Madrid.- 05 de febrero de 2025
Por Gastón Segura
Tartarín de Königsberg en un velador de Baeza
Aunque la estridente actualidad nos lo haya emborronado, nos hallamos en el bienio machadiano, ocasión propicia para recordarles un asunto sustancial en el tejido de la poesía de uno de los hermanos, Antonio. Me refiero a sus bien digeridos fundamentos de Filosofía —especialmente de Kant—; pues con ser objeto constante de las meditaciones de su Abel Sánchez y del discípulo del anterior y su siguiente heterónimo, Juan de Mairena, no menos discurre y hasta forja sus versos con una liviandad y una cotidianidad que se nos antojan, en lugar de elucubraciones metafísicas, observaciones de puro sentido común. Y en absoluto; es don Antonio explicando, como muy pocos, al sabio de Königsberg, y hasta disputando con él, bajo esa sencillez apaciguante que transpiran todos sus escritos.
Ya en su Biografía (1913) anota: «Mi
pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las
ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena». He
aquí la pugna de Machado entre su afán por indagar en la descripción kantiana
del proceso del conocimiento y la tarea del poeta de conmover la encarnadura de
ese yo transcendental; a quien llegará a definir en su Proyecto de un discurso
de ingreso a la Academia de la Lengua (1931): «no sabemos cómo sea el rostro, ni
el carácter, ni el humor, ni sabemos cómo siente ni siquiera cómo piensa, sólo
sabemos cuál es el rígido esquema de su razón». Sin embargo; entiende
perfectamente cuál es su función, y así la resume en uno de sus Proverbios y
cantares (1912): «En mi soledad/ he visto cosas muy claras,/ que no son
verdad». Esas cosas, esos espejismo —los fenómenos— elaborados por este yo
transcendental le revelan más nítidamente el otro yo, su soporte palpitante
—ese que le había señalado Bergson en el curso parisino de 1910—, y la tarea de
poetizar su fugaz sustancia: el tiempo; ocupación predilecta de Azorín —a quien
admiraba profundamente— y que se plasmará en recoger la importancia de lo
minúsculo, de lo pasajero, incluso de la demoledora monotonía; o sea, de la
vida, pero de una vida compartida con sus semejantes, porque, como dijo en otro
de sus Proverbios, «poned atención:/ un corazón solitario/ no es un corazón».
Tanto es así que nos aclara en una nota de 1924, titulada Problemas de la
lírica: «[el] sentimiento no es una creación del sujeto individual [...]. Hay
siempre en él una colaboración del tú, es decir, de otros sujetos […]. Mi
sentimiento no es, en suma, exclusivamente mío, sino más bien nuestro».
Ese «nuestro» le hace reparar en algo
contrario al aséptico y escrupuloso edificio kantiano: las irracionales
creencias, motivos de tantas acciones humanas. Es más; don Antonio afirmará por
boca de Juan de Mairena: «Por debajo de lo que se piensa, está lo que se cree,
como si dijéramos en una capa más honda de nuestro espíritu. Hay hombres tan
profundamente divididos que creen lo contrario de lo que piensan». Y lo
abrochará con las creencias «son más fecundas en razones que las razones en
creencias», en un apunte inédito para este personaje.
Al constatar esta refutación
consuetudinaria del empeño kantiano, Machado se acoge a su tarea de poeta de la
que ya ha aseverado en Juan de Mairena (1934-6): «la acción —y la poesía lo es—
obliga a elegir provisionalmente uno de los términos de la antinomia [implícita
en las ideas trascendentales kantianas]. Sobre uno de estos términos —más que
elegido, impuesto— construye el poeta su metafísica». ¿Y cómo se patentizará
esta metafísica? En «darnos la emoción del tiempo», había sintetizado en Los
complementarios (1912-26).
Este «darnos la emoción del tiempo», cuya
modulación es la métrica y cuyo argumento se inscribe en los antedichos límites
azorinianos, me suscita a un pensador que está ultimando en ese instante Ser y
tiempo·(1927), Martin Heidegger. Pero mientras el alemán apela a la hermeneusis
—a la develación de los conceptos a través de la historia; o sea, del tiempo—;
es decir, invoca al lenguaje mismo como única «casa del ser»; Machado, en
tanto, se devana con las creencias, tan antikantianas y, a la vez, tan motrices
del sentimiento, la materia inefable —permítanme la contradicción— de su
quehacer poético. Esto y su desconocimiento —pese a su cercanía con Ortega y
Gasset— de la fenomenología y de su hermeneusis derivada le impide a Machado
reparar en el lenguaje mismo y en su, digamos, calcificación histórica;
singular propiedad de las creencias. Machado se atiene al lenguaje como
instrumento heredado y específico para compartir la emoción; aunque expusiese
con una llaneza traslucida el «sentir» del ser-ahí heideggeriano e incluso
participase de su angustia de estar arrojado al mundo, cuando por voz de
Mairena señala a la muerte como única certeza; tanto que «la llevamos en el
pensamiento […] y hemos acabado por no creer en ella». Algo radicalmente
distante de Heidegger, quien proclama la eticidad heroica de «vivir como si
estuviésemos al borde de la muerte», e incluso una concepción del poeta como un
personaje egregio, alumbrador del ser —repasen sus Interpretaciones sobre la
poesía de Hölderlin (1936-68)—; asertos que conducen hacia un individualismo
adverso a la aspiración machadiana de la «comunión cordial».
Y no obstante, ambos, como legatarios de
aquel Tartarín que, en Königsberg y con el puño en la mejilla, «todo lo llegó a
saber», perciben la ineludible y lastimera condición de ser mero tiempo.
Artículo publicado por el "Imparcial" el 05 de febrero de 2025
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 05 de febrero de 2025
Por Ricardo Gil Otaiza
El infinito en Irene Vallejo
El encanto del libro de Vallejo va más
allá de los linderos del género ensayístico, se adentra con gozo en un
panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia
lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser
Me acerqué por primera vez a El infinito
en un junco de Irene Vallejo en plena pandemia (por allá en el 2021): me lo
llevó a Venezuela el buen amigo y también escritor canario (y venezolano por
adopción y corazón) Ángel Nazco García, a solicitud de mi parte. La edición era
la ya clásica de Siruela: grande e imponente de ese mismo año (de las tantas
que se han sucedido por su éxito de ventas), y sin excusas dejé de lado todo lo
que hacía (generalmente lectura y escritura) para meterme en sus páginas. Y lo
hice con gozo: un gozo extraño si se quiere, porque me hablaba del nacimiento
de ese objeto puntual y extraño que es un libro desde un libro: una
recursividad inaudita de quien ha hecho de este maravilloso “artilugio” clave y
síntesis de una pasión compartida por cientos de miles de lectores en muchos
países, quienes desde su salida lo adoptaron como a un entrañable amigo, e
hicieron de él una suerte de “manual de consulta” cuando la palabra se nos va
por senderos inauditos, y echamos mano de una tabla de salvación que nos pone
en el contexto de lo inasible y etéreo; ergo, en el de las ideas.
No es la primera vez que me acerco a Irene
y a su libro. Es más: ya he ensayado en un par de oportunidades aproximaciones
a la obra desde este gran medio y no he quedado del todo satisfecho, porque son
tantas las cuestiones que me asaltan, que termino el texto y quedo con la misma
sed. Intento, pues, salvar el inmenso escollo interior para decirles que no
contento con leer su libro y escribir sobre él, cuando tuve la oportunidad de
viajar a Madrid (en junio de este año) me acerqué a la feria del libro y no
sabía que Irene Vallejo se presentaría en el estand de la editorial, y cuando
me enteré por un anuncio del altavoz que ella estaría dando firmas, me aparecí
por allí, pero la fila era interminable.
Sin pensarlo dos veces (las grandes cosas
parten muchas veces de decisiones no meditadas, aunque no siempre es así), y
pasando por delante de decenas de personas que se agolpaban para que Irene les
firmara sus ejemplares, me acerqué y la saludé: le dije que había escrito un
artículo sobre su libro y solo deseaba saludarla. Ella, con una gran sonrisa me
atendió con cortesía, y para mi sorpresa tomó una postal promocional con su
imagen y su nombre y escribió estas palabras: “Para Ricardo Gil Otaiza con
infinito cariño”, y estampó su firma. A estas alturas uno de los organizadores
del evento se acercó a nosotros e increpó mi conducta, pero ella le salió al
paso: “Él escribió un texto sobre mi obra” y sin perder su sonrisa me la entregó
y nos despedimos. Estuve tentado de pedirle una selfi, pero al destino no se lo
puede tensar in extremis porque puede romperse la magia. Me conformé con
tomarle un par de fotografías a lo lejos, y me marché.
Ni decirlo: en ese instante decidí buscar
de nuevo El infinito en un junco que había dejado (ya muy gastado) en
Venezuela, y adentrarme de nuevo en sus páginas, pero esta vez en la edición de
Debolsillo y Siruela (2024), y así lo hice. El subtítulo del libro es genérico:
“La invención de los libros en el mundo antiguo”, pero es mucho más que eso, lo
que pudiera frenar a potenciales lectores en la falsa creencia de que refiere a
un mero hecho histórico, cuando se trata, sin más, de una experiencia
reveladora en el tiempo con uno de los objetos más maravillosos creados por la
inventiva del ser humano. La obra nos lleva por los territorios del ser a
descubrir el hilo que conecta a diversas civilizaciones, y cuyo eje articulador
es un “objeto” cuya impronta ha trascendido el tiempo, para erigirse en centro
del conocimiento, pero también de culto y encendidas pasiones intelectuales.
El infinito que la autora alude en el
título es clave en la comprensión de la obra: no hay límites que puedan
contener a la imaginación cuando nos internamos en un libro, porque nos lleva
por insospechados mundos: recrea aventuras que van más allá de lo fáctico para
hacer de nosotros posesos de un “algo” intangible y etéreo, pero que está en
nosotros, que nos mueve en nuestra interioridad, que nos impulsa a querer más
de lo que nuestras circunstancias personales puedan ofrecernos; quien lee y se
interna en una obra ya no está en el “ahora”: su mente y su espíritu están
revoloteando en insondables espacios, en sutiles territorios del ser, en
dimensiones que solo el lector puede recrear y que son distintas a las de los
otros, porque toman de nuestra experiencia todo aquello que configura la
existencia y sus disímiles matices por ser de nuestra exclusiva identidad.
La prosa de Vallejo es reveladora: cada
renglón trae consigo nuevas experiencias y nos adentran en gráciles espacios
que buscan desentrañar lo propio de lo humano: entonces revelar es revelarse,
es ir más allá de lo asentado en cada página para tocar en el lector hilos muy
finos que jamás pudiésemos sospechar que se encontraran allí; es mirar por
encima de nuestra finitud y lanzarnos por desconocidos territorios que
conjuntan la palabra con la experiencia humana. Los hilos tejidos desde esta
perspectiva hacen del todo un rico tapiz de posibilidades estéticas, que nos
llevan a descubrir novedosas perspectivas desde lo personal y lo libresco: una
dupla insustituible a la hora de sopesarse el libro como un logro
civilizatorio, y su impronta en nuestras vidas.
El encanto del libro de Vallejo va más
allá de los linderos del género ensayístico, y se adentra con gozo en un
panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia
lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser. Ensayo
histórico, novela, cuento, estudio, fábula y poema épico se dan la mano en
estas magistrales páginas para mostrarnos, con prosa exenta de artificios, los
derroteros de un objeto pluridimensional como lo es el libro, que avanza a
través de los siglos con sutil encanto y auctoritas, renovando su rostro y su
forma, pero manteniendo la esencia de su cometido: comunicar lo humano.
rigilo99@gmail.com
Tenerife.- 05 de febrero de 2025
Presentación del libro: "I antología infantil"
Día 7 de febrero – Hora: 18:00
Lugar: Centro Cultural Guaninfa de
Tamaimo- Santiago del Teide (Tenerife)
La
"I antología infantil" coordinada por Ana Guacimara Hernández Martín
se presentará el 7 de febrero de 2025 en el Centro Cultural Guaninfa de
Tamaimo, en Santiago del Teide (Tenerife)
Junto con los niños y niñas participantes
en esta obra y su coordinadora, que a su vez es la directora del Taller de
Lectura, Ana Guacimara, intervendrán también las escritoras invitadas Cecilia Domínguez, Felicidad
Batista, Carmen Paloma Martínez y Elena
Morales.
Tal y como explica Ana Guacimara Hernández
Martín, esta I antología infantil
«es una expresión genuina de la creatividad y el arte en su forma más pura, sin
las limitaciones que a menudo impone la mirada adulta sobre la imaginación». Y
añade: «Es una invitación a descubrir el placer de la lectura, guiada por el
amor profundo hacia los libros y el respeto por las humanidades, tan necesarias
en estos tiempos //. En cada página resuena la voz de los niños y niñas que
participaron en este taller, quienes, con su autenticidad, nos recuerdan el
poder transformador de mirar el mundo con una perspectiva renovada».
«La amistad, los sueños, el amor, la
magia, el deporte, los juegos, los coches, y también, incluso, el compromiso
social, son los temas por los que transitan los autores y autoras de estos
pequeños poemas y cuentos, dotados ꟷtodos ellosꟷ de una gran frescura y espontaneidad, con
una unión
de ideas sorprendente, y que en gran parte de los casos nos hacen esbozar una
sonrisa»,
afirma la editora de la obra, Elena Morales.
El volumen recoge numerosos textos, breves
relatos o poemas, con títulos como «Recuerdos de la amistad», «El diario de
María», «Amor», «El caracol poderoso», «Halloween», «El castillo encantado» o
«Los globos en el espacio, entre muchos otros.
Todos los textos han sido ilustrados por
los propios niños y niñas con dibujos a lápiz, que han sido retocados
digitalmente por Elena Morales en una edición delicada y muy cuidada.
Trayectoria de la coordinadora de la obra,
Ana Guacimara Hernández Martín
Es poeta, divulgadora cultural y
literaria, además de ser la directora y coordinadora del taller de lectura
infantil que lleva su nombre. Nació en el sur de Tenerife en 1984. Su
formación, estrechamente vinculada al ámbito social, la ha llevado a
convertirse en integradora social y técnico en intervención psicosocial a personas
con diversidad funcional. Ha ampliado su conocimiento con cursos especializados
en trastornos psicológicos, recursos humanos, igualdad, acompañamiento social e
inmigración. En la actualidad, continúa su desarrollo académico en los campos
de la educación y la psicología a través de la UNED.
Ana Guacimara combina su vocación personal
y autónoma con su labor profesional en aulas enclave y ordinarias, trabajando
con alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE). Ha
publicado los siguientes libros: Desdibujando el cielo, Makaronesia, 2010;
Quimera de medianoche, Le Canarien, 2012; Congo Square, el perfume de Nueva
Orleans, Vereda Libros, 2016; La vida o nada, Cursiva Books - Acte Canarias,
2021; Materia gris, Ibhuku - Acte Canarias, 2023; Tarde de moscas en el exilio,
Fuerte Letra, 2024 y I antología infantil, Escritura entre las Nubes, 2025.
El volumen ha sido publicado por Escritura
entre las Nubes.
Madrid.- 05 de febrero de 2025
Francisco Morales Domínguez,
nos trae su libro EL ACANTILADO
El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj y El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.
Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.
Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.
Canarias-La Gomera.- 03 de febrero de 2025
El Cabildo acoge la presentación del libro ‘Fauna de Canarias en peligro de extinción’, de Luis Herrera Mesa
En su nueva publicación, el investigador gomero aborda la rica biodiversidad de las Islas Canarias centrándose en las especies amenazadas que se encuentran en él
Será este viernes, 7 de febrero, a partir
de las 19.00 horas, en el Salón de Plenos de la Institución insular
El Cabildo de La Gomera acoge este
viernes, 7 de febrero, a las 19.00 horas, la presentación del libro ‘Fauna de
Canarias en peligro de extinción’, una obra sobre la biodiversidad del
archipiélago canario y las especies amenazadas que habitan en él.
El evento, con entrada gratuita hasta
completar aforo, tendrá lugar en el Salón de Plenos de la Institución insular,
y contará con la presencia del autor, Luis Herrera Mesa, investigador gomero y
catedrático del Departamento de Biología Ambiental de la Universidad de
Navarra.
Esta publicación, de gran valor científico
y divulgativo, aborda la riqueza faunística de Canarias desde una perspectiva
accesible, tanto para investigadores y profesionales como para el público
general. A través de sus páginas, el lector podrá conocer el origen y las
características geológicas, bioclimáticas y ecológicas del archipiélago, así
como la situación de las especies en peligro de extinción, clasificadas según
su nivel de amenaza.
El libro también destaca el papel crucial
de los espacios protegidos y la red Natura 2000 en la conservación de la
biodiversidad, ofreciendo un análisis sobre las especies en situación
vulnerable y aquellas bajo régimen de protección especial. Además, dedica un
apartado a las especies extinguidas, explorando las causas de su desaparición y
subrayando la importancia de las estrategias de prevención para evitar nuevas
pérdidas.
Entre los aspectos más llamativos de la
publicación se encuentra el estudio de los lagartos gigantes de Canarias, cuya
evolución recuerda al fenómeno observado por Darwin en los pinzones de las
Galápagos. Asimismo, se analizan las amenazas que enfrentan aves, reptiles,
mamíferos y especies marinas debido a factores como el urbanismo, la
contaminación, el cambio climático y las interacciones con actividades humanas.
Madrid.- 03 de febrero de 2025
Poesía Cubana: La isla entera antologada
Vuelve a publicarse casi treinta años después, en doble formato, en e-book y en libro en papel, que se puede adquirir en Amazon, la segunda edición de la reconocida antología Poesía Cubana: La Isla Entera,aparecida en la Editorial Betania en 1995. Sus autores, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, seleccionaron 54 poetas cubanos residentes dentro y fuera de la isla, algo que puede ser normal en cualquier otro país, pero que al tratarse de Cuba, representó una gran novedad que rompía el aislamiento y la parcialidad. De nuevo, en esta edición de 2024, tanto los antólogos como la editorial se empeñan en una máxima difusión, con lo que el PDF también se puede descargar gratuitamente en la revista literaria Crear en Salamanca, www.crearensalamanca.com. Conscientes todos del interés de la compilación se insiste en el fin primordial de romper definitivamente la separación artificial entre los autores de dentro y fuera de la isla.
Esta nueva edición conmemorativa incluye
un amplio prólogo del poeta León de la Hoz donde revisa el contexto
político-cultural en el que la antología se publicó por primera vez. Como es
conocido, la idea partió del año anterior, 1994, cuando desde su exilio
madrileño Felipe Lázaro escribió a Bladimir Zamora, residente en Cuba, para
proponerle una antología no excluyente, que Zamora aceptó, aunque se
consideraba afín al régimen castrista. De este modo fue posible esta edición
sin exclusiones de ningún tipo y que representó, en palabras de Felipe Lázaro,
lo que ha llamado “el espíritu de la isla entera” en contra del pensamiento
único. Significativamente, la antología, en su primera aparición, no presenta
un prólogo sino dos cartas cruzadas entre sí por los antólogos, en febrero y
marzo de 1994, en las que se ofrecen las pautas de la compilación signadas por
el hermanamiento y el intento de aunar a los poetas de dentro y fuera de Cuba.
De ahí el tono tan cercano de escritura
desde el encabezamiento: “Hermano Bladimir” o “Felipe hermano”, para proponer
por parte de Felipe Lázaro un “proyecto de antología de la poesía cubana, que
reúna a poetas nacidos a partir de 1940, residan dentro o fuera de nuestra
isla”, puesto que es consciente de la parcialidad de las antologías a partir de
la Revolución, porque “Esa monstruosa dicotomía, impuesta como reflejo de
nuestra historia más reciente, conllevó a que se publicaran antologías
parciales, surgiendo la tesis de las dos orillas”. En cambio, su propuesta se
centra en que “es una la poesía cubana, como es una nuestra insularidad”, por
lo que el propósito es “dar así testimonio de la isla entera”. La respuesta de
Bladimir Zamora desde La Habana es entusiasta y coincide con el proyecto que se
le propone, aunque matiza: “Todas esas antologías parciales que a partir de
1959 –y casi hasta hoy— han presentado poetas de dentro o de fuera de Cuba, son
el testimonio sincero de cómo nos veíamos y nos sentíamos entonces [...] Son
reflejo valioso a nivel lírico, de un periodo dramático para la familia cubana,
aunque por orgullo de opción política, durante años no nos lo hayamos dicho ni
a nosotros mismos”. De ahí que a los antólogos ya no les interese la agrupación
o el lineamiento de los autores que se suceden por orden cronológico de sus
fechas de nacimiento con una breve nota biográfica a la que se añade una
bibliografía en la que, aparte de reseñar los títulos publicados del autor, se
indican las antologías en las que está incluido.
Como bien señala León de la Hoz en el
prólogo a esta segunda edición recién aparecida hay que tener en cuenta que en
Cuba se ha fomentado una “segregación política” que rige todavía la vida del
país. La imposición de unas directrices y la intervención del estado en el
pensamiento ha ocasionado que ser poeta se convierta en un riesgo, como bien lo
evidenció el “caso Padilla” (1971). Sin embargo, se han sucedido algunos
intentos de cambio en la política cultural que al final quedaron truncados,
como también se impuso en otros momentos la poesía dirigida y financiada por el
patrocinio ideológico del partido. Pero la poesía exige una libertad que fue
evidenciada, aunque lejos de Cuba, en algunos eventos de importancia como las
sesiones de mayo de 1994 en el Centro Olof Palme de Estocolmo o el evento
realizado en la Universidad Complutense y la Casa de América de Madrid,
“Jornadas de Poesía Cubana: La Isla Entera”, en noviembre del mismo año, donde
participaron 24 poetas e intelectuales de dentro y fuera de la isla, que se
volvían a encontrar después de muchos años. A ello se unieron otros
acontecimientos significativos, como la creación de la Revista Encuentro
(1996), dirigida por Jesús Díaz, y la fundación de la editorial Colibrí de
Víctor Batista. Estas y otras iniciativas, como indica De la Hoz, comenzaron a
romper la visibilidad y la unilateralidad de la interpretación de la cultura
cubana.
La antología que hoy vuelve a aparecer
muestra su vigencia a pesar de la ausencia de entre los vivos de algunos
nombres, entre ellos Bladimir Zamora que falleció en 2016, y de otros que
eligieron el exilio formando parte de una diáspora, pero como dice León de la
Hoz, “la idea sobre la cual se estructura el libro no ha cambiado. El origen
político de la separación de los cubanos no ha variado, aunque los motivos de
quienes se marchan hoy no sean los mismos” (26).
Es evidente que esta antología se inscribe
en la larga tradición de las colecciones de las antologías poéticas que
comienzan a circular en Cuba a comienzos del siglo XIX, destinadas, sobre todo,
a lectores que buscan tener entre sus manos, y en volúmenes manejables, textos
breves destinados a la lectura y al entretenimiento. Ya entrado el siglo XX,
las antologías van a responder a más importantes retos alcanzando la dimensión
que les concedemos en nuestros días, la de difundir y dar a conocer el estado
de la poesía en su pasado y en su presente calibrando el porvenir. De modo
general, si durante el siglo XIX existió una intencionalidad de homenaje o
divertimento, de encontrar un lector y llamar su atención por la originalidad
de las obras reunidas, en el siglo siguiente, la antología responde mejor al
empeño de un crítico con un interés científico e histórico o de marcar el
criterio o el gusto de una época. Así la antología se constituye en un decisivo
instrumento pues puede servir de elemento legitimador de unas ideas o de una
tradición, y en sus páginas puede presentar un panorama, en el que cabe una
mediatización, pero también, y eso podrá ser más peligroso, puede presentar una
mirada al sesgo.
El cambio verdaderamente sustancial
respecto a la planificación del modelo antológico se produce en Cuba en la
década de los años 20 del pasado siglo con la aparición de títulos de carácter
más ambicioso y que son obra de intelectuales del momento, como el crítico y
ensayista José M. Chacón y Calvo, Las cien mejores poesías cubanas (1922), o
los intelectuales Félix Lizaso y José Antonio Fernández de Castro, La poesía
moderna en Cuba (1882-1925) (1926). Ello coincide con un interés de valorar y
proyectar la tradición poética en un momento en que está surgiendo una
conciencia crítica con los primeros asomos de la vanguardia, que en Cuba se
inicia en 1923 con la “Protesta de los Trece”, y con un empuje nacionalista
frente a la injerencia estadounidense. Un espíritu valorativo y revisionista es
característica de este grupo inicial, que se va a aplicar tanto a la política
como a la literatura; el deseo de sanear, pero también de modernizar,
constituirá el objetivo de esos intelectuales que muy pronto formarán parte del
Grupo Minorista. Modernidad y cubanidad les llevaban a analizar el presente para
proyectar el futuro siguiendo el modelo consagrado de la antología La poesía
moderna francesa, (1913) de Fernando Fortún y Enrique Díez-Canedo.
Otras antologías se suceden en la historia
literaria cubana, entre ellas la más curiosa de esta época, y la más famosa, la
que, en 1936, con ocasión de su estancia en la isla, propició Juan Ramón
Jiménez, y que dio lugar a La poesía cubana en 1936 (1937) con prólogo del
poeta español y en la que colaboraron Camila Henríquez Ureña y José María
Chacón y Calvo. Continuando en el tiempo, el grupo de Orígenes, nos entrega las
antologías de Cintio Vitier, Diez poetas cubanos 1937-1947 (1948) y Cincuenta
años de poesía cubana (1902-1952) (1952), y también la famosa antología de José
Lezama Lima, Antología de la poesía cubana,
publicada en La Habana en tres tomos por el Consejo Nacional de Cultura en
1965.
Las antologías se han multiplicado en las
décadas finales del siglo XX, y ha sido al final de la última década del siglo
en la que ha empezado a tomarse conciencia más general de la necesidad de
romper con la parcialidad que las abrumaba y de la que tanto los autores y
lectores eran conscientes. Se hará indispensable evitar la beligerancia al
hacer referencia a cuestiones políticas que culminaban con la parcialidad cuando
no con la exclusión. Por eso el modelo de la antología exclusivista se suaviza
en las últimas entregas de final de siglo con varios intentos. Así Humberto
López Morales en temprana fecha había publicado en Nueva York la primera
antología de la poesía cubana sin fronteras: Poesía cubana contemporánea. Un
ensayo de antología (Nueva York, 1967); Orlando Rodríguez Sardiñas La última
poesía cubana. Antología reunida (1959-1973), (Madrid, 1973), en cuya nota
inicial se indica el deseo de amalgamar la poesía cubana de la isla con la del
exilio. Le suceden en la misma intención León De La Hoz, La poesía de las dos
orillas. Cuba (1959-1993), (Madrid, 1994), que recoge claramente la propuesta
de Rodríguez Sardiñas a quien homenajea en el título y reúne a 36 autores por
orden alfabético sin discriminación de orígenes. Un estudio preliminar plantea
el enfoque general y la teoría justificadora con las reflexiones precisas
acerca de los rasgos que afectan a la historia literaria analizando las décadas
de los 60, 70 y 80 en Cuba para añadir un apartado con los poetas del exilio.
Con estos antecedentes antológicos
surgidos lejos de Cuba, La isla entera fue el último intento de normalización
de las dos vertientes, y el que más llamó la atención, pues su reto es recogido
muy pronto por dos cubanos de dentro de la isla, con lo que se provocó la
salida en La Habana de otras compilaciones como Doscientos años de poesía
cubana (1999) de Virgilio López Lemus y como hecho realmente decisivo, Las
palabras son islas. Panorama de la poesía cubana. Siglo XX (1999) de Jorge Luis
Arcos. La obra de Arcos es hasta ahora
el proyecto más ambicioso. Se trata de una antología consultada en la que se
pretende zanjar la desunión y los olvidos. En la “Nota preliminar” reconoce su
inserción en la tradición antológica cubana citando los antecedentes con la
intención de “romper esa mutua exclusión” que ha permanecido durante tantas
décadas.
Es muy evidente que estas antologías de
las últimas décadas han retomado la tradición abierta en la década del 20 del
pasado siglo y valoran el carácter no sólo informativo sino de instrumento para
el conocimiento profundo del decurso de la poesía cubana. En esta tradición, la
mejor tradición literaria cubana, se inscribe Poesía cubana: La isla entera,
que, como dice su prologuista, León de la Hoz, “es un libro magnífico y
necesario que nos revela no sólo la calidad y vitalidad de la poesía cubana en
todas partes, sino que ese centro geográfico que es la Isla es sólo un
accidente que hoy se repite en una Isla dispersa, sin ejes temáticos ni
estilísticos impuestos por la burocracia” (27). Con ello se ha cumplido el
deseo de los antólogos, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, y se ha retomado la
mejor tradición antológica, la que combina el rigor de planteamiento y la selección
por encima de valoraciones políticas excluyentes.
*Carmen Ruiz Barrionuevo es catedrática de
la Universidad de Salamanca. Autora de diversos libros, como: Magroll y el
imperio de la literatura: ensayos sobre la vida y obra de Álvaro Mutis (2018),
Cartografía garcilasista (2013) o su obra de temática cubana: El "Paradiso" de Lezama Lima:
elucidación crítica (1980).
"Poesía cubana: la isla entera
antologada" de la profesora española Carmen Ruiz Barrionuevo; publicada en
el Diario de Cuba (Madrid, 24 de enero de 2025) en la sección DE LEER.
El libro impreso de la antología Poesía
cubana: la isla entera (Betania, 2024) de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora con
Prólogo de León de la Hoz, 420 pp., se
puede adquirir en AMAZON en el siguiente enlace:

FITUR-2025
Alpujarra de la Sierra. El Pueblo Libro,
ha estado presente en Fitur, llenando de literatura, los pasillos de la Feria
Internacional de Turismo de Madrid, este sábado 25 de enero.
Alpujarra de la Sierra, provincia de Granada, en la comunidad autónoma de Andalucía, ha estado presente, en Fitur, promocionando sus paisajes, naturaleza, de este pequeño pueblo. Además estan preparando su tercera edición, para la Feria del Libro, de este año, que se llevará a cabo, en el mes de mayo, aunque todavía, la fecha exacta estará por confirmarse, nos dice el concejal de Cultura y Turismo, Jose Antonio Murcia.
Alpujarra de la Sierra, El Pueblo Libro, un
pequeño pueblo pintoresco, sus calles están diseñados con libros, será
todo una novedad, en ofrecernos sus actividades dentro de la programación de la
Feria de Libros, 2025.
Por Ricardo Gil Otaiza
A veces accedo a la peligrosa tentación de
pensar que sería interesante convertirme en una suerte de “oráculo viviente”,
al que todos reconozcan y acepten sin titubear y no gastar así tanto esfuerzo y
energía en comunicar todo aquello que sale de mi pluma
1. Escribo esto el 22 de octubre (dos días
antes de su publicación), y la mañana me sorprende con el aniversario de bodas,
que no lo había olvidado, sino que por cuestiones de mi eterno despiste casi
nunca sé en qué día estoy, y quiero abrir mi columna para decirle a mi esposa
que la amo, que fue, es y será el gran amor de mi vida. 36 años de matrimonio
se dicen con rapidez, pero es un largo trecho en el que hemos compartido
experiencias y, sobre todo, a nuestras tres amadas hijas. Feliz aniversario
Telo: eres superior a mí; has sido compañera y maestra de vida.
2. En La letra e (Fragmentos de un diario)
Augusto Monterroso escribe en la entrada correspondiente a Pessoa, a propósito
de su Libro del desasosiego, lo siguiente: “Pienso si negatividad es la palabra
adecuada. Y lo dudo. Imagino que Pessoa la rechazaría. O no; y seguiría
adelante sin importarle que yo llame de esa manera un tanto, bueno, sí, un
tanto defensiva, a esa tristeza esencial que era el fundamento de su arte.” Monterroso
se rehúsa a echar mano de la palabra melancolía para definir todo aquello, y yo
hoy lo llamaría depresión; tal vez menos poética, pero comprensible para la
mirada del presente, aunque prefiero adoptar también el vocablo “tristeza”, que
es de hondura metafísica y literaria. La enorme densidad de las páginas de
Pessoa, aunada a ese fatum que como huella indeleble lo atenazaba, hacen de su
Libro del desasosiego una obra de elevada hondura. Ya lo dije en esta columna
(Terminé Pessoa, 29-10-2023): “una obra-cima literaria que me ha exigido casi
tres décadas para decodificar su mensaje, para absorber lo que tiene que darme:
sus verdades, sus extravíos, su dureza, y su ausencia de conmiseración para con
las almas tibias.”
3. Hoy recordé a Benedicto XVI a propósito
de acercarse el segundo aniversario de su fallecimiento (el 31 de diciembre), y
mi recuerdo siempre está asociado a la enorme admiración que por su figura
siempre he profesado, y que me llevó durante largos años a internarme en su
obra teológica y filosófica. Créanme, no supe qué libro llevarme de él y así
tener un claro referente de su trayectoria vital e intelectual, y tal cuestión
era comprensible (hoy lo reconozco), porque Él es la suma de sus procederes y
de su obra, y en cada libro hay una parte esencial de su pensamiento, que se
expande en la medida en que los signos de los tiempos (reconózcanlo, o no) le
dan la razón: el notorio declive del cristianismo en densas regiones del
planeta; lo que lo llevó a reflexionar muchas veces acerca de la Iglesia que
sobrevivirá al cambio epocal: el inminente redimensionamiento, así como su
tortuoso peregrinaje en las décadas por venir. En lo particular considero que
con su partida quedamos huérfanos, no solo de un mentor sencillo y sabio, sino
del enorme intelectual comprometido con la palabra transmutada en obra y
destino.
4. “…los seres humanos no están hechos
para tanta soledad como la que lleva dentro el oficio del escritor”, expresa
Manuel Vilas en El mejor libro del mundo, y tiene razón el autor, pero es que
para escribir una obra se requiere de introspección, y para alcanzarla es
requisito fundamental el silencio y el sosiego que vienen aparejados con la
soledad: pero no vista como el atributo de hallarse exento de compañía y de
otras voces, sino como la cualidad de estar conectados con el universo aún en
medio de una multitud. Sin darle más vueltas al asunto: la soledad de la que
nos habla Vilas tiene que ver más con nuestra capacidad de abstraernos del
entorno y así generar ideas (mayéutica, y que ningún factor del entorno se
erija en obstáculo para ello), que hallarnos solos en medio de la nada para así
lograr la anhelada conexión con las ideas.
5. Muchas veces me pregunto: ¿por qué
escribo?, ¿para qué escribo? y ¿para quién escribo?, y créanme que a veces las
respuestas no son tan obvias como cabría suponerse, porque tales interrogantes
se entretejen en una suerte de complejidad que escapa a mi comprensión y se
pierden en las neblinas de los tiempos. Sí, hay en mí una innata propensión a
comunicar sentimientos y emociones (pero soy tímido por definición, aunque
parezca antinómico), a interaccionar con los otros, a plasmar aquello que anida
en mi ser: eso es cierto; pero hay también una necesidad interior de expresar
desde distintos géneros todo aquello que me constituye, y es así que el “por
qué” y el “para qué” se conjugan en una misma dinámica o entidad metafísica,
para recrear mediante argumentos y artificios aquello que la cruda realidad
patentiza en hecho y memoria personal y colectiva. Suelo recorrer mis días con
muchas historias en mi cabeza, alimentadas por mi gente y por la cotidianidad,
y en paralelo hay en mi cabeza decenas de maneras de contarlas, de
transmitirlas, de darlas a conocer. Es decir, recorro la vida pensando en cómo
contarla, y en ese ejercicio metaliterario paso mis horas y mis días, y son los
otros (familiares, conocidos, amigos o mis lectores) los potenciales
destinatarios.
6. Algo está ocurriendo, dijo al mirar al
cielo, y cayó de rodillas.
7. A veces accedo a la peligrosa tentación
de pensar que sería interesante convertirme en una suerte de “oráculo
viviente”, al que todos reconozcan y acepten sin titubear y no gastar así tanto
esfuerzo y energía en comunicar todo aquello que sale de mi pluma. Y me
respondo de inmediato: sí y no, porque si no eres aceptado serás un paria de la
sociedad, y si todos te aplauden posiblemente seas un mal poeta (ensayista o
narrador). En esto me acojo al principio de lo ecléctico: que busca el centro y
el intermedio de una postura o de una creencia en general (algo así como el
fiel de una balanza). Es entonces cuando se asoma por allá mi adorada madre
para decirme desde lo inasible, con voz tierna y comprensiva, que en el medio
está la virtud, y a ello me acojo cuando los linderos entre ser y no ser, la
nada y el absoluto se difuminan en un amplio e irreconocible espectro de
posibilidades.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 27 de enero de 2025
Francisco Morales Domínguez,
nos trae su libro EL ACANTILADO
El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj y El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.
Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.
Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.
Madrid.-
21 de enero de 202
Por: Gastón Segura
Una insolente celebración
Más allá de la simpatía que pudiera despertarme el manifiesto publicado hace un par de semanas, bajo el título Contra Franco. La Constitución única celebración posible, firmado por ochenta y tantas personas relevantes, entre las que se encuentra algún amigo mío, como inmediata contestación a la campaña estatal España en Libertad, inaugurada con distendida pompa —valga el oxímoron— por el actual presidente del Gobierno, dicho fasto, más que la neta desconfianza, me suscita primero la perplejidad y, de seguido, la sorna. Porque, como ya sabrán, su motivo es recordar al país que este noviembre se cumplen cincuenta años del fallecimiento, en un hospital madrileño y por un proceso agudo de tromboflebitis complicado con otras enfermedades, del general Franco; óbito seguido de populosas colas durante varios días para presentar los respetos al cadáver; circunstancia, esta última, que ignoro si recogerán o escamotearán en tal rememoración; si bien, opten por lo que opten, no servirá sino para rechifla de cuantos vivimos aquellos días. Por lo demás; cualquier fasto estatal que promueva este gobierno, como a los firmantes del manifiesto antes mencionado, no me granjea sino la más negra suspicacia y razones para ello no me faltan.
Verán; en 2022 se cumplió el quingentésimo
aniversario de dos acontecimientos que, por sus trascendentales consecuencias
para la humanidad —o al menos, para los europeos—, constituyen hazañas de la
mayor honra nacional, y apenas merecieron su favor. Es más; este gobierno,
contra su obligación moral, ni pensó en divulgarlos con la debida solemnidad y
amplitud entre la población española para avivar tanto su curiosidad por
nuestra historia cuanto su orgullo de pertenencia al país. Me refiero, claro
es, a la conmemoración del fallecimiento, el 5 de julio de 1522, de Elio
Antonio de Nebrija, quien elaboró la primera gramática para una lengua vulgar,
el castellano, que constituiría el preclaro modelo para cuantas se escribieron
posteriormente sobre las otras lenguas continentales; y por supuesto, a la
arribada a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de ese mismo año, de la
nao Victoria, al timón de Juan Sebastián Elcano, para demostrar por primera vez
al mundo —o sea, constatando las entonces acertadas conjeturas científicas— con
su circunnavegación, que el planeta era esférico. Y si ni el homenaje a uno de
los más sustanciales filólogos que hayan existido, ni la portentosa travesía
que cambió la concepción del planeta, merecieron más que un tibio apoyo de este
gobierno; ¿cómo pretende, ante esta probada indigencia intelectual, que cuanta
celebración promueva ex novo no la sospeche como una truanesca artimaña para
encubrir, con el clamor de la fanfarria y la lluvia del confeti, sus
estrepitosos aprietos y en absoluto para agasajar cuanto proclama?
Además, si algo hubiera de celebrarse
sería el cincuentenario de la restauración de la monarquía constitucional con
Juan Carlos I, a la postre, máximo artífice de la actual democracia
representativa, aunque su coronación en ese momento se debiese a la muerte de
un anciano general, que con notable astucia se encaramó a la jefatura de una
sublevación militar y civil fallida, prolongada después en una crudelísima
guerra, con unas consecuencias escalofriantemente despiadadas, que le
permitieron asentar una larga dictadura que no reparó nunca en fulminar a sus
enemigos y que, a fuerza de adaptarse sigilosamente a los acontecimientos
políticos internacionales, consiguió, gracias a algunas lumbreras de sus
últimos gobiernos, elevar el nivel de vida de los españoles desde la más
desastrosa y despótica pobreza a un desahogo hasta entonces desconocido. Pero
como quiera que a don Juan Carlos, indecorosamente, lo arrojaron a un mal
disimulado destierro y a este gobierno le mejora, por mera comparación, su
estulto proceder, rescatar los terroríficos años de la llamada «España
campamental», nos hallamos ante una patética, cuanto siniestra, mascarada. Y en
cuanto a lo pronunciado en la mencionada inauguración, con voz de solícito
escolapio, por el presidente del Gobierno, sobre las virtudes de esta campaña
como eficacísimo instrumento para prevenir a los jóvenes de la ascensión
galopante de la ultraderecha, me pregunto si tal hecho ¿no será consecuencia de
su flagrante incapacidad —y, desde luego, de la de sus colegas europeos— para
afrontar con la solvencia requerida los gravísimos retos que sacuden nuestra
actualidad?
Bástenme como posibles respuestas a esta
cuestión tanto su vergonzosa huida de Paiporta como su inepcia para socorrer con
la diligencia exigida a los aquejados por la riada en aquellas tierras que
suman, según el discurso navideño de Felipe VI, unos ochocientos mil
compatriotas; por no mentar a los palmeros, que aún se hallan atribulados y
desamparados entre las petrificadas lenguas de lava. Y todo esto sin hurgar
demasiado en las demoradas y luego contradictorias decisiones para contener el
covid, con sus evanescentes comités de expertos y la prometida auditoría aún
por llegar, o la carencia, a estas fechas, de un cómputo fiable de fallecidos
por su causa. En fin; que más le valdría a Pedro Sánchez Pérez-Castejón
afanarse en sus tareas con pulcritud y severidad, si es que es capaz, y
clausurar estas insolentes zarabandas necrofílicas, o necrofóbicas como él
pretende.
Por lo demás; les ruego que disculpen
estas líneas contra mi propósito, hasta ahora cumplido, de abstenerme en este
par de páginas de mentar —salvo tangencialmente— el zafio y pringoso acontecer
político de nuestro país, pero la situación ha llegado, por su desfachatez, a
un extremo tan enojoso que ocultar mi juicio con la claridad precisa, no se me
antojaba sino una desconsideración hacia todos ustedes.
Artículo publicado por el "Imparcial" el 19 de enero de 2025
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.-
21 de enero de 2025
Por Ricardo Gil Otaiza
El
fantasma de Javier Marías
En un abrir y cerrar de ojos lo que era la
existencia de una pareja feliz (con los traspiés propios del devenir de dos
seres muy distintos entre sí, que se habían puesto de acuerdo para hacer el
mismo recorrido a pesar de ello), se rompe para siempre...
Hallé un libro “raro” de la pequeña
editorial Reino de Redonda, creada por el fallecido escritor español Javier
Marías (1951-2022) para recuperar libros olvidados, y de inmediato lo pedí
desde una librería en físico, se trata de Duelo sin brújula (2024), de Carme
López Mercader, viuda del gran autor. En este bello y pequeño tomo (de apenas
126 páginas con tapa dura y papel glasé) expresa una suerte de catarsis
emocional frente al vacío dejado por su marido al fallecer a una edad (71 años
no cumplidos) en la que mucho se esperaba aún de su pluma. No se trata, como lo
pensé antes de comprarlo, debo confesarlo, de esos libros curiosos, en los que
a modo de obituario los legatarios de una figura pública se dan a la tarea de
desnudar a sus difuntos (voyerismo, lo llaman algunos), y así contarnos
detalles acerca de su vida para alimentar el morbo de los lectores. Nada de
eso. Si bien encontré sutiles tips que nos acercan al Marías humano y autor, y
que la prensa jamás reseñó, estas páginas buscan cerrar en López Mercader un
ciclo de toda una vida de camaradería y acompañamiento, con una de las figuras
más importantes de las letras hispánicas de las últimas cinco décadas.
No hay en Duelo sin brújula ansias de
hacer literatura o de lucimiento estilístico por parte de la autora (es más:
hay ciertos descuidos de forma e innecesarias repeticiones), solo el denodado
empeño de despedirse de un amor y reiterarle desde el más acá (ella afirma que
es escéptica en cuestiones paranormales) su pasión y admiración, así como dejar
constancia de un dolor que solo a ella le incumbe, y que nada de lo que le
digan para consolarla podrá rebajar ya la pesadumbre anclada para siempre en el
alma. Nos dice casi al final del texto (que, por cierto, pone candado a nuevas
publicaciones, por ser un proyecto económicamente inviable) algo realmente
conmovedor: “Me compadezco bastante de mí misma, de hecho diría más, me doy un
montón de pena, porque soy consciente de que quiero tanto estar con él que
hasta estoy dispuesta a suspender la incredulidad y aceptar la presencia de un
fantasma a mi lado para lograrlo.”
Esto cobra sentido cuando recordamos que a
Javier Marías le fascinaban los fantasmas, hasta el extremo de titular a dos de
sus libros como Literatura y fantasma y Vida del fantasma, y en los que indagó,
desde lo literario, su peso e importancia en nuestra cultura. Eso sin contar
con otras publicaciones en las que se asoman figuras fantasmales, que buscan
ahondar en ese otro lado de la moneda de la existencia. Nos aclara López
Mercader, que aun teniendo su esposo esa “pasión” por la creencia en los
fantasmas, nunca dio pie a explicaciones desde lo esotérico, mediúnico o desde
el espiritismo (jamás se entregó a la charlatanería): lo suyo era un encanto
por una figura que le atraía desde lo literario, y que le llegaba (especulo yo)
desde la propia infancia. Agrega la autora: “No temía al no mundo, porque para
él éste no consistía en la nada. Por el contrario, sus muertos lo poblaban y
acompañaban, muertos siempre amables, quizás porque habían sido muy queridos
por él y a su vez lo habían querido.” Empero, tal certeza no hizo de Marías un
ser hundido en la melancolía o pesadumbre: era divertido porque amaba la vida.
Cuando dije al comienzo que hallé “un
libro raro” me refería, en todos los sentidos, a una pieza que tiene como
centro de atención a una figura clave de las letras en lengua española, pero
que no habla de ella ni ahonda mayormente en su persona. El novelista es sólo
la excusa. La viuda se ensimisma en unas páginas en las que gravita por doquier
el “fantasma” de Javier Marías, y es ella la que de manera tangencial (aunque protagónica)
busca con este libro una razón para seguir creyendo en la vida, con la válida
sentencia de su enorme pena. Es, qué duda cabe, un texto autorreferencial
(autobiográfico) y el libro es una autoedición (la editorial ahora es suya) y
con él discurre sin mostrarse en demasía: dice bastante, pero es más lo que
calla, quiere contar muchas cosas, pero las palabras se quedan en la travesía
de un texto doloroso y denso, que muestra los quiebres y hendiduras del
espíritu humano.
El título, Duelo sin brújula, es
significativo, porque en realidad no hay un norte definido, un objetivo
literario o meramente biográfico, o un eje que articule las piezas del
rompecabezas; hay, qué dudas caben, un deambular sin coordenadas por dos vidas
que estuvieron enlazadas varias décadas y ahora una de ella se queda a la zaga
en el camino, y no le queda a la sobreviviente otra opción que seguir adelante
y volar con plomo en el ala, recomponer los jirones de su proyecto vital,
juntar las piezas de su tragedia personal y familiar, y emprender nuevos
derroteros, muy a pesar de su desesperanza. En un abrir y cerrar de ojos lo que
era la existencia de una pareja feliz (con los traspiés propios del devenir de
dos seres muy distintos entre sí, que se habían puesto de acuerdo para hacer el
mismo recorrido a pesar de ello), se rompe para siempre y comienza un duelo
desgarrador, profundo y escatológico, que descarta alivios y frases hechas o
baratas, que llegan de familiares, conocidos y amigos, y que intentan paliar la
desdicha sin éxito.
Atrás queda la vida en común, los pisos
que los cobijaban en Madrid y Barcelona, los muebles, libros y recuerdos de
años de unión y complicidad. Pronto llegó el ocaso de una relación que marcó en
ambos huella profunda, y ahora queda ella con la mente convulsa y el alma
deshecha en recuerdos y en cavilaciones, tal vez: lo que quedó por decirse, lo
que se emprendió y no se concluyó, el saludo no respondido y el abrazo no dado
por las urgencias propias del existir. Que sea la autora la que cierre con las
líneas finales de su libro: “Que me lleve a creer en esa eternidad que Javier
decía concebir sólo conmigo exista y que él esté aguardándome pacientemente en
ella. Que me haga soñar con lo que no puede ser.
Y sin embargo…”
rigilo99@gmail.com
Presentación de la
antología Poetas del mundo por La Paz II
– Almas sin bandera
El día viernes día 24 de enero de 2025 en la Casa de Cultura de
Ciempozuelos a las 18 horas.
El domingo 2 de febrero de 2025 en el Centro Cultural Casa de Vacas del Retiro de Madrid a las 18 horas, con actuaciones musicales y el recital poético por parte de los autores pertenecientes a la antología.
José Pérez González
promotor y coordinador de la antología Poetas del Mundo por La Paz, inicia sus
actividades desde el año 2023, con la intención de difundir el no a las
guerras, las cuales asolan parte de nuestro planeta. Con la participación de 56
poetas de diversos países, entre ellos, el Doctor Ernesto Kahan quien prologó
la antología. Con la colaboración, de los coordinadores: Ramón Pulido
Rodríguez y Val Marchante Leganés, quienes desde el inicio de la misma se
unieron y participaron activamente en la promoción y difusión. Personas que
fueron de gran apoyo a esta iniciativa, a la que se fueron sumando los poetas
participantes.
Esta antología se
bautizó con el nombre de Poetas del mundo
por la paz – Nuestras armas las Palabras.
Dicha antología fue
presentada en La Biblioteca Pública Miguel Hernández de Vallecas y
posteriormente en el Ateneo de Madrid. Los beneficios de su venta fueron
donados a Save the Children España.
La segunda antología,
con el título Poetas del mundo por La Paz II – Almas sin bandera, se inicio a
primeros de septiembre de 2024 , con la participación de 60 poetas.
Esta antología
promovida por José Pérez González, con la coordinación de Val Marchante y Ramón
Pulido, es el fruto de la unión de almas del mundo que abrazan la Paz y
demandan un bien común eliminando discrepancias de ideales políticos,
religiones o de razas.
La antología Poetas
del Mundo por La Paz II - Almas sin bandera, ha sido prologada por la
escritora Gloria Nistal Rosique y publicada por editorial Tarqus. La
ilustración de la portada ha sido realizada por Mikel Rico, el cual ha
colaborado altruistamente donando dicha ilustración.
Esta antología va
acompañada de un cuadernillo con el pensamiento por la Paz de cada poeta,
habiéndose añadido una frase célebre por la Paz de personajes importantes por
cada uno de los participantes. Se hace honor meritorio como invitado a Cirilo
Luis Álvarez, poeta y compañero de Asociación de Escritores de Madrid, el cual
nos aportó su pensamiento sobre la Paz.
En esta Antología, el
tema de los textos es la Paz, y cada poema o relato está escrito desde la
visión del autor, reflejando así, la personalidad de cada uno. Es curioso leer
los textos y descubrir lo diferentes que son y las distintas formas de escribir
a la Paz.
Continuarán con un circuito de presentaciones en
otros lugares como en Villaviciosa de Odón y en Alcala de Henares, y en la
ciudad de Sevilla, próximamdente a definir las fechas.
La adquisición de los ejemplares se puede
realizar en el evento de las presentaciones, o a través del teléfono 614137789.
Los beneficios de las ventas son donados
íntegramente a la ONG Médicos Sin Fronteras.
nos trae su libro EL ACANTILADO
Madrid.- 20 de enero de
2025.
La ilustradora argentina Coni Curi firmará el cartel de la 84.ª Feria del Libro de Madrid
La Feria del Libro de
Madrid de 2025 ha elegido a la ilustradora argentina Coni Curi para ilustrar el
cartel de su 84.ª edición. Para realizar este trabajo la artista se inspirará
en Nueva York, tema que iluminará la Feria este año.
Eva Orúe, directora de
la FLMadrid, ha explicado los motivos de su elección: «Elegimos a Coni Curi
porque su estilo, neonostálgico e inspirado en el diseño gráfico estadounidense
de los años 20, 30 y 40, –y cuyas creaciones tanto recuerdan a la impresión
gráfica vintage –, los catálogos y anuncios de otro tiempo, nos parecía el
adecuado para esta colaboración Madrid-Nueva York». En su opinión, «si bien es
cierto que nadie se aproxima a Nueva York sin un prejuicio, una imagen
preconcebida a partir de los libros leídos, las películas vistas, la música
escuchada, incluso un colorido propio, estamos seguros de que, en su propuesta,
hará justicia a este imaginario, sin desconectarse del presente».
Ambas ciudades, Nueva
York y Madrid, comparten una rica diversidad cultural y social, resultado de su
historia migratoria y de la constante interacción entre sus comunidades.
Puentes como sus emblemáticos espacios naturales, Central Park y El Retiro
–este último sede de la Feria del Libro de Madrid–, fortalecen esa conexión que
servirá de inspiración para la artista.
La Feria imaginada por
Coni Curi
«Imagino esta edición de
la Feria como un punto de encuentro entre dos ciudades que, aunque distintas en
paisaje y ritmo, comparten algo esencial: ambas han sido el escenario principal
de un sinfín de ficciones que hemos leído o visto en películas», afirma la
ilustradora.
Coni Curi, quien visitará la Feria por primera
vez, confiesa que esta experiencia añade un toque especial al proyecto: «Que
esta sea mi primera vez y que además sea con mi cartel paseándose por toda la
Feria al ritmo de la gente y los libros, me hace muchísima ilusión».
El estilo de Coni Curi, al que ella misma
denomina NeoNostalgia, combina referencias del pasado y elementos del presente.
Su inspiración en catálogos y anuncios de décadas pasadas, junto con un uso
llamativo de colores y trazos, será clave para transmitir la conexión entre
Madrid y Nueva York en el cartel de esta edición.
La espera para descubrir
el diseño definitivo del cartel se prolongará hasta abril, un mes antes de la
inauguración de la Feria. Eva Orúe concluye: «Habrá que contener la impaciencia
para verlo. Hay muchas ganas».
Madrid.- 14 de enero de 2025
Viernes 17 de enero a las 18:30 h.
Calle Huesca, 7 –Sede del Grupo Editorial Sial Pigmalión
La Tarea de Dos Latinas: Hacer Visibles a los Escritores Hispanoamericanos en Madrid
En el corazón de Madrid, dos mujeres latinas Julieta Deossa Pintora, escritora y poeta (Colombiana) y Rocío Hervías Poeta (Peruana) ambas escritoras de la Editorial Sial Pigmalión del empresario Basilio Rodríguez Callada, apoyadas por su editorial han emprendido una apasionante misión: visibilizar a los escritores hispanoamericanos y promover su obra en un contexto europeo que a menudo pasa por alto la riqueza de la literatura de América Latina. A través de diversas iniciativas, han creado un espacio donde las voces latinas resuenan con fuerza, conectando a autores emergentes y consagrados con un público ávido de nuevas narrativas.![]() |
Dcha.: Julieta Deossa y Rocío Hervías |
Estas dos latinas, activistas culturales y amantes de la literatura, han organizado el primer Ciclo de Literatura Hispanoamericano en la sede del Grupo Editorial Sial Pigmalión Ubicada en la calle Huesca, 7 (28020 Madrid) con la invitación de 9 Poetas Extranjeros a un encuentro de poesía y narración hispana, celebrando no solo la diversidad literaria de Hispanoamérica, sino que también fomentan el intercambio cultural. En este encuentro, los asistentes tienen la oportunidad de conocer de cerca a escritores contemporáneos, escuchar sus relatos y participar en conversaciones sobre temas relevantes que atraviesan sus obras. Los escritores son de nacionalidad de 4 países (Colombia, Perú, México y Cuba) Janet Aznarán, Lawrence Carrasco, Kevin Klatt, Isabel Matta, Ericka Quintana (Perú), Solanyely Sánchez Escobar, Wilber Méndez (Colombia), Carlos Manuel Gómez (Cuba), Carla Novi (México)
Además, han colaborado
con librerías locales y centros culturales para crear espacios donde se puedan
exhibir libros de autores hispanoamericanos, facilitando así su acceso al
público madrileño. Estas acciones no solo promueven la literatura en español,
sino que también desafían estereotipos y prejuicios, resaltando la riqueza
cultural que América Latina tiene para ofrecer.
