla en el contexto de la convulsa sociedad barcelonesa, en los años inmediatos a la contienda civil española. El protagonista, Julián Puig, es un joven republicano de espíritu aventurero y soñador procedente de un pequeño pueblo del Bajo Ampurdán, una comarca situada en la provincia de Gerona, Cataluña. Aconsejado por su padre, un partidario entusiasta de la causa republicana y de la independencia de Cataluña, se alistó voluntario en la Quinta del Biberón para acudir a la Batalla del Ebro.

Sobre el autor

Leoncio Bento Bravo nació en el municipio gomero de Agulo en 1944. Estudió Medicina en Barcelona, y se especializó en Cirugía Pediátrica durante un largo período de estancia formativa en Alemania. Casado y padre de dos hijas, ha ejercido profesionalmente en Navarra y está jubilado desde el año 2012. Es doctor en Medicina por la Universidad de Navarra, además de expresidente de la Sociedad Española de Cirugía Pediátrica, y miembro de honor de la Asociación Española de Pediatría. Fue nombrado Gomero Universal por la Universidad de Verano de La Gomera.



Madrid.- 22 de octubre de 2024

Sonia Muñoz Guevara

OVACIÓN EN EL HOMENAJE A PAUL AUSTER

Foto cedida Circulo de Bellas Artes
La familia de Paul Auster(1947 Nueva Jersey- 2024 Nueva York), estuvieron presentes, anoche, en la Sala de Columnas, del Circulo de Bellas Artes, lugar que se vío completamente lleno, y parte del público, estuvieron de pie, en los laterales del pasillo de la sala.
Después de las palabras del director del Circulo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández León, y de Elena Ramirez, directora de la editorial Seix Barral, quienes organizaron este homenaje, se prosiguió con las palabras de la  rectora de la Universad Autónoma de Madrid, Amaya Mendikoetxea Pelayo. 

La intervención de Siri Hustvedt, viuda del escritor, nos cuenta la trayectoria de Paul Auster, hasta su último día.Una de sus palabras nos dice, Él no podía hablar, pero me escuchaba y yo le dije ‘Oh, Dios, cómo nos divertimos, ¿no?’, ¿Que cómo fue ser la esposa de Paul Auster? Fue muy divertido”. Así nos impresionó Siri, serena y tranquila, en su presentación, ante la ovación de los aplausos.

Luego la participación de los invitados-escritores, en la mesa redonda, quienes estuvieron contando anécdotas y lecturas del escritor homenajeado, entre ellos estaban: la periodista y escritora, Inés Martín Rodrigo, el escritor Enrique Vila- Matas, el cineasta y escritor David Trueba, Elena Ramirez, de la editorial Seix Barral, moderados por la periodista y escritora Marta Fernández. 

Foto cedida Circulo de Bellas Artes

Por último Sophie Auster, (hija) cantante, nos interpretó la canción “Blue Team”, dedicada a su padre,  acompañada de su pequeño hijo, y de su marido el fotógrafo Spencer Ostrander.

Luego nuevamente hacer la fila, para adquirir los libros de Paul Auster, para ser firmados por Siri Hustvedt. Libros como La trilogía de Nueva York, Un país bañado en sangre, La invención de la soledad, son unos de los títulos de Paul Auster.

Ha sido una velada bastante gratificante, y conocer aún mas la vida y trayectoria de este escritor, tan querido, por sus lectores.



Madrid.- 21 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 



 



Mirando al horizonte

Al leer nos sumergimos en mundos desconocidos: sabemos de otros seres (reales o irreales; no importa), pero que son como nosotros, y en ese encuentro con lo desconocido nos reconocemos como quien se mira en un espejo

1) Termino de leer la última novela del escritor estadounidense Paul Auster (1947-2024), titulada Baumgartner (Seix Barral, 2024), y la he disfrutado enormemente, aunque debo decirlo con honestidad: no es la mejor de su extensa obra, ni es una novela de “gran solidez” como se recoge en la cita de Los Ángeles Times que aparece en la solapa posterior, y lo digo con la autoridad que me confiere haber leído y reseñado buena parte de sus libros. Obviamente, esto que acabo de expresar no minimiza la opinión que siempre he tenido del autor, a quien consideré uno de los grandes maestros de la literatura contemporánea en lengua inglesa, y quien debió de recibir el Premio Nobel de Literatura al que estuvo nominado por varios años. Baumgartner, personaje central del libro, es un profesor universitario de Filosofía próximo a jubilarse, quien años atrás pierde a Anna, su amor de juventud, y queda hundido en una profunda tristeza (cuyas reflexiones enriquecen la trama desde lo existencial). A partir de un sueño revelador busca rehacer los jirones de su existencia, y es entonces cuando se da a la tarea de contarnos fragmentos de su pasado y del de su esposa (y así nos enteramos que se trata de una historia autorreferencial de la rama de los Auster: que es la de la madre del autor), así como de un presente signado por muchos temores y algunos desengaños. Cuando el lector más espera de este personaje y de todo aquello que al parecer se abre frente a él y sus circunstancias: el novelista decide truncar abruptamente el texto, y nos deja con la extraña e ingrata sensación de inacabamiento. Nos corresponde entonces a nosotros conjeturar posibles cierres, en un ejercicio literario de extrapolación y también de fábula.

2) A menudo me asalta una interrogante: ¿Qué buscamos al leer literatura? Y se abre ante mí todo un espectro de respuestas, cuyo conjunto se hace ontológico y denso, porque la literatura complementa, amalgama y conjunta, y gracias a este artilugio, del que no escapa lo ilusorio y la mentira, nos convertimos en otras personas y nos lanzamos a la corriente de la vida con una visión más honda y diversa; salvífica y a la vez sanadora. Al leer nos sumergimos en mundos desconocidos: sabemos de otros seres (reales o irreales; no importa), pero que son como nosotros, y en ese encuentro con lo desconocido nos reconocemos como quien se mira en un espejo, y si bien a veces todo esto resulta doloroso porque nos enfrenta con nuestro Ser, es al mismo tiempo extraordinario y enriquecedor. Obviamente, para que todo esto acontezca tendrá que darse la necesaria consustanciación obra-lector: que no es otra cosa que el quedar atrapados en la corriente de unas páginas en las que personajes e historias, contextos y digresiones, confabulen en múltiples direcciones para que seamos “esencia y sustancia” de lo contado, para que vibremos en los mismos (o similares) registros, y que al llegar al final del libro podamos exclamar sin ninguna duda y desde el fondo de nuestra alma: ¡guao, qué maravilla!

3) La noción de eternidad es platónica; es decir: desde antiguo nos mecemos entre el escepticismo más profundo y la esperanza más desgarradora frente a la realidad y sus circunstancias. Creer o no en una eternidad no es para nosotros una opción, ni siquiera un mecanismo del intelecto ante el vacío existencial, sino una asunción que impregna nuestra mirada de sentido y le otorga un hálito de divinidad, que se erige luego en ruta y en certeza de nuestro transitar en el “ahora”. La noción de eternidad nos realimenta de manera constante; hace de nosotros piezas de un enorme rompecabezas. Si somos parte y todo de un “algo” que no podemos explicar porque nuestros sentidos y nuestra capacidad escapan a ello, pues qué más da refutarlo o no: nos dejamos llevar como hojas en un infinito río y, en esa suerte de “entrega” a lo desconocido, recorremos la vida sujetos a lo fáctico y sus eventualidades. ¡Menuda empresa la humana…!

4) Nuestro afán de perfección es distintivo de la propia naturaleza que nos gobierna a su antojo, que nos batuquea sin que opongamos resistencia y nos lleva por inciertas veredas: muchas de ellas de enorme asombro frente a lo que somos capaces de alcanzar: la obra humana. Ella nos otorga un estatus significativo, hace de nosotros seres ganados a un desconocido infinito de grandeza y belleza; es principio y fin de un “algo” que nos identifica como especie y hace de nosotros presas de una obra siempre inacabada por imposible de alcanzar. Esas ansias del detalle, de mejorar lo ya alcanzado, de elevar el nivel de una obra es tan maravilloso, que no podemos explicarlo desde nuestra propia finitud, porque es en sí contradictorio y al mismo tiempo de carácter divino.

5) Siempre queremos ir más allá: innovar en todo lo que emprendemos, elevar los estándares del quehacer, y ello responde a la superación propia de nuestra esencia, que nos complejiza hasta el extremo de lo inaudito, que hace de nosotros posesos inconformes con lo que tenemos o alcanzamos y estamos como la liebre tras la zanahoria. Innovar es un sello que nos ha traído hasta la era tecnológica y de la inteligencia artificial: en la que nos enfrentamos y (de paso) retamos a nuestra finitud, y extendemos los límites de lo humanamente posible para reinventarnos y replicarnos; para derrumbar los linderos de los sueños y llevarlos a los niveles de la fábula. Somos, qué más da, perennes insatisfechos que jamás damos nada por sentado y establecido, cuyos límites caen a menudo en sutiles territorios en los que todo es posible, incluso lo inimaginable por absurdo y disparatado. Pero aquí estamos: plantados frente a nuestras propias circunstancias epocales, mirando siempre al horizonte sin importarnos los enormes desafíos que tenemos por delante, porque eso somos: imperfectos y hambrientos de innovación y de cambio, y nada importa más que lograr nuevas metas y así descubrir lo que yace más allá de nuestra comprensión.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 16 de octubre de 2024

Por: Gastón Segura

  


HACIENDO EL INDIO

Comenzaré pidiéndoles disculpas por un gravísimo error, que me señaló mi querido Diego Hidalgo, cuando anoté en mi anterior artículo: «en febrero de 1956, tras el enfrentamiento entre una manifestación universitaria y grupos de jóvenes falangistas, que costó la vida por un disparo a uno de estos últimos…» Y en absoluto; el joven camisazul, Miguel Álvarez Pérez, libró de aquel balazo en la cabeza, tras algunas inciertas semanas de hospital. Y abundando sobre aquel siniestro pistoletazo, precisaré que la bala partió de sus camaradas y, visto el percance, con escaso tino. Como tampoco lo ha tenido —o, al menos, diplomático— el desprecio del gobierno mejicano a nuestro rey durante los actos de toma de posesión de su nueva presidenta, doña Claudia Sheinbaum Pardo, quien remató esta ceremonia —se supone que solemne— con una de esas fantochadas de juramento al Sol, que hace años pusiera en funcionamiento el peruano don Alejandro Toledo Manrique y continuara al menos uno de sus sucesores, el breve don Pedro Castillo Terrones; quien no es que se mostrara, durante su investidura, demasiado cortés con don Felipe vi; en definitiva, con España.

Esta afición americana de echarle las culpas a España equivale a lo de echárselas «al maestro armero», pero con malsana inquina. Y respecto a este último desaire mejicano, durante las pasadas semanas, se han impreso en los periódicos nacionales artículos suficientes, algunos recogiendo las certeras palabras que Octavio Paz y Carlos Fuentes pronunciasen hace años sobre el asunto, por cuanto, adivinándolos informados de sobra, me evito repetirlas e incluso remontarme a las ejemplares —son todo un certero tratado de política— Cartas de relación (1519-26), del gran Hernán Cortés, o a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1568), de Bernal Díaz del Castillo. Sin embargo; en cuantas opiniones he podido leer, ninguna mencionaba el singular y casi anticipador revés recibido por Alfonso Reyes.

 Alfonso Reyes,escritor
Según Borges, Alfonso Reyes era «el mejor prosista de la lengua española», y sobre este elogio y más palpable, Reyes fue —si es que no lo sigue siendo— el gran patriarca de las letras mejicanas durante el s. xx; como prueba, disponemos de su copiosa —más de doce mil páginas— y variada obra, rebosante de agudezas y de inteligentísima ironía en cada uno de sus párrafos, y de los recuerdos de su Capilla Alfonsina que nos legaron tantos grandes autores de allá, y de su decisiva huella editorial en España y en Argentina, donde fuera embajador durante dos periodos.

Verán, Alfonso Reyes se instaló destartaladamente en Madrid el 2 de octubre de 1914, tras un año de desasosiego y viviendo en París con los escasos ingresos procurados por sus artículos para la Revue Hispanique, a consecuencia de su expulsión como tercer secretario de la embajada de su país, tras la llegada al poder de Venustiano Carranza, enemigo cerril de la facción política de su familia.

De inmediato encontró aquí una fraterna acogida, como constatan los dos artículos en el semanario España —del 19 de febrero y del 2 de diciembre de 1915— de Ortega y Gasset, más la intervención parlamentaria de Antón del Olmet, ratificada por un artículo para El Imparcial, del 4 de diciembre de ese año, donde pedía un estipendio para los exiliados mejicanos, entre los que sobresalían él y Amado Nervo. A la par de estos encomiables gestos y mucho más importante es su rápida integración en el Centro de Estudios Históricos, de Menéndez Pidal, donde alumbrará sus ensayos sobre el Arcipreste de Hita, Quevedo, Gracián y Ruiz de Alarcón o aquella Lope de Vega y El peregrino en su patria de 1919, que con sus participaciones en la prensa más relevante (España, Revista de Occidente y El Sol), nos lo muestran como un activísimo miembro de la intelectualidad del momento, cuyo jalón más célebre es el homenaje que organizó a Mallarmé, el 14 de octubre de 1923, en el Jardín Botánico, adónde acudieron Ortega, Marichalar, Díez-Canedo, D’Ors…

Y si Alfonso Reyes fue uno más entre los hombres del Noventaiocho y del Novecentismo, se anticipó a los del Veintisiete con su Góngora y La gloria de Niquea (1915) o su prólogo a la primera edición de las obras del cordobés por el hispanista Foulché-Delbosc, en 1921, y no digamos con sus obras de pura invención de aquellos días, como El suicida o Visión de Anáhuac (ambas de 1917), o esa gavilla de insólitos cuentos, El plano oblicuo (1914), que edité para Drácena hace unos siete años; cuanto nos lo perfila, además, como un señero vanguardista, acogido como tal y rápidamente a su llegada a Buenos Aires, en julio de 1927, por las Ocampo y Borges, donde publicará los Papeles de Recienvenido (1928), del estrafalario Macedonio Fernández.

Pues bien; todo este espíritu cosmopolita y poliédrico, acentuado por su devoción hacia Grecia y Roma, le ocasionó un monumental chasco cuando Gabriela Mistral, ya premiada, lo propuso a la academia sueca, en 1949, para el Nobel; los «nacionalistas» mejicanos —predecesores exactos de los sublimadores del precolombinismo de ahora— reaccionaron, so pretexto de su escasa mejicanidad, de forma tan arisca que ni Reyes resultó galardonado entonces ni en las sucesivas veces en que fuera candidato; conclusión, México y no solo Reyes, se quedó sin el premio. Y en este instante, cuando ese inmenso país podría encabezar la Hispanidad por su número de habitantes y por su potencia económica y creativa, vuelve a las andadas con una presidenta, como decimos acá, «haciendo el indio».

Artículo publicado por el "Imparcial", el 15 de octubre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 


Madrid.- 16 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 



MINIATURAS

La letra impresa está muerta si no halla lectores que le insuflen vitalidad, de allí nuestro poder como lectores, que hacemos de unos caracteres asentados en una página o una pantalla todo un universo que se conjunta en nuestro ser como huella indeleble

1) Tengo en mi haber tres Obras Completas de Jorge Luis Borges (leídas a más no poder) y acabo de adquirir Borges Esencial (2023), editado por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (del que hablaré luego). Siempre Borges, dirán ustedes, y es cierto. Hallo en su obra posibilidades estéticas, literarias, lingüísticas, filosóficas y metafísicas que no encuentro en otros clásicos. Entre más leo y profundizo en sus textos, más razones tengo para autodefinirme como borgeano, borgiano o borgesiano: el adjetivo en realidad no importa tanto, pero sí todo lo que recibo de su impronta y su inmenso legado.

2) Nadie escapa al ego, es intrínseco de lo humano. Acabo de leer acerca de los estragos de este pequeño monstruo que llevamos dentro, y en realidad me atormenta, porque entre más cosas haces y emprendes, más razones hallas para alimentarlo, pero crece tanto que termina convirtiéndose en un alud que pugna por enterrarte. Alguna vez leí (siempre la lectura) que cuando sintamos el ego muy elevado le opongamos la frase “soy mortal”, y de veras resulta, pero lo cumbre de todo esto es que casi nunca aceptamos tenerlo elevado; es más, lo confundimos con cuestiones emparentadas: dignidad, autoestima, logros, empoderamiento…

3) Fui testigo de la llegada del hombre a la Luna: hecho del que se cumplieron este 20 de julio 55 años. Y digo que fui testigo, porque mis ojos de niño vieron por televisión el portento tecnológico del que nunca he dudado, como sí lo hacen millones de personas en todo el planeta, que juran y rejuran que todo fue un engaño: una bien montada patraña de parte de los gringos. Mi tío Óscar, que para entonces esperaba ser operado, en su lecho de enfermo expresó con alegría: “Si me muero habré visto la llegada del hombre a la Luna”. Y se murió en la operación, y nada ni nadie podrá quitarle ya esa certeza, que es un hecho histórico asentado para siempre.

4) La letra impresa está muerta si no halla lectores que le insuflen vitalidad, de allí nuestro poder como lectores, que hacemos de unos caracteres asentados en una página o en una pantalla todo un universo que se conjunta en nuestro ser como huella indeleble, y nos cambia la vida para siempre. Visto así, somos cocreadores de cada página leída, porque sin nosotros carecería de valor y significado: somos los lectores quienes justificamos la existencia de una obra, quienes hacemos (o no) de un autor un clásico, quienes trascendemos lo escrito en un libro y lo llevamos más allá de su tiempo y de su espacio para que sea perdurable e infinito.

5) Al verso solemos oponerle la prosa, pero fuera de esta verdad técnica (perfectamente verificable desde los antiguos), la prosa cuenta la vida y sus avatares, lo vulgar y prosaico: plasma desde cada lengua la concatenación de hechos y circunstancias que nos cuentan la existencia en toda su magnitud y esplendor, de allí su fuerza entre nosotros. Esto no quiere decir en modo alguno que la poesía esté en retirada, pero sí habla del enorme prestigio de la prosa desde la narrativa, la ensayística y otros géneros, cuyo mercado crece a pasos vertiginosos en nuestros días y le auguran un futuro prometedor (aunque no exento de riesgos).

6) Si lo analizamos con cabeza fría, somos un sustantivo: nos identificamos con un nombre y hacemos de él (y el de los otros) el centro de nuestras vidas. La sustantivación de la existencia se ve afectada, hay que admitirlo, por la adjetivación, que busca etiquetar, signar, marcar y horadar. Lamentablemente, el sustantivo se afecta con el adjetivo: lo cambia, lo transmuta, lo transforma; lo pone entre paréntesis, lo lleva a tribunales y hasta lo encarcela para su exterminio. En el libre juego entre sustantivos y adjetivos se mece el día a día y el mundo: dependerá de nosotros que entre ambas nociones lingüísticas y existenciales haya paz y equilibrio: de ellos derivan el ansiado e inescrutable paraíso.

7) Nos dice la poeta española María Pilar Cavero en su poema Cinco (Se nos fue con sus rosas, 2016) que cinco letras conforman “poema”, “poeta”, “verso”, “verbo” y “magia”. Yo agregaría a esta bella lista literaria: “prosa”, “libro”, “frase”, “punto”, “línea”, “papel”, “canto”, “lápiz”, “pluma”, “tinta”, “texto”, “obras”, y podría continuar con las pentasílabas. La escritura es en esencia un río que fluye y nos hace sus posesos: nos arrebata el tiempo de ocio y lo transforma en obra. ¿Qué fuese de la vida sin las letras y sin el arte en general? Sin duda: triste y árida, sin la esperanza de un hipotético cielo que se nos regala con cada página.

8) La felicidad es impúdica, nos muestra su esplendor sin el agravante de caer en terrenos indiscretos o vergonzosos frente al qué dirán. Cuando nos enamoramos nada importa más que el encuentro con la mirada y el abrazo de la persona amada, y en ambos nos perdemos para hallar el infinito que nos constituye. Si obtenemos algo anhelado durante mucho tiempo, lloramos de felicidad, y poco nos interesan las miradas de quienes a lo mejor nos critican muy a la callada, porque el sentimiento hay que celebrarlo, saborearlo, llevarlo al extremo de lo orgiástico: captarlo con todo nuestro ser, cincelarlo en las retinas y en la piel, y allí se quedarán como huellas perennes de un gozo que quizás no se repita como nueva experiencia, sino como recuerdo de aquellos inolvidables días.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 14 de octubre de 2024

Sonia Muñoz Guevara

Realizado el acto cultural:

CREACIÓN LITERARIA IBEROAMERICANA

Foto:cortesia Ateneo Madrid

El pasado 10 de octubre, el Ateneo de Madrid, Sección Literatura Agrupación Agustín Argüelles, acogió la actividad: Creación literaria iberoamericana, es la primera vez, que se realiza este Encuentro, siendo el motivo por el Día de la Hispanidad, en la que han participado seis invitados, entre escritores, poetas y del arte dramático. 

Contando con la participación de Mariano Jabonero, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI),  se encontraban también el escritor mexicano Jorge Volpi, Marifé Santiago Bolaños, escritora española, Vanessa Espin, dramaturga y actriz española, el novelista Juan Gabriel Vásquez, (Colombia), Julieta Deossa, (Colombia) pintora, novelista y poeta.

Abrió el acto el Presidente del Ateneo, Luis Arroyo Martínez, y prosiguió el presentador, José Antonio García Regueiro, con el programa.

Los participantes nos presentaron sus ponencias, basados en temas de actualidad, anécdotas, y así mismo la problemática de la educiónen en la lectura, como es el caso de la conferencista Julieta Deossa. 

Concluye el acto Juan López, inspector de educación y coordinador del  progama, felicitó a su vez a la periodista María Consolación Galera,  por su colaboración en el diseño y elaboración, de esta actividad.

Una velada literaria grata y de buen ambiente, quedando satisfecho, el numeroso público, que acudió a esta cita. Será hasta pronto y esperamos la segunda edición. 


Madrid.- 14 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 



La última novela del Gabo

Me llamó poderosamente la atención el Prólogo, escrito a dos manos por Rodrigo y Gonzalo García Barcha, hijos del fallecido autor, porque he hallado en él una honestidad mayúscula

Termino de leer En agosto nos vemos, del fallecido Nobel colombiano Gabriel García Márquez (Random House, 2024), en hermosa edición al cuidado de Cristóbal Pera. Celebro la salida de este libro, porque hallo en él la esencia de aquello que nos conquistó del gran autor: el manejo poético de la prosa, la adjetivación que le era propia, el mundo del caribe implantado como un profundo tatuaje en nuestra mente y en el sentir latinoamericano, la magia de una historia que nos atrapa desde la primera línea, la elegancia de sus figuras literarias, la riqueza sensorial que logra transmitir con cada página, los atavismos de una cultura que el Gabo alcanzó a universalizar con enorme acierto, y la diafanidad de una historia que solo con sus imágenes logra llegar a lo más profundo del ser y dejarnos huella.

Me llamó poderosamente la atención el Prólogo, escrito a dos manos por Rodrigo y Gonzalo García Barcha, hijos del fallecido autor, porque he hallado en él una honestidad mayúscula. Siento estas breves páginas como una excusa frente a una obra de la que su padre en cierta forma abominó: “Este libro no sirve. Hay que destruirlo”, y ellos la preservaron para que el tiempo la decantara y fuese el árbitro definitivo junto con los lectores (ya que somos los que les damos vida a un texto). Por supuesto, el argumento de ellos es completamente válido: “la falta de facultades que no le permitieron al Gabo terminar el libro también le impidieron darse cuenta de lo bien que estaba, a pesar de sus imperfecciones”. Yo agregaría con la cabeza fría de un avezado lector: el Gabo pudo deshacerse de la novela y no lo hizo, lo que permite inferir que sus palabras fueron tan solo un guiño a la posteridad.

Me gustó además la Nota del editor, que bien pudo ponerse al comienzo y no al final de la obra, porque es esclarecedora y nos da luces para el abordaje del texto. Llama la atención la declarada “humildad” de Pera (ya que los editores no se caracterizan precisamente por serlo, ni por asumir sin más las posibles falencias del libro en el que trabajan, porque esto sencillamente va contra su razón de ser. Me atrevería a añadir que los editores suelen ser arrogantes y displicentes: o por lo menos este es el común de la experiencia autoral, con algunas excepciones). La sola historia del nacimiento de este libro y su largo devenir son materias para un análisis metaliterario de la obra, que deberá ir más allá de las circunstancias puntuales, para adentrase en los territorios del Real-Ser literario.

Nos cuenta el editor, que el 18 de marzo de 1999 fue anunciado con regocijo que García Márquez preparaba un nuevo libro constituido por cinco relatos autónomos. Desde aquel anuncio hasta marzo de este año (que es cuando sale En agosto nos vemos), suceden varias cuestiones no menores, entre ellas la pérdida paulatina de la memoria del autor y su posterior fallecimiento, del que ya se cumplieron diez años el pasado 17 de abril. En aquel entonces, el Gabo trabajaba con dos manuscritos (Ella, que luego se publicaría en el 2004 como Memoria de mis putas tristes y En agosto nos vemos). Según Mónica Alonso, su secretaria, entre julio de 2003 y finales de 2004 el autor trabajó intensamente en esta novela de la que se acumularon cinco versiones. Si mal no entiendo de todo este complejo proceso: el libro que hoy tenemos es la concreción de la quinta versión (del 5 de julio de 2004, a la que el autor le hizo cambios directamente o se los dictó a Alonso) y el documento digital guardado por ella.

Por supuesto, como ya lo expresé en el primer párrafo, disfruté de la novela, pero estoy consciente de que se trata de una obra menor del autor (aunque el tema sea osado al tratar acerca de la infidelidad femenina, y no el que con cierta cautela declaran sus hijos en el Prólogo: la continuidad del amor como leitmotiv de toda su obra). La novela comienza con mucha fuerza, pero va decayendo hacia un final un tanto precipitado: se nota a las claras que al autor le costó mucho concretar un cierre. Obviamente, al tratarse de una obra de larga data en su escritura (y con el agravante del problema de la pérdida de la memoria del autor), el paso del tiempo trajo consigo ciertas lagunas, vacíos, hiatos e inconsistencias argumentales, lo que se tradujo en una merma del poderío narrativo de la obra, que finaliza con un hecho truculento (por supuesto, no haré spóiler a los potenciales lectores del libro).

Como es bien sabido, lo que más disfrutaba Gabriel García Márquez del proceso de creación literaria, era de la corrección, y al no hacerlo con la metódica de todas sus obras (al no hallarse en condiciones mentales para ello), dejó pasar importantes detalles de estilo que resultan desagradables en la lectura, y uno de ellos es la repetición del adjetivo “ardiente” (que tanto le gustaba al autor, y del que echó mano a dosis adecuadas en sus más importantes novelas) al punto de convertirse en esta obra en una muletilla. Igual sucede con el vocablo “cuando”, que aparece encabezando un sinfín de párrafos, y que pudo ser sustituido para evitar el ruido que se percibe en el texto.

No obstante, repito, disfruté de la novela, no la leí con intenciones críticas, sino de placer estético y literario. Me hubiera gustado un mayor acabado, pero con todo y eso la celebro y agradezco a la familia y al editor por este regalo imprevisto.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 12 de octubre de 2024


Del 13 al 16 de octubre, hora: 19:00,  en el Teatro Liceo. Salamanca

El XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos

Seran homenajeados el poeta cubano PÍO E. SERRANO y al español JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS

Participaran cincuenta y cinco poetas de diecisiete países

También habrá un reconocimiento de Huéspedes Distinguidos de Salamanca a los poetas Omar Ortiz Forero (Colombia) y Giovanna Benedetti (Panamá). Finalmente, el poeta argentino Hugo Francisco Rivella recibirá la Medalla Fray Luis de Poesía Iberoamericana. Se han previsto intermedios musicales a cargo de Concierto 3 y de la cantante colombiana Martha Elena Hoyos, así como numerosos actos en diferentes espacios de la ciudad.

Se presentará la antología ‘Para sitiar el asombro’, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca. Esta obra incluye una selección de la obra de los dos poetas homenajeados y poemas de los autores invitados. La pintura de portada y las portadillas interiores son obra del pintor Miguel Elías

 Pio E. SerranoFoto LaGateraPress

 José María Muñoz Quirós- Foto de Tiberíades

La participación de algunos poetas serán, entre otros:

Miguel Iriarte, Luz Mary Giraldo y Carmen Alicia Pérez (Colombia); Lizette Espinosa y Moisés Mayán (Cuba); Harold Alva, Patricia Denegri, Omar Aramayo, Karín Chirinos Bravo e Iván Adrianzén (Perú); Carlos Nuno Granja y Luis Aguiar (Portugal); Patricia Gutiérrez Paz, Valeria Sandi, Homero Carvalho, Claudia Vaca y Benjamín Chávez (Bolivia); Leonardo Nin y Willy F. Ramírez (República Dominicana); Otoniel Guevara (El Salvador); Marco Antonio Madrid,  Karen Ayala y Elena Banegas (Honduras); Yordan Arroyo (Costa Rica); Pedro Steve (México) y Leonam Cunha (Brasil). Poetas-traductores procedentes de otros países, Marta Eloy Cichocka (Polonia) y Vito Davoli (Italia).

Entre los poetas españoles de diferentes regiones que están presentes en la antología, figuran Antonio Colinas (León), Maru Bernal (Cataluña), Gloria Díez (Asturias), Carlos Aganzo (Madrid); Juan Carlos Martín Cobano (Sevilla), Jesús Fonseca (Aragón), José Antonio Santano (Córdoba), María Ángeles Pérez López (Valladolid) y María Calle Bajo (Badajoz).

Y por Salamanca estarán Aída Acosta, José Amador Martín, Carmen Prada Alonso,  José Alfredo Pérez, Aída Acosta, Elena Díaz Santana, Mónica Velasco, Juan Carlos López Pinto, Celia Camarero y Esmeralda Sánchez.

La entrada será libre, hasta completar el aforo

https://www.ciudaddecultura.org/es/programacion/xxvii_poetas_iberoamericano_14-10-2024

 



Madrid.- 11 de octubre de 2024

 

PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2024, obtiene la surcoreana HAN KANG

Ilustration: Niklas Elmehed
Ayer jueves 10 de octubre, la Academia Sueca, dio el fallo del Nobel de Literatura de 2024. La premiada surcoreana Han Kang de la ciudad Gwangju. Se ha llevado este año, el premio Nobel de Literatura, “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según la academia sueca.

Ha escrito varios libros y unos de ellos es La vegetariana, del año 2015, obteniendo el premio Man Booker Internacional, también ha escrito Blanco y Actos humanos

El 10 de diciembre, aniversario de la muerte del fundador de estas distinciones, Alfred Nobel, se hará entrega de este premio, con la atractiva suma de 960,000 euros.

Son 18 mujeres que han sido galardonadas con este premio: Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf (1909),Grazia Deledda (1926),Sigrid Undset (1928),Pearl Buck (1938),Gabriela Mistral (1945),Nelly Sachs (1966),Nadine Gordimer (1991),Toni Morrison (1993),Wislawa Szymborska (1996),Elfriede Jelinek (2004),Doris Lessing (2007),Herta Müller (2009),Alice Munro (2013),Svetlana Alexievich (2015),Olga Tokarczuk (2018),Louise Glück (2020),Annie Ernaux (2022), y Han Kang (2024)



Madrid.- 11 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 



La poética de María Pilar Cavero

Como buena poeta (que no “poetisa”: a ambos no nos gusta el vocablo), Cavero sabe de silencios, porque cada verso y frase no son mero continuum, sino pequeños hiatos que hacen de cada palabra esencia y hondura

El 27 de agosto de 2023 publiqué en El Universal el ensayo titulado Poemas de la esencialidad, en el que me referí al poemario Caricias y cantares de María Pilar Cavero (Huesca, 1941). Hoy regreso con esta extraordinaria poeta, con esta magnífica poeta y lo hago con un hermoso libro titulado Policromía (Sial / Fugger Poesía, 2014) con Prólogo de Luis Farnox, que mi buena amiga tuvo la gentileza de remitirme (esta vez en físico) a mi casillero, junto con otros de sus libros: Brisas y briznas (Sial / Fugger Poesía, 2011), Pétalos de plata (Sial / Fugger Poesía, 2013), Orosia (Sial / Narrativa, 2015) y Se nos fue con sus rosas (Sial / Fugger Poesía, 2016).