La iniciativa de estas
dos latinas es fundamental en un mundo donde las voces diversas necesitan ser
escuchadas. Al hacer visibles a los escritores hispanoamericanos en Madrid, no
solo enriquecen el panorama literario local, sino que también contribuyen a la
construcción de una comunidad más inclusiva y multicultural. Su labor es un
recordatorio poderoso del impacto que la literatura puede tener en la conexión
entre culturas y en la celebración de nuestra humanidad compartida.
Madrid.- 14 de enero de
2025
Por Ricardo Gil Otaiza
Los ojos que la miran
Hay autores que me caen
bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó
al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal
algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas
1. Echo de menos a los
verdaderos libreros: aquellos que sabían de literatura, que conocían de autores
y podían orientarnos con certeza en nuestras compras. Pululan en las librerías
de España vendedores de libros, que a lo sumo les suenan los nombres de los clásicos,
pero no los conocen; son los mismos a los cuales tienes que deletrearles con
paciencia el nombre de Jorge Luis Borges, o de James Joyce, o de Thomas Mann, o
de Julio Cortázar, porque cuando los escriben en la pantalla se equivocan y el
sistema muestra “error”: son los mismos que no te miran a la cara porque eres
apenas un eslabón más en la larga cadena de comercialización de los libros, que
dicho sea de paso es rica y poderosa, pero se sostiene con los best sellers; y
“lo demás es silencio”, como la única novela de Monterroso, que tampoco es
novela ni ensayo ni poesía, pero es todo eso y mucho más.
2. Y ganó el Nobel de
Literatura la autora Han Kang, surcoreana y desconocida para muchos, y joven
(por suerte), ya que casi siempre se lo otorgan a escritores muy ancianos, a
los que no les queda mucha vida para disfrutar de la abrupta fama y de la
fortuna que reciben, que suele quedársela en buena medida los Estados con sus
altos impuestos y las agencias que los representan, cuyas negociaciones, por cierto,
bien lo justifican, porque a esas alturas la cuestión no es muy sencilla como
solemos creer, ya que se dirimen múltiples variables entre las cuales
observamos el género, las ideas y posturas ideológicas de los nominados, los
continentes y países de origen, y toda una caterva de elementos que escapan a
nuestro entendimiento y comprensión; como incomprensible fue que no lo ganaran
luminarias como Tolstói, Dostoyevski, Zola, Joyce, Kafka, Borges, Reyes, Woolf,
Fuentes, Marías y Auster, entre muchos otros, y que mantengan en vilo a enormes
escritores como Murakami y Houellebecq, y así a un largo etcétera.
3. “Comprendo muy bien
el placer de la lectura, pero todavía no alcanzo a ver claro el que pueda
decirse de escribir”, lo expresa Monterroso en La letra e, y a propósito he
leído en las últimas semanas declaraciones de autores prestigiosos y exitosos,
que venden sus libros como pan caliente y terminan afirmando cuestiones como
“me cuesta escribir”, “no disfruto de la tarea de escribir”, “me parece pesado escribir”,
y otras cosas por el estilo. Por supuesto, no es lo mismo leer que escribir: en
el primer “oficio” estamos distendidos, a la libre, internos en unas páginas
que nos entregan disfrute (aunque a veces nos topemos con auténticos ladrillos
que abandonamos a las primeras de cambio), pero escribir es un “algo” que exige
mucho de nosotros, que nos lleva por derroteros insospechados y todo esto
genera ansiedad y estrés. En lo personal puedo afirmar que disfruto de la
escritura, así como de la fase de corrección de mis textos (reescritura), y me
parece un auténtico milagro ver el texto definitivo ante mí: iluminado en la
pantalla, articulando ideas y comunicando mi sentir, y el mayor gozo es cuando
el texto (o libro) sale publicado, porque hay la expectativa de lo que
expresarán los lectores y se instala entonces una suerte de cosquilla en el
estómago, que me dice que valió la pena el esfuerzo y el tiempo invertidos,
porque guste o no lo escrito: allí queda como una huella, como signo de vida,
como un ave ligera y fugaz que revolotea por el cielo sin importarle los ojos
que la miran.
4. Hay autores que me
caen bien y otros no tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se
marchó al otro mundo, y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal
algunos, no dejo de leer sus obras y de disfrutar de ellas, porque al fin y al
cabo suelo separar ambas nociones y me interno en sus páginas sin importarme el
que sus personalidades y opiniones choquen con las mías. Leo con enorme placer
la obra de José Saramago, y considero algunos de sus libros como obras
maestras, pero él me caía mal como persona: su arrogancia era sencillamente
intragable y ni decir su aquiescencia frente a regímenes oprobiosos y nefastos.
Me fascinan Monterroso y Borges, porque a pesar de ser ideológicamente opuestos
asumían la vida y sus circunstancias con enorme ironía y sentido del humor, y
sus obras se debaten entre la perfección estilística y la hondura metafísica,
que son, a mi entender, dos filones impagables en la literatura.
5. “Pero ¿no es la
incredulidad una forma maravillosa de libertad?”, se pregunta Manuel Vilas en
El mejor libro del mundo, y la interrogante me golpea profundamente, abre en mi
cabeza insospechados surcos, me deja temblando en la silla en donde me encuentro
degustando también de un café, y caigo en la cuenta de que es cierto: no hay
nada mejor que estar libres de equipaje en cuanto a muchas cuestiones, sobre
todo en lo religioso y también en lo político, y así recuerdo la sabiduría de
mi madre cuando afirmaba sentenciosa que “no hay que creer ni dejar de creer”:
y en ese abismo o hiato que se abre entre ambas percepciones (complejas, por
demás) se cuece la existencia, y deja en nuestras manos la capacidad de
discernir; de tomar el camino que creamos conveniente; de no aferrarnos a lo
que coarte en nosotros la luz del entendimiento y la razón; de poder atisbar
los peligros que nos asechan y seguir adelante y victoriosos; de sopesar los
pros y los contras de cada circunstancia y tomar partido por aquello que no
signifique férreas ataduras que nos hagan menos libres. Es decir: un “no creer
ni dejar de creer” medido y juzgado en su justa dimensión humana, que no nos
cierre la perspectiva de lo insondable, pero que no nos esclavice en aras de
“causas” que muchas veces no son diáfanas ni transparentes y nos sometan hasta
hacer de nosotros seres alienados, descerebrados, apegados a “la nada”,
trasteando aquí y allá en medio de las tinieblas de los tiempos, haciéndoles el
juego a insospechados factores de poder que se articulan y organizan movidos
por lo crematístico.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 14 de enero de 2025
Poesía Recitada
"La viña perdida" Lutgardo García Díaz (España)
Madrid.- 07 de enero de 2025
Donde el rincón de los muertos
Seguramente lo leyeron en las, por breves,
desmerecidas gacetillas que algunos diarios nacionales publicaron ese día, pero
no quería trasponer el 2024 sin recordarles que el pasado 9 de diciembre se
cumplió el bicentenario de la batalla de Ayacucho, tan determinante para la
historia de España, pues comúnmente señala el punto y final de su gobernación
sobre el continente americano. Y aunque se mantuviesen todavía durante setenta
y algunos años las provincias antillanas y hasta millares de islas en el
Pacífico, cuyo blasón eran Las Filipinas, aquel jueves de diciembre se disipó
para siempre, entre las humaredas sulfurosas de los fusiles y los híspidos
clarinazos de la caballería, el dominio más extenso que haya conocido el
planeta, o si prefieren y como me enseñaron en la escuela: el imperio donde «no
se ponía el sol»; mote que, lamentablemente, hoy no provoca sino un encogerse
de hombros, cuando no, una ceniza mirada de rencor entre quienes quisieran ver
al país entelerido y desarraigado. Lástima de paisanaje; tras toda aquella
temeridad derrochada corajudamente o tras aquel sincero empeño por imponer el
humanismo grecorromano, aunque fuese bajo el embozo de la religión cristiana,
encontrarse ahora, e incluso entre las más altas autoridades del Estado, con
semejantes actitudes; como si aquella empresa no hubiese superado los trescientos
años y hasta inculcado entre sus pueblos los ideales para su derrumbe.
¿Y qué queda de tanto afán, amén de ejecutorias sin fin en los legajos de los archivos, de crónicas que arrancaron por sus desvaríos las carcajadas de García Márquez y del trazado a tensa plomada de un rosario de ciudades y puertos? Una lengua que se habla y revive en cientos de modos ingeniosos y cantarines allá, y que las autoridades de acá, con la petulancia que las distingue, tratan a puntapiés sin que nadie se atreva a tachárselo; al contrario, hasta los tenderos las imitan para darse pote, cuando resultan, en su risible engolamiento, espantajos extraídos de El ruedo ibérico (1927-32).
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Antonio José de Sucre |
En cuanto a aquella batalla, no aconteció
en Huamanga —en quichua: el «lugar del estreno o del amanecido»—, como se
llamaba entonces Ayacucho, que según el mismo habla es el «rincón de los
muertos», sino a treinta y siete kilómetros al nordeste, en la campa del
pueblín de Quinua —como la semilla tan popularizada ahora en nuestras cocinas—;
una llanada en pendiente, atravesada por el zanjón del Pampas, que se recuesta
a los pies del cerro Condorcunca, que en lengua inca significa el cuello del
cóndor; tierras elevadísimas, de estampa árida y noches friolentas. Allí mismo,
el caribeño Antonio José Sucre, con un ejercito apenas menor pero desvalido de
artillería, venció al del último virrey, La Serna, nutrido por peruanos de toda
condición, pues apenas los jefes eran peninsulares o criollos —si bien se mira,
contingente en todo semejante a la armada independentista—. Y verán, no tanto
por la mortandad de la jornada —unos dos mil doscientos fallecidos y mil
quinientos heridos—, una de las más numerosas de aquella sublevación de doce
años, sino por el credo se germinó el desbarate. Pues cuando, a principios de
ese año, las tropas realistas habían casi sofocado a los insurgentes en el
Perú, y podían avanzar contra Bolívar con desahogo, comenzaron los
enfrentamientos entre el absolutista Olañeta y el liberal La Serna; claro
reflejo del «Terror del Veinticuatro» que se vivía en la península tras la
entrada de Los Cien mil hijos de San Luis. De facto, Olañeta acechaba la
retaguardia de La Serna durante los días previos a la batalla.
Y si aquí, en la península, esta disputa
entre ilustrados y meapilas se remontó a tres guerras civiles durante el s. XIX
y aún se escuchan sus ariscos ecos en la del s. XX, en nuestra América,
independizada y con los ideales republicanos conquistados, tampoco cundió el
sosiego, cuya primera y más significativa víctima fue el propio Sucre,
asesinado a traición, camino de Bogotá, cuando apenas se había cumplido un
lustro de su memorable victoria en «el rincón de los muertos». Y desde entonces
hasta hoy, aquellas repúblicas desmembradas de la Gran Colombia o de las
Provincias Unidas del Río de la Plata han carecido de paz entre correrías de
caudillos montunos y pronunciamientos cuarteleros, seguidos de las guerrillas
selváticas o urbanas que pervivieron hasta la actualidad. Todo ha sido un
desangrar de vidas y riquezas en aquellas colosales tierras para provecho de
quienes instigaron la ya bicentenaria insurrección: los anglosajones, cuyos
bancos, recién, aún cobraban sus empréstitos para la independencia. Y no crean
que al norte, en la Nueva España, luego México, las cosas devinieron mejor:
sobre dos emperadores fusilados, Iturbide y el Ausburgo, suman su cumplido
puñado de matanzas hasta la revuelta de los cristeros, en los años veinte del
siglo pasado, y aun hoy, con los narcos, el terror campa desmelenado.
Y ante tanto sangriento estrago, no puedo
sino suponer que los hispanos de acá y de ultramar hemos condenado a la
concordia a una mera aspiración, pues apenas la alcanzamos, surge, sinuosa y
contumaz, la discordia con su redoble a venganza. Parece como si la razón,
condición imprescindible para que impere la tolerancia y el acuerdo, nos fuese
ajena, y una y otra vez nos envolviésemos en la vehemencia, tan dañina para lo
cívico; ¿o acaso, hoy mismo y en nuestro país, no es la enceguecedora emoción
quien domina el discurso político?
Artículo publicado por el "Imparcial", el 05 de enero de 2025
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 07 de enero de 2025
Por Ricardo Gil Otaiza
La insustancialidad del ahora
El nuevo año se nos abre con un sinnúmero
de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque disminuye los
niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante nosotros como un
renacer y un recomenzar de nuestras vidas
1. Veo estupefacto el empeño de hoy por
aligerar el pensamiento, por deshacerse del fondo en aras de las formas, por
bajar los discursos literarios al extremo de la tontería. Urge volver a los
clásicos, densificar la mirada que escruta la realidad, ahondar en el sentido
del ahora desde una complejidad que amalgame lo inasible con el sentir y el
actuar. Lo insustancial ha tomado las riendas del presente, y nos hace perder
la esencia que nos constituye, como si en nuestro interior buscásemos a toda
costa in-vertebrar lo que debería estar articulado; desdibujar el peso de la
abstracción y conducirnos tan solo por los senderos de lo fáctico. Perder
nuestra noción de lo trascendente, para dar preeminencia a lo que nos traduce
los sentidos, es extraviar en el camino todo aquello que debería estar en
nuestras vidas y que nos haga más humanos.
2. Leo en Los hechos de Key Biscayne de
Xita Rubert (Premio Herralde de Novela, 2024), lo siguiente: “No se accede a la
verdad desde la verdad. Al oasis se llega, si se llega, porque uno ha
descubierto el espejismo”. Considero que la verdad como “realidad” patente y
observable es una mera ilusión: un espejismo que nos conduce por tortuosos
senderos que muchas veces nos extravían. Lo que solemos denominar como
“verdad”, es el camino que nos lleva a indagar aquí y allá, a sortear
innumerables escollos, a volver casi siempre al punto de partida. La verdad
objetiva es de un relativismo sorprendente, que cuando pretendemos alcanzar se
escapa de nuestras manos y nos deja anclados en la frustración y la amargura.
En todo caso, la verdad como noción filosófica (teológica y hasta metafísica)
como fin, es un motor civilizatorio que nos ha empujado desde antiguo a la conquista
de nuevos territorios, a intentar desvelar lo oculto, a pretender ver más allá
de lo que nuestros sentidos dicen que es posible, de allí su inopinado mérito.
Empero, la verdad por la verdad misma es un desatino por donde se le mire; es
creer que podemos tener la certeza de la vida, cuando en inesperado giro huye
de nosotros y nos deja perplejos y derrotados tirados sobre la lona.
3. Nos dijo Bertrand Russell: “Muchos
escritores opinan que la historia es cíclica, que el presente estado del mundo,
con sus pormenores más íntimos, tarde o temprano volverá…” No puedo dar por
inmutable tal afirmación, sin embargo, no luce desatinada si observamos con
atención las norias del devenir, el volver una y otra vez a los mismos yerros
(guerras, odios tribales, conquistas, crímenes, dictaduras, y miles de
terribilidades más), la eterna mezquindad del ser humano frente a sus
congéneres, el repetir con inquina y estupidez las pifias del pasado, el no
sacar en limpio las lecciones de la historia, el actuar sin conciencia de las
consecuencias de nuestras acciones, el no avanzar hacia elevados derroteros
existenciales a pesar del “desarrollo” alcanzado, el retroceso en muchos
aspectos de la vida que dábamos como inalterables e inamovibles (la amistad, la
solidaridad, la interacción con la naturaleza, el respeto humano), el tropezar
siempre con la misma piedra (no existe la experiencia), el no mirar atrás en
muchas de nuestras acciones y, sin embargo, calcar con isócrona exactitud las
perversiones del pasado. ¿Cuestiones genéticas propias de la especie?
4. Las redes sociales son de los grandes
portentos de nuestro tiempo histórico, sin embargo, traen consigo sutiles y
profundas argucias: como creer que porque alguien me sigue es mi amigo (con
todo el peso que el vocablo denota desde nuestra Lengua), exponer nuestra
intimidad frente a desconocidos (lo que apareja la posibilidad cierta de
engaño, estafa, mentira, burla, manipulación, chantaje, distorsión, y paro de
contar), considerar que un simple “like” encierre la esencia de nuestro pensar
y sentir (cuando muchas veces es solo un acto reflejo que oculta lo que en
realidad es: una manera camuflada de mentir sin tantas explicaciones, así como
de quedar bien con alguien que nos ha enviado un texto o una imagen, y que en
el fondo no nos interesa). No nos caigamos a mentiras, nunca se había vulnerado
tanto nuestra burbuja personal como desde la aparición de las redes sociales,
que han acortado enormemente las distancias, transijo, pero que nos abren un
enorme espectro de peligrosidad e intromisión. En lo personal sé, y eso nadie
podrá quitármelo de la cabeza, que más del 90% de los “likes” que recibo con
mis escritos en las redes, responden más a un mero acto de cortesía, que de
sintonía intelectual o literaria. La cortesía se agradece, ¡qué le vamos a
hacer...!
5. El nuevo año se nos abre con un
sinnúmero de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque
disminuye los niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante
nosotros como un renacer y un recomenzar de nuestras vidas y, sobre todo, por
la esperanza. Sabemos por experiencia propia que muchas de las promesas que nos
hacemos ante la cercanía de un nuevo año, jamás las cumplimos (a veces ni las
recordamos el primer día), pero es muy grato tener un hálito, un rayo de luz en
medio de la oscuridad de un tiempo convulso y complejo como el nuestro. La
promesa hecha ante nosotros mismos y, ni se diga, ante los otros, podría ser un
auténtico giro solo si ponemos por obra el necesario cambio que permitiría enderezar
entuertos, rectificar errores, reconducir la cotidianidad y hacer de nosotros
seres ganados al bien y a la paz.
6. Los invito a que juntos hagamos el
mejor esfuerzo por deslastrarnos de las cargas que nos doblan la espalda, a
recomponer los jirones de una existencia que muchas veces se convierte en un
auténtico infierno, a echar a andar por la vida sin los atavismos que nos
frenan y nos roban la esperanza. Es posible la redención personal, familiar y
social, si nos ponemos en ello, si dejamos atrás tanta tontería y mediocridad,
si recordamos que somos seres divinos con envoltura humana, y que estamos
llamados a grandes desafíos.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 07 de enero de 2025
Solo con el fuego, del escritor Luis
Marcelino Gómez
La editorial Betania, colección Narrativa, publica la obra del escritor cubano Luis Marcelino Gómez (Holguín, 1950) residente en Miami. Es psiquiatra y doctor en Letras Hispánicas. Obtiene el Premio Nacional de Cuento en la Habana (Cuba) en el año 1985. Fue finalista del Premio de Cuento Juan Rulfo, en Paris del 2007. Fue médico civil en Angola, donde reunió la primera colección de relatos, escrita en África por un latinoamericano. Se desempeñó como profesor de Español, Portugués y Escritura Creativa, en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Ha publicado varios libros de poesía y de relatos.
Solo
con el fuego, es
una obra que rompe, con el canon clásico de la novela. Es onírica, metafictiva,
polifictiva, iconoclasta y carnavalesca.
Tienen dos temas que confluyen, uno contemporáneo (viaje desde Estados Unidos a los Llanos Venezolanos), y otro histórico(reinado de Felipe II de España) . El punto de vista narrativo no es convencional. Como trasfondo presenta el desprendimiento amoroso del protagonista que llena su retiro con personajes, escenarios y aventuras.
Hay en la novela disquisiciones, sobre la obra de arte, la escritura, la literatura y su hermeneútica, la música, la pintura, el comportamiento humano y la situación política cubano venezolana.
Circula en edición digital e impresa. El libro en papel se puede pedir en las librerías españolas.
nos trae su libro EL ACANTILADO
Madrid.- 07 de enero de 2025
Poesía Recitada
"La soledad criolla" Martha
Asunción Alonso (España)
https://www.youtube.com/watch?v=JCTNdYuq84k
Madrid.- 30 de diciembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Cavero Montori: del orto al ocaso
En los siete poemarios que se nos
presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno,
todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte
Disfruto enormemente la poética de la
autora española María Pilar Cavero Montori (Huesca, 1941), y no es la primera
vez que reseño su obra en esta columna. Es más, el 01 de agosto de este mismo
año me referí a su Policromía (Sial / Fugger Poesía, 2014), y en el 2023 hice
lo propio con su poemario Caricias y cantares (Sial / Fugger Poesía, 2023), que
leí en formato digital y que este año pude tener y releer en papel. Pues, con
todos estos antecedentes, disfruto ahora del tomo Apolo se desnuda Poesía
reunida (1960 – 2024) (Sial / Fugger Poesía, 2024), que recibí hace pocos días
y en el que me interné con apremio.
Pocos poetas pueden darse el lujo y la
oportunidad de publicar su poesía reunida (suelen hacerlo usualmente los
legatarios del autor), y mi querida amiga lo hace con un volumen magníficamente
editado (de 965 páginas), que de entrada intimida por sus enormes proporciones,
pero que, cuando comenzamos a leer fluye de tal forma, que pronto nos hallamos
inmersos en su muy particular y portentoso universo lírico. Me gusta de Cavero
su aguda sensibilidad, su verbo a flor de piel, su saber cincelar las emociones
y las profundidades del Ser, en versos que leemos y releemos y, cada vez que
volvemos a ellos, caemos en abismos de exquisita tesitura: en el mecerse de
imágenes que se hacen prodigios ante nosotros, y nos acompañan largas
temporadas.
Es Cavero poeta de la vida en su más hondo
significado humano y metafísico, nada escapa a su sutil mirada capaz de
transformar sensaciones orgiásticas en palabras que llegan y tocan muy dentro:
“El hombre se distrae con el sexo y se olvida de que existe el amor…”, nos dice
por allá en Brisas y briznas (2012). Tener toda la poética de mi amiga es
revelarse en su infinito existencial, sin que ello sea motivo de escándalo o de
sonrojo, porque ella es vital y profunda, osada y al mismo tiempo comedida, en
ella no hay tabú posible cuando el verso se desnuda en su más inquieta
intimidad, y nos deja acezantes, meditabundos, lanzados sin piedad al foso de
la palabra eternizada en espléndida obra. Leamos en sus Cantos de vida y muerte
del ya citado poemario: “Vida, /que vibra, serpentea, /se desliza, danza,
salta, /destella, fulgura, estalla. // Vida, /que mana, brota, fluye, /refluye,
se expande /y se despeña. // Vida, /que es luz y aliento, /y otoño y primavera,
/y cascada de trinos; /que es placer y dolor, /alegría y tristeza, /fuego y
hielo a la vez. // Vida, /que es esencia de azahar, /néctar y aroma, /éter,
incienso, almizcle, /sangre, linfa, sudor, /llanto, pasión, amor. // Vida / que
hay que atrapar, / y beber, y sorber, /y chupar, y mascar, / y estrujar, y
engullir.”
El tomo conjunta Brisas y briznas (2012),
Pétalos de plata (2013), Policromía (2014), Se nos fue con sus rosas (2016),
Miradas (2017), Caricias y cantares (2023) y Despertar compartido (Poemas
inéditos). Tiene además un Estudio Introductorio del académico Francisco
Gutiérrez Carbajo, así como los Prólogos y Preludios de cada poemario, que
fueron publicados en sus ediciones originales. Podríamos pensar los lectores que
Cavero es una poeta tardía, si nos atenemos a la fecha de publicación de cada
uno de sus poemarios, pero en este volumen hay textos de 1960, contenidos en el
Libro Primero. Brisas. Del orto al ocaso (1960 – 2012), del primer poemario. Es
decir, hay un enorme salto entre sus poemas iniciales y el primer libro
publicado. En otras palabras: Cavero Montori es una poeta de siempre, que
comienza a publicar sus libros en “el ocaso”. Me imagino que muchos de aquellos
primeros textos salieron en revistas y publicaciones periódicas, pero, no nos
devanemos mucho el seso en estas elucubraciones, bástenos con la nota que, a
modo de poema, la autora inserta al final de su poesía inédita, cito: “No están
todos los poemas /que escribí, /ni quizás los mejores. //Muchos los llevó el
tiempo, /el olvido, /la vida. // Otros murieron de tristeza, /o quedaron
prendidos /de una tela de araña /en un viejo cajón.”
En los siete poemarios que se nos
presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno,
todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte. En cada poema
hallamos perplejidad y asombro, trascendencia y encanto, de allí que nos toquen
con sutileza y fuerza a la vez: nada escapa a su lupa escrutadora de todo
aquello que nos constituye, y con cada verso hallamos razón y una hondura
metafísica, que nos conmueven a cada instante hasta llevarnos a un inaudito
estado de éxtasis y contemplación. El poder de su pluma es tal, que lo
rutinario de la existencia en ella se transmuta y cambia de entidad, como si
con cada vocablo dejara plantada la semilla de una visión beatífica y a la vez
humana, que lacera los sentidos y las emociones.
En Apolo se desnuda, texto inserto en
Despertar compartido y que da título al volumen, leemos: “Se despoja del paño
/que le cubre. /Se quita su carcaj, /vacío de las flechas, /abandona a Pitón,
/muerta a sus pies, /y abrazado a su lira /desciende de su pedestal. // Quiere
acompasar /la música del agua, /que mana de las bocas/ de Circe y de Medusa, /y
atemperar la crueldad /de estas deidades. // Admiro la desnudez, /que el sol
envidia, /del dios de la juventud, /la belleza y las artes / y, atrevida, le
pido /unas notas aladas /que armonicen mis versos /y los hagan volar.”
Y esas “notas aladas” que pide la poeta a
los dioses crueles, que armonizan sus versos y los hacen volar, son en sí
mismas portento y belleza, relámpago que retumba en la noche de los tiempos,
luz que zigzaguea ante nuestros ojos perplejos de asombro y mudez; haz que
bordea los sueños en medio de las sombras, placidez que se abre paso entre el
desvarío de un mundo ajeno y ciego ante una obra que brilla con luz propia, que
se muestra y se posiciona como verdad poética, como palabra eternizada, que
mana como agua subterránea hasta llegar a nosotros convertida en placidez y en
encanto; en agradecimiento y prodigio.
rigilo99@gmail.com
Francisco Morales Domínguez,
nos trae su libro EL ACANTILADO
El escritor Francisco Morales Domínguez(Santa Cruz de Tenerife, 1971), también es poeta y guionista cinematográfico. Ha realizado media docena de cortometrajes, entre los que destacan: El reloj y El hotel en los que ejerció como director, guionista, actor y productor. Ha publicado, varias obras narrativas, El acantilado, Cuentos para renovarse, Un relato para las damas y un relato para los caballeros, Cuentos para renovarse, y Cuentos y encuentros.
Intriga, conspiraciones y una búsqueda desesperada en el corazón de Madrid.
Este emocionante thriller te lleva a través de una red de secretos, traiciones y oscuros intereses que conectan a personajes complejos con un pasado lleno de misterios. Desde las bulliciosas calles de Madrid hasta las desoladas fábricas abandonadas, cada página te sumergirá en una narrativa intensa donde nadie es quien parece ser.
No hay duda que es el gran paradigma de la época; sus desarrollos y aplicaciones intervienen tanto en el presente que no solo han transformado nuestro contacto y percepción del mundo, sino hasta han modificado la intimidad de millones de personas; y este no es otro fenómeno que la llamada Inteligencia Artificial. Desde luego, la prueba de Turing —que las respuestas de una máquina sean indiscernibles de las humanas— ya ha sido superada de largo y cuanto resulta más sorprendente: con una eficacia y fiabilidad superior a la de cualquier hombre, porque la máquina ni se distrae, ni se fatiga, ni yerra si los datos almacenados por ella y en los que se basa su llamado «aprendizaje» —adecuación progresiva de las respuestas a las precedentes— son los correctos. Como consecuencia de este prodigio, nos asalta de inmediato un ineludible interrogante que palpita lúgubre en el viejo mito del Gólem de Praga y emerge desventurado en Frankenstein o el nuevo Prometeo (1818), de Mary Shelley: ¿será capaz alguna vez un autómata de sentir?
—Por supuesto que no —me respondía hace
unas jornadas Montxo Algora, que ha instalado en el Palacio de Neptuno, de
Madrid, la trigésima edición de Artfutura; la exposición internacional de
algunos de los más depurados e innovadores ejemplos de arte ejecutado con
Inteligencia Artificial.
Y si según Algora, aquellos angustiados «replicantes» de Blade Runner (1982), ni siquiera se vislumbran, mucho más lejana, a su parecer, queda la madurez de la Inteligencia Artificial como procedimiento artístico, pues tanto la producción de programas para conseguir sus más sugestivas realizaciones —piensen, por ejemplo, en los hologramas— como la habilidad y el ingenio en su manejo por los creadores, aumentan de año a año exponencialmente. No obstante; las quince curiosísimas piezas, de otros tantos artistas, seleccionadas para Artfutura, por sorprendentes que resulten, no me atrevería a calificarlas todavía de originales, porque apenas reparen con agudeza durante su contemplación —y les aconsejo que lo hagan— adivinarán en las criaturas teratológicas que las protagonizan el sello del surrealismo y de lo onírico, según nos lo han mostrado sus más brillantes plasmaciones en el cómic y en las animaciones, por esta misma tecnología, para los films de ciencia ficción; es decir, que aún son obras vicarias de otras disciplinas artísticas. ¿Y cuándo llegará la independencia de este procedimiento para convertirse en un género? Sin duda, cuando se cotidianice y se comercialice por sí mismo, como sucede con el resto de las artes. ¿Y supondrá esto que suplante o postergue a las otras disciplinas? Ah; esa pregunta ya resulta más peliaguda de responder, pero es una evidencia palpable que en el cine ya ha irrumpido de forma tan consistente y habitual que, constatada su imparable evolución, sus logros pueden darle un giro tan radical como lo fue en su día la incorporación del sonido.
Absolutamente diferentes —y si me apuran,
hasta contrarias— de las fantasías digitales expuestas en Artfutura han sido,
por escuetas y carnales, el par de funciones que han ofrecido en la VIII
Edición del Festival Corral de Cervantes, de Madrid, mis amigos de Albacity
corporation, Antonio Campos y Carlos García Navarro, con sus Ejemplares de
Cervantes y su Cid; esta última representación acompañada deliciosamente por el
grupo musical La Musgaña. Ambos, Campos y García Navarro, batiéndose contra las
inclemencias mercantiles del teatro actual, con modestia pero con una
perseverancia inquebrantable, fueron adelgazando su compañía de comediantes
—qué remedio— hasta reducirla a un único actor, Antonio Campos. Y así llevan ya
media docena de montajes: desde La maleta de Jardiel Poncela en 2013, pasando
por El Buscón (2015) y La Celestina (2020), y por medio, Los amores oscuros
(2017), aplaudidos internacionalmente. Al punto que con este hacer de tripas
corazón han conseguido revivir el más genuino arte de la parodia, que se
remonta no solo aquellos juglares y saltimbanquis medievales, sino hasta los
remotos mimos y pantomimos, tan celebrados en la Roma imperial que aún conservamos
memoria de algunos como Pílades de Cilicia o Paris, el maestro de Nerón en el
oficio, o el desdichado san Ginés —patrón de la profesión—, decapitado por
soliviantar con su insolencia a Diocleciano.
Y de nuevo han venido a Madrid para
mostrar cómo Antonio Campos carga sobre sí toda la tensión dramática,
interpretando sobre las tablas cuantos papeles requiera la farsa, sin escatimar
argucias de farandulero y declamaciones vocingleras con que arrancar las
carcajadas del patio y, cuando el argumento lo exige, imponer la gravedad del
drama, sin otro alivio que el procurado por el terceto de músicos. En fin, algo
portentoso si no es ya abrumador; pero el viejo menester de cómico así lo
exige, y él no consigue, en cada una de sus recreaciones, sino rendirle leal y
cumplido homenaje, tanto como para que unos cuantos podamos presumir por ahí de
ser sus amigos.
Y como cuando lean estas líneas estarán
celebrando las muy primitivas fiestas del solsticio hiemal, que en la tradición
cristiana toman el augural nombre de Navidad; es decir, el nacimiento de Dios
como hombre, cuando la fraternidad y el alborozo preceden y acompañan los actos
con felicitaciones y regalos, les ruego que no olviden a nuestros compatriotas
de la huerta sur de Valencia, quienes seguramente estén viviendo las más
desastradas y aciagas de cuantas recuerdan. Por tanto; contribuyan cuanto
puedan a atenuar su calamidad que es mucha y sin visos de enderezarse con la
diligencia y hasta premura que este engreído Estado puede y debería.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 23 de diciembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 21 de diciembre de 2024
ANTONINO NIETO RODRÍGUEZ
Es poeta, videoartista, creador de espectáculos y rituales en los que aúna literatura, artes plásticas, circo, performers, ballets. Participa en diferentes programas de radio, revistas culturales y colabora con el equipo de Ámbito Cultural de El Corte Inglés.
Nos trae uno de sus audios poemas, titulado:
Desde el no lugar del tiempo
Madrid.- 20 de diciembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
El burrito, otra vez
Desaparecer de un plumazo el saludo
navideño, es pretender borrar siglos de tradición cristiana, es desconocer un
hecho universal que marcó la historia en un antes y en un después, es arrancar
de un tajo un “algo” profundo que nos marca como civilización
1. Un autor nunca sabe el verdadero
alcance de sus creaciones, porque ellas vuelan con sus propias alas y se
desprenden de sus hacedores para hacerse eternas. A finales de noviembre de
1975 en todas las emisoras de radio de Venezuela, se popularizó una hermosa
pieza navideña del compositor nacional Hugo Blanco, titulada El burrito de
Belén (o El burrito Sabanero, como también se le conoce desde entonces). Si
bien el género de la pieza es supuestamente aguinaldo venezolano, su sonido a
villancico hizo que su impronta trascendiera rápidamente las fronteras locales,
y llegara a otros países de América Latina, Estados Unidos, e incluso Europa.
En aquel entonces, la escuchamos en la voz del niño Ricardo Cuenci, de apenas
ocho años, en el contexto del Coro Infantil Venezuela, dirigido por Raúl
Cabrera, quien hiciera los arreglos.
A partir de aquel lejano año, no hay una
sola Navidad en Venezuela y América Latina, en la que la citada versión de la
pieza no se haga escuchar en cada rincón, convirtiéndose, como ha de suponerse,
en un clásico (la revista estadounidense Billboard la incluyó en la lista de
las 100 mejores canciones navideñas de todos los tiempos). Es más, con el
correr de las décadas la obra fue versionada por artistas como el colombiano
Juanes, los neoyorquinos Adrienne Bailon y Elvis Crespo, los mexicanos Eli
Castro y Pedro Fernández y, recientemente, el español David Bisbal, entre
muchos otros. Como dato curioso, no fue el niño Ricardo Cuenci el que primero
la interpretó, sino el gran cantautor nacional Simón Díaz, que la grabó en 1972
(año de su creación) para su disco de fin de año, pero se cuenta que el propio
Hugo Blanco no quedó satisfecho con el resultado, y contactó a la gente de la
Coral Infantil Venezuela para proponerles la pieza, cuya nueva y enriquecida
versión se convirtió en pocas semanas en un éxito.
La reciente adaptación de El burrito
Sabanero de David Bisbal, que suena con fuerza en España, aparece en su más
reciente producción titulada Todo es posible en Navidad, y como nos tiene
acostumbrados el joven cantante, la pieza adquiere con su estilo rumbero un
toque bastante acentuado de alegría y baile, lo que la hace contagiosa y un
estupendo regalo para las fiestas decembrinas, que buscan el reencuentro entre
familiares y amigos, la reconciliación de los pueblos y el cese de la guerra y
el dolor.
2. Hablando de Navidad, circula en España
una propuesta para que dejemos de desear Feliz Navidad y sustituirla por la
expresión Felices Fiestas, que, a entender de sus espléndidos e inteligentes
promotores, es “inclusiva” y “respetuosa” con las otras religiones. Vamos, no
es para nada inocente tal cuestión y hallo todo un rio de fondo, que se mece en
lo que hoy hemos dado por denominar como “políticamente correcto”. Desaparecer
de un plumazo el saludo navideño, es pretender borrar siglos de tradición
cristiana, es desconocer un hecho universal que marcó la historia en un antes y
en un después, es arrancar de un tajo un “algo” profundo que nos marca como
civilización y que llevamos dentro como parte del Ser. Podrán los “progres”
imponer su criterio, y que desde el punto de vista oficial se deje de imprimir
libros, papelería y anuncios publicitarios con el archiconocido saludo que
tanto nos alegra, pero lo que no podrán jamás es borrarlo de nuestras mentes y
corazones.
3. Las listas de los libros más vendidos
de los fines de año suelen ser una burda manipulación mediática que, desde las
supuestas encuestas hechas a libreros, autores y lectores (que sabrá Dios si
las aplican o no) pretenden imponer un criterio crematístico, que nos empuje a
salir corriendo a comprar una determinada obra que “se vende como pan
caliente”. Me dijo el otro día una querida colega escritora y amiga, con
estupendos contactos e información, que para que un libro pueda ser incluido en
estos dichosos ránquines, las editoriales (cuando no los autores) deben pagar
elevadas sumas de dinero. Claro, ustedes me dirán que el libro está inserto en
un mercado que lo mueve la compra-venta, y que ello es necesario para que se
produzcan libros, y es verdad, pero la manipulación de la opinión pública es un
juego oscuro del que se echa mano para crear falsas necesidades y expectativas.
4. En los buenos tiempos fui un comprador
compulsivo de libros, pero siempre procuré adquirirlos desde mis propios
referentes (autores conocidos, editoriales de calidad, revistas serias, colegas
y amigos escritores, ferias de libros y reconocidos críticos y premios
literarios). Empero, me he llevado mil y un chascos en todo esto, y el último
acaba de sucederme con el Premio Herralde de Novela, que este año ha sido
otorgado ex aequo a dos libros: Clara y confusa de la autora chilena Cynthia
Rimsky y Los hechos de Key Biscayne, de la española Xita Rubert. Ya leí el
primero, y por primera vez en mi vida lectora terminé de leer sin enterarme de
qué trata el libro: me resultó completamente ininteligible. De la obra dice el
editor: “Liviana y profunda, esquiva y sólida, hilarante y seria, esta novela
singularísima, que despliega un escurridizo y delicioso sentido del humor, nos
lanza algunas preguntas trascendentales…” Debo reconocer que nada de estos
“prodigios” alcancé a descubrir con la lectura. Es más, me aburrí como una
ostra y decidí no darle otra oportunidad. No regresaré a ella, mi tiempo es
valioso como para tirarlo al cesto.
5. De su Historia de la eternidad Jorge
Luis Borges deriva de antemano esta conclusión: “La vida es demasiado pobre
para no ser también inmortal.” No sé si ustedes comprenden lo mismo que yo,
pero la propia intelectualidad como sucesión, trae consigo el que pensemos en
la noción de lo eterno como “algo” inacabable, que viene y que va, que va y
viene, que se “estaciona” en el presente por ráfagas para perderse en un
sinnúmero de planos que se superponen hasta el infinito. Complejidad de complejidad,
diría Edgar Morin, de allí su abismo; de allí nuestra incertidumbre.
rigilo99@gmail.com
Jilgueros en Belén (compositor e intérprete Juan Calderón Matador)
Juan Calderón Matador, es de Alburquerque
(Badajoz), poeta, escribe también narrativa y teatro. Ha escrito
numerosas publicaciones, Camino ancho,
paso desolado, Eco de niño para voz de hombre, El destino nos ata y nos desata,
entre otras muchas más. En narrativa La
noche que murió Paca la Tuerta, Veinte
historias amables más un garbanzo negro, etc.etc.
Ha estrenado textos teatrales de su
autoría. Ha compuesto trescientas canciones, algunas han sido grabadas en
discos y cd. En 2010 fue candidato a representar a España en Eurovisión. Ha
obtenido varios premios, y durante varios años, Ediciones Cardeñoso convocó un
certamen de poemarios que llevaba su nombre.
Nos
envía este video, para estas fiesas decembrina, espero lo disfruten.
Sonia Muñoz Guevara
Nuevo libro de Alejandro
Varderi, Desde Manhattan: Visiones a
contracorriente
Conocí al escritor y
ensayista venezolano Alejandro Varderi (Caracas), en una de las Ferias del Libro,
en Santa Cruz de Tenerife, llevado a cabo en unos de los hermosos parques,
llamado Parque García Sanabria, en el año 2019. Presentaba su libro El mundo después, el quinto volumen y
final, de una saga familiar venezolana de origen catalán, que se desarrolla,
entre las ciudades de Caracas, Barcelona, Madrid y Nueva York, desde 1888 a
2016.Alejandro Varderi, caraqueño de padres catalanes ha vivido en Caracas y Barcelona, y desde el año 1985 vive en Nueva York, es profesor de Estudios Hispánicos en el Borough of Manhattan Community College(BMCC), y también coedita la revista literaria Enclave, por lo que intercambiamos palabras y opiniones, aquel dia, que visitó la isla.
Ahora recientemente publica otro libro, Desde Manhattan: Visiones a contracorriente. Editada en español, y está disponible en Amazon.
Esta colección de conversaciones y observaciones reúne entrevistas y artículos publicados fundamentalmente en español, en periódicos, revistas y antologías a lo largo de 10 años de reflexión en torno a la literatura, el cine, el arte y el teatro. Todo ello dentro de esta contemporaneidad cada vez más polarizada donde nos hallamos inmersos. Destacar las voces silenciadas por los discursos dominantes; denunciar el acoso a quienes se rebelan contra aquellos que controlan, manipulan e imponen; meditar acerca del incremento de las autocracias a nivel global, muchas veces apoyadas por los ciudadanos mismos; son algunas de las preocupaciones que movilizan la escritura, siempre a contracorriente, y con la isla de Manhattan como marco.
Es autor de las novelas: Para repetir una mujer (1987), Amantes y reverentes (1999, 2009), Viaje de vuelta (2008), Bajo fuego (2013), El mundo después (2017) y De
aquí y de allá (2022). Entre sus libros de ensayos se encuentran: Severo
Sarduy y Pedro Almodóvar: del barroco al kitsch (1996), Anatomía de una seducción: reescrituras de
lo femenino (1996, 2013), A New York
State of Mind (2008), De lo sublime a
lo grotesco: kitsch y cultura popular en el mundo hispánico (2015) y
Cámara, acción reacción. Cine e
intolerancia en Iberoamérica (2021).
Un saludo desde Madrid, y
espero verte en la Feria del Libro de Madrid, otro parque hermoso, como es El
Retiro, una buena ocasión, para que presentes tu libro. Ahí nos vemos. !Hasta
pronto!.
Madrid.- 16 de diciembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
El
infinito en Irene Vallejo
El encanto del libro de Vallejo va más
allá de los linderos del género ensayístico, se adentra con gozo en un
panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia
lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser
Me acerqué por primera vez a El infinito en un junco de Irene Vallejo
en plena pandemia (por allá en el 2021): me lo llevó a Venezuela el buen amigo
y también escritor canario (y venezolano por adopción y corazón) Ángel Nazco
García, a solicitud de mi parte. La edición era la ya clásica de Siruela:
grande e imponente de ese mismo año (de las tantas que se han sucedido por su
éxito de ventas), y sin excusas dejé de lado todo lo que hacía (generalmente
lectura y escritura) para meterme en sus páginas. Y lo hice con gozo: un gozo
extraño si se quiere, porque me hablaba del nacimiento de ese objeto puntual y
extraño que es un libro desde un libro: una recursividad inaudita de quien ha
hecho de este maravilloso “artilugio” clave y síntesis de una pasión compartida
por cientos de miles de lectores en muchos países, quienes desde su salida lo
adoptaron como a un entrañable amigo, e hicieron de él una suerte de “manual de
consulta” cuando la palabra se nos va por senderos inauditos, y echamos mano de
una tabla de salvación que nos pone en el contexto de lo inasible y etéreo; ergo,
en el de las ideas.
No es la primera vez que me acerco a Irene
y a su libro. Es más: ya he ensayado en un par de oportunidades aproximaciones
a la obra desde este gran medio y no he quedado del todo satisfecho, porque son
tantas las cuestiones que me asaltan, que termino el texto y quedo con la misma
sed. Intento, pues, salvar el inmenso escollo interior para decirles que no
contento con leer su libro y escribir sobre él, cuando tuve la oportunidad de
viajar a Madrid (en junio de este año) me acerqué a la feria del libro y no
sabía que Irene Vallejo se presentaría en el estand de la editorial, y cuando
me enteré por un anuncio del altavoz que ella estaría dando firmas, me aparecí
por allí, pero la fila era interminable.
Sin pensarlo dos veces (las grandes cosas
parten muchas veces de decisiones no meditadas, aunque no siempre es así), y
pasando por delante de decenas de personas que se agolpaban para que Irene les
firmara sus ejemplares, me acerqué y la saludé: le dije que había escrito un
artículo sobre su libro y solo deseaba saludarla. Ella, con una gran sonrisa me
atendió con cortesía, y para mi sorpresa tomó una postal promocional con su
imagen y su nombre y escribió estas palabras: “Para Ricardo Gil Otaiza con
infinito cariño”, y estampó su firma. A estas alturas uno de los organizadores
del evento se acercó a nosotros e increpó mi conducta, pero ella le salió al
paso: “Él escribió un texto sobre mi obra” y sin perder su sonrisa me la
entregó y nos despedimos. Estuve tentado de pedirle una selfi, pero al destino
no se lo puede tensar in extremis porque puede romperse la magia. Me conformé
con tomarle un par de fotografías a lo lejos, y me marché.
Ni decirlo: en ese instante decidí buscar
de nuevo El infinito en un junco que
había dejado (ya muy gastado) en Venezuela, y adentrarme de nuevo en sus
páginas, pero esta vez en la edición de Debolsillo y Siruela (2024), y así lo
hice. El subtítulo del libro es genérico: “La invención de los libros en el
mundo antiguo”, pero es mucho más que eso, lo que pudiera frenar a potenciales
lectores en la falsa creencia de que refiere a un mero hecho histórico, cuando
se trata, sin más, de una experiencia reveladora en el tiempo con uno de los
objetos más maravillosos creados por la inventiva del ser humano. La obra nos
lleva por los territorios del ser a descubrir el hilo que conecta a diversas
civilizaciones, y cuyo eje articulador es un “objeto” cuya impronta ha
trascendido el tiempo, para erigirse en centro del conocimiento, pero también
de culto y encendidas pasiones intelectuales.
El infinito que la autora alude en el título es clave en la comprensión de la obra: no hay límites que puedan contener a la imaginación cuando nos internamos en un libro, porque nos lleva por insospechados mundos: recrea aventuras que van más allá de lo fáctico para hacer de nosotros posesos de un “algo” intangible y etéreo, pero que está en nosotros, que nos mueve en nuestra interioridad, que nos impulsa a querer más de lo que nuestras circunstancias personales puedan ofrecernos; quien lee y se interna en una obra ya no está en el “ahora”: su mente y su espíritu están revoloteando en insondables espacios, en sutiles territorios del ser, en dimensiones que solo el lector puede recrear y que son distintas a las de los otros, porque toman de nuestra experiencia todo aquello que configura la existencia y sus disímiles matices por ser de nuestra exclusiva identidad.
La prosa de Vallejo es reveladora: cada
renglón trae consigo nuevas experiencias y nos adentran en gráciles espacios
que buscan desentrañar lo propio de lo humano: entonces revelar es revelarse,
es ir más allá de lo asentado en cada página para tocar en el lector hilos muy
finos que jamás pudiésemos sospechar que se encontraran allí; es mirar por
encima de nuestra finitud y lanzarnos por desconocidos territorios que
conjuntan la palabra con la experiencia humana. Los hilos tejidos desde esta
perspectiva hacen del todo un rico tapiz de posibilidades estéticas, que nos
llevan a descubrir novedosas perspectivas desde lo personal y lo libresco: una
dupla insustituible a la hora de sopesarse el libro como un logro
civilizatorio, y su impronta en nuestras vidas.
El encanto del libro de Vallejo va más
allá de los linderos del género ensayístico, y se adentra con gozo en un
panóptico de espectros que tocan muchos otros, para mostrarnos la experiencia
lectora desde lo sagrado y lo sublime, pero sobre todo desde el Ser. Ensayo
histórico, novela, cuento, estudio, fábula y poema épico se dan la mano en
estas magistrales páginas para mostrarnos, con prosa exenta de artificios, los
derroteros de un objeto pluridimensional como lo es el libro, que avanza a
través de los siglos con sutil encanto y auctoritas, renovando su rostro y su
forma, pero manteniendo la esencia de su cometido: comunicar lo humano.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 16 de diciembre de 2024
Poesía Recitada
El minuto interior" Rubén Martín Díaz (España)
https://www.youtube.com/watch?v=Cnh2-Cf4Ezg
Santa Cruz de Tenerife.- 14 de diciembre de 2024
El Gobierno de Canarias crea una comisión para decidir la figura protagonista del Día de las Letras Canarias en 2025
Nueve firmas de la literatura insular
actual se reunirán en las próximas semanas para deliberar cuál es la mejor
figura
El Gobierno de Canarias ha conformado una
comisión de expertos para decidir la figura protagonista del Día de las Letras
Canarias en 2025. La orden, publicada en el tablón de anuncios del Gobierno,
que establece por primera vez un protocolo de cara a la designación las futuras
ediciones del Día de las Letras Canarias.
Esta decisión novedosa se toma con la
voluntad de que sea el propio tejido literario de Canarias quién escoja a sus
autoras y autores homenajeados. La viceconsejería de Cultura y Patrimonio
Cultural, busca así, “establecer un protocolo que garantice la difusión y
objetividad en las siguientes ediciones de esta conmemoración anual”.
Las personas encargadas de esta tarea
serán: José Ramos Arteaga, Alicia Llarena González, Beatriz Morales Fernández,
Katya Vázquez Schröder, Humberto Hernández Hernández, María Isabel García
Bolta, Félix Martín Hormiga, Eduardo García Rojas y Lázaro Santana Nuez.
Esta reunión se llevará a cabo en las
próximas semanas. Tras la deliberación de los vocales se anunciará la pluma que
tomará el testigo a Ángel Guerra, escritor homenajeado durante 2024.
El Gobierno autónomo homenajea anualmente
desde 2006, a través del Día de Las Letras Canarias, a una figura relevante de
la literatura canaria, a la que dedica durante doce meses un amplio programa de
actividades para contribuir a difundir su obra y su trascendencia literaria.
Esta agenda comienza con el acto institucional que se celebra cada 21 de
febrero, día en el que se conmemora el fallecimiento de José de Viera y Clavijo
en 1813. En las últimas ediciones han protagonizado esta celebración grandes
nombres como Dolores Campos-Herrero, Félix Francisco Casanova y Ángel Guerra.
Madrid.- 10 de diciembre de 2024
Por: Gastón Segura
Setenta y cinco veces Faulkner
Como quiera que cuando se abría el año ya
les escribí un recordatorio del centenario —estos días recién cumplido— de mi
venerado Marcelo Mastroianni («Y tan humano», el 8 del 1, en Todo Literatura),
me acojo ahora, y como escapatoria del barrizal, al septuagésimo quinto
aniversario de la concesión del Nobel a William Faulkner, cuya novela ¡Absalón,
Absalón! (1936) me supuso, un verano de hace ya más de cuarenta años, lo más
parecido a una epifanía. Tanto es así que, durante su lectura, más asombrado
que absorto, me repetía que si aquello se había contado y de aquella manera,
merecía la pena empeñar la vida en emularlo. Y si algo lamentaba, era no poder
embeberme, una página tras otra, en el slang de Misisipí, como también me
sucedió posteriormente con su Mientras agonizo (1930) o su Desciende, Moisés
(1942), de la que no fui capaz de absorber su tumefacto poso en tanto no
descubrí, casi mediada la narración, que quien rememoraba era un mulato,
desheredado vástago de una familia de estancieros sudistas, de aquellos de
mirada inclemente, fusta presta y brioso alazán. Hecho capital que la pulcra
traducción al español impedía percibir, cuando en la edición original
norteamericana era evidente apenas alcanzada la primera coma.
En efecto; tanto por sus argumentos, tan
remotos y tan vivos —no en balde, son, rueda que te rueda, los mismos de la
Biblia, impresos indeleblemente en nuestras almas y en las de cuantos hombres
hayan de sucedernos— como por su forma de relatar: a la manera de habladurías
de taberna, romanceadas con esa desgana de quien cuenta algo ya sabido y que no
merece mucho la pena volverse a revivir. Y no por otra razón —por esa manera de
narrar, entonces tan nueva, y tan coloquial y añeja a la vez— soporta todavía,
hasta en los EEUU, el sambenito de novelista enrevesado e incomprensible, como
he comprobado con pasmo más de una vez al preguntar por él a sus paisanos. Sin
embargo; este novelar, tan peculiar, se derramó sobre nuestras letras; sin ir
más lejos, en la inconmensurable Hombres de maíz, de Miguel Ángel Asturias,
publicada ese mismo año de 1949, o en Carlos Fuentes, o en Juan Carlos Onetti,
o en Vargas Llosa, por no hablar de García Márquez, y no solo por Macondo como
trasposición bananera del algodonal Yoknapatawpha, sino por su temprana huella
en La hojarasca (1955) o en La mala hora (1962), o ya de una forma tan
admirable y socarrona como para tomar trazo propio en la siempre excepcional El
otoño del patriarca (1975); esto allá, porque acá, se la presiente en Ignacio
Aldecoa y en Martín Santos, y casi se la reconoce en Fauna (1968), de
Vázquez-Azpiri, o en San Camilo, 1936 (1969), de Cela, o en Si te dicen que caí
(1973), de Marsé, y en tantos otros títulos del momento y aun en los siguientes
hasta hoy. Y, por supuesto, con la narrativa hispana también el resto se empapó
de su salmodia descarnada, tanto es así, que no conozco mejor epígono suyo que
António Lobo Antunes.
Un genuino relatar por retahílas
memoriosas que van sonando a retumbos telúricos a medida que avanzan, y que no
lo adquirió por una mirífica iluminación, sino tras el rechazo editorial de
Banderas sobre el polvo (1927; de inmediato reformada para su publicación bajo
el título de Sartoris [1929]), cuando con la mayor agrura en el gaznate comenzó
a escribir según sentía y escuchaba entre sus paisanos del Dixieland, blancos,
negros e indios —pero todos harapientos de espíritu e intención—, la
intraducible —por más que se vendan por ahí aseadas traslaciones al español— El
sonido y la furia (1929), sin importarle un carajo si alguna vez sería apta
para imprimirse.
En cuanto al Nobel, tal fue su apatía
hacia el galardón que ni se lo comentó a su familia mientras se marchaba de caza;
es más, su hija Jill lo supo porque la llamó, todo azorado, el director de su
colegio, al punto que acudió a recogerlo al año siguiente, y tras presiones de
su editor Albert Erskine y del poderoso Departamento de Estado. Y en absoluto
por un altisonante gesto de protesta; simplemente por su aversión por todo
reconocimiento que no fuera la lectura de su obra y por su indiferencia a
cuanto estuviese más allá de las lindes de su Oxford, en Misisipí.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 08 de diciembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 10 de diciembre de 2024
Del 10 al 15 de diciembre
Nace ABRAPALABRA, un festival de literatura infantil y juvenil que celebra el poder de la literatura como refugio
Un proyecto de la Fundación Montemadrid y La Fábrica que tendrá lugar en Madrid entre el 10 y el 15 de diciembre con La Casa Encendida como sede principal.
Ilustradores como Hervé Tullet, Catarina
Sobral, Andrea Antinori, Paloma Valdivia o Noemí Villamuza; escritores como
Irene Vallejo, Gustavo Martín Garzo, Jordi Sierra i Fabra, Paula Carballeira,
Begoña Oro, Juan Kruz Igerabide o Pedro Mañas; y referentes de las artes
escénicas como Titiriteros de Binéfar son algunos de los participantes en esta
primera edición.
La programación incluye más de 60
actividades, que van desde talleres creativos, encuentros con autores y
espectáculos, a narración oral y exposiciones para disfrutar en familia.
El Corte Inglés es el patrocinador
principal del Festival y contará con un espacio especialmente habilitado para
recibir a los participantes de ABRAPALABRA en el Patio de La Casa Encendida.
El Festival desplegará más de 60
actividades que tomarán los diferentes rincones de La Casa Encendida con una
programación que se extenderá también a colegios y bibliotecas de la ciudad de
Madrid. cinco días de actividades con artistas, ilustradores y creadores en
múltiples formatos: talleres creativos, encuentros, conversaciones, narración
oral, títeres, espectáculos y exposiciones para disfrutar en familia del amplio
universo de la literatura infantil y juvenil.
Ver enlace del programa:
https://festivalabrapalabra.es/programa/
Madrid.- 10 de diciembre de 2024
Editorial Betania, Felipe Lázaro
2º edición de la antología POESÍA CUBANA: LA ISLA ENTERA de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora
Al cumplirse casi los 30 años de la primera edición de la antología Poesía cubana: La Isla Entera (Betania, 1995; 402 pp.) hemos publicado una 2ª edición conmemorativa con un prólogo del poeta cubano León De La Hoz donde analiza el contexto político-cultural de finales de los años 90 en Cuba.
Desde la primera edición (1994), los
poetas seleccionados (residentes dentro y fuera de Cuba) son: Miguel Barnet,
José Mario, José Kozer, Isel Rivero, Pío E. Serrano, Rafael Catalá, Belkis
Cuza-Malé, Guillermo Rodríguez Rivera, Reinaldo García Ramos, Nancy Morejón,
Magali Alabau, Lina de Feria, Julio E. Miranda, Delfín Prats, Raúl Rivero,
Lilliam Moro, Maya Islas, Felipe Lázaro, Luis Lorente, Gustavo Pérez Firmat,
Rolando Estévez Jordán, Alina Galliano, Lourdes Gil, David Lago González,
Rafael Bordao, Orlando González Esteva, Mercedes Limón, Reina María Rodríguez,
René Vázquez Díaz, Bladimir Zamora, Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield, Iraida
Iturralde, Elías Miguel Muñoz, Víctor Rodríguez Núñez, Roberto Valero, Daína
Chaviano, Ángel Escobar, León De La Hoz, Ramón Fernández Larrea, Alberto Lauro,
Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Reinaldo García Blanco, Emilio García Montiel,
Arístides Vega Chapú, Sonia Díaz Corrales, Omar Pérez López, Antonio José
Ponte, Nelson Simón González, Laura Ruiz Montes, Damaris Calderón Pérez, Camilo
Venegas Yero y Norge Espinosa Mendoza.
Aquellos lectores que deseen tener
ejemplares impresos pueden adquirirlos en AMAZON en el siguiente enlace:
Madrid.- 10 de diciembre de 2024
Presentación del libro:
Isvara y el fuego interno de José Pablo Miguélez
El próximo miércoles 11 de diciembre (18.30 horas) se presentará el libro Isvara y el fuego interno del empresario, mercadólogo y escritor mexicano José Pablo Miguélez, publicado en Letrame Grupo Editorial, en el Instituto Cultural de México en España, en la carrera de San Jerónimo, 46 (Madrid).
El libro es más que una historia de aventuras, es una reflexión sobre cómo la paz y el equilibrio externo solo pueden lograrse cuando se conquista la guerra interna. Intervienen el autor y la periodista Maria Vico.
Sinopsis
En un universo donde la luz y la oscuridad están entrelazadas, Isvara es la última esperanza para restaurar el equilibrio entre dos mundos.Tras la caída de Binar, su pacífico hogar, bajo el dominio del tirano Loma, Isvara se ve obligada a huir y enfrentar su destino.Guiada por el sabio Unipher y acompañada de sus amigos Eva y Andros, deberá enfrentar sus propios miedos y descubrir que el verdadero poder no está en la fuerza, sino en la conexión con su esencia.A medida que Isvara se prepara, deberá descubrir si su despertar interior será suficiente para salvar el destino de su mundo.Este libro es mucho más que una historia de aventuras; es una reflexión filosófica sobre el poder de la mente y el corazón, sobre cómo la paz y el equilibrio externo solo pueden lograrse cuando se conquista la guerra interna.Isvara y el fuego interno es una odisea trascendental que te invita a preguntarte: ¿puedes ser la luz en tu propio mundo? ¿Puedes transformar tus miedos en fuerza?Ideal para quienes buscan acción, filosofía y una inspiradora odisea de transformación personal.
Madrid.- 05 de diciembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Los
ojos que la miran
Hay autores que me caen bien y otros no
tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo,
y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de
leer sus obras y de disfrutar de ellas
1. Echo de menos a los verdaderos
libreros: aquellos que sabían de literatura, que conocían de autores y podían
orientarnos con certeza en nuestras compras. Pululan en las librerías de España
vendedores de libros, que a lo sumo les suenan los nombres de los clásicos,
pero no los conocen; son los mismos a los cuales tienes que deletrearles con
paciencia el nombre de Jorge Luis Borges, o de James Joyce, o de Thomas Mann, o
de Julio Cortázar, porque cuando los escriben en la pantalla se equivocan y el
sistema muestra “error”: son los mismos que no te miran a la cara porque eres
apenas un eslabón más en la larga cadena de comercialización de los libros, que
dicho sea de paso es rica y poderosa, pero se sostiene con los best sellers; y
“lo demás es silencio”, como la única novela de Monterroso, que tampoco es
novela ni ensayo ni poesía, pero es todo eso y mucho más.
2. Y ganó el Nobel de Literatura la autora
Han Kang, surcoreana y desconocida para muchos, y joven (por suerte), ya que
casi siempre se lo otorgan a escritores muy ancianos, a los que no les queda
mucha vida para disfrutar de la abrupta fama y de la fortuna que reciben, que
suele quedársela en buena medida los Estados con sus altos impuestos y las
agencias que los representan, cuyas negociaciones, por cierto, bien lo
justifican, porque a esas alturas la cuestión no es muy sencilla como solemos
creer, ya que se dirimen múltiples variables entre las cuales observamos el
género, las ideas y posturas ideológicas de los nominados, los continentes y
países de origen, y toda una caterva de elementos que escapan a nuestro
entendimiento y comprensión; como incomprensible fue que no lo ganaran
luminarias como Tolstói, Dostoyevski, Zola, Joyce, Kafka, Borges, Reyes, Woolf,
Fuentes, Marías y Auster, entre muchos otros, y que mantengan en vilo a enormes
escritores como Murakami y Houellebecq, y así a un largo etcétera.
3. “Comprendo muy bien el placer de la
lectura, pero todavía no alcanzo a ver claro el que pueda decirse de escribir”,
lo expresa Monterroso en La letra e, y a propósito he leído en las últimas
semanas declaraciones de autores prestigiosos y exitosos, que venden sus libros
como pan caliente y terminan afirmando cuestiones como “me cuesta escribir”,
“no disfruto de la tarea de escribir”, “me parece pesado escribir”, y otras
cosas por el estilo. Por supuesto, no es lo mismo leer que escribir: en el
primer “oficio” estamos distendidos, a la libre, internos en unas páginas que
nos entregan disfrute (aunque a veces nos topemos con auténticos ladrillos que
abandonamos a las primeras de cambio), pero escribir es un “algo” que exige
mucho de nosotros, que nos lleva por derroteros insospechados y todo esto
genera ansiedad y estrés. En lo personal puedo afirmar que disfruto de la
escritura, así como de la fase de corrección de mis textos (reescritura), y me
parece un auténtico milagro ver el texto definitivo ante mí: iluminado en la
pantalla, articulando ideas y comunicando mi sentir, y el mayor gozo es cuando
el texto (o libro) sale publicado, porque hay la expectativa de lo que
expresarán los lectores y se instala entonces una suerte de cosquilla en el
estómago, que me dice que valió la pena el esfuerzo y el tiempo invertidos,
porque guste o no lo escrito: allí queda como una huella, como signo de vida,
como un ave ligera y fugaz que revolotea por el cielo sin importarle los ojos
que la miran.
4. Hay autores que me caen bien y otros no
tanto, y en esta percepción no importa si está vivo o se marchó al otro mundo,
y lo simpático de todo esto es que, a pesar de caerme mal algunos, no dejo de
leer sus obras y de disfrutar de ellas, porque al fin y al cabo suelo separar
ambas nociones y me interno en sus páginas sin importarme el que sus
personalidades y opiniones choquen con las mías. Leo con enorme placer la obra
de José Saramago, y considero algunos de sus libros como obras maestras, pero
él me caía mal como persona: su arrogancia era sencillamente intragable y ni
decir su aquiescencia frente a regímenes oprobiosos y nefastos. Me fascinan
Monterroso y Borges, porque a pesar de ser ideológicamente opuestos asumían la
vida y sus circunstancias con enorme ironía y sentido del humor, y sus obras se
debaten entre la perfección estilística y la hondura metafísica, que son, a mi
entender, dos filones impagables en la literatura.
5. “Pero ¿no es la incredulidad una forma
maravillosa de libertad?”, se pregunta Manuel Vilas en El mejor libro del
mundo, y la interrogante me golpea profundamente, abre en mi cabeza
insospechados surcos, me deja temblando en la silla en donde me encuentro
degustando también de un café, y caigo en la cuenta de que es cierto: no hay
nada mejor que estar libres de equipaje en cuanto a muchas cuestiones, sobre
todo en lo religioso y también en lo político, y así recuerdo la sabiduría de
mi madre cuando afirmaba sentenciosa que “no hay que creer ni dejar de creer”:
y en ese abismo o hiato que se abre entre ambas percepciones (complejas, por
demás) se cuece la existencia, y deja en nuestras manos la capacidad de
discernir; de tomar el camino que creamos conveniente; de no aferrarnos a lo
que coarte en nosotros la luz del entendimiento y la razón; de poder atisbar
los peligros que nos asechan y seguir adelante y victoriosos; de sopesar los
pros y los contras de cada circunstancia y tomar partido por aquello que no
signifique férreas ataduras que nos hagan menos libres. Es decir: un “no creer
ni dejar de creer” medido y juzgado en su justa dimensión humana, que no nos
cierre la perspectiva de lo insondable, pero que no nos esclavice en aras de
“causas” que muchas veces no son diáfanas ni transparentes y nos sometan hasta
hacer de nosotros seres alienados, descerebrados, apegados a “la nada”,
trasteando aquí y allá en medio de las tinieblas de los tiempos, haciéndoles el
juego a insospechados factores de poder que se articulan y organizan movidos
por lo crematístico.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 28 de noviembre de 2024
Por: Gastón Segura
Un siniestro vaticinio de McLuhan
Añadiré, además, que ni como Twitter
antes, ni como X ahora, he sentido la menor tentación de utilizarla, porque me
resultó antipático un sistema de comunicación que imponía un número restringido
de caracteres —originalmente, 140; y en este momento hasta 280—, cuanto
permitía poco más que una soflama o, en el mejor de los casos, una
felicitación; en definitiva, simple propaganda. Pero si yo adiviné entonces su
chata y hasta burda función; ¿cómo personas mucho más duchas en el oficio de la
divulgación no lo atisbaron de inmediato? De modo que dárselas ahora de
ofendidos por cuánto haya contribuido su propietario desde los intestinos del
sistema al triunfo comicial de Trump, suena más a mera pataleta que a
benemérito arrebato en defensa de una supuesta ecuanimidad. Es más; en esa
hipotética equidistancia, basada en la ilusa apariencia de que cuantos mensajes
circulan por ese sistema son producto libre e individual de sus afiliados, es
donde se halla la gran trampa, cuando es notoria, hasta para una persona del
todo ajena a ese tinglado como servidor, la capacidad de primar los mensajes
favorables a los intereses de la empresa, mientras son postergados y hasta
suprimidos aquellos que la incomodan; eventualidad que los ahora escandalizados
conocían o debían conocer suficientemente cuando participaban en Twitter o,
recientemente, X.
Y este suceso no superaría la importancia
que encierra el elegir esta o aquella cabecera de periódico ante el quiosco si
no fuese porque las redes sociales en su conjunto, por el constante e íntimo
uso del smartphone, han modificado decisivamente nuestros hábitos y, en muchos,
hasta la mentalidad. Sobre tan espinosa coyuntura estábamos abundantemente
avisados por Diego Hidalgo —quien, por cierto, recomienda el empleo de un
teléfono portátil de los llamados «de concha» para prevenir esta dependencia—
en Anestesiados (2021), donde expone con multitud de testimonios las
estrategias y los mecanismos de esa ingeniería para coartar nuestra «capacidad
de elegir», que, en palabras de Jean Paul Sartre, sería el sustrato último y
definidor de la libertad. Al punto que me resulta hasta redundante repetir la
sentencia de Marshall McLuhan, el gran tratadista de la comunicación, cuando, a
la vista de los primeros balbuceos de las redes electrónicas, advirtió: «Una
vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la
manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros
ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho».
Décadas antes, Martin Heidegger, al
sopesar la irrupción de la tecnología en la historia, ya intentó proponer en
sucesivos ensayos una nueva posición del hombre ante este avasallador fenómeno,
no acabara «cosificándose» como ya había obrado la técnica a secas con la
naturaleza. Esta poiesis radical heideggeriana —«vivir como si estuviésemos al
borde de la muerte»— no surtió el menor efecto por la propia «facticidad» de la
vida que, en la actualidad, nos impele sin receso a incurrir en las redes
sociales como utilísimas muletas —o en la conceptualización de McLuhan,
«prolongaciones»— de nuestra fisis. No obstante; este empleo como meros
mensajeros se me figura prudente si lo comparo con la afición por las
aplicaciones digitales que procuran una respuesta de la comunidad de «amigos» o
seguidores —casi todos, desconocidos— y que han provocado una morbosa egolatría
en sus adeptos —alimentada sin tregua con fotos o selfies, o con
magnificaciones de celebraciones particulares, o con esos chistes (en su
mayoría groseros) llamados memes—, quienes, persiguiendo un gratificante e
inmediato reconocimiento, quedan viciosamente presos de estas plataformas,
mientras su existencia se satura con un presente banal tan fugaz como
apremiante.
Esta ansiedad por la rápida satisfacción
individual anula cualquier aspiración hacia un porvenir común, cuanto deja a
sus practicantes crédulos e indefensos ante las fulgurantes fake news y otras
obnubilaciones perniciosas, al tiempo que los va sumergiendo, por simple abuso,
en un solipsismo y su correlato: una realidad exclusivamente virtual; cuyas
consecuencias más chocantes y extremas ya las estamos atisbando con noticias
sobre alguna que otra reciente solicitud de matrimonio con un «avatar»,
fabricado mediante ordenador. Evidencias palpables de esa «cosificación» que
temía Heidegger hace casi una centuria.
Dicho esto, les aseguro que no pretendo
encaramarme sobre el estrado de los apocalípticos, sino describirles, desde mi
formación entre los estertores de la Galaxia Gutenberg y los inicios de la
Aldea global televisiva, el presente, además, con una resignación compadecida
por las nuevas generaciones, inmersas desde la infancia en esta nueva
Digitalización global, cuyo destino parece conducirse al cumplimiento del
siniestro vaticinio de McLuhan.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 26 de noviembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 28 de noviembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Mi gran noche
Los escritores salimos, sable en ristre, a
asentir o a disentir, a apoyar lo que los lectores expresan, o a rebatirlo, a
aclarar las barbaridades que se dicen acerca de un determinado texto nuestro
1. “Entre más libros leemos, más pronto
percibimos que la verdadera función de un escritor consiste en producir una
obra maestra, y que ninguna otra tarea tiene importancia” (tomado de The
Unquiet Grave de Cyril Connolly, libro publicado en 1944 que le obsequió José
Emilio Pacheco a Augusto Monterroso, y quien lo cita a su vez en su libro La
letra e). No nos extrañe, pues, que entre el primero y el segundo libro del
gran escritor guatemalteco (Obras completas (y otros cuentos) y La oveja y
demás fábulas, respectivamente) estén de por medio diez largos años. Con una
afirmación tan lapidaria, cualquiera, por lo mínimo se intimida, o se frustra,
o tira la toalla y se dedica a otra cosa. Monterroso tenía 38 años cuando leyó
el aserto, y acababa de publicar su primer libro (1959). Me imagino que tuvo
que vencer sus temores y su reconocida timidez para lanzarse a la aventura
libresca luego de tan categórica premisa; de allí, me imagino, su escasa
producción y sus reticencias a dar nuevos libros a la imprenta, a pesar de las
presiones que recibía de parte de sus amigos.
2. Debo reconocer que sufro de “pereza
soñadora”: la misma que decía padecer el alemán Thomas Mann autor de La montaña
mágica y de La muerte en Venecia. Con la debida distancia, confieso que me la
paso todo el santo día en una suerte de ensoñación en la que escribo esto y lo
otro, en la que me lanzo con vigor a emprender un nuevo libro, en la que
imagino libros fabulosos que salen de mi pluma y recorren el mundo como aves
migratorias mostrando lo que soy capaz de crear, pero puede más la pereza, y
así me digo: “lo dejo para mañana”, “a partir de noviembre me siento a plasmar
el libro que me ronda”, “ya habrá tiempo para el proyecto que atesoro desde
hace años”, “no hay ningún apuro”, y resulta que sí lo hay: el tiempo pasa y
envejezco, muy a pesar de lo que han dado por llamar como “la nueva longevidad”
en este mundo tan extraño que nos corresponde vivir, y cada mañana cuando abro
los ojos me digo: levántate, hombre, que el sol sale para todos, ve a sentarte
a escribir lo que desde hace tiempo planeas; y suele haber una excusa, sólida
por supuesto, pero excusa al fin y al cabo.
3. Siempre les hablé a mis estudiantes de
Farmacia en la universidad de las fulanas alucinaciones por acción de muchas
drogas, y recuerdo que tenía que sacarlos del error (común, no se crean) de que
sólo se trata de ver algo irreal, cuando es un fenómeno sensorial que puede
afectar todos nuestros sentidos. Confieso que no he alucinado mucho en el
sentido literal del vocablo, o por lo menos que yo recuerde (tal vez en mis
fiebres infantiles, que eran demasiadas y de veras muy altas, porque sufría de
amigdalitis de manera recurrente), pero hace pocos meses, cuando me hallaba en
el aeropuerto a la espera de mi vuelo para dar el salto del charco y así ver a
mi familia, escuché toda la tarde y parte de la noche por el altoparlante del
salón, un viejo tema del cantante español Raphael, titulado Mi gran noche, y
pensé que todo el mundo lo escuchaba y no le prestaba atención al suceso, pero
luego, recapacitando al respecto, llegué a la conclusión de que sólo lo
escuchaba yo, y que era uno de los efectos secundarios del psicofármaco que
consumí (prescrito por un facultativo, por supuesto) para atemperar mi elevado
estrés como producto del inminente cambio. Lo curioso del hecho, no es que el
tema estuviera en mi cabeza: que podría ser una obsesión, como cuando
amanecemos con un tema musical en nuestra mente y está todo el día fatigando
nuestra vigilia, sino que la canción sonaba a todo volumen en la sala de espera
del aeropuerto y así fue hasta que me subí en el avión: su nítido eco resonaba
y se mezclaba con las voces del gentío que hacía cola para el chequeo y luego
en la espera del llamado. “Mi gran noche”: nunca una alucinación había sido tan
atinada.
4. Es común entre los escritores el tener
que defender nuestras posiciones intelectuales y la obra frente a muchos otros,
y esto es muy distinto en el caso de los artistas plásticos: que exponen sus
obras y luego se marchan a la espera de la vindicta del público espectador, y
listo. Los escritores salimos, sable en ristre, a asentir o a disentir, a
apoyar lo que los lectores expresan, o a rebatirlo, a aclarar las barbaridades
que se dicen acerca de un determinado texto nuestro, o a expresar nuestra
displicencia frente a alguien que lo hace sólo para molestar y sin criterio
estético y epistémico alguno. La obra escrita no se defiende por sí sola,
porque se presta para la libre argumentación y la súbita tergiversación, lo que
nos molesta, por supuesto, somos humanos, pero luego de tanto luchar con los
molinos de viento los autores guardamos la espada y nos decimos, no sin
fastidio: “digan lo que digan, los demás”, como el viejo tema de Raphael.
5. ¿Qué sería del arte si los albaceas de
una obra o los descendientes de un autor les hicieran caso en su lecho de
muerte y quemaran parte del legado? Por supuesto, se perderían muchas obras
maestras, aunque también los lectores nos ahorraríamos demasiada basura que
descansa en los anaqueles de las bibliotecas y librerías. Sin ir muy lejos: si
el bueno de Max Brod, amigo y editor de Franz Kafka, hubiera mandado a la
hoguera parte de su obra, como se lo encargó el autor checo antes de morir, hoy
la historia de la literatura universal sería otra muy distinta a la que conocemos.
El autor siempre duda de la calidad de su obra y esos sentimientos nos llevan a
reescribirla, a revisarla hasta la hartura, a podar aquí y allá, a no reeditar
viejos libros que de manera apresurada e irreflexiva enviamos a la imprenta, a
buscar por todos los medios hacernos perdonar por determinado cuento, novela,
ensayo o poesía que no estuvo a la altura de nuestras propias expectativas.
“Era triste, vulgar lo que cantaba // mas, ¡qué canción tan bella la que oía”,
dice el poema Non omnis moriar de Manuel Gutiérrez Nájera, citado (otra vez)
por Monterroso.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 28 de noviembre de 2024
Poesía Recitada
«El armisticio del tábano» Horacio Pérez del Cerro (Argentina)
https://fonotecapoesia.com/2024/11/27/el-armisticio-del-tabano-horacio-perez-del-cerro-argentina/
Madrid.- 22 de noviembre de 2024
Festival
Eñe 2024
Escritores, libros y lectores – La Fiesta
de la literatura
Del 9 de noviembre al 1 de diciembre
El género fantástico toma el escenario en #Eñe24
Entre los invitados destaca Lawrence Schick, jefe de narrativa de Baldur’s Gate 3, quien desvelará las claves del éxito de este aclamado videojuego. También participarán Jakub Szamalek (The Witcher 3, Cyberpunk 2077), Harry Krueger (Returnal) y Sara Costa (League of Legends: Mageseeker), quienes debatirán sobre la creación de mundos que nos fascinan y cuestionan nuestra cultura contemporánea.
El programa también pondrá el foco en la riqueza del género fantástico en español. Sofía Rhei, Javier Negrete, Rodolfo Martínez y Paulina Palacios explorarán el pasado, presente y futuro de los mundos de fantasía creados en nuestro idioma.
Además, este año inauguramos un homenaje que celebra el legado de grandes figuras del género: el escritor Juan Miguel Aguilera y su universo Akasa-Puspa serán los primeros en recibir este reconocimiento, con lecturas en su honor.
Como novedad el festival organizará un GAME JAM que enfrentará a equipos universitarios de UTAD, Voxel y la Universidad Complutense de Madrid, quienes crearán un videojuego en directo. Sus proyectos serán evaluados por expertos invitados como Jakub Szamalek, Harry Krueger, Sara Costa y Lawrence Schick. Una experiencia que combina creatividad y competición.
Entre acto y acto, los asistentes podrán disfrutar de las intervenciones musicales del pianista Miguel Mercero, quien pondrá la banda sonora a esta celebración de la imaginación.
Consulta toda la programación en festivaleñe.com
Madrid.- 18 de noviembre de 2024
Seres
mágicos, vampiros y ciencia cierran SGM 2024
En esta última semana de festival le invitamos al VII Salón del Misterio, a explorar la literatura de vampiros desde el medievo hasta el siglo XX, y a ver a Godzila desde el punto de vista científico y cinematográfico.
Programa
Lunes 18 de noviembre
VII Salón del Misterio - «Latinoamérica
mágica»
Tipo
de evento: Presencial
Lugar: Sala Ámbito Cultural en El Corte
Inglés de Callao
Dirección: Calle de Preciados, 3 –
Horario: de 19:00 a 21:00
Entradas agotadas
«Latinoamérica mágica». VII edición del
Salón del Misterio de Madrid, dedicado a los seres fantásticos, mitológicos y
fantasmagóricos de América Latina, de la mano de Aldo Linares. El investigador,
periodista y escritor, miembro del Grupo Hepta y colaborador de Cuarto Milenio,
moderará el evento.
Invitados al VII Salón del Misterio: Pilar
Soler Montes, historiadora del arte y curadora independiente; Pablo Villarubia
Mauso, investigador, periodista, escritor y redactor del programa Cuarto
Milenio; Raúl Alonso Sáez, Historiador del Arte y Coordinador de exposiciones
del Ministerio de Cultura; y Javier Pérez Campos, investigador, periodista,
escritor y redactor del programa Cuarto Milenio.
Martes 19 de noviembre
«El vampiro en la literatura en lengua
inglesa desde la Edad Media hasta el siglo XX: antes del desencantamiento»
Tipo de evento: Presencial
Lugar: Biblioteca Regional de Madrid
Joaquín Leguina
Dirección: Calle Ramírez de Prado, 3 -Horario:
De 19:00 a 20:00 h.
Entrada gratuita, previa inscripción y
hasta completar el aforo
19:30 h. | Charla a cargo de Antonio
Ballesteros González, catedrático de Filología inglesa en la UNED, en torno a
la evolución del vampiro como elemento de miedo y terror hasta finales del
pasado siglo, cuando, por diferentes causas, se produce un proceso de
desencantamiento de su figura.
Domingo
24 de noviembre
«70 años de Godzilla: Desastres naturales,
radiactividad y kaijus»
Tipo de evento: Presencial
Lugar: Biblioteca Pública Municipal
Eugenio Trías
Dirección: Paseo de Fernán Núñez, 24 –
Casa de Fieras (El Retiro)
Horario: De 12:00 a 14:00 h.
Entrada gratuita, previa inscripción y
hasta completar el aforo
12:00 h. | «70 años de Godzilla: Desastres
naturales, radiactividad y kaijus». Godzilla es un icono reconocido de la
cultura popular contemporánea, con una vigencia indiscutible en el mundo del
cine, las series de TV y el cómic. En esta nueva edición de SGM Ciencia nos
acercaremos a la bestia japonesa desde un punto de vista científico. Una mesa
redonda conmemorativa que rendirá homenaje a la película original, «Gojira»
(Ishiro Honda, 1954), a sus secuelas y al kaiju, subgénero de ciencia ficción
protagonizado por monstruos gigantes.
Participan: el divulgador científico y
escritor Miguel Ángel Delgado, la física teórica Gisela Baños, el escritor y
crítico de cine Jesús Palacios y el biólogo experto en genética Luis Sánchez
Pulido.
Madrid.-18 de noviembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Nada es para siempre
Hablando de obra de arte, suelo leer con
frecuencia una distinción entre las artes y las letras que me deja un tanto
pensativo: porque, a qué dudar, escribir literatura es un arte que requiere de
su cultor, amén de talento, esfuerzo y disciplina
1. “…la literatura no se hace con
inteligencia sino con talento.”, dice Manuel Vilas en El mejor libro del mundo
(Destino, 2024): su más reciente novela autorreferencial. Pareciera una
tontería lo que expresa el autor, pero tiene una hondura del tamaño del fondo
del mar, porque encierra en sí mismo lo que desde siempre expresamos quienes
nos acercamos con asiduidad a la página en blanco: no escribe bien el que
quiere, sino el que está dotado para hacerlo. El asunto a discutir, claro está,
es saber si nacemos con esa “dotación” o talento, o si el talento se cultiva o
se aprende en las aulas universitarias; o nos lo pasan otros desde sus obras y
experiencia literaria. Yo diría, y sin ánimo de ponerme como ejemplo (porque no
soy ejemplo de nada, dicho sea de paso), que el talento para un determinado
oficio o arte es una suerte de semilla que llevamos dentro, pero que si no se
riega pronto muere y se pierde para siempre. Sin embargo, hay quienes afirman
que ha habido grandes autores sin talento natural para las letras, pero a punta
de esfuerzo y de persistencia llegaron a elevadas cimas. En todo caso, y para
cerrar esta entrada: cualquier persona inteligente puede escribir una página, o
cientos de ellas (un libro), pero no toda puede impregnarla(s) de ese hálito
que le permita dar el gran salto y ser considerada como obra de arte.
2. Hablando de obra de arte, suelo leer
con frecuencia una distinción entre las artes y las letras que me deja un tanto
pensativo: porque, a qué dudar, escribir literatura es un arte que requiere de
su cultor, amén de talento, esfuerzo y disciplina. Claro, ustedes me dirán que
ya dice bastante el que en estos casos precisos ambas categorías vayan juntas,
lo que las iguala como hermanas siameses, pero prefiero pensar que es tan
relevante la escritura a la hora del análisis de la historia de la cultura
universal (baste con acercarnos a los clásicos greco-latinos para cerciorarnos
de ello), que mezclar las letras con las otras artes parezca, a todas luces,
algo injusto, indigno de su peso y categoría, razón por la cual muchas
academias y premiaciones hagan tal separación, como quien sortea nociones que,
estando juntas por taxonomía, deban distinguirse por derecho adquirido o
estatus. No sé si me explique o no con propiedad, o si me enrede, pero en todo
caso es de aceptación universal que la literatura es una de las siete bellas
artes reconocidas, y no debo darle más vueltas al asunto.
3. Se plantea como interrogante Manuel
Vilas en su nueva obra arriba citada: “vale la pena vivir para las cuartillas
en blanco y ahora, para la pantalla del ordenador…”, y de entrada pienso que
sí, porque las letras le dan un sentido a la existencia y se hacen en sí mismas
vida y eje, pero por otra parte considero que la vida va más allá de la
escritura y que requiere ser vivida con las personas que amamos, y no
precisamente en el onanismo que implica el estar decenas de horas dedicados a
escribir textos que muchas veces pasan inadvertidos para los lectores. Álgido
este asunto queridos amigos, porque la literatura se hace vicio (reconozco su
poder en mi tránsito vital) y todo vicio es excluyente, nos aísla, hace de
nosotros unas especies de zombis que vamos por el mundo ronroneando frases,
tomando notas aquí y allá, pensando en todo menos en la realidad “del ahora”:
fantaseando por doquier con los libros que queremos escribir, anhelando los
premios que creemos merecer, viendo en cada hecho una posibilidad cierta de
sentarnos a escribir, y así se pasan los días, los meses y los años, y nos
hacemos viejos, y llega un momento en el que tu “yo” interior desea hacer un
cuadre de caja y ver el saldo de todo, y nos asustamos, volteamos la mirada,
pero poco podemos hacer: late el corazón con fuerza y con cada pulsión nos
recuerda que nada es para siempre.
4. Nos dice Monterroso en La letra e:
“debe ser horrible ser un poeta aceptado por la sociedad”, y pienso que tiene
razón, porque el poeta y el escritor siempre van a contracorriente, denunciando
aquí y allá, oponiéndose con fuerza a lo establecido por considerarlo indigno
del hombre y de la mujer de su tiempo, y el ser aceptados implica (entre muchas
cuestiones que podría analizar en otras columnas) que no estamos presionando
demasiado (o lo suficiente), que somos contestes y dóciles frente a nuestra
realidad, que nuestra voz no tiene ni la garra ni el poder de cambiar o de
revertir las enormes injusticias que nos atenazan (y miren si las hay en
nuestro entorno), y es cuando nos convertimos en seres insustanciales e
inermes: nadie presta atención a lo que decimos y nuestra escritura se
convierte en algo así como un adorno: una “cosa” bonita de leer, un auténtico
epatar, pero intrascendente: que no impacta ni deja huella.
5. Pienso en el poeta venezolano José
Antonio Ramos Sucre: triste y melancólico, presa de sus propios demonios,
atenazado por sus fantasmas que lo llevaron a la muerte prematura. En realidad,
puedo comprenderlo, pasé por un largo periodo de insomnio que estuvo a punto de
enloquecerme, y no se lo deseo a nadie. Es en nuestros duros momentos
personales cuando brota con fuerza el lado poético, que busca cauces en medio
de la soledad y nos convierte en instrumento de las voces interiores. Recuerdo
también a mi admirado poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, autor de Vuelta a la
Patria, de quien escribí una fábula que titulé Una línea indecisa (Monte Ávila
Editores – ULA, 1999). De mi extenso período de soledad tengo tres poemarios
inéditos: Lumen El Fuego Interior (2020), Poética del ser y la nada (2021) y
Los adioses (2022). El primero está hablado y saldrá (eso creo) este mismo año.
Tal vez por defecto (o por distorsión mental), me gustan los personajes
trágicos: aquellos que no pudieron recomponer los jirones de su existencia y
hallaron respuesta en lo indecible e impensable. No me veo en ellos como en un
espejo, pero sí hallo en sus “procesos” y enormes desdichas un filón literario.
rigilo99@gmail.com
Don Juan como consuelo
Supongo que muchos de ustedes compartirán
conmigo, tras el espanto por la catástrofe, la desolación ante los cuatro o
cinco días largos en que nuestras autoridades estatales y regionales dejaron
desamparados a los habitantes de las riberas de la ya funesta Rambla del Poyo,
en un fangal y sin electricidad ni agua potable, y menos, comunicaciones
electrónicas y escasamente terrestres, para demostrar, una vez más, su absoluta
inepcia para cuanto no sean sus arteros y abusivos enredos, por más siglas,
anglicismos y otras chatarrerías pedantescas con que los disfracen. Por lo
demás, como la prensa ha estampado artículos memoriosos, habrán sabido que
estas terribles riadas se pierden en el antaño más lejano, pues la primera
datada es de 1321 y, desde entonces, no consta siglo donde no hayan acontecido
al menos cuatro de notoria atrocidad y devastación, siendo la última la del 20
de octubre de 1982, cuando reventó la presa de Tous, y antes, la muy famosa del
14 de octubre de 1957. Y si han menudeado en Valencia con inclemente saña, no
por eso se libra el resto del arco mediterráneo, desde Cataluña —valga como
luctuoso ejemplo la del 25 de septiembre de 1962, que desbordó el Llobregat y
el Besós y segó entre seiscientas y mil almas— hasta las inmediaciones de
Granada, como la de 19 de octubre de 1973, que anegó desde Albuñol hasta Puerto
Lumbreras, y cuyos embravecidos torrentes se tragaron casi doscientas vidas,
por no mentar la llamada del día de Santa Teresa de 1879, que arrambló con unas
mil personas desde Lorca hasta Orihuela, cebándose con atroz ahínco en Murcia,
donde perecieron más de setecientos vecinos.
Está visto que para el inicio del
melancólico otoño se cierne sobre todo el levante español esta torrencial
amenaza; ¿y qué se ha hecho para prevenirla? Unas cuantas presas de contención,
algunos insuficientes —y por lo comprobado ahora, obturados por la desidia—
canales de desvío y ese gigantesco zanjón para reencauzar el Turia llamado el
Plan Sur, que ha servido como trinchera defensiva de Valencia y que, de haber
faltado, no imagino cuál hubiese sido el alcance del estrago de hace un par de
semanas. Pero si algo me provoca la rabia y la vergüenza, es que, de todas
estas obras, las eminentes y efectivas pertenecen a la dictadura, extinta hace,
ni más ni menos, que cuarenta y nueve años. Y desde entonces, ¿qué?
Compungidas declaraciones tras cada
diluvio y vanas promesas de socorro, que el pueblo, acuciado por la
destrucción, se ha negado a admitir coléricamente hace dos domingos ante el
rey, mientras a sus espaldas huía el presidente del Gobierno, para bochorno
hasta de sus más firmes adeptos. Atribulada coyuntura cuando el país clama
temple y determinación, y no encuentra sino cobardía y doblez.
Si bien pudiera compartir este parecer, se me antoja una rotunda bobada cuando se trata de recuperar la más popular recreación —y tanto que los escolares no solo nos sabíamos parlamentos enteros sino que los trucábamos con guasonas obscenidades— de uno de los mitos aportados por la literatura nacional a Occidente. Más en este momento cuando su arrogante y vitriólica figura se opone a ese hatajo de remilgados fanatismos, resumidos como cancelación, que está permeando con sus histerias nuestras sociedades. Aunque, sucintamente, la leyenda del Burlador recoge la peripecia y condena de un soberbio, tanto en el original atribuido a Tirso de Molina como en sus reformuladores: Molière, Lorenzo da Ponte, Espronceda con su Estudiante de Salamanca (1840) o el inmediato drama de Zorrilla; no se podría afirmar lo mismo de las versiones de Edmond Rostand, tan cargada de almibarado simbolismo, o de la insólita y hoy olvidada de Jacinto Grau, por no hablar ya del mansurrón relatado por Azorín o de la novela de Torrente Ballester, cuyo don Juan exhibe otras muchas facetas —o si prefieren mitos de la gran literatura europea—, para convertir su lectura en un diálogo con todos cuantos han sido bendecidos con el luciferino don de la eterna juventud. Dejo aparte el inconcluso a la par que mordaz —basta leer las pullas goteadas contra sus contemporáneos— Don Juan (1819-24), de Byron, pues este poema narrativo, del mito apenas toma el nombre.
Y aun cuando al Burlador se le ha hecho
pagar en tantos escenarios y lenguas sus lujurias y blasfemias, este libertino
sin traba ha atraído durante siglos a autores y, sobre todo, al público, porque
representa la secreta, por pérfida que sea, aspiración de todo hombre, y cuanto
más sojuzgado, mayor. En cuanto a las mujeres; ¿no anhelaron todas retener para
sí su arrebatadora audacia? Ah; pero tan hábil era para seducir como presto
para el hartazgo; ¿o acaso alguien cree, como sugiere el bienintencionado
Zorrilla, que don Juan hubiese permanecido con doña Inés más allá del
emocionante rapto y algunas noches apasionadas hasta hacer trizas el candor de
la novicia…? No seamos ingenuos, porque su arrogancia, como intuyó Marañón, no
ocultaba sino a un tornadizo insatisfecho; y en absoluto el averno infernal,
sino este pubescente desasosiego era su terrenal castigo.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 12 de noviembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 13 de noviembre de 2024
Eñe en el Círculo de Bellas Artes: celebrando la diversidad de voces y temas
Este fin de semana, Festival Eñe llega al
Círculo de Bellas Artes, corazón de este encuentro y en el que literatura, arte
y reflexión se reunirán. Entre los temas centrales que guiarán las
conversaciones encontramos una mirada profunda hacia la democracia y la
libertad, abordados por autores y pensadores que comparten sus perspectivas en
este momento crítico para la sociedad contemporánea.
En el acto inaugural, Gustavo Dudamel y
Jesús Ruiz Mantilla abordarán el poder transformador de la música, seguidos de
un debate sobre el futuro de la democracia con Antonio Scurati y Javier Cercas,
y una reflexión sobre los totalitarismos y sus lecciones a cargo de Antony
Beevor y Nicolás Sesma.
El festival también celebrará los
centenarios de Joseph Conrad y Franz Kafka, cuyas influencias literarias serán
analizadas por Jorge Volpi y Juan Gabriel Vásquez. Constanza Ternicier, Claudia
Apablaza y Sara Torres dialogarán sobre feminismo y censura, mientras José
María Lassalle y Clara Jiménez Cruz explorarán el impacto de las redes sociales
en la democracia. Como cierre, el programa Hora 25 ofrecerá un especial con
autores destacados.
El sábado, Lina Meruane y Martín Caparrós
hablarán sobre tolerancia, y Jorge Lago y Alba Carballal imaginarán utopías
realistas para inspirar el cambio. Lídia Jorge y Gioconda Belli, junto a Eva
Cruz, explorarán la libertad en la literatura como un puente entre Europa y
América. Además, el evento Soplavivo: el rey de la pista, presentado por
#LdeLírica, ofrecerá poesía en un formato innovador, y Martín Bianchi Tasso y
Rosa Belmonte debatirán sobre el glamur y la democracia.
Ventanas
a la Literatura
Este año, el festival abre también tres
"ventanas" dedicadas a la literatura gallega, catalana y vasca,
sumando así nuevas miradas en torno a la memoria, la igualdad y la libertad
creativa. Desde Galicia, voces como las de Manuel Rivas y Paula Carballeira examinarán
conceptos de libertad y fraternidad. La "Ventana Vasca", comisariada
por Katixa Agirre y respaldada por el Etxepare Euskal Institutua, trae
conversaciones sobre censura, memoria histórica y la conexión entre música y
palabra, contando con figuras como Eneko Sagardoy y Olatz Salvador. La
"Ventana Catalana", gracias al Institut Ramón Llull, y comisariada
por los dramaturgos Marcel Borrás y Nao Albet, explorará la creación artística
en diferentes etapas, desde la inspiración hasta la conclusión, con autores
como Juana Dolores y Martí Sales.
Premio
Festival Eñe
Además, el festival rendirá homenaje a
Emilio Lledó, otorgándole el Premio Festival Eñe en reconocimiento a su
compromiso con la educación, el lenguaje y la memoria. Lledó, uno de los pensadores
más destacados de la cultura española, representa el espíritu del festival: un
espacio para el conocimiento, la sabiduría y la transmisión de valores a través
de la palabra.
Únete a nosotros en el Círculo de Bellas
Artes para disfrutar de una programación única que invita al diálogo, la
reflexión y la celebración de la diversidad cultural.
Programa en este enlace:
https://festivalene.lafabrica.com/programa/
Madrid.- 13 de noviembre de 2024
Segunda semana de Sui Generis Madrid
Ciencia ficción china y un seminario sobre Goliardos y el Carmina Burana
El festival de cultura alternativa Sui
Generis Madrid continúa y en su segunda semana el 13 y el 16 de noviembre
siguen los encuentros con escritores, músicos y poetas en diferentes espacios
de la capital madrileña
Planetas invisibles y Estrellas rotas
13 de noviembre en el Centro Cultural de
China en Madrid
Encuentro con los reconocidos escritores
Xia Jia y Baoshu en el marco de "China entre líneas", club de lectura
del Centro Cultural China en Madrid. Asiste a este diálogo con dos figuras
clave de la ciencia ficción actual cuyas historias han capturado la imaginación
de lectores por todo el mundo.
El evento es gratuito y no requiere
inscripción previa, así que no pierdas la oportunidad de conocer a estos
grandes autores y descubrir las historias que están moldeando el futuro de la
literatura especulativa china.
Leyenda foto Imagen (detalle) Simon Stålenhag (The Electric State, 2017)
Madrid.- 11 de noviembre de 2024
Por: Peter Schmidt Bubath
35
años después de la caída del Muro de Berlín...
El jueves 9 de noviembre de 1989, hace 35 años, Günter Schabowski declaró abierto el Muro a la población de la RDA en una rueda de prensa (tras 28 años y más de 1.000 muertos) debido a un malentendido en la comunicación interna del partido.
Para conmemorar este día, el autor y La
Gatera Press desean enviar algunos pensamientos al mundo digital con la esperanza de
que muevan a la reflexión a sus lectores.
La amenaza de décadas de la «Guerra Fría»
había terminado. La alegría fue indescriptiblemente grande - en los sistemas occidentales
- pero también la tristeza para muchos en el lado oriental, que vieron cómo sus
décadas de vida y el trabajo de toda su vida se desvanecían en la
insignificancia, en la nada. Para la gran mayoría de la gente, este
acontecimiento llegó de forma totalmente inesperada. Los medios de comunicación
occidentales - que maravilla - estuvieron llenos de buenas y esperanzadoras
noticias durante 10 meses, hasta el 2 de agosto de 1990 (hasta el 28 de febrero
de 1991), inicio de la «2a Guerra del Golfo» contra Irak, a causa de la
invasión y anexión de Kuwait por parte de Irak.
En 1989, había unos 15 ó 16 muros
político-físicos erigidos en todo el mundo para asegurar las fronteras o
controlar a los migrantes y los conflictos. Hoy en día, se calcula que hay más
de 70 estructuras de este tipo. Y, por supuesto, hay mucho más muros invisibles
que son casi más infranqueables que los muros y barreras físicas, como todos
hemos podido comprobar en todo el mundo en los últimos cuatro años y medio y
ahora mismo en las elecciones estadounidenses. Allí, el muro necesario o
superfluo entre EEUU y México fue uno de los temas electorales clave. Después
de estas elecciones, hay sin duda bastantes personas a las que les gustaría ver
un muro físico para mantener alejadas a la gente con «ideas equivocadas». Se está
desarrollando un lenguaje, la censura, que es una especie de muro.
Por regla general, los muros sirven para
proteger contra el viento y la intemperie, así como contra los “no invitados” y
las influencias no deseadas de carácter espiritual, religioso o cultural, pero
también para privar a las personas de su libertad.
El Muro de Berlín era una necesidad para
la supervivencia de la «República Democrática Alemana» (RDA) en 1961 (inicio de
la construcción: 13 de agosto de 1961). Los ciudadanos amenazaban con huir
completamente del régimen. Si el sistema social socialista quería sobrevivir,
tenía que cerrar la frontera.
Walter Ulbricht, presidente del Consejo de
Estado y presidente del Comité Central del SED (Partido Socialista Unificado de
Alemania), es decir, el jefe del Estado, dijo: «Nadie tiene la intención a
construir un muro....», cuatro semanas antes de que se construyera el Muro, y
ni siquiera mentía. Porque El Muro fue impuesto al régimen por las
circunstancias internas, es decir, la «hemorragia», la gente que se marchaba y
huía del Estado. El régimen dio al muro el nombre de «muro de protección
antiimperialista» para disfrazar su verdadero propósito, que era quitar a la
gente la libertad de movimiento y la libertad de elección, por el bien de la
comunidad y para la mejor prosperidad del Estado obrero y campesino. Pero
básicamente se trataba de un muro ideológico. Al fin y al cabo, la RDA pudo
desarrollarse más libremente como Estado y comunidad socialista.
De lo que poca gente se da cuenta es del
hecho de que se construyeron cuatro (4) «muros» en el mismo lugar durante los
28 años con diferentes técnicas y materiales. El último fue prefabricado en
secciones de hormigón con armadura de acero, de 3,6 metros de alto y 1,2 metros
de ancho, pintadas de blanco por ambas caras.
Hay muchos buenos vídeos sobre el Muro de
Berlín en Internet y ChatGPT también está dispuesto a facilitar información.
Así que me ahorraré el trabajo de contar toda la historia.
Desde hace un año hay en Madrid una
exposición muy recomendable titulada «El Muro de Berlín. Un Mundo dividido»,
que también podrá verse en otras ciudades en el futuro.
Madrid.- 11 de noviembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Leer a un gran autor
Si bien la novela es relativamente breve
(238 páginas), el autor logra un grado de perfección estilística tal, que la
eleva a la categoría de obra maestra
Desde hace muchos años no me acerco al
novelista español Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956), que recuerde: desde los
tiempos de Sefarad (2001), y el hallazgo hoy ha sido extraordinario a propósito
de su libro No te veré morir (Seix Barral, 2023), que he terminado de leer con
una mezcla de emociones, que van de la admiración a la envidia, por ser una
novela que se mece en inusitados registros que nos llevan por los pedregosos
caminos de la pasión amorosa y del desencuentro, lo que nos empuja a su vez a
cerrar los ojos frente a la realidad y al más desolador adiós que podamos
experimentar: el del inescrutable abismo del tiempo y el espacio.
Memoria y olvido se hacen en esta novela
una dupla dolorosa, que lleva a Gabriel Aristu y Adriana Zuber, protagonistas
de estas páginas, a vivir del recuerdo, a entregarse maquinalmente a sus chatas
existencias con la certeza de haber perdido para siempre la posibilidad de
entregarse al verdadero amor: el que nace de la piel y las emociones, el que
nos trastoca la tranquilidad y la vigila, el que se camufla por las noches en
nuestros sueños y nos convierte en los héroes de insospechadas aventuras e
inenarrables placeres: el que nos llena de fuerzas para seguir adelante a pesar
del inmenso vacío que nos habita y nos consume.
Adriana está dispuesta a todo por él:
dejar su casa e irse a vivir lo que tenga qué vivir, pero Gabriel es presa de
su destino: fuerzas ajenas a su débil voluntad y carácter lo empujan a
marcharse de su país sin mirar atrás, pese a su sentimiento hacia a ella y a su
abatimiento interior, y así transcurren los años, casi cinco décadas, y el
recuerdo en ambos es imperecedero, pero, claro está: marcado por lo andado que
como huella indeleble ha hecho de ellos seres irreconocibles, que saben
descifrar en las marcas dejadas los signos de lo imposible.
Mientras avanzaba en estas páginas no
podía evitar la remembranza de El último encuentro, obra cumbre del gran
novelista húngaro Sándor Márai, que leí varias veces en Venezuela (y también
reseñé), y la asociación me llegaba por la vía de la densa atmósfera creada por
Muñoz Molina en el reencuentro de los personajes: una casa desvencijada por el paso
del tiempo, aunque con recuerdos aún latentes de la consumación de la pasión
dada pocas horas antes de la partida de Gabriel a los EEUU.
Lo ominoso que suele estar coligado muchas
veces con la vejez, así como los duros reproches que Adriana le hace a Gabriel,
convierten el ansiado encuentro en un “algo” indescifrable y complejo, así como
el punto más elevado (y a la vez culminante) de la interesante trama.
Ambos lucen golpeados por el trajinar;
pero más ella: quien está en una silla semiparalizada por la enfermedad, pero
sin perder su femineidad ni los atisbos de su añejo encanto. Él, mira
circunspecto, sabe que está ahí escapado de su vida (dijo a su mujer que se iba
a Ginebra, pero le ocultó que pasaría por Madrid), porque una pulsión interior
lo empujó a ello: quería verla, cerrar la vieja herida, saciar las ansias
crecientes atizadas por el recuerdo, y poder expresarle que no la había
olvidado. Pero ya es tarde, para ambos todo está consumado: la vida, la
posibilidad de rehacer uno al lado del otro los jirones del pasado. Aquello,
más que un reencuentro de dos seres que se han amado, es una dura y amarga
despedida.
En un instante en el que él acerca su
rostro al de Adriana con la intención de besarla en los labios, ella se aparta
y le dice algo al oído, él no comprende, pero lo repite con un hilo de voz:
“Ayúdame a morir. No puede ayudarme nadie más que tú”. Entonces, el lector
recibe en este instante y como un fogonazo el impacto del drama interior, de la
fuerza de las circunstancias, del dolor acumulado; del quiebre de la distancia
y el tiempo. El lector siente el mismo nudo de Gabriel en la garganta, y es
aquí en este punto preciso de la narración, cuando no podemos contener la
tristeza y el sacar nuestras propias sumas y restas, que son las mismas de la
humanidad entera.
Si bien la novela es relativamente breve
(238 páginas), el autor logra un grado de perfección estilística tal, que la
eleva a la categoría de obra maestra. Está ambientada en el Madrid de la década
de finales de los 60 del siglo pasado y en el presente, aunque hay episodios
desarrollados en algunas localidades de los EEUU. Me fascinó la permanente
referencia a obras clásicas de la literatura y de la música (Gabriel toca el
cello), así como la técnica narrativa, que no fue lineal ni uniforme, sino que
echó mano de distintas voces y registros, lo que apareja una sólida estructura
que se hace autárquica y perfecta. Muñoz Molina es un maestro de la lengua y la
narrativa: se mueve como pez en el agua, ata sus hilos desde múltiples perspectivas
sin que el lector pierda la noción de lo narrado.
Hay pocos personajes en el libro: los ya
mencionados (que llamaría principales) y algunos secundarios como Fanny: la
dama que cuida con esmero y denodado celo de Adriana, que, si bien no tiene un
papel relevante, es al final de la historia la única espectadora de todo
aquello que se observa en el encuentro, y por breves instantes se erige en
narradora. También hallamos a la hija de Adriana, quien lleva su mismo nombre y
apellido y vive en los EEUU: ella y Gabriel se conocen poco antes. Está
Constance, esposa de Gabriel: no tiene figuración en la trama y es apenas un
referente. Y, por último, Julio Máiquez, amigo de Gabriel, clave en la trama y
es también voz narrativa: al que éste a veces desdeña por no haber tenido
suerte en la vida.
Por supuesto, no cometeré la tontería ni
la novatada (ya tengo 40 años de oficio en la escritura) de darles el final de
la historia, con lo adelantado basta, y en realidad en lo que a mí respecta no
me haría falta conocerlo, o no me sorprendería que el autor diera algún
inesperado giro, porque en un libro no es sólo lo que se cuenta sino cómo se
cuenta, y en el ínterin queda el gozo que nos ha sido dado.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 05 de noviembre de 2024
Del 5 al 24 de noviembre, el festival internacional de terror, gótico, ciencia ficción, fantasía y romanticismo de Madrid presenta su programa estrella de otoño
XVI Sui Generis Madrid, sigue ampliando horizontes
Un encuentro intercontinental de ciencia ficción y experiencias escénicas con poesía y música en vivo marcan la edición 2024
Tras calentar motores con autores nacionales del género fantástico en bibliotecas de la Comunidad de Madrid (SGM Itinerante), el festival pionero del género en España regresa a sus sedes tradicionales en noviembre, Museo del Romanticismo y Casa del Lector de Matadero, para presentar, entre otras actividades, las obras completas en prosa por primera vez en español de Lord Byron, cuando se cumplen 200 años de su muerte, con el experto Lorenzo Luengo, y celebrar la II Feria del Libro Especulativo, un foro intercontinental de ciencia ficción y la entrega de los premios Sheridan Le Fanu.
Llega la programación estrella de la XVI edición de Sui Generis Madrid, festival dirigido por Marjorie Eljach, que se desarrollará del 5 al 24 de noviembre.
El Museo del Romanticismo acogerá, el próximo 5 de noviembre, en una primera jornada de tarde a partir de las 18:30 h, la presentación del número en curso de la revista académica Herejía y Belleza con David Hidalgo, Marjorie Eljach y Pedro Ortega, y la mesa redonda La reformulación del dragón literario desde las novelas de caballería hasta nuestros días: del Amadís de Gaula a Juego de Tronos, a cargo de la doctora Almudena Izquierdo. Le seguirá una segunda jornada de tarde, el jueves 7 de noviembre, a partir de las 18:30 h, con la conmemoración del bicentenario de la muerte de Lord Byron en la presentación de sus obras completas en prosa por primera vez en español, en una edición y traducción a cargo de Lorenzo Luengo para la editorial Renacimiento. Será el propio Luengo quien imparta la conferencia Byron y la memoria quemada. Recuerdos, apuntes personales y rastros de las Memorias perdidas en sus obras en prosa, que incluirá la lectura de algunos pasajes byronianos. A continuación, tendrá lugar la mesa redonda José Cadalso y sus Noches lúgubres a cargo de los doctores Álvaro López Fernández, Elios Mendieta, Raúl Molina Gil y Marta Olivas Fuentes.
Un festival internacional y multidisciplinar
En el fin de semana del 8 al 10 de noviembre, autores de China, Estados Unidos, Colombia, España, Cuba, Argentina y Reino Unido se darán cita en la II Feria del libro de géneros especulativos y el encuentro intercontinental de ciencia ficción que durante tres días se celebrará en Casa del Lector de Matadero, en cuyos pasillos estarán presentes 24 editoriales especializadas como: Apache Libros, Apple Head, Aurora Dorada, Bunker Books, Caja Negra, Demeter, Diábolo, Dimensiones ocultas, Edebé, Edelvives, Herejía y Belleza, Hermenaute, Graphiclassics, La Biblioteca de Carfax, La Biblioteca del Laberinto, La Boutique de Zothique, La Máquina que hace Ping!, Maidhisa, Maniac Ediciones, Orciny Press, Reediciones anómalas, Relic Collector Shop, SanSanAtelier, SM y Transbordador. Los stands podrán visitarse el viernes 8 de noviembre (de 17 a 21 h), el sábado 9 de noviembre (de 11:30 a 14 h y de 17 a 21 h) y el domingo 10 de noviembre (de 11:30 a 14 h). Habrá venta y firma de ejemplares, y ocasión de interlocución con los autores y las autoras participantes.
En paralelo y en el mismo marco, autoras y autores reconocidos, especialistas del género, como Lisa Tuttle, Robert Shearman, Xia Jia y Luis Carlos Barragán, entre otros participantes, aportarán su mirada y experiencia como creadores de ciencia ficción, proporcionando al público una perspectiva única sobre cómo se escribe a uno y otro lado del planeta. Entre los nombres nacionales, se encuentran convocados Elio Quiroga, Sofía Rhei, Rubén Sánchez Trigos y Covadonga González-Pola.