Es Cavero poeta de lo vital; nada escapa a su tarea forjadora de belleza con la palabra: todo es válido cuando la existencia se cuela con cada rendija y nos presenta un mundo diverso, que fluye y palpita, que se abre paso y nos cuenta mil cosas que, conocemos e intuimos, pero que se desvanecen con el ir y venir de la cotidianidad hasta hacerse parte y todo del paisaje, y ella lo sabe, y está consciente de su labor desveladora, de su poder que logra transmutar la realidad en portentosa imagen literaria: tomemos, pues, un fragmento del poema Palabras: “Me gustan: / las palabras precisas, / las palabras brujas, / las palabras enlazadas, / la ternura / de una palabra, / los poemas, / el papel, / un lápiz gastado, / la hermandad, / el cantar, / el silencio.”

Para Cavero las palabras son arquitectura del pensamiento, de allí el poderío de su obra, que se abre paso con enorme dignidad en medio del bululú de mercaderías llamadas libros, que no dan tregua a lo banal: y los relativizan, los erigen en polvo, los convierten en meros objetos de intercambio crematístico. En contraposición, la autora nos trae poesía; pero no cualquier poesía, sino esencia de la palabra: súmmum de una larga existencia trajinada en hechos y circunstancias que han dejado heridas, pero también disfrute y palabras; leámosla en Del silencio: “Antes buscaba imágenes, /ahora busco palabras: / ¡Cuánto placer encierran! / ¡Cuánto dolor! / ¡Cuánta Belleza! / ¡Cuánta plenitud / y cuánta decadencia! / ¡Cuánta sabiduría / y cuánta vaciedad!”

Como buena poeta (que no “poetisa”: a ambos no nos gusta el vocablo), Cavero sabe de silencios, porque cada verso y frase no son mero continuum, sino pequeños hiatos que hacen de cada palabra esencia y hondura. Leámosla en El silencio: “También se puede hablar / con el silencio. // ¿Alguien contó las palabras /que tiene una mirada? // ¿Las sílabas que enlaza / una sonrisa?” La poesía es mirar hacia el interior, es sumergirse en el antes y después de lo vivido; es buscar (a veces sin suerte) el reencuentro con nuestro “yo” más profundo, que pide desde siempre que le demos una “voz”.

La poeta le confiere voz a la emoción con la palabra, y desde esa atalaya hace de la inspiración poética un gozo que nos mueve, que nos lleva a estadios superiores y nos empuja a ir más allá de lo esperado para hacer del verso un “algo” que sentimos desde nuestra interioridad, pero que se pierde en nosotros al consustanciarse con nuestra propia esencia finita: “De fuera a dentro / nos conduce la vida, /de dentro a fuera / pugnamos por vivir.”, nos lo recuerda en el poema Vivir.

La palabra poética de Cavero nos invita a la reflexión filosófica: su hondura busca el salto hacia lo inefable y no se contenta con lo estético; ella sabe que poetizar es ver aquello que no solemos ver, que nos negamos a aceptar; es voltear la mirada complaciente y así atisbar el envés de todo: “Pensaba cuando era niña / que la ancianidad dolía. / Ahora me voy dando cuenta / que lo que de verdad duele / es la juventud perdida…”, nos dice en su poema Cuando niña. La poesía es gozo y es dolor, es conjeturar en torno de lo vivido, es sentir el presente y hacer de él una pausa que nos impele a sentir en profundidad, a reconocernos parte del ahora, a recoger los pasos e ir tras la búsqueda de nuestro destino.

La autora busca hacer de las palabras instrumentos que evidencien la diversidad de colores y matices que traslucen; hacer de lo chato de la existencia la posibilidad cierta de un mundo pleno, en el que sean factibles los enormes claroscuros que nos habitan y que ensombrecen la experiencia. Esa policromía solo es admisible desde la magia de la palabra hecha poesía, no en vano la poeta nos dice en Ramillete: “Ramo de primavera / en verde, rojo y blanco, / sencillo y oloroso, / alegre y confiado, / repleto de esperanza, / de azucenas y rosas.” Luego, en el poema Las plantas, agrega contundente: “Mi geranio ha enfermado / de tanto florecer. / ¡Cuánta generosidad / en una humilde planta!”

Cavero cuenta y canta, y en ese peregrinar zigzagueante trae consigo la vida: recuerdos y anhelos, pasado y presente; nada escapa a su lupa escrutadora de la existencia, que va y viene y en su mecerse deja huellas profundas. Dejemos que en Ternura (La leche) aflore su propia intimidad: “La leche que me diste, / madre, / brotó del sufrimiento. // Esa leche, / nacida del pozo del dolor, / del miedo y del recuerdo, / manó dulce y nutricia / de tus jóvenes pechos. / Manantiales de vida / que calmaron tus ansias / y las mías. // La leche que me diste, / madre, / fue una ofrenda de amor.”

En María Pilar Cavero la palabra es policromía en perfecta recursividad. ¿Qué duda cabe?

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 08 de octubre de 2024

Conferencia:

 Creación literaria iberoamericana, con motivo del día 12 de octubre Dia de la Hispanidad

Esta conferencia mesa redonda, se llevará a cabo el día jueves 10 de octubre a las 19:00 h. en la Catedra Mayor del Ateneo de Madrid, ubicada en la C.del Prado 21.

Con la asistencia del Secretario General de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) Mariano Jabonero.

La presentación correrá a cargo de José Antonio García Regueiro, en la moderación Ana Pulido y los participantes escritores y poetas:

Mariano Jabonero, de la OEI, Jorge Volpi, escritor y novelista; Marifé Santiago Bolaños, escritora y poeta; Juan Gabriel Vásquez, novelista; Julieta Deossa, pintora, novelista y poeta; Juan Villoro, escritor y novelista; y Vanessa Espín, escritora y dramaturga.

Concluye el acto Juan López Martínez, Inspector Central de Educación y escritor.

Escucharemos estas voces de iberoamerica, para definirnos su creación literaria a través de sus  costumbres, tradiciones e ideologías, y la narrativa  de estos países de habla hispana.

 

 

Madrid.- 08 de octubre de 2024

 

Este jueves 10 de octubre, en la sede del Grupo Editorial Sial Pigmalión

Entrega del Premio Internacional de Poesía Alfonsina Storni 2024, a la poeta Ana Ortega Romanillos

El grupo editorial Sial Pigmalión, hace entrega de este premio a la poeta y escritora manchega Ana Ortega Romanillos(Guadalajara), así mismo, se hará la presentación de su poemario Caballos al alba, que ha sido seleccionado y concedido por este grupo editorial.

Ana Ortega Romanillos (1952, Alcolea de las Peñas, Guadalajara) es funcionaria, poeta y escritora. Pertenece a la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, al Grupo de Escritores de Castilla la Mancha. Miembro fundador de la Academia de las Letras y las Artes Lusófonas Portugal. Socia del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha sido incluida en varias antologías poéticas en España y Portugal.

Colabora en revistas literarias y boletines poéticos de España y en el periódico Noticias de Castro Daire Portugal. Es promotora cultural, contribuye en el fomento de la poesía, y de la cultura en general.

Tiene en su haber más de doce poemarios publicados. Ha escrito varios poemas, entre ellos: Al otro lado del río, Alba desnuda, Tréboles refulgentes, Perfiles del agua, entre otros más libros

En Caballos al alba predominan, como piedras angulares, tres grandes temas: el amor y el erotismo, centrado en la figura del esposo, la naturaleza, ese paisaje campestre y rural que rige, como paisaje emblemático, toda esta obra de carácter sentimental y existencial, en la que la tierra de la infancia del yo lírico es el cordón umbilical que sostiene el pulso entre los diversos poemas, y el tiempo recobrado, por decirlo al socaire del novelista galo Marcel Proust.

La cita es para este jueves, 10 de octubre a las 18:30 h. en la sede de El Grupo Editorial Sial Pigmalión, calle Huesca, 7 Madrid (Metro Tetuán) reconoce a la poeta su mérito en este premio Internacional de Poesía “Alfonsina Storni” 2024, asi mismo se llevará a cabo, la presentación de su último poemario Caballos al alba.

 

Madrid.- 08 de octubre de 2024

Presentación del libro Pólvora mojada

Pólvora mojada, de Andrés Berlanga, se presenta este jueves 10 de octubre

Una publicación que nos trae Editorial Drácena

Pólvora mojada, además de una magnífica novela, es la mejor crónica que se haya escrito sobre la universidad durante los últimos años de la dictadura del general Franco. El relato cuenta las peripecias de un grupo de estudiantes, durante cuatro días de 1969, cuando, por las revueltas universitarias, el régimen se vio obligado a imponer el Estado de Excepción.

Tal es así que Pólvora mojada, más que una narración, es casi un extraordinario reportaje de aquellos días y de su juventud; la misma que, de inmediato, empujará la Transición.

Y esta edición puede considerarse íntegra, porque no solo hemos incorporado cuanto la censura retiró de su primera edición de 1972 sino también las anotaciones de puño y letra de Andrés Berlanga sobre el original. Y para cerrar el volumen, además, hemos añadido alguna de la mucha documentación que le sirvió, con sus propias vivencias como profesor de la Escuela de Periodismo, para recrear los hechos de la trama.

Intervienen en la presentación del libro Soledad Alcaide y Juan Berlanga, este jueves 10 de octubre, a las 19:00 h. en la librería Sin Tarima, ubicada en la calle de la Magdalena 32, Madrid.



Madrid.- 08 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 




                       La lectura inocente

La lectura inocente y desprejuiciada es un ejercicio de nuestra libertad personal: rompe con la linealidad tiempo-espacio, nos entrega el poder de la fábula sin que prive en nosotros la duda atávica, flexibiliza nuestra postura frente al mundo...

Leer es un ejercicio de libertad y a ello debemos apostar quienes echamos mano de los textos y nos internamos en las páginas de los libros, y en ellos el tiempo corre deprisa, o se hace eterno, pero en todo caso perdemos la noción del “ahora” y nos hundimos en lo que se nos cuenta sin pudor: a veces echados sobre un viejo sillón, pero siempre buscando estar distendidos, entregados al placer, ajenos a la crítica y al qué dirán, anhelando hacernos “uno” con el autor. Empero, a veces esto no es posible, porque nuestra lectura no es inocente ni desprejuiciada como la quería (o a la que aspiraba) Borges, sino que cargamos sobre ella todo lo que llevamos dentro: cultura, atavismos, saberes, formación, experiencia y todo un cúmulo de lastres que nada bueno traen consigo.

En este punto pienso en los lectores que también somos autores, que solemos leer como ejercicio del intelecto y del análisis literario, y este aspecto nos roba muchas veces el auténtico disfrute porque, conocedores como somos de los intersticios y mecanismos (o trucos) de la escritura, pues ya no somos inocentes ni nos entregamos a los libros como quien se echa en los brazos del amor sin llevar sobre los hombros el peso del pasado, y este peso nos roba mucho, porque el disfrute está condicionado a tantas cuestiones, que se convierte en una auténtica carga que nos dobla los hombros y borra de nuestros rostros la sonrisa de la felicidad.

La lectura inocente es entregarnos a la página sin los porqués propios de quienes solo buscan en los libros las claves para el mero intelecto, sino para el goce sensorial pleno de lo que se nos cuenta: creer a pie juntillas la fábula que transmuta la realidad y dejarnos llevar en los brazos de la magia literaria y de su enorme poder salvífico. Es dejar de lado el imperio de la lógica y la razón y en su lugar sellar el pacto de verosimilitud que nos plantea el autor: convertirnos en hojas que arrastra el viento hacia un lugar incierto, y no poner resistencia. Es ir hacia ignotos destinos y regresar investidos con el halo de quienes han asumido una historia como parte de su propia verdad y existencia.

La lectura inocente y desprejuiciada es un ejercicio de nuestra libertad personal: rompe con la linealidad tiempo-espacio, nos entrega el poder de la fábula sin que prive en nosotros la duda atávica, flexibiliza nuestra postura frente al mundo y sus circunstancias y nos libera de la cárcel de la razón, mece el niño interior y fortalece nuestra conexión entre los “yoes” que nos habitan, cierra las brechas existentes pasado-presente y nos lanza al portento de la visión de un tiempo por venir, mejora el carácter y nos hace dueños de nuestras emociones, abre en nosotros el pensamiento mágico y nos echa a volar por encima de nuestras propias circunstancias mejorando así las perspectivas y los retos, y nos entrega las llaves de la cárcel que nos atenaza a una realidad chata y mediocre, para hacer de nosotros espectadores y a la vez protagonistas de mundos idílicos.

Obviamente, la lectura inocente es un ejercicio complejo (aunque no complicado), que exige de nosotros entrega y pasión. Esa “inocencia” de la que nos habla Borges no nos exime del cotejo realidad-ficción, sino que lo complementa, lo que nos impele a intentar una conexión entre lo conocido y aceptado como verdad, y aquello que escapa a la noción “tecno-científica” de la existencia, y el mejor ejercicio de esta libertad es la propia obra del autor de Ficciones: que azuza en nosotros los referentes fácticos del vivir, y al mismo tiempo echa por tierra las leyes universales, estableciéndose así un nuevo orden y una nueva mirada, que irrumpen y hacen trizas nuestra cosmovisión y se produce un “renacer”.

La inocencia lectora es recibir lo que traen consigo las páginas y entregarse sin reservas a su portento: es ver más allá de lo que es posible ver; es no conjeturar acerca de la “verdad” de lo que encierran, sino recibir todo aquello con el asombro del que se acerca a algo y lo asume como parte de su realidad. Una lectura así se erige entonces en prodigio, en revelación, en esencia y experiencia vital, porque a partir de su asunción nadie se preguntará jamás si Remedios la Bella de Cien años de soledad levitó o no, sino que el “hecho” lo incorpora dentro de su experiencia como parte de una “verdad revelada”, que es posible sin lugar a dudas, aunque con ello se trastoque la noción de la “verdad probada”, y ello es así porque el espacio literario es autárquico por esencia, dentro de sus predios todo es posible sin discusión, aunque quien lo cuente sea un periodista de sucesos como García Márquez, o un físico como Ernesto Sabato, o un agrónomo como Michel Houellebecq, o un maestro de escuela como Rómulo Gallegos.

La lectura inocente no es inocente, si no implica dejar de lado los atavismos propios de la existencia, asumir que todo es posible a pesar de las cuadraturas de la mente, aceptar de buenas a primeras que no habrá un “algo” que trastoque nuestro deseo y decisión del gozo pleno de un libro, y que nada se interpondrá a ello, hacernos como niños en medio de la grandes contradicciones y arbitrariedades del mundo: y así, solo así, se dará el prodigio de hacer de lo narrado punto de encuentro entre la realidad y la ficción: principio y fin de nuestros anhelos de una existencia plena de la magia de la escritura.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 07 de octubre de 2024

 Sonia Muñoz Guevara

LOS HAIKUS DE ISIDORO

Entre amigos e invitados asistieron, a la presentación del libro Los Haikus de Isidoro, del escritor Isidoro Sánchez, en la Delegación del Gobierno de Canarias en Madrid, el día 2 de octubre.

El acto fue presentado por la arquitecta del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Nieves Mestre Morales-Albo, y luego las palabras del autor canario (Orotava-Tenerife). Isidoro Sánchez.

Isidoro Sánchez, ha escrito mas de 40 libros, entre los que se encuentran Humboldt de Berlín a Berlín por el Teide y el Chimborazo, Paisajes de los Conjuntos históricos de Castilla-La Mancha, El Molino de Ana, (autores: Isidoro Sánchez y Manuel Méndez) y Diario de un viajero, entre otros más.

En esta ocasión nos sorprende con los haikus,quien utiliza toda la capacidad de concentración, que nos ofrece la técnica poética de los haikus, para producir exquisitas viñetas de sus vivencias, en tierras Canarias y allende las islas.

Luego las preguntas y respuestas por parte del público, para ser obsequiado el libro, a los asistentes e invitados.

Les dejamos uno de los haikus:

 

Del Perú a La Orotava

Teide y Andes

son cumbres humboldtianas

desde el pasado.

 

Aguas y flores,

Cusco y Orotava,

protagonistas.


del libro:  Los Haikus de Isidoro

Isidoro Sánchez García

 


Tenerife.- 05 de octubre de 2024


Presentación este domingo 6 de octubre

HOMENAJE AL ESCRITOR-TRADUCTOR JOSÉ ANTONIO DELGADO LUIS

Nuevamente el Bar-Restaurante El Escondite, continúa con su espacio cultural, Espiques, creado por Javier Velázquez. En esta ocasión nos trae a un importante traductor, escritor e investigador canario José Antonio Delgado Luis, (Orotava-Tenerife).

Será un buen y merecido homenaje, reconocer su labor de traductor de libros, en inglés como en francés, de autores extranjeros, que han transmitido esa mirada hacia Canarias, tanto en la historia, costumbres, a través de sus viajes.

José Antonio Delgado Luis, nos contará entre anécdotas, su recorrido profesional y como aprende los idiomas. Acto que llevarán en la coordinación: el escritor Alberto Linares y el Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, Ramón Hernández.

Además, se contará con la presencia de la cantautora y poeta, Dácil Trujillo.

Quedan todos invitados a este encuentro-homenaje, el domingo 6 de octubre, a las 19:30 horas, en el Bar-Restaurante El Escondite, Paseo Jorge Ledesma s/n Los Cristianos- Arona (Tenerife). 

Desde La Gatera Press, les deseamos éxitos y pasen una grata velada entre literatura, música, amigos y brindis!!.



Madrid.- 02 de octubre de 2024

Por: Gastón Segura

  

La estampa de un tiempo

El martes, veinte de enero de 1969 —en efecto; el año cuando el hombre pisó por primera vez la Luna—, ya de atardecido, caía desde el balcón de un séptimo piso de la actual calle Príncipe de Vergara, de Madrid, el estudiante de Derecho, Enrique Ruano Casanova. Lo estremecedor de su muerte es que acompañaba a la Brigada Político Social como detenido y para efectuar un registro en aquel inmueble.

Este asesinato —no cabe otra explicación— supuso el bordón infausto a un par de años de algaradas y retos de los estudiantes de Madrid y Barcelona contra la dictadura; como consecuencia, ese mismo viernes, el Consejo de Ministros, con su impasibilidad característica, decretaba el Estado de Excepción y clausuraba, entre una centena larga de detenciones, la Universidad Complutense. Sin embargo; esta férrea respuesta gubernativa no constituyó ninguna novedad, porque ya en febrero de 1956, tras el enfrentamiento entre una manifestación universitaria y grupos de jóvenes falangistas, que costó la vida por un disparo a uno de estos últimos, se había cerrado esta universidad, declarado el Estado de Excepción y detenido a todos los promotores de la convocatoria estudiantil, entre los que se contaban los hermanos Miguel y Rafael Sánchez-Mazas Ferlosio, José María Ruiz Gallardón, Ramón Tamames, Enrique Múgica, Javier Pradera y Gabriel Elorriaga —luego, tan significados durante la Transición— y, además, causado el cese de los dos ministros concernidos por el luctuoso altercado: Joaquín Ruiz Jiménez y Raimundo Fernández Cuesta.

Con todo, estas nuevas protestas universitarias, surgidas en Madrid durante la primavera de 1965, y muy conocidas por la inmediata expulsión de la universidad de los profesores García Calvo, López Aranguren, Tierno Galván, Montero Díaz y la renuncia motu proprio a sus plazas de José María Valverde y Antonio Tovar, más la Capuchinada de Barcelona, de marzo del año siguiente, mostraban una irreverencia y unas aspiraciones hasta entonces desconocidas; valga como ejemplo, el célebre y desafiante recital del 18 de mayo de 1968, del cantautor Raimon, sobre un mínimo tablado y en el vestíbulo de la Facultad de Económicas —entonces, todavía en la Ciudad Universitaria—, rodeado, según la prensa oficial, de más de seis mil jóvenes, o el muy importante nacimiento del Sindicato Democrático de Estudiantes del Distrito de Barcelona (SEDEUB) y de Madrid (SEDEUM), con sus asambleas divulgativas o subversivas —según se mire— por varios centros de todo el país (Valencia, Pamplona, Sevilla...) entre 1967 y 1968.

Cierto que esta inflamación de las aulas no era peculiar de España; al contrario, la juventud universitaria de Occidente parecía asaltar la política como nunca antes; desde Berkeley, a la Sorbona y Nanterre, pasando por la Freie Universität, de Berlín, los jóvenes se sublevaban y con tan corajuda desfachatez que no solo durante el mayo del 68 habían puesto en un gravísimo aprieto al general De Gaulle, en Francia, sino que, ese mismo octubre, sus ansias habían sido sofocadas a tiros en la mejicana plaza de Tlatelolco. Incluso, su impulso traspasó el impenetrable Telón de acero pues, cuatro días antes del homicidio de Enrique Ruano, el veinteañero Jan Palach se inmoló «a lo bonzo» en la plaza de San Wenceslao, de Praga, como protesta por la reciente y asfixiadora invasión soviética.

Sobre aquellas tumultuosas vísperas del segundo Estado de Excepción, contamos con unas cuantas jugosas memorias, incluso con meticulosos ensayos y algún que otro documental, pero solo una novela —al menos que yo conozca— las describe minuciosamente. Ahora he tenido el honor de contribuir a su rescate por Drácena, además en su integridad; es decir, con la inclusión de lo censurado a su primera edición de 1972, por Destino; se titula Pólvora mojada, de Andrés Berlanga.

A Berlanga, la narrativa hispánica le debe La Gaznápira (1984), hermana y, en tantos aspectos formales, monumental culminación de Pólvora mojada; el resto de su obra abarca tres colecciones de cuentos —Barrunto (1967), Del más acá (1987) y Sucesos (2013)— y una buena colección de artículos que constituyó su actividad profesional hasta su ingreso, en 1974, como jefe de comunicación y cultura de la Fundación March. Y sostengo, contra la notable diferencia de sus argumentos, esa continuidad entre ambas novelas, porque la casi obsesiva plasmación de la oralidad del momento en el par de relatos es sencillamente asombrosa; incluso, en Pólvora mojada, se convierte en el eficacísimo instrumento divisor entre dos mundos: el de la universidad y su movimiento insurreccional —médula de la novela— y el de los habitantes de aquel Madrid campechanote y menestral, tan ajeno, por sus afanes cotidianos, a los sucesos que enfebrecían los desmontes de La Moncloa.

Y aunque escrita entre asedios y cargas de los grises y bajo el entusiasmo de las proclamas y los panfletos revolucionarios —de los que se recogen al final del volumen un buen puñado—, Pólvora mojada no se deja embriagar por aquella heroicidad juvenil; al contrario, va expandiendo lentamente por sus páginas el runrún pedestre de la decepción, en cuanto Güili, Paco, El Batallitas o Lorenzo abandonan su disparatado contubernio clandestino o las insurgentes aulas, y retornan a sus quehaceres hogareños, tan lacios, tan de foto Kodak con marco blanco, tan de aquella España en bikini y con sombrilla al fondo.

Por esta amarga lucidez, luego confirmada por los inexorables acontecimientos históricos, Pólvora mojada, sobre un magnífico relato, se torna un extraordinario reportaje de aquel tiempo y de aquella ilusa juventud. Léanla, pese o por su desengaño, les vacunará contra la mucha fanfarria circulante.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 01 de octubre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 

 

Madrid.- 2 de octubre de 2024


Hoy 2 de octubre, presentación del libro:

Los Haikus de Isidoro

Una colección de haikus auténticos en los que nada es tan simple como parece, que llaman a la reflexión profunda sobre lo que aparentan ser contradicciones y paradojas. Isidoro Sánchez utiliza toda la capacidad de concentración que nos ofrece la técnica poética de los haikus para producir exquisitas viñetas de sus vivencias en tierras canariasy allende las islas.

Don Isidoro Sánchez García, es natural de la Orotava (Tenerife). Es ingeniero de montes, socio y consejero de la empresa EFFICO (Compañía de Eficiencia y Servicios Integrales S.L.) Ha sido director de los Parques nacionales del Teide y de Garajonay.

Compartió la actividad profesional con la vida política entre 1979 y 2003. Ha sido concejal de los ayuntamientos de La Orotava y Puerto de la Cruz, consejero del Cabildo de Tenerife, diputado del Parlamento de Canarias, senador y diputado europeo. Autor de varios libros y audiovisuales relacionados con la naturaleza de Canarias y de países iberoamericanos.

También ha sido reconocido por diferentes instituciones locales y extranjeras. Miembro de la Plataforma por un nuevo modelo energético para Canarias.

Ha escrito más de 40 libros, y ahora nos trae su última obra, Los Haikus de Isidoro, con el prólogo del filósofo alemán Thomas Heyd, y presentado por la economista Nieves Mestre Morales-Albo, esta presentación se llevará a cabo en la Delegación del Gobierno de Canarias, c/Fernanflor 8 – Madrid, el día 2 de octubre, a las 19.00h. Entrada libre, con aforo limitado.

 

Madrid.- 02 de octubre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

Leer a Gloria Nistal

Poetizar no es solo un ejercicio creativo o exclusivo de la imaginación: lleva en sus entrañas lecturas y cultura, reflexión y análisis, exégesis e interiorización de lo vivido, de allí que Nistal eche mano del portento de lo aprendido

Me envió Gloria Nistal su libro Soñando ceibas (Pigmalión, 2023), que reúne a su vez cuatro tomos: Visitando de mil maneras el reino del amor; Lo difícil es entender; Vivir, mientras tanto, soñando ceibas, y Tierra y paz: todos en el género poético. Ah, me olvidaba, el volumen lo abre un A modo de pórtico o declaración de intenciones. Confieso que cuando el libro me llegó, me internaba en el universo literario de Murakami, pero me bastó la lectura al azar de algunos de los poemas de esta autora madrileña, para cambiar de planes. Gloria y yo no nos conocemos personalmente, pero nos seguimos por WhatsApp, y en algún momento formamos parte de un malogrado grupo por esta misma plataforma. Para mi sorpresa, hallé su libro en mi buzón la semana pasada y lo he disfrutado enormemente; diré por qué.

En sus páginas fluye la autora con una nitidez rutilante: hay imágenes, recuerdos, asombros, sueños, desencantos, alegrías, tristezas, perplejidades, pasión vital, fuerza interior, energía ancestral, brillo intelectual, cultura y belleza lingüística. Cada poema del conjunto es un reto para el lector; nada está puesto al alzar, todo cumple un objetivo: llegar e impactar. Leamos este fragmento del primer libro: “Ahora nada es ya de ti / y nada es de las cosas tuyas / y nada es incluso de la nada, / porque tú y yo desaparecimos / en aquel íntimo vuelo. / Y ahora todo es olvido.” La poeta cincela la vida en cada página, como si el tiempo se eternizara en la palabra; como si lo contado fuera parte de una noria existencial que nos conduce por inesperadas veredas, para dejarnos acezantes, marcados en lo profundo, horadados hasta hacer de nosotros totalidad y esencia.

Nistal le canta a la vida en su diversidad: su propia existencia ha sido un permanente peregrinar por los caminos del mundo. Sin duda, es mucho lo que ha visto y sentido, y esa totalidad congregada en el Ser busca su expresión en cada verso, y en ellos confluyen experiencia y sensibilidad. Ella no ha sido una viajera pasiva, todo lo contrario: cada imagen poética denota la absorción voraz de todo lo que su trashumancia le entrega, y en una suerte de sutil desvarío hilvana tiempo y espacio: de cuya amalgama damos fe quienes nos acercamos a sus textos: “Yo ahora me escondo, / me alimento de oxígeno y de tierra fresca, / pero volveré / a mezclar sudores y deseos / en la jungla tórrida del corazón.”

La literatura de denuncia nunca ha tenido buena prensa, y en algunas oportunidades se la ha confundido con el subgénero panfletario, de allí que los autores rehuyamos frente a sus veleidades y conjuros. Empero, cuando se echa mano de la denuncia como parte de un “corpus” bien trabajado y mejor concebido, es una herramienta portentosa, que hace de sus trazos sentimiento y hondura. No quiero decir con esto que la obra de Nistal lo sea, o que esté dentro de sus propósitos convertirse en la voz de los que no la tienen, pero en su segundo libro no elude ciertas aristas percibidas en el largo caminar, para mostrar la evidencia, para gritarle al mundo lo errado de muchas cuestiones que para algunos son indiferencia: “Aunque no lo quiera / pertenezco a esta especie / hecha de la materia de los sueños / y la ignominia, / que ejerce la tortura y delata / a los artífices de lo pequeño, / siempre ausentes de las causas honorables. // Aunque no lo elegí / llevo el ADN de esta raza, / que habla mucho / y escucha poco, / que vierte su discurso de odio / en el interior de las balas / preparadas para matar reputaciones / con metáforas furiosas.”

Poetizar no es solo un ejercicio creativo o exclusivo de la imaginación: lleva en sus entrañas lecturas y cultura, reflexión y análisis, exégesis e interiorización de lo vivido, de allí que Nistal eche mano del portento de lo aprendido, de la riqueza interior acumulada y sentida como propia en cada viaje, y que de su resultante nazca una expresión compleja, profundamente imbricada con los mundos hechos suyos, y poder así plasmar en sus poemas expresiones que den fe de lo que la habita como espíritu y forma. Pero es imposible alcanzar la completitud como mixtura de lo vivido, y no en vano grita al mundo en su tercer libro: “No podré retener tanto recuerdo / en mi retina apresurada, / ni transmitir una vida tan avara de emociones.”

Sin embargo, ella sabe que la poesía es salvífica, ningún otro género es y será memoria y olvido, nada de lo que pueda plasmar la poeta caerá en el vacío sin que antes no haya producido alguna resonancia: un eco lejano que vuelca una mirada, una voz que clama por la paz en muchos territorios, la mirada lastimera frente al que sufre, las manos que sanan las heridas, el eco de un “algo” que por inmaterial no deja de ser anhelado, y es así que en su cuarto libro enuncia: “Un hombre puede seguir luchando / contra viento y marea, / contra las injusticias flagrantes de la guerra. / Con voz de adulto y alma de niño, / puede seguir transmitiendo ilusión y esperanza / porque las utopías están ahí / para intentar rozarlas con los dedos.”

No yerra la poeta: el verso es inmaterial y etéreo; es luz y sombra; es artefacto incandescente, que en sus fogonazos y destellos trae consigo vislumbres del remoto paraíso en medio del peor de los tormentos: la pérdida de la esperanza. Gloria Nistal lo sabe, y con extrema belleza canta a la vida y se hace así embajadora de lo mejor que llevamos dentro: las ansias de libertad.

rigilo99@gmail.com

 

 

Madrid.- 25 de septiembre de 2024

 

Presentación el día lunes 30 de septiembre

Antonino Nieto Rodríguez, nos trae su último poemario el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a los inocentes

La presentación del libro, será en la Sala de Ámbito Cultural El Corte Inglés de Callao, en la 4ta. Planta, Madrid, el 30 de septiembre a las 19:30 h.

Antonino Nieto Rodríguez, ha publicado mas de 40 libros, entre ellos citaremos algunos libros: La voz del escorpión; Un fantasma perfecto; Escaleras del aire; Toda la carne y el infinito; El ojo del abismo toma de la mano el arco iris; Las mejores historias de amor...o cómo rompimos la muerte a besos, entre otros mas.

Poeta, videoartista, creador de espectáculos y performances,  donde siempre esta presente la poesía, tertuliano en programas de Radio, y TV. y conferenciante, asi mismo es colaborador de Ámbito Cultural de El Corte Inglés.

Quedan todos invitados a pasar una tarde de poesía,y lecturas de su última obra el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a los inocentes, editada por Editoral Terra Natio.

La entrada es gratis, hasta completar aforo. Quedan todos invitados.

 

el saber un sabor

las palabras venas del aire, y más aún

la palabra el algodón

la moral números

el polvo memoria de lo que fue, sí, alma del tiempo que no te fue dado

no queremos: respiramos

la total cosecha, la muerte: alimenta

números, letras: compresas

los hechos estrellas

la palabra el cuerpo de la lágrima, la lágrima la chimenea del ser, el ser, un simple colador

la nada el hilo que desnuda a lo imperdible

protege a la araña: la matemática

el tiempo la dentadura del misterio

la invisibilidad el cuerpo, lo visible el alma

tú, el pago: la renta que desguaza a la palabra

el despilfarro del vientre, respirar

-el amor, lo creado; el creador, los hechos; el respirar del barro y su vigilante, lo vivo; el ventanal de las condiciones, la condena administrada como refugio de la alegría, el celebrado banquete del verbo y su serial barcaza: el silencio, lo impuesto, ese funcionario del crédito consolando al infinito, a lo que en ti se encarna imborrable y al dente

en todo eso y más se baña y alimenta esta frutal conspiración contra toda condena: el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a los inocentes

pruébala en dosis al gusto o licuada

te mostrará lo imperdible del cuándo, del qué, del para quién

ni engorda ni adelgaza, mantiene en pie, en viva celebración, la desnudez que te crece único, sí, inagotable descifrador del quiero, del siempre inexplorado aún

-defiendo la singularidad de cada cual desde el respeto al otro. en ese sentido este poemario radiografía la pérdida del aún en el yo que encarna a cada cuál y grita, celebra, esculpe contra esa pérdida, el vivo corazón del siempre naciente: el tú, el yo, el nosotros

-ahora al paraíso lo llaman silencio y a ese silencio lo entronan como progreso y democracia. En ese silencio bucea el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a lo inocentes desnudando a las cadenas que expropian a lo que en ti te constituye único

Antonino Nieto Rodríguez


Madrid.- 23 de septiembre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

De la crítica y la envidia

Los críticos no tenemos buena fama entre los autores (aunque seamos también creadores), porque se nos ve como a inquisidores: dispuestos a llevar a la hoguera a quien no cumpla con el canon

Un bibliófilo como yo me envió un video titulado El infinito en un junco y la sopa de la sopa: Monólogo de Carolina Sanín, que ha rodado en las redes, no como un riachuelo precisamente, sino como una tormenta de pasiones, y créanme que lo vi en modo “neutral”, sin agitarme, porque debo confesar como premisa que amo ese libro de Irene Vallejo (la Vallejo, sin retórica), que disfruté en los tiempos de la pandemia, pero en digital, y que luego pudo traerme un buen amigo de España, y entonces sí le di la lectura que merecía, y no como la otra: que me exigió colirios y demás porque me afectan las lecturas largas en pantalla (y el Infinito es largo…) De entrada, me gustó la tónica de la Sanín: sin buscar camorra, pero con el bate en la mano, y hasta ella misma se dice algo equivalente a (por ser monólogo): “cálmate Carolina”, como quien contiene la fuerza del volcán que podría hacer erupción y llevarse todo por delante, pero repito, me gustó su tónica cuando confiesa que la crítica suele ser vista como expresión de la envidia y más si es de mujer a mujer, porque, según ella, eso no se da entre los hombres (primera cuestión en la que discrepo, y no por mí, sino por los otros).

La Sanín (sin ánimos de minimizarla, porque desde hoy la admiro) hace en su video un análisis de la obra desde su concepción, hasta el por qué le gusta tanto a la gente y cientos de miles de “fanáticos” la aclaman como si fuera una estrella de rock (ah, rock ligero, pero tranquilos: esto es de mi cosecha); es decir: ¡qué broma con los lectores, la hemos hecho rica! (me lo imaginaba, aunque con libros pocos se vuelven ricos, pero cuando la pegas la pegas y ejemplos hay de sobra), y sus argumentos son eruditos, bien hilvanados, con buena dicción y claridad de pensamiento (no he echado un ojo en Wikipedia, pero supongo que es filóloga o algo parecido, o una lectora impoluta, porque se conoce los clásicos de la a a la z, o de la pa a la pe, como decimos aquí), y hasta detalla en sus análisis los episodios en los que la Vallejo supuestamente se equivoca (pero que conste: ya criticó el libro, pero tiene la suficiente honestidad como para afirmar que no lo ha leído todo: buen detalle), y me llamó poderosamente la atención que en su crítica haga énfasis en que el libro en cuestión sea una obra de divulgación, y no le veo a eso mayor importancia, pero bueno: busca restarle, me imagino, un peso literario.

Los críticos no tenemos buena fama entre los autores (aunque seamos también creadores), porque se nos ve como a inquisidores: dispuestos a llevar a la hoguera a quien no cumpla con el canon (y esto es un punto a favor para la Vallejo: su libro rompe con las fronteras de los géneros literarios y podría pensarse que se trata de una novela, de una suerte de crónica de la historia del libro, de un ensayo divulgativo y de promoción de la lectura y del libro como objeto -de allí que entrara en la colección Biblioteca de Ensayo de Siruela-, de sus memorias literarias, de un poema en prosa, de una fábula, o, qué sé yo: otras tantas formas literarias), y a veces es cierto: eso me consta y hasta lo he sufrido en carne propia, pero hay aspectos desconcertantes en el interesante material, como la descalificación que hace la Sanín de una obra que, a su parecer, es (o fue) una tesis académica transformada en libro de divulgación: dos aspectos que la “blindan” para seguir adelante y que a mí como lector no me importan, porque si la obra (sea así o sea asá), me gustó, me llegó y me impactó, pues ha cumplido con su objetivo inicial: propulsar la lectura, pero aquí entra lo crematístico: y eso molesta un poco a la Sanín, pero… ¿qué culpa tiene la autora de que su libro se venda como pan caliente, cuando eso es lo que en el fondo aspiramos los autores de ayer, del presente y del futuro?

Okey, entiendo que ella, como analista que es, vaya al fondo de la cuestión, y ponga el bisturí de su sapiencia clásica, pero para clases de teoría literaria y de filología iríamos y nos anotaríamos en un curso académico, pero lo que busca el lector es el disfrute sensorial, sentirse tocado en el fondo por unas páginas que saquen lo mejor de él: ese humanismo enterrado en un mundo de redes y farándula, y lo lleven un poco más allá, que lo muevan a reflexionar, a querer seguir indagando, y qué más da si es tesis o no, si se vende o no, si la autora es carismática o no; llegó y se quedó, y eso es lo fundamental.

La crítica colombiana se molesta porque la autora no haya hablado en su visita a la feria del libro de Bogotá, de la pobreza, de la exclusión, ni de los sin techo, pero es que la Vallejo fue a Bogotá a presentar y hablar de su obra y su único compromiso es con su “Junco”, y como escritora es con la palabra hecha arte; y no otro. La vieja noción sartreana del compromiso social del escritor que implicaba su incursión en la política, está banalizada y hecha trizas. No quiero ver a la Vallejo discurseando en torno de la crisis política mundial, ni de Petro, ni de Trump, y cuando lo haga sencillamente me aparto: dejemos que ella continúe con su felicidad que nos la irradia sin vanidad y sin demasiado ego. Y por favor Carolina Sanín: no deje de hacer crítica, es válida y necesaria para poner un cable a tierra, no podemos estar como los ciegos de Saramago: todos de la mano del único que veía y los conducía al borde del abismo.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 17 de septiembre de 2024

Por: Gastón Segura

  

Una frase de Nietzsche

Vencido el azaroso verano me embarga una vaga necesidad de resumir lo vivido y, a la vez, de precaverme ante cuanto nos aguarda durante este otoño de incertezas. Y tal vez ese sentimiento simplemente sea azuzado por este panorama nacional e incluso internacional tan desconcertante por no decir borrascoso; ¿o acaso invitan al menor sosiego los titulares de la prensa española, salpicados a diario con las sórdidas marrullerías de nuestros gobernantes, o ese reciente y desconsolador debate de los candidatos a la presidencia de los EEUU?

Y apenas me detengo a pensar sobre estos desengañadores sucesos, me tropiezo con una cuestión zarandeada desde hace bastantes meses por los más conspicuos observadores: la «degradación de la democracia». Y no bien la sopeso, me asalta la siguiente y más radical pregunta: ¿es posible la democracia, ese apacible sistema político, concebido durante la Ilustración, tras la frase de Nietzsche «Dios ha muerto»? Es decir; ¿cabe, después del entierro de la Metafísica —el trasunto de Dios desde el Renacimiento— y de todos los grandes valores que amparaba —Verdad, Bondad, Justicia…— y el consiguiente triunfo de la tecnología que hoy nos domina —o mejor, puebla nuestra intimidad—, un sistema basado en el consenso comunitario de ciudadanos educados para serlo y, sobre todo, ansiosos de serlo; o sea, de atender a la razón antes de tomar cualquier decisión de cariz cívico?

Para contestarme a esta pregunta y sin perder de vista La rebelión de las masas (1930), de Ortega y Gasset, y teniendo aún más presente La época de la imagen del mundo (1938), de Martin Heidegger —texto, a mi parecer, capital para entender el desasosiego del momento—, repaso a dos eminentes pensadores mucho más recientes, Gianni Vattimo y Byung-Chul Han, en cuyos razonamientos pudiera hallarse la respuesta que persigo. Y si Vattimo, con su «sociedad de la transparencia» —consecuencia fáctica de la proliferación de los más variados medios de comunicación—, proclama la posibilidad de la integración de múltiples «dialectos» —así denomina a los relatos o concepciones del mundo— pues, tras Nietzsche y Heidegger —es decir, tras el sepelio de la Metafísica arriba mencionado—, nos está vedado hablar de una única realidad, sino que se ha impuesto una pluritud de realidades a menudo minúsculas e incluso ocasionales y, como consecuencia, perecederas; por cuanto cualquier democracia presente o futura habría adquirido ya un alma proteica y en continua e imprevisible transformación, incluida la posibilidad de su suicidio; en Byung-Chul Han, encuentro una interpretación todavía más desazonante de nuestro presente con su descripción de la «sociedad del cansancio», donde el hombre, ya integrado en la topografía tecnológica se consume no tanto explotado por la alienación productiva —o sea, por una entidad exterior— como por su propio afán de superación; es más, el hombre asume la competitividad como única forma de existencia hasta una obturación de sus otras aptitudes, incluso hasta la anulación de su pensamiento —que es analógico— por el apremio del universo digital. Así, el ser humano, inmerso en esa autoexplotación, olvidaría inflamado de narcisismo al semejante, y por supuesto no ya a la democracia, sino a la misma política, que en lugar de un proyecto común habría devenido en una competición productiva continua, emanada de una pugna de ambiciones —personales o corporativas—; situación, por su propia tensión, agotadora anímicamente del individuo, en tanto que deslumbrante, por su incesante producción, para la sociedad.

Desde luego, en ambos pensadores la libertad es un postulado necesario como ámbito imprescindible para la competición productiva constante, según el pensamiento del coreano, o en la concepción de Vattimo, para la circulación de la multitud de «dialectos»; no obstante, tanto uno como otro, nos descubren, con sus agudas y sutiles disecciones, una sociedad —llámese de la «transparencia» o del «cansancio»— en perpetuo conflicto, cuya consecuencia, por sus estridentes y exaltados choques, es ese ruido atronador —slogans anonadantes, artículos panfletarios, fake news, bots…— que hoy sepulta cualquier discurso racional; no se olvide, vehículo sustentador del acuerdo comunitario y, en consecuencia, único posibilitante de la democracia.

De modo que casi nada de lo encontrado en Vattimo y Byung-Chul Han modifica cuanto predijo Heidegger en su augural discurso sobre la substitución avasallante de la Metafísica por la tecnología y su dominio anulador sobre el ser humano. Tal es así que una lectura de Anestesiados (2021), de Diego Hidalgo, me desvela el control cada vez más efectivo de las empresas tecnológicas tanto sobre los mensajes que transmiten sus artefactos como sobre la configuración de los hábitos y apetencias de sus manejadores; de modo que tal circunstancia, hoy de una vigencia palpable, torna en mera fantasmagoría esa libertad mencionada por el filosofo de Turín y el de Seúl; por cuanto se me antoja, como amargo corolario, que la democracia no existió sino como un ensueño de los gabinetes filosóficos dieciochescos y ahora solo disfrutamos de su graciosa representación; es decir, que habitamos sobre un parque de atracciones dispuesto para saturar nuestros deseos aún antes de concebirlos.

Luego, pudiera suceder, como sostenía mi amigo Javier Krahe, que simplemente viviésemos bajo sinarquías, tan propensas siempre a cualquier Ricardo III, y más en este momento, cuando nos hallamos obnubilados por los múltiples dispositivos que absorben nuestra intimidad o por esa autoexplotación señalada por Byung-Chul Han. En cuanto a la democracia; ¿cómo pudo degradarse, si probablemente no fue más que una benemérita entelequia de aquellos días cuando se estilaban las pelucas blancas y las chupas de damascos?

Artículo publicado por el "Imparcial", el 16 de septiembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 

Madrid.- 17 de septiembre de 2024


Del 16 al 21 de septiembre

IV EDICIÓN DEL FESTIVAL CENTROAMÉRICA CUENTA, en Madrid

 

El Festival Centroamérica Cuenta regresa a Madrid con una variada programación que incluye diálogos sobre creación literaria y periodismo,

En esta edición, asisten mas de 40 participantes, entre escritores y escritoras, libreros, críticos, gestores y periodistas de Iberoamérica.

Este año, además se presentará un libro y por primera vez, se realizarán visitas a universidades de Madrid.

Ayer lunes empezó su programación en el Instituto Cervantes.

El escritor y periodista argentino Martín Caparrós entrega su legado literario en La Caja de las Letras del Instituto Cervantes.

Luego la conferencia de El mundo de hoy: periodismo a pesar de todo

https://www.youtube.com/watch?v=kXEO-rv90Qo

Con la participación de Mónica González (Chile), Martín Caparrós (Argentina) y Montserrat Domínguez (España).

La inauguración de la cuarta edición del festival Centroamérica Cuenta en Madrid, se llevó a cabo en la Casa de América.

Luego el díalogo La ficción sin límites, sobre cómo la literatura puede ampliar los límites de lo que es posible contar y reflexionar, y cómo estas libertades impactan la narrativa y la percepción de la realidad en la literatura moderna, desafiando toda forma de autocensura en la escritura.

Fernanda Trías (Uruguay), Sergio del Molino (España) y Sergio Ramírez (Nicaragua) conversan con Jesús Ruiz Mantilla (España).

Centroamérica vista desde Europa y Estados Unidos (Las Cuentas de Centroamérica)

José Antonio Sanahuja (España), Cynthia J. Arnson (Estados Unidos) y Ángel Cárdenas Sosa (Venezuela) conversan con Jacobo García (España).

A continuación les dejamos el enlace del programa de los siguientes días, que serán hasta el día 21 de septiembre.

https://www.centroamericacuenta.com/programa-madrid-2024/



 Santiago del Teide.- 16 de septiembre de 2024

 

Santiago del Teide convoca la V edición del Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género

El plazo de presentación de trabajos finalizará el 25 de octubre

El Ayuntamiento de Santiago del Teide ha convocado la V edición del Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género con el que se persigue sensibilizar a la población contra la violencia de género mediante la redacción, posterior lectura y comprensión de microrrelatos, buscando fortalecer los valores de respeto e igualdad para que entre todos/as consigamos acabar con esta lacra social.

En el mismo podrá participar, en la categoría general, cualquier persona residente en España mayor de 18 años el día de presentación de la solicitud mientras que en la otra categoría en liza, categoría Centros Educativos de Secundaria, podrán participar cualquier persona entre los 14 y los 17 años escolarizada en un centro educativo en España(las personas menores de edad deberán presentar autorización otorgada por su padre, madre y/o tutor.

Los microrrelatos, cuyo plazo de presentación de trabajos finalizará el 25 de octubre -a las 23:59 horas-, deberán tener como temática la violencia de género en todas sus modalidades y podrán ser historias reales o ficticias; excluyéndose todos aquellos relatos que tengan connotaciones sexistas, xenófobas u ofensivas contra personas o instituciones.

Para valorar los microrrelatos se tendrán en cuenta los siguientes criterios: Adecuación a la temática del concurso (2 puntos), calidad literaria y expresiva (2 puntos), sintaxis y ortografía (2 puntos) y originalidad del texto y coherencia del mismo (4 puntos).

En cuanto a los premios, contará con dos categorías:

CATEGORÍA 1. POBLACIÓN GENERAL (Dirigida a personas mayores de 18 años). Los premios son los siguientes:

• 1er premio: 500,00€.

• 2º premio: 300,00€.

• 3er premio: 200,00€.

CATEGORÍA 2. CENTROS EDUCATIVOS DE EDUCACIÓN SECUNDARIA (dirigida al alumnado escolarizado en cualquier centro de educación secundaria de España mayor de 14 años). Los premios que se concederán serán los siguientes:

• 1er premio: 500,00€.

• 2º premio: 300,00€.

• 3er premio: 200,00€.

La forma de presentación de solicitudes podrá ser por sede electrónica o de manera presencial en los registros municipales.

Toda la información del concurso (bases, solicitud, …) y demás se podrá consultar a través del siguiente enlace:

https://sede.santiagodelteide.es/publico/edictos/2024000053

 

 

Madrid.- 16 de septiembre de 2024


Por Ricardo Gil Otaiza

 

Del título y otros demonios

El título es y no es lo que parece: avanza y retrocede, hace piruetas en el aire, se contrae o se expande con orgullo: dice lo que no es y es lo que no dice, y así se mece en el desvarío literario: nos toma de la mano y somos sus posesos.

En el ámbito de lo académico, el título de una tesis de grado o de una publicación científica, debe conjugar en sí mismo el objetivo general del trabajo; es más: el título es el objetivo sin el verbo en infinitivo, y deslastrado de algunos aditamentos (el “cómo” y a veces el “para qué”), ahora bien, el territorio de la literatura es más pragmático y menos normativo hasta ciertos límites, y la titulación deberá ser un imán que atraiga las miradas de los hipotéticos lectores, y que contribuya a su aceptación y venta (el mercado, ni más ni menos). Esto es taxativo, y creo que es llover sobre mojado adentrarnos en esta realidad.

No obstante, hay, como en todo, diversas variables que inciden en este aspecto (que pudieran resultar intrascendentes para unos, pero que no lo son), ya que el título deberá decir más de lo enuncia, lo que lleve a quien vea la carátula o la tapa de la obra (o su lomo), en una vitrina o en un mesón de novedades, a la inquietud de asomarse a sus páginas y, por qué no, adentrarse en la librería y llevarse el ejemplar. Es el autor(a) quien titula la obra, pero en esto no tiene la última palabra, porque el editor es el que conoce los intríngulis del oficio, y al revisar el libro sabrá si el título podrá o no quedarse, y aquí entran en juego los dimes y diretes entre autores y editores, al final llegan a acuerdos, y a la mano de Dios.

Los títulos de las obras literarias (y de las artes en general), a diferencia de los académicos, tienden a ser engañosos y ambiguos, porque si bien, deben decir más de lo que anuncian, como queda expuesto, a veces esto no se logra, y el lector cae entonces en una suerte de limbo, porque sencillamente piensa y decide con base en lo que el título le dice o sugiere (claro, entran en juego otros factores relevantes: las imágenes, las fotografías y el diseño de la obra, que suelen ser auténticos ganchos). En otros casos, sucede lo contrario: el título se queda corto y no le transmite al lector la esencia del contenido, y al no tener ese imán que resulte hipnótico, la obra pierde valor extrínseco.

Ahora bien: lo que hay que evitar a toda costa, y esto lo digo cuando puedo, es un título mediocre, gris, chato y sin brillo, ya que, un buen título puede salvar a una obra “mediocre”, y un mal título puede hundir a un hipotético clásico. ¿Cómo saberlo? A veces es un azar, transijo, en otros casos son excelentes las listas de cotejo, que te permiten un amplio espectro de posibilidades y te llevan a un puerto seguro. Recomiendo leer muchos títulos de obras clásicas y contemporáneas, ya que el ejercicio nutre la mente y nos da pistas que podrían ser salvadoras.

Hay títulos de títulos, no nos engañemos, empecemos con los poéticos (aunque no sean de ese género): La llama doble: amor y erotismo de Octavio Paz, El infinito en un junco de Irene Vallejo, El país de la canela de William Ospina, La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, Confieso que he vivido de Pablo Neruda, y Cuando ya no importe de Juan Carlos Onetti. Fíjense: hay allí ensayos, novelas y autobiografía, y no lo reflejan. Los hay precisos y contundentes: Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi (que toma una frase repetida por su personaje central a lo largo del libro, y a pesar de su brevedad, no se queda corto, porque surte un efecto de mantra que queda cincelado en el lector), Formas breves de Ricardo Piglia (que hace énfasis no en el contenido, sino en la forma: textos fragmentarios de pequeño tamaño), así como El último lector, también de su autoría, y ni hablar de Cien años de soledad de García Márquez, que no dice más de lo que enuncia, pero se cierra en sí mismo de manera autárquica y perfecta.

Hay títulos misteriosos: La noche del oráculo y El libro de las ilusiones de Paul Auster (que nos llevan a imaginar nuevas experiencias esotéricas), Delirio de Laura Restrepo (que podría entrar en los precisos y contundentes, pero cuyo vocablo evoca muchas cosas que nos llevan a extraviarnos en lo atávico). Los hay filosóficos: La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, El deseo y el infinito de Armando Rojas Guardia, El tiempo envejece deprisa de Antonio Tabucchi, La velocidad de la luz de Javier Cercas, La cabeza bien puesta de Edgar Morin, El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince, La soledad de los números primos de Paolo Giordano y Las partículas elementales de Michel Houellebecq.

Los hay neutros, que poco nos dicen, que no sueltan prenda, como El nombre de la Rosa de Umberto Eco, Personas de Carlos Fuentes, Lluvia de Victoria de Stefano, La vaca de Augusto Monterroso, Ojalá octubre de Juan Cruz Ruiz, Cambios de Mo Yan y 2666 de Roberto Bolaño. Los hay de salir corriendo: El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, Demonios íntimos de Rubert de Ventós, Amantes y enemigos de Rosa Montero y Del amor y otros demonios de García Márquez. Los hay engañosos como Ensayo sobre la ceguera de José Saramago (que es novela). Los hay jocosos como La loca de la casa de Rosa Montero, El inútil de la familia de Jorge Edward y Obras completas (y otros relatos) de Monterroso (que fue su primer libro y con apenas 140 páginas).

El título es y no es lo que parece: avanza y retrocede, hace piruetas en el aire, se contrae o se expande con orgullo: dice lo que no es y es lo que no dice, y así se mece en el desvarío literario: nos toma de la mano y somos sus posesos.

rigilo99@gmail.com

 


Madrid.- 15 de septiembre de 2024

 

Dentro del programa cultural Espiques

El silencio del adiós y la culpa ausente: tu viaje de post divorcio, de Maciel K. Delgado

Redacción La Gatera Press

Nuevamente Espiques, espacio cultural promovido por Javier Velázquez, nos trae para este mes de septiembre su programación cultural: presentaciones de libros, charlas, conversatorios, etc. en el bar-restaurtante El Escondite, ubicado en el Paseo Jorge Ledesma 2, de Los Cristianos, Arona, Tenerife.

Desde el mes pasado de Agosto, se convoca estos menesteres culturales, iniciándose con la presentación del libro de Cuando se derrrama el mar, de Elena Bethencourt, y la charla La Leyenda del Pirata Moreque, a cargo del licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Laguna, Ramón Hernández.

Y para hoy día 15 de septiembre, a las 19:30 Espiques, nos trae a Maciel K. Delgado, para hablarnos de El silencio del adiós y la culpa ausente: tu viaje de post divorcio.

Presentaciones que van acompañados de artistas con buena música, y amigos para pasarlo bien y en buen ambiente, se ha ido creando en este lugar de El Escondite, y ahora con su espacio cultural, Espiques.

Desde La Gatera Press, les deseamos éxito y que la cultura crezca igualmente en estos lugares de ocio.

 



Madrid.- 12 de septiembre de 2924

Por Ricardo Gil Otaiza

 

De las acepciones

Dentro de mi locura por los libros está, como en una suerte de deriva, la de los diccionarios, y ya cuando crecí y me gradué y gané mis primeros sueldos, lo que hice fue comprarme El Pequeño Larousse Ilustrado

Cada loco con su tema, decía mi madre, y ahora que analizo el viejo refrán hay mucho de verdad en él, porque la diversidad humana se transforma a sí misma en mundos y nociones distintas, en hechos y circunstancias que muchas veces nos sobrepasan y que hacen que tengamos un determinado perfil. Desde muy niño tuve propensión por los libros, y recuerdo que al ser el tercero y último de los hijos, heredaba muchas cosas de mis hermanos y entre ellas los libros, y eso me producía un enorme sufrimiento, porque los quería nuevos, poder oler sus páginas, quitarles el celofán y sentir el gozo de poseerlos al fin, de que fueran míos y de nadie más, pero los ejemplares que me llegaban en cadena de mando estaban mustios, arrugados, con las carátulas desprendidas, con las puntas dobladas y sin ese encanto que posee un libro recién salido de la imprenta.

Ya para entonces, sentía una fuerte atracción por las palabras y sus significados, y fue así que muy pronto mi mirada se volcó en los diccionarios. Por fortuna, mi madre era maestra, y el Ministerio de Educación dotaba a las escuelas de los materiales necesarios para la labor docente, y los diccionarios no podían faltar: y yo me daba un gustazo investigando en un tomo grueso de tapas duras azules (cuya editorial no recuerdo), y así descubrí (no sin asombro), que una sola palabra podía tener varios significados o acepciones, y eso era algo mágico, sencillamente encantador, que en mi cabeza infantil me hacía sentir deslumbrado frente al poder omnímodo de una lengua que recién conocía.

Dentro de mi locura por los libros está, como en una suerte de deriva, la de los diccionarios, y ya cuando crecí y me gradué y gané mis primeros sueldos, lo que hice fue comprarme El Pequeño Larousse Ilustrado (Ediciones Larousse y Círculo de Lectores,1988), y no pueden ustedes imaginarse mi enorme felicidad de tener en mis manos el poder de la palabra: de sentir que en aquellas páginas estaba asentada o contenida la verdad de las cosas: lo que ellas transmiten, lo que nos dicen desde sus nombres y categorías lingüísticas, y de ahí en adelante todo se dio en una sucesión de ejemplares de todo calibre y origen, que pasaron a engrosar mi biblioteca personal.

Así, a vuelapluma, hallo en mis anaqueles dos ediciones del Diccionario de la Lengua Española en dos volúmenes (Espasa Calpe, 21ª y 22ª edición,1992 y 2001, respectivamente), el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española (Santillana, 2005), el Diccionario de Venezolanismos en tres tomos bajo la dirección y estudio preliminar de María Josefina Tejera (Universidad Central de Venezuela, Academia Venezolana de la Lengua y la Fundación Edmundo y Hilde Schnoegass,1993), El Pequeño Larousse Ilustrado en color 1996 (Larousse S.A., 1995), el Diccionario de sinónimos y antónimos (El Ateneo, 4ª edic.1992), el Diccionario de Botánica (Editorial Labor, 1985, que para mí fue una herramienta extraordinaria, ya que mis inicios como profesor universitario en la ULA fueron en Botánica Farmacéutica), el CLAVE Diccionario de uso del español actual con Prólogo de Gabriel García Márquez (sm, 1999), el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Santilla, 2010), el Diccionario de sinónimos y antónimos (Espasa, Biblioteca El Nacional, 2001), el Diccionario de dudas y dificultades (Espasa, Biblioteca El Nacional, 2001), y el Diccionario de uso del español de María Moliner (Gredos, 2007), que me lo obsequió de paquete un buen amigo cuando ingresé como Miembro de la Academia de Mérida. Y a falta de diccionarios, consulto además El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter (Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, 4ª edic.1999) y El nuevo dardo en la palabra del mismo autor (Aguilar, 1ª edición 2003), y no satisfecho todavía, consulto El estilo del periodista de Alex Grijelmo (Taurus, 2003). Y solo al final, cuando los caminos se cierran, apelo al doctor Google, que cree saberlo todo.

Quiso la fortuna que publicara dos de ellos: Breve diccionario de plantas medicinales (Los Libros de El Nacional, Caracas, 1999) y Breve diccionario del naturismo (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2010), así como también que mi nombre fuera citado en tres de ellos: Diccionario Histórico del español de Venezuela, Vols. I y II, de mi buen amigo el lexicógrafo Francisco Javier Pérez (Fundación Polar, Bid & Co. Editor, 2011 y 2016 respectivamente), en cuya preparación participó la Academia Venezolana de la Lengua y el segundo fuera patrocinado por la Embajada de España en Venezuela, y en El Diccionario de Latinismos en el Español de Venezuela de Valentina Truneanu Castillo (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2005).

Dicen que uno atrae sus propias realidades, y a veces pienso que es cierto. Mi interés por la palabra y por sus distintas acepciones, me ha llevado a recorrer cientos de páginas, a trajinar una enorme montaña de libros y de autores, a indagar aquí y allá hasta hallar la precisión que busco, pero, déjenme decirles, que no hay posibilidad alguna de no equivocarse, de que no se escape algún gazapo, de que una duda gramatical no me atormente al punto de tener que levantarme a media noche, buscar en el diccionario, corregir el texto, y así entonces entrar en los territorios del sueño. Locuras mías, diría mi santa madre.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 09 de septiembre de 2024

 

Samir Delgado reivindica el nuevo papel de las islas como espacio de futuro

El escritor canario ha llevado a cabo una gira literaria por México, país en el que reside

El escritor canario Samir Delgado ha reivindicado el papel de los archipiélagos como zonas de cultura y mestizaje durante una gira literaria en diferentes espacios culturales de Mazatlán, Ciudad de México y Durango.

Residente en México, el poeta y crítico de arte ha presentado al público las novedades editoriales más recientes, el ensayo 'Turisferia' editado por el Gobierno de Canarias en la Colección Clavijo y Fajardo y el poemario 'País natal' publicado por la editorial madrileña El sastre de Apollinaire.

Samir Delgado (Las Palmas de Gran Canaria, 1978) asistió a la jornada inaugural del Coloquio Internacional 100 años de surrealismo, celebrado en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM entre los días 2 y 5 de septiembre, con una ponencia centrada en la experiencia surrealista de la revista 'Gaceta de Arte' entre los años 1932 y 1936, con especial referencia a sus integrantes más destacados, como Eduardo Westerdahl, Pérez Minik y Agustín Espinosa, resaltando «la conexión entre revistas como Claridade, Orígenes y Gaceta de Arte que reflejaron el potencial vanguardista de las islas frente a las capitales continentales».

El ensayo 'Turisferia' fue presentado junto al autor, por la profesora mexicana Margarita Vargas en el Auditorio Leopoldo Zea del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM.

En el evento del pasado 2 de septiembre, el autor canario dio cuenta del imaginario turístico contemporáneo en las expresiones artísticas y literarias, con la anticipación histórica de lugares como Playa del Inglés y Playa de las Américas que se constituyeron en epicentro de la configuración de la experiencia internacional de las islas.

El escritor Samir Delgado es integrante del proyecto 'Leyendo el turismo', junto a Acerina Cruz y David Guijosa, así como miembro fundador de la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares.

Su poemario más reciente 'País natal', publicado por la editorial El sastre de Apollinaire, dirigida por Agustín Sánchez Antequera, fue presentado en las librerías mexicanas como una novedad editorial que ofrece un diálogo pionero con los paisajes marítimos del Pacífico, la Isla de Ré en Francia o islas caribeñas como Puerto Rico.

Fuente:https://www.canarias7.es/cultura/libros/samir-delgado-reivindica-nuevo-papel-islas-espacio-20240908224411-nt.html


Madrid.- 09 de septiembre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

La mejor lección

Nos daba pena, eso sí, que estuvieran tanto tiempo encerrados, ensimismados, conversando entre ellos, por supuesto, pero ajenos del resto del mundo: todas unas luminarias de belleza indescriptible

En las casas en donde vivimos cuando era niño, siempre tuvimos un gato, a veces dos o más, y la razón era porque se trataba de casas viejas y había que ahuyentar a los ratones; ya en mi adolescencia estrenamos una, y asunto zanjado, aunque nos llevamos al gato que teníamos para entonces, y poco tiempo después murió de manera imprevista en un accidente doméstico. Igual con los perros: de niño tuvimos dos, y el segundo (un animal gigantesco llamado Fifí) mi padre tuvo que darlo en adopción porque hizo desastres en la casa: se comió las cortinas hasta donde alcanzó, trituró el botón del televisor, destruyó el canasto en donde se guardaban las verduras, y paremos de contar. Mi relación con los animales era “normal”: me atraían, pero no me fascinaban ni me quitaban el sueño, pero cuidé y alimenté un mucuchicero (raza autóctona venezolana) llamado Otelo, que no era mío, sino del cura de la iglesia en donde fungía como monaguillo, y yo era el único a quien obedecía.

Muchos años después, y recién casado, mi esposa y yo adoptamos a una cachorrita pastor alemán (que llamamos Tarly,), que habían dejado abandonada en la puerta de una panadería, y estuvo con nosotros hasta su muerte temprana (con apenas siete años), y a la que quisimos mucho. Mi esposa es amante de los animales y de la naturaleza, de ella he aprendido a disfrutar de los perros: ver en ellos a criaturas especiales, en donde no anidan sentimientos innobles; tan solo meros instintos. Su mirada es de una pureza estremecedora, y podemos establecer con ellos una conexión que va más allá de las hipótesis. Tanto es así, que ahora sé que los perros se ríen, dependiendo de su carácter, y sus ladridos es un lenguaje ininteligible para los humanos, pero si estamos en sintonía con ellos sabremos lo que nos están diciendo. Podría afirmar sin que me quede nada por dentro, que ese amor a los animales y a la naturaleza es la más grande lección de vida que he recibido, y se lo agradeceré para siempre.