La ceremonia de entrega de los Premios Sheridan Le Fanu tendrá lugar a las 19:30 h el sábado 9 de noviembre. Contará con la presencia de los galardonados: Lisa Tuttle (Divulgación y Creación), Baoshu (Nuevos Talentos), Luis Carlos Barragán (Creación), Xia Jia (Divulgación y Creación), Robert Shearman (Creación) y Cristina Jurado (Divulgación y Creación).
Se completará el fin de semana con tres propuestas escénicas muy originales en el auditorio. Una experiencia de fantasmagorías, poemas y paisajes sonoros en vivo, y una ficción sonora en directo que recreará la broma radiofónica que dio origen a Godzilla, para conmemorar el 70 aniversario del monstruo, que también será el protagonista de SGM Ciencia. Además, se ofrecerán tres pases gratuitos de la performance de teatro físico Olvido, basados en la pieza teatral del mismo nombre inspirada en cuentos de Agatha Christie en la que el creador escénico colombiano Jimmy Rangel explora el suspense y el terror como género narrativo.
Toda la programación del festival, información sobre venta de entradas y eventos gratuitos en https://www.suigenerismadrid.com/
Madrid.- 04 de noviembre de 2024
Exposición y conferencia: Lunes 04 de noviembre
LOUIS FEUILLÉE: A LA BÚSQUEDA DEL MERIDIANO 0
Redacción La Gatera Press
La Delegación del Gobierno de Canarias y La Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia (FUNDORO). Invitan a esta exposición conferencia, que estará a cargo del D.José M. Oliver Frade, miembro de la Cátedra Cultural Alexander Von Humbold y Sabin Berthelot, de la Universidad de La Laguna.
Louis Feuillée (1660-1732), fue un científico explorador geográfo,astrónomo, su conocimiento hacia las exploraciones de la flora y fauna, le han reconocido en ser uno de los científicos destacados.
Su misión era la medición y longitud del Teide, cuando viaja a Canarias. De este tema, nos hablará D.José M. Oliver Frade, el lunes 4 de noviembre en la Delegación del Gobierno de Canarias en Madrid, de la calle Fernanflor 8, bajo. Invitados quedan.
Tenerife.- 01 de noviembre de 2024
Francisco Morales, (Tenerife) poeta,
guionista, co-productor, y también actor. Ha publicado colecciones de cuentos,
de poemas e incluso novelas, El acantilado y Edad de rebeldía.
Nos envía esta poesía audiovideo: https://www.youtube.com/watch?v=0l0_xnSTN8M
Madrid.- 01 de noviembre de 2024
POESÍA CUBANA: LA ISLA ENTERA de Felipe Lázaro y Bladimir Zamora
Desde la primera edición (1994), los poetas seleccionados (residentes dentro y fuera de Cuba) son: Miguel Barnet, José Mario, José Kozer, Isel Rivero, Pío E. Serrano, Rafael Catalá, Belkis Cuza-Malé, Guillermo Rodríguez Rivera, Reinaldo García Ramos, Nancy Morejón, Magali Alabau, Lina de Feria, Julio E. Miranda, Delfín Prats, Raúl Rivero, Lilliam Moro, Maya Islas, Felipe Lázaro, Luis Lorente, Gustavo Pérez Firmat, Rolando Estévez Jordán, Alina Galliano, Lourdes Gil, David Lago González, Rafael Bordao, Orlando González Esteva, Mercedes Limón, Reina María Rodríguez, René Vázquez Díaz, Bladimir Zamora, Jesús J. Barquet, Carlota Caulfield, Iraida Iturralde, Elías Miguel Muñoz, Víctor Rodríguez Núñez, Roberto Valero, Daína Chaviano, Ángel Escobar, León De La Hoz, Ramón Fernández Larrea, Alberto Lauro, Teresa Melo, Sigfredo Ariel, Reinaldo García Blanco, Emilio García Montiel, Arístides Vega Chapú, Sonia Díaz Corrales, Omar Pérez López, Antonio José Ponte, Nelson Simón González, Laura Ruiz Montes, Damaris Calderón Pérez, Camilo Venegas Yero y Norge Espinosa Mendoza.
Van a cumplirse 30 años desde que la editorial Betania publicó en Madrid la antología Poesía Cubana: La isla entera, de los poetas Felipe Lázaro y Bladimir Zamora, ambos separados por la maldita circunstancia de la isla, dividida y traumatizada por la política, en lo que eufemísticamente se ha dado en llamar “los de adentro y los de afuera”. Ese hecho aparentemente geográfico, que podría parecer sin importancia, fortuito y quizás caprichoso, fue el motivo que los condujo a juntarse con otros poetas, condenados a la dispersa geografía cubana como ellos y tantos cubanos más, con algunos que vivían temporalmente en otros países, nacidos todos entre 1940 y 1971. Así pudieron hacer una isla entera de poetas de “adentro” con poetas de “afuera”
Asi empieza el prólogo de León De La Hoz,
poeta,escritor y periodista, quien también forma parte de los integrantes de esta
antología: Poesía Cubana: La Isla entera.
En la portada se reproduce una obra de la pintora cubana Zaida del Río y dos dibujos interiores del también pintor cubano Andrés Lacau.
Aquellos lectores que deseen tener ejemplares
impresos pueden adquirirlos en AMAZON en el siguiente enlace:
Por: Gastón Segura
Defensa de una novela
Escribía Cela en junio de 1963 para el prólogo a la quinta edición de La Colmena: «El escritor es bestia de aguantes insospechados, animal de resistencias sin fin, capaz de dejarse la vida —y la reputación, y los amigos, y la familia, y demás confortables zarandajas— a cambio de un fajo de cuartillas en el que pueda adivinarse su minúscula verdad». A esa inclemente ley he ajustado mi tarea de novelista desde que comenzase Las calicatas por la Santa Librada, allá por el verano de 1996; lo otro, lo he ido apañando cómo he podido, y haciendo un somero balance, sobran las torpezas, pero fulgen algunos aciertos, que no han sido, a fuer de aquilatar sucesos, sino los amigos; los leales y cumplidos amigos. Poco más puedo añadir de mi andadura de escritor, porque como estampó don Camilo en aquellas páginas siempre he sabido —casi palpado— que en el quehacer de relatar uno se basta con la procelosa y, en ocasiones, engañadora memoria; tal es así que hasta la verdad —la absoluta o su pretensión, no esa menuda y secreta mentada antes por Cela— está de más a la hora de narrar; pues cuanto vale, cuanto uno debe exigirse, es otra fidelidad, sobre todo, en una novela como esta que acabo de publicar hace una docena de días.
La verdad con mayúsculas es preceptiva de
la ciencia, y al menos su intención, de los ensayos y de los artículos; las
novelas, en cambio, deben aspirar a otra verosimilitud más escurridiza e
incluso, contra la inmediatez y carnalidad que las caracteriza, misteriosa.
Bien lo sabía Aristóteles cuando, aun antes de fundarse el género, emprendió la
Estética (s. IV a.C.) para dilucidar las urdimbres del arte literario, que,
vaya, en el caso de los relatos, permanecen tan inamovibles como transparentes
en la gran matriarca del género: el Satiricón (mediados del s. I d.C.). Porque
la novela es humanísima, pedestre y persuasiva, como una atracción de feria o
la mirada de una desconocida en el metro. De ahí que la novela, contra la
poesía y aun conteniéndolos, demora la idea y el sentimiento, porque tales
inflamaciones del ánimo —si ha lugar— vendrán después, cuando doblemos la
última página y serán su legado en nuestra mollera. Pero para llegar ahí, a la
novela se le hace imprescindible el personaje; no importa su índole o su
abolengo, lo sustancial es su encarnadura; por tanto, la primera tarea del
novelista es concebirlo, sabedor que encierra, si está bien alumbrado —es
decir; con todos sus gajes y sus habilidades—, la peripecia entera; y de
seguido, escuchar atentamente a su criatura mientras se mueve a su antojo de la
ceca a la Meca, para ponerlo en palabras con todo el acierto que se pueda. Como
consecuencia, en el estilo —esto es: en el repertorio léxico y en los planos
narrativos— también es capital el personaje, porque ese conjunto de artimañas
de la escritura dependerá de su carácter, de sus hábitos y de su mundo cercano
o remotísimo.
Cierto que también se pueden armar las
novelas de otro modo; trazando puntillosamente la trama y acomodándole después
los personajes; pero a esas narraciones —normalmente de intriga o de género—
con el tiempo, como a los muertos, les asoma el esqueleto y se les desvanece el
humano y, a menudo, sofocador aliento, que es, como nos enseña el Satiricón, el
tejido palpitante de toda novela.
Bien los supe desde aquel verano de 1996 y
luego, una y otra vez, me lo han corroborado mis maestros —Galdós, Cervantes,
Faulkner, García Márquez…—, al punto que cada uno de mis relatos no han hecho
sino recoger las trapisondas de sus protagonistas (del teniente Polo, de Julián
Montsonís, de Ernesto Urrutia, del Segis o de Moisesín), sin torcerles nunca
las voluntades, como ahora con Agustín Cañizares, a quien, desde hace un par de
semanas, tienen ustedes a su disposición en las librerías. De sobra lo aprendí
en la Primera parte del Quijote (1605), donde don Miguel, en cada línea, me
susurraba: «ves, como dejando a su albedrío a esta pareja de botarates,
discurre por dónde ni yo imaginaba».
Añadiré que cada una de mis novelas parte
de un suceso real, bien se muestre como la desaparición de una locomotora o el
asesinato de Martínez Nadal, o bien flote y hasta asfixie sus líneas, como la
quiebra de las cajas de ahorros o el estallido del 15 M, asuntos motivadores de
sus otras hermanas; por cuanto puedo decir que todas tienen un origen
histórico, con su embarazosa carga política, y esta no iba a ser menos.
En efecto; fue el desdichado suceso de la
niña de Canet de Mar quien me impulsó a escribirla, aunque ni se mencione; en
cambio se recoge —o traté de recoger— el enrarecido y estragante ambiente que
envolvía —y aún envuelve— aquella esquina de nuestro país; eso sí, evitando la
adusta prédica, porque como he señalado arriba, una novela, por política que
sea, no es un manifiesto y menos un catecismo; una novela es una porción de la
vida de un hombre o de una mujer —en este caso, de Agustín Cañizares— tratando
de alcanzar sus afanes en una circunstancia determinada; por cuanto el
tropezar, más tarde o más temprano, con la política está servido. En fin; que
desde hace unos días cuentan con ella en las librerías y se titula Saga nostra.
Espero que les complazca.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 28 de octubre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 28 de octubre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Un ser escindido
Crear no es nada fácil, lo he dicho en
esta misma columna, y para que ello ocurra deberán conjuntarse múltiples
variables que no siempre están de nuestro lado
1. Una antología literaria busca
seleccionar piezas en diversos géneros, y en este complejo ejercicio anidan las
ansias de perpetuidad: de legar a la posteridad, de dejar registro de obras de
diversos autores en uno o disímiles contextos (y en determinados periodos de
tiempo), y que los lectores y autores del futuro den cuenta de ese esfuerzo y
sepan que no parten de cero, que hubo quienes los antecedieron y que aquellas
obras quedaron allí plasmadas como una huella que podría ser imperecedera:
aunque esto nadie lo podría garantizar, porque el tiempo lo borra casi todo y
hace de nosotros polvo y olvido. Y digo esto, porque el buen amigo Rodolfo
Quintero Noguera (poeta, ensayista y escritor) me ha hecho llegar la obra
Escritos en la niebla. Antología de poetas merideños (1920-2020), compilada por
él y en hermosa edición digital y en papel de la Cámara Municipal del Municipio
Libertador del Estado Bolivariano de Mérida, en la que recoge veintisiete
autores de la abrupta geografía regional, que paso a nombrar: Carmen Delia
Bencomo, Carlos Contramaestre, Esdras Parra, Héctor Vera, Bayardo Vera, Enrique
Hernández D´Jesús, José Carrillo Fandiño, Sinecio Márquez Sosa, Roldán Montoya
Deceda, Julio Valderrey, Arturo Mora Morales, Gonzalo Fragui, Ricardo Gil
Otaiza, Flor Bazó, Carlos Rodríguez Ferrara, Gregory Zambrano, José G. González
Márquez, Freddy Carrillo, Ever Delgado, Rodolfo Quintero Noguera, Jesús Rengifo
Angarita, Karelyn Buenaño, Jairo Rojas Rojas, Vanesa Márquez Vargas, Ennio
Tucci, José Manuel López D´Jesús y Jesús Montoya. En lo particular: eternamente
agradecido con el colega escritor Quintero Noguera, que tuvo la gentileza de
incluir mi nombre; pondré mi mayor esfuerzo en hacerme perdonar.
2. A propósito de las obras, siempre se asocia a ellas la noción del reconocimiento, que si a ver vamos: resulta muy humana y comprensible, porque quienes creamos una obra de arte en cualquier género, ponemos en ella todo nuestro empeño y dejamos mucha piel y emociones desperdigadas por doquier. Crear no es nada fácil, lo he dicho en esta misma columna, y para que ello ocurra deberán conjuntarse múltiples variables que no siempre están de nuestro lado y, aun alcanzándose la meta, es decir: de patentizarse la obra tal y como la habíamos concebido, nada podrá garantizarnos que esta recibirá la mirada alegre (incluso indulgente) de parte de la crítica y del público, y desde este punto específico del proceso creador, a la decepción y quiebre espiritual del artista, hay apenas un solo paso que no tardamos en dar. No siempre nuestro empeño y logro en materia artística reciben el aplauso (y ni se diga unánime): siempre habrá un claroscuro que nos lleve por duros caminos salpicados de frustración y amargura. Tanto es así, que muchos autores a lo largo de la historia han tirado la toalla para siempre, llevados por un oscuro sentimiento que es difícil de describir, porque conjunta tantas aristas que el solo hecho de intentarlo resulta ya una quimera. Otros, menos afortunados, e impelidos por la desesperación y el abatimiento total, han optado por el peor de los abismos: el suicidio. Obra y reconocimiento no siempre van de la mano, recordemos el tristemente célebre caso del pintor neerlandés Vincent Van Gogh, quien según la tradición rayana en la leyenda no vendió ni uno solo de sus cuadros (cuestión que al parecer no fue así y aún se debate al respecto; en lo que sí hay certeza es que Theo, su hermano y mecenas, le hacía creer que los vendía, pero era él quien los acumulaba en un trastero del sótano que a la muerte del artista se transformó en una auténtica y codiciada cantera), y su vida transcurrió de desengaño en desengaño para hacer de él un ser solitario e incomprendido en su tiempo.
3. Hay quienes viven anclados al pasado, cerrados a la dinámica del mundo, reticentes a los cambios epocales, con el pretexto de asirse a lo conocido y ya trajinado como tabla de salvación. Esa negación al estado de las cosas en un determinado momento (que solemos llamar con el latinismo statu quo) por temor a nadar en aguas desconocidas y turbulentas, así como de no asomarse al vacío por miedo al vértigo, nos paraliza en el ahora, nos lleva a estadios de bloqueo que podrían dar al traste con nuestros proyectos y con nuestras vidas. El “encerrarnos” en una burbuja de confort para hacernos refractarios a las amenazas y riesgos, sencillamente nos coarta en todas las dimensiones y hace de nosotros seres indefensos, débiles y manipulables. Si bien el presente se esfuma en el mismo instante y se transforma en pasado, es el único espacio en el que podemos vivir, no hay otra opción y es nuestra tragedia: no poder volver a lo ya vivido, así como tampoco instalarnos en la “nada” de un tiempo por venir.
4. En estos días recordé al poeta y ensayista (entre muchas otras cuestiones: teólogo, místico, filósofo y eremita) Armando Rojas Guardia (Caracas: 1949-2020), a quien conocí en su paso por Mérida. De él leí con asombro El Dios de la intemperie y con envidia El deseo y el infinito. Su pluma era honda y portentosa y su obra en diversos géneros se adentró en múltiples registros que tocó con maestría, densidad y belleza. De ambas obras (tal vez maestras) releídas harta el hartazgo, percibí muchas cuestiones que me conmovieron e impactaron: ingente y desaforada lectura, una inteligencia superior, un desvarío en grado superlativo y una lucha consigo mismo por vencer sus propios demonios, que he percibido en pocos autores y que me llevó a admirarlo sin pretextos ni preguntas. Fue Rojas Guardia un ser escindido, un incomprendido en su medio, un hombre que buscó con desesperación asirse de la mística para no perder definitivamente la cordura (estuvo interno varias veces en centros psiquiátricos), y así vivió a su manera: entregado al intelecto, al espíritu y a la carne, y en esta tríada logró un equilibro (¿falso?, a veces me interrogo) que le permitió sortear sus enormes abismos.
rigilo99@gmail.com
Canarias(La Gomera).- 28 de octubre de 2024
El Cabildo acoge el próximo martes la presentación del libro ‘Marionetas al borde del precipicio’ de Leoncio Bento
El Salón de Plenos de la Institución insular será escenario de este acto que tendrá lugar el martes 29 de octubre, a partir de las 19.00 horas, con entrada libre y gratuita hasta completar aforo
El autor, oriundo de Agulo, aborda en esta
novela de ficción contemporánea una trama desarrollada en el contexto de la
convulsa sociedad barcelonesa, en los años inmediatos a la Guerra Civil
española
El Salón de Plenos del Cabildo insular
acoge, el próximo martes 29 de octubre, a partir de las 19.00 horas, la presentación
del libro ‘Marionetas al borde del precipicio’, del autor gomero Leoncio Bento.
Se trata de una novela de ficción
contemporánea cuya trama se desarrolla en el contexto de la convulsa sociedad
barcelonesa, en los años inmediatos a la contienda civil española. El
protagonista, Julián Puig, es un joven republicano de espíritu aventurero y
soñador procedente de un pequeño pueblo del Bajo Ampurdán, una comarca situada
en la provincia de Gerona, Cataluña. Aconsejado por su padre, un partidario entusiasta
de la causa republicana y de la independencia de Cataluña, se alistó voluntario
en la Quinta del Biberón para acudir a la Batalla del Ebro.
Sobre
el autor
Leoncio Bento Bravo nació en el municipio
gomero de Agulo en 1944. Estudió Medicina en Barcelona, y se especializó en
Cirugía Pediátrica durante un largo período de estancia formativa en Alemania.
Casado y padre de dos hijas, ha ejercido profesionalmente en Navarra y está
jubilado desde el año 2012. Es doctor en Medicina por la Universidad de Navarra,
además de expresidente de la Sociedad Española de Cirugía Pediátrica, y miembro
de honor de la Asociación Española de Pediatría. Fue nombrado Gomero Universal
por la Universidad de Verano de La Gomera.
Madrid.- 22 de octubre de 2024
Sonia Muñoz Guevara
OVACIÓN EN EL HOMENAJE A PAUL AUSTER
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Foto cedida Circulo de Bellas Artes |
Después de las palabras del director del Circulo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández León, y de Elena Ramirez, directora de la editorial Seix Barral, quienes organizaron este homenaje, se prosiguió con las palabras de la rectora de la Universad Autónoma de Madrid, Amaya Mendikoetxea Pelayo.
La intervención de Siri Hustvedt, viuda del escritor, nos cuenta la trayectoria de Paul Auster, hasta su último día.Una de sus palabras nos dice, Él no podía hablar, pero me escuchaba y yo le dije ‘Oh, Dios, cómo nos divertimos, ¿no?’, ¿Que cómo fue ser la esposa de Paul Auster? Fue muy divertido”. Así nos impresionó Siri, serena y tranquila, en su presentación, ante la ovación de los aplausos.

Luego la participación de los invitados-escritores,
en la mesa redonda, quienes estuvieron contando anécdotas y lecturas del
escritor homenajeado, entre ellos estaban: la periodista y escritora, Inés
Martín Rodrigo, el escritor Enrique Vila- Matas, el cineasta y escritor David
Trueba, Elena Ramirez, de la editorial Seix Barral, moderados por la periodista
y escritora Marta Fernández.
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Foto cedida Circulo de Bellas Artes |
Por último Sophie Auster, (hija) cantante,
nos interpretó la canción “Blue Team”, dedicada a su padre, acompañada de su pequeño hijo, y de su marido
el fotógrafo Spencer Ostrander.
Luego nuevamente hacer la fila, para
adquirir los libros de Paul Auster, para ser firmados por Siri Hustvedt. Libros
como La trilogía de Nueva York, Un país
bañado en sangre, La invención de la soledad, son unos de los títulos de
Paul Auster.
Ha sido una velada bastante gratificante,
y conocer aún mas la vida y trayectoria de este escritor, tan querido, por sus
lectores.
Madrid.- 21 de octubre de 2024
Mirando al horizonte
Al leer nos sumergimos en mundos
desconocidos: sabemos de otros seres (reales o irreales; no importa), pero que
son como nosotros, y en ese encuentro con lo desconocido nos reconocemos como
quien se mira en un espejo
1) Termino de leer la última novela del
escritor estadounidense Paul Auster (1947-2024), titulada Baumgartner (Seix
Barral, 2024), y la he disfrutado enormemente, aunque debo decirlo con
honestidad: no es la mejor de su extensa obra, ni es una novela de “gran
solidez” como se recoge en la cita de Los Ángeles Times que aparece en la
solapa posterior, y lo digo con la autoridad que me confiere haber leído y
reseñado buena parte de sus libros. Obviamente, esto que acabo de expresar no
minimiza la opinión que siempre he tenido del autor, a quien consideré uno de
los grandes maestros de la literatura contemporánea en lengua inglesa, y quien
debió de recibir el Premio Nobel de Literatura al que estuvo nominado por
varios años. Baumgartner, personaje central del libro, es un profesor universitario
de Filosofía próximo a jubilarse, quien años atrás pierde a Anna, su amor de
juventud, y queda hundido en una profunda tristeza (cuyas reflexiones
enriquecen la trama desde lo existencial). A partir de un sueño revelador busca
rehacer los jirones de su existencia, y es entonces cuando se da a la tarea de
contarnos fragmentos de su pasado y del de su esposa (y así nos enteramos que
se trata de una historia autorreferencial de la rama de los Auster: que es la
de la madre del autor), así como de un presente signado por muchos temores y
algunos desengaños. Cuando el lector más espera de este personaje y de todo
aquello que al parecer se abre frente a él y sus circunstancias: el novelista
decide truncar abruptamente el texto, y nos deja con la extraña e ingrata
sensación de inacabamiento. Nos corresponde entonces a nosotros conjeturar
posibles cierres, en un ejercicio literario de extrapolación y también de
fábula.
2) A menudo me asalta una interrogante:
¿Qué buscamos al leer literatura? Y se abre ante mí todo un espectro de
respuestas, cuyo conjunto se hace ontológico y denso, porque la literatura
complementa, amalgama y conjunta, y gracias a este artilugio, del que no escapa
lo ilusorio y la mentira, nos convertimos en otras personas y nos lanzamos a la
corriente de la vida con una visión más honda y diversa; salvífica y a la vez
sanadora. Al leer nos sumergimos en mundos desconocidos: sabemos de otros seres
(reales o irreales; no importa), pero que son como nosotros, y en ese encuentro
con lo desconocido nos reconocemos como quien se mira en un espejo, y si bien a
veces todo esto resulta doloroso porque nos enfrenta con nuestro Ser, es al
mismo tiempo extraordinario y enriquecedor. Obviamente, para que todo esto
acontezca tendrá que darse la necesaria consustanciación obra-lector: que no es
otra cosa que el quedar atrapados en la corriente de unas páginas en las que
personajes e historias, contextos y digresiones, confabulen en múltiples
direcciones para que seamos “esencia y sustancia” de lo contado, para que
vibremos en los mismos (o similares) registros, y que al llegar al final del
libro podamos exclamar sin ninguna duda y desde el fondo de nuestra alma:
¡guao, qué maravilla!
3) La noción de eternidad es platónica; es
decir: desde antiguo nos mecemos entre el escepticismo más profundo y la
esperanza más desgarradora frente a la realidad y sus circunstancias. Creer o
no en una eternidad no es para nosotros una opción, ni siquiera un mecanismo
del intelecto ante el vacío existencial, sino una asunción que impregna nuestra
mirada de sentido y le otorga un hálito de divinidad, que se erige luego en
ruta y en certeza de nuestro transitar en el “ahora”. La noción de eternidad
nos realimenta de manera constante; hace de nosotros piezas de un enorme
rompecabezas. Si somos parte y todo de un “algo” que no podemos explicar porque
nuestros sentidos y nuestra capacidad escapan a ello, pues qué más da refutarlo
o no: nos dejamos llevar como hojas en un infinito río y, en esa suerte de
“entrega” a lo desconocido, recorremos la vida sujetos a lo fáctico y sus
eventualidades. ¡Menuda empresa la humana…!
4) Nuestro afán de perfección es
distintivo de la propia naturaleza que nos gobierna a su antojo, que nos
batuquea sin que opongamos resistencia y nos lleva por inciertas veredas:
muchas de ellas de enorme asombro frente a lo que somos capaces de alcanzar: la
obra humana. Ella nos otorga un estatus significativo, hace de nosotros seres
ganados a un desconocido infinito de grandeza y belleza; es principio y fin de
un “algo” que nos identifica como especie y hace de nosotros presas de una obra
siempre inacabada por imposible de alcanzar. Esas ansias del detalle, de
mejorar lo ya alcanzado, de elevar el nivel de una obra es tan maravilloso, que
no podemos explicarlo desde nuestra propia finitud, porque es en sí
contradictorio y al mismo tiempo de carácter divino.
5) Siempre queremos ir más allá: innovar
en todo lo que emprendemos, elevar los estándares del quehacer, y ello responde
a la superación propia de nuestra esencia, que nos complejiza hasta el extremo
de lo inaudito, que hace de nosotros posesos inconformes con lo que tenemos o
alcanzamos y estamos como la liebre tras la zanahoria. Innovar es un sello que
nos ha traído hasta la era tecnológica y de la inteligencia artificial: en la
que nos enfrentamos y (de paso) retamos a nuestra finitud, y extendemos los
límites de lo humanamente posible para reinventarnos y replicarnos; para
derrumbar los linderos de los sueños y llevarlos a los niveles de la fábula.
Somos, qué más da, perennes insatisfechos que jamás damos nada por sentado y
establecido, cuyos límites caen a menudo en sutiles territorios en los que todo
es posible, incluso lo inimaginable por absurdo y disparatado. Pero aquí
estamos: plantados frente a nuestras propias circunstancias epocales, mirando
siempre al horizonte sin importarnos los enormes desafíos que tenemos por
delante, porque eso somos: imperfectos y hambrientos de innovación y de cambio,
y nada importa más que lograr nuevas metas y así descubrir lo que yace más allá
de nuestra comprensión.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 16 de octubre de 2024
Por: Gastón Segura
HACIENDO EL INDIO
Comenzaré pidiéndoles disculpas por un gravísimo error, que me señaló mi querido Diego Hidalgo, cuando anoté en mi anterior artículo: «en febrero de 1956, tras el enfrentamiento entre una manifestación universitaria y grupos de jóvenes falangistas, que costó la vida por un disparo a uno de estos últimos…» Y en absoluto; el joven camisazul, Miguel Álvarez Pérez, libró de aquel balazo en la cabeza, tras algunas inciertas semanas de hospital. Y abundando sobre aquel siniestro pistoletazo, precisaré que la bala partió de sus camaradas y, visto el percance, con escaso tino. Como tampoco lo ha tenido —o, al menos, diplomático— el desprecio del gobierno mejicano a nuestro rey durante los actos de toma de posesión de su nueva presidenta, doña Claudia Sheinbaum Pardo, quien remató esta ceremonia —se supone que solemne— con una de esas fantochadas de juramento al Sol, que hace años pusiera en funcionamiento el peruano don Alejandro Toledo Manrique y continuara al menos uno de sus sucesores, el breve don Pedro Castillo Terrones; quien no es que se mostrara, durante su investidura, demasiado cortés con don Felipe vi; en definitiva, con España.
Esta afición americana de echarle las
culpas a España equivale a lo de echárselas «al maestro armero», pero con
malsana inquina. Y respecto a este último desaire mejicano, durante las pasadas
semanas, se han impreso en los periódicos nacionales artículos suficientes,
algunos recogiendo las certeras palabras que Octavio Paz y Carlos Fuentes
pronunciasen hace años sobre el asunto, por cuanto, adivinándolos informados de
sobra, me evito repetirlas e incluso remontarme a las ejemplares —son todo un
certero tratado de política— Cartas de relación (1519-26), del gran Hernán
Cortés, o a la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1568), de
Bernal Díaz del Castillo. Sin embargo; en cuantas opiniones he podido leer,
ninguna mencionaba el singular y casi anticipador revés recibido por Alfonso
Reyes.
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Alfonso Reyes,escritor |
Verán, Alfonso Reyes se instaló
destartaladamente en Madrid el 2 de octubre de 1914, tras un año de desasosiego
y viviendo en París con los escasos ingresos procurados por sus artículos para
la Revue Hispanique, a consecuencia de su expulsión como tercer secretario de
la embajada de su país, tras la llegada al poder de Venustiano Carranza,
enemigo cerril de la facción política de su familia.
De inmediato encontró aquí una fraterna
acogida, como constatan los dos artículos en el semanario España —del 19 de
febrero y del 2 de diciembre de 1915— de Ortega y Gasset, más la intervención
parlamentaria de Antón del Olmet, ratificada por un artículo para El Imparcial,
del 4 de diciembre de ese año, donde pedía un estipendio para los exiliados
mejicanos, entre los que sobresalían él y Amado Nervo. A la par de estos
encomiables gestos y mucho más importante es su rápida integración en el Centro
de Estudios Históricos, de Menéndez Pidal, donde alumbrará sus ensayos sobre el
Arcipreste de Hita, Quevedo, Gracián y Ruiz de Alarcón o aquella Lope de Vega y
El peregrino en su patria de 1919, que con sus participaciones en la prensa más
relevante (España, Revista de Occidente y El Sol), nos lo muestran como un
activísimo miembro de la intelectualidad del momento, cuyo jalón más célebre es
el homenaje que organizó a Mallarmé, el 14 de octubre de 1923, en el Jardín
Botánico, adónde acudieron Ortega, Marichalar, Díez-Canedo, D’Ors…
Y si Alfonso Reyes fue uno más entre los
hombres del Noventaiocho y del Novecentismo, se anticipó a los del Veintisiete
con su Góngora y La gloria de Niquea (1915) o su prólogo a la primera edición
de las obras del cordobés por el hispanista Foulché-Delbosc, en 1921, y no
digamos con sus obras de pura invención de aquellos días, como El suicida o
Visión de Anáhuac (ambas de 1917), o esa gavilla de insólitos cuentos, El plano
oblicuo (1914), que edité para Drácena hace unos siete años; cuanto nos lo perfila,
además, como un señero vanguardista, acogido como tal y rápidamente a su
llegada a Buenos Aires, en julio de 1927, por las Ocampo y Borges, donde
publicará los Papeles de Recienvenido (1928), del estrafalario Macedonio
Fernández.
Pues bien; todo este espíritu cosmopolita
y poliédrico, acentuado por su devoción hacia Grecia y Roma, le ocasionó un
monumental chasco cuando Gabriela Mistral, ya premiada, lo propuso a la
academia sueca, en 1949, para el Nobel; los «nacionalistas» mejicanos
—predecesores exactos de los sublimadores del precolombinismo de ahora—
reaccionaron, so pretexto de su escasa mejicanidad, de forma tan arisca que ni
Reyes resultó galardonado entonces ni en las sucesivas veces en que fuera
candidato; conclusión, México y no solo Reyes, se quedó sin el premio. Y en
este instante, cuando ese inmenso país podría encabezar la Hispanidad por su
número de habitantes y por su potencia económica y creativa, vuelve a las
andadas con una presidenta, como decimos acá, «haciendo el indio».
Artículo publicado por el "Imparcial", el 15 de octubre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 16 de octubre de 2024
MINIATURAS
La letra impresa está muerta si no halla
lectores que le insuflen vitalidad, de allí nuestro poder como lectores, que
hacemos de unos caracteres asentados en una página o una pantalla todo un
universo que se conjunta en nuestro ser como huella indeleble
1) Tengo en mi haber tres Obras Completas
de Jorge Luis Borges (leídas a más no poder) y acabo de adquirir Borges
Esencial (2023), editado por la Real Academia Española y la Asociación de
Academias de la Lengua Española (del que hablaré luego). Siempre Borges, dirán
ustedes, y es cierto. Hallo en su obra posibilidades estéticas, literarias,
lingüísticas, filosóficas y metafísicas que no encuentro en otros clásicos.
Entre más leo y profundizo en sus textos, más razones tengo para autodefinirme
como borgeano, borgiano o borgesiano: el adjetivo en realidad no importa tanto,
pero sí todo lo que recibo de su impronta y su inmenso legado.
2) Nadie escapa al ego, es intrínseco de
lo humano. Acabo de leer acerca de los estragos de este pequeño monstruo que
llevamos dentro, y en realidad me atormenta, porque entre más cosas haces y
emprendes, más razones hallas para alimentarlo, pero crece tanto que termina
convirtiéndose en un alud que pugna por enterrarte. Alguna vez leí (siempre la
lectura) que cuando sintamos el ego muy elevado le opongamos la frase “soy
mortal”, y de veras resulta, pero lo cumbre de todo esto es que casi nunca
aceptamos tenerlo elevado; es más, lo confundimos con cuestiones emparentadas:
dignidad, autoestima, logros, empoderamiento…
3) Fui testigo de la llegada del hombre a
la Luna: hecho del que se cumplieron este 20 de julio 55 años. Y digo que fui
testigo, porque mis ojos de niño vieron por televisión el portento tecnológico
del que nunca he dudado, como sí lo hacen millones de personas en todo el
planeta, que juran y rejuran que todo fue un engaño: una bien montada patraña
de parte de los gringos. Mi tío Óscar, que para entonces esperaba ser operado,
en su lecho de enfermo expresó con alegría: “Si me muero habré visto la llegada
del hombre a la Luna”. Y se murió en la operación, y nada ni nadie podrá
quitarle ya esa certeza, que es un hecho histórico asentado para siempre.
4) La letra impresa está muerta si no
halla lectores que le insuflen vitalidad, de allí nuestro poder como lectores,
que hacemos de unos caracteres asentados en una página o en una pantalla todo
un universo que se conjunta en nuestro ser como huella indeleble, y nos cambia
la vida para siempre. Visto así, somos cocreadores de cada página leída, porque
sin nosotros carecería de valor y significado: somos los lectores quienes
justificamos la existencia de una obra, quienes hacemos (o no) de un autor un
clásico, quienes trascendemos lo escrito en un libro y lo llevamos más allá de
su tiempo y de su espacio para que sea perdurable e infinito.
5) Al verso solemos oponerle la prosa,
pero fuera de esta verdad técnica (perfectamente verificable desde los
antiguos), la prosa cuenta la vida y sus avatares, lo vulgar y prosaico: plasma
desde cada lengua la concatenación de hechos y circunstancias que nos cuentan
la existencia en toda su magnitud y esplendor, de allí su fuerza entre
nosotros. Esto no quiere decir en modo alguno que la poesía esté en retirada,
pero sí habla del enorme prestigio de la prosa desde la narrativa, la
ensayística y otros géneros, cuyo mercado crece a pasos vertiginosos en
nuestros días y le auguran un futuro prometedor (aunque no exento de riesgos).
6) Si lo analizamos con cabeza fría, somos
un sustantivo: nos identificamos con un nombre y hacemos de él (y el de los
otros) el centro de nuestras vidas. La sustantivación de la existencia se ve
afectada, hay que admitirlo, por la adjetivación, que busca etiquetar, signar,
marcar y horadar. Lamentablemente, el sustantivo se afecta con el adjetivo: lo
cambia, lo transmuta, lo transforma; lo pone entre paréntesis, lo lleva a
tribunales y hasta lo encarcela para su exterminio. En el libre juego entre
sustantivos y adjetivos se mece el día a día y el mundo: dependerá de nosotros
que entre ambas nociones lingüísticas y existenciales haya paz y equilibrio: de
ellos derivan el ansiado e inescrutable paraíso.
7) Nos dice la poeta española María Pilar
Cavero en su poema Cinco (Se nos fue con sus rosas, 2016) que cinco letras
conforman “poema”, “poeta”, “verso”, “verbo” y “magia”. Yo agregaría a esta
bella lista literaria: “prosa”, “libro”, “frase”, “punto”, “línea”, “papel”,
“canto”, “lápiz”, “pluma”, “tinta”, “texto”, “obras”, y podría continuar con
las pentasílabas. La escritura es en esencia un río que fluye y nos hace sus
posesos: nos arrebata el tiempo de ocio y lo transforma en obra. ¿Qué fuese de
la vida sin las letras y sin el arte en general? Sin duda: triste y árida, sin
la esperanza de un hipotético cielo que se nos regala con cada página.
8) La felicidad es impúdica, nos muestra
su esplendor sin el agravante de caer en terrenos indiscretos o vergonzosos
frente al qué dirán. Cuando nos enamoramos nada importa más que el encuentro
con la mirada y el abrazo de la persona amada, y en ambos nos perdemos para
hallar el infinito que nos constituye. Si obtenemos algo anhelado durante mucho
tiempo, lloramos de felicidad, y poco nos interesan las miradas de quienes a lo
mejor nos critican muy a la callada, porque el sentimiento hay que celebrarlo,
saborearlo, llevarlo al extremo de lo orgiástico: captarlo con todo nuestro
ser, cincelarlo en las retinas y en la piel, y allí se quedarán como huellas
perennes de un gozo que quizás no se repita como nueva experiencia, sino como
recuerdo de aquellos inolvidables días.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 14 de octubre de 2024
Sonia Muñoz Guevara
Realizado el acto cultural:
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Foto:cortesia Ateneo Madrid |
El pasado 10 de octubre, el Ateneo de Madrid, Sección Literatura Agrupación Agustín Argüelles, acogió la actividad: Creación literaria iberoamericana, es la primera vez, que se realiza este Encuentro, siendo el motivo por el Día de la Hispanidad, en la que han participado seis invitados, entre escritores, poetas y del arte dramático.
Contando con la participación de Mariano
Jabonero, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI), se encontraban también el escritor mexicano Jorge Volpi, Marifé
Santiago Bolaños, escritora española, Vanessa Espin, dramaturga y actriz española,
el novelista Juan Gabriel Vásquez, (Colombia), Julieta Deossa, (Colombia)
pintora, novelista y poeta.
Abrió el acto el Presidente del Ateneo, Luis
Arroyo Martínez, y prosiguió el presentador, José Antonio García Regueiro, con el programa.
Los participantes nos presentaron sus ponencias, basados en temas de actualidad, anécdotas, y así mismo la problemática de la educiónen en la lectura, como es el caso de la conferencista Julieta Deossa.
Concluye el acto Juan López, inspector de educación y coordinador del progama, felicitó a su vez a la periodista María Consolación Galera, por su colaboración en el diseño y elaboración, de esta actividad.
Una velada literaria grata y de buen
ambiente, quedando satisfecho, el numeroso público, que acudió a esta cita.
Será hasta pronto y esperamos la segunda edición.
Madrid.- 14 de octubre de 2024
La última novela del Gabo
Me llamó poderosamente la atención el
Prólogo, escrito a dos manos por Rodrigo y Gonzalo García Barcha, hijos del
fallecido autor, porque he hallado en él una honestidad mayúscula
Termino de leer En agosto nos vemos, del
fallecido Nobel colombiano Gabriel García Márquez (Random House, 2024), en
hermosa edición al cuidado de Cristóbal Pera. Celebro la salida de este libro,
porque hallo en él la esencia de aquello que nos conquistó del gran autor: el
manejo poético de la prosa, la adjetivación que le era propia, el mundo del
caribe implantado como un profundo tatuaje en nuestra mente y en el sentir
latinoamericano, la magia de una historia que nos atrapa desde la primera línea,
la elegancia de sus figuras literarias, la riqueza sensorial que logra
transmitir con cada página, los atavismos de una cultura que el Gabo alcanzó a
universalizar con enorme acierto, y la diafanidad de una historia que solo con
sus imágenes logra llegar a lo más profundo del ser y dejarnos huella.
Me llamó poderosamente la atención el
Prólogo, escrito a dos manos por Rodrigo y Gonzalo García Barcha, hijos del
fallecido autor, porque he hallado en él una honestidad mayúscula. Siento estas
breves páginas como una excusa frente a una obra de la que su padre en cierta
forma abominó: “Este libro no sirve. Hay que destruirlo”, y ellos la
preservaron para que el tiempo la decantara y fuese el árbitro definitivo junto
con los lectores (ya que somos los que les damos vida a un texto). Por
supuesto, el argumento de ellos es completamente válido: “la falta de
facultades que no le permitieron al Gabo terminar el libro también le
impidieron darse cuenta de lo bien que estaba, a pesar de sus imperfecciones”.
Yo agregaría con la cabeza fría de un avezado lector: el Gabo pudo deshacerse
de la novela y no lo hizo, lo que permite inferir que sus palabras fueron tan
solo un guiño a la posteridad.
Me gustó además la Nota del editor, que
bien pudo ponerse al comienzo y no al final de la obra, porque es esclarecedora
y nos da luces para el abordaje del texto. Llama la atención la declarada
“humildad” de Pera (ya que los editores no se caracterizan precisamente por
serlo, ni por asumir sin más las posibles falencias del libro en el que
trabajan, porque esto sencillamente va contra su razón de ser. Me atrevería a
añadir que los editores suelen ser arrogantes y displicentes: o por lo menos
este es el común de la experiencia autoral, con algunas excepciones). La sola
historia del nacimiento de este libro y su largo devenir son materias para un
análisis metaliterario de la obra, que deberá ir más allá de las circunstancias
puntuales, para adentrase en los territorios del Real-Ser literario.
Nos cuenta el editor, que el 18 de marzo
de 1999 fue anunciado con regocijo que García Márquez preparaba un nuevo libro
constituido por cinco relatos autónomos. Desde aquel anuncio hasta marzo de
este año (que es cuando sale En agosto nos vemos), suceden varias cuestiones no
menores, entre ellas la pérdida paulatina de la memoria del autor y su
posterior fallecimiento, del que ya se cumplieron diez años el pasado 17 de
abril. En aquel entonces, el Gabo trabajaba con dos manuscritos (Ella, que
luego se publicaría en el 2004 como Memoria de mis putas tristes y En agosto
nos vemos). Según Mónica Alonso, su secretaria, entre julio de 2003 y finales
de 2004 el autor trabajó intensamente en esta novela de la que se acumularon
cinco versiones. Si mal no entiendo de todo este complejo proceso: el libro que
hoy tenemos es la concreción de la quinta versión (del 5 de julio de 2004, a la
que el autor le hizo cambios directamente o se los dictó a Alonso) y el
documento digital guardado por ella.
Por supuesto, como ya lo expresé en el
primer párrafo, disfruté de la novela, pero estoy consciente de que se trata de
una obra menor del autor (aunque el tema sea osado al tratar acerca de la
infidelidad femenina, y no el que con cierta cautela declaran sus hijos en el
Prólogo: la continuidad del amor como leitmotiv de toda su obra). La novela
comienza con mucha fuerza, pero va decayendo hacia un final un tanto
precipitado: se nota a las claras que al autor le costó mucho concretar un
cierre. Obviamente, al tratarse de una obra de larga data en su escritura (y
con el agravante del problema de la pérdida de la memoria del autor), el paso
del tiempo trajo consigo ciertas lagunas, vacíos, hiatos e inconsistencias
argumentales, lo que se tradujo en una merma del poderío narrativo de la obra,
que finaliza con un hecho truculento (por supuesto, no haré spóiler a los
potenciales lectores del libro).
Como es bien sabido, lo que más disfrutaba
Gabriel García Márquez del proceso de creación literaria, era de la corrección,
y al no hacerlo con la metódica de todas sus obras (al no hallarse en
condiciones mentales para ello), dejó pasar importantes detalles de estilo que
resultan desagradables en la lectura, y uno de ellos es la repetición del
adjetivo “ardiente” (que tanto le gustaba al autor, y del que echó mano a dosis
adecuadas en sus más importantes novelas) al punto de convertirse en esta obra
en una muletilla. Igual sucede con el vocablo “cuando”, que aparece encabezando
un sinfín de párrafos, y que pudo ser sustituido para evitar el ruido que se
percibe en el texto.
No obstante, repito, disfruté de la
novela, no la leí con intenciones críticas, sino de placer estético y
literario. Me hubiera gustado un mayor acabado, pero con todo y eso la celebro
y agradezco a la familia y al editor por este regalo imprevisto.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 12 de octubre de 2024
Del 13 al 16 de octubre, hora: 19:00, en el Teatro Liceo. Salamanca
El
XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos
Seran homenajeados el poeta cubano PÍO E. SERRANO y al español JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS
Participaran
cincuenta y cinco poetas de diecisiete países
También habrá un reconocimiento de Huéspedes Distinguidos de Salamanca a los poetas Omar Ortiz Forero (Colombia) y Giovanna Benedetti (Panamá). Finalmente, el poeta argentino Hugo Francisco Rivella recibirá la Medalla Fray Luis de Poesía Iberoamericana. Se han previsto intermedios musicales a cargo de Concierto 3 y de la cantante colombiana Martha Elena Hoyos, así como numerosos actos en diferentes espacios de la ciudad.
Se presentará la antología ‘Para sitiar el asombro’, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca. Esta obra incluye una selección de la obra de los dos poetas homenajeados y poemas de los autores invitados. La pintura de portada y las portadillas interiores son obra del pintor Miguel Elías
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Pio E. Serrano- Foto LaGateraPress |
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José María Muñoz Quirós- Foto de Tiberíades |
La participación de algunos poetas serán, entre otros:
Miguel Iriarte, Luz Mary Giraldo y Carmen Alicia Pérez (Colombia); Lizette Espinosa y Moisés Mayán (Cuba); Harold Alva, Patricia Denegri, Omar Aramayo, Karín Chirinos Bravo e Iván Adrianzén (Perú); Carlos Nuno Granja y Luis Aguiar (Portugal); Patricia Gutiérrez Paz, Valeria Sandi, Homero Carvalho, Claudia Vaca y Benjamín Chávez (Bolivia); Leonardo Nin y Willy F. Ramírez (República Dominicana); Otoniel Guevara (El Salvador); Marco Antonio Madrid, Karen Ayala y Elena Banegas (Honduras); Yordan Arroyo (Costa Rica); Pedro Steve (México) y Leonam Cunha (Brasil). Poetas-traductores procedentes de otros países, Marta Eloy Cichocka (Polonia) y Vito Davoli (Italia).
Entre los poetas españoles de diferentes regiones que están presentes en la antología, figuran Antonio Colinas (León), Maru Bernal (Cataluña), Gloria Díez (Asturias), Carlos Aganzo (Madrid); Juan Carlos Martín Cobano (Sevilla), Jesús Fonseca (Aragón), José Antonio Santano (Córdoba), María Ángeles Pérez López (Valladolid) y María Calle Bajo (Badajoz).
https://www.ciudaddecultura.org/es/programacion/xxvii_poetas_iberoamericano_14-10-2024
PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2024, obtiene la surcoreana HAN
KANG
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Ilustration: Niklas Elmehed |
Ha escrito varios libros y unos de ellos
es La vegetariana, del año 2015,
obteniendo el premio Man Booker Internacional, también ha escrito Blanco y Actos humanos
El 10 de diciembre, aniversario de la
muerte del fundador de estas distinciones, Alfred Nobel, se hará entrega de
este premio, con la atractiva suma de 960,000 euros.
Son 18 mujeres que han sido galardonadas
con este premio: Selma Ottilia Lovisa Lagerlöf (1909),Grazia Deledda (1926),Sigrid
Undset (1928),Pearl Buck (1938),Gabriela Mistral (1945),Nelly Sachs (1966),Nadine
Gordimer (1991),Toni Morrison (1993),Wislawa Szymborska (1996),Elfriede Jelinek
(2004),Doris Lessing (2007),Herta Müller (2009),Alice Munro (2013),Svetlana
Alexievich (2015),Olga Tokarczuk (2018),Louise Glück (2020),Annie Ernaux (2022),
y Han Kang (2024)
La poética de María Pilar Cavero
Como buena poeta (que no “poetisa”: a
ambos no nos gusta el vocablo), Cavero sabe de silencios, porque cada verso y
frase no son mero continuum, sino pequeños hiatos que hacen de cada palabra
esencia y hondura
El 27 de agosto de 2023 publiqué en El
Universal el ensayo titulado Poemas de la esencialidad, en el que me referí al
poemario Caricias y cantares de María Pilar Cavero (Huesca, 1941). Hoy regreso
con esta extraordinaria poeta, con esta magnífica poeta y lo hago con un
hermoso libro titulado Policromía (Sial / Fugger Poesía, 2014) con Prólogo de
Luis Farnox, que mi buena amiga tuvo la gentileza de remitirme (esta vez en
físico) a mi casillero, junto con otros de sus libros: Brisas y briznas (Sial /
Fugger Poesía, 2011), Pétalos de plata (Sial / Fugger Poesía, 2013), Orosia
(Sial / Narrativa, 2015) y Se nos fue con sus rosas (Sial / Fugger Poesía,
2016).
Es Cavero poeta de lo vital; nada escapa a
su tarea forjadora de belleza con la palabra: todo es válido cuando la
existencia se cuela con cada rendija y nos presenta un mundo diverso, que fluye
y palpita, que se abre paso y nos cuenta mil cosas que, conocemos e intuimos,
pero que se desvanecen con el ir y venir de la cotidianidad hasta hacerse parte
y todo del paisaje, y ella lo sabe, y está consciente de su labor desveladora,
de su poder que logra transmutar la realidad en portentosa imagen literaria:
tomemos, pues, un fragmento del poema Palabras: “Me gustan: / las palabras
precisas, / las palabras brujas, / las palabras enlazadas, / la ternura / de una
palabra, / los poemas, / el papel, / un lápiz gastado, / la hermandad, / el
cantar, / el silencio.”
Para Cavero las palabras son arquitectura
del pensamiento, de allí el poderío de su obra, que se abre paso con enorme
dignidad en medio del bululú de mercaderías llamadas libros, que no dan tregua
a lo banal: y los relativizan, los erigen en polvo, los convierten en meros
objetos de intercambio crematístico. En contraposición, la autora nos trae
poesía; pero no cualquier poesía, sino esencia de la palabra: súmmum de una
larga existencia trajinada en hechos y circunstancias que han dejado heridas,
pero también disfrute y palabras; leámosla en Del silencio: “Antes buscaba
imágenes, /ahora busco palabras: / ¡Cuánto placer encierran! / ¡Cuánto dolor! /
¡Cuánta Belleza! / ¡Cuánta plenitud / y cuánta decadencia! / ¡Cuánta sabiduría
/ y cuánta vaciedad!”
Como buena poeta (que no “poetisa”: a
ambos no nos gusta el vocablo), Cavero sabe de silencios, porque cada verso y
frase no son mero continuum, sino pequeños hiatos que hacen de cada palabra
esencia y hondura. Leámosla en El silencio: “También se puede hablar / con el
silencio. // ¿Alguien contó las palabras /que tiene una mirada? // ¿Las sílabas
que enlaza / una sonrisa?” La poesía es mirar hacia el interior, es sumergirse
en el antes y después de lo vivido; es buscar (a veces sin suerte) el
reencuentro con nuestro “yo” más profundo, que pide desde siempre que le demos
una “voz”.
La poeta le confiere voz a la emoción con
la palabra, y desde esa atalaya hace de la inspiración poética un gozo que nos
mueve, que nos lleva a estadios superiores y nos empuja a ir más allá de lo
esperado para hacer del verso un “algo” que sentimos desde nuestra
interioridad, pero que se pierde en nosotros al consustanciarse con nuestra propia
esencia finita: “De fuera a dentro / nos conduce la vida, /de dentro a fuera /
pugnamos por vivir.”, nos lo recuerda en el poema Vivir.
La palabra poética de Cavero nos invita a
la reflexión filosófica: su hondura busca el salto hacia lo inefable y no se
contenta con lo estético; ella sabe que poetizar es ver aquello que no solemos
ver, que nos negamos a aceptar; es voltear la mirada complaciente y así atisbar
el envés de todo: “Pensaba cuando era niña / que la ancianidad dolía. / Ahora
me voy dando cuenta / que lo que de verdad duele / es la juventud perdida…”,
nos dice en su poema Cuando niña. La poesía es gozo y es dolor, es conjeturar
en torno de lo vivido, es sentir el presente y hacer de él una pausa que nos
impele a sentir en profundidad, a reconocernos parte del ahora, a recoger los
pasos e ir tras la búsqueda de nuestro destino.
La autora busca hacer de las palabras
instrumentos que evidencien la diversidad de colores y matices que traslucen;
hacer de lo chato de la existencia la posibilidad cierta de un mundo pleno, en
el que sean factibles los enormes claroscuros que nos habitan y que ensombrecen
la experiencia. Esa policromía solo es admisible desde la magia de la palabra
hecha poesía, no en vano la poeta nos dice en Ramillete: “Ramo de primavera /
en verde, rojo y blanco, / sencillo y oloroso, / alegre y confiado, / repleto
de esperanza, / de azucenas y rosas.” Luego, en el poema Las plantas, agrega
contundente: “Mi geranio ha enfermado / de tanto florecer. / ¡Cuánta
generosidad / en una humilde planta!”
Cavero cuenta y canta, y en ese peregrinar
zigzagueante trae consigo la vida: recuerdos y anhelos, pasado y presente; nada
escapa a su lupa escrutadora de la existencia, que va y viene y en su mecerse
deja huellas profundas. Dejemos que en Ternura (La leche) aflore su propia
intimidad: “La leche que me diste, / madre, / brotó del sufrimiento. // Esa
leche, / nacida del pozo del dolor, / del miedo y del recuerdo, / manó dulce y
nutricia / de tus jóvenes pechos. / Manantiales de vida / que calmaron tus
ansias / y las mías. // La leche que me diste, / madre, / fue una ofrenda de
amor.”
En María Pilar Cavero la palabra es
policromía en perfecta recursividad. ¿Qué duda cabe?
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 08 de octubre de 2024
Conferencia:
Creación literaria iberoamericana, con motivo del día 12 de octubre Dia de la
Hispanidad
Con la asistencia del Secretario General
de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) Mariano Jabonero.
La presentación correrá a cargo de José
Antonio García Regueiro, en la moderación Ana Pulido y los participantes escritores
y poetas:
Mariano Jabonero, de la OEI, Jorge Volpi, escritor y novelista; Marifé Santiago Bolaños, escritora y poeta; Juan Gabriel
Vásquez, novelista; Julieta Deossa, pintora, novelista y poeta; Juan Villoro,
escritor y novelista; y Vanessa Espín, escritora y dramaturga.
Concluye el acto Juan López Martínez, Inspector
Central de Educación y escritor.
Escucharemos estas voces de iberoamerica, para
definirnos su creación literaria a través de sus costumbres, tradiciones e ideologías, y la
narrativa de estos países de habla
hispana.
Madrid.- 08 de octubre de 2024
Este jueves 10 de octubre, en la sede del
Grupo Editorial Sial Pigmalión
Entrega del Premio Internacional de Poesía Alfonsina Storni 2024, a la poeta Ana Ortega Romanillos
El grupo editorial Sial Pigmalión, hace entrega de este premio a la poeta y escritora manchega Ana Ortega Romanillos(Guadalajara), así mismo, se hará la presentación de su poemario Caballos al alba, que ha sido seleccionado y concedido por este grupo editorial.Ana Ortega Romanillos (1952, Alcolea de las Peñas, Guadalajara) es funcionaria, poeta y escritora. Pertenece a la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, al Grupo de Escritores de Castilla la Mancha. Miembro fundador de la Academia de las Letras y las Artes Lusófonas Portugal. Socia del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ha sido incluida en varias antologías poéticas en España y Portugal.
Colabora en revistas literarias y
boletines poéticos de España y en el periódico Noticias de Castro Daire
Portugal. Es promotora cultural, contribuye en el fomento de la poesía, y de la
cultura en general.