Ahora bien, como todo en este mundo es un intercambio sinérgico si hay la voluntad, mi esposa recibió de mí el amor por la lectura y los libros. Cada vez que terminaba de leer un libro se lo pasaba a ella, y ha llegado a leer casi tanto como yo. Eso sí, soy un lector bibliófilo indomable y ella no, al igual que nuestras hijas: leen mucho, pero no tienen esa pasión desbordada que yo sí tengo, pero debo confesar que todas me la toleran muy bien, y hasta me la azuzan: me han enviado libros inencontrables acá, y eso dice mucho de ellas, y hasta han permitido cuestiones en casa que solo podrían ser explicables en un manicomio, porque como decimos acá: me llevan la cuerda. Aquí los libros son parte del decorado, cuando llegan visitas tengo que desocupar los sofás en donde hay libros tirados, y me permitieron que un enorme mueble de madera que podría perfectamente fungir de ceibó (o aparador), lo llenara de libros.

Debo confesar que en esta casa han vivido grandes figuras de la literatura universal, a las que hemos alimentado y cuidado y cuya salud en su momento nos puso en ascuas. Si mal no recuerdo, aquí han pernoctado por no tan largos períodos, literatos como Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Agatha Christie, Elena Poniatowska, Rosa Montero, Edgar Allan Poe y algunos otros, y lo cumbre ha sido que tanto mis chicas como yo nos sentíamos felices con ellos, aquí no había discriminación de nada: de si eran o no novelistas o cuentistas o ensayistas, o hispanoamericanos o europeos, mujeres u hombres: todos recibían el mismo cuidado y cariño. Nos daba pena, eso sí, que estuvieran tanto tiempo encerrados, ensimismados, conversando entre ellos, por supuesto, pero ajenos del resto del mundo: todas unas luminarias de belleza indescriptible. Debo reconocer que nos quedábamos muy tristes cuando se marchaban, y para no tener que estar en una noria: decidimos que cerraríamos el hospedaje cuando todos partieran, y así lo hicimos.

Sí amigos, a este nivel ha llegado la locura de ponerles a los periquitos australianos los nombres de nuestros autores favoritos: todo un suceso (la pasión de mi esposa y la mía juntas en una misma esencia corpórea), porque de pronto una de mis hijas me decía: papi, creo que Borges se siente mal, que le duele una patita, la Poniatowska bebe poca agua, Agatha está muy quieta, a la Montero le cuesta volar, Poe está algo decaído, Augusto necesita vitaminas. Y ni decir de mi esposa, que sentía remordimiento por tenerlos encerrados en dos jaulas, como si fuésemos los dueños de sus vidas: como si el ser humano tuviera el derecho a arrogarse la supremacía sobre los otros. Pero los malos tiempos llegaron cuando después de un viaje breve hallamos muerto a Borges, una mañana la Poniatowska ya no estaba en este mundo, igual nos pasó con Agatha. Poe y Monterroso fueron los que más resistieron su clave genética, pero también cayeron uno tras otro. ¿Y la Montero? Pues esa autora siendo como es, una rebelde con causa, aprovechó un descuido de mi esposa y echó a volar hacia el solar vecino, a pesar de sus dificultades con una de sus alas, y le perdimos el rastro.

Un buen día, mi esposa tomó una drástica decisión: le daría la libertad a una cotorrita llamada Dani, que chillaba como una loca. Le abrió la jaula y se echó a volar, se posó en el limonero y de allí partió a otros mundos mejores que el acotado espacio de una jaula.

rigilo99@gmail.com




Madrid.- 03 de septiembre agosto de 2024

Por: Gastón Segura

  


La facultad de engañarse

 

Con motivo de la reciente muerte de Alain Delon, el segundo canal de la televisión autonómica madrileña emitió El gatopardo (1963), de Luchino Visconti. Y no; no voy a escribirles sobre este monumental film ocasionador, entre otros sucesos reseñables, de la quiebra de su productora, la Titanus, que, como la lechera del cuento, no previó la indiferencia del público norteamericano. Y aunque en Italia, las taquillas superasen a cuánto se conocía; al parecer, no bastaron.

A pesar de este grave percance, la película hizo —y aún sigue haciendo—mella; recuerden al caso la descarada respuesta de Tancredi Falconeri a su tío el príncipe de Salina para justificar su alistamiento contra natura en la milicia de Garibaldi: «si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie»; ocasionadora del adjetivo italiano gattopardesco —en España; «cambiarse de chaqueta»— y que se convirtió durante la Transición, y aun después, en la culta jaculatoria para excusar las más rotundas enmiendas ideológicas; en fin, eso que los comunistas de manual señalaban acusatoriamente como revisionismo.

No obstante; contra el predicamento acreditado aquí y allá por la respuesta del joven Falconeri, para mí la secuencia más sustancial y determinante de la película —y con idéntica importancia en el relato original— es la entrevista, con motivo del ofrecimiento del título de senador en el nuevo parlamento de Turín, entre Aimone Chevalley di Monterzuolo y el príncipe de Salina. Y de todo ese diálogo ejemplar por tantas razones, y donde Lampedusa, por boca del príncipe, expuso su teoría sobre el alma soñolienta e inmutable de Sicilia, siempre me ha estremecido —y ahora, más que nunca— aquella pregunta retórica con la que don Fabrizio de Salina renuncia a este nombramiento:

«—¿Qué haría yo en el senado, un legislador inexperto que carece de la facultad de engañarse a sí mismo, ese requisito esencial para quien quiere guiar a los demás?», que la narración cinematográfica remata con una sentencia taxativa, pronunciada por el príncipe en la novela un par de páginas más adelante: «No; Chevalley, en política no expondría ni un dedo; me lo morderían».

A lo que responde el caballero piamontés: «Si los hombres honrados [como vuestra excelencia] se retiran, el camino quedará expedito para la gente sin escrúpulos y sin perspectivas».

Pocas veces en nuestro país, como en este momento, el augurio acerbo de Chevalley se ha tornado más palpable. Y, qué duda cabe, por tales aserciones visionarias —aunque Lampedusa las dirigiera a la nueva República italiana—, El gatopardo (1958) se convirtió, contra su factura convencional —cuando no, algo añeja—, tanto en el primer gran éxito editorial en Italia —a los ocho meses había vendido más de cien mil ejemplares— como en uno de los relatos más señeros y reputados del s. xx. Sin embargo; la manera cómo llegó a publicarse por Feltrinelli fue casi tan novelesca como la misma causa del nacimiento en la mente sensual y retraída de su autor, Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa, duque de Palma, barón de Montechiaro y de Torretta y grande de España, cuando contempló la devastación de su palacio palermitano por el bombardeo aliado del 5 de abril de 1943.

Mas hubo de transcurrir once años y una estancia en San Pellegrino Terme, donde su primo, Lucio Piccolo, recitaba unos cuantos poemas, invitado por el enorme Eugenio Montale, para que Lampedusa sintiese la necesidad de sentarse en el café Mazzara, de Palermo, a narrar aquella inmensa y doliente nostalgia, emanada de los escombros del solemne caserón donde había nacido cincuenta y ocho años antes. Pues, desde 1925, cuando divulgó varios cuentos —luego, reunidos en Relatos (1961)—, en una revista genovesa con un título tan hesiódico como Le opere e i giorni, Lampedusa apenas si había dictado unas clases privadas de literatura francesa y británica —Lecciones sobre Stendhal (1977), Conversaciones literarias (1979) y Literatura inglesa (1991); títulos todos editados póstumamente— a su sobrino Francesco Orlando y a su luego ahijado Gioacchino Lanza di Assaro, y garabateado para sí unas pequeñas memorias, Recuerdos de infancia, publicadas también post mortem, en 1961, pero nunca había intentado algo tan íntimo, por una parte, y tan ambicioso, por la otra. No obstante, lo emprendió en el velador de aquel café siciliano y cuanto le resultó más sorprendente: lo concluyó tras veinticuatro meses, en 1956. Lucio Piccolo envió enseguida algunos capítulos sustanciosos a Mondadori y a Einaudi; empero, tropezaron con el veto de Elio Vittorini, de gran autoridad en ambas editoriales.

En julio del año siguiente, Lampedusa morirá de cáncer, amargado por el rechazo al relato donde había impreso casi tantas esperanzas como añoranzas familiares, y hasta esas desengañadas advertencias políticas. Pero he aquí que conocido el triste caso por Giorgio Gargia, un paciente de su viuda, Licy Wolff-Stomersee, envió unos capítulos a la hija de Benedetto Croce, y esta, admirada, se los remitió a Giorgio Bassani, director de una colección para Feltrinelli. Asombrado ante el texto, el gran novelista ferrarense repitió la operación con su amigo Mario Soldati, y tampoco a este le cupieron dudas: aquellos folios mecanografiados constituían un capolavoro. En consecuencia, el once de noviembre de 1958 apareció en las librerías italianas El gatopardo.

Ahora nos queda disfrutar con sus porosas páginas y hasta con su majestuosa adaptación cinematográfica, mientras nos ruborizamos al escuchar, una vez más, que quienes nos gobiernan acendran la mucilaginosa facultad de engañarse así mismos; ya no les cuento al resto.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 02 de septiembre de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 


Madrid.- 02 de septiembre de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

La verdad de las mentiras

La verdad de aquel texto ya sepultado en el tiempo, era a su vez una mentira: el artefacto literario, es decir, mera ficción, que buscaba resucitar en el lector la voz y la mente lúcida de uno de nuestros mejores literatos de todos los tiempos

Confieso que el título de la columna coincide con el de un libro de Mario Vargas Llosa (que he leído mil veces), pero no les hablaré de él, el autor ya no lo necesita, llegó a donde quería llegar y no le hace falta mi humilde apoyo. Lo que me hace recordar una anécdota que me sucedió con Delia Picón-Salas de Morles, hija única de don Mariano Picón Salas: gran escritor venezolano. Ella y su esposo eran mis amigos y de vez en cuando nos comunicábamos vía telefónica, porque si mal no recuerdo, para entonces todavía no se había inventado esa maravilla llamada WhatsApp. Una noche, de esas plagadas de ideas y de insomnio, se me ocurrió escribir una entrevista ficticia a don Mariano y las respuestas lógicamente las tomaría de su propia obra: la idea era hacer un pequeño homenaje a un autor entrañable y muy querido, cuya obra ha formado parte de mi educación literaria. El texto lo enviaría a Verbigracia: un encartado literario de El Universal; y créanme que me hacía mucha ilusión.

Por tontería de mi parte, o tal vez queriendo halagar a Delia a quien le tenía un enorme afecto, al igual que a su esposo, don Alfredo Morles, a quien tuve el honor de recibir como Miembro Correspondiente Nacional de la Academia de Mérida, siendo yo su presidente, se me ocurrió llamarla para informárselo, pensando que ella lo tomaría con alegría y entusiasmo, tratándose de su padre, a quien adoraba y ya para entonces preparaba la edición de sus Obras Selectas que saldrían en el 2008, en coedición entre Reaseguros C.A. y la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Este magnífico tomo, por cierto, es una reimpresión de la segunda edición de 1962 (corregida y aumentada por el propio don Mariano). Tiempo después, ella publicó los textos que su padre no seleccionó, me imagino que por considerarlos inmaduros o indignos de su propia obra, y que su hija decidió darlos a conocer por razones obvias: que no cayeran en el olvido y no se perdieran en la maraña de papeles sueltos, que suele ser lo cotidiano en la biblioteca de un autor. Lo cierto fue que la llamé y nos saludamos cordialmente como solía ser siempre, y le comenté con entusiasmo lo que había preparado para la prensa nacional, a lo que ella respondió: “No, querido Ricardo, ya mi padre no necesita nada de eso”.

Admito que su respuesta me dolió, la sentí como una bofetada inmerecida, tal vez ella pensó que yo quería ganar indulgencia con escapulario ajeno. Claro, pude obviar su respuesta y enviar el texto a El Universal; total: no tenía que pedirle permiso a ella ni a nadie, como escritor tengo plena libertad de recrear, de inventar, de echar mano de la intertextualidad con mención de las fuentes, y asunto zanjado, pero el dardo me llegó hondo, y el texto se quedó impreso sobre mi escritorio y en el trasteo propio de la vida, le perdí el rastro y solo hay el amargo sabor de una respuesta, que de alguna manera resquebrajó nuestra relación: o por coincidencias de la complejidad del existir (ajenas a nuestras intenciones), lo que era una interacción permanente, se fue enfriando hasta el final. Posteriormente, cuando ella ya había fallecido, tuve la fortuna de estrechar los lazos con ese gran caballero que fue don Alfredo Morles, a quien quise mucho, y él a mí, y la vieja herida sanó, pero quedó una huella que hoy pretendo exorcizar con esta pequeña historia.

Tal vez, doña Delia, como solía llamarla por respeto, en aquel momento no cayó en la cuenta de que la verdad de las mentiras de la literatura, nos enriquecen, nos llevan más allá de las circunstancias presentes, y hacen de nosotros seres ganados al portento y a la magia. La verdad de aquel texto ya sepultado en el tiempo, era a su vez una mentira: el artefacto literario, es decir, mera ficción, que buscaba resucitar en el lector la voz y la mente lúcida de uno de nuestros mejores literatos de todos los tiempos: yo fungía de entrevistador en el acá y él desde un más allá respondería con su propia obra. La entrevista es un género literario per se (Monterroso al respecto, solía declarar, con razón o sin ella, que la entrevista era el único género literario creado en nuestro tiempo), que colinda con otra área no menos importante, como lo es el periodismo. Ahora bien, sus fronteras se difuminan solo en la intención: mientras que la literatura busca recrear, el periodismo busca informar. Si bien ambas nociones son comunicación en el sentido lato del vocablo, la primera se funde en el desvarío propio de la ficción, en la que tiene cabida lo real y lo inventado por la cabeza calenturienta de un escritor, y en la segunda: se echa de menos la objetividad (que no siempre se alcanza por cuestiones que no vienen al caso mencionar, pero que es su razón de ser).

Hoy, después de muchos años, me digo, no sin culpa, que no debí llamarla. A lo mejor (pienso), hubo atisbos (o ríos) de vanidad de mi parte, al pretender hacer partícipe de una travesura literaria, nada más y nada menos que a la “heredera” de la obra de una luminaria de las letras. Qué sé yo: a lo mejor pasó por su cabeza la interrogante: ¿qué hace este imberbe hurgando en las cosas de mi padre? Sí y no, medito hoy: cuando la obra sale de las manos de su creador, ya no le pertenece, es de todos y es de nadie. Por supuesto, no me iba a lucrar, lo que me pagaban por esos trabajos era algo simbólico, pero la ilusión muy grande.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 22 de agosto de 2024

Por: Gastón Segura

  

Aquella desesperada huida en Viena

Las cloacas de Viena siempre albergarán la desesperada huida de Harry Lime, en aquellos años cuando hasta las altivas pupilas grises de sus vecinos se habían vuelto plomizas por la inmensa vergüenza de la derrota; ¡si hasta recurrieron al represaliado Josef Krips para que su sangre medio judía exorcizase la batuta de la Wiener Philharmoniker! El resto ya se ve en esa inconmensurable película estrenada hace setenta y cinco años: El tercer hombre, pese a que, apenas comenzada la proyección, el mayor Calloway le espete con desgana al escritor:

—Todo esto suena a novela barata.

—Umm… Yo solo escribo novelas baratas.

Y en absoluto, porque se trataba de Graham Green.

Para entonces Graham Green y Carol Reed, su director, ya habían colaborado en El ídolo caído (1948), adaptación cinematográfica de un cuento del primero, The Basement Room (1936). Y como ambos congeniaron aun antes de que este film fuera un éxito de crítica, el productor, Alexander Korda, ávido de reflotar las finanzas de la British Lion Film atrayendo nuevos talentos, convocó una cena entre los tres y le propuso al novelista prolongar aquella amistad con un nuevo guion, esta vez, sobre Viena. En el fondo de aquella oferta latía una cuestión sentimental: Korda había trabajado allí entre 1920 y 1926 y, además, era lo más cercano a Budapest que podía llegar, donde fuera una promesa del cine en mitad de la Gran Guerra e incluso algo después, durante el Soviet de Béla Kun.

Como respuesta a esta invitación de Korda, Green sacó del bolsillo un sobre en cuyo reverso había garabateado: «Me había despedido para siempre de Harry una semana antes, cuando su ataúd descendió en la helada tierra de febrero, de manera que no di crédito a mis ojos cuando lo vi pasar, sin el menor indicio de reconocerme, entre la multitud de desconocidos del Strand».

Pero Harry no pasó nunca por el Strand londinense, porque Green aceptó hospedarse, durante una quincena del febrero siguiente, en Viena, aunque solo lograse atisbar los rostros agrios de sus habitantes y tanta calamidad que ni la muy reputada hipocresía local era capaz de disimular, hasta la penúltima noche, cuando Elizabeth Montagu, su guía por los clubes de mala nota —de buena no había; los tiempos no lo toleraban—, le presentó a Peter Smolka, el corresponsal de The Times, y este, entre trago y trago, se despachó a gusto sobre cómo el estraperlo carcomía la ciudad de un extremo al otro y cómo sus alcantarillas semejaban el Rastro un domingo por la mañana.

Tras aquella conversación, a Green no le restaba sino redactar el esbozo literario del guion —meses después del estreno y ante la clamorosa recepción de El tercer hombre, publicado como novela— y a Carol Reed, planificar la producción. Entre tanto; Korda, por sus apuros bancarios, había metido en el asunto a David O. Selznick, que envió como aperitivo de sus imperiosos memorandos a Orson Welles, Joseph Cotten y Alida Valli para encabezar el reparto. Por fortuna, Korda le admitió los actores; en cuanto a sus enérgicas directrices, acabaron, conforme llegaban desde Los Ángeles, una tras otra en la papelera de la British Lion Film.

El rodaje duró seis semanas entre Viena y Londres; y visto el resultado, todo un prodigio. Y en lugar de detenerme en las leyendas acerca de las modificaciones de Orson Welles sobre la filmación —fomentadas, naturalmente, por él. Eso se le daba de dulce—, prefiero señalarles la modélica actuación de los actores austriacos y, entre ellos, la de Hedwig Bleibtreu como la casera protestona de Anna Schmidt; simplemente, admirable. Y, por descontado, asegurarles que el impecable estado actual del film no sería posible sin la extraordinaria fotografía de Robert Krasker, empeñado en satisfacer, con la tenebrosidad de las inmensas sombras y los charolados del pavimento, la obsesión de Reed por plasmar el expresionismo alemán, o por la introducción inesperada de inusuales ángulos de cámara, que tanto incomodaron a William Wyler, sin olvidar aquellos insertos de rostros oteantes, aquí y allá, para aumentar la inquietud de las secuencias, especialmente durante las tres magistrales persecuciones.

Muchos sostienen que tal factura es legataria de las películas precedentes de Welles; tal vez, pues si viesen Estambul (1943), comenzada por Orson Welles y acabada por Norman Foster, encontrarían —y no solo en los intérpretes— algunas concomitancias notables con El tercer hombre. Aunque me parece más sensato considerarla hija de las Benzedrinas que mantuvieron despierto a Reed durante toda la filmación y de Larga es la noche (1947), su anterior obra maestra; donde Krasker también intervinó como operador y donde las sombras oprimen despiadadamente a su protagonista, un James Mason herido, fugitivo y, ante todo, supremo; tal es así que los británicos la consideran su mejor actuación cinematográfica.

Green y Reed volvieron a colaborar en Nuestro hombre en La Habana (1959); y a pesar del desahogado presupuesto y del deslumbrante elenco, el film no superó cuanto se puede esperar de un divertimento exquisito; una verdadera lástima. Y ahora, al finalizar, caigo en la cuenta de que todo este artículo no se debía tanto al septuagésimo quinto aniversario de aquella fuga de Harry Lime por los fétidos desagües de Viena, sino a otra huida acaecida hace un par de semanas en Barcelona. Al pronto; se me antojó planificada y dirigida por Mariano Ozores, por cuanto colegí si nuestro gobierno no se parecerá cada día más a Los bingueros (1979).

Artículo publicado por el "Imparcial", el 21 de julio de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     





Madrid.- 19 de agosto de 2024

Por Luis José Oropeza



A 88 años del viaje definitivo de Federico García Lorca

Hoy,

del otro lado,

dónde  estoy,

más cerca

-quizas-

de la reminiscencia

lírica ,

de los avatares

de mi infancia cultural,

en algún instante de mis búsquedas vitales, me topé con los poemas de Federico García Lorca, me sumergí en ese inmenso piélago lírico del cantor de mis ensueños, para encontrar el rumbo definitivo de las evocaciones celebratorias que marcaron mi errancia cultural.

Hoy,

Sonia me escribe

y solicita de mí

unas grafías,

un merecido homenaje

al poeta que hoy,

casi a mis ochenta años,

es impronta de mi corazón.

Ahora no deseo más que olvidar aquél 18 de agosto de 1936, cuando apagaron vilmente los disparos la voz de mi poeta esencial, porque García Lorca, hay que reiterarlo, fué el lírico mayor -de mis años mozos- y también el de mayor influencia y reconocimiento popular en la literatura española del Siglo XX.

En este aniversario de su muerte evoco su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y rindo tributo de admiración al poeta que se sembró en mi corazón de niño lector de poesía, el más digno poeta de mis apasionados encuentros con el arte de hacer poemas. Hay en este Llanto por Ignacio Sánchez Mejías una resonancia trágica que cargó en sus cuernos la vida de un matador y se colgó en el umbral de mis recuerdos hasta hoy; por algo Federico García Lorca fué el poeta más celebrado de la generación del 27, cuando integró una agrupación literaria en la que fueran luz y guía figuras de la talla de Luis Cernuda, Rafael Alberti, Dámaso Alonso y Vicente Alexander, entre otros colosales líricos de la poesía española de finales del siglo XIX y principios del XX.

En leyendo a García Lorca, recorro las páginas reveladoras de un arte poética que es a la vez popular, surrealista y moderno, eterno, profundo y universal.

Veamos ahora algunas unidades métricas del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, para comprender por qué García Lorca es uno de los autores españoles, después de Cervantes.

"La piedra es una fuente donde los árboles gimen

sin tener agua curva ni cipreses helados.

La piedra es una espalda para llevar al tiempo

con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.

Ya se acabó; qué pasó? Contemplad su figura:

La muerte le ha cubierto de pálidos azufres

y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro".

Así, Federico García Lorca, que había nacido en 1898 en Fuente Vaqueros y fusilado durante la guerra civil española, nos legó una poética todavía ejemplar en sus provocaciones.

 


Madrid.- 19 de agosto de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

Un puñado de autores

Releer es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo

Quienes somos lectores avanzamos a cierto ritmo con los libros que tenemos a la mano: los olfateamos y palpamos, los asumimos como una arista de nuestra cotidianidad, nos acompañan a casi todos lados y somos con ellos parte y todo de una misma realidad, que nos empuja a avanzar, a seguir cierto y determinado ritmo, a otear aquí allá, a mirar de reojo los ejemplares que otros llevan consigo, y detenernos por un instante a sopesar lo que ellos significan para nosotros. Por supuesto, hay en esto una suerte de intuición (o si se quiere de premonición), ya que cuando abrimos por vez primera un ejemplar y leemos al vuelo el inicio, o algunas páginas al azar, sabemos de entrada si ese libro es para nosotros: hay elementos que nos atrapan irremediablemente y nos impelen a llevárnoslo bajo el brazo, y casi nunca nos equivocamos, a pesar de que esto sea algo tan “subjetivo”.

Pero…, los viejos lectores tenemos nuestras mañas, la experiencia nos entrega herramientas que nos posibilitan engranarnos en la dinámica de un libro sin mayores problemas, aunque se asome en el horizonte la nube de la decepción. Gracias a esa misma experiencia, sabemos que la primera lectura de un libro puede resultarnos gratificante o cuesta arriba, que muchas veces el proceso de ojeada (de echarle un ojo a un tomo) no basta, porque hay en su interior todo un universo por descubrir, que solo la lectura detenida puede entregarnos, de allí que a veces estemos reticentes con respecto a leerlo o no: asumirlo en su vasta y compleja incertidumbre, o postergar su lectura por ahora, o para siempre.

Hay circunstancias en las que nuestro estado de ánimo no nos permite internarnos en una nueva lectura con sus hipotéticos deslumbres y satisfacciones, y optamos por la comodidad de la relectura: acercarnos a las obras que años atrás nos dieron grandes momentos de felicidad, aunque haya también en eso sus riesgos, porque la relectura puede quebrar dentro de nosotros la ilusión del pasado, al reconocer en el ahora que el libro no es lo que creíamos que era, y sentiremos el vahído de la frustración y la amargura. No obstante, todo avezado lector tiene en su haber un puñado de autores y de obras de confianza, a los que regresamos sin pensarlo dos veces, porque sabemos que en sus páginas hallaremos lo que buscamos: el disfrute y el placer estético, espiritual e intelectual de toda buena obra.

Releer es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo. Acercarnos a nuestros autores de cabecera, por lo general pocos (un puñado), es garantía de éxito en nuestra empresa, porque son ellos quienes a lo largo del tiempo nos han proporcionado enormes satisfacciones, que con ellos es seguro estar, que en sus libros (a veces, no todos) nos sentiremos cómodos y felices, porque sus rutas son las nuestras, su estética nos deslumbra e impacta, sus historias y anécdotas son parte de nuestra vida al estar consustanciadas en la memoria.

Lo difícil en todo esto (hay que decirlo), es descubrir precisamente a ese puñado de autores y conocer sus coordenadas, y en ello juegan un papel fundamental el tiempo y el hábito de la lectura, que sedimentan en nosotros sus páginas y al retornar a ellas se encienden en nuestro interior vislumbres de lo ya transitado, horizontes antes oteados, huellas de un pasado que nos brindó inolvidables momentos, que podemos volver a disfrutar en su compañía. Son esos autores los que nos sacan de apuros, los que están siempre dispuestos a socorrernos, los que nunca nos defraudan ni nos hacen quedar mal; los que dejaron en nosotros parte de su legado y una impronta profunda que nos marcó para siempre.

A veces entramos con ese puñado de autores en una especie de noria: el ir y el venir permanente y recursivo, el regodeo en sus páginas, la reflexión a la que nos empuja una buena frase, la luz que se enciende dentro de nosotros luego de un episodio o de alguna anécdota, la sonrisa que se dibuja en nuestro rostro por una ocurrencia genial, por el traspié de un personaje, o por lo absurdo que nos resulta un hecho relatado, y que gracias a ese pacto que hacemos con el autor (la verosimilitud), lo creemos a pie juntillas, a pesar de contravenir con estrépito las leyes naturales y de la lógica.

Por supuesto, el puñado de escritores que forman parte de nuestra tarea lectora y de nuestro mundo libresco, no debería implicar el cerrarnos con hermetismo sin mirar a los lados, porque caeríamos en una forma de endogamia que bloquearía con doble llave nuestro espectro de opciones. Lo ideal es ir poco a poco ampliándolo, nutriéndolo, realimentándolo con “nuevas” voces y lecturas. Ese “riesgo” de cerrarnos lo corremos, porque nos gusta ir a lo seguro, saber que con ellos estamos en la mejor y más grata de las compañías, que gracias a esos autores fuimos construyendo nuestra cultura literaria, y nos ganaron para siempre.

En mi caso, ese puñado de autores es conocido, siempre los menciono y los cito, me refugio en buena parte de sus libros y es como estar en el paraíso: Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Ricardo Piglia, Javier Marías, Octavio Paz, Paul Auster, Mario Vargas Llosa, Mariano Picón Salas, Rosa Montero, Franz Kafka, Enrique Vila Matas, Hermann Hesse, Antonio Tabucchi, Milan Kundera, y otros más. El puñado crece lento…

rigilo99@gmail.com

 


Madrid.- 06 de agosto de 2024

Por: Gastón Segura

  

Aquel maldito extranjero

Quizás este par de páginas, tras los graves acontecimientos vividos durante la semana pasada, cobren más sentido que otras veces en su afán de recordarles una efeméride o uno de esos sucesos curiosos con que trasponer, durante al menos diez minutos, el siniestro sainete representado, desde hace ya demasiados meses, por nuestro gobierno. Y contra cuanto supongan, no les voy a escribir sobre Paco Camino, muerto el pasado martes en su finca abulense, quien formó con Diego Puerta y Santiago Martín El Viti aquella terna del televisor en blanco y negro, cuando, por más atención que pusiese, jamás conseguí atisbar las siempre sutiles y temerarias mañas de la lidia, sino de Joseph Conrad, cuyo fallecimiento cumplió su centenario este mismo sábado, entre otras razones porque, de escamotearlo, mi amigo Pepe Díaz, filólogo atento y maestro de navegantes, me lo acabaría reprochando bajo alguna chanza de asturianín.

Se suele señalar a Conrad como el ejemplo de gran narrador en una lengua distinta —la inglesa— a la materna —la polaca—; sin embargo, me basta con una mirada al pasado para encontrarme con los comediógrafos Estacio y Terencio, que siendo de un origen alejado y hasta relapso por su condición de esclavos al romano, escribieron en un latín modélico, o casi en un viceversa, al emperador Marco Aurelio, latino de nacimiento, que redactó en griego sus célebres Meditaciones (180 d.C.), para constatar que su caso —la adopción de otro idioma para expresarse artísticamente— no es ni único y menos novedoso, en el ya vetusto cronicón de la gran literatura. Es más; como aquellos escritores de la Antigüedad, Conrad se acogió al inglés por la idoneidad con su propósito: publicar en el país donde había decidido asentarse y sobre un mundo apetecido por sus posibles lectores: las colonias; territorios casi mitificados por los periódicos y los novelistas británicos del momento —Haggard, Kipling, Conan Doyle, o el inmenso Stevenson—; no en balde, estas tierras eran el esplendente blasón de su pujanza sobre el resto de las naciones.

Ahora bien, la elección de dicho asunto, sobradamente avalada por sus casi veinte años como empleado de navieras o como oficial de puente —solo consta una capitanía, la del Otago, entre 1888 y 1889— no garantizaba cuanto cada una de sus páginas demostró: al escritor marítimo por antonomasia; basta simplemente con ojear El espejo del mar (1906) para certificarlo. Asunto bien distinto —y quizá sea su mayor grandeza— es la caracterización de sus protagonistas (Peter Willems, Tuan Jim, Kurtz …), fruto, a mi parecer, de dos hechos capitales: su familiaridad con Shakespeare desde que leyese en la infancia la traducción de su padre al polaco de Los dos caballeros de Verona (1598), ampliada hasta la consumación cuando compre, a los veintiún años, una edición de sus obras dramáticas por cinco chelines y la tome como manual para dominar el inglés; y en segundo lugar y no menos importante, su temprana vida errabunda —llegó a calificarse de «maldito extranjero»—. Verán; aunque Conrad naciese en Berdichev —a ciento cincuenta kilómetros al sur de Kiev— sus primeros recuerdos eran de la cárcel de Varsovia, donde su padre permanecía preso por revolucionario hasta su destierro en Vólogda —a quinientos kilómetros al norte de Moscú—, cuanto le acarreó, con apenas once años, la orfandad, y su inmediata acogida por su tío materno Tadeusz Bobrowski, en Cracovia; y desde ahí, a Lemberg para educarse. Como apenas demostrara empeño para los estudios y mucha afición, aunque novelesca, por la mar; su tío lo envió a Marsella con dieciséis años para que se iniciase en los oficios de la navegación. Cuando se desembarcó definitivamente, como primer oficial del Adowa, cuatro lustros después, el 26 de julio de 1893, no solo traerá entre la pacotilla su pasaporte británico sino su primera novela, La locura de Almayer (1894), y, por descontado, impreso en el alma ese sello particularísimo que imbuirá a todos sus protagonistas: forastero en cualquier sitio.

Y aun sabiendo hoy que todos ellos no son sino el trasunto de una anécdota escuchada en algún tabernucho portuario o incluso conocidos por el propio novelista, Conrad siempre acometió el relato de cada una de sus peripecias como la fuga de un pasado; y nada mejor para este propósito de anonimato —en definitiva, de extranjería perpetua— que los lugares donde la civilización encontraba su linde ante lo indómito. Pero cuando todos ellos casi palpaban el ansiado borrón de su identidad, el fatum les alcanzaba no solo para recordarles su inexorable pertenencia al lugar de donde huían sino también para quebrantarlos shakesperianamente. Es más; les propongo que reparen en el papel de la mujer como detonante de la catástrofe en los relatos conradianos y su semejanza con la actuación de las damas en las tragedias del genio de Stratford-upon-Avon.

Consecuencia de estos finales acibarados, las novelas del polaco mostraron aquellas tierras fabuladas por las aventuras de los otros escritores con un visaje agreste y tenebroso hasta entonces desconocido para los lectores ingleses; un espacio límite donde, como afirmó el propio Conrad, combaten «el egoísmo, que es la fuerza motriz del mundo, y el altruismo, que es su moralidad»; el resto, ya saben, no es sino «el ruido y la furia».