Tiene en su haber más de doce poemarios
publicados. Ha escrito varios poemas, entre ellos: Al otro lado del río, Alba desnuda, Tréboles refulgentes, Perfiles del
agua, entre otros más libros
En Caballos
al alba predominan, como piedras angulares, tres grandes temas: el amor y
el erotismo, centrado en la figura del esposo, la naturaleza, ese paisaje
campestre y rural que rige, como paisaje emblemático, toda esta obra de
carácter sentimental y existencial, en la que la tierra de la infancia del yo
lírico es el cordón umbilical que sostiene el pulso entre los diversos poemas,
y el tiempo recobrado, por decirlo al socaire del novelista galo Marcel Proust.
La cita es para este jueves, 10 de octubre a las
18:30 h. en la sede de El Grupo Editorial Sial Pigmalión, calle Huesca, 7
Madrid (Metro Tetuán) reconoce a la poeta su mérito en este premio
Internacional de Poesía “Alfonsina Storni” 2024, asi mismo se llevará a cabo,
la presentación de su último poemario Caballos
al alba.
Madrid.- 08 de octubre de 2024
Presentación del libro Pólvora mojada
Pólvora mojada, de
Andrés Berlanga, se presenta este jueves 10 de octubre
Una publicación que nos trae Editorial
Drácena
Tal es así que Pólvora mojada, más que una narración, es casi un extraordinario
reportaje de aquellos días y de su juventud; la misma que, de inmediato,
empujará la Transición.
Y esta edición puede considerarse íntegra,
porque no solo hemos incorporado cuanto la censura retiró de su primera edición
de 1972 sino también las anotaciones de puño y letra de Andrés Berlanga sobre
el original. Y para cerrar el volumen, además, hemos añadido alguna de la mucha
documentación que le sirvió, con sus propias vivencias como profesor de la
Escuela de Periodismo, para recrear los hechos de la trama.
Intervienen en la presentación del libro Soledad
Alcaide y Juan Berlanga, este jueves 10 de octubre, a las 19:00 h. en la
librería Sin Tarima, ubicada en la calle de la Magdalena 32, Madrid.
Por Ricardo Gil Otaiza
La lectura inocente
Leer es un ejercicio de libertad y a ello
debemos apostar quienes echamos mano de los textos y nos internamos en las
páginas de los libros, y en ellos el tiempo corre deprisa, o se hace eterno,
pero en todo caso perdemos la noción del “ahora” y nos hundimos en lo que se
nos cuenta sin pudor: a veces echados sobre un viejo sillón, pero siempre
buscando estar distendidos, entregados al placer, ajenos a la crítica y al qué
dirán, anhelando hacernos “uno” con el autor. Empero, a veces esto no es
posible, porque nuestra lectura no es inocente ni desprejuiciada como la quería
(o a la que aspiraba) Borges, sino que cargamos sobre ella todo lo que llevamos
dentro: cultura, atavismos, saberes, formación, experiencia y todo un cúmulo de
lastres que nada bueno traen consigo.
En este punto pienso en los lectores que
también somos autores, que solemos leer como ejercicio del intelecto y del
análisis literario, y este aspecto nos roba muchas veces el auténtico disfrute
porque, conocedores como somos de los intersticios y mecanismos (o trucos) de
la escritura, pues ya no somos inocentes ni nos entregamos a los libros como
quien se echa en los brazos del amor sin llevar sobre los hombros el peso del
pasado, y este peso nos roba mucho, porque el disfrute está condicionado a
tantas cuestiones, que se convierte en una auténtica carga que nos dobla los
hombros y borra de nuestros rostros la sonrisa de la felicidad.
La lectura inocente es entregarnos a la
página sin los porqués propios de quienes solo buscan en los libros las claves
para el mero intelecto, sino para el goce sensorial pleno de lo que se nos
cuenta: creer a pie juntillas la fábula que transmuta la realidad y dejarnos
llevar en los brazos de la magia literaria y de su enorme poder salvífico. Es
dejar de lado el imperio de la lógica y la razón y en su lugar sellar el pacto
de verosimilitud que nos plantea el autor: convertirnos en hojas que arrastra
el viento hacia un lugar incierto, y no poner resistencia. Es ir hacia ignotos
destinos y regresar investidos con el halo de quienes han asumido una historia
como parte de su propia verdad y existencia.
La lectura inocente y desprejuiciada es un
ejercicio de nuestra libertad personal: rompe con la linealidad tiempo-espacio,
nos entrega el poder de la fábula sin que prive en nosotros la duda atávica,
flexibiliza nuestra postura frente al mundo y sus circunstancias y nos libera
de la cárcel de la razón, mece el niño interior y fortalece nuestra conexión
entre los “yoes” que nos habitan, cierra las brechas existentes pasado-presente
y nos lanza al portento de la visión de un tiempo por venir, mejora el carácter
y nos hace dueños de nuestras emociones, abre en nosotros el pensamiento mágico
y nos echa a volar por encima de nuestras propias circunstancias mejorando así
las perspectivas y los retos, y nos entrega las llaves de la cárcel que nos
atenaza a una realidad chata y mediocre, para hacer de nosotros espectadores y
a la vez protagonistas de mundos idílicos.
Obviamente, la lectura inocente es un
ejercicio complejo (aunque no complicado), que exige de nosotros entrega y
pasión. Esa “inocencia” de la que nos habla Borges no nos exime del cotejo
realidad-ficción, sino que lo complementa, lo que nos impele a intentar una
conexión entre lo conocido y aceptado como verdad, y aquello que escapa a la
noción “tecno-científica” de la existencia, y el mejor ejercicio de esta
libertad es la propia obra del autor de Ficciones: que azuza en nosotros los
referentes fácticos del vivir, y al mismo tiempo echa por tierra las leyes
universales, estableciéndose así un nuevo orden y una nueva mirada, que
irrumpen y hacen trizas nuestra cosmovisión y se produce un “renacer”.
La inocencia lectora es recibir lo que
traen consigo las páginas y entregarse sin reservas a su portento: es ver más
allá de lo que es posible ver; es no conjeturar acerca de la “verdad” de lo que
encierran, sino recibir todo aquello con el asombro del que se acerca a algo y
lo asume como parte de su realidad. Una lectura así se erige entonces en
prodigio, en revelación, en esencia y experiencia vital, porque a partir de su
asunción nadie se preguntará jamás si Remedios la Bella de Cien años de soledad
levitó o no, sino que el “hecho” lo incorpora dentro de su experiencia como
parte de una “verdad revelada”, que es posible sin lugar a dudas, aunque con
ello se trastoque la noción de la “verdad probada”, y ello es así porque el
espacio literario es autárquico por esencia, dentro de sus predios todo es
posible sin discusión, aunque quien lo cuente sea un periodista de sucesos como
García Márquez, o un físico como Ernesto Sabato, o un agrónomo como Michel
Houellebecq, o un maestro de escuela como Rómulo Gallegos.
La lectura inocente no es inocente, si no
implica dejar de lado los atavismos propios de la existencia, asumir que todo
es posible a pesar de las cuadraturas de la mente, aceptar de buenas a primeras
que no habrá un “algo” que trastoque nuestro deseo y decisión del gozo pleno de
un libro, y que nada se interpondrá a ello, hacernos como niños en medio de la
grandes contradicciones y arbitrariedades del mundo: y así, solo así, se dará
el prodigio de hacer de lo narrado punto de encuentro entre la realidad y la
ficción: principio y fin de nuestros anhelos de una existencia plena de la
magia de la escritura.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 07 de octubre de 2024
LOS HAIKUS DE ISIDORO
Entre amigos e invitados asistieron, a la
presentación del libro Los Haikus de Isidoro, del escritor
Isidoro Sánchez, en la Delegación del Gobierno de Canarias en Madrid, el día 2
de octubre.
El acto fue presentado por la arquitecta
del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Nieves Mestre
Morales-Albo, y luego las palabras del autor canario (Orotava-Tenerife). Isidoro
Sánchez.
Isidoro Sánchez, ha escrito mas de 40
libros, entre los que se encuentran Humboldt de Berlín a Berlín por el Teide y
el Chimborazo, Paisajes de los Conjuntos históricos de Castilla-La Mancha, El
Molino de Ana,
(autores: Isidoro Sánchez y Manuel Méndez) y Diario de un viajero, entre otros más.
En esta ocasión nos sorprende con los
haikus,quien utiliza toda la capacidad de concentración, que nos ofrece la
técnica poética de los haikus, para producir exquisitas viñetas de sus
vivencias, en tierras Canarias y allende las islas.
Luego las preguntas y respuestas por parte
del público, para ser obsequiado el libro, a los asistentes e invitados.
Les dejamos uno de los haikus:
Del
Perú a La Orotava
Teide
y Andes
son
cumbres humboldtianas
desde
el pasado.
Aguas
y flores,
Cusco
y Orotava,
protagonistas.
del libro: Los Haikus de Isidoro
Isidoro Sánchez García
Tenerife.- 05 de octubre de 2024
Presentación
este domingo 6 de octubre
HOMENAJE AL ESCRITOR-TRADUCTOR JOSÉ ANTONIO DELGADO LUIS
Será un buen y merecido homenaje, reconocer su labor de traductor de libros, en inglés como en francés, de autores extranjeros, que han transmitido esa mirada hacia Canarias, tanto en la historia, costumbres, a través de sus viajes.
José Antonio Delgado Luis, nos contará entre anécdotas, su recorrido profesional y como aprende los idiomas. Acto que llevarán en la coordinación: el escritor Alberto Linares y el Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación, Ramón Hernández.
Además, se contará con la presencia de la cantautora y poeta, Dácil Trujillo.
Quedan todos invitados a este encuentro-homenaje, el domingo 6 de octubre, a las 19:30 horas, en el Bar-Restaurante El Escondite, Paseo Jorge Ledesma s/n Los Cristianos- Arona (Tenerife).
Desde La Gatera Press, les deseamos éxitos y pasen una grata velada entre literatura, música, amigos y brindis!!.
Madrid.- 02 de octubre de 2024
Por: Gastón Segura
La estampa de un tiempo
El martes, veinte de enero de 1969 —en
efecto; el año cuando el hombre pisó por primera vez la Luna—, ya de
atardecido, caía desde el balcón de un séptimo piso de la actual calle Príncipe
de Vergara, de Madrid, el estudiante de Derecho, Enrique Ruano Casanova. Lo
estremecedor de su muerte es que acompañaba a la Brigada Político Social como
detenido y para efectuar un registro en aquel inmueble.
Este asesinato —no cabe otra explicación—
supuso el bordón infausto a un par de años de algaradas y retos de los
estudiantes de Madrid y Barcelona contra la dictadura; como consecuencia, ese
mismo viernes, el Consejo de Ministros, con su impasibilidad característica,
decretaba el Estado de Excepción y clausuraba, entre una centena larga de
detenciones, la Universidad Complutense. Sin embargo; esta férrea respuesta
gubernativa no constituyó ninguna novedad, porque ya en febrero de 1956, tras
el enfrentamiento entre una manifestación universitaria y grupos de jóvenes
falangistas, que costó la vida por un disparo a uno de estos últimos, se había
cerrado esta universidad, declarado el Estado de Excepción y detenido a todos
los promotores de la convocatoria estudiantil, entre los que se contaban los
hermanos Miguel y Rafael Sánchez-Mazas Ferlosio, José María Ruiz Gallardón,
Ramón Tamames, Enrique Múgica, Javier Pradera y Gabriel Elorriaga —luego, tan
significados durante la Transición— y, además, causado el cese de los dos
ministros concernidos por el luctuoso altercado: Joaquín Ruiz Jiménez y
Raimundo Fernández Cuesta.
Con todo, estas nuevas protestas
universitarias, surgidas en Madrid durante la primavera de 1965, y muy
conocidas por la inmediata expulsión de la universidad de los profesores García
Calvo, López Aranguren, Tierno Galván, Montero Díaz y la renuncia motu proprio
a sus plazas de José María Valverde y Antonio Tovar, más la Capuchinada de
Barcelona, de marzo del año siguiente, mostraban una irreverencia y unas
aspiraciones hasta entonces desconocidas; valga como ejemplo, el célebre y
desafiante recital del 18 de mayo de 1968, del cantautor Raimon, sobre un
mínimo tablado y en el vestíbulo de la Facultad de Económicas —entonces,
todavía en la Ciudad Universitaria—, rodeado, según la prensa oficial, de más
de seis mil jóvenes, o el muy importante nacimiento del Sindicato Democrático
de Estudiantes del Distrito de Barcelona (SEDEUB) y de Madrid (SEDEUM), con sus
asambleas divulgativas o subversivas —según se mire— por varios centros de todo
el país (Valencia, Pamplona, Sevilla...) entre 1967 y 1968.
Cierto que esta inflamación de las aulas
no era peculiar de España; al contrario, la juventud universitaria de Occidente
parecía asaltar la política como nunca antes; desde Berkeley, a la Sorbona y
Nanterre, pasando por la Freie Universität, de Berlín, los jóvenes se sublevaban
y con tan corajuda desfachatez que no solo durante el mayo del 68 habían puesto
en un gravísimo aprieto al general De Gaulle, en Francia, sino que, ese mismo
octubre, sus ansias habían sido sofocadas a tiros en la mejicana plaza de
Tlatelolco. Incluso, su impulso traspasó el impenetrable Telón de acero pues,
cuatro días antes del homicidio de Enrique Ruano, el veinteañero Jan Palach se
inmoló «a lo bonzo» en la plaza de San Wenceslao, de Praga, como protesta por
la reciente y asfixiadora invasión soviética.
Sobre aquellas tumultuosas vísperas del
segundo Estado de Excepción, contamos con unas cuantas jugosas memorias,
incluso con meticulosos ensayos y algún que otro documental, pero solo una
novela —al menos que yo conozca— las describe minuciosamente. Ahora he tenido
el honor de contribuir a su rescate por Drácena, además en su integridad; es
decir, con la inclusión de lo censurado a su primera edición de 1972, por
Destino; se titula Pólvora mojada, de Andrés Berlanga.
A Berlanga, la narrativa hispánica le debe
La Gaznápira (1984), hermana y, en tantos aspectos formales, monumental
culminación de Pólvora mojada; el resto de su obra abarca tres colecciones de
cuentos —Barrunto (1967), Del más acá (1987) y Sucesos (2013)— y una buena
colección de artículos que constituyó su actividad profesional hasta su
ingreso, en 1974, como jefe de comunicación y cultura de la Fundación March. Y
sostengo, contra la notable diferencia de sus argumentos, esa continuidad entre
ambas novelas, porque la casi obsesiva plasmación de la oralidad del momento en
el par de relatos es sencillamente asombrosa; incluso, en Pólvora mojada, se
convierte en el eficacísimo instrumento divisor entre dos mundos: el de la
universidad y su movimiento insurreccional —médula de la novela— y el de los
habitantes de aquel Madrid campechanote y menestral, tan ajeno, por sus afanes
cotidianos, a los sucesos que enfebrecían los desmontes de La Moncloa.
Y aunque escrita entre asedios y cargas de
los grises y bajo el entusiasmo de las proclamas y los panfletos
revolucionarios —de los que se recogen al final del volumen un buen puñado—,
Pólvora mojada no se deja embriagar por aquella heroicidad juvenil; al
contrario, va expandiendo lentamente por sus páginas el runrún pedestre de la
decepción, en cuanto Güili, Paco, El Batallitas o Lorenzo abandonan su
disparatado contubernio clandestino o las insurgentes aulas, y retornan a sus
quehaceres hogareños, tan lacios, tan de foto Kodak con marco blanco, tan de
aquella España en bikini y con sombrilla al fondo.
Por esta amarga lucidez, luego confirmada
por los inexorables acontecimientos históricos, Pólvora mojada, sobre un
magnífico relato, se torna un extraordinario reportaje de aquel tiempo y de
aquella ilusa juventud. Léanla, pese o por su desengaño, les vacunará contra la
mucha fanfarria circulante.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 01 de octubre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Una colección de haikus auténticos en los que nada es tan simple como parece, que llaman a la reflexión profunda sobre lo que aparentan ser contradicciones y paradojas. Isidoro Sánchez utiliza toda la capacidad de concentración que nos ofrece la técnica poética de los haikus para producir exquisitas viñetas de sus vivencias en tierras canariasy allende las islas.
Don Isidoro Sánchez García, es natural de
la Orotava (Tenerife). Es ingeniero de montes, socio y consejero de la empresa
EFFICO (Compañía de Eficiencia y Servicios Integrales S.L.) Ha sido director
de los Parques nacionales del Teide y de Garajonay.
Compartió la actividad profesional con la
vida política entre 1979 y 2003. Ha sido concejal de los ayuntamientos de La
Orotava y Puerto de la Cruz, consejero del Cabildo de Tenerife, diputado del
Parlamento de Canarias, senador y diputado europeo. Autor de varios libros y
audiovisuales relacionados con la naturaleza de Canarias y de países
iberoamericanos.
También ha sido reconocido por diferentes
instituciones locales y extranjeras. Miembro de la Plataforma por un nuevo
modelo energético para Canarias.
Ha escrito más de 40 libros, y ahora nos
trae su última obra, Los Haikus de Isidoro, con el prólogo del filósofo alemán
Thomas Heyd, y presentado por la economista Nieves Mestre Morales-Albo, esta
presentación se llevará a cabo en la Delegación del Gobierno de Canarias,
c/Fernanflor 8 – Madrid, el día 2 de octubre, a las 19.00h. Entrada libre, con
aforo limitado.
Madrid.- 02 de octubre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Leer a Gloria Nistal
Poetizar no es solo un ejercicio creativo
o exclusivo de la imaginación: lleva en sus entrañas lecturas y cultura,
reflexión y análisis, exégesis e interiorización de lo vivido, de allí que
Nistal eche mano del portento de lo aprendido
Me envió Gloria Nistal su libro Soñando
ceibas (Pigmalión, 2023), que reúne a su vez cuatro tomos: Visitando de mil
maneras el reino del amor; Lo difícil es entender; Vivir, mientras tanto,
soñando ceibas, y Tierra y paz: todos en el género poético. Ah, me olvidaba, el
volumen lo abre un A modo de pórtico o declaración de intenciones. Confieso que
cuando el libro me llegó, me internaba en el universo literario de Murakami,
pero me bastó la lectura al azar de algunos de los poemas de esta autora
madrileña, para cambiar de planes. Gloria y yo no nos conocemos personalmente,
pero nos seguimos por WhatsApp, y en algún momento formamos parte de un
malogrado grupo por esta misma plataforma. Para mi sorpresa, hallé su libro en
mi buzón la semana pasada y lo he disfrutado enormemente; diré por qué.
En sus páginas fluye la autora con una
nitidez rutilante: hay imágenes, recuerdos, asombros, sueños, desencantos,
alegrías, tristezas, perplejidades, pasión vital, fuerza interior, energía
ancestral, brillo intelectual, cultura y belleza lingüística. Cada poema del
conjunto es un reto para el lector; nada está puesto al alzar, todo cumple un
objetivo: llegar e impactar. Leamos este fragmento del primer libro: “Ahora
nada es ya de ti / y nada es de las cosas tuyas / y nada es incluso de la nada,
/ porque tú y yo desaparecimos / en aquel íntimo vuelo. / Y ahora todo es
olvido.” La poeta cincela la vida en cada página, como si el tiempo se
eternizara en la palabra; como si lo contado fuera parte de una noria
existencial que nos conduce por inesperadas veredas, para dejarnos acezantes,
marcados en lo profundo, horadados hasta hacer de nosotros totalidad y esencia.
Nistal le canta a la vida en su
diversidad: su propia existencia ha sido un permanente peregrinar por los
caminos del mundo. Sin duda, es mucho lo que ha visto y sentido, y esa
totalidad congregada en el Ser busca su expresión en cada verso, y en ellos
confluyen experiencia y sensibilidad. Ella no ha sido una viajera pasiva, todo
lo contrario: cada imagen poética denota la absorción voraz de todo lo que su
trashumancia le entrega, y en una suerte de sutil desvarío hilvana tiempo y espacio:
de cuya amalgama damos fe quienes nos acercamos a sus textos: “Yo ahora me
escondo, / me alimento de oxígeno y de tierra fresca, / pero volveré / a
mezclar sudores y deseos / en la jungla tórrida del corazón.”
La literatura de denuncia nunca ha tenido
buena prensa, y en algunas oportunidades se la ha confundido con el subgénero
panfletario, de allí que los autores rehuyamos frente a sus veleidades y
conjuros. Empero, cuando se echa mano de la denuncia como parte de un “corpus”
bien trabajado y mejor concebido, es una herramienta portentosa, que hace de
sus trazos sentimiento y hondura. No quiero decir con esto que la obra de
Nistal lo sea, o que esté dentro de sus propósitos convertirse en la voz de los
que no la tienen, pero en su segundo libro no elude ciertas aristas percibidas
en el largo caminar, para mostrar la evidencia, para gritarle al mundo lo
errado de muchas cuestiones que para algunos son indiferencia: “Aunque no lo
quiera / pertenezco a esta especie / hecha de la materia de los sueños / y la
ignominia, / que ejerce la tortura y delata / a los artífices de lo pequeño, /
siempre ausentes de las causas honorables. // Aunque no lo elegí / llevo el ADN
de esta raza, / que habla mucho / y escucha poco, / que vierte su discurso de
odio / en el interior de las balas / preparadas para matar reputaciones / con
metáforas furiosas.”
Poetizar no es solo un ejercicio creativo
o exclusivo de la imaginación: lleva en sus entrañas lecturas y cultura,
reflexión y análisis, exégesis e interiorización de lo vivido, de allí que
Nistal eche mano del portento de lo aprendido, de la riqueza interior acumulada
y sentida como propia en cada viaje, y que de su resultante nazca una expresión
compleja, profundamente imbricada con los mundos hechos suyos, y poder así plasmar
en sus poemas expresiones que den fe de lo que la habita como espíritu y forma.
Pero es imposible alcanzar la completitud como mixtura de lo vivido, y no en
vano grita al mundo en su tercer libro: “No podré retener tanto recuerdo / en
mi retina apresurada, / ni transmitir una vida tan avara de emociones.”
Sin embargo, ella sabe que la poesía es
salvífica, ningún otro género es y será memoria y olvido, nada de lo que pueda
plasmar la poeta caerá en el vacío sin que antes no haya producido alguna
resonancia: un eco lejano que vuelca una mirada, una voz que clama por la paz
en muchos territorios, la mirada lastimera frente al que sufre, las manos que
sanan las heridas, el eco de un “algo” que por inmaterial no deja de ser
anhelado, y es así que en su cuarto libro enuncia: “Un hombre puede seguir
luchando / contra viento y marea, / contra las injusticias flagrantes de la
guerra. / Con voz de adulto y alma de niño, / puede seguir transmitiendo
ilusión y esperanza / porque las utopías están ahí / para intentar rozarlas con
los dedos.”
No yerra la poeta: el verso es inmaterial
y etéreo; es luz y sombra; es artefacto incandescente, que en sus fogonazos y
destellos trae consigo vislumbres del remoto paraíso en medio del peor de los
tormentos: la pérdida de la esperanza. Gloria Nistal lo sabe, y con extrema
belleza canta a la vida y se hace así embajadora de lo mejor que llevamos
dentro: las ansias de libertad.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 25 de septiembre de 2024
Presentación el día lunes 30 de septiembre
Antonino Nieto Rodríguez, nos trae su último poemario el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a los inocentes
La presentación del libro, será en la Sala de Ámbito Cultural El Corte Inglés de Callao, en la 4ta. Planta, Madrid, el 30 de septiembre a las 19:30 h.
Antonino Nieto Rodríguez, ha publicado mas de 40 libros, entre ellos citaremos algunos libros: La voz del escorpión; Un fantasma perfecto; Escaleras del aire; Toda la carne y el infinito; El ojo del abismo toma de la mano el arco iris; Las mejores historias de amor...o cómo rompimos la muerte a besos, entre otros mas.
Poeta, videoartista,
creador de espectáculos y performances, donde siempre esta presente la poesía,
tertuliano en programas de Radio, y TV. y conferenciante, asi mismo es colaborador
de Ámbito Cultural de El Corte Inglés.
Quedan todos invitados a pasar una tarde de
poesía,y lecturas de su última obra el ojo que todo lo esconde o el cuchillo que
trocea a los inocentes, editada por Editoral Terra Natio.
La entrada es gratis, hasta completar
aforo. Quedan todos invitados.
el
saber un sabor
las
palabras venas del aire, y más aún
la
palabra el algodón
la
moral números
el
polvo memoria de lo que fue, sí, alma del tiempo que no te fue dado
no
queremos: respiramos
la
total cosecha, la muerte: alimenta
números,
letras: compresas
los
hechos estrellas
la
palabra el cuerpo de la lágrima, la lágrima la chimenea del ser, el ser, un
simple colador
la
nada el hilo que desnuda a lo imperdible
protege
a la araña: la matemática
el
tiempo la dentadura del misterio
la
invisibilidad el cuerpo, lo visible el alma
tú,
el pago: la renta que desguaza a la palabra
el
despilfarro del vientre, respirar
-el
amor, lo creado; el creador, los hechos; el respirar del barro y su vigilante,
lo vivo; el ventanal de las condiciones, la condena administrada como refugio
de la alegría, el celebrado banquete del verbo y su serial barcaza: el
silencio, lo impuesto, ese funcionario del crédito consolando al infinito, a lo
que en ti se encarna imborrable y al dente
en
todo eso y más se baña y alimenta esta frutal conspiración contra toda condena:
el ojo que todo lo esconde o el cuchillo
que trocea a los inocentes
pruébala
en dosis al gusto o licuada
te
mostrará lo imperdible del cuándo, del qué, del para quién
ni
engorda ni adelgaza, mantiene en pie, en viva celebración, la desnudez que te
crece único, sí, inagotable descifrador del quiero, del siempre inexplorado aún
-defiendo
la singularidad de cada cual desde el respeto al otro. en ese sentido este
poemario radiografía la pérdida del aún en el yo que encarna a cada cuál y
grita, celebra, esculpe contra esa pérdida, el vivo corazón del siempre
naciente: el tú, el yo, el nosotros
-ahora
al paraíso lo llaman silencio y a ese silencio lo entronan como progreso y
democracia. En ese silencio bucea el ojo
que todo lo esconde o el cuchillo que trocea a lo inocentes desnudando a
las cadenas que expropian a lo que en ti te constituye único
Antonino Nieto Rodríguez
Madrid.- 23 de septiembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
De la crítica y la envidia
Los críticos no tenemos buena fama entre
los autores (aunque seamos también creadores), porque se nos ve como a
inquisidores: dispuestos a llevar a la hoguera a quien no cumpla con el canon
Un bibliófilo como yo me envió un video
titulado El infinito en un junco y la sopa de la sopa: Monólogo de Carolina
Sanín, que ha rodado en las redes, no como un riachuelo precisamente, sino como
una tormenta de pasiones, y créanme que lo vi en modo “neutral”, sin agitarme,
porque debo confesar como premisa que amo ese libro de Irene Vallejo (la
Vallejo, sin retórica), que disfruté en los tiempos de la pandemia, pero en
digital, y que luego pudo traerme un buen amigo de España, y entonces sí le di
la lectura que merecía, y no como la otra: que me exigió colirios y demás
porque me afectan las lecturas largas en pantalla (y el Infinito es largo…) De
entrada, me gustó la tónica de la Sanín: sin buscar camorra, pero con el bate
en la mano, y hasta ella misma se dice algo equivalente a (por ser monólogo):
“cálmate Carolina”, como quien contiene la fuerza del volcán que podría hacer
erupción y llevarse todo por delante, pero repito, me gustó su tónica cuando
confiesa que la crítica suele ser vista como expresión de la envidia y más si
es de mujer a mujer, porque, según ella, eso no se da entre los hombres
(primera cuestión en la que discrepo, y no por mí, sino por los otros).
La Sanín (sin ánimos de minimizarla,
porque desde hoy la admiro) hace en su video un análisis de la obra desde su
concepción, hasta el por qué le gusta tanto a la gente y cientos de miles de
“fanáticos” la aclaman como si fuera una estrella de rock (ah, rock ligero,
pero tranquilos: esto es de mi cosecha); es decir: ¡qué broma con los lectores,
la hemos hecho rica! (me lo imaginaba, aunque con libros pocos se vuelven
ricos, pero cuando la pegas la pegas y ejemplos hay de sobra), y sus argumentos
son eruditos, bien hilvanados, con buena dicción y claridad de pensamiento (no
he echado un ojo en Wikipedia, pero supongo que es filóloga o algo parecido, o
una lectora impoluta, porque se conoce los clásicos de la a a la z, o de la pa
a la pe, como decimos aquí), y hasta detalla en sus análisis los episodios en
los que la Vallejo supuestamente se equivoca (pero que conste: ya criticó el
libro, pero tiene la suficiente honestidad como para afirmar que no lo ha leído
todo: buen detalle), y me llamó poderosamente la atención que en su crítica
haga énfasis en que el libro en cuestión sea una obra de divulgación, y no le
veo a eso mayor importancia, pero bueno: busca restarle, me imagino, un peso
literario.
Los críticos no tenemos buena fama entre
los autores (aunque seamos también creadores), porque se nos ve como a
inquisidores: dispuestos a llevar a la hoguera a quien no cumpla con el canon
(y esto es un punto a favor para la Vallejo: su libro rompe con las fronteras
de los géneros literarios y podría pensarse que se trata de una novela, de una
suerte de crónica de la historia del libro, de un ensayo divulgativo y de
promoción de la lectura y del libro como objeto -de allí que entrara en la
colección Biblioteca de Ensayo de Siruela-, de sus memorias literarias, de un
poema en prosa, de una fábula, o, qué sé yo: otras tantas formas literarias), y
a veces es cierto: eso me consta y hasta lo he sufrido en carne propia, pero
hay aspectos desconcertantes en el interesante material, como la
descalificación que hace la Sanín de una obra que, a su parecer, es (o fue) una
tesis académica transformada en libro de divulgación: dos aspectos que la
“blindan” para seguir adelante y que a mí como lector no me importan, porque si
la obra (sea así o sea asá), me gustó, me llegó y me impactó, pues ha cumplido
con su objetivo inicial: propulsar la lectura, pero aquí entra lo crematístico:
y eso molesta un poco a la Sanín, pero… ¿qué culpa tiene la autora de que su
libro se venda como pan caliente, cuando eso es lo que en el fondo aspiramos
los autores de ayer, del presente y del futuro?
Okey, entiendo que ella, como analista que es, vaya al fondo de la cuestión, y ponga el bisturí de su sapiencia clásica, pero para clases de teoría literaria y de filología iríamos y nos anotaríamos en un curso académico, pero lo que busca el lector es el disfrute sensorial, sentirse tocado en el fondo por unas páginas que saquen lo mejor de él: ese humanismo enterrado en un mundo de redes y farándula, y lo lleven un poco más allá, que lo muevan a reflexionar, a querer seguir indagando, y qué más da si es tesis o no, si se vende o no, si la autora es carismática o no; llegó y se quedó, y eso es lo fundamental.
La crítica colombiana se molesta porque la
autora no haya hablado en su visita a la feria del libro de Bogotá, de la
pobreza, de la exclusión, ni de los sin techo, pero es que la Vallejo fue a
Bogotá a presentar y hablar de su obra y su único compromiso es con su “Junco”,
y como escritora es con la palabra hecha arte; y no otro. La vieja noción
sartreana del compromiso social del escritor que implicaba su incursión en la
política, está banalizada y hecha trizas. No quiero ver a la Vallejo
discurseando en torno de la crisis política mundial, ni de Petro, ni de Trump,
y cuando lo haga sencillamente me aparto: dejemos que ella continúe con su
felicidad que nos la irradia sin vanidad y sin demasiado ego. Y por favor
Carolina Sanín: no deje de hacer crítica, es válida y necesaria para poner un
cable a tierra, no podemos estar como los ciegos de Saramago: todos de la mano
del único que veía y los conducía al borde del abismo.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 17 de septiembre de 2024
Una frase de Nietzsche
Vencido el azaroso verano me embarga una vaga necesidad de resumir lo vivido y, a la vez, de precaverme ante cuanto nos aguarda durante este otoño de incertezas. Y tal vez ese sentimiento simplemente sea azuzado por este panorama nacional e incluso internacional tan desconcertante por no decir borrascoso; ¿o acaso invitan al menor sosiego los titulares de la prensa española, salpicados a diario con las sórdidas marrullerías de nuestros gobernantes, o ese reciente y desconsolador debate de los candidatos a la presidencia de los EEUU?
Y apenas me detengo a pensar sobre estos
desengañadores sucesos, me tropiezo con una cuestión zarandeada desde hace
bastantes meses por los más conspicuos observadores: la «degradación de la
democracia». Y no bien la sopeso, me asalta la siguiente y más radical
pregunta: ¿es posible la democracia, ese apacible sistema político, concebido
durante la Ilustración, tras la frase de Nietzsche «Dios ha muerto»? Es decir;
¿cabe, después del entierro de la Metafísica —el trasunto de Dios desde el
Renacimiento— y de todos los grandes valores que amparaba —Verdad, Bondad,
Justicia…— y el consiguiente triunfo de la tecnología que hoy nos domina —o
mejor, puebla nuestra intimidad—, un sistema basado en el consenso comunitario
de ciudadanos educados para serlo y, sobre todo, ansiosos de serlo; o sea, de
atender a la razón antes de tomar cualquier decisión de cariz cívico?
Para contestarme a esta pregunta y sin
perder de vista La rebelión de las masas (1930), de Ortega y Gasset, y teniendo
aún más presente La época de la imagen del mundo (1938), de Martin Heidegger
—texto, a mi parecer, capital para entender el desasosiego del momento—, repaso
a dos eminentes pensadores mucho más recientes, Gianni Vattimo y Byung-Chul
Han, en cuyos razonamientos pudiera hallarse la respuesta que persigo. Y si
Vattimo, con su «sociedad de la transparencia» —consecuencia fáctica de la
proliferación de los más variados medios de comunicación—, proclama la
posibilidad de la integración de múltiples «dialectos» —así denomina a los
relatos o concepciones del mundo— pues, tras Nietzsche y Heidegger —es decir,
tras el sepelio de la Metafísica arriba mencionado—, nos está vedado hablar de
una única realidad, sino que se ha impuesto una pluritud de realidades a menudo
minúsculas e incluso ocasionales y, como consecuencia, perecederas; por cuanto
cualquier democracia presente o futura habría adquirido ya un alma proteica y
en continua e imprevisible transformación, incluida la posibilidad de su
suicidio; en Byung-Chul Han, encuentro una interpretación todavía más
desazonante de nuestro presente con su descripción de la «sociedad del
cansancio», donde el hombre, ya integrado en la topografía tecnológica se
consume no tanto explotado por la alienación productiva —o sea, por una entidad
exterior— como por su propio afán de superación; es más, el hombre asume la
competitividad como única forma de existencia hasta una obturación de sus otras
aptitudes, incluso hasta la anulación de su pensamiento —que es analógico— por
el apremio del universo digital. Así, el ser humano, inmerso en esa
autoexplotación, olvidaría inflamado de narcisismo al semejante, y por supuesto
no ya a la democracia, sino a la misma política, que en lugar de un proyecto
común habría devenido en una competición productiva continua, emanada de una
pugna de ambiciones —personales o corporativas—; situación, por su propia
tensión, agotadora anímicamente del individuo, en tanto que deslumbrante, por
su incesante producción, para la sociedad.
Desde luego, en ambos pensadores la
libertad es un postulado necesario como ámbito imprescindible para la
competición productiva constante, según el pensamiento del coreano, o en la
concepción de Vattimo, para la circulación de la multitud de «dialectos»; no
obstante, tanto uno como otro, nos descubren, con sus agudas y sutiles
disecciones, una sociedad —llámese de la «transparencia» o del «cansancio»— en
perpetuo conflicto, cuya consecuencia, por sus estridentes y exaltados choques,
es ese ruido atronador —slogans anonadantes, artículos panfletarios, fake news,
bots…— que hoy sepulta cualquier discurso racional; no se olvide, vehículo
sustentador del acuerdo comunitario y, en consecuencia, único posibilitante de
la democracia.
De modo que casi nada de lo encontrado en
Vattimo y Byung-Chul Han modifica cuanto predijo Heidegger en su augural
discurso sobre la substitución avasallante de la Metafísica por la tecnología y
su dominio anulador sobre el ser humano. Tal es así que una lectura de
Anestesiados (2021), de Diego Hidalgo, me desvela el control cada vez más
efectivo de las empresas tecnológicas tanto sobre los mensajes que transmiten
sus artefactos como sobre la configuración de los hábitos y apetencias de sus
manejadores; de modo que tal circunstancia, hoy de una vigencia palpable, torna
en mera fantasmagoría esa libertad mencionada por el filosofo de Turín y el de
Seúl; por cuanto se me antoja, como amargo corolario, que la democracia no
existió sino como un ensueño de los gabinetes filosóficos dieciochescos y ahora
solo disfrutamos de su graciosa representación; es decir, que habitamos sobre
un parque de atracciones dispuesto para saturar nuestros deseos aún antes de
concebirlos.
Luego, pudiera suceder, como sostenía mi
amigo Javier Krahe, que simplemente viviésemos bajo sinarquías, tan propensas
siempre a cualquier Ricardo III, y más en este momento, cuando nos hallamos
obnubilados por los múltiples dispositivos que absorben nuestra intimidad o por
esa autoexplotación señalada por Byung-Chul Han. En cuanto a la democracia;
¿cómo pudo degradarse, si probablemente no fue más que una benemérita entelequia
de aquellos días cuando se estilaban las pelucas blancas y las chupas de
damascos?
Artículo publicado por el "Imparcial", el 16 de septiembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 17 de septiembre de 2024
Del
16 al 21 de septiembre
IV
EDICIÓN DEL FESTIVAL CENTROAMÉRICA CUENTA, en Madrid
El Festival Centroamérica Cuenta regresa a Madrid con una variada programación que incluye diálogos sobre creación literaria y periodismo,
En esta edición, asisten mas de 40
participantes, entre escritores y escritoras, libreros, críticos, gestores y
periodistas de Iberoamérica.
Este año, además se presentará un libro y
por primera vez, se realizarán visitas a universidades de Madrid.
Ayer lunes empezó su programación en el
Instituto Cervantes.
El escritor y periodista argentino Martín Caparrós entrega su legado literario en La Caja de las Letras del Instituto Cervantes.
Luego la conferencia de El mundo de hoy: periodismo a pesar de todo
https://www.youtube.com/watch?v=kXEO-rv90Qo
Con la participación de Mónica González
(Chile), Martín Caparrós (Argentina) y Montserrat Domínguez (España).
La inauguración de la cuarta edición del
festival Centroamérica Cuenta en Madrid, se llevó a cabo en la Casa de América.
Luego el díalogo La ficción sin límites, sobre cómo la literatura puede ampliar los
límites de lo que es posible contar y reflexionar, y cómo estas libertades
impactan la narrativa y la percepción de la realidad en la literatura moderna,
desafiando toda forma de autocensura en la escritura.
Fernanda Trías (Uruguay), Sergio del
Molino (España) y Sergio Ramírez (Nicaragua) conversan con Jesús Ruiz Mantilla
(España).
Centroamérica
vista desde Europa y Estados Unidos
(Las Cuentas de Centroamérica)
José Antonio Sanahuja (España), Cynthia J.
Arnson (Estados Unidos) y Ángel Cárdenas Sosa (Venezuela) conversan con Jacobo
García (España).
A continuación les dejamos el enlace del programa
de los siguientes días, que serán hasta el día 21 de septiembre.
Santiago del Teide.- 16 de septiembre de 2024
Santiago del Teide convoca la V edición del Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género
El plazo de presentación de trabajos
finalizará el 25 de octubre
El Ayuntamiento de Santiago del Teide ha convocado la V edición del Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género con el que se persigue sensibilizar a la población contra la violencia de género mediante la redacción, posterior lectura y comprensión de microrrelatos, buscando fortalecer los valores de respeto e igualdad para que entre todos/as consigamos acabar con esta lacra social.
En el mismo podrá participar, en la
categoría general, cualquier persona residente en España mayor de 18 años el
día de presentación de la solicitud mientras que en la otra categoría en liza,
categoría Centros Educativos de Secundaria, podrán participar cualquier persona
entre los 14 y los 17 años escolarizada en un centro educativo en España(las
personas menores de edad deberán presentar autorización otorgada por su padre,
madre y/o tutor.
Los microrrelatos, cuyo plazo de
presentación de trabajos finalizará el 25 de octubre -a las 23:59 horas-,
deberán tener como temática la violencia de género en todas sus modalidades y
podrán ser historias reales o ficticias; excluyéndose todos aquellos relatos
que tengan connotaciones sexistas, xenófobas u ofensivas contra personas o
instituciones.
Para valorar los microrrelatos se tendrán
en cuenta los siguientes criterios: Adecuación a la temática del concurso (2
puntos), calidad literaria y expresiva (2 puntos), sintaxis y ortografía (2
puntos) y originalidad del texto y coherencia del mismo (4 puntos).
En cuanto a los premios, contará con dos
categorías:
CATEGORÍA 1. POBLACIÓN GENERAL (Dirigida a
personas mayores de 18 años). Los premios son los siguientes:
• 1er premio: 500,00€.
• 2º premio: 300,00€.
• 3er premio: 200,00€.
CATEGORÍA 2. CENTROS EDUCATIVOS DE EDUCACIÓN SECUNDARIA (dirigida al alumnado escolarizado en cualquier centro de educación secundaria de España mayor de 14 años). Los premios que se concederán serán los siguientes:
• 1er premio: 500,00€.
• 2º premio: 300,00€.
• 3er premio: 200,00€.
La forma de presentación de solicitudes
podrá ser por sede electrónica o de manera presencial en los registros
municipales.
Toda la información del concurso (bases,
solicitud, …) y demás se podrá consultar a través del siguiente enlace:
https://sede.santiagodelteide.es/publico/edictos/2024000053
Madrid.- 16 de septiembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Del título y otros demonios
El título es y no es lo que parece: avanza
y retrocede, hace piruetas en el aire, se contrae o se expande con orgullo:
dice lo que no es y es lo que no dice, y así se mece en el desvarío literario:
nos toma de la mano y somos sus posesos.
En el ámbito de lo académico, el título de
una tesis de grado o de una publicación científica, debe conjugar en sí mismo
el objetivo general del trabajo; es más: el título es el objetivo sin el verbo
en infinitivo, y deslastrado de algunos aditamentos (el “cómo” y a veces el
“para qué”), ahora bien, el territorio de la literatura es más pragmático y
menos normativo hasta ciertos límites, y la titulación deberá ser un imán que
atraiga las miradas de los hipotéticos lectores, y que contribuya a su
aceptación y venta (el mercado, ni más ni menos). Esto es taxativo, y creo que
es llover sobre mojado adentrarnos en esta realidad.
No obstante, hay, como en todo, diversas
variables que inciden en este aspecto (que pudieran resultar intrascendentes
para unos, pero que no lo son), ya que el título deberá decir más de lo
enuncia, lo que lleve a quien vea la carátula o la tapa de la obra (o su lomo),
en una vitrina o en un mesón de novedades, a la inquietud de asomarse a sus
páginas y, por qué no, adentrarse en la librería y llevarse el ejemplar. Es el
autor(a) quien titula la obra, pero en esto no tiene la última palabra, porque
el editor es el que conoce los intríngulis del oficio, y al revisar el libro
sabrá si el título podrá o no quedarse, y aquí entran en juego los dimes y
diretes entre autores y editores, al final llegan a acuerdos, y a la mano de
Dios.
Los títulos de las obras literarias (y de
las artes en general), a diferencia de los académicos, tienden a ser engañosos
y ambiguos, porque si bien, deben decir más de lo que anuncian, como queda
expuesto, a veces esto no se logra, y el lector cae entonces en una suerte de
limbo, porque sencillamente piensa y decide con base en lo que el título le
dice o sugiere (claro, entran en juego otros factores relevantes: las imágenes,
las fotografías y el diseño de la obra, que suelen ser auténticos ganchos). En
otros casos, sucede lo contrario: el título se queda corto y no le transmite al
lector la esencia del contenido, y al no tener ese imán que resulte hipnótico,
la obra pierde valor extrínseco.
Ahora bien: lo que hay que evitar a toda
costa, y esto lo digo cuando puedo, es un título mediocre, gris, chato y sin
brillo, ya que, un buen título puede salvar a una obra “mediocre”, y un mal
título puede hundir a un hipotético clásico. ¿Cómo saberlo? A veces es un azar,
transijo, en otros casos son excelentes las listas de cotejo, que te permiten
un amplio espectro de posibilidades y te llevan a un puerto seguro. Recomiendo
leer muchos títulos de obras clásicas y contemporáneas, ya que el ejercicio
nutre la mente y nos da pistas que podrían ser salvadoras.
Hay títulos de títulos, no nos engañemos,
empecemos con los poéticos (aunque no sean de ese género): La llama doble: amor
y erotismo de Octavio Paz, El infinito en un junco de Irene Vallejo, El país de
la canela de William Ospina, La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón,
Confieso que he vivido de Pablo Neruda, y Cuando ya no importe de Juan Carlos
Onetti. Fíjense: hay allí ensayos, novelas y autobiografía, y no lo reflejan.
Los hay precisos y contundentes: Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi (que toma
una frase repetida por su personaje central a lo largo del libro, y a pesar de
su brevedad, no se queda corto, porque surte un efecto de mantra que queda
cincelado en el lector), Formas breves de Ricardo Piglia (que hace énfasis no
en el contenido, sino en la forma: textos fragmentarios de pequeño tamaño), así
como El último lector, también de su autoría, y ni hablar de Cien años de
soledad de García Márquez, que no dice más de lo que enuncia, pero se cierra en
sí mismo de manera autárquica y perfecta.
Hay títulos misteriosos: La noche del
oráculo y El libro de las ilusiones de Paul Auster (que nos llevan a imaginar
nuevas experiencias esotéricas), Delirio de Laura Restrepo (que podría entrar
en los precisos y contundentes, pero cuyo vocablo evoca muchas cosas que nos
llevan a extraviarnos en lo atávico). Los hay filosóficos: La insoportable
levedad del ser de Milan Kundera, El deseo y el infinito de Armando Rojas
Guardia, El tiempo envejece deprisa de Antonio Tabucchi, La velocidad de la luz
de Javier Cercas, La cabeza bien puesta de Edgar Morin, El olvido que seremos
de Héctor Abad Faciolince, La soledad de los números primos de Paolo Giordano y
Las partículas elementales de Michel Houellebecq.
Los hay neutros, que poco nos dicen, que no sueltan prenda, como El nombre de la Rosa de Umberto Eco, Personas de Carlos Fuentes, Lluvia de Victoria de Stefano, La vaca de Augusto Monterroso, Ojalá octubre de Juan Cruz Ruiz, Cambios de Mo Yan y 2666 de Roberto Bolaño. Los hay de salir corriendo: El libro del desasosiego de Fernando Pessoa, Demonios íntimos de Rubert de Ventós, Amantes y enemigos de Rosa Montero y Del amor y otros demonios de García Márquez. Los hay engañosos como Ensayo sobre la ceguera de José Saramago (que es novela). Los hay jocosos como La loca de la casa de Rosa Montero, El inútil de la familia de Jorge Edward y Obras completas (y otros relatos) de Monterroso (que fue su primer libro y con apenas 140 páginas).
El título es y no es lo que parece: avanza
y retrocede, hace piruetas en el aire, se contrae o se expande con orgullo:
dice lo que no es y es lo que no dice, y así se mece en el desvarío literario:
nos toma de la mano y somos sus posesos.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 15 de septiembre de 2024
El silencio del adiós y la culpa ausente: tu viaje de post divorcio, de Maciel K. Delgado
Redacción La Gatera Press
Nuevamente Espiques, espacio cultural promovido por Javier Velázquez, nos trae para este mes de septiembre su programación cultural: presentaciones de libros, charlas, conversatorios, etc. en el bar-restaurtante El Escondite, ubicado en el Paseo Jorge Ledesma 2, de Los Cristianos, Arona, Tenerife.
Desde el mes pasado de Agosto, se convoca
estos menesteres culturales, iniciándose con la presentación del libro de Cuando
se derrrama el mar, de Elena Bethencourt, y la charla La
Leyenda del Pirata Moreque, a cargo del licenciado en Filosofía y
Ciencias de la Educación de la Universidad de La Laguna, Ramón Hernández.
Y para hoy día 15 de septiembre, a las
19:30 Espiques, nos trae a Maciel K. Delgado, para hablarnos de El
silencio del adiós y la culpa ausente: tu viaje de post divorcio.
Presentaciones que van acompañados de artistas
con buena música, y amigos para pasarlo bien y en buen ambiente, se ha ido
creando en este lugar de El Escondite, y ahora con su espacio cultural, Espiques.
Desde La Gatera Press, les deseamos éxito y
que la cultura crezca igualmente en estos lugares de ocio.
Madrid.- 12 de septiembre de 2924
Por Ricardo Gil Otaiza
De las acepciones
Dentro de mi locura por los libros está,
como en una suerte de deriva, la de los diccionarios, y ya cuando crecí y me
gradué y gané mis primeros sueldos, lo que hice fue comprarme El Pequeño
Larousse Ilustrado
Cada loco con su tema, decía mi madre, y
ahora que analizo el viejo refrán hay mucho de verdad en él, porque la
diversidad humana se transforma a sí misma en mundos y nociones distintas, en
hechos y circunstancias que muchas veces nos sobrepasan y que hacen que
tengamos un determinado perfil. Desde muy niño tuve propensión por los libros,
y recuerdo que al ser el tercero y último de los hijos, heredaba muchas cosas
de mis hermanos y entre ellas los libros, y eso me producía un enorme
sufrimiento, porque los quería nuevos, poder oler sus páginas, quitarles el
celofán y sentir el gozo de poseerlos al fin, de que fueran míos y de nadie
más, pero los ejemplares que me llegaban en cadena de mando estaban mustios,
arrugados, con las carátulas desprendidas, con las puntas dobladas y sin ese
encanto que posee un libro recién salido de la imprenta.
Ya para entonces, sentía una fuerte atracción
por las palabras y sus significados, y fue así que muy pronto mi mirada se
volcó en los diccionarios. Por fortuna, mi madre era maestra, y el Ministerio
de Educación dotaba a las escuelas de los materiales necesarios para la labor
docente, y los diccionarios no podían faltar: y yo me daba un gustazo
investigando en un tomo grueso de tapas duras azules (cuya editorial no
recuerdo), y así descubrí (no sin asombro), que una sola palabra podía tener
varios significados o acepciones, y eso era algo mágico, sencillamente
encantador, que en mi cabeza infantil me hacía sentir deslumbrado frente al
poder omnímodo de una lengua que recién conocía.
Dentro de mi locura por los libros está,
como en una suerte de deriva, la de los diccionarios, y ya cuando crecí y me
gradué y gané mis primeros sueldos, lo que hice fue comprarme El Pequeño
Larousse Ilustrado (Ediciones Larousse y Círculo de Lectores,1988), y no pueden
ustedes imaginarse mi enorme felicidad de tener en mis manos el poder de la
palabra: de sentir que en aquellas páginas estaba asentada o contenida la
verdad de las cosas: lo que ellas transmiten, lo que nos dicen desde sus
nombres y categorías lingüísticas, y de ahí en adelante todo se dio en una
sucesión de ejemplares de todo calibre y origen, que pasaron a engrosar mi
biblioteca personal.
Así, a vuelapluma, hallo en mis anaqueles
dos ediciones del Diccionario de la Lengua Española en dos volúmenes (Espasa
Calpe, 21ª y 22ª edición,1992 y 2001, respectivamente), el Diccionario
panhispánico de dudas de la Real Academia Española y la Asociación de Academias
de la Lengua Española (Santillana, 2005), el Diccionario de Venezolanismos en
tres tomos bajo la dirección y estudio preliminar de María Josefina Tejera
(Universidad Central de Venezuela, Academia Venezolana de la Lengua y la
Fundación Edmundo y Hilde Schnoegass,1993), El Pequeño Larousse Ilustrado en
color 1996 (Larousse S.A., 1995), el Diccionario de sinónimos y antónimos (El
Ateneo, 4ª edic.1992), el Diccionario de Botánica (Editorial Labor, 1985, que para
mí fue una herramienta extraordinaria, ya que mis inicios como profesor
universitario en la ULA fueron en Botánica Farmacéutica), el CLAVE Diccionario
de uso del español actual con Prólogo de Gabriel García Márquez (sm, 1999), el
Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua
Española (Santilla, 2010), el Diccionario de sinónimos y antónimos (Espasa,
Biblioteca El Nacional, 2001), el Diccionario de dudas y dificultades (Espasa,
Biblioteca El Nacional, 2001), y el Diccionario de uso del español de María
Moliner (Gredos, 2007), que me lo obsequió de paquete un buen amigo cuando
ingresé como Miembro de la Academia de Mérida. Y a falta de diccionarios,
consulto además El dardo en la palabra de Fernando Lázaro Carreter (Galaxia
Gutenberg y Círculo de Lectores, 4ª edic.1999) y El nuevo dardo en la palabra
del mismo autor (Aguilar, 1ª edición 2003), y no satisfecho todavía, consulto
El estilo del periodista de Alex Grijelmo (Taurus, 2003). Y solo al final,
cuando los caminos se cierran, apelo al doctor Google, que cree saberlo todo.
Quiso la fortuna que publicara dos de
ellos: Breve diccionario de plantas medicinales (Los Libros de El Nacional,
Caracas, 1999) y Breve diccionario del naturismo (Los Libros de El Nacional,
Caracas, 2010), así como también que mi nombre fuera citado en tres de ellos:
Diccionario Histórico del español de Venezuela, Vols. I y II, de mi buen amigo
el lexicógrafo Francisco Javier Pérez (Fundación Polar, Bid & Co. Editor,
2011 y 2016 respectivamente), en cuya preparación participó la Academia
Venezolana de la Lengua y el segundo fuera patrocinado por la Embajada de
España en Venezuela, y en El Diccionario de Latinismos en el Español de
Venezuela de Valentina Truneanu Castillo (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2005).
Dicen que uno atrae sus propias
realidades, y a veces pienso que es cierto. Mi interés por la palabra y por sus
distintas acepciones, me ha llevado a recorrer cientos de páginas, a trajinar
una enorme montaña de libros y de autores, a indagar aquí y allá hasta hallar
la precisión que busco, pero, déjenme decirles, que no hay posibilidad alguna
de no equivocarse, de que no se escape algún gazapo, de que una duda gramatical
no me atormente al punto de tener que levantarme a media noche, buscar en el diccionario,
corregir el texto, y así entonces entrar en los territorios del sueño. Locuras
mías, diría mi santa madre.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 09 de septiembre de 2024
Samir Delgado reivindica el nuevo papel de las islas como espacio de futuro
El escritor canario ha llevado a cabo una
gira literaria por México, país en el que reside
El escritor canario Samir Delgado ha
reivindicado el papel de los archipiélagos como zonas de cultura y mestizaje
durante una gira literaria en diferentes espacios culturales de Mazatlán,
Ciudad de México y Durango.
Residente en México, el poeta y crítico de
arte ha presentado al público las novedades editoriales más recientes, el
ensayo 'Turisferia' editado por el Gobierno de Canarias en la Colección Clavijo
y Fajardo y el poemario 'País natal' publicado por la editorial madrileña El
sastre de Apollinaire.
Samir Delgado (Las Palmas de Gran Canaria,
1978) asistió a la jornada inaugural del Coloquio Internacional 100 años de
surrealismo, celebrado en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM
entre los días 2 y 5 de septiembre, con una ponencia centrada en la experiencia
surrealista de la revista 'Gaceta de Arte' entre los años 1932 y 1936, con
especial referencia a sus integrantes más destacados, como Eduardo Westerdahl,
Pérez Minik y Agustín Espinosa, resaltando «la conexión entre revistas como Claridade,
Orígenes y Gaceta de Arte que reflejaron el potencial vanguardista de las islas
frente a las capitales continentales».
El ensayo 'Turisferia' fue presentado
junto al autor, por la profesora mexicana Margarita Vargas en el Auditorio
Leopoldo Zea del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de
la UNAM.
En el evento del pasado 2 de septiembre,
el autor canario dio cuenta del imaginario turístico contemporáneo en las
expresiones artísticas y literarias, con la anticipación histórica de lugares
como Playa del Inglés y Playa de las Américas que se constituyeron en epicentro
de la configuración de la experiencia internacional de las islas.