Acariciando ya la conclusión de estas líneas, no me resta sino recordar a mi maestro, el gran Héctor Vázquez-Azpiri, quien, por admiración a Joseph Conrad, se embarcó, siendo rapaz, en un carbonero, por considerarlo imprescindible para un novelista.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 22 de julio de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     




Madrid.- 04 de agosto de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

 

La bibliofilia

Leer libros y ser bibliófilo son en sí mismos una profesión, y es así porque tienes que dedicar tiempo y esfuerzo para que ambas circunstancias establezcan sus propios vasos comunicantes y se articulen, se amalgamen, se complementen...

Leo en el maravilloso Diccionario de uso del español, de María Moliner (Gredos, tercera edición, 2017), que el vocablo “bibliofilia” se refiere a la “afición a los libros por cualquiera de sus méritos de contenido o de forma, o por su rareza.” Luego, cuando voy al vocablo “bibliófilo”, hallo las siguientes acepciones: “1. Aficionado a los libros raros y valiosos y que se dedica a coleccionarlos y a su estudio. 2. Persona muy aficionada a los libros.” Y como si no tuviera otra cosa que hacer en casa, voy al Diccionario de la Lengua Española (Espasa, 2001) e indago en el vocablo “afición”, y este nos dice en su primera acepción: “Inclinación, amor a algo o a alguien.” Vuelvo al de la Moliner para contrastar aquello y, como suele sucederme, lo sopeso en su mayor amplitud que aquél, y esto expresa: “Disposición permanente del ánimo de alguien por la que una cosa, particularmente una actividad, un motivo de interés o un esparcimiento, le gusta…”

Para no aburrirlos, y si mi cabeza (ergo, mi comprensión) no me hace una mala jugada, deduzco que ser bibliófilo no es necesariamente ser un lector, es decir, puedo amar y ser un furibundo aficionado de los libros como “objetos” coleccionables por su belleza, rareza, antigüedad (tal vez incunables), atractivo, materiales, diseños, arte, etcétera, y jamás internarme en sus páginas, igual como podríamos hacerlo con pinturas, cromos (que yo coleccionaba con pasión siendo niño), monedas antiguas, postales, barajitas (o baratijas, jeje), fotografías antiguas, discos, soldaditos de plomo (el escritor español Javier Marías los coleccionaba), bonsáis, relojes (el escritor Augusto Monterroso coleccionaba relojes de mesa y de arena), y paremos de contar, pero los citados diccionarios dejan “claramente” establecido, que podrían darse también varias circunstancias: ser bibliófilo, lector y escritor a la vez (claro, no lo expresan así: meras conjeturas y aproximaciones de mi parte, como en una suerte de juego con las palabras), lo que me incluye desde ciertas perspectivas: amo los libros porque veo en ellos enormes posibilidades de salvación; sí, dije bien, salvación: del mundo y sus circunstancias, y de mí mismo (que es lo mejor, o lo peor, ya ni lo sé).

Podrían darse en este sentido muchas alternativas más, como, por ejemplo: ser un gran lector y no necesariamente un bibliófilo, y he conocido gente así, es más: tengo viejos amigos (escritores) que una vez que leían el libro que les interesaba, lo obsequiaban o lo dejaban en algún lugar público para que otro pudiera leerlo, eso sí; reservaban para ellos unas poquitas obras (no más de veinte) que consideraban “esenciales” para su trabajo intelectual, y si por designios de la vida al final de sus carreras académicas los sorprendía un anaquel con más de lo “debido”, les avisaban a sus colegas para que fueran a su oficina y se llevaran los libros que les apetecieran, y así quitarse de encima la enorme tribulación que les producía, hacer una mudanza con decenas de cajas de libros que eran ya un peso innecesario.

He de transigir, que conozco más gente con la doble o triple cualidad de lector, bibliófilo y escritor, que, de las otras, lo que implica que atesoran con esmero sus ejemplares y los leen y releen hasta la hartura, que se hace manifiesta cuando ese lector consumado y curtido constata que la obra le dio lo que tenía que darle, pero la conservan en las estanterías como un preciado tesoro, y pasan y la miran de reojo, a veces acarician su lomo, o toman el ejemplar y lo olfatean con los ojos cerrados para así alcanzar por breves instantes el paraíso, y lo devuelven a su lugar, y por nada de este mundo se atreverían a regalarla, o quizás algunos se vean en la imperiosa necesidad económica de tener que ponerla en venta, sin mayor suerte, por supuesto, y prefieren enfrentar las vicisitudes y los apretones del bolsillo y saber que la obra sigue allí, y que no pasó a otras manos que quizás no le darán jamás el cuidado que él le prodigó con afanoso y consumado desvarío.

Amar los libros por lo que son y por lo que representan en nuestras vidas (y no solo como bellos objetos culturales, que atesoro e incremento con ellos el patrimonio), es una experiencia cuasi sagrada, que te impacta en la interioridad y te lleva por senderos que jamás podrías desvelar sin la participación de ellos: ser buen lector y bibliófilo (la de escritor es sencillamente un valor agregado a aquéllas) es de una complejidad absoluta, porque te encuentras con cuestiones rayanas en la tontería, como por ejemplo: leer una determinada obra de tal editorial (que puso en ella enorme cuidado y belleza) y no la otra edición de la misma obra que también está presente en el estante, pero que no captas en ella esa empatía y ese placer orgiástico que sí logras con la otra; aunque esa otra esté ya muy mallugada por el uso, con algunas hojas desprendidas o rotas, y con las tapas y el lomo bastante sobados y desvanecidos.

Leer libros y ser bibliófilo son en sí mismos una profesión, y es así porque tienes que dedicar tiempo y esfuerzo para que ambas circunstancias establezcan sus propios vasos comunicantes y se articulen, se amalgamen, se complementen de tal manera, que de todo ello resulte el placer estético e intelectual que buscas en este territorio tan díscolo, exigente, costoso y antiguo que recibiste como herencia cultural.

rigilo99@gmail.com




Madrid.- 28 de julio de 2024

 

Celebración del PRIMER ANIVERSAIO DE SPNB

El día de ayer sábado 27 de julio, se llevó a cabo la celebración del primer año de creación de Sábados Poéticos la Nueva Barraca.
Dicho evento se realizó en La Casa de Vacas, ubicada en el Parque del Retiro de la ciudad de Madrid España.

Sábados Poéticos la Nueva Barraca es una asociación sin fines de lucro, cuya finalidad es llevar la poesía a las calles, recitando en parques, avenidas, estaciones, etc.

La celebración estuvo organizada por la directiva de la misma, contaron con la participación de diez poetas, dos pianistas y una bailaora de flamenco.

El acto transcurrió en un ambiente fraterno y lleno de espiritualidad artística, cada artista dio lo mejor de sí, emocionando al público, que, a pesar de las inclemencias de las temperaturas, propias del verano madrileño, llenaron el salón principal de La Casa de Vacas.

Muchas emociones se vivieron en este magno evento, donde se homenajearon a tres poetas de habla hispana Federico García Lorca de España, Fredy Ramón Mejías Cansine de Venezuela y al gran poeta peruano César Vallejo.

La directiva de Sábados Poéticos la Nueva Barraca conformada por Don Manuel Ramírez Santos, Doña Ana María López Expósito y Don Serafín Aznar Arenaga, agradecieron la participación de los artistas y del distinguido público y clausuraron el evento, forjándose en un abrazo fraterno lleno de emoción por toda la dedicación y el esfuerzo dedicado para esta maravillosa celebración.




Madrid.- 28 de julio de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

El peso de la tradición

Augusto Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y rompió con la tradición

Después de varias décadas de actividad como escritor he llegado a la conclusión de que escribir es una chifladura, y esto es válido para todas las artes, porque lo hacemos a pesar de las grandes obras maestras que nos anteceden de siglos, y nos reconocemos herederos de un “algo” al que tal vez nunca honraremos. Creo que no hay mayor desafío que éste, porque el “a pesar de” lo llevamos en la frente como un tatuaje y a la vez como una impronta, y seguimos haciéndolo con empeño e ilusión, como si en esto se nos fuera la vida, como si el mundo cambiará por nuestras reflexiones y escritos, aunque muchos de los cuales pasen inadvertidos, sin pena ni gloria, lanzados al espacio infinito o tirados al mar en una botella.

Llevamos una pesada tradición a cuestas, y ella ostenta el canon: lo que se puede hacer y lo que no deberíamos hacer, y esto no es más que una camisa de fuerza para nuestro libre albedrío creador, que nos impele a seguir por insospechados senderos: como si alguien nos esperara al final del camino con la toalla en la mano para que nos sequemos el sudor luego de tanta fatiga. Esa tradición, muy respetable, a veces intimida y bloquea, porque al mirarnos en ella vemos: circunstancias, tiempo, cultura, atavismos y usanzas, pero todo cambia, se remodela con el correr de los años, y cambia también nuestra manera de entender y de percibir el arte.

A nadie se le ocurriría hoy escribir una novela echando mano de la estética, así como de las profusas y pesadas descripciones de las que hace gala Gustave Flaubert en su Madame Bovary, por ejemplo, pero nadie podría negar que es una gran obra, un clásico universal, y que, en teoría, por ser tal, no envejece. Igual consideración es válida para los otros géneros literarios. Sabemos que Michel de Montaigne es el “creador” del género ensayístico, y sus aportes son inobjetables y sus textos son reconocidos como clásicos, pero si quienes nos acercamos a este maravilloso género (que tanta libertad, plasticidad y posibilidades nos otorga) lo hacemos a la manera de su creador, pues estaríamos desfasados en el tiempo y luchando a contracorriente, porque el género ha transitado durante siglos y en ese devenir se ha transformado hasta llegar a lo que hoy conocemos.

Del cuento, ni se diga: ha sido una de las expresiones literarias que más se han transformado en los últimos cien años, y flaco beneficio le haríamos si hoy pretendiésemos, asumiendo a rajatabla el canon y las “normas” que algunos autores del pasado dictaron como escuela, escribir relatos a la manera de un Edgar Allan Poe (gran maestro del género), porque sencillamente su mundo no es el nuestro, y esos cuentos fueron escritos para causar un efecto y un impacto terrorífico en medio de condiciones culturales, sociales y religiosas, diametralmente opuestas a las nuestras. Hoy reconocemos su valía, los leemos con un interés no exento de admiración, y le damos a Poe el honor de ser el reputado padre del relato policial, pero imitarlo, o seguir al pie de la letra su cartilla, amén de ser una soberana tontería, es no comprender la dinámica del mundo, que arrastra consigo todo lo que está bajo el sol, y el arte no escapa a ello.

Augusto Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y rompió con la tradición, que dicho sea de paso echaba mano de socorridas estratagemas para aleccionar a los lectores: generalmente el público infantil. Las fábulas de Monterroso se alejan ostensiblemente del canon, y allí estriba precisamente la crítica que recibió en su tiempo el autor, ya que los estudiosos iban corriendo a los viejos libros para el cotejo, y se quedaban sorprendidos al comprobar que dichos textos nada tenían que ver con lo que antiguamente se hacía, y le gritaban furibundos en la prensa que aquello no eran fábulas.

Ni hablar de la poesía, que hizo mil pedazos la estricta versificación, así como la cuadratura y las camisas de fuerza que imponían la rima y toda la antigua tradición poética (de la mano de enormes figuras), para hacerse un género complemente libre de ataduras, en el que la belleza alcanza, hoy como ayer, elevadas cimas estéticas.

Por supuesto, hay quienes cultivan los géneros literarios a la antigüita, reacios a salir de la burbuja o férreos al peso de la vieja tradición, porque el fluir del tiempo trae consigo acciones y también retroacciones, pero son los menos (especies en extinción), y en esto incide la dinámica cultural: la lectura, los medios, las redes, las editoriales, la crítica, la educación en sus distintos niveles, los gustos estéticos y fundamentalmente los autores: quienes buscamos siempre ir más allá de la raya, cerrar posibles brechas con el pasado, correr con nuestro tiempo histórico, a pesar de la fatiga y del enorme trabajo que esto implica.

Sí, miramos atrás y nos nutrimos de los clásicos, por supuesto que lo hacemos: los leemos con asombro y volvemos a ellos, son elevadas montañas y referentes, y nos ayudan a crecer porque nos enseñan y aclaran, pero somos necesariamente parricidas: los amamos, pero no deseamos imitarlos y rompemos las amarras que nos atan a ellos, porque reconocemos que son lo que son, pero el arte debe continuar su camino de búsqueda permanente, y en esto cada autor es el que tiene la última palabra.

rigilo99@gmail.com

 

 

Madrid.- 24 de julio de 2024

Por: Gastón Segura

  

Antonia Mercé a través de Gades

Hay coincidencias que reclaman un artículo; sin ir más lejos, el sábado pasado, día veinte, se cumplieron otros tantos años de la muerte de Antonio Gades, el más depurado y elegante bailaor que haya dado este país, y válganos como ejemplo de su talento e intuición su temprano Don Juan, con música de Antón García Abril y el apoyo coreográfico de José Granero, estrenado en el Teatro de La Zarzuela, de Madrid, allá por 1965. Gades no sumaba todavía la treintena pero, sobre el lucimiento personal, ya aspiraba a la obra de arte; empeño, como el rigor de la disciplina, aprendido durante sus nueve años bajo el magisterio de Pilar López, en cuya compañía llegó a ser primer bailarín y a estrenar también su primera coreografía sobre Ensueño (Danza Fantástica nº 2) [1919], de Joaquín Turina, mientras interpretaba sobre escenarios de medio mundo composiciones de Granados, de Falla, de Halffter, de Debussy y de tantos otros, junto a bailaores de flamenco combinados con bailarinas de ballet.

No en balde, Pilar López se había criado como bailaora durante esa época espléndida de exaltación del nacionalismo en la música, cuando Antonia Mercé, La Argentina, y Vicente Escudero —el otro maestro de Gades—, por distintos y trompicados caminos sacaron a la danza popular española —y a su singularísima enseña, el flamenco—, de las turbiedades desgreñadas de los cafés cantantes o de las desmerecidas pausas, entre rollo y rollo, de los cinematógrafos, hasta auparla al civilizado aplauso de los teatros, y no solo de España, sino del resto de Europa y hasta de América; y en concreto, se señala una noche como crucial en aquella dignificación de nuestra danza tradicional: el début del 25 de mayo de 1925, en el teatro Trianon-Lyrique, de París, de El amor brujo, con coreografía de Escudero y actuación de ambos, que cosechó un éxito asombroso, sobre todo si sabemos que la pieza precedente, Historia de un soldado (1917), de Igor Stravinski, había sido abucheada, y cuando además sobre Falla, que dirigía la orquesta, pesaban los muchos problemas ocasionados por su estreno absoluto, en el madrileño Teatro Lara, una década antes. En fin; una velada memorable cuyas consecuencias más inmediatas se alumbrarán un trienio más tarde cuando Antonia Mercé ponga en pie su compañía Ballets Espagnols, en la parisina Ópera Cómica, mientras Vicente Escudero crea su extraordinario Bailes de vanguardia, un espectáculo nutrido de sus orígenes de bailaor vagabundo y autodidacta, y de su empeño, desde mitad de los veinte, por frecuentar a los artistas de Montmartre (Léger, Buñuel, Dalí, Miró…), para mostrarles sus creaciones en aquel legendario teatrito de la Curva y asimilar sus observaciones y ocurrencias por disparatadas que aparentasen.

En esos mismos días, la hermana mayor de Pilar López, Encarnación, la célebre Argentinita, por influencia de su amigo, García Lorca, y de su amante, Sánchez Mejías, fundaba la Compañía de Baile Andaluz, que se remontaría, tras su éxito en el Metropolitan Opera House de 1932, a la Gran Compañía de los Bailes Españoles, donde ya figurará en lugar destacado Pilar, y no solo por su relación fraternal, sino porque ya sumaba un quinquenio recorriendo tablados madrileños e incluso cosechando notorias críticas desde su asociación, en 1928, con el bailaor Rafael Ortega, primo de Manolo Caracol y, claro es, de los legendarios toreros, los Gallo (Rafael, Fernando y Joselito). Y aunque dicho así, pudiese antojársenos inmersa en el pintoresquismo aflamencado tan propicio para complacerse en la esterilidad del tópico, tanto Pilar como su hermana, Encarnación, siempre persiguieron la innovación artística, válganos al caso citar los creadores de sus telones: los entonces jóvenes surrealistas Santiago Ontañón, Alberto Sánchez o Salvador Dalí, o los músicos que interpretaron con preferencia: Gustavo Pittaluga y Manuel de Falla y, claro es, sin escatimar atención a cuanto pretendían Vicente Escudero y, desde luego, la gran adalid del asunto, Antonia Mercé: el ennoblecimiento y la estilización de las danzas populares españolas; ¿o acaso no recuerdan la grabación de La Argentinita, con Lorca al piano, de Colección de canciones populares antiguas (1931)?

Pues bien, desde que Pilar López, tras la desgraciada y prematura muerte de su hermana en 1945, estableció compañía propia con el nombre de Ballet Español, formó, para sustituir a los veteranos como José Greco o Rafael Ortega, una serie de bailaores (Alejandro Vega, Mario Maya o El Güito) con una visión más esforzada y clásica del oficio por un lado, y, por otro, con la predisposición suficiente para incorporar de la vasta tradición española —tanto daba que fuese plástica, literaría o musical— los ingredientes imprescindibles para una expresión tan original y propia como, a la vez, decididamente renovadora. Y entre todos ellos, sobresalió Antonio Gades, a quien ella misma bautizó así para que luciese mejor y más sonoramente en los carteles.

No obstante, sin restar una pizca de mérito a su ingenio y a sus portentosas facultades, ni mucho menos a la mano moldeadora de Pilar López, cuanto más veo a Gades en «El baile del Mojigondo», de Los tarantos (1963), o en la posterior trilogía rodada por Carlos Saura —Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El amor brujo (1986)—, más me estremece cuánto debemos a Antonia Mercé, La Argentina, pues al decir de Vicente Escudero «fue la creadora de una escuela de baile tan propia, tan genuina, que de ella partieron y a ella vienen a parar cuantos pretendieron o intentan dar universalidad a la danza española».

Artículo publicado por el "Imparcial", el 22 de julio de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     


 

Madrid.- 21 de julio de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

Un puñado de autores

Releer es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo

Quienes somos lectores avanzamos a cierto ritmo con los libros que tenemos a la mano: los olfateamos y palpamos, los asumimos como una arista de nuestra cotidianidad, nos acompañan a casi todos lados y somos con ellos parte y todo de una misma realidad, que nos empuja a avanzar, a seguir cierto y determinado ritmo, a otear aquí allá, a mirar de reojo los ejemplares que otros llevan consigo, y detenernos por un instante a sopesar lo que ellos significan para nosotros. Por supuesto, hay en esto una suerte de intuición (o si se quiere de premonición), ya que cuando abrimos por vez primera un ejemplar y leemos al vuelo el inicio, o algunas páginas al azar, sabemos de entrada si ese libro es para nosotros: hay elementos que nos atrapan irremediablemente y nos impelen a llevárnoslo bajo el brazo, y casi nunca nos equivocamos, a pesar de que esto sea algo tan “subjetivo”.

Pero…, los viejos lectores tenemos nuestras mañas, la experiencia nos entrega herramientas que nos posibilitan engranarnos en la dinámica de un libro sin mayores problemas, aunque se asome en el horizonte la nube de la decepción. Gracias a esa misma experiencia, sabemos que la primera lectura de un libro puede resultarnos gratificante o cuesta arriba, que muchas veces el proceso de ojeada (de echarle un ojo a un tomo) no basta, porque hay en su interior todo un universo por descubrir, que solo la lectura detenida puede entregarnos, de allí que a veces estemos reticentes con respecto a leerlo o no: asumirlo en su vasta y compleja incertidumbre, o postergar su lectura por ahora, o para siempre.

Hay circunstancias en las que nuestro estado de ánimo no nos permite internarnos en una nueva lectura con sus hipotéticos deslumbres y satisfacciones, y optamos por la comodidad de la relectura: acercarnos a las obras que años atrás nos dieron grandes momentos de felicidad, aunque haya también en eso sus riesgos, porque la relectura puede quebrar dentro de nosotros la ilusión del pasado, al reconocer en el ahora que el libro no es lo que creíamos que era, y sentiremos el vahído de la frustración y la amargura. No obstante, todo avezado lector tiene en su haber un puñado de autores y de obras de confianza, a los que regresamos sin pensarlo dos veces, porque sabemos que en sus páginas hallaremos lo que buscamos: el disfrute y el placer estético, espiritual e intelectual de toda buena obra.

Releer es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo. Acercarnos a nuestros autores de cabecera, por lo general pocos (un puñado), es garantía de éxito en nuestra empresa, porque son ellos quienes a lo largo del tiempo nos han proporcionado enormes satisfacciones, que con ellos es seguro estar, que en sus libros (a veces, no todos) nos sentiremos cómodos y felices, porque sus rutas son las nuestras, su estética nos deslumbra e impacta, sus historias y anécdotas son parte de nuestra vida al estar consustanciadas en la memoria.

Lo difícil en todo esto (hay que decirlo), es descubrir precisamente a ese puñado de autores y conocer sus coordenadas, y en ello juegan un papel fundamental el tiempo y el hábito de la lectura, que sedimentan en nosotros sus páginas y al retornar a ellas se encienden en nuestro interior vislumbres de lo ya transitado, horizontes antes oteados, huellas de un pasado que nos brindó inolvidables momentos, que podemos volver a disfrutar en su compañía. Son esos autores los que nos sacan de apuros, los que están siempre dispuestos a socorrernos, los que nunca nos defraudan ni nos hacen quedar mal; los que dejaron en nosotros parte de su legado y una impronta profunda que nos marcó para siempre.

A veces entramos con ese puñado de autores en una especie de noria: el ir y el venir permanente y recursivo, el regodeo en sus páginas, la reflexión a la que nos empuja una buena frase, la luz que se enciende dentro de nosotros luego de un episodio o de alguna anécdota, la sonrisa que se dibuja en nuestro rostro por una ocurrencia genial, por el traspié de un personaje, o por lo absurdo que nos resulta un hecho relatado, y que gracias a ese pacto que hacemos con el autor (la verosimilitud), lo creemos a pie juntillas, a pesar de contravenir con estrépito las leyes naturales y de la lógica.

Por supuesto, el puñado de escritores que forman parte de nuestra tarea lectora y de nuestro mundo libresco, no debería implicar el cerrarnos con hermetismo sin mirar a los lados, porque caeríamos en una forma de endogamia que bloquearía con doble llave nuestro espectro de opciones. Lo ideal es ir poco a poco ampliándolo, nutriéndolo, realimentándolo con “nuevas” voces y lecturas. Ese “riesgo” de cerrarnos lo corremos, porque nos gusta ir a lo seguro, saber que con ellos estamos en la mejor y más grata de las compañías, que gracias a esos autores fuimos construyendo nuestra cultura literaria, y nos ganaron para siempre.

En mi caso, ese puñado de autores es conocido, siempre los menciono y los cito, me refugio en buena parte de sus libros y es como estar en el paraíso: Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Ricardo Piglia, Javier Marías, Octavio Paz, Paul Auster, Mario Vargas Llosa, Mariano Picón Salas, Rosa Montero, Franz Kafka, Enrique Vila Matas, Hermann Hesse, Antonio Tabucchi, Milan Kundera, y otros más. El puñado crece lento…

 rigilo99@gmail.com




Madrid.- 15 de julio de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

El peso de la tradición

Augusto Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y rompió con la tradición

Después de varias décadas de actividad como escritor he llegado a la conclusión de que escribir es una chifladura, y esto es válido para todas las artes, porque lo hacemos a pesar de las grandes obras maestras que nos anteceden de siglos, y nos reconocemos herederos de un “algo” al que tal vez nunca honraremos. Creo que no hay mayor desafío que éste, porque el “a pesar de” lo llevamos en la frente como un tatuaje y a la vez como una impronta, y seguimos haciéndolo con empeño e ilusión, como si en esto se nos fuera la vida, como si el mundo cambiará por nuestras reflexiones y escritos, aunque muchos de los cuales pasen inadvertidos, sin pena ni gloria, lanzados al espacio infinito o tirados al mar en una botella.

Llevamos una pesada tradición a cuestas, y ella ostenta el canon: lo que se puede hacer y lo que no deberíamos hacer, y esto no es más que una camisa de fuerza para nuestro libre albedrío creador, que nos impele a seguir por insospechados senderos: como si alguien nos esperara al final del camino con la toalla en la mano para que nos sequemos el sudor luego de tanta fatiga. Esa tradición, muy respetable, a veces intimida y bloquea, porque al mirarnos en ella vemos: circunstancias, tiempo, cultura, atavismos y usanzas, pero todo cambia, se remodela con el correr de los años, y cambia también nuestra manera de entender y de percibir el arte.

A nadie se le ocurriría hoy escribir una novela echando mano de la estética, así como de las profusas y pesadas descripciones de las que hace gala Gustave Flaubert en su Madame Bovary, por ejemplo, pero nadie podría negar que es una gran obra, un clásico universal, y que, en teoría, por ser tal, no envejece. Igual consideración es válida para los otros géneros literarios. Sabemos que Michel de Montaigne es el “creador” del género ensayístico, y sus aportes son inobjetables y sus textos son reconocidos como clásicos, pero si quienes nos acercamos a este maravilloso género (que tanta libertad, plasticidad y posibilidades nos otorga) lo hacemos a la manera de su creador, pues estaríamos desfasados en el tiempo y luchando a contracorriente, porque el género ha transitado durante siglos y en ese devenir se ha transformado hasta llegar a lo que hoy conocemos.

Del cuento, ni se diga: ha sido una de las expresiones literarias que más se han transformado en los últimos cien años, y flaco beneficio le haríamos si hoy pretendiésemos, asumiendo a rajatabla el canon y las “normas” que algunos autores del pasado dictaron como escuela, escribir relatos a la manera de un Edgar Allan Poe (gran maestro del género), porque sencillamente su mundo no es el nuestro, y esos cuentos fueron escritos para causar un efecto y un impacto terrorífico en medio de condiciones culturales, sociales y religiosas, diametralmente opuestas a las nuestras. Hoy reconocemos su valía, los leemos con un interés no exento de admiración, y le damos a Poe el honor de ser el reputado padre del relato policial, pero imitarlo, o seguir al pie de la letra su cartilla, amén de ser una soberana tontería, es no comprender la dinámica del mundo, que arrastra consigo todo lo que está bajo el sol, y el arte no escapa a ello.

Augusto Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y rompió con la tradición, que dicho sea de paso echaba mano de socorridas estratagemas para aleccionar a los lectores: generalmente el público infantil. Las fábulas de Monterroso se alejan ostensiblemente del canon, y allí estriba precisamente la crítica que recibió en su tiempo el autor, ya que los estudiosos iban corriendo a los viejos libros para el cotejo, y se quedaban sorprendidos al comprobar que dichos textos nada tenían que ver con lo que antiguamente se hacía, y le gritaban furibundos en la prensa que aquello no eran fábulas.

Ni hablar de la poesía, que hizo mil pedazos la estricta versificación, así como la cuadratura y las camisas de fuerza que imponían la rima y toda la antigua tradición poética (de la mano de enormes figuras), para hacerse un género complemente libre de ataduras, en el que la belleza alcanza, hoy como ayer, elevadas cimas estéticas.

Por supuesto, hay quienes cultivan los géneros literarios a la antigüita, reacios a salir de la burbuja o férreos al peso de la vieja tradición, porque el fluir del tiempo trae consigo acciones y también retroacciones, pero son los menos (especies en extinción), y en esto incide la dinámica cultural: la lectura, los medios, las redes, las editoriales, la crítica, la educación en sus distintos niveles, los gustos estéticos y fundamentalmente los autores: quienes buscamos siempre ir más allá de la raya, cerrar posibles brechas con el pasado, correr con nuestro tiempo histórico, a pesar de la fatiga y del enorme trabajo que esto implica.

Sí, miramos atrás y nos nutrimos de los clásicos, por supuesto que lo hacemos: los leemos con asombro y volvemos a ellos, son elevadas montañas y referentes, y nos ayudan a crecer porque nos enseñan y aclaran, pero somos necesariamente parricidas: los amamos, pero no deseamos imitarlos y rompemos las amarras que nos atan a ellos, porque reconocemos que son lo que son, pero el arte debe continuar su camino de búsqueda permanente, y en esto cada autor es el que tiene la última palabra.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 10 de julio de 2024

Por: Gastón Segura

  

Agrio homenaje a un prodigio

—Políticos, putas y edificios feos se vuelven respetables si duran lo suficiente.

Esta sentencia, tan irrebatible, pronunciada por un cachazudo John Huston durante aquel almuerzo en el Rancho del Cruce, me ha acompañado desde que hace unos cuarenta y ocho años, un jueves con la tarde ya vencida, me acomodé ante la enorme pantalla del Cine España de mi pueblo para contemplar por primera vez Chinatown (1974), de Roman Polanski. Luego, cuantas veces he tenido la oportunidad, he vuelto a repetirlo, para sumar casi tantas como años han trascurrido desde aquella noche y sin que en ninguna de ellas, desde que suena el solo de trompeta de Uan Rasey sobre el goteo de las notas de piano y los créditos amarillentos van ascendiendo sobre el fondo sepia, haya sido capaz de sustraerme a la cruda lección de humanidad que venía a continuación, hasta quedar siempre estremecido a doscientos metros del 1712 de la calle Alameda, de Los Ángeles, donde Walsh (Joe Mantell) empuja a Gittes (Jack Nicholson) para apartarlo del Packard blanco, en el que Evelin Mulwray ha sido atravesada por un balazo de un 38 special de dos pulgadas, mientras le murmura ese punto y final devastador:

—Olvídalo, Jake; esto es Chinatown.

Ese lugar donde nada es como aparenta y cuanto intentemos para averiguar su trasfondo, solo puede ocasionarnos una catástrofe, porque como le advirtió, sin cambiar su flemático gesto, Noah Cross —o sea, John Huston—, durante aquel almuerzo, a Jake Gittes:

—Usted cree saber lo que maneja, pero, hágame caso, lo ignora.

Como nos sucede a tantos frente a los titulares de los periódicos cada mañana: creemos adivinarlo todo y, pasado un lustro, descubrimos que apenas atisbábamos una mínima muestra de cuanto se cocía.

Esta es la moraleja universal de un film que comenzó, tres años antes de su rodaje, cuando el guionista Robert Towne, con un juego de manos, le permutó el encargo de adaptar El gran Gatsby (1925), de Scott Fitzgerald, al dinámico y poderoso Bob Evans, productor ejecutivo de la Paramount, por la dramatización de un argumento que venía macerando desde que su mujer se interesó por el conflictivo desvío de las aguas del valle Owens para abastecer a Los Ángeles, entre 1907 y 1913, y la consiguiente Guerra del Agua, cuando aquel se secó en 1924, mientras el valle de San Fernando, colindante con la ciudad al norte, se había convertido en un vergel y, a la postre, en el más codiciado terreno para su expansión urbana. Solo que Towne supo trasladarlo hasta los años treinta y unir al autor de todo aquel monumental timo, el prócer angelino William Mulholland, con los posteriores especuladores beneficiados por su acueducto, al encarnarlos, al primero, en el bondadoso Hollis Mulwray y, a los segundos, en el torvo Noah Cross.

Y ni por lo más lejano, Towne podía entonces imaginar que su libreto sería premiado con un Oscar, un Globo de Oro y hasta un Bafta, por cuanto se lo consideró durante algunas décadas como el mejor realizado por Hollywood, y aún hoy continúa siendo ineludible en las escuelas de cine norteamericanas. Indudablemente a tal distingo contribuyó la factura final de la película, procurada por Bob Evans al rescatar de Europa a Roman Polanski como su director, pese a su renuencia a pisar los EEUU tras el macabro asesinato de Sharon Tate. Entre tanto; Polanski ya conocía el proyecto por su amigo Jack Nicholson, uno de los máximos alentadores de Towne durante su escritura, al extremo de apropiarse anticipadamente del protagonista e incluso bautizarlo como su querido productor Harry Gittes; por su parte, el cineasta polaco no se decidió a regresar a Los Ángeles hasta recibir de la Paramount una oferta irrechazable. Y como deseaba Evans, le imprimió su sello: tras ocho semanas de trabajo con el guionista, en las que reorganizaron el primer y torrencial texto, con la supresión de personajes y situaciones hasta disponerlo de tal modo que la acción se siguiese por la mirada del detective, incluyendo a Gittes en todas las secuencias; es más, el inquieto Polanski se ingenió el tajante final, contra el acordado y escrito con Towne, para rematar el film con una hiriente causticidad. A la par; Evans contrató de urgencia para la banda sonora a Jerry Goldsmith mientras sustituía, por sus desavenencias conyugales, a Alice MacGraw por Faye Dunaway para el papel de Evelin Mulwray, defendida firmemente, sobre las otras candidatas, por Polanski; aunque, durante el rodaje y como había previsto Evans, mantuviesen más de un estrepitoso encontronazo. A pesar de eso, Polanski no se había equivocado porque Faye Dunaway con John Huston, encarnando a un imperturbable Noah Cross, acrecentaron, secuencia a secuencia, la intensidad interpretativa muy por encima del siempre presente Jack Nicholson, hasta tejer ese descenso hacia la estruendosa sordidez, y convertir a Chinatown en una narración tan inclemente como universalmente ejemplar.