El escritor Samir Delgado es integrante
del proyecto 'Leyendo el turismo', junto a Acerina Cruz y David Guijosa, así
como miembro fundador de la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares.
Su poemario más reciente 'País natal',
publicado por la editorial El sastre de Apollinaire, dirigida por Agustín
Sánchez Antequera, fue presentado en las librerías mexicanas como una novedad
editorial que ofrece un diálogo pionero con los paisajes marítimos del
Pacífico, la Isla de Ré en Francia o islas caribeñas como Puerto Rico.
Fuente:https://www.canarias7.es/cultura/libros/samir-delgado-reivindica-nuevo-papel-islas-espacio-20240908224411-nt.html
Madrid.- 09 de septiembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La mejor lección
Nos daba pena, eso sí, que estuvieran tanto
tiempo encerrados, ensimismados, conversando entre ellos, por supuesto, pero
ajenos del resto del mundo: todas unas luminarias de belleza indescriptible
En las casas en donde vivimos cuando era
niño, siempre tuvimos un gato, a veces dos o más, y la razón era porque se
trataba de casas viejas y había que ahuyentar a los ratones; ya en mi
adolescencia estrenamos una, y asunto zanjado, aunque nos llevamos al gato que
teníamos para entonces, y poco tiempo después murió de manera imprevista en un
accidente doméstico. Igual con los perros: de niño tuvimos dos, y el segundo
(un animal gigantesco llamado Fifí) mi padre tuvo que darlo en adopción porque
hizo desastres en la casa: se comió las cortinas hasta donde alcanzó, trituró
el botón del televisor, destruyó el canasto en donde se guardaban las verduras,
y paremos de contar. Mi relación con los animales era “normal”: me atraían,
pero no me fascinaban ni me quitaban el sueño, pero cuidé y alimenté un
mucuchicero (raza autóctona venezolana) llamado Otelo, que no era mío, sino del
cura de la iglesia en donde fungía como monaguillo, y yo era el único a quien
obedecía.
Muchos años después, y recién casado, mi
esposa y yo adoptamos a una cachorrita pastor alemán (que llamamos Tarly,), que
habían dejado abandonada en la puerta de una panadería, y estuvo con nosotros
hasta su muerte temprana (con apenas siete años), y a la que quisimos mucho. Mi
esposa es amante de los animales y de la naturaleza, de ella he aprendido a
disfrutar de los perros: ver en ellos a criaturas especiales, en donde no
anidan sentimientos innobles; tan solo meros instintos. Su mirada es de una
pureza estremecedora, y podemos establecer con ellos una conexión que va más
allá de las hipótesis. Tanto es así, que ahora sé que los perros se ríen, dependiendo
de su carácter, y sus ladridos es un lenguaje ininteligible para los humanos,
pero si estamos en sintonía con ellos sabremos lo que nos están diciendo.
Podría afirmar sin que me quede nada por dentro, que ese amor a los animales y
a la naturaleza es la más grande lección de vida que he recibido, y se lo
agradeceré para siempre.
Ahora bien, como todo en este mundo es un
intercambio sinérgico si hay la voluntad, mi esposa recibió de mí el amor por
la lectura y los libros. Cada vez que terminaba de leer un libro se lo pasaba a
ella, y ha llegado a leer casi tanto como yo. Eso sí, soy un lector bibliófilo
indomable y ella no, al igual que nuestras hijas: leen mucho, pero no tienen
esa pasión desbordada que yo sí tengo, pero debo confesar que todas me la
toleran muy bien, y hasta me la azuzan: me han enviado libros inencontrables
acá, y eso dice mucho de ellas, y hasta han permitido cuestiones en casa que
solo podrían ser explicables en un manicomio, porque como decimos acá: me
llevan la cuerda. Aquí los libros son parte del decorado, cuando llegan visitas
tengo que desocupar los sofás en donde hay libros tirados, y me permitieron que
un enorme mueble de madera que podría perfectamente fungir de ceibó (o
aparador), lo llenara de libros.
Debo confesar que en esta casa han vivido
grandes figuras de la literatura universal, a las que hemos alimentado y
cuidado y cuya salud en su momento nos puso en ascuas. Si mal no recuerdo, aquí
han pernoctado por no tan largos períodos, literatos como Jorge Luis Borges, Augusto
Monterroso, Agatha Christie, Elena Poniatowska, Rosa Montero, Edgar Allan Poe y
algunos otros, y lo cumbre ha sido que tanto mis chicas como yo nos sentíamos
felices con ellos, aquí no había discriminación de nada: de si eran o no
novelistas o cuentistas o ensayistas, o hispanoamericanos o europeos, mujeres u
hombres: todos recibían el mismo cuidado y cariño. Nos daba pena, eso sí, que
estuvieran tanto tiempo encerrados, ensimismados, conversando entre ellos, por
supuesto, pero ajenos del resto del mundo: todas unas luminarias de belleza
indescriptible. Debo reconocer que nos quedábamos muy tristes cuando se
marchaban, y para no tener que estar en una noria: decidimos que cerraríamos el
hospedaje cuando todos partieran, y así lo hicimos.
Sí amigos, a este nivel ha llegado la
locura de ponerles a los periquitos australianos los nombres de nuestros
autores favoritos: todo un suceso (la pasión de mi esposa y la mía juntas en
una misma esencia corpórea), porque de pronto una de mis hijas me decía: papi, creo
que Borges se siente mal, que le duele una patita, la Poniatowska bebe poca
agua, Agatha está muy quieta, a la Montero le cuesta volar, Poe está algo
decaído, Augusto necesita vitaminas. Y ni decir de mi esposa, que sentía
remordimiento por tenerlos encerrados en dos jaulas, como si fuésemos los
dueños de sus vidas: como si el ser humano tuviera el derecho a arrogarse la
supremacía sobre los otros. Pero los malos tiempos llegaron cuando después de
un viaje breve hallamos muerto a Borges, una mañana la Poniatowska ya no estaba
en este mundo, igual nos pasó con Agatha. Poe y Monterroso fueron los que más
resistieron su clave genética, pero también cayeron uno tras otro. ¿Y la
Montero? Pues esa autora siendo como es, una rebelde con causa, aprovechó un descuido
de mi esposa y echó a volar hacia el solar vecino, a pesar de sus dificultades
con una de sus alas, y le perdimos el rastro.
Un buen día, mi esposa tomó una drástica
decisión: le daría la libertad a una cotorrita llamada Dani, que chillaba como
una loca. Le abrió la jaula y se echó a volar, se posó en el limonero y de allí
partió a otros mundos mejores que el acotado espacio de una jaula.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 03 de septiembre agosto de 2024
Por: Gastón Segura
La
facultad de engañarse
Con motivo de la reciente muerte de Alain
Delon, el segundo canal de la televisión autonómica madrileña emitió El
gatopardo (1963), de Luchino Visconti. Y no; no voy a escribirles sobre este
monumental film ocasionador, entre otros sucesos reseñables, de la quiebra de
su productora, la Titanus, que, como la lechera del cuento, no previó la
indiferencia del público norteamericano. Y aunque en Italia, las taquillas
superasen a cuánto se conocía; al parecer, no bastaron.
A pesar de este grave percance, la película hizo —y aún sigue haciendo—mella; recuerden al caso la descarada respuesta de Tancredi Falconeri a su tío el príncipe de Salina para justificar su alistamiento contra natura en la milicia de Garibaldi: «si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie»; ocasionadora del adjetivo italiano gattopardesco —en España; «cambiarse de chaqueta»— y que se convirtió durante la Transición, y aun después, en la culta jaculatoria para excusar las más rotundas enmiendas ideológicas; en fin, eso que los comunistas de manual señalaban acusatoriamente como revisionismo.
No obstante; contra el predicamento
acreditado aquí y allá por la respuesta del joven Falconeri, para mí la
secuencia más sustancial y determinante de la película —y con idéntica
importancia en el relato original— es la entrevista, con motivo del
ofrecimiento del título de senador en el nuevo parlamento de Turín, entre
Aimone Chevalley di Monterzuolo y el príncipe de Salina. Y de todo ese diálogo
ejemplar por tantas razones, y donde Lampedusa, por boca del príncipe, expuso
su teoría sobre el alma soñolienta e inmutable de Sicilia, siempre me ha
estremecido —y ahora, más que nunca— aquella pregunta retórica con la que don
Fabrizio de Salina renuncia a este nombramiento:
«—¿Qué haría yo en el senado, un
legislador inexperto que carece de la facultad de engañarse a sí mismo, ese
requisito esencial para quien quiere guiar a los demás?», que la narración
cinematográfica remata con una sentencia taxativa, pronunciada por el príncipe
en la novela un par de páginas más adelante: «No; Chevalley, en política no
expondría ni un dedo; me lo morderían».
A lo que responde el caballero piamontés:
«Si los hombres honrados [como vuestra excelencia] se retiran, el camino
quedará expedito para la gente sin escrúpulos y sin perspectivas».
Pocas veces en nuestro país, como en este
momento, el augurio acerbo de Chevalley se ha tornado más palpable. Y, qué duda
cabe, por tales aserciones visionarias —aunque Lampedusa las dirigiera a la
nueva República italiana—, El gatopardo (1958) se convirtió, contra su factura
convencional —cuando no, algo añeja—, tanto en el primer gran éxito editorial
en Italia —a los ocho meses había vendido más de cien mil ejemplares— como en
uno de los relatos más señeros y reputados del s. xx. Sin embargo; la manera
cómo llegó a publicarse por Feltrinelli fue casi tan novelesca como la misma
causa del nacimiento en la mente sensual y retraída de su autor, Giuseppe
Tomasi, príncipe de Lampedusa, duque de Palma, barón de Montechiaro y de
Torretta y grande de España, cuando contempló la devastación de su palacio
palermitano por el bombardeo aliado del 5 de abril de 1943.
Mas hubo de transcurrir once años y una
estancia en San Pellegrino Terme, donde su primo, Lucio Piccolo, recitaba unos
cuantos poemas, invitado por el enorme Eugenio Montale, para que Lampedusa
sintiese la necesidad de sentarse en el café Mazzara, de Palermo, a narrar
aquella inmensa y doliente nostalgia, emanada de los escombros del solemne
caserón donde había nacido cincuenta y ocho años antes. Pues, desde 1925,
cuando divulgó varios cuentos —luego, reunidos en Relatos (1961)—, en una
revista genovesa con un título tan hesiódico como Le opere e i giorni,
Lampedusa apenas si había dictado unas clases privadas de literatura francesa y
británica —Lecciones sobre Stendhal (1977), Conversaciones literarias (1979) y
Literatura inglesa (1991); títulos todos editados póstumamente— a su sobrino
Francesco Orlando y a su luego ahijado Gioacchino Lanza di Assaro, y
garabateado para sí unas pequeñas memorias, Recuerdos de infancia, publicadas
también post mortem, en 1961, pero nunca había intentado algo tan íntimo, por
una parte, y tan ambicioso, por la otra. No obstante, lo emprendió en el
velador de aquel café siciliano y cuanto le resultó más sorprendente: lo
concluyó tras veinticuatro meses, en 1956. Lucio Piccolo envió enseguida
algunos capítulos sustanciosos a Mondadori y a Einaudi; empero, tropezaron con
el veto de Elio Vittorini, de gran autoridad en ambas editoriales.
En julio del año siguiente, Lampedusa
morirá de cáncer, amargado por el rechazo al relato donde había impreso casi
tantas esperanzas como añoranzas familiares, y hasta esas desengañadas
advertencias políticas. Pero he aquí que conocido el triste caso por Giorgio
Gargia, un paciente de su viuda, Licy Wolff-Stomersee, envió unos capítulos a
la hija de Benedetto Croce, y esta, admirada, se los remitió a Giorgio Bassani,
director de una colección para Feltrinelli. Asombrado ante el texto, el gran
novelista ferrarense repitió la operación con su amigo Mario Soldati, y tampoco
a este le cupieron dudas: aquellos folios mecanografiados constituían un
capolavoro. En consecuencia, el once de noviembre de 1958 apareció en las
librerías italianas El gatopardo.
Ahora nos queda disfrutar con sus porosas
páginas y hasta con su majestuosa adaptación cinematográfica, mientras nos
ruborizamos al escuchar, una vez más, que quienes nos gobiernan acendran la
mucilaginosa facultad de engañarse así mismos; ya no les cuento al resto.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 02 de septiembre de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 02 de septiembre de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La verdad de las mentiras
La verdad de aquel texto ya sepultado en
el tiempo, era a su vez una mentira: el artefacto literario, es decir, mera
ficción, que buscaba resucitar en el lector la voz y la mente lúcida de uno de
nuestros mejores literatos de todos los tiempos
Confieso que el título de la columna
coincide con el de un libro de Mario Vargas Llosa (que he leído mil veces),
pero no les hablaré de él, el autor ya no lo necesita, llegó a donde quería
llegar y no le hace falta mi humilde apoyo. Lo que me hace recordar una
anécdota que me sucedió con Delia Picón-Salas de Morles, hija única de don
Mariano Picón Salas: gran escritor venezolano. Ella y su esposo eran mis amigos
y de vez en cuando nos comunicábamos vía telefónica, porque si mal no recuerdo,
para entonces todavía no se había inventado esa maravilla llamada WhatsApp. Una
noche, de esas plagadas de ideas y de insomnio, se me ocurrió escribir una
entrevista ficticia a don Mariano y las respuestas lógicamente las tomaría de
su propia obra: la idea era hacer un pequeño homenaje a un autor entrañable y
muy querido, cuya obra ha formado parte de mi educación literaria. El texto lo
enviaría a Verbigracia: un encartado literario de El Universal; y créanme que
me hacía mucha ilusión.
Por tontería de mi parte, o tal vez
queriendo halagar a Delia a quien le tenía un enorme afecto, al igual que a su
esposo, don Alfredo Morles, a quien tuve el honor de recibir como Miembro
Correspondiente Nacional de la Academia de Mérida, siendo yo su presidente, se
me ocurrió llamarla para informárselo, pensando que ella lo tomaría con alegría
y entusiasmo, tratándose de su padre, a quien adoraba y ya para entonces
preparaba la edición de sus Obras Selectas que saldrían en el 2008, en
coedición entre Reaseguros C.A. y la Universidad Católica Andrés Bello de
Caracas. Este magnífico tomo, por cierto, es una reimpresión de la segunda edición
de 1962 (corregida y aumentada por el propio don Mariano). Tiempo después, ella
publicó los textos que su padre no seleccionó, me imagino que por considerarlos
inmaduros o indignos de su propia obra, y que su hija decidió darlos a conocer
por razones obvias: que no cayeran en el olvido y no se perdieran en la maraña
de papeles sueltos, que suele ser lo cotidiano en la biblioteca de un autor. Lo
cierto fue que la llamé y nos saludamos cordialmente como solía ser siempre, y
le comenté con entusiasmo lo que había preparado para la prensa nacional, a lo
que ella respondió: “No, querido Ricardo, ya mi padre no necesita nada de eso”.
Admito que su respuesta me dolió, la sentí como una bofetada inmerecida, tal vez ella pensó que yo quería ganar indulgencia con escapulario ajeno. Claro, pude obviar su respuesta y enviar el texto a El Universal; total: no tenía que pedirle permiso a ella ni a nadie, como escritor tengo plena libertad de recrear, de inventar, de echar mano de la intertextualidad con mención de las fuentes, y asunto zanjado, pero el dardo me llegó hondo, y el texto se quedó impreso sobre mi escritorio y en el trasteo propio de la vida, le perdí el rastro y solo hay el amargo sabor de una respuesta, que de alguna manera resquebrajó nuestra relación: o por coincidencias de la complejidad del existir (ajenas a nuestras intenciones), lo que era una interacción permanente, se fue enfriando hasta el final. Posteriormente, cuando ella ya había fallecido, tuve la fortuna de estrechar los lazos con ese gran caballero que fue don Alfredo Morles, a quien quise mucho, y él a mí, y la vieja herida sanó, pero quedó una huella que hoy pretendo exorcizar con esta pequeña historia.
Tal vez, doña Delia, como solía llamarla
por respeto, en aquel momento no cayó en la cuenta de que la verdad de las
mentiras de la literatura, nos enriquecen, nos llevan más allá de las
circunstancias presentes, y hacen de nosotros seres ganados al portento y a la
magia. La verdad de aquel texto ya sepultado en el tiempo, era a su vez una mentira:
el artefacto literario, es decir, mera ficción, que buscaba resucitar en el
lector la voz y la mente lúcida de uno de nuestros mejores literatos de todos
los tiempos: yo fungía de entrevistador en el acá y él desde un más allá
respondería con su propia obra. La entrevista es un género literario per se
(Monterroso al respecto, solía declarar, con razón o sin ella, que la
entrevista era el único género literario creado en nuestro tiempo), que colinda
con otra área no menos importante, como lo es el periodismo. Ahora bien, sus
fronteras se difuminan solo en la intención: mientras que la literatura busca
recrear, el periodismo busca informar. Si bien ambas nociones son comunicación
en el sentido lato del vocablo, la primera se funde en el desvarío propio de la
ficción, en la que tiene cabida lo real y lo inventado por la cabeza
calenturienta de un escritor, y en la segunda: se echa de menos la objetividad
(que no siempre se alcanza por cuestiones que no vienen al caso mencionar, pero
que es su razón de ser).
Hoy, después de muchos años, me digo, no
sin culpa, que no debí llamarla. A lo mejor (pienso), hubo atisbos (o ríos) de
vanidad de mi parte, al pretender hacer partícipe de una travesura literaria,
nada más y nada menos que a la “heredera” de la obra de una luminaria de las
letras. Qué sé yo: a lo mejor pasó por su cabeza la interrogante: ¿qué hace
este imberbe hurgando en las cosas de mi padre? Sí y no, medito hoy: cuando la
obra sale de las manos de su creador, ya no le pertenece, es de todos y es de
nadie. Por supuesto, no me iba a lucrar, lo que me pagaban por esos trabajos
era algo simbólico, pero la ilusión muy grande.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 22 de agosto de 2024
Por: Gastón Segura
Aquella desesperada huida en Viena
Las cloacas de Viena siempre albergarán la desesperada huida de Harry Lime, en aquellos años cuando hasta las altivas pupilas grises de sus vecinos se habían vuelto plomizas por la inmensa vergüenza de la derrota; ¡si hasta recurrieron al represaliado Josef Krips para que su sangre medio judía exorcizase la batuta de la Wiener Philharmoniker! El resto ya se ve en esa inconmensurable película estrenada hace setenta y cinco años: El tercer hombre, pese a que, apenas comenzada la proyección, el mayor Calloway le espete con desgana al escritor:
—Todo esto suena a novela barata.
—Umm… Yo solo escribo novelas baratas.
Y en absoluto, porque se trataba de Graham
Green.
Para entonces Graham Green y Carol Reed,
su director, ya habían colaborado en El ídolo caído (1948), adaptación
cinematográfica de un cuento del primero, The Basement Room (1936). Y como
ambos congeniaron aun antes de que este film fuera un éxito de crítica, el
productor, Alexander Korda, ávido de reflotar las finanzas de la British Lion
Film atrayendo nuevos talentos, convocó una cena entre los tres y le propuso al
novelista prolongar aquella amistad con un nuevo guion, esta vez, sobre Viena.
En el fondo de aquella oferta latía una cuestión sentimental: Korda había
trabajado allí entre 1920 y 1926 y, además, era lo más cercano a Budapest que
podía llegar, donde fuera una promesa del cine en mitad de la Gran Guerra e
incluso algo después, durante el Soviet de Béla Kun.
Como respuesta a esta invitación de Korda,
Green sacó del bolsillo un sobre en cuyo reverso había garabateado: «Me había
despedido para siempre de Harry una semana antes, cuando su ataúd descendió en
la helada tierra de febrero, de manera que no di crédito a mis ojos cuando lo
vi pasar, sin el menor indicio de reconocerme, entre la multitud de
desconocidos del Strand».
Pero Harry no pasó nunca por el Strand
londinense, porque Green aceptó hospedarse, durante una quincena del febrero
siguiente, en Viena, aunque solo lograse atisbar los rostros agrios de sus
habitantes y tanta calamidad que ni la muy reputada hipocresía local era capaz
de disimular, hasta la penúltima noche, cuando Elizabeth Montagu, su guía por
los clubes de mala nota —de buena no había; los tiempos no lo toleraban—, le
presentó a Peter Smolka, el corresponsal de The Times, y este, entre trago y
trago, se despachó a gusto sobre cómo el estraperlo carcomía la ciudad de un
extremo al otro y cómo sus alcantarillas semejaban el Rastro un domingo por la
mañana.
Tras aquella conversación, a Green no le
restaba sino redactar el esbozo literario del guion —meses después del estreno
y ante la clamorosa recepción de El tercer hombre, publicado como novela— y a
Carol Reed, planificar la producción. Entre tanto; Korda, por sus apuros
bancarios, había metido en el asunto a David O. Selznick, que envió como
aperitivo de sus imperiosos memorandos a Orson Welles, Joseph Cotten y Alida
Valli para encabezar el reparto. Por fortuna, Korda le admitió los actores; en
cuanto a sus enérgicas directrices, acabaron, conforme llegaban desde Los
Ángeles, una tras otra en la papelera de la British Lion Film.
El rodaje duró seis semanas entre Viena y
Londres; y visto el resultado, todo un prodigio. Y en lugar de detenerme en las
leyendas acerca de las modificaciones de Orson Welles sobre la filmación
—fomentadas, naturalmente, por él. Eso se le daba de dulce—, prefiero
señalarles la modélica actuación de los actores austriacos y, entre ellos, la
de Hedwig Bleibtreu como la casera protestona de Anna Schmidt; simplemente,
admirable. Y, por descontado, asegurarles que el impecable estado actual del
film no sería posible sin la extraordinaria fotografía de Robert Krasker,
empeñado en satisfacer, con la tenebrosidad de las inmensas sombras y los
charolados del pavimento, la obsesión de Reed por plasmar el expresionismo
alemán, o por la introducción inesperada de inusuales ángulos de cámara, que
tanto incomodaron a William Wyler, sin olvidar aquellos insertos de rostros
oteantes, aquí y allá, para aumentar la inquietud de las secuencias,
especialmente durante las tres magistrales persecuciones.
Muchos sostienen que tal factura es
legataria de las películas precedentes de Welles; tal vez, pues si viesen
Estambul (1943), comenzada por Orson Welles y acabada por Norman Foster,
encontrarían —y no solo en los intérpretes— algunas concomitancias notables con
El tercer hombre. Aunque me parece más sensato considerarla hija de las
Benzedrinas que mantuvieron despierto a Reed durante toda la filmación y de
Larga es la noche (1947), su anterior obra maestra; donde Krasker también
intervinó como operador y donde las sombras oprimen despiadadamente a su
protagonista, un James Mason herido, fugitivo y, ante todo, supremo; tal es así
que los británicos la consideran su mejor actuación cinematográfica.
Green y Reed volvieron a colaborar en
Nuestro hombre en La Habana (1959); y a pesar del desahogado presupuesto y del
deslumbrante elenco, el film no superó cuanto se puede esperar de un
divertimento exquisito; una verdadera lástima. Y ahora, al finalizar, caigo en
la cuenta de que todo este artículo no se debía tanto al septuagésimo quinto
aniversario de aquella fuga de Harry Lime por los fétidos desagües de Viena,
sino a otra huida acaecida hace un par de semanas en Barcelona. Al pronto; se
me antojó planificada y dirigida por Mariano Ozores, por cuanto colegí si
nuestro gobierno no se parecerá cada día más a Los bingueros (1979).
Artículo publicado por el "Imparcial", el 21 de julio de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Hoy,
del otro lado,
dónde
estoy,
más cerca
-quizas-
de la reminiscencia
lírica ,
de los avatares
de mi infancia cultural,
en algún instante de mis búsquedas
vitales, me topé con los poemas de Federico García Lorca, me sumergí en ese
inmenso piélago lírico del cantor de mis ensueños, para encontrar el rumbo
definitivo de las evocaciones celebratorias que marcaron mi errancia cultural.
Hoy,
Sonia me escribe
y solicita de mí
unas grafías,
un merecido homenaje
al poeta que hoy,
casi a mis ochenta años,
es impronta de mi corazón.
Ahora no deseo más que olvidar aquél 18 de
agosto de 1936, cuando apagaron vilmente los disparos la voz de mi poeta
esencial, porque García Lorca, hay que reiterarlo, fué el lírico mayor -de mis
años mozos- y también el de mayor influencia y reconocimiento popular en la
literatura española del Siglo XX.
En este aniversario de su muerte evoco su
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y rindo tributo de admiración al poeta que se
sembró en mi corazón de niño lector de poesía, el más digno poeta de mis
apasionados encuentros con el arte de hacer poemas. Hay en este Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías una resonancia trágica que cargó en sus cuernos la vida
de un matador y se colgó en el umbral de mis recuerdos hasta hoy; por algo
Federico García Lorca fué el poeta más celebrado de la generación del 27,
cuando integró una agrupación literaria en la que fueran luz y guía figuras de
la talla de Luis Cernuda, Rafael Alberti, Dámaso Alonso y Vicente Alexander,
entre otros colosales líricos de la poesía española de finales del siglo XIX y
principios del XX.
En leyendo a García Lorca, recorro las
páginas reveladoras de un arte poética que es a la vez popular, surrealista y
moderno, eterno, profundo y universal.
Veamos ahora algunas unidades métricas del
Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, para comprender por qué García Lorca es uno
de los autores españoles, después de Cervantes.
"La piedra es una fuente donde los
árboles gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al
tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y
planetas.
Ya está sobre la piedra Ignacio el bien
nacido.
Ya se acabó; qué pasó? Contemplad su
figura:
La muerte le ha cubierto de pálidos
azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro
minotauro".
Así, Federico García Lorca, que había
nacido en 1898 en Fuente Vaqueros y fusilado durante la guerra civil española,
nos legó una poética todavía ejemplar en sus provocaciones.
Madrid.- 19 de agosto de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Un puñado de autores
Releer es una gran aventura, porque es
recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es
posible, un estadio mayor de gozo
Quienes somos lectores avanzamos a cierto
ritmo con los libros que tenemos a la mano: los olfateamos y palpamos, los
asumimos como una arista de nuestra cotidianidad, nos acompañan a casi todos
lados y somos con ellos parte y todo de una misma realidad, que nos empuja a
avanzar, a seguir cierto y determinado ritmo, a otear aquí allá, a mirar de
reojo los ejemplares que otros llevan consigo, y detenernos por un instante a
sopesar lo que ellos significan para nosotros. Por supuesto, hay en esto una
suerte de intuición (o si se quiere de premonición), ya que cuando abrimos por
vez primera un ejemplar y leemos al vuelo el inicio, o algunas páginas al azar,
sabemos de entrada si ese libro es para nosotros: hay elementos que nos atrapan
irremediablemente y nos impelen a llevárnoslo bajo el brazo, y casi nunca nos
equivocamos, a pesar de que esto sea algo tan “subjetivo”.
Pero…, los viejos lectores tenemos
nuestras mañas, la experiencia nos entrega herramientas que nos posibilitan
engranarnos en la dinámica de un libro sin mayores problemas, aunque se asome
en el horizonte la nube de la decepción. Gracias a esa misma experiencia,
sabemos que la primera lectura de un libro puede resultarnos gratificante o
cuesta arriba, que muchas veces el proceso de ojeada (de echarle un ojo a un
tomo) no basta, porque hay en su interior todo un universo por descubrir, que
solo la lectura detenida puede entregarnos, de allí que a veces estemos
reticentes con respecto a leerlo o no: asumirlo en su vasta y compleja
incertidumbre, o postergar su lectura por ahora, o para siempre.
Hay circunstancias en las que nuestro
estado de ánimo no nos permite internarnos en una nueva lectura con sus
hipotéticos deslumbres y satisfacciones, y optamos por la comodidad de la
relectura: acercarnos a las obras que años atrás nos dieron grandes momentos de
felicidad, aunque haya también en eso sus riesgos, porque la relectura puede
quebrar dentro de nosotros la ilusión del pasado, al reconocer en el ahora que
el libro no es lo que creíamos que era, y sentiremos el vahído de la
frustración y la amargura. No obstante, todo avezado lector tiene en su haber
un puñado de autores y de obras de confianza, a los que regresamos sin pensarlo
dos veces, porque sabemos que en sus páginas hallaremos lo que buscamos: el
disfrute y el placer estético, espiritual e intelectual de toda buena obra.
Releer es una gran aventura, porque es
recorrer páginas leídas y hallar en ellas el mismo placer de antes o, si es
posible, un estadio mayor de gozo. Acercarnos a nuestros autores de cabecera,
por lo general pocos (un puñado), es garantía de éxito en nuestra empresa,
porque son ellos quienes a lo largo del tiempo nos han proporcionado enormes
satisfacciones, que con ellos es seguro estar, que en sus libros (a veces, no
todos) nos sentiremos cómodos y felices, porque sus rutas son las nuestras, su
estética nos deslumbra e impacta, sus historias y anécdotas son parte de
nuestra vida al estar consustanciadas en la memoria.
Lo difícil en todo esto (hay que decirlo),
es descubrir precisamente a ese puñado de autores y conocer sus coordenadas, y
en ello juegan un papel fundamental el tiempo y el hábito de la lectura, que
sedimentan en nosotros sus páginas y al retornar a ellas se encienden en
nuestro interior vislumbres de lo ya transitado, horizontes antes oteados,
huellas de un pasado que nos brindó inolvidables momentos, que podemos volver a
disfrutar en su compañía. Son esos autores los que nos sacan de apuros, los que
están siempre dispuestos a socorrernos, los que nunca nos defraudan ni nos
hacen quedar mal; los que dejaron en nosotros parte de su legado y una impronta
profunda que nos marcó para siempre.
A veces entramos con ese puñado de autores
en una especie de noria: el ir y el venir permanente y recursivo, el regodeo en
sus páginas, la reflexión a la que nos empuja una buena frase, la luz que se
enciende dentro de nosotros luego de un episodio o de alguna anécdota, la
sonrisa que se dibuja en nuestro rostro por una ocurrencia genial, por el
traspié de un personaje, o por lo absurdo que nos resulta un hecho relatado, y
que gracias a ese pacto que hacemos con el autor (la verosimilitud), lo creemos
a pie juntillas, a pesar de contravenir con estrépito las leyes naturales y de
la lógica.
Por supuesto, el puñado de escritores que
forman parte de nuestra tarea lectora y de nuestro mundo libresco, no debería
implicar el cerrarnos con hermetismo sin mirar a los lados, porque caeríamos en
una forma de endogamia que bloquearía con doble llave nuestro espectro de
opciones. Lo ideal es ir poco a poco ampliándolo, nutriéndolo, realimentándolo
con “nuevas” voces y lecturas. Ese “riesgo” de cerrarnos lo corremos, porque
nos gusta ir a lo seguro, saber que con ellos estamos en la mejor y más grata
de las compañías, que gracias a esos autores fuimos construyendo nuestra
cultura literaria, y nos ganaron para siempre.
En mi caso, ese puñado de autores es
conocido, siempre los menciono y los cito, me refugio en buena parte de sus
libros y es como estar en el paraíso: Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso,
Ricardo Piglia, Javier Marías, Octavio Paz, Paul Auster, Mario Vargas Llosa,
Mariano Picón Salas, Rosa Montero, Franz Kafka, Enrique Vila Matas, Hermann
Hesse, Antonio Tabucchi, Milan Kundera, y otros más. El puñado crece lento…
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 06 de agosto de 2024
Por: Gastón Segura
Aquel maldito extranjero
Quizás este par de páginas, tras los
graves acontecimientos vividos durante la semana pasada, cobren más sentido que
otras veces en su afán de recordarles una efeméride o uno de esos sucesos
curiosos con que trasponer, durante al menos diez minutos, el siniestro sainete
representado, desde hace ya demasiados meses, por nuestro gobierno. Y contra
cuanto supongan, no les voy a escribir sobre Paco Camino, muerto el pasado
martes en su finca abulense, quien formó con Diego Puerta y Santiago Martín El
Viti aquella terna del televisor en blanco y negro, cuando, por más atención
que pusiese, jamás conseguí atisbar las siempre sutiles y temerarias mañas de
la lidia, sino de Joseph Conrad, cuyo fallecimiento cumplió su centenario este
mismo sábado, entre otras razones porque, de escamotearlo, mi amigo Pepe Díaz,
filólogo atento y maestro de navegantes, me lo acabaría reprochando bajo alguna
chanza de asturianín.
Se suele señalar a Conrad como el ejemplo
de gran narrador en una lengua distinta —la inglesa— a la materna —la polaca—;
sin embargo, me basta con una mirada al pasado para encontrarme con los
comediógrafos Estacio y Terencio, que siendo de un origen alejado y hasta
relapso por su condición de esclavos al romano, escribieron en un latín
modélico, o casi en un viceversa, al emperador Marco Aurelio, latino de
nacimiento, que redactó en griego sus célebres Meditaciones (180 d.C.), para
constatar que su caso —la adopción de otro idioma para expresarse
artísticamente— no es ni único y menos novedoso, en el ya vetusto cronicón de
la gran literatura. Es más; como aquellos escritores de la Antigüedad, Conrad
se acogió al inglés por la idoneidad con su propósito: publicar en el país
donde había decidido asentarse y sobre un mundo apetecido por sus posibles
lectores: las colonias; territorios casi mitificados por los periódicos y los
novelistas británicos del momento —Haggard, Kipling, Conan Doyle, o el inmenso
Stevenson—; no en balde, estas tierras eran el esplendente blasón de su pujanza
sobre el resto de las naciones.
Ahora bien, la elección de dicho asunto,
sobradamente avalada por sus casi veinte años como empleado de navieras o como
oficial de puente —solo consta una capitanía, la del Otago, entre 1888 y 1889—
no garantizaba cuanto cada una de sus páginas demostró: al escritor marítimo
por antonomasia; basta simplemente con ojear El espejo del mar (1906) para
certificarlo. Asunto bien distinto —y quizá sea su mayor grandeza— es la
caracterización de sus protagonistas (Peter Willems, Tuan Jim, Kurtz …), fruto,
a mi parecer, de dos hechos capitales: su familiaridad con Shakespeare desde
que leyese en la infancia la traducción de su padre al polaco de Los dos
caballeros de Verona (1598), ampliada hasta la consumación cuando compre, a los
veintiún años, una edición de sus obras dramáticas por cinco chelines y la tome
como manual para dominar el inglés; y en segundo lugar y no menos importante,
su temprana vida errabunda —llegó a calificarse de «maldito extranjero»—.
Verán; aunque Conrad naciese en Berdichev —a ciento cincuenta kilómetros al sur
de Kiev— sus primeros recuerdos eran de la cárcel de Varsovia, donde su padre
permanecía preso por revolucionario hasta su destierro en Vólogda —a quinientos
kilómetros al norte de Moscú—, cuanto le acarreó, con apenas once años, la
orfandad, y su inmediata acogida por su tío materno Tadeusz Bobrowski, en Cracovia;
y desde ahí, a Lemberg para educarse. Como apenas demostrara empeño para los
estudios y mucha afición, aunque novelesca, por la mar; su tío lo envió a
Marsella con dieciséis años para que se iniciase en los oficios de la
navegación. Cuando se desembarcó definitivamente, como primer oficial del
Adowa, cuatro lustros después, el 26 de julio de 1893, no solo traerá entre la
pacotilla su pasaporte británico sino su primera novela, La locura de Almayer
(1894), y, por descontado, impreso en el alma ese sello particularísimo que
imbuirá a todos sus protagonistas: forastero en cualquier sitio.
Y aun sabiendo hoy que todos ellos no son
sino el trasunto de una anécdota escuchada en algún tabernucho portuario o
incluso conocidos por el propio novelista, Conrad siempre acometió el relato de
cada una de sus peripecias como la fuga de un pasado; y nada mejor para este
propósito de anonimato —en definitiva, de extranjería perpetua— que los lugares
donde la civilización encontraba su linde ante lo indómito. Pero cuando todos
ellos casi palpaban el ansiado borrón de su identidad, el fatum les alcanzaba
no solo para recordarles su inexorable pertenencia al lugar de donde huían sino
también para quebrantarlos shakesperianamente. Es más; les propongo que reparen
en el papel de la mujer como detonante de la catástrofe en los relatos
conradianos y su semejanza con la actuación de las damas en las tragedias del
genio de Stratford-upon-Avon.
Consecuencia de estos finales acibarados,
las novelas del polaco mostraron aquellas tierras fabuladas por las aventuras
de los otros escritores con un visaje agreste y tenebroso hasta entonces
desconocido para los lectores ingleses; un espacio límite donde, como afirmó el
propio Conrad, combaten «el egoísmo, que es la fuerza motriz del mundo, y el
altruismo, que es su moralidad»; el resto, ya saben, no es sino «el ruido y la
furia».
Acariciando ya la conclusión de estas
líneas, no me resta sino recordar a mi maestro, el gran Héctor Vázquez-Azpiri,
quien, por admiración a Joseph Conrad, se embarcó, siendo rapaz, en un
carbonero, por considerarlo imprescindible para un novelista.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 22 de julio de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 04 de agosto de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La bibliofilia
Leer libros y ser bibliófilo son en sí
mismos una profesión, y es así porque tienes que dedicar tiempo y esfuerzo para
que ambas circunstancias establezcan sus propios vasos comunicantes y se
articulen, se amalgamen, se complementen...
Leo en el maravilloso Diccionario de uso
del español, de María Moliner (Gredos, tercera edición, 2017), que el vocablo
“bibliofilia” se refiere a la “afición a los libros por cualquiera de sus
méritos de contenido o de forma, o por su rareza.” Luego, cuando voy al vocablo
“bibliófilo”, hallo las siguientes acepciones: “1. Aficionado a los libros raros
y valiosos y que se dedica a coleccionarlos y a su estudio. 2. Persona muy
aficionada a los libros.” Y como si no tuviera otra cosa que hacer en casa, voy
al Diccionario de la Lengua Española (Espasa, 2001) e indago en el vocablo
“afición”, y este nos dice en su primera acepción: “Inclinación, amor a algo o
a alguien.” Vuelvo al de la Moliner para contrastar aquello y, como suele
sucederme, lo sopeso en su mayor amplitud que aquél, y esto expresa:
“Disposición permanente del ánimo de alguien por la que una cosa,
particularmente una actividad, un motivo de interés o un esparcimiento, le
gusta…”
Para no aburrirlos, y si mi cabeza (ergo,
mi comprensión) no me hace una mala jugada, deduzco que ser bibliófilo no es
necesariamente ser un lector, es decir, puedo amar y ser un furibundo
aficionado de los libros como “objetos” coleccionables por su belleza, rareza,
antigüedad (tal vez incunables), atractivo, materiales, diseños, arte,
etcétera, y jamás internarme en sus páginas, igual como podríamos hacerlo con pinturas,
cromos (que yo coleccionaba con pasión siendo niño), monedas antiguas,
postales, barajitas (o baratijas, jeje), fotografías antiguas, discos,
soldaditos de plomo (el escritor español Javier Marías los coleccionaba),
bonsáis, relojes (el escritor Augusto Monterroso coleccionaba relojes de mesa y
de arena), y paremos de contar, pero los citados diccionarios dejan
“claramente” establecido, que podrían darse también varias circunstancias: ser
bibliófilo, lector y escritor a la vez (claro, no lo expresan así: meras
conjeturas y aproximaciones de mi parte, como en una suerte de juego con las
palabras), lo que me incluye desde ciertas perspectivas: amo los libros porque
veo en ellos enormes posibilidades de salvación; sí, dije bien, salvación: del
mundo y sus circunstancias, y de mí mismo (que es lo mejor, o lo peor, ya ni lo
sé).
Podrían darse en este sentido muchas alternativas más, como, por ejemplo: ser un gran lector y no necesariamente un bibliófilo, y he conocido gente así, es más: tengo viejos amigos (escritores) que una vez que leían el libro que les interesaba, lo obsequiaban o lo dejaban en algún lugar público para que otro pudiera leerlo, eso sí; reservaban para ellos unas poquitas obras (no más de veinte) que consideraban “esenciales” para su trabajo intelectual, y si por designios de la vida al final de sus carreras académicas los sorprendía un anaquel con más de lo “debido”, les avisaban a sus colegas para que fueran a su oficina y se llevaran los libros que les apetecieran, y así quitarse de encima la enorme tribulación que les producía, hacer una mudanza con decenas de cajas de libros que eran ya un peso innecesario.
He de transigir, que conozco más gente con
la doble o triple cualidad de lector, bibliófilo y escritor, que, de las otras,
lo que implica que atesoran con esmero sus ejemplares y los leen y releen hasta
la hartura, que se hace manifiesta cuando ese lector consumado y curtido
constata que la obra le dio lo que tenía que darle, pero la conservan en las
estanterías como un preciado tesoro, y pasan y la miran de reojo, a veces
acarician su lomo, o toman el ejemplar y lo olfatean con los ojos cerrados para
así alcanzar por breves instantes el paraíso, y lo devuelven a su lugar, y por
nada de este mundo se atreverían a regalarla, o quizás algunos se vean en la
imperiosa necesidad económica de tener que ponerla en venta, sin mayor suerte,
por supuesto, y prefieren enfrentar las vicisitudes y los apretones del
bolsillo y saber que la obra sigue allí, y que no pasó a otras manos que quizás
no le darán jamás el cuidado que él le prodigó con afanoso y consumado
desvarío.
Amar los libros por lo que son y por lo
que representan en nuestras vidas (y no solo como bellos objetos culturales,
que atesoro e incremento con ellos el patrimonio), es una experiencia cuasi
sagrada, que te impacta en la interioridad y te lleva por senderos que jamás
podrías desvelar sin la participación de ellos: ser buen lector y bibliófilo
(la de escritor es sencillamente un valor agregado a aquéllas) es de una
complejidad absoluta, porque te encuentras con cuestiones rayanas en la
tontería, como por ejemplo: leer una determinada obra de tal editorial (que
puso en ella enorme cuidado y belleza) y no la otra edición de la misma obra
que también está presente en el estante, pero que no captas en ella esa empatía
y ese placer orgiástico que sí logras con la otra; aunque esa otra esté ya muy
mallugada por el uso, con algunas hojas desprendidas o rotas, y con las tapas y
el lomo bastante sobados y desvanecidos.
Leer libros y ser bibliófilo son en sí
mismos una profesión, y es así porque tienes que dedicar tiempo y esfuerzo para
que ambas circunstancias establezcan sus propios vasos comunicantes y se
articulen, se amalgamen, se complementen de tal manera, que de todo ello
resulte el placer estético e intelectual que buscas en este territorio tan
díscolo, exigente, costoso y antiguo que recibiste como herencia cultural.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 28
de julio de 2024
El día de
ayer sábado 27 de julio, se llevó a cabo la celebración del primer año de
creación de Sábados Poéticos la Nueva Barraca.
Dicho
evento se realizó en La Casa de Vacas, ubicada en el Parque del Retiro de la
ciudad de Madrid España.

La
celebración estuvo organizada por la directiva de la misma, contaron con la
participación de diez poetas, dos pianistas y una bailaora de flamenco.
El acto
transcurrió en un ambiente fraterno y lleno de espiritualidad artística, cada
artista dio lo mejor de sí, emocionando al público, que, a pesar de las
inclemencias de las temperaturas, propias del verano madrileño, llenaron el
salón principal de La Casa de Vacas.
La
directiva de Sábados Poéticos la Nueva Barraca conformada por Don Manuel
Ramírez Santos, Doña Ana María López Expósito y Don Serafín Aznar Arenaga,
agradecieron la participación de los artistas y del distinguido público y
clausuraron el evento, forjándose en un abrazo fraterno lleno de emoción por
toda la dedicación y el esfuerzo dedicado para esta maravillosa celebración.
El peso de la tradición
Augusto
Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si
bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y
rompió con la tradición
Después
de varias décadas de actividad como escritor he llegado a la conclusión de que
escribir es una chifladura, y esto es válido para todas las artes, porque lo
hacemos a pesar de las grandes obras maestras que nos anteceden de siglos, y
nos reconocemos herederos de un “algo” al que tal vez nunca honraremos. Creo
que no hay mayor desafío que éste, porque el “a pesar de” lo llevamos en la
frente como un tatuaje y a la vez como una impronta, y seguimos haciéndolo con
empeño e ilusión, como si en esto se nos fuera la vida, como si el mundo
cambiará por nuestras reflexiones y escritos, aunque muchos de los cuales pasen
inadvertidos, sin pena ni gloria, lanzados al espacio infinito o tirados al mar
en una botella.
Llevamos
una pesada tradición a cuestas, y ella ostenta el canon: lo que se puede hacer
y lo que no deberíamos hacer, y esto no es más que una camisa de fuerza para
nuestro libre albedrío creador, que nos impele a seguir por insospechados
senderos: como si alguien nos esperara al final del camino con la toalla en la
mano para que nos sequemos el sudor luego de tanta fatiga. Esa tradición, muy
respetable, a veces intimida y bloquea, porque al mirarnos en ella vemos:
circunstancias, tiempo, cultura, atavismos y usanzas, pero todo cambia, se
remodela con el correr de los años, y cambia también nuestra manera de entender
y de percibir el arte.
A
nadie se le ocurriría hoy escribir una novela echando mano de la estética, así
como de las profusas y pesadas descripciones de las que hace gala Gustave
Flaubert en su Madame Bovary, por ejemplo, pero nadie podría negar que es una
gran obra, un clásico universal, y que, en teoría, por ser tal, no envejece.
Igual consideración es válida para los otros géneros literarios. Sabemos que
Michel de Montaigne es el “creador” del género ensayístico, y sus aportes son
inobjetables y sus textos son reconocidos como clásicos, pero si quienes nos
acercamos a este maravilloso género (que tanta libertad, plasticidad y
posibilidades nos otorga) lo hacemos a la manera de su creador, pues estaríamos
desfasados en el tiempo y luchando a contracorriente, porque el género ha
transitado durante siglos y en ese devenir se ha transformado hasta llegar a lo
que hoy conocemos.
Del
cuento, ni se diga: ha sido una de las expresiones literarias que más se han
transformado en los últimos cien años, y flaco beneficio le haríamos si hoy
pretendiésemos, asumiendo a rajatabla el canon y las “normas” que algunos
autores del pasado dictaron como escuela, escribir relatos a la manera de un
Edgar Allan Poe (gran maestro del género), porque sencillamente su mundo no es
el nuestro, y esos cuentos fueron escritos para causar un efecto y un impacto
terrorífico en medio de condiciones culturales, sociales y religiosas,
diametralmente opuestas a las nuestras. Hoy reconocemos su valía, los leemos
con un interés no exento de admiración, y le damos a Poe el honor de ser el
reputado padre del relato policial, pero imitarlo, o seguir al pie de la letra
su cartilla, amén de ser una soberana tontería, es no comprender la dinámica
del mundo, que arrastra consigo todo lo que está bajo el sol, y el arte no
escapa a ello.
Augusto
Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si
bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y
rompió con la tradición, que dicho sea de paso echaba mano de socorridas
estratagemas para aleccionar a los lectores: generalmente el público infantil.
Las fábulas de Monterroso se alejan ostensiblemente del canon, y allí estriba
precisamente la crítica que recibió en su tiempo el autor, ya que los
estudiosos iban corriendo a los viejos libros para el cotejo, y se quedaban
sorprendidos al comprobar que dichos textos nada tenían que ver con lo que
antiguamente se hacía, y le gritaban furibundos en la prensa que aquello no
eran fábulas.
Ni
hablar de la poesía, que hizo mil pedazos la estricta versificación, así como
la cuadratura y las camisas de fuerza que imponían la rima y toda la antigua
tradición poética (de la mano de enormes figuras), para hacerse un género
complemente libre de ataduras, en el que la belleza alcanza, hoy como ayer,
elevadas cimas estéticas.
Por
supuesto, hay quienes cultivan los géneros literarios a la antigüita, reacios a
salir de la burbuja o férreos al peso de la vieja tradición, porque el fluir
del tiempo trae consigo acciones y también retroacciones, pero son los menos
(especies en extinción), y en esto incide la dinámica cultural: la lectura, los
medios, las redes, las editoriales, la crítica, la educación en sus distintos
niveles, los gustos estéticos y fundamentalmente los autores: quienes buscamos
siempre ir más allá de la raya, cerrar posibles brechas con el pasado, correr
con nuestro tiempo histórico, a pesar de la fatiga y del enorme trabajo que
esto implica.
Sí,
miramos atrás y nos nutrimos de los clásicos, por supuesto que lo hacemos: los
leemos con asombro y volvemos a ellos, son elevadas montañas y referentes, y
nos ayudan a crecer porque nos enseñan y aclaran, pero somos necesariamente
parricidas: los amamos, pero no deseamos imitarlos y rompemos las amarras que
nos atan a ellos, porque reconocemos que son lo que son, pero el arte debe
continuar su camino de búsqueda permanente, y en esto cada autor es el que
tiene la última palabra.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 24 de julio de 2024
Por: Gastón Segura
Antonia Mercé a través de Gades
Hay
coincidencias que reclaman un artículo; sin ir más lejos, el sábado pasado, día
veinte, se cumplieron otros tantos años de la muerte de Antonio Gades, el más
depurado y elegante bailaor que haya dado este país, y válganos como ejemplo de
su talento e intuición su temprano Don Juan, con música de Antón García Abril y
el apoyo coreográfico de José Granero, estrenado en el Teatro de La Zarzuela,
de Madrid, allá por 1965. Gades no sumaba todavía la treintena pero, sobre el
lucimiento personal, ya aspiraba a la obra de arte; empeño, como el rigor de la
disciplina, aprendido durante sus nueve años bajo el magisterio de Pilar López,
en cuya compañía llegó a ser primer bailarín y a estrenar también su primera
coreografía sobre Ensueño (Danza Fantástica nº 2) [1919], de Joaquín Turina,
mientras interpretaba sobre escenarios de medio mundo composiciones de
Granados, de Falla, de Halffter, de Debussy y de tantos otros, junto a
bailaores de flamenco combinados con bailarinas de ballet.
No
en balde, Pilar López se había criado como bailaora durante esa época
espléndida de exaltación del nacionalismo en la música, cuando Antonia Mercé,
La Argentina, y Vicente Escudero —el otro maestro de Gades—, por distintos y
trompicados caminos sacaron a la danza popular española —y a su singularísima
enseña, el flamenco—, de las turbiedades desgreñadas de los cafés cantantes o
de las desmerecidas pausas, entre rollo y rollo, de los cinematógrafos, hasta
auparla al civilizado aplauso de los teatros, y no solo de España, sino del
resto de Europa y hasta de América; y en concreto, se señala una noche como
crucial en aquella dignificación de nuestra danza tradicional: el début del 25
de mayo de 1925, en el teatro Trianon-Lyrique, de París, de El amor brujo, con
coreografía de Escudero y actuación de ambos, que cosechó un éxito asombroso,
sobre todo si sabemos que la pieza precedente, Historia de un soldado (1917),
de Igor Stravinski, había sido abucheada, y cuando además sobre Falla, que
dirigía la orquesta, pesaban los muchos problemas ocasionados por su estreno
absoluto, en el madrileño Teatro Lara, una década antes. En fin; una velada
memorable cuyas consecuencias más inmediatas se alumbrarán un trienio más tarde
cuando Antonia Mercé ponga en pie su compañía Ballets Espagnols, en la parisina
Ópera Cómica, mientras Vicente Escudero crea su extraordinario Bailes de
vanguardia, un espectáculo nutrido de sus orígenes de bailaor vagabundo y
autodidacta, y de su empeño, desde mitad de los veinte, por frecuentar a los
artistas de Montmartre (Léger, Buñuel, Dalí, Miró…), para mostrarles sus
creaciones en aquel legendario teatrito de la Curva y asimilar sus
observaciones y ocurrencias por disparatadas que aparentasen.
En
esos mismos días, la hermana mayor de Pilar López, Encarnación, la célebre
Argentinita, por influencia de su amigo, García Lorca, y de su amante, Sánchez
Mejías, fundaba la Compañía de Baile Andaluz, que se remontaría, tras su éxito
en el Metropolitan Opera House de 1932, a la Gran Compañía de los Bailes
Españoles, donde ya figurará en lugar destacado Pilar, y no solo por su
relación fraternal, sino porque ya sumaba un quinquenio recorriendo tablados
madrileños e incluso cosechando notorias críticas desde su asociación, en 1928,
con el bailaor Rafael Ortega, primo de Manolo Caracol y, claro es, de los
legendarios toreros, los Gallo (Rafael, Fernando y Joselito). Y aunque dicho
así, pudiese antojársenos inmersa en el pintoresquismo aflamencado tan propicio
para complacerse en la esterilidad del tópico, tanto Pilar como su hermana,
Encarnación, siempre persiguieron la innovación artística, válganos al caso
citar los creadores de sus telones: los entonces jóvenes surrealistas Santiago
Ontañón, Alberto Sánchez o Salvador Dalí, o los músicos que interpretaron con
preferencia: Gustavo Pittaluga y Manuel de Falla y, claro es, sin escatimar
atención a cuanto pretendían Vicente Escudero y, desde luego, la gran adalid
del asunto, Antonia Mercé: el ennoblecimiento y la estilización de las danzas
populares españolas; ¿o acaso no recuerdan la grabación de La Argentinita, con
Lorca al piano, de Colección de canciones populares antiguas (1931)?
Pues
bien, desde que Pilar López, tras la desgraciada y prematura muerte de su
hermana en 1945, estableció compañía propia con el nombre de Ballet Español,
formó, para sustituir a los veteranos como José Greco o Rafael Ortega, una
serie de bailaores (Alejandro Vega, Mario Maya o El Güito) con una visión más
esforzada y clásica del oficio por un lado, y, por otro, con la predisposición
suficiente para incorporar de la vasta tradición española —tanto daba que fuese
plástica, literaría o musical— los ingredientes imprescindibles para una
expresión tan original y propia como, a la vez, decididamente renovadora. Y
entre todos ellos, sobresalió Antonio Gades, a quien ella misma bautizó así
para que luciese mejor y más sonoramente en los carteles.
No
obstante, sin restar una pizca de mérito a su ingenio y a sus portentosas
facultades, ni mucho menos a la mano moldeadora de Pilar López, cuanto más veo
a Gades en «El baile del Mojigondo», de Los tarantos (1963), o en la posterior
trilogía rodada por Carlos Saura —Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El
amor brujo (1986)—, más me estremece cuánto debemos a Antonia Mercé, La
Argentina, pues al decir de Vicente Escudero «fue la creadora de una escuela de
baile tan propia, tan genuina, que de ella partieron y a ella vienen a parar
cuantos pretendieron o intentan dar universalidad a la danza española».
Artículo publicado por el "Imparcial", el 22 de julio de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 21 de julio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Un puñado de autores
Releer
es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el
mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo
Quienes
somos lectores avanzamos a cierto ritmo con los libros que tenemos a la mano:
los olfateamos y palpamos, los asumimos como una arista de nuestra
cotidianidad, nos acompañan a casi todos lados y somos con ellos parte y todo
de una misma realidad, que nos empuja a avanzar, a seguir cierto y determinado
ritmo, a otear aquí allá, a mirar de reojo los ejemplares que otros llevan
consigo, y detenernos por un instante a sopesar lo que ellos significan para
nosotros. Por supuesto, hay en esto una suerte de intuición (o si se quiere de
premonición), ya que cuando abrimos por vez primera un ejemplar y leemos al
vuelo el inicio, o algunas páginas al azar, sabemos de entrada si ese libro es
para nosotros: hay elementos que nos atrapan irremediablemente y nos impelen a
llevárnoslo bajo el brazo, y casi nunca nos equivocamos, a pesar de que esto
sea algo tan “subjetivo”.
Pero…,
los viejos lectores tenemos nuestras mañas, la experiencia nos entrega
herramientas que nos posibilitan engranarnos en la dinámica de un libro sin
mayores problemas, aunque se asome en el horizonte la nube de la decepción.