Por todo esto y por su impecable ambientación, o por sus juegos de palabras, como el célebre, cabe el estanque de la mansión de los Mulwray, con el jardinero japonés, o, incluso, por sus homenajes pasajeros, como el rendido a Cien años de soledad (1967) con los Apartamentos El Macondo; Chinatown desprende ese halo al alcance solo de los prodigios.

Pues bien; hace quince días se cumplió el cincuentenario de su estreno por la Paramount, y el lunes pasado falleció Robert Towne en Los Ángeles. Conste, con este par de páginas, mi emocionado agradecimiento.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 09 de julio de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     



Madrid.- 10 de julio de 2024

FESTIVAL MUNDIAL DE POESÍA EN VENEZUELA

El 18ª Festival Mundial de Poesía en Venezuela, arranca hoy  10 de julio en el Estado Táchira, San Cristóbal (Venezuela), a partir de la 1:00 de la tarde, en la Biblioteca Leonardo Ruiz Pineda, con el patrocinio de la Dirección de Cultura del Estado Táchira, Venezuela.

Bajo el lema "Esto, palabra, eres"  será homenajeado Leonardo Gustavo Ruiz (Barinas, 1959). Poeta, ensayista y promotor cultural. Fue miembro del grupo Caín de Mérida y fundador de las revistas Letra Continua y Vértice de Barquisimeto. Algunas de sus obras son: Heráclito / Caín (1999); Libro de muertos (1999); Las proezas de Solo (2001); Extravíos y direcciones (notas sobre poesía y cultura) (2000); Poetas, poetisas y otras anomalías (2003); El ambiente y nosotros (2004); Fragmentos de un libro del poeta perdido (2004).

Participaran los poetas invitados: Maricruz Méndez, de Paraguay; Benjamín León, de Chile y Armando Maldonado, de Honduras; mientras que, en representación de los poetas locales, intervendrán: Marisol Pérez Melgarejo, Adolfo Segundo Medina, Fredy Araque y Moisés Duran, entre otros; además, cabe resaltar la intervención de voces nuevas como: Rosalinda Garí, Leonardo Rosales, Jhon Araujo, José Luis Oropeza y José Manuel Velasco.

 


Tenerife.- 09 de julio de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

Micro reseñas

Rara vez la relectura me empuja a abandonar definitivamente a un libro, o a denostar de un autor, y cuando ha sucedido me digo, no sin razón, que ello se debe a las nuevas circunstancias bajo las cuales he regresado a la obra

Hablando de brevedad, estoy desarrollando lo que podría definir como micro reseñas en las redes (específicamente en Instagram), con el fin de que aquellos que deseen conocer una obra representativa de un determinado autor, puedan hacerlo en pocos segundos y se “empapen” de lo que el libro o el autor significan en nuestro contexto venezolano, o en el mundo, independientemente de la lengua, ya que me adentro en diversos libros de autores que de algún modo han dejado una impronta profunda en las letras.

 Hasta ahora llevo relativamente pocas reseñas (45 en total), pero a pesar de la brevedad, o precisamente por ella, el trabajo es lento y detenido, si se quiere complejo, porque no es del todo fácil conjuntar y amalgamar en pocas palabras lo que cada obra representa, y mucho menos la trayectoria de cada una de esas luminarias. En realidad, mi proyecto es reseñar todos aquellos libros y autores que de alguna manera me han marcado como lector, y transmitir o traspasar esa experiencia (si es que esto es posible) a quienes leen el texto y que esto los impulse a buscar la obra y leerla, o a bajarla de la estantería si es que allí duerme sin atención alguna, e internarse en su territorio.

Llevo muchos años haciendo la tarea de reseñista y de crítico literario, lo que me permite no perderme abiertamente en los entresijos de obras densas, o de difícil acceso para el lector común, y centrarme en sus aspectos más relevantes y sin caer en lo que hoy llamamos “spoiler”, o revelación del contenido, lo que obviamente desalienta al lector porque pierde de un plumazo esa tensión inherente a ir descubriendo los nudos de las tramas, y avizorar por su propia cuenta un hipotético final, lo cual es parte fundamental del gozo de una obra. Yo en lo particular me molesto mucho cuando esto sucede, y a veces son los propios editores quien caen en la tentación de hacerlo en las contratapas de los libros, lo que, a mi manera de entender el hecho literario, es un verdadero abuso.

El criterio de selección de estos 45 libros que van hasta hoy, no ha sido metódico ni mucho menos científico, sino que llego a la estantería, miro los libros y la intuición me lleva a estirar el brazo y tomar el libro que en ese instante me llame la atención, y lo hago así porque soy un lector sin método y sin orden, leo lo que cae en mis manos sin mayores consideraciones de otra naturaleza, y créanme, me ha dado resultado, porque me quita de encima el peso de la culpa al no llevar un registro de las obras, a no tener los ejemplares clasificados según tendencias o géneros, a ser compulsivo en lo literario, lo que en cierta medida es un “orden”, es decir, mi propio orden, ya que sé de memoria en dónde está cada ejemplar, qué falta en un espacio hallado en el anaquel, y procedo en consecuencia a retornar a su lugar el faltante, que mi memoria atesora en una suerte de nube.

Obviamente, a pesar del desorden que les he comentado, cada reseña sí lo tiene, porque ello responde a razones de orden argumental y hermenéutico, por lo que deberán estar en ella todos los elementos que les permitan a los lectores tener una visión panorámica de la obra y del autor, porque de lo contrario sería contraproducente, ya que los llevaría a imprevisibles equívocos que serían imperdonables, porque una reseña presenta una obra, nos invita a conocerla, nos tiende una mano para que juntos avancemos sin tropiezos en sus senderos, y de alguna manera nos la pone en las manos.

Las reseñas buscan ser objetivas per se, pero están escritas por un lector y escritor y ello trae consigo gustos y preferencias, y es lógico que suceda. Quienes reseñamos y criticamos libros y autores tenemos muy afilados los dardos, lo que a veces nos lleva por agrestes caminos que no son convenientes, y es así como buscamos hacerlo tratando en la medida de nuestras posibilidades deslastrar los textos de supuestas inquinas, odios y preconcepciones, para acercarnos a las obras con mirada sincera y abierta al hecho universal de la literatura.

En el presente caso, todas las micro reseñas que he publicado en mi cuenta de Instagram (una_linea_indecisa), responden a libros y autores que han sido parte de mi formación como lector y escritor, y a los que atesoro con inmenso cariño y gratitud, son libros de cabecera, obras a las que regreso permanentemente y las releo con el gusto de siempre y hallo cada vez nuevos elementos que sedimentan mis opiniones y mis gustos. Rara vez la relectura me empuja a abandonar definitivamente a un libro, o a denostar de un autor, y cuando ha sucedido me digo, no sin razón, que ello se debe a las nuevas circunstancias bajo las cuales he regresado a la obra, a mi estado de ánimo, a la pérdida de algunos referentes, y hasta el paso del tiempo, que cambia nuestra mirada de la vida y del mundo, y de sus difíciles circunstancias.

He reseñado, entre otras: Un hombre en la oscuridad de Paul Auster, Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, Travesía del horizonte de Javier Marías, Delirio de Laura Restrepo, La noche del oráculo de Paul Auster, La llama doble. Amor y erotismo de Octavio Paz, El último encuentro de Sándor Márai, La fiesta del Chivo de Vargas Llosa, El lobo estepario de Hermann Hesse, Mi camino de Edgar Morin, Cien años de soledad de García Márquez, El Quijote de Cervantes, Los detectives salvajes de Bolaño y Los buscadores de oro de Monterroso.

rigilo99@gmail.com


 

Tenerife.- 01 de julio de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

La entrevista

En Viaje al centro de la fábula hallamos a Monterroso en todo su esplendor intelectual y sensitivo, y si bien es cierto que sabe eludir con gracia algún tópico que no es de su interés, no teme enfrentarse a las interrogantes

En el año 2000, cuando salió a la calle el libro Viaje al centro de la fábula (Alfaguara), del autor guatemalteco nacido en Tegucigalpa, Augusto Monterroso, nunca me había planteado la posibilidad de la entrevista como género literario y con todas las de la ley, y fue este autor quien no dudó en calificar a este libro como parte de su obra literaria, “como uno de los míos” (solía afirmar), y su atrevimiento fue al extremo al afirmar sin rubor que “La entrevista es el único género literario que ha inventado nuestra época”, cuestión debatible desde muchos ángulos, pero no deseo adentrarme en ello, sino analizar, de manera somera, las enormes bondades del género como tal, para aquellos quienes nos adentramos en los agrestes territorios de lo literario, una vez concluida la enésima lectura de este espléndido libro que jamás decepciona.

Si vamos al territorio de lo fáctico, la afirmación monterroseana no parece ser una de sus ironías o sarcasmos, o de sus tantas humoradas a las que nos tiene acostumbrados en su obra (que abarca el cuento, la novela, la fábula, el ensayo, los artículos, el diario, las memorias y la entrevista), sino algo que está en correspondencia con su propia experiencia literaria, ya que cuando nos acercamos a este curioso libro podemos percibir, con absoluta claridad, que en él se muestra en toda su vasta y díscola personalidad, que su celebrado genio se hace presente con desparpajo y libertad, y deja muchas veces perplejos a los entrevistadores (la mayoría de los cuales son también autores literarios) con sus ocurrencias y salidas, con su manera de pensar y de expresarse que no busca dictar cátedra, sino discurrir con honestidad acerca del tópico planteado, quedando siempre las puertas abiertas para la libre interpretación por parte de los lectores.

En Viaje al centro de la fábula hallamos a Monterroso en todo su esplendor intelectual y sensitivo, y si bien es cierto que sabe eludir con gracia algún tópico que no es de su interés, no teme enfrentarse a las interrogantes y abre su corazón sin que ello implique tristeza o dolor: siempre saltando adelante, haciendo la mejor representación de su noción literaria, que no suele estar en correspondencia con lo establecido por el canon, sino que se reinventa a cada instante, arguye con talento y sencillez, defiende con ardor sus causas, asume posturas lejanas a la vanagloria personal, para mostrarse profundamente humano y cercano, lo que a todas luces engancha al lector, quien se adentra con inmenso disfrute.

Cuando leemos cada una de las entrevistas, que son diez, logramos entender por qué asume todo aquello como un género literario: su participación no es para salirle al paso a quien lo increpa y así ganar la batalla intelectual a la que se ve sometido, sino para poner sobre la mesa todo lo que para él ha significado asumirse y ser un escritor, adentrarse en cada género y darle aportes: renovar el cuento (y hacer de él una impecable expresión minimalista), revivir con éxito la fábula (que era un género casi extinto), hacer del ensayo literario algo cercano y amigable (que suele ser muchas veces árido y tarea solo de eruditos), y convertir una entrevista en un espacio para el goce y el disfrute, que la leamos con la misma fruición estética como lo hacemos con cada uno de sus relatos y fábulas, y que ella nos permita dar el salto a su obra entera o a otros autores.

Viaje al centro de la fábula es una experiencia notable, es como si tuviéramos frente al autor y desde su butaca nos involucre en su mundo creativo, nos lleve por los senderos recorridos y seamos testigos de excepción de todo aquello que le permitió alcanzar notoriedad y brillo. Es, sin más, como estar en un taller literario y allí poder escudriñar en sus materiales de trabajo, acercarnos a sus influencias y referentes, es verlo trajinar cada página y cómo logra superar con estoicismo y esfuerzo su condición de pobreza y el carácter autodidacta que lo marcó desde joven, hasta alcanzar la erudición y la cátedra universitaria, es poder charlar con alguien cercano y querido, conocer sus trucos y sus manías; es recorrer con él en cada página: épocas, buenas y malas experiencias, anhelos y triunfos, anécdotas jocosas, viajes y exilios, y algunas historias no tan risueñas.

El Monterroso de estas entrevistas está distendido, disfruta con las respuestas dadas aunque no le guste o no comprenda alguna de las preguntas, sabe que se mueve como pez en el agua y que sus puntos de vista podrán o no acercarse a la verdad o a lo objetivo, eso no importa, pero mueven al entrevistador y nos mueven a nosotros, nos llevan por veredas oscuras, pero siempre abrirá una ventana a través de la cual entrará un espléndido rayo de luz, porque así es nuestro autor:

amigable y al mismo tiempo satírico e irónico, serio pero también perspicaz y con el humor por delante, denso en sus planteamientos, pero también horizontal y próximo, respetuoso del establishment, aunque rompedor de esquemas y de conceptos asumidos, tímido y a veces inseguro cuando escribía, pero certero cuando entregaba una página a la prensa y a la imprenta, sencillo y poco dado a mostrarse y regodearse de sus logros, pero el mismo que se alegraba cuando veía en la página estampado en letra de molde su nombre, porque sabía que azuzaba en sus enemigos (y también en sus amigos) la “sana” envidia.

rigilo99@gmail.com


Madrid.- 25 de junio de 2024

 Por: Gastón Segura

  

El humorista de la alegoría

Entre la marejada de sucesos nacionales e internacionales, en algún momento de sosiego, habrán sabido que este mes se ha cumplido el centenario de la muerte de Franz Kafka, en el sanatorio vienés de Kierling; el único novelista del pasado siglo cuyo adjetivo derivado, kafkiano, designa una circunstancia humana universal, incluso —y he ahí lo admirable— anterior a su propio nacimiento. En realidad; tras Shakespeare no ha habido otro literato —ni tan siquiera pensador— que haya sido más certero para definir los efectos del poder sobre (o contra) el hombre; y si el genio de Stratford-upon-Avon nos diseccionó escena a escena la seducción corrosiva con que tal pulsión obra en el alma humana; Kafka, sin duda por su empleo de diligente administrativo en una compañía de seguros, la revirtió y supo plasmar en todas sus novelas la angustiosa y ofuscadora situación donde se halla el individuo cuando se enfrenta —sea por la causa más nimia o por la más rotunda e inapelable— a ese laberinto inextricable y a la vez solemnísimo con que se nos ha presentado siempre el poder. Y ya ha podido maquillarse en la actualidad con luminosas y funcionales dependencias, donde comprensivos funcionarios atienden al ciudadano con una amable sonrisa que, luego, siempre asoma un pulcro y amargo reglamento con una línea demoledora de cualquier esperanza. La secuencia siguiente de sobra la conocen: el individuo se halla en mitad de la acera, desolado y cada vez más empequeñecido, ante la mirada indiferente de los transeúntes.

Ese anonadamiento, ese terror blanco y vacío, sentido por todos en más de una ocasión, nadie como Kafka, ni antes ni después, fue capaz de plasmarlo en un relato; por ejemplo, en El proceso (1925) o en El castillo (1926) —ambos títulos póstumos e inconclusos—, y la huella de estos y el resto de sus cuentos, en cuanto fueron difundidos por doquier, impregnó profundamente tanto a la literatura como al otro gran arte narrativo: el cine. Pues como ejemplo claro de kafkianidad recuerdo la siempre asombrosa y estremecedora —tanto que la censura en España le añadió una coda final en off para no espantar al público— El ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica y Cesare Zavattini; ¿o cómo no calificar de kafkianas algunas películas de David Linch como Cabeza borradora (1977), o Twin Peaks (1992), o Carretera Perdida (1997); incluso en superior grado a la portentosa adaptación fílmica de El Proceso por Orson Welles, en 1962? ¿Y acaso El tercer hombre (1949), de Carol Reed, no debe a Kafka su embrujo narrativo o aquellos turbios doctor Winkel y el barón Kurtz? Aunque, al cabo de los años, permítanme que considere Sombras y niebla (1991), de Woody Allen, la más kafkiana de las películas que haya visto, tanto por su trama —un explícito homenaje, comenzando por el protagonista, llamado Kleinman; o sea, el Josef K (o simplemente K) del par de novelas anteriormente citadas— como por urdirse con los dos elementos sustanciales de la narrativa del judío praguense: el humor y la alegoría.

Si Kafka tuvo la genialidad de optar por ese subgénero llamado alegoría —eso sí; sin una empalagosa moraleja como bordón— para tramar sus relatos más significados, exonerándolos de todo marco temporal y geográfico para convertirlos en sobrecogedoras parábolas universales, desvelando, con este ejercicio, una faz de la angustia humana común a todas las épocas; su otra argucia, el humor, es algo que ya desconcertó a sus propios amigos, como escribió Max Brod, cuando les leyó La metamorfosis (1915). Su ironía —o más bien, su sarcasmo— sobre la trágica tribulación humana me resultó cuando la leí por primera vez —y aún hoy— inalcanzable; mi alemán entonces era inexistente y ahora es ridículo, y sin un dominio profundo de esa lengua es imposible captar tan particular característica; es más, no conozco traducción al español capaz si quiera de insinuarla. Aunque añadiré en disculpa de los traductores que incluso sus amigos del Enge Prager Kreis lo miraban entre incrédulos y atónitos cómo les recitaba con una sonrisa e incluso con alguna ocasional carcajada las cuitas de Gregorio Samsa al despertarse convertido en un horrible y aparatoso insecto. Pero como si no le fuese suficiente con sus escritos, él mismo encarnó el cruel sarcasmo durante sus últimos días en aquella clínica de las afueras de Viena, cuando, siéndole ya imposible digerir cualquier alimento que no fuese líquido, corregía las pruebas de imprenta de Un artista del hambre (publicado por primera vez en 1922) para la editorial berlinesa Die Schmiede; y si les cabe alguna duda sobre esta —no sé si calificar de macabra— coincidencia, lean el cuento y quedarán estremecidos.

En efecto; Kafka, hasta en sus últimos instantes, fue el genio que elevó a gran literatura los tradicionales chistes judíos, donde su narrador —Isaac, Salomón, Mordecai…— sufre una inoportuna desgracia que, en su enrevesado patetismo, no consigue sino desternillarnos de la risa. Es una de las más singulares virtudes de ese pueblo —especialmente de los askenacíes—: su capacidad para la burla; y para ser esta inteligente, debe comenzar por ejercerse sobre uno mismo; me basta recordar al caso otra memorable película: El tren de la vida (1998), de Radu Mihăleanu, quien, como Franz Kafka, se aficionó —y hasta practicó— previamente el teatro yiddish y, por tanto, conocía minuciosamente esa peculiarísima interpretación de cualquier tragedia como una estrepitosa comedia. ¿Y acaso hay forma más sabia de celebrar la existencia?

Artículo publicado por el "Imparcial", el 24 de junio de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     




Venezuela(Caracas).- 23 de junio de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

Escribir un libro

Si logramos mantener la llama doble del anhelo y la disciplina, si trabajamos con ahínco para que ella no se debilite y por el contrario crezca y se fortalezca cada nuevo día, estaremos dando la batalla y en el camino adecuado para la conquista de la meta

Por mi propia actividad literaria el algoritmo siempre me lleva a las páginas de los libros, y he observado con mucho interés los permanentes anuncios de quienes ofrecen los servicios para ayudarnos a publicar “el libro de nuestros sueños” (este es el anzuelo), pero es tanta la oferta que este asunto me lleva necesariamente a una reflexión acerca de cuán válidas son esas supuestas ayudas que se nos brindan en las redes y en las plataformas a cambio de una paga. Como es lógico suponer, con lo de la Inteligencia Artificial (IA) hoy en boga, pues me asaltan también dudas e interrogantes: de si todos estos anuncios obedecen precisamente a tal circunstancia, y pasemos de pronto a ser víctimas de toda una trama que busca hacerse de un dinero a costa de nuestra credibilidad, porque a mi modo de ver y de entender el hecho literario: echar mano de la IA para producir textos breves o extensos, en cualesquiera de los géneros, es sencillamente hacer trampa.

En estos días volví a acercarme a un clásico de clásicos que leí por primera vez en el ya lejano año 1994, se trata de La llama doble Amor y erotismo (Seix Barral), del Premio Nobel mexicano Octavio Paz. Y traigo a colación esta circunstancia, porque en su Liminar el autor nos cuenta con orgullo, cómo este libro estuvo en su cabeza durante décadas, y ya había perdido la esperanza de escribirlo por las múltiples actividades a las que se vio sometido, al haber llevado una larga vida de diplomático y trashumante, y desde luego: por ser un autor consagrado por la crítica y los lectores, requerido aquí y allá, invitado a eventos y con inmensos compromisos, pero hubo un momento en el que se sintió desconsolado al ver que su promesa de juventud se alejaba cada día más, y con su avanzada edad sentía cierta vergüenza de acercarse al tema del amor y el erotismo. Nos dice: “De pronto, una mañana, me lancé a escribir con una suerte de alegre desesperación. A medida que avanzaba, surgían nuevas vistas. Había pensado en un ensayo de unas cien páginas, y el texto se alargaba más y más con imperiosa espontaneidad hasta que, con la misma naturalidad y el mismo imperio, dejó de fluir. Me froté los ojos: había escrito un libro. Mi promesa estaba cumplida.”

Creo que no hace falta agregar más a esta hermosa experiencia creadora: así es como funciona en buena medida (aunque no hay una norma para esto). Por supuesto, y ya lo he dicho muchas veces acá: hay que ser un buen lector, un muy buen lector para dar ese salto y que, de ese largo proceso, que puede llevarse meses y hasta años (en el caso de Paz lo escribió en escasos dos meses, pero es que lo venía pensando y “redactando” desde su juventud) el que resulte una obra que deje satisfechas nuestras expectativas, pero entre pensar escribir un libro y tenerlo ya escrito en papel o en algún soporte electrónico, hay, qué duda cabe, toda escala de grises que debemos considerar, porque se presentan decenas de factores y variables: bien que favorezcan nuestra intención, o que la torpedean, y esto lo debemos sortear con habilidad y astucia, si de veras ese anhelo se ha instalado entre pecho y espalda y no nos deja vivir, hasta que agotados los tiempos nos lanzamos a esa tórrida aventura y alcanzamos la meta. 

Pero… hay que sudar mucho para ver patentizado el sueño, porque ese “parpadeo” del que nos habla el mexicano no es más que una figura poética, muy propia de su exquisita prosa, y sabemos, quienes más o menos tenemos algo de tiempo y de experiencia en estos territorios, que para escribir un libro en dos meses hay que ponerle alma, vida y corazón, dejar de hacer cualquier otra cosa, poner en latencia la cotidianidad (y, con ella, familia, ocio y amigos), y lo peor del asunto es que la mayoría de las veces no basta con todo esto, de por sí extremo, si no nos acompaña la buena estrella: la hipotética musa, esa señora o señorita díscola, etérea e imprecisa, que se hace de rogar, que zigzaguea, que da giros inusitados y nos deja pálidos y sin vista, que se hace la loca: se esconde y se burla de nosotros, y si la fulana decide quedarse hasta el final (porque suele retirarse pronto), nos frotaremos los ojos como hizo el gran bardo, y habremos escrito el libro prometido.

Escribir un libro no es tarea fácil, porque no siempre tenemos el mismo ímpetu y entusiasmo del primer día: somos humanos y estamos sometidos a los vaivenes propios de la vida y de sus a veces duras circunstancias, y los ímpetus suelen bajar de frecuencia, hacerse erráticos y caprichosos, quedarse aletargados y hasta dormidos, pero si logramos mantener la llama doble del anhelo y la disciplina, si trabajamos con ahínco para que ella no se debilite, y por el contrario crezca y se fortalezca cada nuevo día, estaremos dando la batalla y en el camino adecuado para la conquista de la meta, y será el latir de nuestra voz interior el que nos dirá si todo está sobre ruedas, si lo pensado logra con acierto plasmarse en la página, y si hay correspondencia entre todo, y cuando la respuesta inequívoca es definitivamente que sí, no hay vuelta de página: esa obra en ciernes se va concretando y tomando forma, y es entonces cuando nos llega esa “suerte de alegre desesperación”, porque sabemos que el sueño se patentiza en realidad ante nuestros incrédulos ojos, hasta que nos levantamos exaltados y decimos a quien quiera oírnos: ¡promesa cumplida!


rigilo99@gmail.com


Madrid.- 19 de junio de 2024

 

Nueva York 'iluminará' la 84.ª Feria del Libro de Madrid

 

La Feria acogerá fundamentalmente a autoras y autores que escriben en español y residen en Nueva York

Una parte de la delegación, coordinada por Brenda Navarro y Rita Indiana, estará integrada por autoras y autores neoyorkinos cuya obra se haya traducido al español

La colaboración con la FIL de Nueva York servirá para potenciar el intercambio entre el mundo editorial de ambas orillas del Atlántico.

Balance provisional de la FLMadrid24: 5.580.000 euros recaudados y 550.000 visitantes únicos

Foto © Gustavo Valiente

La 83.ª Feria del Libro de Madrid, ha anunciado que Nueva York será el eje vertebrador de la siguiente edición, que se celebrará del 30 de mayo al 15 de junio de 2025, bajo la fórmula de que algo, en este caso una ciudad, iluminará la Feria. La dirección ya trabaja en ello en colaboración con el Instituto de Estudios Mexicanos en la City University of New York (CUNY), organizador de la Feria del Libro de Nueva York (FILNYC).

En otro orden de cosas, según el balance de cifras compartido por Eva Orúe, directora de la FLMadrid, que este año ha estado dedicada al deporte, hasta las 21:00 del domingo 9 de junio, la cifra de negocio ascendía a 5.580.000 euros. En cuanto a la afluencia, la Feria ha recibido alrededor de 550.000 visitantes únicos. Más de la mitad son de la Comunidad de Madrid; el origen del resto se reparte entre otras comunidades autónomas y extranjeros. Cabe señalar que en esa cifra no están incluidos los menores de 18 años.

La asistencia a los actos programados (350 entre todos los espacios disponibles) se ha visto incrementada notablemente respecto a ediciones anteriores.

Así lo ha explicado Eva Orúe: «A falta de los datos definitivos, es decir, de sumar asistentes y ventas de la última semana, creo que podemos estar satisfechos. A pesar de las perturbaciones climatológicas, de las alertas que nos obligaron a cambiar sobre la marcha horarios de apertura y actos programados, el público ha llenado un año más el Paseo de Coches de El Retiro. Y a esa satisfacción general se suma la confirmación de una intuición: cada vez son más quienes nos visitan desde comunidades limítrofes pero también desde países lejanos».

Eva Orúe: «Nueva York iluminará la Feria y lo hará de maneras insospechadas»

Nueva York será la protagonista de la 84.ª Feria del Libro de Madrid como ciudad-faro literaria, prestando una especial atención a la ciudad que habla y escribe en español.

El marco de la colaboración se ha ido definiendo en los últimos meses entre la FLMadrid y el Instituto de Estudios Mexicanos que ha llegado ya a acuerdos con los Departamentos de Estudios Latinoamericanos de las Universidades de Brown, Columbia, Fordham, New York University, Cornell y Yale para traer una delegación de investigadores y profesores de estas universidades. Además, en estos momentos están en negociaciones con las Universidades de Princeton y Harvard, que han mostrado voluntad de participar. El objetivo es diseñar un programa que atienda los intereses de los diversos públicos que asisten a la FLMadrid.

Es por eso que «Nueva York iluminará la Feria y lo hará de maneras insospechadas», así lo ha manifestado Eva Orúe. «Los compañeros de la FILNYC, nuestra toma de tierra al otro lado del mar, han conseguido federar a los Departamentos de Estudios Latinoamericanos de varias universidades, más la Feria del Libro de Brooklyn y el Pen Club. Con todos ellos, lograremos mostrar lo que esa ciudad escribe en español, tender puentes entre autores de aquí y de allí, e iremos más allá atrapando a autores neoyorkinos en inglés que cuentan ya con muchos y fieles lectores en España».

Paralelamente se ha creado un comité que va a coordinar las propuestas de ambas partes. A José Higuera, director del Instituto Mexicano de CUNY, y Dejanira Álvarez, directora de la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Nueva York, se han sumado dos escritoras latinoamericanas: Rita Indiana y Brenda Navarro. Para la primera, «el español es símbolo de resistencia». Según la escritora mexicana, «con todas las contradicciones que tiene Nueva York, existen espacios importantísimos para el libro».

«Estamos muy contentos de poder anunciar que Nueva York iluminará la Feria del Libro de Madrid en el 2025», ha dicho José Higuera. Para el director del Instituto Mexicano de CUNY, «esta es una alianza que subraya la importancia de los intercambios culturales y literarios entre dos de las metrópolis más vibrantes del mundo». «Tendemos un puente, solo nos queda transitarlo e invitar a los visitantes de la Feria a hacerlo con nosotros», apostilló la directora de la Feria del Libro de Madrid.

Dejanira Álvarez, directora de la FIL de Nueva York: «Trabajamos para traer una representación que refleje la diversidad estética y cultural de Nueva York»

En principio, la parte neoyorkina va a organizar entre 20 y 25 actos, y ya trabaja para traer «una representación lo más completa posible que refleje la diversidad estética y cultural de Nueva York, a través de la participación de una selección de escritores y escritoras, y artistas de diferentes diásporas y perfiles, tanto consolidados como emergentes», ha anunciado Dejanira Álvarez.

Asimismo, vendrán a Madrid autores y autoras angloparlantes cuya obra se ha traducido al español, pero, sobre todo, latinoamericanos que viven en la Gran Manzana y cuya obra es parte del panorama literario y cultural de la ciudad.

Tal y como también ha asegurado José Higuera, «a través de esta colaboración queremos celebrar la riqueza y la diversidad de las tradiciones literarias de ambas ciudades, pero sobre todo fomentar un diálogo entre todos los que trabajamos y disfrutamos del mundo del libro y la cultura» Por ello se crearán espacios de debate entre la delegación neoyorkina y autoras y autores españoles, así como para potenciar el intercambio entre el mundo editorial de ambas orillas del Atlántico. 



Venezuela(Caracas).-17 de junio de 2024


 Por Ricardo Gil Otaiza

Lo breve

 

Entiendo que para muchos lo breve no sea sinónimo de gran obra, acostumbrados a relacionar la extensión con la calidad. En lo personal, soy un lector que agradece la concisión

Según el gran Augusto Monterroso, es de “buenas maneras” que una conversación no se transforme en un monólogo, ya que esto va, si se quiere, contra una norma elemental de cortesía, y haciendo la analogía en el caso de las novelas extensas, nos dice que “El novelista es así un ser mal educado que supone a sus interlocutores dispuestos a escucharlo durante días.” Por supuesto, luego matiza tan contundente declaración, y agrega que esto “no quiere decir que no pueda ser encantador…” Y traigo esto a propósito de la enorme dificultad que se nos presenta cuando estamos ante una obra (no digo solo novela) de grandes dimensiones, lo que suele ser visto como una cuesta demasiado empinada, incluso para los avezados lectores.

En lo particular, no he podido terminar de leer algunas novelas demasiado extensas, porque la dinámica de la vida nos lleva de aquí a allá y solemos dejar las lecturas en suspenso, a la espera de tener una oportunidad para seguir, porque como se ha de suponer, los lectores no somos solo lectores, sino que hacemos todo lo que hacen el resto de los humanos, y el tiempo para la lectura suele estar signado por un montón de variables que no dependen exclusivamente de nosotros, sino del intercambio con los otros. En este punto es para mí emblemática la novela póstuma de Roberto Bolaño, titulada 2666, que alcanza las 1125 páginas, en la que no he podido avanzar, pero paradójicamente pude con Don Quijote de la Mancha, que supera las 1150 páginas apretadas.

Coincido con Monterroso en mi preferencia por los textos breves (aunque haya leído muchos libros extensos), y esa preferencia me ha permitido tener una visión bastante singular del hecho literario (posiblemente fragmentaria), pero que tampoco está mal, porque libros “fragmentarios” hay de sobra que conjuntan diarios, pensamientos y misceláneos que mezclan diversos géneros, y entre ellos nos topamos con grandes obras maestras. Igualmente, hay libros breves, pero con unidad de criterio (entiéndase: libros de cuentos, ensayos, poemas, etc.) que nos llevan a un inusitado goce estético en relativamente pocas páginas.

Por supuesto, hay que decirlo, muchas editoriales apuestan por las novelas extensas, porque al parecer tienen mejor mercado y se mueven mucho más en los anaqueles, sobre todo si llegan precedidas por premios y alabanzas de connotados críticos (y de poco connotados también), pero que suelen orientar la mirada de los potenciales lectores hacia esas obras, y ello se traduce en ventas.