Gracias a esa misma experiencia, sabemos que la primera lectura de un libro
puede resultarnos gratificante o cuesta arriba, que muchas veces el proceso de
ojeada (de echarle un ojo a un tomo) no basta, porque hay en su interior todo
un universo por descubrir, que solo la lectura detenida puede entregarnos, de
allí que a veces estemos reticentes con respecto a leerlo o no: asumirlo en su
vasta y compleja incertidumbre, o postergar su lectura por ahora, o para
siempre.
Hay
circunstancias en las que nuestro estado de ánimo no nos permite internarnos en
una nueva lectura con sus hipotéticos deslumbres y satisfacciones, y optamos
por la comodidad de la relectura: acercarnos a las obras que años atrás nos
dieron grandes momentos de felicidad, aunque haya también en eso sus riesgos,
porque la relectura puede quebrar dentro de nosotros la ilusión del pasado, al
reconocer en el ahora que el libro no es lo que creíamos que era, y sentiremos
el vahído de la frustración y la amargura. No obstante, todo avezado lector
tiene en su haber un puñado de autores y de obras de confianza, a los que
regresamos sin pensarlo dos veces, porque sabemos que en sus páginas hallaremos
lo que buscamos: el disfrute y el placer estético, espiritual e intelectual de
toda buena obra.
Releer
es una gran aventura, porque es recorrer páginas leídas y hallar en ellas el
mismo placer de antes o, si es posible, un estadio mayor de gozo. Acercarnos a
nuestros autores de cabecera, por lo general pocos (un puñado), es garantía de
éxito en nuestra empresa, porque son ellos quienes a lo largo del tiempo nos
han proporcionado enormes satisfacciones, que con ellos es seguro estar, que en
sus libros (a veces, no todos) nos sentiremos cómodos y felices, porque sus
rutas son las nuestras, su estética nos deslumbra e impacta, sus historias y
anécdotas son parte de nuestra vida al estar consustanciadas en la memoria.
Lo
difícil en todo esto (hay que decirlo), es descubrir precisamente a ese puñado
de autores y conocer sus coordenadas, y en ello juegan un papel fundamental el
tiempo y el hábito de la lectura, que sedimentan en nosotros sus páginas y al
retornar a ellas se encienden en nuestro interior vislumbres de lo ya transitado,
horizontes antes oteados, huellas de un pasado que nos brindó inolvidables
momentos, que podemos volver a disfrutar en su compañía. Son esos autores los
que nos sacan de apuros, los que están siempre dispuestos a socorrernos, los
que nunca nos defraudan ni nos hacen quedar mal; los que dejaron en nosotros
parte de su legado y una impronta profunda que nos marcó para siempre.
A
veces entramos con ese puñado de autores en una especie de noria: el ir y el
venir permanente y recursivo, el regodeo en sus páginas, la reflexión a la que
nos empuja una buena frase, la luz que se enciende dentro de nosotros luego de
un episodio o de alguna anécdota, la sonrisa que se dibuja en nuestro rostro
por una ocurrencia genial, por el traspié de un personaje, o por lo absurdo que
nos resulta un hecho relatado, y que gracias a ese pacto que hacemos con el
autor (la verosimilitud), lo creemos a pie juntillas, a pesar de contravenir
con estrépito las leyes naturales y de la lógica.
Por
supuesto, el puñado de escritores que forman parte de nuestra tarea lectora y
de nuestro mundo libresco, no debería implicar el cerrarnos con hermetismo sin
mirar a los lados, porque caeríamos en una forma de endogamia que bloquearía
con doble llave nuestro espectro de opciones. Lo ideal es ir poco a poco
ampliándolo, nutriéndolo, realimentándolo con “nuevas” voces y lecturas. Ese
“riesgo” de cerrarnos lo corremos, porque nos gusta ir a lo seguro, saber que
con ellos estamos en la mejor y más grata de las compañías, que gracias a esos
autores fuimos construyendo nuestra cultura literaria, y nos ganaron para
siempre.
En
mi caso, ese puñado de autores es conocido, siempre los menciono y los cito, me
refugio en buena parte de sus libros y es como estar en el paraíso: Jorge Luis
Borges, Augusto Monterroso, Ricardo Piglia, Javier Marías, Octavio Paz, Paul
Auster, Mario Vargas Llosa, Mariano Picón Salas, Rosa Montero, Franz Kafka,
Enrique Vila Matas, Hermann Hesse, Antonio Tabucchi, Milan Kundera, y otros
más. El puñado crece lento…
Madrid.- 15 de julio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
El peso de la tradición
Augusto
Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si
bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y
rompió con la tradición
Después
de varias décadas de actividad como escritor he llegado a la conclusión de que
escribir es una chifladura, y esto es válido para todas las artes, porque lo
hacemos a pesar de las grandes obras maestras que nos anteceden de siglos, y
nos reconocemos herederos de un “algo” al que tal vez nunca honraremos. Creo
que no hay mayor desafío que éste, porque el “a pesar de” lo llevamos en la
frente como un tatuaje y a la vez como una impronta, y seguimos haciéndolo con
empeño e ilusión, como si en esto se nos fuera la vida, como si el mundo
cambiará por nuestras reflexiones y escritos, aunque muchos de los cuales pasen
inadvertidos, sin pena ni gloria, lanzados al espacio infinito o tirados al mar
en una botella.
Llevamos
una pesada tradición a cuestas, y ella ostenta el canon: lo que se puede hacer
y lo que no deberíamos hacer, y esto no es más que una camisa de fuerza para
nuestro libre albedrío creador, que nos impele a seguir por insospechados
senderos: como si alguien nos esperara al final del camino con la toalla en la
mano para que nos sequemos el sudor luego de tanta fatiga. Esa tradición, muy
respetable, a veces intimida y bloquea, porque al mirarnos en ella vemos:
circunstancias, tiempo, cultura, atavismos y usanzas, pero todo cambia, se
remodela con el correr de los años, y cambia también nuestra manera de entender
y de percibir el arte.
A
nadie se le ocurriría hoy escribir una novela echando mano de la estética, así
como de las profusas y pesadas descripciones de las que hace gala Gustave
Flaubert en su Madame Bovary, por ejemplo, pero nadie podría negar que es una
gran obra, un clásico universal, y que, en teoría, por ser tal, no envejece.
Igual consideración es válida para los otros géneros literarios. Sabemos que
Michel de Montaigne es el “creador” del género ensayístico, y sus aportes son
inobjetables y sus textos son reconocidos como clásicos, pero si quienes nos
acercamos a este maravilloso género (que tanta libertad, plasticidad y
posibilidades nos otorga) lo hacemos a la manera de su creador, pues estaríamos
desfasados en el tiempo y luchando a contracorriente, porque el género ha
transitado durante siglos y en ese devenir se ha transformado hasta llegar a lo
que hoy conocemos.
Del cuento, ni se diga: ha sido una de las expresiones literarias que más se han transformado en los últimos cien años, y flaco beneficio le haríamos si hoy pretendiésemos, asumiendo a rajatabla el canon y las “normas” que algunos autores del pasado dictaron como escuela, escribir relatos a la manera de un Edgar Allan Poe (gran maestro del género), porque sencillamente su mundo no es el nuestro, y esos cuentos fueron escritos para causar un efecto y un impacto terrorífico en medio de condiciones culturales, sociales y religiosas, diametralmente opuestas a las nuestras. Hoy reconocemos su valía, los leemos con un interés no exento de admiración, y le damos a Poe el honor de ser el reputado padre del relato policial, pero imitarlo, o seguir al pie de la letra su cartilla, amén de ser una soberana tontería, es no comprender la dinámica del mundo, que arrastra consigo todo lo que está bajo el sol, y el arte no escapa a ello.
Augusto
Monterroso escribió fábulas, que era hasta entonces un género desahuciado, y si
bien leyó a los clásicos como Iriarte, Esopo y Samaniego, se alejó de ellos y
rompió con la tradición, que dicho sea de paso echaba mano de socorridas
estratagemas para aleccionar a los lectores: generalmente el público infantil.
Las fábulas de Monterroso se alejan ostensiblemente del canon, y allí estriba
precisamente la crítica que recibió en su tiempo el autor, ya que los
estudiosos iban corriendo a los viejos libros para el cotejo, y se quedaban
sorprendidos al comprobar que dichos textos nada tenían que ver con lo que
antiguamente se hacía, y le gritaban furibundos en la prensa que aquello no
eran fábulas.
Ni
hablar de la poesía, que hizo mil pedazos la estricta versificación, así como
la cuadratura y las camisas de fuerza que imponían la rima y toda la antigua
tradición poética (de la mano de enormes figuras), para hacerse un género
complemente libre de ataduras, en el que la belleza alcanza, hoy como ayer, elevadas
cimas estéticas.
Por
supuesto, hay quienes cultivan los géneros literarios a la antigüita, reacios a
salir de la burbuja o férreos al peso de la vieja tradición, porque el fluir
del tiempo trae consigo acciones y también retroacciones, pero son los menos
(especies en extinción), y en esto incide la dinámica cultural: la lectura, los
medios, las redes, las editoriales, la crítica, la educación en sus distintos
niveles, los gustos estéticos y fundamentalmente los autores: quienes buscamos
siempre ir más allá de la raya, cerrar posibles brechas con el pasado, correr
con nuestro tiempo histórico, a pesar de la fatiga y del enorme trabajo que
esto implica.
Sí,
miramos atrás y nos nutrimos de los clásicos, por supuesto que lo hacemos: los
leemos con asombro y volvemos a ellos, son elevadas montañas y referentes, y
nos ayudan a crecer porque nos enseñan y aclaran, pero somos necesariamente
parricidas: los amamos, pero no deseamos imitarlos y rompemos las amarras que
nos atan a ellos, porque reconocemos que son lo que son, pero el arte debe
continuar su camino de búsqueda permanente, y en esto cada autor es el que
tiene la última palabra.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 10 de julio de 2024
Por: Gastón Segura
Agrio homenaje a un prodigio
—Políticos,
putas y edificios feos se vuelven respetables si duran lo suficiente.
Esta sentencia, tan irrebatible, pronunciada por un cachazudo John Huston durante aquel almuerzo en el Rancho del Cruce, me ha acompañado desde que hace unos cuarenta y ocho años, un jueves con la tarde ya vencida, me acomodé ante la enorme pantalla del Cine España de mi pueblo para contemplar por primera vez Chinatown (1974), de Roman Polanski. Luego, cuantas veces he tenido la oportunidad, he vuelto a repetirlo, para sumar casi tantas como años han trascurrido desde aquella noche y sin que en ninguna de ellas, desde que suena el solo de trompeta de Uan Rasey sobre el goteo de las notas de piano y los créditos amarillentos van ascendiendo sobre el fondo sepia, haya sido capaz de sustraerme a la cruda lección de humanidad que venía a continuación, hasta quedar siempre estremecido a doscientos metros del 1712 de la calle Alameda, de Los Ángeles, donde Walsh (Joe Mantell) empuja a Gittes (Jack Nicholson) para apartarlo del Packard blanco, en el que Evelin Mulwray ha sido atravesada por un balazo de un 38 special de dos pulgadas, mientras le murmura ese punto y final devastador:
—Olvídalo,
Jake; esto es Chinatown.
Ese lugar donde nada es como aparenta y cuanto intentemos para averiguar su trasfondo, solo puede ocasionarnos una catástrofe, porque como le advirtió, sin cambiar su flemático gesto, Noah Cross —o sea, John Huston—, durante aquel almuerzo, a Jake Gittes:
—Usted
cree saber lo que maneja, pero, hágame caso, lo ignora.
Como
nos sucede a tantos frente a los titulares de los periódicos cada mañana:
creemos adivinarlo todo y, pasado un lustro, descubrimos que apenas atisbábamos
una mínima muestra de cuanto se cocía.
Esta
es la moraleja universal de un film que comenzó, tres años antes de su rodaje,
cuando el guionista Robert Towne, con un juego de manos, le permutó el encargo
de adaptar El gran Gatsby (1925), de Scott Fitzgerald, al dinámico y poderoso
Bob Evans, productor ejecutivo de la Paramount, por la dramatización de un
argumento que venía macerando desde que su mujer se interesó por el conflictivo
desvío de las aguas del valle Owens para abastecer a Los Ángeles, entre 1907 y
1913, y la consiguiente Guerra del Agua, cuando aquel se secó en 1924, mientras
el valle de San Fernando, colindante con la ciudad al norte, se había
convertido en un vergel y, a la postre, en el más codiciado terreno para su
expansión urbana. Solo que Towne supo trasladarlo hasta los años treinta y unir
al autor de todo aquel monumental timo, el prócer angelino William Mulholland,
con los posteriores especuladores beneficiados por su acueducto, al
encarnarlos, al primero, en el bondadoso Hollis Mulwray y, a los segundos, en
el torvo Noah Cross.
Y
ni por lo más lejano, Towne podía entonces imaginar que su libreto sería
premiado con un Oscar, un Globo de Oro y hasta un Bafta, por cuanto se lo
consideró durante algunas décadas como el mejor realizado por Hollywood, y aún
hoy continúa siendo ineludible en las escuelas de cine norteamericanas.
Indudablemente a tal distingo contribuyó la factura final de la película,
procurada por Bob Evans al rescatar de Europa a Roman Polanski como su
director, pese a su renuencia a pisar los EEUU tras el macabro asesinato de
Sharon Tate. Entre tanto; Polanski ya conocía el proyecto por su amigo Jack
Nicholson, uno de los máximos alentadores de Towne durante su escritura, al
extremo de apropiarse anticipadamente del protagonista e incluso bautizarlo
como su querido productor Harry Gittes; por su parte, el cineasta polaco no se
decidió a regresar a Los Ángeles hasta recibir de la Paramount una oferta
irrechazable. Y como deseaba Evans, le imprimió su sello: tras ocho semanas de
trabajo con el guionista, en las que reorganizaron el primer y torrencial
texto, con la supresión de personajes y situaciones hasta disponerlo de tal
modo que la acción se siguiese por la mirada del detective, incluyendo a Gittes
en todas las secuencias; es más, el inquieto Polanski se ingenió el tajante
final, contra el acordado y escrito con Towne, para rematar el film con una
hiriente causticidad. A la par; Evans contrató de urgencia para la banda sonora
a Jerry Goldsmith mientras sustituía, por sus desavenencias conyugales, a Alice
MacGraw por Faye Dunaway para el papel de Evelin Mulwray, defendida firmemente,
sobre las otras candidatas, por Polanski; aunque, durante el rodaje y como
había previsto Evans, mantuviesen más de un estrepitoso encontronazo. A pesar
de eso, Polanski no se había equivocado porque Faye Dunaway con John Huston,
encarnando a un imperturbable Noah Cross, acrecentaron, secuencia a secuencia,
la intensidad interpretativa muy por encima del siempre presente Jack
Nicholson, hasta tejer ese descenso hacia la estruendosa sordidez, y convertir
a Chinatown en una narración tan inclemente como universalmente ejemplar.
Por
todo esto y por su impecable ambientación, o por sus juegos de palabras, como
el célebre, cabe el estanque de la mansión de los Mulwray, con el jardinero
japonés, o, incluso, por sus homenajes pasajeros, como el rendido a Cien años
de soledad (1967) con los Apartamentos El Macondo; Chinatown desprende ese halo
al alcance solo de los prodigios.
Pues
bien; hace quince días se cumplió el cincuentenario de su estreno por la
Paramount, y el lunes pasado falleció Robert Towne en Los Ángeles. Conste, con
este par de páginas, mi emocionado agradecimiento.
Artículo publicado
por el "Imparcial", el 09 de julio de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la
Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos
trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.- 10 de
julio de 2024
FESTIVAL MUNDIAL DE
POESÍA EN VENEZUELA
Bajo
el lema "Esto, palabra, eres" será
homenajeado Leonardo Gustavo Ruiz (Barinas,
1959). Poeta, ensayista y promotor cultural. Fue miembro del grupo Caín de
Mérida y fundador de las revistas Letra Continua y Vértice de Barquisimeto.
Algunas de sus obras son: Heráclito / Caín (1999); Libro de muertos (1999); Las
proezas de Solo (2001); Extravíos y direcciones (notas sobre poesía y cultura)
(2000); Poetas, poetisas y otras anomalías (2003); El ambiente y nosotros
(2004); Fragmentos de un libro del poeta perdido (2004).
Participaran
los poetas invitados: Maricruz
Méndez, de Paraguay; Benjamín León, de Chile y Armando Maldonado, de Honduras;
mientras que, en representación de los poetas locales, intervendrán: Marisol
Pérez Melgarejo, Adolfo Segundo Medina, Fredy Araque y Moisés Duran, entre
otros; además, cabe resaltar la intervención de voces nuevas como: Rosalinda
Garí, Leonardo Rosales, Jhon Araujo, José Luis Oropeza y José Manuel Velasco.
Tenerife.- 09 de julio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Micro reseñas
Rara vez la
relectura me empuja a abandonar definitivamente a un libro, o a denostar de un
autor, y cuando ha sucedido me digo, no sin razón, que ello se debe a las
nuevas circunstancias bajo las cuales he regresado a la obra
Hablando
de brevedad, estoy desarrollando lo que podría definir como micro reseñas en
las redes (específicamente en Instagram), con el fin de que aquellos que deseen
conocer una obra representativa de un determinado autor, puedan hacerlo en
pocos segundos y se “empapen” de lo que el libro o el autor significan en
nuestro contexto venezolano, o en el mundo, independientemente de la lengua, ya
que me adentro en diversos libros de autores que de algún modo han dejado una
impronta profunda en las letras.
Hasta ahora llevo relativamente pocas reseñas
(45 en total), pero a pesar de la brevedad, o precisamente por ella, el trabajo
es lento y detenido, si se quiere complejo, porque no es del todo fácil
conjuntar y amalgamar en pocas palabras lo que cada obra representa, y mucho
menos la trayectoria de cada una de esas luminarias. En realidad, mi proyecto
es reseñar todos aquellos libros y autores que de alguna manera me han marcado
como lector, y transmitir o traspasar esa experiencia (si es que esto es
posible) a quienes leen el texto y que esto los impulse a buscar la obra y
leerla, o a bajarla de la estantería si es que allí duerme sin atención alguna,
e internarse en su territorio.
Llevo
muchos años haciendo la tarea de reseñista y de crítico literario, lo que me
permite no perderme abiertamente en los entresijos de obras densas, o de
difícil acceso para el lector común, y centrarme en sus aspectos más relevantes
y sin caer en lo que hoy llamamos “spoiler”, o revelación del contenido, lo que
obviamente desalienta al lector porque pierde de un plumazo esa tensión
inherente a ir descubriendo los nudos de las tramas, y avizorar por su propia
cuenta un hipotético final, lo cual es parte fundamental del gozo de una obra.
Yo en lo particular me molesto mucho cuando esto sucede, y a veces son los
propios editores quien caen en la tentación de hacerlo en las contratapas de
los libros, lo que, a mi manera de entender el hecho literario, es un verdadero
abuso.
El
criterio de selección de estos 45 libros que van hasta hoy, no ha sido metódico
ni mucho menos científico, sino que llego a la estantería, miro los libros y la
intuición me lleva a estirar el brazo y tomar el libro que en ese instante me
llame la atención, y lo hago así porque soy un lector sin método y sin orden,
leo lo que cae en mis manos sin mayores consideraciones de otra naturaleza, y
créanme, me ha dado resultado, porque me quita de encima el peso de la culpa al
no llevar un registro de las obras, a no tener los ejemplares clasificados
según tendencias o géneros, a ser compulsivo en lo literario, lo que en cierta
medida es un “orden”, es decir, mi propio orden, ya que sé de memoria en dónde
está cada ejemplar, qué falta en un espacio hallado en el anaquel, y procedo en
consecuencia a retornar a su lugar el faltante, que mi memoria atesora en una
suerte de nube.
Obviamente,
a pesar del desorden que les he comentado, cada reseña sí lo tiene, porque ello
responde a razones de orden argumental y hermenéutico, por lo que deberán estar
en ella todos los elementos que les permitan a los lectores tener una visión
panorámica de la obra y del autor, porque de lo contrario sería
contraproducente, ya que los llevaría a imprevisibles equívocos que serían
imperdonables, porque una reseña presenta una obra, nos invita a conocerla, nos
tiende una mano para que juntos avancemos sin tropiezos en sus senderos, y de
alguna manera nos la pone en las manos.
Las
reseñas buscan ser objetivas per se, pero están escritas por un lector y
escritor y ello trae consigo gustos y preferencias, y es lógico que suceda.
Quienes reseñamos y criticamos libros y autores tenemos muy afilados los dardos,
lo que a veces nos lleva por agrestes caminos que no son convenientes, y es así
como buscamos hacerlo tratando en la medida de nuestras posibilidades
deslastrar los textos de supuestas inquinas, odios y preconcepciones, para
acercarnos a las obras con mirada sincera y abierta al hecho universal de la
literatura.
En
el presente caso, todas las micro reseñas que he publicado en mi cuenta de
Instagram (una_linea_indecisa), responden a libros y autores que han sido parte
de mi formación como lector y escritor, y a los que atesoro con inmenso cariño
y gratitud, son libros de cabecera, obras a las que regreso permanentemente y
las releo con el gusto de siempre y hallo cada vez nuevos elementos que
sedimentan mis opiniones y mis gustos. Rara vez la relectura me empuja a
abandonar definitivamente a un libro, o a denostar de un autor, y cuando ha
sucedido me digo, no sin razón, que ello se debe a las nuevas circunstancias
bajo las cuales he regresado a la obra, a mi estado de ánimo, a la pérdida de
algunos referentes, y hasta el paso del tiempo, que cambia nuestra mirada de la
vida y del mundo, y de sus difíciles circunstancias.
He
reseñado, entre otras: Un hombre en la oscuridad de Paul Auster, Libro del
desasosiego de Fernando Pessoa, Travesía del horizonte de Javier Marías,
Delirio de Laura Restrepo, La noche del oráculo de Paul Auster, La llama doble.
Amor y erotismo de Octavio Paz, El último encuentro de Sándor Márai, La fiesta
del Chivo de Vargas Llosa, El lobo estepario de Hermann Hesse, Mi camino de Edgar
Morin, Cien años de soledad de García Márquez, El Quijote de Cervantes, Los
detectives salvajes de Bolaño y Los buscadores de oro de Monterroso.
rigilo99@gmail.com
Tenerife.- 01 de julio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La entrevista
En
Viaje al centro de la fábula hallamos a Monterroso en todo su esplendor
intelectual y sensitivo, y si bien es cierto que sabe eludir con gracia algún
tópico que no es de su interés, no teme enfrentarse a las interrogantes
En
el año 2000, cuando salió a la calle el libro Viaje al centro de la fábula
(Alfaguara), del autor guatemalteco nacido en Tegucigalpa, Augusto Monterroso,
nunca me había planteado la posibilidad de la entrevista como género literario
y con todas las de la ley, y fue este autor quien no dudó en calificar a este
libro como parte de su obra literaria, “como uno de los míos” (solía afirmar),
y su atrevimiento fue al extremo al afirmar sin rubor que “La entrevista es el
único género literario que ha inventado nuestra época”, cuestión debatible
desde muchos ángulos, pero no deseo adentrarme en ello, sino analizar, de
manera somera, las enormes bondades del género como tal, para aquellos quienes
nos adentramos en los agrestes territorios de lo literario, una vez concluida
la enésima lectura de este espléndido libro que jamás decepciona.
Si
vamos al territorio de lo fáctico, la afirmación monterroseana no parece ser
una de sus ironías o sarcasmos, o de sus tantas humoradas a las que nos tiene
acostumbrados en su obra (que abarca el cuento, la novela, la fábula, el
ensayo, los artículos, el diario, las memorias y la entrevista), sino algo que
está en correspondencia con su propia experiencia literaria, ya que cuando nos
acercamos a este curioso libro podemos percibir, con absoluta claridad, que en
él se muestra en toda su vasta y díscola personalidad, que su celebrado genio
se hace presente con desparpajo y libertad, y deja muchas veces perplejos a los
entrevistadores (la mayoría de los cuales son también autores literarios) con
sus ocurrencias y salidas, con su manera de pensar y de expresarse que no busca
dictar cátedra, sino discurrir con honestidad acerca del tópico planteado, quedando
siempre las puertas abiertas para la libre interpretación por parte de los
lectores.
En Viaje al centro de la fábula hallamos a Monterroso en todo su esplendor intelectual y sensitivo, y si bien es cierto que sabe eludir con gracia algún tópico que no es de su interés, no teme enfrentarse a las interrogantes y abre su corazón sin que ello implique tristeza o dolor: siempre saltando adelante, haciendo la mejor representación de su noción literaria, que no suele estar en correspondencia con lo establecido por el canon, sino que se reinventa a cada instante, arguye con talento y sencillez, defiende con ardor sus causas, asume posturas lejanas a la vanagloria personal, para mostrarse profundamente humano y cercano, lo que a todas luces engancha al lector, quien se adentra con inmenso disfrute.
Cuando
leemos cada una de las entrevistas, que son diez, logramos entender por qué
asume todo aquello como un género literario: su participación no es para
salirle al paso a quien lo increpa y así ganar la batalla intelectual a la que
se ve sometido, sino para poner sobre la mesa todo lo que para él ha
significado asumirse y ser un escritor, adentrarse en cada género y darle
aportes: renovar el cuento (y hacer de él una impecable expresión minimalista),
revivir con éxito la fábula (que era un género casi extinto), hacer del ensayo
literario algo cercano y amigable (que suele ser muchas veces árido y tarea
solo de eruditos), y convertir una entrevista en un espacio para el goce y el
disfrute, que la leamos con la misma fruición estética como lo hacemos con cada
uno de sus relatos y fábulas, y que ella nos permita dar el salto a su obra
entera o a otros autores.
Viaje
al centro de la fábula es una experiencia notable, es como si tuviéramos frente
al autor y desde su butaca nos involucre en su mundo creativo, nos lleve por
los senderos recorridos y seamos testigos de excepción de todo aquello que le
permitió alcanzar notoriedad y brillo. Es, sin más, como estar en un taller
literario y allí poder escudriñar en sus materiales de trabajo, acercarnos a
sus influencias y referentes, es verlo trajinar cada página y cómo logra
superar con estoicismo y esfuerzo su condición de pobreza y el carácter
autodidacta que lo marcó desde joven, hasta alcanzar la erudición y la cátedra
universitaria, es poder charlar con alguien cercano y querido, conocer sus
trucos y sus manías; es recorrer con él en cada página: épocas, buenas y malas
experiencias, anhelos y triunfos, anécdotas jocosas, viajes y exilios, y
algunas historias no tan risueñas.
El
Monterroso de estas entrevistas está distendido, disfruta con las respuestas
dadas aunque no le guste o no comprenda alguna de las preguntas, sabe que se
mueve como pez en el agua y que sus puntos de vista podrán o no acercarse a la
verdad o a lo objetivo, eso no importa, pero mueven al entrevistador y nos
mueven a nosotros, nos llevan por veredas oscuras, pero siempre abrirá una
ventana a través de la cual entrará un espléndido rayo de luz, porque así es
nuestro autor:
amigable
y al mismo tiempo satírico e irónico, serio pero también perspicaz y con el
humor por delante, denso en sus planteamientos, pero también horizontal y
próximo, respetuoso del establishment, aunque rompedor de esquemas y de
conceptos asumidos, tímido y a veces inseguro cuando escribía, pero certero
cuando entregaba una página a la prensa y a la imprenta, sencillo y poco dado a
mostrarse y regodearse de sus logros, pero el mismo que se alegraba cuando veía
en la página estampado en letra de molde su nombre, porque sabía que azuzaba en
sus enemigos (y también en sus amigos) la “sana” envidia.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 25 de
junio de 2024
El humorista de la
alegoría
Entre
la marejada de sucesos nacionales e internacionales, en algún momento de
sosiego, habrán sabido que este mes se ha cumplido el centenario de la muerte
de Franz Kafka, en el sanatorio vienés de Kierling; el único novelista del
pasado siglo cuyo adjetivo derivado, kafkiano, designa una circunstancia humana
universal, incluso —y he ahí lo admirable— anterior a su propio nacimiento. En
realidad; tras Shakespeare no ha habido otro literato —ni tan siquiera
pensador— que haya sido más certero para definir los efectos del poder sobre (o
contra) el hombre; y si el genio de Stratford-upon-Avon nos diseccionó escena a
escena la seducción corrosiva con que tal pulsión obra en el alma humana;
Kafka, sin duda por su empleo de diligente administrativo en una compañía de
seguros, la revirtió y supo plasmar en todas sus novelas la angustiosa y
ofuscadora situación donde se halla el individuo cuando se enfrenta —sea por la
causa más nimia o por la más rotunda e inapelable— a ese laberinto inextricable
y a la vez solemnísimo con que se nos ha presentado siempre el poder. Y ya ha
podido maquillarse en la actualidad con luminosas y funcionales dependencias,
donde comprensivos funcionarios atienden al ciudadano con una amable sonrisa
que, luego, siempre asoma un pulcro y amargo reglamento con una línea
demoledora de cualquier esperanza. La secuencia siguiente de sobra la conocen:
el individuo se halla en mitad de la acera, desolado y cada vez más
empequeñecido, ante la mirada indiferente de los transeúntes.
Ese
anonadamiento, ese terror blanco y vacío, sentido por todos en más de una
ocasión, nadie como Kafka, ni antes ni después, fue capaz de plasmarlo en un
relato; por ejemplo, en El proceso (1925) o en El castillo (1926) —ambos
títulos póstumos e inconclusos—, y la huella de estos y el resto de sus
cuentos, en cuanto fueron difundidos por doquier, impregnó profundamente tanto
a la literatura como al otro gran arte narrativo: el cine. Pues como ejemplo
claro de kafkianidad recuerdo la siempre asombrosa y estremecedora —tanto que
la censura en España le añadió una coda final en off para no espantar al
público— El ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica y Cesare
Zavattini; ¿o cómo no calificar de kafkianas algunas películas de David Linch
como Cabeza borradora (1977), o Twin Peaks (1992), o Carretera Perdida (1997);
incluso en superior grado a la portentosa adaptación fílmica de El Proceso por
Orson Welles, en 1962? ¿Y acaso El tercer hombre (1949), de Carol Reed, no debe
a Kafka su embrujo narrativo o aquellos turbios doctor Winkel y el barón Kurtz?
Aunque, al cabo de los años, permítanme que considere Sombras y niebla (1991),
de Woody Allen, la más kafkiana de las películas que haya visto, tanto por su
trama —un explícito homenaje, comenzando por el protagonista, llamado Kleinman;
o sea, el Josef K (o simplemente K) del par de novelas anteriormente citadas—
como por urdirse con los dos elementos sustanciales de la narrativa del judío
praguense: el humor y la alegoría.
Si Kafka tuvo la genialidad de optar por ese subgénero llamado alegoría —eso sí; sin una empalagosa moraleja como bordón— para tramar sus relatos más significados, exonerándolos de todo marco temporal y geográfico para convertirlos en sobrecogedoras parábolas universales, desvelando, con este ejercicio, una faz de la angustia humana común a todas las épocas; su otra argucia, el humor, es algo que ya desconcertó a sus propios amigos, como escribió Max Brod, cuando les leyó La metamorfosis (1915). Su ironía —o más bien, su sarcasmo— sobre la trágica tribulación humana me resultó cuando la leí por primera vez —y aún hoy— inalcanzable; mi alemán entonces era inexistente y ahora es ridículo, y sin un dominio profundo de esa lengua es imposible captar tan particular característica; es más, no conozco traducción al español capaz si quiera de insinuarla. Aunque añadiré en disculpa de los traductores que incluso sus amigos del Enge Prager Kreis lo miraban entre incrédulos y atónitos cómo les recitaba con una sonrisa e incluso con alguna ocasional carcajada las cuitas de Gregorio Samsa al despertarse convertido en un horrible y aparatoso insecto. Pero como si no le fuese suficiente con sus escritos, él mismo encarnó el cruel sarcasmo durante sus últimos días en aquella clínica de las afueras de Viena, cuando, siéndole ya imposible digerir cualquier alimento que no fuese líquido, corregía las pruebas de imprenta de Un artista del hambre (publicado por primera vez en 1922) para la editorial berlinesa Die Schmiede; y si les cabe alguna duda sobre esta —no sé si calificar de macabra— coincidencia, lean el cuento y quedarán estremecidos.
En
efecto; Kafka, hasta en sus últimos instantes, fue el genio que elevó a gran
literatura los tradicionales chistes judíos, donde su narrador —Isaac, Salomón,
Mordecai…— sufre una inoportuna desgracia que, en su enrevesado patetismo, no
consigue sino desternillarnos de la risa. Es una de las más singulares virtudes
de ese pueblo —especialmente de los askenacíes—: su capacidad para la burla; y
para ser esta inteligente, debe comenzar por ejercerse sobre uno mismo; me
basta recordar al caso otra memorable película: El tren de la vida (1998), de
Radu Mihăleanu, quien, como Franz Kafka, se aficionó —y hasta practicó—
previamente el teatro yiddish y, por tanto, conocía minuciosamente esa
peculiarísima interpretación de cualquier tragedia como una estrepitosa
comedia. ¿Y acaso hay forma más sabia de celebrar la existencia?
Artículo publicado por el "Imparcial", el 24 de junio de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Venezuela(Caracas).- 23 de junio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Escribir un libro
Si logramos mantener la llama doble del anhelo y la disciplina, si trabajamos con ahínco para que ella no se debilite y por el contrario crezca y se fortalezca cada nuevo día, estaremos dando la batalla y en el camino adecuado para la conquista de la meta
Por mi propia actividad literaria el algoritmo siempre me lleva a las páginas de los libros, y he observado con mucho interés los permanentes anuncios de quienes ofrecen los servicios para ayudarnos a publicar “el libro de nuestros sueños” (este es el anzuelo), pero es tanta la oferta que este asunto me lleva necesariamente a una reflexión acerca de cuán válidas son esas supuestas ayudas que se nos brindan en las redes y en las plataformas a cambio de una paga. Como es lógico suponer, con lo de la Inteligencia Artificial (IA) hoy en boga, pues me asaltan también dudas e interrogantes: de si todos estos anuncios obedecen precisamente a tal circunstancia, y pasemos de pronto a ser víctimas de toda una trama que busca hacerse de un dinero a costa de nuestra credibilidad, porque a mi modo de ver y de entender el hecho literario: echar mano de la IA para producir textos breves o extensos, en cualesquiera de los géneros, es sencillamente hacer trampa.
En estos días volví a acercarme a un clásico de clásicos que leí por primera vez en el ya lejano año 1994, se trata de La llama doble Amor y erotismo (Seix Barral), del Premio Nobel mexicano Octavio Paz. Y traigo a colación esta circunstancia, porque en su Liminar el autor nos cuenta con orgullo, cómo este libro estuvo en su cabeza durante décadas, y ya había perdido la esperanza de escribirlo por las múltiples actividades a las que se vio sometido, al haber llevado una larga vida de diplomático y trashumante, y desde luego: por ser un autor consagrado por la crítica y los lectores, requerido aquí y allá, invitado a eventos y con inmensos compromisos, pero hubo un momento en el que se sintió desconsolado al ver que su promesa de juventud se alejaba cada día más, y con su avanzada edad sentía cierta vergüenza de acercarse al tema del amor y el erotismo. Nos dice: “De pronto, una mañana, me lancé a escribir con una suerte de alegre desesperación. A medida que avanzaba, surgían nuevas vistas. Había pensado en un ensayo de unas cien páginas, y el texto se alargaba más y más con imperiosa espontaneidad hasta que, con la misma naturalidad y el mismo imperio, dejó de fluir. Me froté los ojos: había escrito un libro. Mi promesa estaba cumplida.”
Creo que no hace falta agregar más a esta hermosa experiencia creadora: así es como funciona en buena medida (aunque no hay una norma para esto). Por supuesto, y ya lo he dicho muchas veces acá: hay que ser un buen lector, un muy buen lector para dar ese salto y que, de ese largo proceso, que puede llevarse meses y hasta años (en el caso de Paz lo escribió en escasos dos meses, pero es que lo venía pensando y “redactando” desde su juventud) el que resulte una obra que deje satisfechas nuestras expectativas, pero entre pensar escribir un libro y tenerlo ya escrito en papel o en algún soporte electrónico, hay, qué duda cabe, toda escala de grises que debemos considerar, porque se presentan decenas de factores y variables: bien que favorezcan nuestra intención, o que la torpedean, y esto lo debemos sortear con habilidad y astucia, si de veras ese anhelo se ha instalado entre pecho y espalda y no nos deja vivir, hasta que agotados los tiempos nos lanzamos a esa tórrida aventura y alcanzamos la meta.
Pero… hay que sudar mucho para ver patentizado el sueño, porque ese “parpadeo” del que nos habla el mexicano no es más que una figura poética, muy propia de su exquisita prosa, y sabemos, quienes más o menos tenemos algo de tiempo y de experiencia en estos territorios, que para escribir un libro en dos meses hay que ponerle alma, vida y corazón, dejar de hacer cualquier otra cosa, poner en latencia la cotidianidad (y, con ella, familia, ocio y amigos), y lo peor del asunto es que la mayoría de las veces no basta con todo esto, de por sí extremo, si no nos acompaña la buena estrella: la hipotética musa, esa señora o señorita díscola, etérea e imprecisa, que se hace de rogar, que zigzaguea, que da giros inusitados y nos deja pálidos y sin vista, que se hace la loca: se esconde y se burla de nosotros, y si la fulana decide quedarse hasta el final (porque suele retirarse pronto), nos frotaremos los ojos como hizo el gran bardo, y habremos escrito el libro prometido.
Escribir un libro no es tarea fácil, porque no siempre tenemos el mismo ímpetu y entusiasmo del primer día: somos humanos y estamos sometidos a los vaivenes propios de la vida y de sus a veces duras circunstancias, y los ímpetus suelen bajar de frecuencia, hacerse erráticos y caprichosos, quedarse aletargados y hasta dormidos, pero si logramos mantener la llama doble del anhelo y la disciplina, si trabajamos con ahínco para que ella no se debilite, y por el contrario crezca y se fortalezca cada nuevo día, estaremos dando la batalla y en el camino adecuado para la conquista de la meta, y será el latir de nuestra voz interior el que nos dirá si todo está sobre ruedas, si lo pensado logra con acierto plasmarse en la página, y si hay correspondencia entre todo, y cuando la respuesta inequívoca es definitivamente que sí, no hay vuelta de página: esa obra en ciernes se va concretando y tomando forma, y es entonces cuando nos llega esa “suerte de alegre desesperación”, porque sabemos que el sueño se patentiza en realidad ante nuestros incrédulos ojos, hasta que nos levantamos exaltados y decimos a quien quiera oírnos: ¡promesa cumplida!
Madrid.- 19 de
junio de 2024
Nueva York 'iluminará' la
84.ª Feria del Libro de Madrid
La Feria acogerá fundamentalmente a
autoras y autores que escriben en español y residen en Nueva York
Una
parte de la delegación, coordinada por Brenda Navarro y Rita Indiana, estará
integrada por autoras y autores neoyorkinos cuya obra se haya traducido al
español
La
colaboración con la FIL de Nueva York servirá para potenciar el intercambio
entre el mundo editorial de ambas orillas del Atlántico.
Balance
provisional de la FLMadrid24: 5.580.000 euros recaudados y 550.000 visitantes
únicos
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Foto © Gustavo Valiente |
La 83.ª Feria del Libro de Madrid, ha anunciado que Nueva York será el eje vertebrador de la siguiente edición, que se celebrará del 30 de mayo al 15 de junio de 2025, bajo la fórmula de que algo, en este caso una ciudad, iluminará la Feria. La dirección ya trabaja en ello en colaboración con el Instituto de Estudios Mexicanos en la City University of New York (CUNY), organizador de la Feria del Libro de Nueva York (FILNYC).
En
otro orden de cosas, según el balance de cifras compartido por Eva Orúe,
directora de la FLMadrid, que este año ha estado dedicada al deporte, hasta las
21:00 del domingo 9 de junio, la cifra de negocio ascendía a 5.580.000 euros.
En cuanto a la afluencia, la Feria ha recibido alrededor de 550.000 visitantes
únicos. Más de la mitad son de la Comunidad de Madrid; el origen del resto se
reparte entre otras comunidades autónomas y extranjeros. Cabe señalar que en
esa cifra no están incluidos los menores de 18 años.
La
asistencia a los actos programados (350 entre todos los espacios disponibles)
se ha visto incrementada notablemente respecto a ediciones anteriores.
Así
lo ha explicado Eva Orúe: «A falta de los datos definitivos, es decir, de sumar
asistentes y ventas de la última semana, creo que podemos estar satisfechos. A
pesar de las perturbaciones climatológicas, de las alertas que nos obligaron a
cambiar sobre la marcha horarios de apertura y actos programados, el público ha
llenado un año más el Paseo de Coches de El Retiro. Y a esa satisfacción
general se suma la confirmación de una intuición: cada vez son más quienes nos
visitan desde comunidades limítrofes pero también desde países lejanos».
Eva
Orúe: «Nueva York iluminará la Feria y lo hará de maneras insospechadas»
Nueva
York será la protagonista de la 84.ª Feria del Libro de Madrid como ciudad-faro
literaria, prestando una especial atención a la ciudad que habla y escribe en
español.
El
marco de la colaboración se ha ido definiendo en los últimos meses entre la
FLMadrid y el Instituto de Estudios Mexicanos que ha llegado ya a acuerdos con
los Departamentos de Estudios Latinoamericanos de las Universidades de Brown,
Columbia, Fordham, New York University, Cornell y Yale para traer una
delegación de investigadores y profesores de estas universidades. Además, en
estos momentos están en negociaciones con las Universidades de Princeton y
Harvard, que han mostrado voluntad de participar. El objetivo es diseñar un
programa que atienda los intereses de los diversos públicos que asisten a la
FLMadrid.
Es
por eso que «Nueva York iluminará la Feria y lo hará de maneras insospechadas»,
así lo ha manifestado Eva Orúe. «Los compañeros de la FILNYC, nuestra toma de
tierra al otro lado del mar, han conseguido federar a los Departamentos de
Estudios Latinoamericanos de varias universidades, más la Feria del Libro de
Brooklyn y el Pen Club. Con todos ellos, lograremos mostrar lo que esa ciudad
escribe en español, tender puentes entre autores de aquí y de allí, e iremos
más allá atrapando a autores neoyorkinos en inglés que cuentan ya con muchos y
fieles lectores en España».
Paralelamente
se ha creado un comité que va a coordinar las propuestas de ambas partes. A
José Higuera, director del Instituto Mexicano de CUNY, y Dejanira Álvarez,
directora de la Feria Internacional del Libro de la Ciudad de Nueva York, se
han sumado dos escritoras latinoamericanas: Rita Indiana y Brenda Navarro. Para
la primera, «el español es símbolo de resistencia». Según la escritora
mexicana, «con todas las contradicciones que tiene Nueva York, existen espacios
importantísimos para el libro».
«Estamos
muy contentos de poder anunciar que Nueva York iluminará la Feria del Libro de
Madrid en el 2025», ha dicho José Higuera. Para el director del Instituto
Mexicano de CUNY, «esta es una alianza que subraya la importancia de los
intercambios culturales y literarios entre dos de las metrópolis más vibrantes
del mundo». «Tendemos un puente, solo nos queda transitarlo e invitar a los
visitantes de la Feria a hacerlo con nosotros», apostilló la directora de la
Feria del Libro de Madrid.
Dejanira
Álvarez, directora de la FIL de Nueva York: «Trabajamos para traer una
representación que refleje la diversidad estética y cultural de Nueva York»
En
principio, la parte neoyorkina va a organizar entre 20 y 25 actos, y ya trabaja
para traer «una representación lo más completa posible que refleje la
diversidad estética y cultural de Nueva York, a través de la participación de
una selección de escritores y escritoras, y artistas de diferentes diásporas y
perfiles, tanto consolidados como emergentes», ha anunciado Dejanira Álvarez.
Asimismo,
vendrán a Madrid autores y autoras angloparlantes cuya obra se ha traducido al
español, pero, sobre todo, latinoamericanos que viven en la Gran Manzana y cuya
obra es parte del panorama literario y cultural de la ciudad.
Tal
y como también ha asegurado José Higuera, «a través de esta colaboración
queremos celebrar la riqueza y la diversidad de las tradiciones literarias de
ambas ciudades, pero sobre todo fomentar un diálogo entre todos los que
trabajamos y disfrutamos del mundo del libro y la cultura» Por ello se crearán
espacios de debate entre la delegación neoyorkina y autoras y autores
españoles, así como para potenciar el intercambio entre el mundo editorial de
ambas orillas del Atlántico.
Venezuela(Caracas).-17
de junio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
Lo breve
Entiendo
que para muchos lo breve no sea sinónimo de gran obra, acostumbrados a
relacionar la extensión con la calidad. En lo personal, soy un lector que
agradece la concisión
Según
el gran Augusto Monterroso, es de “buenas maneras” que una conversación no se
transforme en un monólogo, ya que esto va, si se quiere, contra una norma
elemental de cortesía, y haciendo la analogía en el caso de las novelas
extensas, nos dice que “El novelista es así un ser mal educado que supone a sus
interlocutores dispuestos a escucharlo durante días.” Por supuesto, luego
matiza tan contundente declaración, y agrega que esto “no quiere decir que no
pueda ser encantador…” Y traigo esto a propósito de la enorme dificultad que se
nos presenta cuando estamos ante una obra (no digo solo novela) de grandes
dimensiones, lo que suele ser visto como una cuesta demasiado empinada, incluso
para los avezados lectores.
En
lo particular, no he podido terminar de leer algunas novelas demasiado
extensas, porque la dinámica de la vida nos lleva de aquí a allá y solemos
dejar las lecturas en suspenso, a la espera de tener una oportunidad para
seguir, porque como se ha de suponer, los lectores no somos solo lectores, sino
que hacemos todo lo que hacen el resto de los humanos, y el tiempo para la
lectura suele estar signado por un montón de variables que no dependen
exclusivamente de nosotros, sino del intercambio con los otros. En este punto
es para mí emblemática la novela póstuma de Roberto Bolaño, titulada 2666, que
alcanza las 1125 páginas, en la que no he podido avanzar, pero paradójicamente
pude con Don Quijote de la Mancha, que supera las 1150 páginas apretadas.
Coincido
con Monterroso en mi preferencia por los textos breves (aunque haya leído
muchos libros extensos), y esa preferencia me ha permitido tener una visión
bastante singular del hecho literario (posiblemente fragmentaria), pero que
tampoco está mal, porque libros “fragmentarios” hay de sobra que conjuntan diarios,
pensamientos y misceláneos que mezclan diversos géneros, y entre ellos nos
topamos con grandes obras maestras. Igualmente, hay libros breves, pero con
unidad de criterio (entiéndase: libros de cuentos, ensayos, poemas, etc.) que
nos llevan a un inusitado goce estético en relativamente pocas páginas.
Por
supuesto, hay que decirlo, muchas editoriales apuestan por las novelas
extensas, porque al parecer tienen mejor mercado y se mueven mucho más en los
anaqueles, sobre todo si llegan precedidas por premios y alabanzas de
connotados críticos (y de poco connotados también), pero que suelen orientar la
mirada de los potenciales lectores hacia esas obras, y ello se traduce en
ventas.
Volviendo
al gigante Monterroso, podría decir acá sin ningún tipo de sonrojo, que lo que
más admiro en su no tan extensa obra, es su carácter breve y a veces
fragmentario, porque me ha permitido acercarme a diversos tópicos con una
agudeza y un humor que no siempre los consigues en los autores consagrados, y
todo ello te lleva como un río: a querer más y más, a meterle el diente a sus
páginas y quedar estupefacto con su maestría. Ya perdí la cuenta del número de
veces que he leído su libro La letra e, que lo constituyen fragmentos de un
diario, es decir, sin más: doblemente fragmentario, y en cada nueva oportunidad
he hallado un especial disfrute que va más allá de las anécdotas y hasta de las
humoradas que deja colar, para internarse en una prosa envolvente, bien
articulada y depurada, nada sobra y nada falta en cada una de las entradas, y
ello debemos agradecérselo porque sabemos que detrás de cada texto hay un
enorme trabajo de limpieza y depuración, de conciencia plena del poder de la
palabra en quienes la reciben.
La
brevedad literaria no es facilismo, eso debo apuntarlo con énfasis; es más, me
atrevería a afirmar que lograr una estupenda cuartilla que congregue todo un
mundo de posibilidades estéticas, es tan meritorio como quien lo alcanza con
500 o más páginas, y cuidado si no es mayor el mérito. Un buen cuento de pocas
páginas puede alcanzar la categoría de obra maestra, y no me quedaré solo con
el ejemplo de Monterroso, que logró su fama con cuentos muy sencillos y con su
libro de fábulas, sino que asomaré el nombre de Jorge Luis Borges: un gigante
de las letras, para quien la brevedad era asunto tan serio en su trabajo, que
hasta desdeñó a veces novelas de gran extensión, argumentando que posiblemente
en muchas de ellas sobren más de la mitad de las páginas, aunque afirmó haber
leído con placer Cien años de soledad de García Márquez (a lo mejor se la leyó
alguno de sus muchos lectores, por su grave problema de vista ya para
entonces).
Como
buen discípulo de Borges y de Macedonio Fernández, el argentino Ricardo Piglia
también apostó por la literatura breve, pero publicó también novelas de cierta
extensión. Hay un libro de su obra que no me cansaré de alabar: Formas breves,
que es misceláneo y profundamente fragmentario, pero que guarda para sí un
poder enorme, en el hallamos de todo: ficción, crítica literaria, anécdotas sobre
sus autores favoritos, breves estudios, una que otra ponencia presentada en
algún evento, ensayos, notas literarias en fragmentos de diarios, y hasta un
breve epílogo. Sin más: una suerte de cajón de sastre que disfrutamos
enormemente, que nos lleva a conocer su idea acerca de lo literario y hasta su
visión de la vida.
Entiendo
que para muchos lo breve no sea sinónimo de gran obra, acostumbrados a
relacionar la extensión con la calidad. En lo personal, soy un lector que
agradece la concisión.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 14de junio de 2024
Programación destacada:
Lectura en voz alta y homenaje a David
Foster Wallace
Un
homenaje a uno de los escritores que más y mejor ha escrito sobre el deporte
que practicaba y le apasionaba: el tenis.
Lectura
en voz alta-Espacio abierto. Zona Rosaleda-11:00 - 13:00
Radio Marca: ‘El Programa de Ortega’
Un
episodio en directo de 'El programa de Ortega', en el que se entrevistará a Eva
Orúe…
Pódcast-Pabellón
CaixaBank-11:00 - 13:00
'Andalucía en la Fototipia Thomas. Las
fotografías recuperadas por el Centro Documental Anastasio de Gracia'
Presentación-
Espacio abierto-12:00 - 13:00
Mujeres alpinistas, con Anna Kaminska y
Edurne Pasaban
Coloquio-Pabellón
Europa-12:30 - 13:30
Leer más…. https://ferialibromadrid.com/actividades-2024/
Algunas
firmas:
Marta
Sanz, Jasmina Petrovic, Edda Armas, Sara Barquinero, Rosa Montero, Sergio C.
Fanjul, Sabina Urraca, Alfonso Zapico, Pablo D´Ors, Carla Nyman, María Ospina
Pizano, Pol Guasch, Luis García Montero, Carlos Sobera, Luis Landero, Xan López,
Flavita Banana, Natalia García Freire...
Venezuela(Caracas).- 14 de junio de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La crítica
Debo
decirlo y con absoluta certeza: hay quienes se atreven a hacer crítica
literaria sin haber leído la obra, y eso se nota de entrada: se conforman con
los datos sueltos de la contratapa y de las solapas
Quien
mucho lee termina opinando en torno de sus lecturas, es una cuestión
relativamente natural, porque quien se acerca a un texto literario lo hace
desde la mirada expectante, inquieta y esperanzada de poder alcanzar el gozo
que promete cada página, y si lo alcanza, pues maravilloso: exultantes nos
lanzamos a prodigar aquí y allá las supuestas fortalezas de aquel libro y, por
ende, de su autor, y nos convertimos sin pretenderlo en promotores de la obra,
pero si el caso es el contrario: que la obra no calzó nuestros propios
estándares estéticos, nos hacemos corrillo de aquello, decimos a quienes
podamos lo que pensamos, los yerros observados, las falencias percibidas
después de una tempestuosa lectura: si se quiere frustrada y amarga, luego de
haber puesto en la obra mucho más que un simple empeño.
En
otras palabras: en cada lector atento hay un crítico en potencia y ese
ejercicio del intelecto, que requiere de nosotros cotejo, músculo,
discernimiento y análisis hermenéutico, se hace en sí mismo un género y es
enseñado en las academias y en las universidades, pero no es cuestión esencial
pasar por un aula del más alto nivel para aprender a desarrollarlo, sino tener
la sensatez suficiente como para poner sobre la mesa a una obra en específico,
estudiarla desde tus propios referentes y experiencia lectora, y lanzarte por
la calle del medio en un ejercicio interesante, muchas veces pasional, que trae
consigo crecimiento intelectual, pero a la vez un sinnúmero de circunstancias
que se hacen complejas: cuando recibes el agradecimiento de parte del lector (a
veces del autor; aunque no es regla), pero cuando lo que expresas no está en
sintonía con lo que se espera (ergo: la aquiescencia total; un absurdo, pero es
así), la gente te cae encima y te conviertes en un enemigo de cuidado.
El
lector atento que se hace crítico literario, lógicamente busca los espacios en
los que pueda exponer su labor, y antes de que se inventaran la web, las redes
sociales y la tecnología digital, con lo único que contábamos era con la prensa
regional y la nacional, y allí tocábamos las puertas, que no siempre se abrían,
como cabe suponerse, pero cuando nos daban el visto bueno y teníamos a la mano
la anhelada columna, nos faltaba tiempo para leer todo lo que teníamos en la
mesa en rumas y torres, y de manera periódica íbamos presentando nuestro
testimonio de lectura y cotejando nuestra percepción con la de otros, y a veces
nos invitaban a eventos (coloquios, seminarios y congresos) y en ellos dábamos
rienda suelta a nuestros trabajos sobre determinada obra y autor, y aquello era
todo un espectáculo, porque a la hora de las preguntas y respuestas se armaban
tremendas discusiones y salíamos de allí acalorados, victoriosos o derrotados,
pero siempre dispuestos a continuar dando la batalla por las ideas.
Veo
con tristeza que en el país ya no hay crítica literaria en la prensa y ha
quedado circunscrita al mero ámbito académico o especializado (básicamente
trabajos de maestría y tesis doctorales), lo que la aleja de las mayorías, con
las que deseamos establecer una dialógica que traiga consigo el interés por la
lectura de libros y por el análisis de los autores nacionales y extranjeros, y
aunque a muchos parezca intrascendente esto que aquí digo, un país se construye
desde distintos flancos y el de la cultura no es menos importante que los
otros, porque nos hace herederos de añejas tradiciones librescas de aquí y de
otras orillas, y nos eleva por encima de la media hasta alcanzar poderosas
cimas de realización social.
El
crítico de literatura (y de arte en general) es un factor de cohesión, que
busca desde los engranajes de una obra todo aquello que nos una con el resto
del mundo, y así ponernos en correspondencia con el tiempo histórico (en todas
sus dimensiones) y hacernos copartícipes del ahora, y esto, déjenme decirles,
no es cualquier cosa, porque requiere de parte de quien lo ejerce un denodado
trabajo intelectual, honradez y ética, así como un sentido profundo de los
hilos sutiles que nos atan como humanidad y como un “todo”, y quien ejerce esta
actividad está consciente de sus límites, pero también de su impacto y de sus
fortalezas, de allí su tozudez y empeño; de allí sus ansias de que su voz no
caiga en el vacío ni en el silencio, porque ello es equivalente a la nada y al
desprecio.