Volviendo al gigante Monterroso, podría decir acá sin ningún tipo de sonrojo, que lo que más admiro en su no tan extensa obra, es su carácter breve y a veces fragmentario, porque me ha permitido acercarme a diversos tópicos con una agudeza y un humor que no siempre los consigues en los autores consagrados, y todo ello te lleva como un río: a querer más y más, a meterle el diente a sus páginas y quedar estupefacto con su maestría. Ya perdí la cuenta del número de veces que he leído su libro La letra e, que lo constituyen fragmentos de un diario, es decir, sin más: doblemente fragmentario, y en cada nueva oportunidad he hallado un especial disfrute que va más allá de las anécdotas y hasta de las humoradas que deja colar, para internarse en una prosa envolvente, bien articulada y depurada, nada sobra y nada falta en cada una de las entradas, y ello debemos agradecérselo porque sabemos que detrás de cada texto hay un enorme trabajo de limpieza y depuración, de conciencia plena del poder de la palabra en quienes la reciben.

La brevedad literaria no es facilismo, eso debo apuntarlo con énfasis; es más, me atrevería a afirmar que lograr una estupenda cuartilla que congregue todo un mundo de posibilidades estéticas, es tan meritorio como quien lo alcanza con 500 o más páginas, y cuidado si no es mayor el mérito. Un buen cuento de pocas páginas puede alcanzar la categoría de obra maestra, y no me quedaré solo con el ejemplo de Monterroso, que logró su fama con cuentos muy sencillos y con su libro de fábulas, sino que asomaré el nombre de Jorge Luis Borges: un gigante de las letras, para quien la brevedad era asunto tan serio en su trabajo, que hasta desdeñó a veces novelas de gran extensión, argumentando que posiblemente en muchas de ellas sobren más de la mitad de las páginas, aunque afirmó haber leído con placer Cien años de soledad de García Márquez (a lo mejor se la leyó alguno de sus muchos lectores, por su grave problema de vista ya para entonces).

Como buen discípulo de Borges y de Macedonio Fernández, el argentino Ricardo Piglia también apostó por la literatura breve, pero publicó también novelas de cierta extensión. Hay un libro de su obra que no me cansaré de alabar: Formas breves, que es misceláneo y profundamente fragmentario, pero que guarda para sí un poder enorme, en el hallamos de todo: ficción, crítica literaria, anécdotas sobre sus autores favoritos, breves estudios, una que otra ponencia presentada en algún evento, ensayos, notas literarias en fragmentos de diarios, y hasta un breve epílogo. Sin más: una suerte de cajón de sastre que disfrutamos enormemente, que nos lleva a conocer su idea acerca de lo literario y hasta su visión de la vida.

Entiendo que para muchos lo breve no sea sinónimo de gran obra, acostumbrados a relacionar la extensión con la calidad. En lo personal, soy un lector que agradece la concisión.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 14de junio de 2024

 DÍA A DÍA, por la Feria del Libro de Madrid


Programación destacada:

Lectura en voz alta y homenaje a David Foster Wallace

Un homenaje a uno de los escritores que más y mejor ha escrito sobre el deporte que practicaba y le apasionaba: el tenis.

Lectura en voz alta-Espacio abierto. Zona Rosaleda-11:00 - 13:00

Radio Marca: ‘El Programa de Ortega’

Un episodio en directo de 'El programa de Ortega', en el que se entrevistará a Eva Orúe…

Pódcast-Pabellón CaixaBank-11:00 - 13:00

'Andalucía en la Fototipia Thomas. Las fotografías recuperadas por el Centro Documental Anastasio de Gracia'

Presentación- Espacio abierto-12:00 - 13:00

Mujeres alpinistas, con Anna Kaminska y Edurne Pasaban

Coloquio-Pabellón Europa-12:30 - 13:30

Leer más…. https://ferialibromadrid.com/actividades-2024/

Firma de autores: https://ferialibromadrid.com/firmas-2024/?dia=02-06-2024 

Algunas firmas:

Marta Sanz, Jasmina Petrovic, Edda Armas, Sara Barquinero, Rosa Montero, Sergio C. Fanjul, Sabina Urraca, Alfonso Zapico, Pablo D´Ors, Carla Nyman, María Ospina Pizano, Pol Guasch, Luis García Montero, Carlos Sobera, Luis Landero, Xan López, Flavita Banana, Natalia García Freire...


Venezuela(Caracas).- 14 de junio de 2024

 Por Ricardo Gil Otaiza

La crítica

Debo decirlo y con absoluta certeza: hay quienes se atreven a hacer crítica literaria sin haber leído la obra, y eso se nota de entrada: se conforman con los datos sueltos de la contratapa y de las solapas

Quien mucho lee termina opinando en torno de sus lecturas, es una cuestión relativamente natural, porque quien se acerca a un texto literario lo hace desde la mirada expectante, inquieta y esperanzada de poder alcanzar el gozo que promete cada página, y si lo alcanza, pues maravilloso: exultantes nos lanzamos a prodigar aquí y allá las supuestas fortalezas de aquel libro y, por ende, de su autor, y nos convertimos sin pretenderlo en promotores de la obra, pero si el caso es el contrario: que la obra no calzó nuestros propios estándares estéticos, nos hacemos corrillo de aquello, decimos a quienes podamos lo que pensamos, los yerros observados, las falencias percibidas después de una tempestuosa lectura: si se quiere frustrada y amarga, luego de haber puesto en la obra mucho más que un simple empeño.

En otras palabras: en cada lector atento hay un crítico en potencia y ese ejercicio del intelecto, que requiere de nosotros cotejo, músculo, discernimiento y análisis hermenéutico, se hace en sí mismo un género y es enseñado en las academias y en las universidades, pero no es cuestión esencial pasar por un aula del más alto nivel para aprender a desarrollarlo, sino tener la sensatez suficiente como para poner sobre la mesa a una obra en específico, estudiarla desde tus propios referentes y experiencia lectora, y lanzarte por la calle del medio en un ejercicio interesante, muchas veces pasional, que trae consigo crecimiento intelectual, pero a la vez un sinnúmero de circunstancias que se hacen complejas: cuando recibes el agradecimiento de parte del lector (a veces del autor; aunque no es regla), pero cuando lo que expresas no está en sintonía con lo que se espera (ergo: la aquiescencia total; un absurdo, pero es así), la gente te cae encima y te conviertes en un enemigo de cuidado.

El lector atento que se hace crítico literario, lógicamente busca los espacios en los que pueda exponer su labor, y antes de que se inventaran la web, las redes sociales y la tecnología digital, con lo único que contábamos era con la prensa regional y la nacional, y allí tocábamos las puertas, que no siempre se abrían, como cabe suponerse, pero cuando nos daban el visto bueno y teníamos a la mano la anhelada columna, nos faltaba tiempo para leer todo lo que teníamos en la mesa en rumas y torres, y de manera periódica íbamos presentando nuestro testimonio de lectura y cotejando nuestra percepción con la de otros, y a veces nos invitaban a eventos (coloquios, seminarios y congresos) y en ellos dábamos rienda suelta a nuestros trabajos sobre determinada obra y autor, y aquello era todo un espectáculo, porque a la hora de las preguntas y respuestas se armaban tremendas discusiones y salíamos de allí acalorados, victoriosos o derrotados, pero siempre dispuestos a continuar dando la batalla por las ideas.

Veo con tristeza que en el país ya no hay crítica literaria en la prensa y ha quedado circunscrita al mero ámbito académico o especializado (básicamente trabajos de maestría y tesis doctorales), lo que la aleja de las mayorías, con las que deseamos establecer una dialógica que traiga consigo el interés por la lectura de libros y por el análisis de los autores nacionales y extranjeros, y aunque a muchos parezca intrascendente esto que aquí digo, un país se construye desde distintos flancos y el de la cultura no es menos importante que los otros, porque nos hace herederos de añejas tradiciones librescas de aquí y de otras orillas, y nos eleva por encima de la media hasta alcanzar poderosas cimas de realización social.

El crítico de literatura (y de arte en general) es un factor de cohesión, que busca desde los engranajes de una obra todo aquello que nos una con el resto del mundo, y así ponernos en correspondencia con el tiempo histórico (en todas sus dimensiones) y hacernos copartícipes del ahora, y esto, déjenme decirles, no es cualquier cosa, porque requiere de parte de quien lo ejerce un denodado trabajo intelectual, honradez y ética, así como un sentido profundo de los hilos sutiles que nos atan como humanidad y como un “todo”, y quien ejerce esta actividad está consciente de sus límites, pero también de su impacto y de sus fortalezas, de allí su tozudez y empeño; de allí sus ansias de que su voz no caiga en el vacío ni en el silencio, porque ello es equivalente a la nada y al desprecio.

Debo decirlo y con absoluta certeza: hay quienes se atreven a hacer crítica literaria sin haber leído la obra, y eso se nota de entrada: se conforman con los datos sueltos de la contratapa y de las solapas, que al mismo tiempo parecen escritos por un editor que no conoce la obra que tiene en sus manos, y esto es más o menos equivalente a que un médico haga un diagnóstico basado sólo en lo que le cuenta el paciente, sin auscultarlo, sin palpar los órganos, sin percatarse de si hay o no correspondencia entre lo narrado y lo observado, y las consecuencias de tamaña irresponsabilidad vienen todas en cascada: lectores frustrados con un criterio que no está en correspondencia con lo que han leído (y que se sienten estafados por quien les recomendó la lectura), autores inflados por un mercenario de la palabra que a todas luces busca prebendas y congraciarse con el poder, o autores noveles destruidos por una crítica mordaz, acerva y malintencionada, que ha hecho añicos, quizá para siempre, su más preciado sueño.

rigilo99@gmail.com



Madrid.- 12 de junio de 2024

 DÍA A DÍA, por la Feria del Libro de Madrid


     


Día 12-  PROGRAMA

'Kalopsia, un planeta no tan diferente'

Taller Infantil- Pabellón Europa-10:00 - 10:25 y 10:45 - 11:10

Bosque Metropolitano: 'En busca del tesoro de Madrid'

Taller Infantil-Pabellón Infantil-11:00 - 13:30

XXXV Premio de Narración breve de la UNED, VI Premio de Poesía de la 'Facultad de Filología' de la UNED y III Premio de Jóvenes Escritores de la UNED

Entrega Premios- Pabellón CaixaBank-11:00 - 12:00

Presentación del libro 'Una casa en la arena', de Pablo Neruda

Presentación-Salón de actos, Biblioteca Municipal Eugenio Trías-12:30 - 13:30

Leer más…. https://ferialibromadrid.com/actividades-2024/


Madrid.-11 de junio de 2024

Por: Gastón Segura

 

Pintan bastos

Cumplidos tres días de la aprobación de una ley que, sobre innecesaria —con cuanto de desfachatez presenta tal gesto—, vaticina grandes quebrantos al Estado, el Real Madrid ganaba su décimo quinta copa de Europa. De inmediato y a escasos metros de mi apartamento, se armaba un jolgorio monumental que duró hasta el amanecer; pero, en lugar de contagiarme la alegría propia de cualquier congregación festiva, solo me suscitó —como todas estas turbas fragorosas y chabacanas que convocan las celebraciones futbolísticas— una lacónica tristeza. No podía dejar de pensar, mientras escuchaba su griterío exaltado, que esos mismos jóvenes no habían sido capaces —ni tan siquiera en una porción mínima— de manifestarse contra esa venenosa votación parlamentaria, auspiciadora de muy dañinas consecuencias para su porvenir.

Si bien, me bastaba recordar la revuelta de Niká, del 532 d.C., cuando la disputa entre partidarios de los equipos de cuadrigas verdes y azules arrasó parte del palacio imperial y de Santa Sofía, para saber que los fanatismos alentados por cualquier tipo de competición son inherentes a la grey humana; es más, ni tan siquiera me aliviaba el considerarlos nuestra cara ruin, compensada con ese otro rostro liviano y hasta sublime: el arte; ¿o acaso, desde Altamira, el arte no constituye algo intrínseco a la tribu?

En efecto; tal es así que no había dejado de asistir durante el par de semanas anteriores a saraos de esta índole; por ejemplo, a la exposición de mi amiga Silvia Flechoso, en la galería Panarteria, titulada La sangre y el oro, donde plasma, óleo tras óleo —con aplicaciones de otras técnicas sobre el lienzo—, una serie de violentas cogidas taurinas; metáforas todas —ya se enseña en el corazón de las imágenes— del vértigo y hasta del vapuleo que sufre el hombre —en su caso, el artista— ante las exigencias, a menudo tan bastardas, de la sociedad de masas. Y pocas tardes después, asistí a un vernisagge de Mariajo Gil, donde el gran Eduardo Mazariegos, inauguraba Luz y alma; otra muestra de sus criaturas de un picassianismo bondadoso, con las que despabilar los rincones más sombríos de cualquier estancia; para acabar, en un trágala de fechas y de citas, en la presentación de Don de la insolencia, de mi querido Carlos Aganzo; una, más que biografía, amena y oportunísima recuperación del conde de Villamediana.

Digo oportunísima porque ante esa prosa tullida, rebozada de manoseada sentimentalidad y ofertas de supermercado, que hoy motejan —y hasta con engolamiento— de poesía, cualquier mirada sobre el Siglo de Oro es higienizadora. Y Villamediana, sobre propincuo al egregio Góngora, resulta el señuelo eficaz para acercar al lector despistado a este deslumbrante momento. Verán; Villamediana, exquisito en la vestimenta, espejo de jinetes, tahúr avisado y perseguidor incansable del tálamo ajeno sin reparar en alcurnias, era, encima, lengua y peñola filosa, castigada con tres destierros de la corte, mientras sus dispendios lo iban arruinando hasta que murió a traición en la calle Mayor de Madrid, donde una placa todavía lo señala. Y, claro, figura tan sugestiva, presentaba mucha literatura antes que Aganzo; desde Quevedo hasta Fernán Gómez, pasando por Emilio Cotarelo, Luis Rosales o Néstor Luján, fascinados por este gran arrogante que se atrevió incluso a tentar las enaguas de la mismísima reina. Todos estos pormenores expone Don de la insolencia con erudición pero sin empacho, abrochados por dos centenares de sus poemas. Y es ahí, al disfrutarlos, donde el lector desenmascarará los presumidos andrajos que asfixian actualmente al género. Por tanto, léanlo; un trazo de su gracia altanera, nunca les sentará mal.

De asunto y hasta intención diferente trata Retomar el control, que Diego Hidalgo estrena para esta feria del libro. Consiste en cincuenta propuestas para precaverse de los peligros que había expuesto teóricamente en su exitoso —en Francia y aquí— Anestesiados (2021). Cuando reseñé aquel título en otra parte, afirmé que Diego confiaba demasiado en la sensatez de nuestros congéneres y los cree dispuestos a preservar su libertad de juicio y de acción ante el embotamiento sojuzgador de lo digital; a mí, en cambio, se me antoja una partida perdida y, siguiendo a Heidegger, atisbo un mundo que ya no es sino una representación de sí mismo; y si necesitase pruebas, me sobraría con acordarme cómo se desgañitaban la otra noche, al pie de mi ventana, aquellos herederos de los verdes y los azules, imitando una imagen aprendida y provocada por los televisores. Diego, en cambio, les ofrece, con este breve pero meditado prontuario, un saludable repertorio de remedios; y quienes aún aspiren a preservar sus talentos de esa avalancha que nos invade desde los smartphones y sus parientes digitales, adquiéranlo; les aprovechará y mucho.

En tanto y hasta llegar a estas líneas aún me aguardaban encuentros con Diego Doncel, Pedro Álvarez de Miranda e Ignacio Gómez de Liaño, que, pese a sus luminosas inteligencias, no me sacudieron el lúgubre presentimiento de las nuevas e impredecibles discordias que acarrea esa ley de vientre purulento. Y todo por capricho de un solo hombre, cuya etopeya ya describiera con un humorismo acerbo mi primo Vicente Valero-Costa en su Caimán (parte I y II, 2023 y 24). Ah; ¿pero qué hacer ante nuestra flaca memoria, cuando ya hubo un Manuel Godoy que, acosado por sus inepcias y aferrado con desespero a su alto ministerio, dejó, en el amanecer de otro siglo, al país postrado y encizañado para el resto de la centuria?

¡Pintan bastos, Max Estrella!

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     



Venezuela(San Cristóbal del Táchira).-10 de junio de 2024

 

Con motivo de festejarse el Día Internacional del Medio Ambiente, el poeta Luis José Oropeza, venezolano, radicado en San Cristóbal, Venezuela, comparte con los lectores tres poemas ecológicos de su autoría.

Tres poemas ecológicos del poeta Luis José Oropeza.

Madre no nada

Antes estuve en el mar

y todo estaba oscuro

oscuro sin sol

sin hermanos animales

sin plantas.

 

El mar

era una inmensa madre:

madre no gente,

madre no nada.

 

Piensa ahora mi memoria,

iba y venía con ella,

en el mundo duro

                       como piedra

penetro el cristal

                        y lo traspaso.

 

Ya como Homo Sapiens

Ayer bajé

de mi primer árbol

traje las flores,

y el aroma

lo vertí en el río,

y todos ahora

bajan de su árbol.

 

Ya como Homo Sapiens

llegó el odio

y lo retuve

entre mis huesos

como una mancha

y desde entonces

ando buscando

               un blanqueador.

que

 

Para aliviar

la angustia del otoño.

 

Quieres que el sueño

                       se marche

y te cuelgas de un árbol

como un pájaro muerto.

 

Falleces

en los ríos tranquilos

tu muerte será de agua

y no de piedras.

 

Pasará tu día

y querrás timar

el día de otros.

 

Morirás

y no habrás muerto

                       todavía ,

por el sueño

de haber dormido tanto

y te hundiràs

en la vaciedad

           de las raíces

como una flor

           que se marchita

en su capullo.

 

DÍA A DÍA, por la Feria del Libro de Madrid





Venezuela(Caracas).- 03 de mayo de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

El dios creador

El demiurgo-escritor nos hace guiños por doquier, juega con nosotros, interactúa y establece con cada uno una relación sutil, pero necesaria, a los fines de que estemos contestes y despiertos

Cuando vamos al Diccionario de la Lengua Española por el vocablo “Demiurgo”, hallamos algo interesante: “En la filosofía de los platónicos y alejandrinos, dios creador”; y todo esto va a cuento porque el escritor suele ser considerado como tal: crea nuevos mundos, grandes personajes, intrincadas historias y se hace dueño del destino de todos, y cuando lo analizamos con la cabeza fría nos percatamos de que aquello es sencillamente maravilloso, porque con ese “magma” que moldea con sus manos, configura seres que sufren y disfrutan, que aman y odian, que hacen de sus existencias espacios para la recreación de “realidades” que, nos llevan a volar, a salirnos de la página del libro y asistir fascinados al encuentro de lo imposible.

El poder de la escritura creativa es inmenso, y tenemos que estar conscientes de ello, porque sólo así asistiremos a nuestro cotejo con la cuartilla, desde la conciencia de la gran responsabilidad que tenemos en nuestras manos, porque eso que recreamos no es mera fantasía, ya que al ser leído y creído por quienes se acercan a las páginas del libro, pasa a formar parte de su realidad, y ella incide en su persona y en su entorno, y esto podría significar también un reacomodo en su existencia, un cambio sustancial, un impacto tremendo que reoriente su destino y el de los suyos, lo que nos lleva a asumir nuestra labor con una dignidad (no hallo otro vocablo) que deberá ir más allá del aspecto meramente formal, que es importante, no lo niego, y diría que es esencial y consustanciado con lo que se nos cuenta: ese universo paralelo que se abre ante nosotros y que nos lleva de la mano a subsumirnos en él, a ser parte de la trama, a reírnos o a llorar, a hacernos cómplices, más que espectadores de lo allí plasmado.

El demiurgo-escritor está conteste con su papel de dios, y lo asume con gallardía y entrega todo de sí para estar a la altura de las circunstancias, y es precisamente esa “conciencia de sí” lo que lo atribula, lo que lo lleva a entregarse a la tarea creadora con una pasión que va más allá de lo obvio y de la lógica, que lo empuja a olvidarse de él mismo (o de ella) para hacerse parte y todo de lo narrado, para dejar su mundo personal atrás y abrirse sin reticencias a un espacio mágico, en donde habitan seres como los reales, pero que no lo son, aunque esos seres tengan nombres y biografías tomados de la vida misma, porque al ser incluidos en una trama novelesca, los convierte en seres literaturizados o de ficción, que son tan creíbles como los de carne y hueso, y para ello hablamos de la verosimilitud, y aquí está precisamente su encanto y su razón de ser: sentir que todo aquello sucede ante nuestros ojos, que los personajes están tan vivos como nosotros, que su esencia humana es la nuestra y entonces los amamos o los odiamos, pero jamás somos indiferentes frente a ellos, porque no es posible tamaña traición a nuestro pacto como lectores con el artífice de aquellas páginas.

El demiurgo-escritor nos hace guiños por doquier, juega con nosotros, interactúa y establece con cada uno una relación sutil, pero necesaria, a los fines de que estemos contestes y despiertos, a que demos el salto dentro de la página, a que entremos a formar parte de ese mundo de ficción, y cuando esto sucede, que suele ser a las primeras de cambio, pues nos atrapa sin remedio, nos fagocita y lo sabemos, pero nos entregamos a él como lo hace el amante a su pareja, y así de la mano con esos seres fantasmales y reales a la vez, recorremos las calles de ciudades desconocidas para nosotros, nos internamos en inhóspitos territorios, navegamos por inmensos mares, subimos a la cima de los grandes montes, nos topamos con seres extraordinarios en su beatitud o en su maldad, nos codeamos sin más con héroes y villanos, conocemos lo que se oculta tras las sombras, indagamos con inquietud en medio de la oscuridad de la noche y también nos regocijamos cuando el anhelado encuentro, o la verdad escondida, o el sueño imposible por maravilloso, se nos muestran como trofeos ante nuestros ojos.

Leemos cuento y novela, poesía y ensayo, y literatura en general, porque anhelamos ser sublimados por el encanto del creador, de lo contrario sería una tontería acercarnos a las páginas, amén de una pérdida de tiempo, pero sabemos que tras ellas nos aguardan cosas impensables en nuestro propio mundo, por lo menos en sus matices y derivaciones, y dejamos nuestra cotidianidad para abrir el libro y traspasar el umbral: y una vez dentro nos dejamos llevar por las palabras que se hacen imágenes, y sin darnos cuenta somos arrastrados por la corriente de lo contado y nos hacemos parte del cauce, vamos en una suerte de hipnosis viviendo mundos paralelos, cabalgando sucesos y realidades que nos impactan en su esencia, que hacen tambalear nuestras propias convicciones, que nos hacen entrever cuestiones en las que jamás habíamos reparado, y es precisamente allí en donde está la clave de la lectura: ser y no ser, estar y no estar, vivir o dejarse vivir, irnos pero al mismo quedarnos en la quietud del espacio en el que nos hallamos, y todo este portento y esta revelación son materializables gracias al poder de la palabra.

No en vano se nos cuenta en la Biblia que Dios, el gran demiurgo, creó todo con la palabra, y Jorge Luis Borges, en su atrevimiento, vio en aquellas páginas el súmmum de lo literario.

rigilo99@gmail.com




Madrid.- 30 de mayo de 2024

Por: Gastón Segura

 

De feria en feria

En las grandes tardes de la isidrada, durante el quinto toro, la ventolina de Levante trae algunas gotas de amenaza; a veces, incluso, se descerraja el cielo, y nos deja ensopados como a marineros en cubierta. De pronto, se arremolinan los tendidos, se apiña irrespetuosamente el respetable en las bocas de salida y los chubasqueros nos vuelven frailunos, mientras van asomando los costillares de Las Ventas en gris cemento. Por el contrario, en el ruedo, el matador suele perder las zapatillas, pero nada se interrumpe.

A un par de kilómetros de allí y en la misma calle, el efecto es muy otro: de estampida se vacía el paseo de coches, los libreros se pasman en la desolación y, si el chaparrón persiste, las casetas echan la persianilla blanca para que el Retiro brille de un solitario charol cantábrico. Solo unos novios, bajo un tilo, se besan como en las películas antiguas, cuando el amor, si no era pasado por agua, desmerecía su nombre.

Estas son las estampas propias de estas fechas en Madrid, cuando la feria de bravos alcanza su meridiano y la de libros se inaugura entre las cámaras de televisión y la cordialidad de los reyes. Enseguida vendrán las grandes colas —ahora, hasta con seguratas de uniforme— para la firma de alguna celebridad, por supuesto, ajena a la literatura, que presenta un tomazo con una biografía de mentira, y que constituirá el agosto para el quiosco que la albergue. Son las escenas pasajeras de este acontecimiento donde siempre echo de menos a Ramón Gómez de la Serna, montado sobre un elefante y con un altavoz de bocina; el único escritor de verdad capaz de sentirse a sus anchas entre esa marejada mundanal y gárrula, que avanza curiosona y a trompicones.

Pero no vengo hablarles del paisaje y ni del paisanaje, sino de algunos títulos que merecen, por su insólita peculiaridad, su atención durante esta feria, y si tienen la bondad, su compra. En Drácena, por ejemplo, hemos rescatado El chirrión de los políticos (1923); una aparente rareza de su autor, Azorín; además, con un estupendo prólogo del profesor Domingo Ródenas. Digo rareza, porque debo remontarme hasta el joven Martínez Ruiz de 1897, cuando Leopoldo Alas le auguró en un Palique que podía ser “una de las pocas esperanzas de la literatura satírica” nacional para encontrarlo cultivando la eutrapelia o, por el contrario, avanzar unos cuantos años más, hasta 1928, para señalarles su comedia El Clamor, escrita a dos manos con Pedro Muñoz Seca; nuevo botón de esa afición suya por la humorada, contra cuanto nos puedan sugerir sus últimas imágenes de viejito atildado y enjuto. Función teatral, por otra parte, saludada durante su estreno con un sordo y cenizo escándalo, al hurgarle las entretelas más mezquinas a la prensa y cuya consecuencia, por aquello de no hay castigo sin venganza, fue el consiguiente fracaso de taquilla.

Dejando de lado los escándalos provocados por los títulos de Azorín —en algún caso, hasta con intervención de guardias a caballo— este par de obras nos recuerdan como el maestro de Monóvar puso en solfa —de la mejor manera que debe hacerse: con la burla— a los dos gremios que hoy, un siglo después, vuelven a ser muñecos de la diatriba: los periodistas y los políticos. Y la novela, El chirrión de los políticos, pese a su final de resignado estoicismo, es ante todo un guiñol sobre las hipocritonas y chanchulleras componendas que enterraron la Restauración alfonsina; lo alarmante consiste en que su carrusel de escenas —las votaciones, el parlamento, los ministerios…— nos calcan, sobre su regusto añejo, la actualidad más candente; semejanza que invita a tentarse la ropa y ponerle velas a san Isidro —por no alejarnos del momento—, o encogerse de hombros y cabecear aquella socorrida murmuración de “esto no tiene remedio”.

Con este mismo espíritu de revivir la neta literatura pero en tono más lírico y hasta si me apuran trascendente, también llevamos a la feria El humo dormido (1919), de Gabriel Miró; colección de estampas, publicadas durante el año anterior en La Publicidad, de Barcelona, y estimulantes, si no cruciales, para la gestación de la Generación del 27, como expongo en el prólogo que, casi de improviso, me correspondió; al parecer concluido con acierto, porque hasta el momento no ha habido queja. Este tomito de una docena de cuentos más diez viñetas —como él llamó a esa decena de pasajes populares de la Semana Santa— debiera convertirse, como para Jorge Guillén, Dámaso Alonso o Gerardo Diego, en consejero de estilo y sensibilidad de muchos poetas presentes, y más aún para cuantos, deslumbrados por aquella esplendorosa generación, son fieles acopiadores de sus títulos; a los demás, tendría que colmarnos con largura la mucha delicadeza de la prosa mironiana. O, al menos, con ese propósito lo reeditamos.

Y pisando terrenos de la poesía, no quiero despedirme sin recordarles que Betania acaba de publicar una nueva antología, a cargo de mi amigo León de la Hoz, titulada Gastón Baquero, lo que no se ve; por supuesto, sobre esa cima antillana de nuestra lírica del s. XX, muerto aquí mismo, a dos pasos del Retiro, en 1997, cuando apenas si comenzaba a recuperársele. Quienes aún ignoren a mi tocayo, léanlo y asómbrense, al pronunciar las tónicas en su sitio, como su música escondida va elevando imponentes y rumorosas imágenes, tan de allá pero tan nuestras, pues en español resuenan.

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     

 

Madrid.-30 de mayo de 2024

Venezuela(Caracas).- 25 de mayo de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

El libro y su grandeza

Amo los libros impresos y a lo largo de cuatro décadas he podido reunir (con mucho esfuerzo, debo aclararlo, porque los profesores nunca hemos sido bien remunerados), un buen número de ejemplares que atesoro en mi biblioteca

En lo personal suelo ser muy ortodoxo en mis costumbres, y eso se deba tal vez a una cuestión de la edad, transijo (aunque tampoco es que sea un vejestorio), pero es que hay aspectos que están tan profundamente internalizados en mi ser, tan metidos en mi manera de ver el mundo y de relacionarme con él, que por más que me esfuerce termino regresando a la usanza anterior y, créanme, a veces me siento un tanto arcaico por eso, pero echo mano de la resignación propia de aquello que ya no tiene remedio, y sigo adelante con mis cosas a la espera de que los demás me entiendan, se pongan en mi piel (se le llama empatía), y me miren con ojos misericordiosos y hasta de compasión, y me dejen hacer a mi manera.

Ah, pero déjenme decirles, hay cuestiones en las que he cambiado porque no tenía más alternativa: como leer la prensa digital porque en papel es un animal extinto aquí en Venezuela, o dar charlas y conferencias online porque no hay maneras de trasladarme hasta el sitio o porque el evento es sencillamente virtual, o comprar una marca de un determinado producto que jamás ha sido de mi agrado, pero es la que hay en el mercado, y así por el estilo, pero aquello de leer libros digitales sigue siendo para mí un imposible, que creo no podré superar, porque es tal el placer que me produce un libro impreso, que no podría sustituirlo por la experiencia desangelada de leerlo en la pantalla de mi laptop, o en el teléfono, o en el Kindle, que tanto furor causa en el mundo, porque sencillamente no se me da, no es lo mío, y aquí sí, apreciados lectores, no me doblego por nada de este mundo.

Amo los libros impresos y a lo largo de cuatro décadas he podido reunir (con mucho esfuerzo, debo aclararlo, porque los profesores nunca hemos sido bien remunerados), un buen número de ejemplares que atesoro en mi biblioteca, y ese “espacio” es para mí sagrado y el eje de mi actividad como escritor e intelectual, porque si bien con muchos de ellos no tengo mayor relación dialéctica, y solo de vez en cuando regreso a tal o cual obra para una consulta o para salir de una duda, con otros sí la tengo bien profusa, y a ellos me aferro con fuerza y disciplina y son soporte para mi actividad durante casi todos los días de la semana: los trajino, los vapuleo, los llevo de un sitio a otro dentro de la casa o fuera de ella, los marco con papelitos, los dejo abiertos sobre el sofá, les tomo fotografías y las publico en las redes, se los recomiendo a mis amigos, contrasto las obras de los autores, preparo resúmenes, escribo artículos para la prensa nacional, y todo un cúmulo de experiencias que podrían llevarse fácilmente varias cuartillas.

Siempre me preguntan cuántos libros tengo y cada vez refiero una cifra distinta (tres o cuatro mil: quizás más, o muchos menos), porque en realidad nunca la di por contarlos, simplemente los compraba o me los obsequiaban y de inmediato iban a parar a la pila a la espera de la lectura, y debo reconocer que en este aspecto he sido muy desordenado, porque he podido llevar aunque sea un somero registro en un cuaderno de escuela primaria, pero cuando me percaté del asunto ya eran muchos los ejemplares acumulados y me daba pereza emprender la tarea, razón por la cual tuve que contentarme con mi memoria, no tan prodigiosa por cierto, e ir al estante en donde creo que reposa cierto y determinado volumen, estirar el brazo, meter la mano y casi siempre pescar el ejemplar en una inaudita suerte de dimensiones casi metafísicas.

Soy muy celoso con mis libros, casi nunca los doy en préstamo porque la experiencia me ha dicho que nunca regresan a mí y, cuando ello sucede, ¡oh milagro!, retornan vueltos añicos: doblados, sucios, con las puntas retorcidas, desencuadernados y rayados, con manchas de café o de té o de salsa de tomate y hasta con hojas arrancadas y, para no pasar la rabieta que ello me produce y no perder el amigo, prefiero reservarme el derecho de tenerlos en mis predios hasta que Dios lo decida, porque sé que conmigo tendrán el mejor trato posible al estar en su nicho natural, ya que cuando cambian de manos ellos se resienten y me lo reclaman con fuerza, como si hubiera cometido una traición.

Mientras esto escribo, los miro, y me devuelven la mirada, saben que estoy hablando de ellos, y en su aparente pasividad y quietud contienen en sí mismos todas las revoluciones posibles: la de la palabra y las ideas, la de la estética de la narración y de la versificación, la de la historia de la humanidad y su abrupto devenir, la de los más bellos ensayos, cuentos y novelas, la de biografías de eximios personajes del país o de otros contextos, la de la ciencia y sus hondos saberes, la del significado de los vocablos y sus usos, la de los clásicos y los contemporáneos, la de queridos escritores amigos que partieron de este mundo y de otros que todavía lo están, la de antologías que buscan en su esencia el imposible del “todo”, la de los libros de mi pluma que nacieron con inmensa ilusión y empeño, y que son también como mis hijos, la de traducciones y la de la propia lengua, la de autores laureados hasta la náusea y la de aquellos cuyos nombres no despiertan ni un mohín de reconocimiento, la de escritores queridos y entrañables y la de otros apenas comprendidos, la del libro impreso en su eterna grandeza y hermosura: compañero de los caminos de la vida, ángel de la guarda.

rigilo99@gmail.com




Madrid.- 17 de mayo de 2024

 

GASTÓN BAQUERO, LO QUE NO SE VE, nuevo libro de León De la Hoz

Tenemos el placer de presentar Gastón Baquero, lo que no se ve (Betania, 2024), de León De la Hoz, en el día en que el gran poeta, ensayista y periodista cubano, fallecido en Madrid hace 27 años, cumple un aniversario más para ser recordado.

Es un día especial para la cultura cubana, tanto la que vive fuera como la que lo hace dentro. Baquero representa lo mejor de la literatura cubana y es un orgullo en cualquier lugar del mundo saber que representa lo mejor de la nación cubana. Su cubanía, su inteligencia, su sabiduría y su creatividad han sobrevivido a la decadencia, el silencio y la brutalidad, y son libros como el que presentamos hoy los que ayudan a su mayor y mejor conocimiento entre los jóvenes por los cuales el poeta hacía un brindis en su libro Poemas invisibles (1991).

La nueva antología de De la Hoz no es una antología al uso, en ella se ha hecho prevalecer el criterio del poeta Baquero, a través de las múltiples páginas que dedicó a querer decir qué era la poesía para él y de las conversaciones que sostuvo con De la Hoz. Es un largo camino lleno de contradicciones y también de riquezas aquellos donde Baquero busca, que él mismo se situó en dos polos, "lo sentimental" y "lo inteligente". Entre ellos se debatió para hacer de la poesía el sitio donde tan bien se está, diría otro gran poeta como su compañero Eliseo Diego.

El libro consta de un amplio prólogo del autor, que no se propone hacer un estudio, como dice en su texto, pero en el que pone determinadas señales que seguramente servirán de reflexión y estímulo para estudiosos y lectores nuevos. El enfoque, que es novedoso, también pudiera ser polémico, pero sobre todo es útil porque permitirá una lectura diferente de la poesía de Baquero.

Seguramente el lector se preguntará por el título que, según explica De la Hoz, es precisamente la medida que ponía Baquero a la poesía, que podía estar en todas partes, pero sólo podía ser vista por algunos y otros pocos que serían capaces de revelarla: los poetas. En ese sentido De la Hoz nos lo recuerda con un juicio del poeta que encabeza su prólogo: "La metáfora más generosa, manuable e inmediata de Dios es la Poesía".

El cierra libro y se completa con las dos entrevistas que el poeta Felipe Lázaro le hiciera a Baquero en 1987 y en 1994, que tienen varias ediciones bajo el título de Conversaciones con Gastón Baquero (Betania). Un libro que el autor de la antología cree indispensable para conocer la vida y la obra que se entrelazan respirando la una de la otra.

El libro se podrá adquirir en los próximos días únicamente en la plataforma de Amazon, tanto en papel como en la versión digital para dispositivos electrónicos.



Madrid.- 17 de mayo de 2024

 Noticias-Feria del Libro

Internos del Centro Penitenciario de Navalcarnero crean su propio 'libro cartonero'

En el marco del programa ‘El vaivén de la Feria’ casi una veintena de internos del Centro Penitenciario Madrid IV, en Navalcarnero, han participado en un taller de libros cartoneros

Varios internos de Madrid IV en el proceso de elaboración de
sus libros cartoneros | © CP Madrid IV
David, interno de Madrid IV: «Hasta que te adaptas a la vida aquí, la lectura ayuda a evadirte de donde realmente estás»

Durante la tarde del 13 de mayo, parte del equipo de Feria del Libro de Madrid se desplazó hasta el Centro Penitenciario Madrid IV, en la localidad de Navalcarnero, para compartir con 18 de sus internos el contenido de otro de los eventos de su programa ‘El vaivén de la Feria’.

Con edades comprendidas entre los 20 y los 60 años, los participantes disfrutaron de las enseñanzas de la poeta y editora mexicana Sofía Sánchez quien, a propuesta de la dirección de la Feria, impartió un taller sobre la técnica del libro cartonero.

Tras un breve repaso por la reciente historia de la cartonería aplicada a la industria del libro, que data de comienzos de este siglo en Latinoamérica, bajo las directrices de la experta, los internos pudieron poner en práctica lo aprendido e «intervenir artísticamente» —según palabras de Sánchez—, dejando huella en su propio libro. Así, comenzaron por construir la cubierta con cartones reciclados que decoraron con verdadero interés. «Ser feliz es la convicción de estar en el camino correcto», se podía leer en la contracubierta de alguno de ellos. Posteriormente, pegaron en su interior páginas en blanco mientras la editora mexicana les sugería escribir en ellas sus propias historias.

Los internos tuvieron, además, la oportunidad de reflexionar sobre el significado de términos como ecosofía, amor a la tierra y a su sabiduría, en este caso a través del reciclado y de la creación de objetos de lectura hechos por manos humanas, «un trazo de identidad único frente a la máquina y al algoritmo», señaló Sofía Sánchez.

Por su parte, la directora de la Feria del Libro de Madrid, Eva Orúe, compartió con los presentes que, si bien las actividades dentro de ‘El vaivén de la Feria’ tienen siempre como objetivo sacar los libros a la calle para acercarlos a quienes no tienen fácil acceso a ellos, «el va de este vaivén ha llevado la Feria a un lugar donde nos consta que hay libros y lectores», afirmó al presentar el taller. Algunos de los internos que participaron en esta actividad visitarán El Retiro durante la Feria y disfrutarán de alguno de los eventos culturales programados entre el 31 de mayo y el 16 de junio. Así, «los hoy visitados vendrán y, al hacerlo, nos ayudarán a cumplir nuestra misión», concluyó Orúe. 

Una 'pasada' de Feria

Al finalizar el taller, David, uno de los internos presentes en el mismo, confesó que «hasta que te adaptas a la vida aquí, la lectura ayuda a evadirte de donde realmente estás». De evasión también habló su compañero Juan Jesús, quien descubrió durante sus primeros meses en prisión que «solo había una posibilidad de salir de aquí: a través de la mente». Por eso empezó a leer, «porque al menos durante unas horas lo conseguía», sobre todo libros que le describieran otros paisajes, vidas de personajes de otros países, «porque yo antes viajaba mucho», afirmó. 

Ambos se mostraron muy satisfechos por la experiencia vivida creando su propio libro cartonero manejando los materiales propuestos. Ninguno de los dos conocía la técnica, «pero es que aquí te sorprenden todos los días», advirtió Juan Jesús. Y añadió: «Si quieres estar en el patio sin hacer nada, puedes estar, pero si quieres aprovechar el estar aquí para crecer, también tienes la oportunidad de hacerlo, tanto cultural como personalmente».

Por el contrario, los dos conocían la Feria. «Me parece una pasada», dijo David. 

Noelia Jiménez, directora del Centro Penitenciario Madrid IV: «A través de la lectura desarrollan un nuevo hobby que no se habían planteado tener»

El taller sobre libro cartonero también contó con la presencia de la directora del Centro Penitenciario Madrid IV, Noelia Jiménez, y de la subdirectora de Tratamiento, Sara Cohen. Jiménez reconoció la importancia de este tipo de actividades culturales y artísticas para la población reclusa «porque acercan un mundo que numerosos internos descubren por primera vez cuando están aquí. Muchos de ellos nunca han leído un libro; como gran parte del tiempo del que pasan aquí es tiempo muerto, comienzan a leer y desarrollan un nuevo hobby que no se habían planteado tener. En ese sentido, la lectura es algo muy positivo para ellos».

El Centro Penitenciario Madrid IV desarrolla una nutrida programación cultural durante todo el año. Talleres de lectura, crítica literaria, cómic y prensa forman parte de la amplia oferta. Algunos internos también tienen la oportunidad de cultivar la escritura creativa participando en la redacción de textos para las dos revistas que también maquetan ellos mismos y publican con la ayuda de la ONG Solidarios para el Desarrollo.

 

 Madrid.- 13 de mayo de 2024

Por: Gastón Segura

 

 Ah, Hispanoamérica

Me tengo prohibido escribir de política —bueno, de esa indecente zarabanda que llamamos ahora política— porque corro dos riesgos imperdonables: o aburrirles con la conduerma que ya han oído o leído —encima, de señores más informados y meticulosos que servidor— en las radios o en los teléfonos portátiles desde las seis o las siete de la mañana, o favorecer a este o a aquel, y a las pocas semanas o, incluso, a los escasos días tener que tragármelo porque, con el mayor descaro, nada de cuanto sostuvo ha cumplido. Pero sucedió que mi apreciado Pedro Bonet, el otro viernes y con motivo de la inauguración de la feria del libro de viejo —o de lance, o hasta si lo prefieren, de segunda mano, porque de estas y otras voces para designar el comercio del libro usado versó el amenísimo pregón de nuestro común amigo Pedro Álvarez de Miranda— me comentó durante la comida que estaban desguazando la muy valiosa biblioteca del Instituto de Cultura Hispánica, ahora denominado AECID —es decir y para que lo entendamos los paganos: Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo—. También me informó someramente de un manifiesto que habían firmado noventa personas alarmadas, a cuya cabeza se situaba esa eminencia de los estudios hispanoamericanos y, qué casualidad, también buen amigo, Teodosio Fernández.

Bonet, que al margen de virtuoso de la flauta y alma del grupo de música barroca La folía, es hombre escrupuloso, me remitió antes de escribirles estas líneas el comunicado oficial del ministerio de Asuntos Exteriores —de quien depende la AECID— sobre el caso, donde habla de un proyecto de reforma para ampliar el venerable instituto hasta convertirlo en un centro polivalente para conmemoraciones culturales y didácticas y, por tanto, que no había motivo para tal alharaca y menos, de queja. Pero como quiera que me aplico el viejo adagio de que “la literatura oficial es mala consejera”, solo saco en claro que han elevado una rampa de acceso para señores en silla de ruedas; el resto, música celestial.

Y afirmo esto con toda amargura, porque me basta recordar cómo el gobierno actual se mostró ante el quingentésimo aniversario de la arribada de Elcano y sus menguados marineros a Sanlúcar de Barrameda —una de las gestas fundadoras de la nación con el Descubrimiento de América, pues con ella, sobre circunnavegar el planeta por primera vez, se comprobó fehacientemente su esfericidad— para saber cómo se las gastan las autoridades actuales y si me apuran hasta la oposición, que le ha copiado —incluso con tono engolado y gesto prócer— eso de Latinoamérica, ignorando bochornosamente que quien emplea un vocabulario, queda preso de una ideología.

En cuanto al feo término de Latinoamérica —hasta en la Wikipedia viene— fue concebido por Michel Chevalier en sus Cartas sobre América del Norte (1836) y propagado, años después —véase al caso Noticias de un imperio (1987), del mejicano Fernando del Paso— por Napoleón III, durante su fallida expansión por el istmo centroamericano, para borrar toda huella hispana. De modo que, sobre antiespañola, es una voz netamente imperialista. Pero como sigue siendo hábito del español vivir avergonzado de serlo —y no lo proclamó un progresista, sino el muy conservador Cánovas del Castillo— aunque, a ser posible, del presupuesto; por descontado, sin ojear ni una página de don Ramón Menéndez Pidal, ni de don Américo Castro, ni de don Antonio Rodríguez Moñino, ni de don Ramón Carande… Ni de cuantos grandes hispanistas, de aquí o del exterior, le han dedicado años al tumultuoso proceso de la gestación de la nación y sus a menudo atroces vaivenes, así nos luce el pelo, y lo que es peor, los dirigentes. Una de cuyas aficiones más usuales consiste en substituir nombres institucionales por una definición larga y enrevesada, para reducirla luego a unas siglas indescifrables —valga como ejemplo la AECID—, cuyo fin más constatado es pronunciarlas fatuamente en las “ruedas de prensa” para confusión del común. ¿Pues que les molestaba del sencillo, claro y fácil de recordar nombre de Instituto de Cultura Hispánica, para que acabase, pasando por el de Cooperación Iberoamericana, en esa cosa esdrújula de la AECID?... Ah; que había aumentado sus funciones asumiendo el Instituto Hispano-Árabe de Cultura; ¿y acaso lo árabe —o andalusí— como lo sefardita —o judío— no es ingrediente fundamental de lo hispano?

En cuanto a su biblioteca especializada —la más valiosa tras la de Berlín sobre el hecho hispanoamericano—, y contra el comunicado de Exteriores, me temo que suceda como ya ocurriera con los materiales etnográficos recogidos a lo largo del país, entre otros por don Julio Caro Baroja, para el Museo del Pueblo Español: que el día menos pensado y a cencerros tapados acabe en cajas selladas y de hospiciana por desvanes y sótanos de las más variadas dependencias oficiales, y más cuando en su fondo se puede constatar prolijamente que la llegada española a América no constituyó colonización alguna, sino la lenta formación de un “nuevo mundo”, cuyo nombre no puede ser sino el de Hispanoamérica, le pese a quien le pese.

Y es que el suceso de la injertación de lo hispano en aquel continente, acontecimiento ubérrimo y admirable en su permanencia, es la mayor honra de nacer español, y paradójicamente resulta indigesto para demasiados compatriotas —de aquí y de ultramar—; lamentable, si no es ya una lacha. Por lo demás; disculpen este airado descenso al fango, pero me tienen muy harto.

 *Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     


Venezuela(Caracas).- 13 de mayo de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

La voz del escritor

Escribir es un poder, porque hacemos de las ideas partículas que se quedan dando vueltas en la cabeza de quien nos lee, y a partir de sus insospechadas interacciones y choques, nacerán otros mundos: sueños e ilusiones

No es nada sencillo hallar nuestra voz para expresarnos por escrito, porque no es lo mismo el texto plasmado en una página, que lo hablado en nuestra cotidianidad del hogar, del trabajo o de la calle, aunque aparentemente manejen códigos similares (los llamados códigos lingüísticos). La voz de quien escribe responde a otras pulsiones y necesidades, si se quiere estéticas: que están a veces por encima de las de contenido, lo que nos empuja a expresar nuestros pareceres respondiendo no tanto a nosotros mismos, que somos los emisores, sino pensando en quienes lo reciben, porque en definitiva queremos comunicar, plasmar ideas, abrir vasos comunicantes con los otros, traslucir nuestra interioridad y que ella impacte y se establezca la empatía al ponernos en la piel de los demás: que estemos en sintonía mental y espiritual con quien nos lee, y déjenme decirles con honestidad que esto no resulta tan fácil como muchos creen.

En lo particular no soy ejemplo de nada, pero tengo ya una larga experiencia en esto de la escritura (cuatro décadas ininterrumpidas), y en mi caso he tenido que reinventarme muchas veces para hallar ese “tono” que buscan los lectores de las páginas de la prensa (o de los libros), y esa búsqueda, de toda una vida, no es el punto de llegada como podría pensarse con ingenuidad, sino un permanente ensayo y línea de partida, que se consolida con lo alcanzado, transijo, pero lo reorienta hacia nuevos horizontes intelectuales y estéticos, y lo empuja a su vez por insospechados caminos y derroteros, y esto es, ni más ni menos, una praxis de cambio permanente, que no cesa ni un solo instante y responde a una dinámica exterior fundida con la que llevamos dentro, y en esa inefable conjunción nace la página: brota de nuestro ser, ve la luz y se inserta en el contexto lector para ser consumida, y rápidamente olvidada.

Sí, la fugacidad del texto de prensa es inverosímil, que no con los libros (aunque a veces…), pero, al mismo tiempo, de un enorme impacto en quien lo recibe, lo que nos lleva a poner en cada columna mucho de nosotros mismos: experiencia y atavismos, lecturas y análisis, indagación y escrutinio de los tiempos históricos, para hacer de esas cuartillas un mínimo espacio para la introspección y vivencia de lo profundo y del “ahora” (aunque hablemos del pasado), pero es en el momento presente cuando el lector se acerca a la página y es allí en donde los autores lo esperamos para atraparlo, para producir en él un cambio, para noquearlo, para ganarlo a nuestra causa, y no podemos desaprovechar ni una sola frase: todo cuenta y los minutos de lectura son breves e irrepetibles, así que la concatenación de vocablos debe surtir en quien nos lee el efecto de una mina antipersona: que lo impacta hondamente, que lo lleva a su interioridad, que lo rehace en su hechura.

Nuestra voz es al mismo tiempo la voz interior y de la conciencia del lector en su permanente intercambio: una dialógica que va creciendo hasta alcanzar un punto de máxima expresión sensorial, y si logramos que quien nos lee establezca con nuestros textos esa dinámica, lo habremos ganado a nuestra causa infinitesimal, pequeña en el tiempo (escasos tres minutos), pero que podría significar en ese “otro” una sinapsis neuronal, una idea propia, un proyecto de texto que podría materializarse en el futuro: un cambio de actitud y de conducta, una aguda reflexión epistémica o ética, una nueva visión de vida, un inusitado giro copernicano que lo impele a ser otro (o a pretender serlo), un imprevisto proyecto familiar, una rectificación del sendero transitado, una excusa para no seguir en la noria, un permiso para hacer de la existencia un “algo” distinto a lo pensado y alcanzado.

La voz del escritor es muchas veces la voz de la conciencia de quien lee, de allí que tengamos seguidores y detractores, porque sin sospecharlo incidimos en los otros, armamos y desbaratamos planes, nos hacemos acusadores de hechos y también cómplices sin pretenderlo, marcamos en el otro puntos de inflexión que darán giros a su línea de acción, y es allí cuando el oficio de la escritura cobra relevancia ontológica y nos exige estar atentos, a no caer en simplismos ni en vanas complejidades, a decir lo que tengamos por decir y que al hacerlo pongamos no sólo cerebro y arte, sino también mucho corazón y pasión, y cuando estamos conscientes de esto nos sentimos con una enorme responsabilidad sobre los hombros, porque no se trata de escribir bagatelas por salir del paso, sino hacer de la palabra instrumento de crecimiento compartido.

Escribir es un poder, porque hacemos de las ideas partículas que se quedan dando vueltas en la cabeza de quien nos lee, y a partir de sus insospechadas interacciones y choques, nacerán otros mundos: sueños e ilusiones, un haz de luz en medio de la más absoluta oscuridad, una esperanza sembrada en un campo inhóspito y perdido, una palabra de aliento cuando los otros nos dicen a gritos que los caminos están cerrados y que no hay posibilidades de seguir, una ventana cuando sentimos que todo se nos ha venido encima, una mueca de complicidad cuando nos hallamos aturdidos en plena tempestad interior, un hálito de certeza en plena confusión, un pálpito al notar que no estamos solos, que alguien siente y padece como nosotros, y que pudo conquistar la cima y hoy nos hace un guiño desde las alturas.

rigilo99@gmail.com

 

Madrid.- 06 de mayo de 2024

Conversaciones con David Álvarez Sánchez

Por Luis José Oropeza


De Salamanca a Alcalá de Henares

Foto:La Gatera Press
En un café de Alcalá de Henares, de cuyo nombre no me acuerdo, me topé con David Álvarez Sánchez, al que había visto en un mostrador de la XLI Feria del Libro de tan inolvidable villa cervantina, a la que acudió en rol de novelista a firmar su libro Un giro inesperado, de la oscuridad a la luz , un hermoso y atinado relato amoroso de hondo contenido social.

En esta corta, pero esplendida andadura literaria, nos enteramos por la revista digital La Gatera Press, que David Álvarez Sánchez ya antes había escrito Secretos en la vida de Paula, Tres hermanas y una misteriosa mujer y El gran cambio que surgió en mi vida.

He leído las obras de Arturo Perez Reverte -me dijo- , a quien conoció en el acto de presentación de sus libros en una librería y en un teatro de Salamanca; actividades en la que fue tocado en lo más hondo del corazón, por cuanto los personajes de su novelística comparten la misma angustia de sufrir los rigores del hipertiroidismo; tal es el caso de la novela Un giro inesperado, de la oscuridad a la luz, que le publicó el Grupo editorial Letrame, en 2023.

Compartimos un humeante cortado mientras fluían palabras y emociones y, ya para cerrar esta extraordinaria conversación, me confesó su más intima definición del arte de hacer novelas, al afirmar que la novela es el arte de conducir nuestras historias imaginadas, ficcionadas,  hasta que ocupen dignamente los espacios blancos en el papel.


Venezuela(Caracas).- 06 de mayo de 2024

Por Ricardo Gil Otaiza

La cultura del like

El me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días, es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido, opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual

Cuán distinto es el mundo de hoy al que conocimos los mayorcitos, y no me refiero precisamente a lo relacionado con las modas, las corrientes ideológicas o los vaivenes y ditirambos de esta época, que distan años luz de todo aquello que conocimos para bien o para mal, sino al impacto que las tecnologías han producido en nuestras vidas, al punto de trivializarnos, de hacernos perder hondura y seso, de ponernos contentos con recibir o dar un like a un mensaje, a un texto o a una situación que nos gusta en el vasto horizonte del mundo digital, y no caemos en la cuenta de que esa “cultura” del pulgar levantado, es mera pose, es salirse por la tangente de lo importante del acontecer, es pasar de lado en cuestiones que en otros tiempos requeriría debate, análisis e inversión de neuronas, y lo más grave es la aquiescencia de ambos extremos (del emisor y del receptor), es la alegría que sentimos cuando en las redes sociales alguien da el dichoso like a uno de nuestros comentarios, porque ello nos lleva a considerar a priori que el otro(a) leyó lo que publicamos y se solidariza con nosotros, cuando en realidad es una manera de elusión del compromiso por mera cortesía y sin esfuerzo, y todos contentos y felices.

El me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días, es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido, opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual, lo lleva a su etérea expresión, conjunta en ese pequeño emoji un pensamiento y una acción, y seguimos adelante como si hubiésemos conquistado la cima del discernimiento o hallado la anhelada cuadratura del círculo, cuando en realidad estamos simplificando a una elevada potencia todo aquello que podríamos aportar en un contexto determinado, porque nos mecaniza, nos hace presas de un símbolo que dice mucho, pero que a la vez carece de contenido y de hondura, nos hace parte y todo de una cultura de masas que busca amalgamar, fundir y conjuntar, pero jamás diferenciar, nos cubre bajo el ropaje de una existencia solapada que carece de entrada de peso y contundencia, y ni qué decir: de criterio.

El juicio de que a otra persona “le gustó mi publicación”, que es asumido por las más populares plataformas, y el conteo que se hace de los likes en redes como X (que emociona a muchos), no son más que meras trampas caza bobos, porque si a ver vamos, si bien el post es replicado en el enmarañado entramado digital con la posibilidad de llegar a un vasto sector fantasmal por donde se le mire, muchas de esas personas que hacen clic a lo que publicamos, no se han detenido más allá de pocos segundos frente al mensaje o al texto, y como mero mecanismo reflejo se han sumado a la masa (es decir, no ha habido un análisis como tal, con sus excepciones, por supuesto), y ese impacto que tenemos, que podría ser comparado con la espuma que rebasa el recipiente que la contiene, más temprano que tarde se desvanece o, en el peor de los casos, se transforma en un peligroso búmeran, que termina golpeando al emisor y a veces ocasionándole un inmenso daño.

El like y la aquiescencia en este omnisciente mundo de las redes y las plataformas, adquiere muchos rostros, ya que echa mano de una amplia variedad de figuras que equivalen a un “me gusta”: corazones, caritas sonrientes, guiños de ojos, besos, manitos juntas en señal de bendición y muchas más, son en sí mismas parte del “paquete” diseñado para que produzcan en nosotros determinadas emociones, estados de ánimos predeterminados, pero en el fondo lo que se busca con todo esto no es otra cosa que aplanarnos desde las formas gráficas, liberarnos de nuestro derecho a expresar las ideas con amplitud y argumento, despojarnos de nuestra cualidad de seres incisivos y pensantes, hacernos parte de un tiempo en el que la imagen sea el centro de nuestras vidas y que las ideas, que deberían mover al mundo, queden en un segundo o tercer plano, mientras que otros, escudados en grandes centros de poder desde donde buscan manipularnos, piensen por nosotros y lleven al mundo hacia insospechados derroteros.

Tenemos que despertar en el ahora, reaccionar antes de que sea demasiado tarde, abrir los sentidos y ponernos en guardia frente a la enorme manipulación de la que somos objeto, porque si bien es cierto que en ninguna otra época de la historia el ser humano ha estado más comunicado que hoy, y que seres anónimos de cualquier rincón del planeta tienen la posibilidad de acceder a la información sin moverse de casa y a un relativo bajo costo, nunca antes tampoco las personas habían estado expuestas a tantos peligros como en nuestros días, porque tener información es tener poder, pero no saber qué hacer con esa enorme masa de datos, que a las claras nos supera en todos los sentidos, es sin duda una papa caliente, y con ella se extorsiona, se delinque, se lleva a muchos seres a situaciones degradantes e inverosímiles.

La cultura del like es de hecho light: insustancial, superficial y demoledora de las bases que han soportado el pensamiento desde los presocráticos hasta nuestros días, y no entenderlo, es dejarse llevar por la corriente sin oposición ni criterio alguno, y entregar lo más significativo del desarrollo del humano durante milenios: el discernimiento entre el bien y el mal; nuestra capacidad de razonar, de argumentar y de actuar.

rigilo99@gmail.com

 


Madrid.- 03 de mayo de 2023


El poeta Luis José Oropeza, venezolano(San Cristóbal del Táchira), nos deja su poesía, mientras espera en la estación de cercanias, Puerta de Arganda, (Vicálvaro),para ir a Alcalá de Henares.

Desde la revista La Gatera Press, ha sido un placer, pasar momentos gratos, recorriendo estos lugares. Buen viaje! y pronto retorno.


Aquí,

En la Puerta de Arganda,

mientras espero,

veo pasar sangre viva,

o muerta, qué sé yo,

de los imaginados

del ilustre Manco  de Lepanto,

Aquí,

los rieles

transportan

vagones repletos

de admiradores

del burro de Sancho Panza

y del triste Rocinante,

que ya no soportan

tanto viaje por La Mancha,

acosados

por el Caballero de la Media Luna

y los rufianes de La Insula.

Alcalá de Henares

ahora me espera

lanza en ristre…

allá voy…!

Luis José Oropeza



Madrid.- 30 de abril de 2024

Por: Gastón Segura

 

La guerra perpetua

Acuciados por nuestra tumultuosa cotidianidad, supongo que muchos de ustedes ni repararon en que hace ocho días se cumplió el tricentenario del nacimiento de una de las mentes más preclaras y determinantes de la Historia: Inmanuel Kant. Les confesaré que yo tampoco; ah, pero jornadas más tarde, repasando la prensa atrasada, tropecé con una reseña del acontecimiento y, de inmediato, escribirles sobre cualquier otra cosa me resultaba ya una bagatela comparado con evocar aquel hombre menudo, enteco y de costumbres tan arraigadas que cualquiera las hubiese calificado de ariscas manías; y sin embargo, afable, amigo de convocar cenas compartidas —mantenía que los convidados no debían ser “menos que las gracias ni más que las musas” para que se produjese una fructífera sobremesa—, e incluso atento a las mundanidades como prueban sus escritos sobre los perfumes y las modas, de los que extraje, hace un puñado de décadas, una máxima como norma: “se puede ser indiferente a la moda, pero es de necios oponérsele”.

Pues bien; el viernes veintiuno de abril de 1724 venía al mundo Enmanuel —después, Inmanuel— Kant, cuarto hijo de Johann Georg, un zapatero y talabartero de orígenes escoceses, y de la bávara Anna Regina, en Könisberg, capital de la Prusia Oriental —hoy y por causa de la II Guerra Mundial, esa insólita cuña rusa entre las repúblicas bálticas y Polonia—. El muchacho apenas sobresalió en sus estudios formativos salvo por su tozuda aplicación; es más, concluida la universidad y para ganarse los primeros táleros, ejerció la tutoría por los pueblos cercanos a su ciudad, de la que nunca se distanció más allá de ciento cincuenta kilómetros, hasta que frisando ya los treinta y un años, tras algún tomo y numerosos artículos sobre asuntos científicos, publicó su tratado astronómico: Historia general de la naturaleza y teoría del cielo (1755), donde exponía, siguiendo las pautas trazadas por Newton, la formación del cosmos y de las galaxias. Y sus propuestas a fuer de innovadoras resultaron tan acertadas que aún rigieron hasta bien entrado el s. XX; pero ya saben ustedes que en absoluto será esta su gran contribución no a la ciencia, ni a la cultura, sino al devenir de la humanidad.

En efecto; su magna y continuamente citada obra fue aquella que esas dos lumbreras fugaces de nuestra política —Pablo Iglesias y Albert Rivera— no fueron capaces de nombrar con corrección durante un debate público para gran bochorno de los asistentes y, luego, de cuantos —como servidor— presenciaron tan estrepitoso momento ante el televisor; me refiero, naturalmente, a la Crítica de la razón pura (1781). Con ella determinó el proceso universal del conocer, o dicho a la manera wittgensteiniana, de “cuánto podemos decir” con certeza; lo otro sería, por bello y hasta exaltante que se nos antojase al pronunciarlo, mera creencia o sentimentalidad, pero nunca ciencia o conocimiento; con lo que concluyó mil quinientos años de especulación metafísica. Después y para abrochar su proyecto antropológico, encaró la ética en su Crítica de la razón práctica (1788) y en su Metafísica de las costumbres (1797), donde nos dejó el más espléndido apotegma moral formulado hasta entonces: su imperativo categórico o “actúa de forma que sea universalmente válido” (o bueno). Cuando la Filosofía asimiló sus razonamientos, se convirtió en una gran nota a pie de página a sus escritos. Es más; cuanto la Filosofía mejor los comprendía, más se sabía herida de muerte; al punto de proclamar Nietzsche tal defunción un siglo después.

Además, Kant se embarcó con su Paz perpetua (1795) en pronosticar para la humanidad ese momento impreso en el título: llegaría cuando los hombres se rigieran por repúblicas liberales compuestas por ciudadanos autónomos, pues el mero ejercicio del comercio impondría el necesario silencio de las armas. Me temo que Kant desoyó, llevado de su bondadoso voluntarismo protestante, la Ilíada (s. VII a. C.), colosal y aleccionador poema sobre la codicia humana, o incluso a Shakespeare, quien animó sobre la escena excelsos ejemplos de las cegueras constitutivas de nuestra condición mortal; conclusión: los cañones —y ahora los misiles teledirigidos— no han dejado todavía de atronar para dolor de las gentes.

También porque, para este loable advenimiento, es imprescindible un precepto: la razón como única y ecuánime rectora del gobierno, contra su notoria ausencia por doquier en la actualidad; incluso afirmaría su postergación si no es ya desprecio desde la pujanza de la almibarada psicología emocional y su hipnótica aplicación a la política; pues las emociones, como leitmotiv político, resultan el más complaciente señuelo hacia la creencia —sempiterna enemiga de la razón— y, en consecuencia, pórtico de la tiranía, y pruebas constatadoras nos sobran durante el s. XX y aun en nuestro más próximo presente.

Me resta decir que con Aristóteles lo considero el más eminente genio de la Filosofía, pues si el estagirita clasificó las ciencias y prescribió su primer método indagatorio allá por el s. IV a. C., este menudito prusiano determinó sus límites, partiendo del análisis de nuestras universales capacidades para precisar con seguridad cuanto nos rodea. Añadir que los considero encomiables espejos de dignidad va de suyo, pero animarles a tenerlos presentes y, si pueden, a ponderar sosegadamente sus argumentos se me antoja el necesario corolario. Estoy seguro que obtendrán frutos excelentes para provecho de sus vidas y acertados juicios para enfrentarse a esa misma barahúnda cotidiana que quizá les impidió advertir, hace ocho días, que se cumplían los trescientos años del nacimiento del segundo.

Artículo publicado por el "Imparcial", el 29 de abril de 2024

*Gastón  Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.     


Venezuela(Caracas).-30 de abril de 2024

 Por: Ricardo Gil Otaiza

La infancia, ni tan perdida

Esa infancia no tan perdida, como en mi caso, es mi otro yo: es mi imagen especular, la foto en sepia y también a col