Debo
decirlo y con absoluta certeza: hay quienes se atreven a hacer crítica
literaria sin haber leído la obra, y eso se nota de entrada: se conforman con
los datos sueltos de la contratapa y de las solapas, que al mismo tiempo
parecen escritos por un editor que no conoce la obra que tiene en sus manos, y
esto es más o menos equivalente a que un médico haga un diagnóstico basado sólo
en lo que le cuenta el paciente, sin auscultarlo, sin palpar los órganos, sin
percatarse de si hay o no correspondencia entre lo narrado y lo observado, y
las consecuencias de tamaña irresponsabilidad vienen todas en cascada: lectores
frustrados con un criterio que no está en correspondencia con lo que han leído
(y que se sienten estafados por quien les recomendó la lectura), autores
inflados por un mercenario de la palabra que a todas luces busca prebendas y
congraciarse con el poder, o autores noveles destruidos por una crítica mordaz,
acerva y malintencionada, que ha hecho añicos, quizá para siempre, su más
preciado sueño.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 12 de junio de 2024



Día 12- PROGRAMA
'Kalopsia, un planeta no tan diferente'
Taller
Infantil- Pabellón Europa-10:00 - 10:25 y 10:45 - 11:10
Bosque Metropolitano: 'En busca del tesoro
de Madrid'
Taller
Infantil-Pabellón Infantil-11:00 - 13:30
XXXV Premio de Narración breve de la UNED,
VI Premio de Poesía de la 'Facultad de Filología' de la UNED y III Premio de
Jóvenes Escritores de la UNED
Entrega
Premios- Pabellón CaixaBank-11:00 - 12:00
Presentación del libro 'Una casa en la
arena', de Pablo Neruda
Presentación-Salón
de actos, Biblioteca Municipal Eugenio Trías-12:30 - 13:30
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Madrid.-11 de junio de 2024
Por: Gastón Segura
Pintan
bastos
Cumplidos
tres días de la aprobación de una ley que, sobre innecesaria —con cuanto de
desfachatez presenta tal gesto—, vaticina grandes quebrantos al Estado, el Real
Madrid ganaba su décimo quinta copa de Europa. De inmediato y a escasos metros
de mi apartamento, se armaba un jolgorio monumental que duró hasta el amanecer;
pero, en lugar de contagiarme la alegría propia de cualquier congregación
festiva, solo me suscitó —como todas estas turbas fragorosas y chabacanas que
convocan las celebraciones futbolísticas— una lacónica tristeza. No podía dejar
de pensar, mientras escuchaba su griterío exaltado, que esos mismos jóvenes no
habían sido capaces —ni tan siquiera en una porción mínima— de manifestarse
contra esa venenosa votación parlamentaria, auspiciadora de muy dañinas
consecuencias para su porvenir.
Si
bien, me bastaba recordar la revuelta de Niká, del 532 d.C., cuando la disputa
entre partidarios de los equipos de cuadrigas verdes y azules arrasó parte del
palacio imperial y de Santa Sofía, para saber que los fanatismos alentados por
cualquier tipo de competición son inherentes a la grey humana; es más, ni tan
siquiera me aliviaba el considerarlos nuestra cara ruin, compensada con ese
otro rostro liviano y hasta sublime: el arte; ¿o acaso, desde Altamira, el arte
no constituye algo intrínseco a la tribu?
En
efecto; tal es así que no había dejado de asistir durante el par de semanas
anteriores a saraos de esta índole; por ejemplo, a la exposición de mi amiga
Silvia Flechoso, en la galería Panarteria, titulada La sangre y el oro, donde
plasma, óleo tras óleo —con aplicaciones de otras técnicas sobre el lienzo—,
una serie de violentas cogidas taurinas; metáforas todas —ya se enseña en el
corazón de las imágenes— del vértigo y hasta del vapuleo que sufre el hombre
—en su caso, el artista— ante las exigencias, a menudo tan bastardas, de la
sociedad de masas. Y pocas tardes después, asistí a un vernisagge de Mariajo
Gil, donde el gran Eduardo Mazariegos, inauguraba Luz y alma; otra muestra de
sus criaturas de un picassianismo bondadoso, con las que despabilar los
rincones más sombríos de cualquier estancia; para acabar, en un trágala de
fechas y de citas, en la presentación de Don de la insolencia, de mi querido
Carlos Aganzo; una, más que biografía, amena y oportunísima recuperación del
conde de Villamediana.
Digo
oportunísima porque ante esa prosa tullida, rebozada de manoseada
sentimentalidad y ofertas de supermercado, que hoy motejan —y hasta con
engolamiento— de poesía, cualquier mirada sobre el Siglo de Oro es
higienizadora. Y Villamediana, sobre propincuo al egregio Góngora, resulta el
señuelo eficaz para acercar al lector despistado a este deslumbrante momento.
Verán; Villamediana, exquisito en la vestimenta, espejo de jinetes, tahúr
avisado y perseguidor incansable del tálamo ajeno sin reparar en alcurnias,
era, encima, lengua y peñola filosa, castigada con tres destierros de la corte,
mientras sus dispendios lo iban arruinando hasta que murió a traición en la
calle Mayor de Madrid, donde una placa todavía lo señala. Y, claro, figura tan
sugestiva, presentaba mucha literatura antes que Aganzo; desde Quevedo hasta
Fernán Gómez, pasando por Emilio Cotarelo, Luis Rosales o Néstor Luján,
fascinados por este gran arrogante que se atrevió incluso a tentar las enaguas
de la mismísima reina. Todos estos pormenores expone Don de la insolencia con
erudición pero sin empacho, abrochados por dos centenares de sus poemas. Y es
ahí, al disfrutarlos, donde el lector desenmascarará los presumidos andrajos
que asfixian actualmente al género. Por tanto, léanlo; un trazo de su gracia
altanera, nunca les sentará mal.
De
asunto y hasta intención diferente trata Retomar el control, que Diego Hidalgo
estrena para esta feria del libro. Consiste en cincuenta propuestas para
precaverse de los peligros que había expuesto teóricamente en su exitoso —en
Francia y aquí— Anestesiados (2021). Cuando reseñé aquel título en otra parte,
afirmé que Diego confiaba demasiado en la sensatez de nuestros congéneres y los
cree dispuestos a preservar su libertad de juicio y de acción ante el
embotamiento sojuzgador de lo digital; a mí, en cambio, se me antoja una partida
perdida y, siguiendo a Heidegger, atisbo un mundo que ya no es sino una
representación de sí mismo; y si necesitase pruebas, me sobraría con acordarme
cómo se desgañitaban la otra noche, al pie de mi ventana, aquellos herederos de
los verdes y los azules, imitando una imagen aprendida y provocada por los
televisores. Diego, en cambio, les ofrece, con este breve pero meditado
prontuario, un saludable repertorio de remedios; y quienes aún aspiren a
preservar sus talentos de esa avalancha que nos invade desde los smartphones y
sus parientes digitales, adquiéranlo; les aprovechará y mucho.
En
tanto y hasta llegar a estas líneas aún me aguardaban encuentros con Diego
Doncel, Pedro Álvarez de Miranda e Ignacio Gómez de Liaño, que, pese a sus
luminosas inteligencias, no me sacudieron el lúgubre presentimiento de las
nuevas e impredecibles discordias que acarrea esa ley de vientre purulento. Y
todo por capricho de un solo hombre, cuya etopeya ya describiera con un
humorismo acerbo mi primo Vicente Valero-Costa en su Caimán (parte I y II, 2023
y 24). Ah; ¿pero qué hacer ante nuestra flaca memoria, cuando ya hubo un Manuel
Godoy que, acosado por sus inepcias y aferrado con desespero a su alto
ministerio, dejó, en el amanecer de otro siglo, al país postrado y encizañado
para el resto de la centuria?
¡Pintan bastos, Max Estrella!
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Venezuela(San
Cristóbal del Táchira).-10
Madre no nada
Antes estuve en el mar
y
todo estaba oscuro
oscuro
sin sol
sin
hermanos animales
sin
plantas.
El
mar
era
una inmensa madre:
madre
no gente,
madre
no nada.
Piensa
ahora mi memoria,
iba
y venía con ella,
en
el mundo duro
como piedra
penetro
el cristal
y lo traspaso.
Ya como Homo Sapiens
Ayer
bajé
de
mi primer árbol
traje
las flores,
y
el aroma
lo
vertí en el río,
y
todos ahora
bajan
de su árbol.
Ya
como Homo Sapiens
llegó
el odio
y
lo retuve
entre
mis huesos
como
una mancha
y
desde entonces
ando
buscando
un blanqueador.
que
Para aliviar
la angustia del otoño.
Quieres
que el sueño
se marche
y
te cuelgas de un árbol
como
un pájaro muerto.
Falleces
en
los ríos tranquilos
tu
muerte será de agua
y
no de piedras.
Pasará
tu día
y
querrás timar
el
día de otros.
Morirás
y
no habrás muerto
todavía ,
por
el sueño
de
haber dormido tanto
y
te hundiràs
en
la vaciedad
de las raíces
como
una flor
que se marchita
en
su capullo.
Venezuela(Caracas).- 03 de mayo de 2024
El dios creador
El
demiurgo-escritor nos hace guiños por doquier, juega con nosotros, interactúa y
establece con cada uno una relación sutil, pero necesaria, a los fines de que
estemos contestes y despiertos
Cuando
vamos al Diccionario de la Lengua Española por el vocablo “Demiurgo”, hallamos
algo interesante: “En la filosofía de los platónicos y alejandrinos, dios
creador”; y todo esto va a cuento porque el escritor suele ser considerado como
tal: crea nuevos mundos, grandes personajes, intrincadas historias y se hace
dueño del destino de todos, y cuando lo analizamos con la cabeza fría nos
percatamos de que aquello es sencillamente maravilloso, porque con ese “magma”
que moldea con sus manos, configura seres que sufren y disfrutan, que aman y
odian, que hacen de sus existencias espacios para la recreación de “realidades”
que, nos llevan a volar, a salirnos de la página del libro y asistir fascinados
al encuentro de lo imposible.
El
poder de la escritura creativa es inmenso, y tenemos que estar conscientes de
ello, porque sólo así asistiremos a nuestro cotejo con la cuartilla, desde la
conciencia de la gran responsabilidad que tenemos en nuestras manos, porque eso
que recreamos no es mera fantasía, ya que al ser leído y creído por quienes se
acercan a las páginas del libro, pasa a formar parte de su realidad, y ella
incide en su persona y en su entorno, y esto podría significar también un
reacomodo en su existencia, un cambio sustancial, un impacto tremendo que
reoriente su destino y el de los suyos, lo que nos lleva a asumir nuestra labor
con una dignidad (no hallo otro vocablo) que deberá ir más allá del aspecto
meramente formal, que es importante, no lo niego, y diría que es esencial y
consustanciado con lo que se nos cuenta: ese universo paralelo que se abre ante
nosotros y que nos lleva de la mano a subsumirnos en él, a ser parte de la
trama, a reírnos o a llorar, a hacernos cómplices, más que espectadores de lo
allí plasmado.
El
demiurgo-escritor está conteste con su papel de dios, y lo asume con gallardía
y entrega todo de sí para estar a la altura de las circunstancias, y es
precisamente esa “conciencia de sí” lo que lo atribula, lo que lo lleva a
entregarse a la tarea creadora con una pasión que va más allá de lo obvio y de
la lógica, que lo empuja a olvidarse de él mismo (o de ella) para hacerse parte
y todo de lo narrado, para dejar su mundo personal atrás y abrirse sin
reticencias a un espacio mágico, en donde habitan seres como los reales, pero
que no lo son, aunque esos seres tengan nombres y biografías tomados de la vida
misma, porque al ser incluidos en una trama novelesca, los convierte en seres
literaturizados o de ficción, que son tan creíbles como los de carne y hueso, y
para ello hablamos de la verosimilitud, y aquí está precisamente su encanto y
su razón de ser: sentir que todo aquello sucede ante nuestros ojos, que los
personajes están tan vivos como nosotros, que su esencia humana es la nuestra y
entonces los amamos o los odiamos, pero jamás somos indiferentes frente a
ellos, porque no es posible tamaña traición a nuestro pacto como lectores con
el artífice de aquellas páginas.
El
demiurgo-escritor nos hace guiños por doquier, juega con nosotros, interactúa y
establece con cada uno una relación sutil, pero necesaria, a los fines de que
estemos contestes y despiertos, a que demos el salto dentro de la página, a que
entremos a formar parte de ese mundo de ficción, y cuando esto sucede, que
suele ser a las primeras de cambio, pues nos atrapa sin remedio, nos fagocita y
lo sabemos, pero nos entregamos a él como lo hace el amante a su pareja, y así
de la mano con esos seres fantasmales y reales a la vez, recorremos las calles
de ciudades desconocidas para nosotros, nos internamos en inhóspitos
territorios, navegamos por inmensos mares, subimos a la cima de los grandes
montes, nos topamos con seres extraordinarios en su beatitud o en su maldad,
nos codeamos sin más con héroes y villanos, conocemos lo que se oculta tras las
sombras, indagamos con inquietud en medio de la oscuridad de la noche y también
nos regocijamos cuando el anhelado encuentro, o la verdad escondida, o el sueño
imposible por maravilloso, se nos muestran como trofeos ante nuestros ojos.
Leemos
cuento y novela, poesía y ensayo, y literatura en general, porque anhelamos ser
sublimados por el encanto del creador, de lo contrario sería una tontería
acercarnos a las páginas, amén de una pérdida de tiempo, pero sabemos que tras
ellas nos aguardan cosas impensables en nuestro propio mundo, por lo menos en
sus matices y derivaciones, y dejamos nuestra cotidianidad para abrir el libro
y traspasar el umbral: y una vez dentro nos dejamos llevar por las palabras que
se hacen imágenes, y sin darnos cuenta somos arrastrados por la corriente de lo
contado y nos hacemos parte del cauce, vamos en una suerte de hipnosis viviendo
mundos paralelos, cabalgando sucesos y realidades que nos impactan en su
esencia, que hacen tambalear nuestras propias convicciones, que nos hacen
entrever cuestiones en las que jamás habíamos reparado, y es precisamente allí
en donde está la clave de la lectura: ser y no ser, estar y no estar, vivir o
dejarse vivir, irnos pero al mismo quedarnos en la quietud del espacio en el
que nos hallamos, y todo este portento y esta revelación son materializables
gracias al poder de la palabra.
No
en vano se nos cuenta en la Biblia que Dios, el gran demiurgo, creó todo con la
palabra, y Jorge Luis Borges, en su atrevimiento, vio en aquellas páginas el
súmmum de lo literario.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 30 de mayo de 2024
Por: Gastón Segura
De feria en feria
En
las grandes tardes de la isidrada, durante el quinto toro, la ventolina de
Levante trae algunas gotas de amenaza; a veces, incluso, se descerraja el
cielo, y nos deja ensopados como a marineros en cubierta. De pronto, se
arremolinan los tendidos, se apiña irrespetuosamente el respetable en las bocas
de salida y los chubasqueros nos vuelven frailunos, mientras van asomando los
costillares de Las Ventas en gris cemento. Por el contrario, en el ruedo, el
matador suele perder las zapatillas, pero nada se interrumpe.
A
un par de kilómetros de allí y en la misma calle, el efecto es muy otro: de
estampida se vacía el paseo de coches, los libreros se pasman en la desolación
y, si el chaparrón persiste, las casetas echan la persianilla blanca para que
el Retiro brille de un solitario charol cantábrico. Solo unos novios, bajo un
tilo, se besan como en las películas antiguas, cuando el amor, si no era pasado
por agua, desmerecía su nombre.
Estas
son las estampas propias de estas fechas en Madrid, cuando la feria de bravos
alcanza su meridiano y la de libros se inaugura entre las cámaras de televisión
y la cordialidad de los reyes. Enseguida vendrán las grandes colas —ahora,
hasta con seguratas de uniforme— para la firma de alguna celebridad, por
supuesto, ajena a la literatura, que presenta un tomazo con una biografía de
mentira, y que constituirá el agosto para el quiosco que la albergue. Son las
escenas pasajeras de este acontecimiento donde siempre echo de menos a Ramón
Gómez de la Serna, montado sobre un elefante y con un altavoz de bocina; el
único escritor de verdad capaz de sentirse a sus anchas entre esa marejada
mundanal y gárrula, que avanza curiosona y a trompicones.
Pero
no vengo hablarles del paisaje y ni del paisanaje, sino de algunos títulos que
merecen, por su insólita peculiaridad, su atención durante esta feria, y si
tienen la bondad, su compra. En Drácena, por ejemplo, hemos rescatado El
chirrión de los políticos (1923); una aparente rareza de su autor, Azorín;
además, con un estupendo prólogo del profesor Domingo Ródenas. Digo rareza,
porque debo remontarme hasta el joven Martínez Ruiz de 1897, cuando Leopoldo
Alas le auguró en un Palique que podía ser “una de las pocas esperanzas de la
literatura satírica” nacional para encontrarlo cultivando la eutrapelia o, por
el contrario, avanzar unos cuantos años más, hasta 1928, para señalarles su
comedia El Clamor, escrita a dos manos con Pedro Muñoz Seca; nuevo botón de esa
afición suya por la humorada, contra cuanto nos puedan sugerir sus últimas
imágenes de viejito atildado y enjuto. Función teatral, por otra parte,
saludada durante su estreno con un sordo y cenizo escándalo, al hurgarle las
entretelas más mezquinas a la prensa y cuya consecuencia, por aquello de no hay
castigo sin venganza, fue el consiguiente fracaso de taquilla.
Dejando
de lado los escándalos provocados por los títulos de Azorín —en algún caso,
hasta con intervención de guardias a caballo— este par de obras nos recuerdan
como el maestro de Monóvar puso en solfa —de la mejor manera que debe hacerse:
con la burla— a los dos gremios que hoy, un siglo después, vuelven a ser
muñecos de la diatriba: los periodistas y los políticos. Y la novela, El
chirrión de los políticos, pese a su final de resignado estoicismo, es ante
todo un guiñol sobre las hipocritonas y chanchulleras componendas que
enterraron la Restauración alfonsina; lo alarmante consiste en que su carrusel
de escenas —las votaciones, el parlamento, los ministerios…— nos calcan, sobre
su regusto añejo, la actualidad más candente; semejanza que invita a tentarse
la ropa y ponerle velas a san Isidro —por no alejarnos del momento—, o
encogerse de hombros y cabecear aquella socorrida murmuración de “esto no tiene
remedio”.
Con
este mismo espíritu de revivir la neta literatura pero en tono más lírico y
hasta si me apuran trascendente, también llevamos a la feria El humo dormido
(1919), de Gabriel Miró; colección de estampas, publicadas durante el año
anterior en La Publicidad, de Barcelona, y estimulantes, si no cruciales, para
la gestación de la Generación del 27, como expongo en el prólogo que, casi de
improviso, me correspondió; al parecer concluido con acierto, porque hasta el
momento no ha habido queja. Este tomito de una docena de cuentos más diez
viñetas —como él llamó a esa decena de pasajes populares de la Semana Santa—
debiera convertirse, como para Jorge Guillén, Dámaso Alonso o Gerardo Diego, en
consejero de estilo y sensibilidad de muchos poetas presentes, y más aún para
cuantos, deslumbrados por aquella esplendorosa generación, son fieles
acopiadores de sus títulos; a los demás, tendría que colmarnos con largura la
mucha delicadeza de la prosa mironiana. O, al menos, con ese propósito lo
reeditamos.
Y
pisando terrenos de la poesía, no quiero despedirme sin recordarles que Betania
acaba de publicar una nueva antología, a cargo de mi amigo León de la Hoz,
titulada Gastón Baquero, lo que no se ve; por supuesto, sobre esa cima
antillana de nuestra lírica del s. XX, muerto aquí mismo, a dos pasos del
Retiro, en 1997, cuando apenas si comenzaba a recuperársele. Quienes aún
ignoren a mi tocayo, léanlo y asómbrense, al pronunciar las tónicas en su
sitio, como su música escondida va elevando imponentes y rumorosas imágenes,
tan de allá pero tan nuestras, pues en español resuenan.
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Madrid.-30 de mayo de 2024
Venezuela(Caracas).- 25 de mayo de 2024
El
libro y su grandeza
Amo
los libros impresos y a lo largo de cuatro décadas he podido reunir (con mucho
esfuerzo, debo aclararlo, porque los profesores nunca hemos sido bien
remunerados), un buen número de ejemplares que atesoro en mi biblioteca
En
lo personal suelo ser muy ortodoxo en mis costumbres, y eso se deba tal vez a
una cuestión de la edad, transijo (aunque tampoco es que sea un vejestorio),
pero es que hay aspectos que están tan profundamente internalizados en mi ser,
tan metidos en mi manera de ver el mundo y de relacionarme con él, que por más
que me esfuerce termino regresando a la usanza anterior y, créanme, a veces me
siento un tanto arcaico por eso, pero echo mano de la resignación propia de aquello
que ya no tiene remedio, y sigo adelante con mis cosas a la espera de que los
demás me entiendan, se pongan en mi piel (se le llama empatía), y me miren con
ojos misericordiosos y hasta de compasión, y me dejen hacer a mi manera.
Ah,
pero déjenme decirles, hay cuestiones en las que he cambiado porque no tenía
más alternativa: como leer la prensa digital porque en papel es un animal
extinto aquí en Venezuela, o dar charlas y conferencias online porque no hay
maneras de trasladarme hasta el sitio o porque el evento es sencillamente
virtual, o comprar una marca de un determinado producto que jamás ha sido de mi
agrado, pero es la que hay en el mercado, y así por el estilo, pero aquello de
leer libros digitales sigue siendo para mí un imposible, que creo no podré
superar, porque es tal el placer que me produce un libro impreso, que no podría
sustituirlo por la experiencia desangelada de leerlo en la pantalla de mi
laptop, o en el teléfono, o en el Kindle, que tanto furor causa en el mundo,
porque sencillamente no se me da, no es lo mío, y aquí sí, apreciados lectores,
no me doblego por nada de este mundo.
Amo
los libros impresos y a lo largo de cuatro décadas he podido reunir (con mucho
esfuerzo, debo aclararlo, porque los profesores nunca hemos sido bien
remunerados), un buen número de ejemplares que atesoro en mi biblioteca, y ese
“espacio” es para mí sagrado y el eje de mi actividad como escritor e
intelectual, porque si bien con muchos de ellos no tengo mayor relación
dialéctica, y solo de vez en cuando regreso a tal o cual obra para una consulta
o para salir de una duda, con otros sí la tengo bien profusa, y a ellos me
aferro con fuerza y disciplina y son soporte para mi actividad durante casi
todos los días de la semana: los trajino, los vapuleo, los llevo de un sitio a
otro dentro de la casa o fuera de ella, los marco con papelitos, los dejo
abiertos sobre el sofá, les tomo fotografías y las publico en las redes, se los
recomiendo a mis amigos, contrasto las obras de los autores, preparo resúmenes,
escribo artículos para la prensa nacional, y todo un cúmulo de experiencias que
podrían llevarse fácilmente varias cuartillas.
Siempre
me preguntan cuántos libros tengo y cada vez refiero una cifra distinta (tres o
cuatro mil: quizás más, o muchos menos), porque en realidad nunca la di por
contarlos, simplemente los compraba o me los obsequiaban y de inmediato iban a
parar a la pila a la espera de la lectura, y debo reconocer que en este aspecto
he sido muy desordenado, porque he podido llevar aunque sea un somero registro
en un cuaderno de escuela primaria, pero cuando me percaté del asunto ya eran
muchos los ejemplares acumulados y me daba pereza emprender la tarea, razón por
la cual tuve que contentarme con mi memoria, no tan prodigiosa por cierto, e ir
al estante en donde creo que reposa cierto y determinado volumen, estirar el
brazo, meter la mano y casi siempre pescar el ejemplar en una inaudita suerte
de dimensiones casi metafísicas.
Soy
muy celoso con mis libros, casi nunca los doy en préstamo porque la experiencia
me ha dicho que nunca regresan a mí y, cuando ello sucede, ¡oh milagro!,
retornan vueltos añicos: doblados, sucios, con las puntas retorcidas,
desencuadernados y rayados, con manchas de café o de té o de salsa de tomate y
hasta con hojas arrancadas y, para no pasar la rabieta que ello me produce y no
perder el amigo, prefiero reservarme el derecho de tenerlos en mis predios
hasta que Dios lo decida, porque sé que conmigo tendrán el mejor trato posible
al estar en su nicho natural, ya que cuando cambian de manos ellos se resienten
y me lo reclaman con fuerza, como si hubiera cometido una traición.
Mientras
esto escribo, los miro, y me devuelven la mirada, saben que estoy hablando de
ellos, y en su aparente pasividad y quietud contienen en sí mismos todas las
revoluciones posibles: la de la palabra y las ideas, la de la estética de la
narración y de la versificación, la de la historia de la humanidad y su abrupto
devenir, la de los más bellos ensayos, cuentos y novelas, la de biografías de
eximios personajes del país o de otros contextos, la de la ciencia y sus hondos
saberes, la del significado de los vocablos y sus usos, la de los clásicos y
los contemporáneos, la de queridos escritores amigos que partieron de este
mundo y de otros que todavía lo están, la de antologías que buscan en su
esencia el imposible del “todo”, la de los libros de mi pluma que nacieron con
inmensa ilusión y empeño, y que son también como mis hijos, la de traducciones
y la de la propia lengua, la de autores laureados hasta la náusea y la de
aquellos cuyos nombres no despiertan ni un mohín de reconocimiento, la de
escritores queridos y entrañables y la de otros apenas comprendidos, la del
libro impreso en su eterna grandeza y hermosura: compañero de los caminos de la
vida, ángel de la guarda.
rigilo99@gmail.com
GASTÓN
BAQUERO, LO QUE NO SE VE, nuevo libro de León De la Hoz
La nueva antología de De la Hoz no es una antología al uso, en ella se ha hecho prevalecer el criterio del poeta Baquero, a través de las múltiples páginas que dedicó a querer decir qué era la poesía para él y de las conversaciones que sostuvo con De la Hoz. Es un largo camino lleno de contradicciones y también de riquezas aquellos donde Baquero busca, que él mismo se situó en dos polos, "lo sentimental" y "lo inteligente". Entre ellos se debatió para hacer de la poesía el sitio donde tan bien se está, diría otro gran poeta como su compañero Eliseo Diego.
El
libro consta de un amplio prólogo del autor, que no se propone hacer un
estudio, como dice en su texto, pero en el que pone determinadas señales que
seguramente servirán de reflexión y estímulo para estudiosos y lectores nuevos.
El enfoque, que es novedoso, también pudiera ser polémico, pero sobre todo es
útil porque permitirá una lectura diferente de la poesía de Baquero.

El cierra libro y se completa con las dos entrevistas que el poeta Felipe Lázaro le hiciera a Baquero en 1987 y en 1994, que tienen varias ediciones bajo el título de Conversaciones con Gastón Baquero (Betania). Un libro que el autor de la antología cree indispensable para conocer la vida y la obra que se entrelazan respirando la una de la otra.
El
libro se podrá adquirir en los próximos días únicamente en la plataforma de
Amazon, tanto en papel como en la versión digital para dispositivos
electrónicos.
Madrid.-
17 de mayo de 2024
Internos del Centro Penitenciario de Navalcarnero crean su propio 'libro cartonero'
En el marco del programa ‘El vaivén de la Feria’ casi una veintena de internos del Centro Penitenciario Madrid IV, en Navalcarnero, han participado en un taller de libros cartoneros
![]() |
Varios internos de Madrid IV en el proceso de elaboración de sus libros cartoneros | © CP Madrid IV |
Durante la tarde del 13 de mayo, parte del equipo de Feria del Libro de Madrid se desplazó hasta el Centro Penitenciario Madrid IV, en la localidad de Navalcarnero, para compartir con 18 de sus internos el contenido de otro de los eventos de su programa ‘El vaivén de la Feria’.
Con
edades comprendidas entre los 20 y los 60 años, los participantes disfrutaron
de las enseñanzas de la poeta y editora mexicana Sofía Sánchez quien, a
propuesta de la dirección de la Feria, impartió un taller sobre la técnica del
libro cartonero.
Tras
un breve repaso por la reciente historia de la cartonería aplicada a la
industria del libro, que data de comienzos de este siglo en Latinoamérica, bajo
las directrices de la experta, los internos pudieron poner en práctica lo
aprendido e «intervenir artísticamente» —según palabras de Sánchez—, dejando
huella en su propio libro. Así, comenzaron por construir la cubierta con
cartones reciclados que decoraron con verdadero interés. «Ser feliz es la
convicción de estar en el camino correcto», se podía leer en la contracubierta
de alguno de ellos. Posteriormente, pegaron en su interior páginas en blanco
mientras la editora mexicana les sugería escribir en ellas sus propias
historias.
Los
internos tuvieron, además, la oportunidad de reflexionar sobre el significado
de términos como ecosofía, amor a la tierra y a su sabiduría, en este caso a
través del reciclado y de la creación de objetos de lectura hechos por manos
humanas, «un trazo de identidad único frente a la máquina y al algoritmo»,
señaló Sofía Sánchez.
![]() |
Por
su parte, la directora de la Feria del Libro de Madrid, Eva Orúe, compartió con
los presentes que, si bien las actividades dentro de ‘El vaivén de la Feria’
tienen siempre como objetivo sacar los libros a la calle para acercarlos a
quienes no tienen fácil acceso a ellos, «el va de este vaivén ha llevado la
Feria a un lugar donde nos consta que hay libros y lectores», afirmó al
presentar el taller. Algunos de los internos que participaron en esta actividad
visitarán El Retiro durante la Feria y disfrutarán de alguno de los eventos
culturales programados entre el 31 de mayo y el 16 de junio. Así, «los hoy
visitados vendrán y, al hacerlo, nos ayudarán a cumplir nuestra misión», concluyó
Orúe.
Una
'pasada' de Feria
Al
finalizar el taller, David, uno de los internos presentes en el mismo, confesó
que «hasta que te adaptas a la vida aquí, la lectura ayuda a evadirte de donde
realmente estás». De evasión también habló su compañero Juan Jesús, quien
descubrió durante sus primeros meses en prisión que «solo había una posibilidad
de salir de aquí: a través de la mente». Por eso empezó a leer, «porque al
menos durante unas horas lo conseguía», sobre todo libros que le describieran
otros paisajes, vidas de personajes de otros países, «porque yo antes viajaba
mucho», afirmó.
Ambos
se mostraron muy satisfechos por la experiencia vivida creando su propio libro
cartonero manejando los materiales propuestos. Ninguno de los dos conocía la técnica,
«pero es que aquí te sorprenden todos los días», advirtió Juan Jesús. Y añadió:
«Si quieres estar en el patio sin hacer nada, puedes estar, pero si quieres
aprovechar el estar aquí para crecer, también tienes la oportunidad de hacerlo,
tanto cultural como personalmente».
Por
el contrario, los dos conocían la Feria. «Me parece una pasada», dijo
David.
Noelia Jiménez, directora del Centro Penitenciario Madrid IV: «A través de la lectura desarrollan un nuevo hobby que no se habían planteado tener»
El
taller sobre libro cartonero también contó con la presencia de la directora del
Centro Penitenciario Madrid IV, Noelia Jiménez, y de la subdirectora de
Tratamiento, Sara Cohen. Jiménez reconoció la importancia de este tipo de
actividades culturales y artísticas para la población reclusa «porque acercan
un mundo que numerosos internos descubren por primera vez cuando están aquí.
Muchos de ellos nunca han leído un libro; como gran parte del tiempo del que
pasan aquí es tiempo muerto, comienzan a leer y desarrollan un nuevo hobby que
no se habían planteado tener. En ese sentido, la lectura es algo muy positivo
para ellos».
El
Centro Penitenciario Madrid IV desarrolla una nutrida programación cultural
durante todo el año. Talleres de lectura, crítica literaria, cómic y prensa
forman parte de la amplia oferta. Algunos internos también tienen la
oportunidad de cultivar la escritura creativa participando en la redacción de
textos para las dos revistas que también maquetan ellos mismos y publican con
la ayuda de la ONG Solidarios para el Desarrollo.
Por: Gastón Segura
Me
tengo prohibido escribir de política —bueno, de esa indecente zarabanda que llamamos
ahora política— porque corro dos riesgos imperdonables: o aburrirles con la
conduerma que ya han oído o leído —encima, de señores más informados y
meticulosos que servidor— en las radios o en los teléfonos portátiles desde las
seis o las siete de la mañana, o favorecer a este o a aquel, y a las pocas
semanas o, incluso, a los escasos días tener que tragármelo porque, con el
mayor descaro, nada de cuanto sostuvo ha cumplido. Pero sucedió que mi
apreciado Pedro Bonet, el otro viernes y con motivo de la inauguración de la
feria del libro de viejo —o de lance, o hasta si lo prefieren, de segunda mano,
porque de estas y otras voces para designar el comercio del libro usado versó
el amenísimo pregón de nuestro común amigo Pedro Álvarez de Miranda— me comentó
durante la comida que estaban desguazando la muy valiosa biblioteca del
Instituto de Cultura Hispánica, ahora denominado AECID —es decir y para que lo
entendamos los paganos: Agencia Española de Cooperación Internacional para el
Desarrollo—. También me informó someramente de un manifiesto que habían firmado
noventa personas alarmadas, a cuya cabeza se situaba esa eminencia de los
estudios hispanoamericanos y, qué casualidad, también buen amigo, Teodosio
Fernández.
Bonet,
que al margen de virtuoso de la flauta y alma del grupo de música barroca La
folía, es hombre escrupuloso, me remitió antes de escribirles estas líneas el
comunicado oficial del ministerio de Asuntos Exteriores —de quien depende la
AECID— sobre el caso, donde habla de un proyecto de reforma para ampliar el
venerable instituto hasta convertirlo en un centro polivalente para
conmemoraciones culturales y didácticas y, por tanto, que no había motivo para
tal alharaca y menos, de queja. Pero como quiera que me aplico el viejo adagio
de que “la literatura oficial es mala consejera”, solo saco en claro que han
elevado una rampa de acceso para señores en silla de ruedas; el resto, música
celestial.
Y
afirmo esto con toda amargura, porque me basta recordar cómo el gobierno actual
se mostró ante el quingentésimo aniversario de la arribada de Elcano y sus
menguados marineros a Sanlúcar de Barrameda —una de las gestas fundadoras de la
nación con el Descubrimiento de América, pues con ella, sobre circunnavegar el
planeta por primera vez, se comprobó fehacientemente su esfericidad— para saber
cómo se las gastan las autoridades actuales y si me apuran hasta la oposición,
que le ha copiado —incluso con tono engolado y gesto prócer— eso de
Latinoamérica, ignorando bochornosamente que quien emplea un vocabulario, queda
preso de una ideología.
En
cuanto al feo término de Latinoamérica —hasta en la Wikipedia viene— fue
concebido por Michel Chevalier en sus Cartas sobre América del Norte (1836) y
propagado, años después —véase al caso Noticias de un imperio (1987), del
mejicano Fernando del Paso— por Napoleón III, durante su fallida expansión por
el istmo centroamericano, para borrar toda huella hispana. De modo que, sobre
antiespañola, es una voz netamente imperialista. Pero como sigue siendo hábito
del español vivir avergonzado de serlo —y no lo proclamó un progresista, sino
el muy conservador Cánovas del Castillo— aunque, a ser posible, del
presupuesto; por descontado, sin ojear ni una página de don Ramón Menéndez
Pidal, ni de don Américo Castro, ni de don Antonio Rodríguez Moñino, ni de don
Ramón Carande… Ni de cuantos grandes hispanistas, de aquí o del exterior, le
han dedicado años al tumultuoso proceso de la gestación de la nación y sus a
menudo atroces vaivenes, así nos luce el pelo, y lo que es peor, los dirigentes.
Una de cuyas aficiones más usuales consiste en substituir nombres
institucionales por una definición larga y enrevesada, para reducirla luego a
unas siglas indescifrables —valga como ejemplo la AECID—, cuyo fin más
constatado es pronunciarlas fatuamente en las “ruedas de prensa” para confusión
del común. ¿Pues que les molestaba del sencillo, claro y fácil de recordar
nombre de Instituto de Cultura Hispánica, para que acabase, pasando por el de
Cooperación Iberoamericana, en esa cosa esdrújula de la AECID?... Ah; que había
aumentado sus funciones asumiendo el Instituto Hispano-Árabe de Cultura; ¿y
acaso lo árabe —o andalusí— como lo sefardita —o judío— no es ingrediente
fundamental de lo hispano?
En
cuanto a su biblioteca especializada —la más valiosa tras la de Berlín sobre el
hecho hispanoamericano—, y contra el comunicado de Exteriores, me temo que
suceda como ya ocurriera con los materiales etnográficos recogidos a lo largo
del país, entre otros por don Julio Caro Baroja, para el Museo del Pueblo
Español: que el día menos pensado y a cencerros tapados acabe en cajas selladas
y de hospiciana por desvanes y sótanos de las más variadas dependencias
oficiales, y más cuando en su fondo se puede constatar prolijamente que la
llegada española a América no constituyó colonización alguna, sino la lenta
formación de un “nuevo mundo”, cuyo nombre no puede ser sino el de
Hispanoamérica, le pese a quien le pese.
Y
es que el suceso de la injertación de lo hispano en aquel continente,
acontecimiento ubérrimo y admirable en su permanencia, es la mayor honra de
nacer español, y paradójicamente resulta indigesto para demasiados compatriotas
—de aquí y de ultramar—; lamentable, si no es ya una lacha. Por lo demás;
disculpen este airado descenso al fango, pero me tienen muy harto.
Venezuela(Caracas).- 13 de mayo de 2024
Por Ricardo Gil Otaiza
La voz del escritor
Escribir
es un poder, porque hacemos de las ideas partículas que se quedan dando vueltas
en la cabeza de quien nos lee, y a partir de sus insospechadas interacciones y
choques, nacerán otros mundos: sueños e ilusiones
No
es nada sencillo hallar nuestra voz para expresarnos por escrito, porque no es
lo mismo el texto plasmado en una página, que lo hablado en nuestra
cotidianidad del hogar, del trabajo o de la calle, aunque aparentemente manejen
códigos similares (los llamados códigos lingüísticos). La voz de quien escribe
responde a otras pulsiones y necesidades, si se quiere estéticas: que están a
veces por encima de las de contenido, lo que nos empuja a expresar nuestros
pareceres respondiendo no tanto a nosotros mismos, que somos los emisores, sino
pensando en quienes lo reciben, porque en definitiva queremos comunicar,
plasmar ideas, abrir vasos comunicantes con los otros, traslucir nuestra
interioridad y que ella impacte y se establezca la empatía al ponernos en la
piel de los demás: que estemos en sintonía mental y espiritual con quien nos
lee, y déjenme decirles con honestidad que esto no resulta tan fácil como
muchos creen.
En
lo particular no soy ejemplo de nada, pero tengo ya una larga experiencia en
esto de la escritura (cuatro décadas ininterrumpidas), y en mi caso he tenido
que reinventarme muchas veces para hallar ese “tono” que buscan los lectores de
las páginas de la prensa (o de los libros), y esa búsqueda, de toda una vida,
no es el punto de llegada como podría pensarse con ingenuidad, sino un permanente
ensayo y línea de partida, que se consolida con lo alcanzado, transijo, pero lo
reorienta hacia nuevos horizontes intelectuales y estéticos, y lo empuja a su
vez por insospechados caminos y derroteros, y esto es, ni más ni menos, una
praxis de cambio permanente, que no cesa ni un solo instante y responde a una
dinámica exterior fundida con la que llevamos dentro, y en esa inefable
conjunción nace la página: brota de nuestro ser, ve la luz y se inserta en el
contexto lector para ser consumida, y rápidamente olvidada.
Sí,
la fugacidad del texto de prensa es inverosímil, que no con los libros (aunque
a veces…), pero, al mismo tiempo, de un enorme impacto en quien lo recibe, lo
que nos lleva a poner en cada columna mucho de nosotros mismos: experiencia y
atavismos, lecturas y análisis, indagación y escrutinio de los tiempos
históricos, para hacer de esas cuartillas un mínimo espacio para la
introspección y vivencia de lo profundo y del “ahora” (aunque hablemos del
pasado), pero es en el momento presente cuando el lector se acerca a la página
y es allí en donde los autores lo esperamos para atraparlo, para producir en él
un cambio, para noquearlo, para ganarlo a nuestra causa, y no podemos
desaprovechar ni una sola frase: todo cuenta y los minutos de lectura son
breves e irrepetibles, así que la concatenación de vocablos debe surtir en
quien nos lee el efecto de una mina antipersona: que lo impacta hondamente, que
lo lleva a su interioridad, que lo rehace en su hechura.
Nuestra
voz es al mismo tiempo la voz interior y de la conciencia del lector en su
permanente intercambio: una dialógica que va creciendo hasta alcanzar un punto
de máxima expresión sensorial, y si logramos que quien nos lee establezca con
nuestros textos esa dinámica, lo habremos ganado a nuestra causa infinitesimal,
pequeña en el tiempo (escasos tres minutos), pero que podría significar en ese
“otro” una sinapsis neuronal, una idea propia, un proyecto de texto que podría
materializarse en el futuro: un cambio de actitud y de conducta, una aguda
reflexión epistémica o ética, una nueva visión de vida, un inusitado giro
copernicano que lo impele a ser otro (o a pretender serlo), un imprevisto
proyecto familiar, una rectificación del sendero transitado, una excusa para no
seguir en la noria, un permiso para hacer de la existencia un “algo” distinto a
lo pensado y alcanzado.
La
voz del escritor es muchas veces la voz de la conciencia de quien lee, de allí
que tengamos seguidores y detractores, porque sin sospecharlo incidimos en los
otros, armamos y desbaratamos planes, nos hacemos acusadores de hechos y
también cómplices sin pretenderlo, marcamos en el otro puntos de inflexión que
darán giros a su línea de acción, y es allí cuando el oficio de la escritura
cobra relevancia ontológica y nos exige estar atentos, a no caer en simplismos
ni en vanas complejidades, a decir lo que tengamos por decir y que al hacerlo
pongamos no sólo cerebro y arte, sino también mucho corazón y pasión, y cuando
estamos conscientes de esto nos sentimos con una enorme responsabilidad sobre
los hombros, porque no se trata de escribir bagatelas por salir del paso, sino
hacer de la palabra instrumento de crecimiento compartido.
Escribir
es un poder, porque hacemos de las ideas partículas que se quedan dando vueltas
en la cabeza de quien nos lee, y a partir de sus insospechadas interacciones y
choques, nacerán otros mundos: sueños e ilusiones, un haz de luz en medio de la
más absoluta oscuridad, una esperanza sembrada en un campo inhóspito y perdido,
una palabra de aliento cuando los otros nos dicen a gritos que los caminos
están cerrados y que no hay posibilidades de seguir, una ventana cuando
sentimos que todo se nos ha venido encima, una mueca de complicidad cuando nos
hallamos aturdidos en plena tempestad interior, un hálito de certeza en plena
confusión, un pálpito al notar que no estamos solos, que alguien siente y
padece como nosotros, y que pudo conquistar la cima y hoy nos hace un guiño
desde las alturas.
rigilo99@gmail.com
Madrid.- 06 de mayo de 2024
Conversaciones con David Álvarez Sánchez
Por
Luis José Oropeza
De Salamanca a Alcalá de Henares
![]() |
Foto:La Gatera Press |
En
esta corta, pero esplendida andadura literaria, nos enteramos por la revista
digital La Gatera Press, que David Álvarez Sánchez ya antes había escrito Secretos
en la vida de Paula, Tres hermanas y una misteriosa mujer
y El
gran cambio que surgió en mi vida.
He
leído las obras de Arturo Perez Reverte -me dijo- , a quien conoció en el acto
de presentación de sus libros en una librería y en un teatro de Salamanca; actividades
en la que fue tocado en lo más hondo del corazón, por cuanto los personajes de
su novelística comparten la misma angustia de sufrir los rigores del
hipertiroidismo; tal es el caso de la novela Un giro inesperado, de la
oscuridad a la luz, que le publicó el Grupo editorial Letrame, en 2023.
Compartimos
un humeante cortado mientras fluían palabras y emociones y, ya para cerrar esta
extraordinaria conversación, me confesó su más intima definición del arte de
hacer novelas, al afirmar que la novela es el arte de conducir nuestras
historias imaginadas, ficcionadas, hasta
que ocupen dignamente los espacios blancos en el papel.
Venezuela(Caracas).- 06 de mayo de 2024
Por
Ricardo Gil Otaiza
La cultura del like
El
me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días,
es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido,
opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual
Cuán
distinto es el mundo de hoy al que conocimos los mayorcitos, y no me refiero
precisamente a lo relacionado con las modas, las corrientes ideológicas o los
vaivenes y ditirambos de esta época, que distan años luz de todo aquello que
conocimos para bien o para mal, sino al impacto que las tecnologías han
producido en nuestras vidas, al punto de trivializarnos, de hacernos perder
hondura y seso, de ponernos contentos con recibir o dar un like a un mensaje, a
un texto o a una situación que nos gusta en el vasto horizonte del mundo
digital, y no caemos en la cuenta de que esa “cultura” del pulgar levantado, es
mera pose, es salirse por la tangente de lo importante del acontecer, es pasar
de lado en cuestiones que en otros tiempos requeriría debate, análisis e
inversión de neuronas, y lo más grave es la aquiescencia de ambos extremos (del
emisor y del receptor), es la alegría que sentimos cuando en las redes sociales
alguien da el dichoso like a uno de nuestros comentarios, porque ello nos lleva
a considerar a priori que el otro(a) leyó lo que publicamos y se solidariza con
nosotros, cuando en realidad es una manera de elusión del compromiso por mera
cortesía y sin esfuerzo, y todos contentos y felices.
El me gusta, simbolizado por el pulgar levantado tan arraigado en nuestros días, es equivalente a decir “mírenme que aquí estoy yo”, existo, no me he desvanecido, opino acerca de esto y de lo otro, pero minimiza el esfuerzo intelectual, lo lleva a su etérea expresión, conjunta en ese pequeño emoji un pensamiento y una acción, y seguimos adelante como si hubiésemos conquistado la cima del discernimiento o hallado la anhelada cuadratura del círculo, cuando en realidad estamos simplificando a una elevada potencia todo aquello que podríamos aportar en un contexto determinado, porque nos mecaniza, nos hace presas de un símbolo que dice mucho, pero que a la vez carece de contenido y de hondura, nos hace parte y todo de una cultura de masas que busca amalgamar, fundir y conjuntar, pero jamás diferenciar, nos cubre bajo el ropaje de una existencia solapada que carece de entrada de peso y contundencia, y ni qué decir: de criterio.
El
juicio de que a otra persona “le gustó mi publicación”, que es asumido por las
más populares plataformas, y el conteo que se hace de los likes en redes como X
(que emociona a muchos), no son más que meras trampas caza bobos, porque si a
ver vamos, si bien el post es replicado en el enmarañado entramado digital con la
posibilidad de llegar a un vasto sector fantasmal por donde se le mire, muchas
de esas personas que hacen clic a lo que publicamos, no se han detenido más
allá de pocos segundos frente al mensaje o al texto, y como mero mecanismo
reflejo se han sumado a la masa (es decir, no ha habido un análisis como tal,
con sus excepciones, por supuesto), y ese impacto que tenemos, que podría ser
comparado con la espuma que rebasa el recipiente que la contiene, más temprano
que tarde se desvanece o, en el peor de los casos, se transforma en un
peligroso búmeran, que termina golpeando al emisor y a veces ocasionándole un
inmenso daño.
El
like y la aquiescencia en este omnisciente mundo de las redes y las
plataformas, adquiere muchos rostros, ya que echa mano de una amplia variedad
de figuras que equivalen a un “me gusta”: corazones, caritas sonrientes, guiños
de ojos, besos, manitos juntas en señal de bendición y muchas más, son en sí
mismas parte del “paquete” diseñado para que produzcan en nosotros determinadas
emociones, estados de ánimos predeterminados, pero en el fondo lo que se busca
con todo esto no es otra cosa que aplanarnos desde las formas gráficas,
liberarnos de nuestro derecho a expresar las ideas con amplitud y argumento,
despojarnos de nuestra cualidad de seres incisivos y pensantes, hacernos parte
de un tiempo en el que la imagen sea el centro de nuestras vidas y que las
ideas, que deberían mover al mundo, queden en un segundo o tercer plano,
mientras que otros, escudados en grandes centros de poder desde donde buscan
manipularnos, piensen por nosotros y lleven al mundo hacia insospechados
derroteros.
Tenemos que despertar en el ahora, reaccionar antes de que sea demasiado tarde, abrir los sentidos y ponernos en guardia frente a la enorme manipulación de la que somos objeto, porque si bien es cierto que en ninguna otra época de la historia el ser humano ha estado más comunicado que hoy, y que seres anónimos de cualquier rincón del planeta tienen la posibilidad de acceder a la información sin moverse de casa y a un relativo bajo costo, nunca antes tampoco las personas habían estado expuestas a tantos peligros como en nuestros días, porque tener información es tener poder, pero no saber qué hacer con esa enorme masa de datos, que a las claras nos supera en todos los sentidos, es sin duda una papa caliente, y con ella se extorsiona, se delinque, se lleva a muchos seres a situaciones degradantes e inverosímiles.
La
cultura del like es de hecho light: insustancial, superficial y demoledora de
las bases que han soportado el pensamiento desde los presocráticos hasta
nuestros días, y no entenderlo, es dejarse llevar por la corriente sin
oposición ni criterio alguno, y entregar lo más significativo del desarrollo
del humano durante milenios: el discernimiento entre el bien y el mal; nuestra
capacidad de razonar, de argumentar y de actuar.
rigilo99@gmail.com
Madrid.-
03 de mayo de 2023
El poeta Luis José Oropeza, venezolano(San Cristóbal del Táchira), nos deja su poesía, mientras espera en la estación de cercanias, Puerta de Arganda, (Vicálvaro),para ir a Alcalá de Henares.
Desde
la revista La Gatera Press, ha sido un placer, pasar momentos
gratos, recorriendo estos lugares. Buen viaje! y pronto retorno.
Aquí,
En la Puerta de Arganda,
mientras espero,
veo pasar sangre viva,
o muerta, qué sé yo,
de los imaginados
del ilustre Manco de Lepanto,
Aquí,
los rieles
transportan
vagones repletos
de admiradores
del burro de Sancho Panza
y del triste Rocinante,
que ya no soportan
tanto viaje por La Mancha,
acosados
por el Caballero de la Media Luna
y los rufianes de La Insula.
Alcalá de Henares
ahora me espera
lanza en ristre…
allá voy…!
Luis José Oropeza
Madrid.-
30 de abril de 2024
Por: Gastón Segura
La guerra perpetua
Acuciados
por nuestra tumultuosa cotidianidad, supongo que muchos de ustedes ni repararon
en que hace ocho días se cumplió el tricentenario del nacimiento de una de las
mentes más preclaras y determinantes de la Historia: Inmanuel Kant. Les
confesaré que yo tampoco; ah, pero jornadas más tarde, repasando la prensa
atrasada, tropecé con una reseña del acontecimiento y, de inmediato,
escribirles sobre cualquier otra cosa me resultaba ya una bagatela comparado
con evocar aquel hombre menudo, enteco y de costumbres tan arraigadas que
cualquiera las hubiese calificado de ariscas manías; y sin embargo, afable,
amigo de convocar cenas compartidas —mantenía que los convidados no debían ser
“menos que las gracias ni más que las musas” para que se produjese una
fructífera sobremesa—, e incluso atento a las mundanidades como prueban sus
escritos sobre los perfumes y las modas, de los que extraje, hace un puñado de
décadas, una máxima como norma: “se puede ser indiferente a la moda, pero es de
necios oponérsele”.
Pues
bien; el viernes veintiuno de abril de 1724 venía al mundo Enmanuel —después,
Inmanuel— Kant, cuarto hijo de Johann Georg, un zapatero y talabartero de
orígenes escoceses, y de la bávara Anna Regina, en Könisberg, capital de la
Prusia Oriental —hoy y por causa de la II Guerra Mundial, esa insólita cuña
rusa entre las repúblicas bálticas y Polonia—. El muchacho apenas sobresalió en
sus estudios formativos salvo por su tozuda aplicación; es más, concluida la
universidad y para ganarse los primeros táleros, ejerció la tutoría por los
pueblos cercanos a su ciudad, de la que nunca se distanció más allá de ciento
cincuenta kilómetros, hasta que frisando ya los treinta y un años, tras algún
tomo y numerosos artículos sobre asuntos científicos, publicó su tratado
astronómico: Historia general de la naturaleza y teoría del cielo (1755), donde
exponía, siguiendo las pautas trazadas por Newton, la formación del cosmos y de
las galaxias. Y sus propuestas a fuer de innovadoras resultaron tan acertadas
que aún rigieron hasta bien entrado el s. XX; pero ya saben ustedes que en
absoluto será esta su gran contribución no a la ciencia, ni a la cultura, sino
al devenir de la humanidad.
En
efecto; su magna y continuamente citada obra fue aquella que esas dos lumbreras
fugaces de nuestra política —Pablo Iglesias y Albert Rivera— no fueron capaces
de nombrar con corrección durante un debate público para gran bochorno de los
asistentes y, luego, de cuantos —como servidor— presenciaron tan estrepitoso
momento ante el televisor; me refiero, naturalmente, a la Crítica de la razón
pura (1781). Con ella determinó el proceso universal del conocer, o dicho a la
manera wittgensteiniana, de “cuánto podemos decir” con certeza; lo otro sería,
por bello y hasta exaltante que se nos antojase al pronunciarlo, mera creencia
o sentimentalidad, pero nunca ciencia o conocimiento; con lo que concluyó mil
quinientos años de especulación metafísica. Después y para abrochar su proyecto
antropológico, encaró la ética en su Crítica de la razón práctica (1788) y en
su Metafísica de las costumbres (1797), donde nos dejó el más espléndido
apotegma moral formulado hasta entonces: su imperativo categórico o “actúa de
forma que sea universalmente válido” (o bueno). Cuando la Filosofía asimiló sus
razonamientos, se convirtió en una gran nota a pie de página a sus escritos. Es
más; cuanto la Filosofía mejor los comprendía, más se sabía herida de muerte;
al punto de proclamar Nietzsche tal defunción un siglo después.
Además,
Kant se embarcó con su Paz perpetua (1795) en pronosticar para la humanidad ese
momento impreso en el título: llegaría cuando los hombres se rigieran por
repúblicas liberales compuestas por ciudadanos autónomos, pues el mero
ejercicio del comercio impondría el necesario silencio de las armas. Me temo
que Kant desoyó, llevado de su bondadoso voluntarismo protestante, la Ilíada
(s. VII a. C.), colosal y aleccionador poema sobre la codicia humana, o incluso
a Shakespeare, quien animó sobre la escena excelsos ejemplos de las cegueras
constitutivas de nuestra condición mortal; conclusión: los cañones —y ahora los
misiles teledirigidos— no han dejado todavía de atronar para dolor de las
gentes.
También
porque, para este loable advenimiento, es imprescindible un precepto: la razón
como única y ecuánime rectora del gobierno, contra su notoria ausencia por
doquier en la actualidad; incluso afirmaría su postergación si no es ya desprecio
desde la pujanza de la almibarada psicología emocional y su hipnótica
aplicación a la política; pues las emociones, como leitmotiv político, resultan
el más complaciente señuelo hacia la creencia —sempiterna enemiga de la razón—
y, en consecuencia, pórtico de la tiranía, y pruebas constatadoras nos sobran
durante el s. XX y aun en nuestro más próximo presente.
Me
resta decir que con Aristóteles lo considero el más eminente genio de la
Filosofía, pues si el estagirita clasificó las ciencias y prescribió su primer
método indagatorio allá por el s. IV a. C., este menudito prusiano determinó
sus límites, partiendo del análisis de nuestras universales capacidades para
precisar con seguridad cuanto nos rodea. Añadir que los considero encomiables
espejos de dignidad va de suyo, pero animarles a tenerlos presentes y, si
pueden, a ponderar sosegadamente sus argumentos se me antoja el necesario
corolario. Estoy seguro que obtendrán frutos excelentes para provecho de sus
vidas y acertados juicios para enfrentarse a esa misma barahúnda cotidiana que
quizá les impidió advertir, hace ocho días, que se cumplían los trescientos
años del nacimiento del segundo.
Artículo publicado por el "Imparcial", el 29 de abril de 2024
*Gastón Segura, es licenciado en Filosofía por la Universidad de Valencia, Se trasladó a Madrid en 1990, donde ejerció diversos trabajos hasta que en 1990 se dedicó de lleno a la literatura.
Venezuela(Caracas).-30 de abril de 2024
La
infancia, ni tan perdida
Esa infancia no tan perdida, como en mi caso, es mi otro yo: es mi imagen especular, la foto en sepia y también a col